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Duendecillo de Santa ||Zelda!!! ||
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Duendecillo de Santa ||Zelda!!! ||
¡Ya llegaba Navidad!
Y eso no la tenía nada feliz, contrario a eso estaba huraña y de mala cara, en la Sala de Convivencia parecía que las fiestas Decembrinas eran la excusa perfecta para ser unos ebrios sin descaro, y lo peor era el ruidero que se traían.
No es que estuviera en exámenes ni nada, pero había estado bastante atareada y con situaciones del consejo estudiantil, tareas extras, entre otras cosas y dormir había pasado de una necesidad a una urgencia, al caso en que estaba tan tentada en de verdad faltar la última semana de Diciembre e irse hacia Alemania a morir.
Pero era Marie Gohile, chica perfecta y responsable que necesitaba todo bajo control, siquiera faltar un día a clases era casi imperdonable.
Así que después de tanto escándalo llegaron las vísperas de las vísperas navideñas, y ella estaba comprando cositas de último momento. La mayoría de las veces tenía todos los regalos apenas llegaba Noviembre, pero ahora no se dio a la tarea ni siquiera una semana.
No le faltaban muchas personas, pues su lista de amigos era de por si reducida, con las épocas de guerra y demás fue más pequeñita aun, pero siempre procuraba dejar algún detallito así fueran los Alechinsky, o el mismísimo Kraul. Gruño solo de pensar en ese fulano.
Aquella mañana heladísima, había usado a su gato pelón para mandar una carta esperando a que este no se la comiera por despecho ya que olvido darle de comer la noche anterior. Era para Zelda su hermosa amiguísima, para invitarla a tomar algo en la Heladería Florean Fortescue, así fuera algo caliente. A ella no le molestaba tomar algo helado, pues en Alemania el frio solía estar aún peor.
Llego como por eso de las seis de la tarde, llena de regalos en una bolsa mágica que parecía aún mas pequeña, se sentó en la terracita a esperar, si Zelda moría de frio podían optar por irse adentro. Pero mientras, saco un cigarrillo mirando hacia afuera de Callejón Diagon.
Y eso no la tenía nada feliz, contrario a eso estaba huraña y de mala cara, en la Sala de Convivencia parecía que las fiestas Decembrinas eran la excusa perfecta para ser unos ebrios sin descaro, y lo peor era el ruidero que se traían.
No es que estuviera en exámenes ni nada, pero había estado bastante atareada y con situaciones del consejo estudiantil, tareas extras, entre otras cosas y dormir había pasado de una necesidad a una urgencia, al caso en que estaba tan tentada en de verdad faltar la última semana de Diciembre e irse hacia Alemania a morir.
Pero era Marie Gohile, chica perfecta y responsable que necesitaba todo bajo control, siquiera faltar un día a clases era casi imperdonable.
Así que después de tanto escándalo llegaron las vísperas de las vísperas navideñas, y ella estaba comprando cositas de último momento. La mayoría de las veces tenía todos los regalos apenas llegaba Noviembre, pero ahora no se dio a la tarea ni siquiera una semana.
No le faltaban muchas personas, pues su lista de amigos era de por si reducida, con las épocas de guerra y demás fue más pequeñita aun, pero siempre procuraba dejar algún detallito así fueran los Alechinsky, o el mismísimo Kraul. Gruño solo de pensar en ese fulano.
Aquella mañana heladísima, había usado a su gato pelón para mandar una carta esperando a que este no se la comiera por despecho ya que olvido darle de comer la noche anterior. Era para Zelda su hermosa amiguísima, para invitarla a tomar algo en la Heladería Florean Fortescue, así fuera algo caliente. A ella no le molestaba tomar algo helado, pues en Alemania el frio solía estar aún peor.
Llego como por eso de las seis de la tarde, llena de regalos en una bolsa mágica que parecía aún mas pequeña, se sentó en la terracita a esperar, si Zelda moría de frio podían optar por irse adentro. Pero mientras, saco un cigarrillo mirando hacia afuera de Callejón Diagon.
