Blood Ties [ Julia ]

Le había tomado más del tiempo necesario en llegar a la enfermería desde el bosque. Primero porque había ocultado su libro de encantamientos y luego por que la maldita herida de la palma de la mano no dejaba de molestarlo. Ni siquiera sabía qué hora era en esos momentos, pero era noche. Aprovecho antes de salir del bosque para enviar un patronus a la persona indicada para decirle que la información había sido dada como habían acordado, por supuesto que Joseph era una persona que buscaba su beneficio personal estuviera en la situación que estuviera. Él no estaba al tanto de los otros anónimos ni tampoco del plan de los aurores para rescatar a los jóvenes, él solamente sabía lo que tenía que saber y no hacía más preguntas.

Entro en la enfermería con un pañuelo en la mano que ya seguía goteando sangre, por estar armando el ritual que al final no sirvió para nada un poco del liquido oscuro le había caído en la herida y tenía que limpiarlo correctamente, como se le había enseñado, antes de cerrarla.

Abrió la puerta del lugar y se adentró entre las camillas, no había en ese momento estudiantes internados y la enfermera que asistía en las noches seguramente se había retirado temprano, eso le daba carta libre para comenzar a tratarse la herida así que fue por los instrumentos y con la ayuda de su varita los hizo levitar hacia una de las camas. Sacó la mano cubierta con el pañuelo y se quitó las gafas mientras mezclaba algunas pociones en un tazón.

No esperaba escuchar un ruido en la enfermería, mucho menos que fuera aquella pelirroja quien entrara. Se puso de pie inmediatamente, preocupado en verdad.

¿Está todo bien? Julia… ¿Qué haces aquí? ¿Te sientes mal?

No fue cálido su tono de voz, parecía más un regaño, pero solo quería ocultar su preocupación, ella le importaba.

No tendría que haber estado levantada a esas horas y lo sabía, pero a falta de un prudente toque de queda, podía darse el lujo de escurrirse a hurtadillas a cualquier lugar de la universidad. Como antiguo miembro de una fraternidad estadounidense era experta en eso. No había podido dormir. Aquella noche había recibido una carta de su padre en donde le decía que pronto iría a ese país por negocios y que podrían verse un par de fines de semana. La palabra “negocios” no le había sonado nunca bien, quizá porque sabía perfectamente cómo hacía negocios su familia, y a qué costo.

Por eso no podía conciliar el sueño. De pronto le entraron pensamientos paranoicos sobre muchas cosas y al final solamente Joseph podría sacarla de dudas. No quería que su padre llegara, no quería tener que enfrentarse a no vivir una vida tranquila lejos de lo que había querido huir, más allá de las fiestas y las borracheras. Claro, no fue capaz de acudir a Joseph en persona y en vez de eso, llegó a la enfermería y con hechizos aquí y allá comenzó a rebuscar en los papeles que tenía en su archivero ahí.

Quería encontrar algo que lo inculpara, casi estaba segura de que así sería. Un hechizo, una maldición, un libro con alguna página particular marcada, complicados jeroglíficos que nadie pudiera leer. Algo. Aguantó la respiración al escuchar a alguien entrar pero no pudo decir con exactitud si estaba aliviada o terriblemente aterrada de que fuera el mismo Joe al que se encontró cuando salió de su oficina.

-Vine a investigarte.

Podría parecer que no era inteligente decirle tal cuál qué estaba haciendo si supuestamente estaba ahí de incógnito, pero ya que la habían atrapado, iba a decir la verdad, sabía que Joe no la lastimaría de cualquier forma.

-Vine a tratar de averiguar si tienes algo que ver. Mi padre viene. Y sé que no es casualidad, algo me lo dice, no soy adivina, pero los conozco.

Apretó los labios y le enseñó los papeles que había estado revolviendo en los archiveros, nada más que recetas e historiales médicos. Luego reparó en su mano. Pasó saliva. Odiaba la sangre, porque para ella solo tenía un significado.

-¿Estás bien? ¿Te hiciste daño?

Entre todas las personas del mundo era Julia la que si tenía un lugar especial para él, ¿por qué? Porque a pesar de ser quién era ni siquiera su propio padre se había atrevido a meterla en los negocios sucios de la familia. Si Joseph podría tener un sentimiento parecido al amor en su corazón seguramente era por esa joven que ahora estaba ahí frente a él observándolo como si fuera un fantasma o le hubiese sacado en verdad un gran susto. Era él quién estaba preocupado pero al razonar que Julia estaba ahí dentro incluso antes que él llegara se dio cuenta que no estaba ahí por salud, estaba ahí por otras razones.

