A Ride [Frances]

Llevaba un auto prestado. No sabía por qué, paranoia quizás. Era un Ford Fiesta negro, algo jodido, esperando justo en la salida del Ministerio que sabía que Frances tomaría después de verse involucrada en un montón de situaciones legales con los recientes secuestros. Parecía el mismo un secuestrador de mierda pero no lo era, y tenía pruebas: había estado manifestándose junto con varios estudiantes de periodismo mágico de Brigantia -En general, de los más politizados- desde temprano y había esperado a que terminaran todos los procesos sólo por no dejar solo a nadie.

O por no dejarla sola. Todos sentían una regresión a los peores tiempos y se sentían bastante alterados. Lyubov había faltado varios días a la escuela,  sabiendo que no tenía ánimos suficientes como para enfrentarse al montón de opiniones encontradas que habría alrededor de la universidad y recordar los peores momentos de su existencia en Hogwarts. Era curioso cómo todos podían sentir la maldad tan cerca con apenas un indicio, aunque para ser justos, el indicio era grave. Hacía días que nadie le veía el pelo al tarado de Sveinsson, y ocurría exactamente lo mismo con Jentsch. Era un evento tan específico que ya nadie pensaba que eso fuera una casualidad, que se hubieran fugado del país para vivir su amor o alguna estupidez parecida.

-Oye, no te vayas sola a casa, te llevo- le dijo a Frances desde la ventanilla del Fiesta, aparcado cerca de la cabina de teléfono, justo antes de que la viera salir. Sabía que su casa no estaba en el mundo mágico aunque claro, especulaba. Siempre podía ir a otro lado y llevar veinte minutos perdiendo el tiempo imaginando que saldría por ahí y no. Pero había tenido suerte.

Se sintió de pronto como un acosador callejero hablándole a una mujer desde un auto. Quitó los seguros para que entrara, pensando que la posibilidad más cercana era la de que lo mandara simplemente a la mierda. Pero tenía que insistir -Ya, anda, vives lejos y ha sido un día jodido para todos. Seguro más para ti- jugar un poco a la empatía, por que ellos llevaban un buen rato con sus pancartas en el Ministerio pero ella estaba directamente involucrada. Lo justo, era más jodido para ella.

La radio ponía “Cruel” de Prefab Sprout. Nunca le había gustado esa banda, demasiado melosa y demasiado melódica para las cosas a las que estaba acostumbrado, pero por alguna razón no le pareció mal para ese momento, sonando apenas mientras Frances accedía a subirse a su Fiesta prestado; no iba a decir que no estaba nervioso con su varita lejos de él pero lo ocultaba bastante bien, todo para que dejara ya la tontería de odiarse como colegiales cuando en realidad estaban del mismo lado. Sonrió a medias con su pregunta.

-¿Quieres la verdad? Un poco de ambas- Frances debería tener claro cuáles eran sus principios políticos, y muchos lo tachaban de exagerado, de estar muy dogmatizado, lo que fuera. El caso es que había estado ahí desde que habían empezado los juicios y pesquisas hasta poco tiempo antes de que se descartara la última. No se había perdido las clases por que había dejado un aparatejo grabando lo que tuviera que decir su profesor de teoría del vuelo en las horas en las que no había podido estar en Brigantia.

-Ya, estaba ahí jodiéndolos un poco. Y claro que es un avance, que no piensen que por que ya no es tan fácil reprimir a la gente vamos a conformarnos, que se vayan a la mierda- le dijo convencido mientras esperaban en un alto. Conocía Londres, manejaba un poco al descuido, sabía a dónde iba Frances y aunque fuera un lugar bravo para ir con el auto de un desconocido, no le daba demasiado miedo. Movía la palanca de velocidades mientras iban por vías rápidas y tomaban atajos. -¿Están bien, no? Tus niños. Sabes que de verdad me importa preguntar eso- le dijo con esas sinceras preocupaciones que mostraba por ella cada que hablaban. Igual sintió que había un punto de sensualidad en preguntar por sus tres hijos cuando parecía que la había seducido a gritos por la calle. Y más raro aún que intentara imaginar qué tan diferente era su cuerpo  del que había conocido hacía ya bastantes años cuando eran unos adolescentes. Se pasó una mano por el cortísimo cabello, como para sacarse eso de la mente.