Marie Gohile- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 19/11/2014
Re: Duendecillo de Santa ||Zelda!!! ||
Estaba a pocos días, casi horas, de tener que sufrir el suplicio de la cena de navidad. Su madre, todos los años, preparaba un espléndido banquete donde no faltaban los platillos para el más exquisito paladar. El champagne correría en copas de cristal por toda la enorme mansión para dar gusto a los invitados, de los cuales, Zelda aguantaba la presencia de cuatro a lo mucho, entre ellos escritores sencillos que acudían a esa casa más por el anfitrión, Charles, que por su señora esposa, la pedante y siempre egocéntrica Jeanne. Ya a la joven pelirroja le importaba realmente poco lo que dijesen de su madre, pues al fin y al cabo, todo era cierto. Que si era una interesada, que si engañaba al marido (lo cual Zelda misma sospechaba), que si derrochaba la fortuna de los Fay. Era un nido de ponzoña a donde se tendría que ir a meter, así que antes de incluír la última muda de ropa en su baúl, escribió postales y cartas a amigos muy queridos que extrañaría horrores. Siempre había deseado que alguien la invitara a pasar navidad lejos de su casa, pero al final recordaba que su padre estaría ahí y él era el único que se merecía el cariño de la joven semi-veela.
Así pues, había dispuesto unas cuantas horas de su mañana para escribir tales postales. Hasta que un inquilino que siempre le provocaba escalofríos, se apareció encima de la mesa con una nota en el hocico. Era el gato pelón de Marie que le estorbaba para continuar escribiendo. Le quitó el papel y lo desenrolló. Era una nota de su amiga para verse en la heladería Florean Fortescue para darse el abrazo pre-navideño y, quizá, intercambiar regalos.
— Justo a tiempo —
Salió con un grueso abrigo de lana que le llegaba hasta las pantorrillas. Se había puesto la ropa más abrigadora que tenía sin echar a las maletas y gracias al cielo, aún conservaba unos viejos guantes de piel que su abuela le había dado la temporada pasada. Se veían anticuados y muy de señora, pero le protegían las manos perfectamente. Caminó pisando con sus botas la nieve. Fue cuando llegó al lugar que miró dónde estaba Marie. Tan campante en la terraza. A veces no comprendía si era su sangre alemana la que la protegía del frío o que estaba medio loca. Al final eso no importó, se metió en la heladería y pidió que le llevaran a la mesa de Marie un chocolate caliente con bombones. Eso siempre le calentaba las tripas en días como ese.
Cuando vio a la chica pelinegra, no pudo evitar quitarse un guante y darle un ligero zape con él en la coronilla.
— Te ves fea con el frío — bromeó mientras tomaba asiento frente a ella; Marie ya se le había adelantado con un cigarrillo y ella la imitó, extrayendo uno de sus capri de su cigarrera — Este clima está que le pela los huesos a la gente. Deberíamos irnos al Caribe a beber piñitas coladas. — comentó fumando del delgado y largo cigarro.
Le tenía un chisme bien bueno y un regalo pequeño. A ver cuál de los dos salía primero.
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
Re: Duendecillo de Santa ||Zelda!!! ||
Estaba muy concentrada mirando hacia todo el panorama que Callejón Diagon podía ofrecerle en esas épocas, todo decorado y listo, incluyendo los carismáticos duendecitos verdes navideños que parecían entre las tiendas y lanzaban pequeños regalitos y dulces a los niños, presto atención en una niñita vestida de turquesa que recolectaba todos los dulces como si fueran oro puro. Recordó a su gemela, Sandie, cuando recogía huevos de pascua y juntaba más que los otros niños, una sonrisa se apodero sin más de sus labios.
Suspiro, el vapor salió lento por la boca y no solo del humo del cigarrillo, muchas veces el idiota de Kraul le habría dicho “mujer de hielo” no solo por la firmeza de sus palabras, sino porque amaba el clima helado, y aunque por no parecer enferma mental llevaba puesto un vestido y abrigo de invierno y unas mallas especiales para albergar calor, tampoco quería que las personas la enviaran directo a San Mungo con problemas de identidad climática, no señor.