¿Tú viniste a qué? - Lo sorprendió y sus ojos recorrieron alrededor para asegurarse que estuvieran solos, pensó que se trataba del asunto con los mortifagos, el secuestro, la información que le había dado a las personas aquella noche. ¿Qué tendría que ver Julia al respecto? No la creía tan loca y temeraria como para arriesgarse a ir en la comitiva para salvar a los secuestrados, ni siquiera sabía si los conocía pero no iba a permitirlo, no después de saber lo que iba a sucederles a las personas que estaban por ir hacia la bodega.

Casi suspira de alivio al darse cuenta que la situación iba hacia otro rumbo, pero su alivio duró casi segundos pues volvió a ponerse tenso al escuchar sobre la visita del señor Wardwell en Europa. Estaba tratando de formar una rápida respuesta, algo que no implicara mentirle pero tampoco decirle las razones detrás de todo, entonces recordó, cuando Julia lo dijo, que estaba herido.

No es lo que crees. Solamente fue un accidente. - Respondió dándole la espalda para volver a donde tenía una mezcla extraña que iba a ayudarle a desintoxicar la herida de la sustancia que había adquirido en ese ritual fallido.

No creo poder decirte mucho. Deberías tomarlo como lo que es, una visita de negocios. Hay muchas familias importantes y tal vez tu padre esta previniendo alguna crisis en estados unidos. Seguramente solo estas exagerando. ¿Podrías pasarme esas vendas? No tienes que acercarte, se que la odias.

Abrió la mano para poner algunas gotas de la mezcla sobre la palma de la mano, ahí donde tenía una herida abierta y sangrando profusamente. Cuando las gotas cayeron en la piel un líquido negro salió de su palma y cayó hacia el suelo evaporándose antes de tocarlo.

¿Te ha dicho cuanto tiempo se quedará? - Necesitaba saber los detalles para inventar una historia coherente. No podía solamente hablar por hablar, no con ella.

Le agradaba ver el rostro de Julia, el color de su cabello y su blanca piel cubierta por esa bata de dormir que la hacía ver inocente pero hermosa, todo lo que él había deseado desde siempre, desde que tenía razón de ser. No es que Anemone (la hermana de Julia) fuera menos atractiva, pero  Julia tenía ese carácter, esa bondad que era tan diferente a su carácter.  Siempre la había querido en secreto y habría sido una mentira si dijera que ella no tuvo algo que ver en la decisión de proponerse para ser él quién llegara a Brigantia en busca del poder mágico.

El tomó el vendaje aparentemente sin prestar atención a Julia hasta que esta se sentó en la cama, la vio levantar los hechizos protectores y luego se rio para sus adentros. Ella no tenía la más remota idea de hasta donde se extrapolaban las ramificaciones de los negocios no solamente de su padre, si no de ese puñado de hombres que en secreto hacían girar los engranes del mundo, el verdadero poder mágico.

No lo sé, no sé si esto tiene otra cosa que ver, si tu padre tiene más planes para nosotros. – No la veía a los ojos porque estaba atendiéndose la herida.  Una vez que termino se giró hacia ella con el rostro sereno, rumeando sus ideas antes de dejarlas salir. No era la cuestión de si alguien iba o no a escuchar, aquello era un mayor juramento, algo de honor.

Posiblemente haya algunas cosas involucradas, pero no estoy completamente seguro… - Se acerco a Julia y luego se sentó a su lado.  No estaba vestido como medimago, de hecho parecía una persona normal con pantalones negros y un jersey oscuro.  

No tenemos suficiente poder… esa es la razón de todo.  Por eso estoy yo aquí, por eso  tu padre viene hacia acá. No sé qué es lo que espere que hagamos pero te prometo que es lo mejor. Es lo que necesitamos si queremos dejar de hacer cosas tan horribles como las que Julius ha hecho. – Trataba de explicarle tranquilamente lo que ocurría, no era fácil comprenderlo a menos que se estuviera familiarizado con los términos y las personas involucradas.  Julia lo estaba.

¿Qué es lo que temes Julia?  Dime… - Estaba exigiéndole la respuesta con palabras duras pero le pasó un brazo (el que no tenía la herida) por los hombros y la acunó bajo su abrazo.  El aroma de su cabello era especial y único, se acercó para olerlo y darle un beso en la coronilla.  Él no era una persona muy empática pero con Julia siempre era diferente todo.

