Collares y alturas /ZELDA/

Kristján todavía seguía sin poder creerse la buena suerte que había tenido en materia romántica desde que había llegado a Hogwarts. Zelda era su segunda chica oficial ahí y estaba en las nubes. Había creído que jamás superaría a la primera pero luego de esa primera semana estaba seguro de que iba por buen camino para lograrlo. Le gustaba ir con ella de la mano y que todos sus fanáticos lo miraran incrédulos de que un tipo como él hubiera podido conquistar a una chica como esa. ¿En qué radicaba el éxito? No sabía, pero estaba jodidamente satisfecho.

Aquella noche la había citado en la torre de astronomía. A deshoras, como todo un cliché. Le había comprado un collar, o más bien se lo había robado a una señora en Kensington, y quería dárselo. Se habían conectado gracias a un collar que él le había robado a ella, así que ahora Kristján lo tomaba como chiste personal y le había llevado uno. Por supuesto, le mentiría y le diría que lo había comprado

Eran alrededor de las diez de la noche. Claro que era un riesgo ir ahí cuando ya había pasado la última clase y cuando los prefectos rondaban los pasillos buscando alumnos que cazar, pero Kristján le había hecho un mapa detallado de pasadizos para que pudiera llegar. Y luego regresarían a Ravenclaw juntos. De todos modos, a los quince años, a cualquiera le llamaba la aventura y esperaba que Zelda no se arrepintiera al último minuto.

Estaba en penumbras, solamente con un lumos iluminándolo a medias, aunque la luz del cielo nocturno se colaba. Y estaba nervioso mientras sostenía la caja de regalo y la botella clandestina de vino de elfos que había robado de las cocinas, que de todos modos no era fuerte como para emborrachar a un alma. Escuchó pasos y miró en dirección a una de las trampillas, esperaba que fuera Zelda y no un profesor o un perfecto, no quería estar en problemas sin al menos verla un rato.

Al escuchar que la puerta se abría, Kristján sintió un tirón en el estómago y volvió a alzar la varita dispuesto a desmayar hasta al mismísimo Dumbledore de ser necesario con tal de librarse de un castigo. Pero era Zelda y lo supo en cuanto el libro le dio de lleno, lo que le sacó una risa que no pudo evitar y que contrastó con la manera discreta en la que ella hablaba, en susurros.

-Necesitas emoción en tu vida. -Le dijo bromeando mientras la rodeaba por la cintura. Era muy guapa, demasiado. De nuevo pensó que era un cabrón con suerte que no se merecía lo que le había tocado desde que había llegado a Inglaterra. Con una chica así cualquiera superaba cualquier noviazgo anterior que se hubiera tenido ¿o no? Claro que sí. Le gustaba la forma en que su cabello pelirrojo refulgía ligeramente aún en la penumbra y también que tenía un gesto de caprichosa que parecía no poder evitar.

-No nos van a descubrir y si sucede, me echaré la culpa y tú saldrás libre. Tú eres la alumna modelo, yo soy el genio incomprendido, es creíble.-Se rio de él mismo porque no era un genio de nada, en Hogwarts era conocido por ser el tipo que habían expulsado de Durmstrang por ser demasiado agresivo, nada más.

Le tomó la cara con las dos manos y la besó rápido antes de sacar del bolsillo de su pantalón la caja en la que llevaba el collar. La compra reciente de una mujer en Kensington que ni iba a echarlo en falta porque tenía el suficiente dinero como para comprarse muchos más. Si Zelda preguntaba cómo lo había conseguido, ya tenía la coartada perfecta de todos modos.

-Esto es para ti. Espero que te guste, no soy muy bueno eligiendo obsequios. Es la primera vez que regalo algo así además.-Se sintió nervioso como imbécil cuando le entregó la caja con un temblor de la mano como si fuera a pedirle matrimonio, aunque nada que ver con eso. Solo quería ser buen novio y creía que no le estaba yendo tan mal.

Le gustaba cómo sonaba eso de que era un peligro para ella, por eso volvió a sonreír. No creía que lo fuera pero le gustaba la idea aquella de que fuera una jovencita intachable que estuviera haciendo locuras nada más por él por primera vez en su vida, parecía como salido de una película y le agradaba tener el papel de rebelde sin causa que había encontrado el amor en la imagen de la redención. Así de enredoso, cuando en realidad lo único era que tenía buena suerte.