Reacciono entonces hasta que alguien, una presencia bonita le dio un golpecito en la cabeza, Marie levanto la cabeza para ver a Zelda, la niña de sus ojos que le iluminaba una tarde fría como esa.
-¿Fea? Debe usted señoritinga tener los peores gustos porque aquel hombre que esta allá… -le dijo apuntando con la cara a un brujo de casi 90 años sentado en la parte de adentro bebiendo un café –dijo que mi belleza podía aparecer en el concurso de Miss Bruja 1986, ya llene las bases… -le saco la lengua un momento antes de sonreír abiertamente y le tomo una manita apretándosela en señal de cariño, solo la soltó cuando Zelda comenzó a fumar.
-Oh cielos eso de ir al Caribe suena de ensueño, no sé qué esperamos para escapar hacia una playa paradisiaca e iniciar una nueva vida como mesoneras en alguna costa Latina… -Sus padres comúnmente viajan en vacaciones para América Latina, Rashelei como embajadora Diplomática que era solía asistir más que su esposo, pero este la seguía cuando su puesto de Jefe de Aurores en Alemania se lo permitía. Eran buenos tiempos y Marie nunca tuvo la oportunidad de viajar con ellos
Una mesera llego con un chocolate caliente y bombones, Marie le sonrió, pidió para ella un café cargado negro con crema batida encima y cacao en polvo. Dio una calada más a su cigarrillo.
-Y bien, ¿Estas lista para el banquete gigante oficial que hacen en tu casa? Recuerda que te pase la receta para la poción del dolor de estómago, tenla a la mano por que a como me cuenta las cosas, terminaras comiéndote un cerdito entero, así sin más… -
A sus pies había varias bolsas, entre ellas estaba su regalo, también necesitaba pedirle un consejo respecto a una cosa, y no, no era preguntar si era factible o descabellado usar un hombre de masa que la acompañase a las festividades decembrinas.
-Tengo un montón de cosas por contarte antes de que sea raptada por la familia Gohile, me voy justo el 23 de Diciembre… -
Suspiro, el vapor salió lento por la boca y no solo del humo del cigarrillo, muchas veces el idiota de Kraul le habría dicho “mujer de hielo” no solo por la firmeza de sus palabras, sino porque amaba el clima helado, y aunque por no parecer enferma mental llevaba puesto un vestido y abrigo de invierno y unas mallas especiales para albergar calor, tampoco quería que las personas la enviaran directo a San Mungo con problemas de identidad climática, no señor.
Reacciono entonces hasta que alguien, una presencia bonita le dio un golpecito en la cabeza, Marie levanto la cabeza para ver a Zelda, la niña de sus ojos que le iluminaba una tarde fría como esa.
-¿Fea? Debe usted señoritinga tener los peores gustos porque aquel hombre que esta allá… -le dijo apuntando con la cara a un brujo de casi 90 años sentado en la parte de adentro bebiendo un café –dijo que mi belleza podía aparecer en el concurso de Miss Bruja 1986, ya llene las bases… -le saco la lengua un momento antes de sonreír abiertamente y le tomo una manita apretándosela en señal de cariño, solo la soltó cuando Zelda comenzó a fumar.
-Oh cielos eso de ir al Caribe suena de ensueño, no sé qué esperamos para escapar hacia una playa paradisiaca e iniciar una nueva vida como mesoneras en alguna costa Latina… -Sus padres comúnmente viajan en vacaciones para América Latina, Rashelei como embajadora Diplomática que era solía asistir más que su esposo, pero este la seguía cuando su puesto de Jefe de Aurores en Alemania se lo permitía. Eran buenos tiempos y Marie nunca tuvo la oportunidad de viajar con ellos
Una mesera llego con un chocolate caliente y bombones, Marie le sonrió, pidió para ella un café cargado negro con crema batida encima y cacao en polvo. Dio una calada más a su cigarrillo.