¿La herida? - Levantó la palma, donde los vendajes estaban haciendo su trabajo de mantener la herida limpia. Estaría bien en un par de horas.- Estaba buscando algo que tu padre me pidió. No funcionó, estoy demasiado lejos como para que cualquier magia de nosotros funcione.... claro que también tuve algunas complicaciones y unas radicales estuvieron a punto de matarme. Creen que tengo que ver con las desapariciones.

Joseph sabía muy bien la opinión que Julia Wardwell tenía para ellos, los venerables. Por eso se había alejado de ellos (lo sabía), porque no quería ser partícipe de lo que por derecho le pertenecía y aun que nadie iba a obligarla a participar, si lo hacía estar receloso de ella, de la información que podía o no darle. Acarició sus hombros y después las puntas de su cabello mientras se dejaba examinar la herida y escuchaba lo que ella tenía que decirle. Por algunos momentos olvidó en realidad lo que él era y lo lejos que Julia estaba de conocerlo. Una amarga realidad.

Porque es verdad, estoy con ellos, con los mortifagos… - se lo dijo directamente solo para ver su reacción, aun que rápidamente la tomó por la barbilla con la mano que aun tenía lastimada y la acercó a él, rostro con rostro. Casi sentía que podía escuchar su corazón latir rápidamente y la sangre correrle por las venas.

No temas, nunca te haría daño. No a ti.

Permaneció con la mirada fija sobre sus labios y se acerco lentamente a ellos para fundirlos en un beso. El calor del cuerpo de Julia estaba sobre su piel haciéndolo desearla, abrió los labios para profundizar más en aquel beso con la mente nublada por momentos, culpa del dulce sabor de su boca. Claro que no iba a ser completamente sincero y decirle que él también tenía escondidos aquellos ideales puristas, que le había costado mucho tiempo y constancia el poder aceptar a personas como los Snyder, los Aterberry y los Wardwell, por su origen y mestizaje. Pero que todos y cada uno de ellos le habían demostrado que valían la pena incluso más que alguien de su linaje puro. Pero el pasado estaba ahí y seguía persiguiéndolo, a él y algunos magos que lo habían conocido.

Seguía besándola con furor, su cuerpo más junto al suyo mientras acariciaba con la mano vendada sus mejillas y luego su cuello. La otra mano estaba tomándola por la espalda y bajó hasta sus caderas, ahí donde su cuerpo y las sabanas se unían, comenzó a subir lentamente el camisón de noche dándole solamente unos segundos para reaccionar antes de alcanzar la suave piel de sus muslos.

¿Cómo podía estar con esa clase de personas cuando trataba con mestizos e hijos de muggles dentro de la secta? Fácil, era parte de su intención ayudar a los mortifagos a cambio de información y como parte de una treta para distraer al mundo de lo que en realidad estaba sucediendo. Todo era muy complejo, demasiado como para poder explicárselo a Julia en esos momentos, por eso es que mejor se decidió por sus labios, acariciarlo con los suyos y deleitarse en la mezcla que el perfume de su piel y cabello dejaba sobre él.

Esperaba el rechazo de su parte, lo veía venir, lo que no esperaba era esa bofetada que lo hizo detenerse aun que su mirada siguió sobre ella como la de un depredador sobre su presa.

Estaba por perder la compostura cuando sus manos lo tomaron por el rostro y lo hicieron verla a los ojos, sentía que algo estaba despertándose en él y con la mejilla hirviendo por el golpe la tomó con fuerza de los brazos sin importarle si se hacía daño o no en la herida que tenía. La tomó con tanta fuerza que la levantó y la colocó en horcajadas sobre su regazo, tenía su rostro frente a ella.

No voy a traicionarlos, tu familia y tú me han dado más de lo que cualquier sangre pura me ha dado jamás. Nunca he creído en ellos, yo creo en las personas que saben ganarse su lugar en el mundo. Tú mereces más que nadie este lugar, ¿me escuchas?

Lentamente fue soltando su agarre y sus brazos la tomaron de las caderas atrayéndola nuevamente para besarla esta vez más invasivo que la vez anterior.

¿Quieres que te deje ir? Debes confiar en mí. No soy un idiota Julia, no me dejaría llevar por ridículos prejuicios contigo y tu familia. – Le susurraba a los labios mientras las yemas de sus dedos se enterraban en la blanca piel de sus caderas, quería tocarla y apoderarse de ella, lo deseaba como un loco, pero no por eso estaba mintiendo, en verdad creía lo que le decia aun que no fuera el hombre más expresivo o amable al hablar.