Le gustaba esa dinámica con Zelda porque sentía que le estaba enseñando algo. Con las chicas de Durmstrang él había sido el inexperto y con Frances había sido diferente porque ella ya estaba maleada cuando él había llegado a su vida, ya no tenía nada que enseñarle porque ya era la rebeldía personificada. En cambio, con Zelda, ella lo hacía sentir que él era el de mundo, aunque solamente fuera un mundo de problemas y no otra cosa.

Al ver su rostro supo que había atinado en el robo y se sintió bien. Cualquier cosa valía la pena por ver su cara de emoción. -Tranquila, es dinero trabajado. ¿Crees que me voy en las navidades a Islandia a qué? ¿a disfrutar del cariño de mi mamá? Nada de eso, trabajo durante todas las vacaciones y bueno…quise darte algo que valiera la pena. No me preguntes más porque la verdad fue un camino duro y no quiero tampoco que sientas raro. Déjame ponértelo.-Sí, trabajaba con su papá siempre que iba a Islandia pero nunca un sueldo de pescadores independientes podría conseguir una joya como esa. Pero prefería que Zelda entendiera que sí, le había costado que sudara sangre y que simplemente no quería hablar de ello para no sentirse humillado, maravillas de pertenecer a la clase obrera bajísima y despertar la condescendencia de los ricos.

Le quitó con suavidad el collar de las manos y la rodeó para poder ponérselo, haciendo gestos como si le costara ver por la poca luz. -Lo único por lo que no tuve que pagar fue por esto…-Se separó de ella aguantándose las ganas de besar su cuello blanquísimo aprovechando la postura y le enseñó la botella de vino de elfos que había conseguido.-Pero esta es una niñería de nada.

La tomó de la mano y la hizo sentarse en el suelo en la pared contraria a donde estaba la barda en donde se podían ver las estrellas. Desde ahí también podían verse. Lo bueno de la torre de astronomía era que tenía muy buenos sitios para el romanticismo que Kristján pensaba que le gustaba a las niñas.

-¿De qué estás hablando? Tú no tenías que traerme nada, no estaba esperando que me llenaras de regalos. Esto es algo que quise hacer por ti y ya. Eres una novia genial.-Poco le faltaba a Kristján para ponerse a enumeras las cualidades de Zelda. De hecho para él hasta era mejor que no le hubiera llevado nada, porque cuando sus novias le hacían regalos no solía sentirse a la altura de las circunstancias. Aunque tampoco había tenido tantas novias. La rodeó con sus brazos una vez que estuvieron en el piso, apretando la piel de su cintura y su abdomen.

-No, no es ese el caso. Pero ¿qué dices? ¿vas a dejar que te haga algo? Debí venir psicológicamente preparado.-Bromeó con ella mientras miraba hacia arriba aunque después se concentró en la piel de su cuello escondida bajo el cabello pelirrojo, que hizo a un lado para besar el inicio de su nuca.

Por supuesto que tenía un montón de intenciones escondidas pero tampoco la pensaba atacar como un salvaje. Tenía que medir el terreno y hacer las cosas bien, no parecer un loco que solamente quería una cosa de ella, lo cuál no era cierto. Además no sabía si Zelda era virgen o qué, aunque tenía la vaga impresión de que era de esas chicas curiosas y abiertas, aunque no hubiera hecho todavía nada definitivo.

-Le enseñé una foto tuya a mi melliza. Me dijo que era un perro suertudo, con esas palabras. Creo que tiene mucha razón.-Le comentó cuando separó sus labios de su piel, antes de estrecharla más contra él. Tenía muchas ganas de seguir tocándola, pero dejaría que ella le diera más luz verde primero, por más que la sola sensación de su cuerpo presionándose contra el de él ya estuviera desquiciándolo.

Su hermana era su confidente cuando estaba en casa. A veces lamentaba que no hubiera sido bruja porque Kristján tenía la impresión que de haber tenido a Lára con él, su vida en ese otro mundo habría sido mucho menos complicada y se habría esforzado más por ser un buen hermano y menos por ser un idiota con la gente en general. -Creo que se muere por conocerte. Lástima que los traslados para los muggles no son tan sencillos. Te caería bien.