-Y bien, ¿Estas lista para el banquete gigante oficial que hacen en tu casa? Recuerda que te pase la receta para la poción del dolor de estómago, tenla a la mano por que a como me cuenta las cosas, terminaras comiéndote un cerdito entero, así sin más… -
A sus pies había varias bolsas, entre ellas estaba su regalo, también necesitaba pedirle un consejo respecto a una cosa, y no, no era preguntar si era factible o descabellado usar un hombre de masa que la acompañase a las festividades decembrinas.
-Tengo un montón de cosas por contarte antes de que sea raptada por la familia Gohile, me voy justo el 23 de Diciembre… -
Marie Gohile- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 19/11/2014
Re: Duendecillo de Santa ||Zelda!!! ||
La historia de amistad con Marie era larga. De los pocos o muchos amigos con los que contaba, Marie era seguramente la única que realmente atesoraba y de quien sufriría perder el contacto. Antes, en Hogwarts, habían sido lo suficientemente unidas como para compartir momentos de extrema intimidad o convivir con la familia de la otra. Era precisamente por eso que Marie estaba al tanto de las extrañas costumbres de Jeanne por querer hacer de casamentera y que en esas fechas hacía hasta lo imposible para que Zelda conociera a todas las familias adineradas de la región. De cierta manera, la pelirroja se sentía constantemente en un siglo pasado donde su madre sentía que el que la chica tuviera 23 era sinónimo de ser una solterona dejada. Para suerte de Zelda, su padre era siempre quien metía las manos al fuego por ella y quien impedía que las locuras de su madre continuaran. Por eso mismo tanta cercanía, tanta empatía.
Lo de irse a la costa en alguna playa latina no era mala idea, sin embargo, no quería dejar al pobre de Charles lidiar con la loca de Jeanne. Amaba demasiado a su padre como para hacerle eso. Descartó la idea, pero quizá la retomase para verano. Por otro lado, lo del concurso de belleza le provocó la risa, no por burla, sino porque no era descabellado que eso sucediera. Marie tenía un tipo de belleza que no requería de sangre mítica para ser reconocida.
— Así que te harás famosa, serás una modelo y te olvidarás de nosotros los mortales — respondió mientras observaba la calle debajo del balcón — De mesera no sirvo, tengo un equilibrio de lo más desastroso. Seguramente le tiraría los cocteles a la gente en sus lindos trajes de baño o sería de las que andaría con los turistas alemanes en la alberca valiéndome un pepino el trabajo… y es que alemanes, ¡Marie! alemanes… — se mordió el labio inferior con una exagerada mueca de satisfacción.
Inhaló de la boquilla y exhaló el humo grisáceo. Antes de proseguir con la plática, un muchacho rubio, casi albino, llegó con sus pedidos. Zelda tomó su taza y le dio un pequeño sorbo porque el líquido estaba hirviendo.
— No me preocupa el cerdito, me preocupan los fulanos con los que me va a querer emparejar Jeanne — puso los ojos en blanco — es insoportable, y estos días no para de decirme que me voy a quedar vieja para darle nietos ¿lo puedes creer? Si no fuera por mi papá, seguramente ahora tendría bien hecho un lavado de cerebro y sabe dios con qué fulano estaría casada — tembló de pensar en eso — Lo bueno es que tengo nuevos vestidos y zapatos — dejó la taza en la mesa — Yo también me voy el 23 y también tengo un montón de cosas que contarte, pero antes de que eso suceda… — metió la mano en su bolso y extrajo una cajita de color turquesa con un moño blanco, era un contenedor muy pequeño pero lo de adentro era lo que valía la pena; lo puso en medio de la mesa — Felíz Navidad — pronunció con una sonrisa radiante.
Se había tardado décadas en escoger de la tienda algo bonito para Marie, para su fortuna, tenían exactamente algo que iba con la época y que luciría sencillo.
Cajita
regalo
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
Re: Duendecillo de Santa ||Zelda!!! ||
Nunca en toda su vida se había imaginado como modelo, ni siquiera como alguien famosa de no ser que aspirase a tener el puesto que su padre tenia cuando vivía: jefe de aurores. Planeaba en un futuro lograr tener aquel puesto y destacarse en ello. Pero esos eran sus únicos planes si de fama se podía decir. Tampoco era la chica mas bonita del lugar y en su mayoría, las competidoras eran brujas con sangre semiveela, metamorfomagas que perfeccionaban su cuerpo o brujas hermosas de verdad.
Nego con la cabeza cuando Zelda hablaba de su fracaso cual mesera y su emoción por los Alemanes solo le soltó una carcajada.
-Debería portarme más como Jeanne y presentarte a mi primo Wolfgang Gohile, después de todo al parecer sientes una locura inminente por los Alemanes, el único defecto que puedo encontrarle a Wolfgang es que esta tan inmerso en su aburrida vida bancaria en Berlín que a veces se desploma porque olvida comer… Imagínate, tu mala siendo mesera y no podrás ni servirle un plato de comida, no, no, mejor a lo que te dedicas, a eso eres perfecta y me encanta… -
Miró al mesero traer la bomba atómica de diabetes para Zelda y solo le sonrio divertida, que si bien sabia, toda la vida Jeanne se había empeñado en parecer una casamentera y unir a Zelda con quien sabe que pelafustán extraño sacado de algún libro del hombre perfecto. Lamentablemente los prospectos nunca eran la cosa mas magnifica del mundo.
Una calada mas al cigarrillo, el suave sabor del tabaco mentolado calo en su garganta de una manera suave, recordó a Sandie, su gemela que estaba empeñada y obsesionada con el terror de que algún dia Marie Gohile contrajera nupcias con alguien y contrario a Jeanne se pasaba alejando a los pretendientes de su hermana, irónicamente Sandie desapareció abandonándola.
-Ya te dije, deberías llevarme a alguna de tus cenas y presentarme como tu nuevo gran amor, estoy segura que la cara de Jeanne seria memorable y la carcajada de tu padre alcanzaría hasta el Tibet –No pudo guardar una risa solo de imaginar que expresión tomaría Jeanne en esos momentos, valdría la pena.
Una vez mas, el mesero volvió a la mesa, miro con ojos de ensoñación a Zelda y dejo a Marie su café negro, esta lo tomo amablemente y le dio un trago asi directo, el calor del liquido y la crema batida le supieron a gloria en la garganta. –Oh… podrias casarte con el mesero rubio que te esta haciendo carita de borreguito triste desde hace cinco minutos… -
Lo que si no se esperaba o al menos no asi tal cual fue su respuesta respecto a todo lo que tenia que contarle y que, ¡Había regalos! Se dio cuenta porque adoraba a la Cerridwen, tenían un parecido en tantas cosas que asustaba. Miro la caja en la mesa y sonrio mas abiertamente dejando el cigarrillo a un lado.
-Wow… De verdad no debiste, pero solo lo abrire bajo una condición… -Se agacho un poco abriendo la bolsa mágica que llevaba consigo, entre ellas estaba aparte un regalo especial, uno que iba a regalarle a otra persona, y que tendría que pedirle el consejo eterno a Zelda.
-Solo si recibes esto de mi parte también, Frohe Weihnachten! (Feliz Navidad)… - y con ello le entrego la caja, le había tomado un buen tiempo hacer y buscar algo asi, un grimorio donde pudiera escribir todas sus historias, y que si otra persona lo abriera solo encontrara un libro al random. Habia pensado única y exclusivamente en ella al verlo.
Abrió su regalo y su sonrisa crecio un poco mas, Marie estaba indudablemente enamorada de los copos de nieve, y de todo lo que tuviera que ver con el invierno, pese a que Navidad no era la mejor festividad que pudiera tener, la nieve la calmaba.
-Es hermoso… Lo planeo usar siempre…. –le respondio al instante en que se lo ponía y se lo miraba sin dejar de sonreir. –Bueno… y tras esto, quiero todos los chismes que tienes en tu cabecita, que también tengo un par de cosas que decirte… -
regalito feliz
cajota exagerada
Nego con la cabeza cuando Zelda hablaba de su fracaso cual mesera y su emoción por los Alemanes solo le soltó una carcajada.
-Debería portarme más como Jeanne y presentarte a mi primo Wolfgang Gohile, después de todo al parecer sientes una locura inminente por los Alemanes, el único defecto que puedo encontrarle a Wolfgang es que esta tan inmerso en su aburrida vida bancaria en Berlín que a veces se desploma porque olvida comer… Imagínate, tu mala siendo mesera y no podrás ni servirle un plato de comida, no, no, mejor a lo que te dedicas, a eso eres perfecta y me encanta… -
Miró al mesero traer la bomba atómica de diabetes para Zelda y solo le sonrio divertida, que si bien sabia, toda la vida Jeanne se había empeñado en parecer una casamentera y unir a Zelda con quien sabe que pelafustán extraño sacado de algún libro del hombre perfecto. Lamentablemente los prospectos nunca eran la cosa mas magnifica del mundo.
Una calada mas al cigarrillo, el suave sabor del tabaco mentolado calo en su garganta de una manera suave, recordó a Sandie, su gemela que estaba empeñada y obsesionada con el terror de que algún dia Marie Gohile contrajera nupcias con alguien y contrario a Jeanne se pasaba alejando a los pretendientes de su hermana, irónicamente Sandie desapareció abandonándola.
-Ya te dije, deberías llevarme a alguna de tus cenas y presentarme como tu nuevo gran amor, estoy segura que la cara de Jeanne seria memorable y la carcajada de tu padre alcanzaría hasta el Tibet –No pudo guardar una risa solo de imaginar que expresión tomaría Jeanne en esos momentos, valdría la pena.
Una vez mas, el mesero volvió a la mesa, miro con ojos de ensoñación a Zelda y dejo a Marie su café negro, esta lo tomo amablemente y le dio un trago asi directo, el calor del liquido y la crema batida le supieron a gloria en la garganta. –Oh… podrias casarte con el mesero rubio que te esta haciendo carita de borreguito triste desde hace cinco minutos… -
Lo que si no se esperaba o al menos no asi tal cual fue su respuesta respecto a todo lo que tenia que contarle y que, ¡Había regalos! Se dio cuenta porque adoraba a la Cerridwen, tenían un parecido en tantas cosas que asustaba. Miro la caja en la mesa y sonrio mas abiertamente dejando el cigarrillo a un lado.
-Wow… De verdad no debiste, pero solo lo abrire bajo una condición… -Se agacho un poco abriendo la bolsa mágica que llevaba consigo, entre ellas estaba aparte un regalo especial, uno que iba a regalarle a otra persona, y que tendría que pedirle el consejo eterno a Zelda.
-Solo si recibes esto de mi parte también, Frohe Weihnachten! (Feliz Navidad)… - y con ello le entrego la caja, le había tomado un buen tiempo hacer y buscar algo asi, un grimorio donde pudiera escribir todas sus historias, y que si otra persona lo abriera solo encontrara un libro al random. Habia pensado única y exclusivamente en ella al verlo.
Abrió su regalo y su sonrisa crecio un poco mas, Marie estaba indudablemente enamorada de los copos de nieve, y de todo lo que tuviera que ver con el invierno, pese a que Navidad no era la mejor festividad que pudiera tener, la nieve la calmaba.
-Es hermoso… Lo planeo usar siempre…. –le respondio al instante en que se lo ponía y se lo miraba sin dejar de sonreir. –Bueno… y tras esto, quiero todos los chismes que tienes en tu cabecita, que también tengo un par de cosas que decirte… -
regalito feliz
cajota exagerada
Marie Gohile- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 19/11/2014
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