-Desde aquí me tendrás que guiar. Recuerdo el rumbo pero siento decepcionarte, no sé exactamente dónde queda tu casa- y eso era cierto. La miró por un rato, de nuevo detenidos en un alto, con un flashback imperdonable de cosas que habían ocurrido hacía mucho. Imperdonable por que la primera de sus intenciones, de verdad, había sido sólo procurar que llegara bien a su casa.

-¿Qué es esa música horrenda?

Preguntó sin una pizca de vergüenza haciendo muecas al escuchar la música, aunque no fuera lo suyo en realidad no le molestaba y solo lo dijo por si era la banda favorita de Yuri o algo por el estilo. Asintió cuando le dijo que lo guiara aunque se tardó en responder a la pregunta de sus hijos, demasiado concentrada en guiarlo bien porque tampoco era la experta de expertas moviéndose así por la ciudad.

-Están bien. Aunque creo que les está costando lidiar con no haber visto a Tobias por varios días ya. Igual que a mi.

Le pareció importante acotar eso último y de hecho, le dio énfasis a sus palabras a propósito, como si quisiera dejar claro algún punto, aunque en el fondo supiera que era más o menos innecesario.

-Pero fuera de eso, están bien. No corren peligro si es a lo que te refieres, la casa de mis papás siempre fue muy segura.

Siempre, incluso durante la guerra había sido más o menos infranqueable. Nada que ver con su barrio bravo, por supuesto, aunque la casa Alechinsky también estaba bien resguardada, era lo que daba la paranoia. Lo miró de vuelta en el semáforo, no apartó la vista ni medio segundo y no lo pudo evitar, también pensó en cosas que no debía, en recuerdos que no le hacían bien a nadie y que parecían ya de hacía demasiado tiempo. Ahora Yuri era muy distinto.

-Deja de mirarme así.

Le dijo antes de volver a girarse hacia la ventana y cruzarse de brazos, en un claro aunque febril gesto de estarse protegiendo de algo. Se remojó los labios. Sentía que tenía que llenar cualquier silencio. Estuvo a punto de decirle que no quería llegar a su casa pero se mordió la lengua para no hacerlo.

-Da la vuelta ahí. Si te desvalijan el auto no me hago responsable. Aunque siempre puedes ponerle un hechizo, solo hay que cuidar que no te vean los vecinos.

Volteó a verlo, no pudo evitarlo, pero para intentar hacer una desconexión entre lo que pensaba y lo demás, terminó preguntando otra cosa.

-¿Cómo está Yara? Sé que Kris le importa.

Si Frances decía que sus hijos estaban seguros, entonces tenía qué ser cierto, de otro modo ni siquiera estaría así como si nada, dejándose llevar a casa y tal. Desde los primeros tiempos de la guerra sabía que su padre era una persona de fiar y seguramente eso no había cambiado, al menos tenía esa garantía. Sonrió a medias, alegrándose de que, en su justa medida de mal rato, al menos tuviera esa garantía. No podía imaginar lo que podría ocurrir si acaso sus hijos estuvieran en peligro.

Y era mejor no pensarlo. Sonrió con la vista fija en el camino cuando le decía que dejara de mirarla así, y no dijo nada, guardándose un poco de esa absurda tensión que siempre había entre ellos. No podía decir que no la disfrutara, aunque tampoco mentiría si dijera que la mayor parte del tiempo no estaba intentando nada, sólo le gustaba fastidiarla un poco cuando era posible. Igual se había preocupado por que llegara bien después de ese largo y jodido día en el Ministerio que, al menos, ya había llegado a su fin.

-No me volverán a prestar el auto, será tu culpa que mis ligues no sean exitosos, ya sabes, un tipo con auto suma puntos- le dijo aunque fuera una cosa completamente muggle; claro, entre las brujas ocurrían esas cosas de sumar puntos pero no era precisamente por un auto, mucho menos con las que eran demasiado conservadoras.

-¿Qué es lo que no quieres que vean tus vecinos? ¿Que metes a un hombre extraño a tu casa? ¿O sea que me estás invitando a pasar? Cálmate, no te tomes esas confiancitas conmigo- le dijo antes de empezar a reírse, y su risa se apagó antes de que preguntara por su hermana. Se encogió de hombros, por que estaba bien aunque sus nervios le habían hecho tomarse varios días para faltar a la universidad; no la culpaba, aunque hubiera tenido ganas de decirle que no podía darle a nadie el gusto de que la vieran vivir con miedo. Exhaló con lentitud, midiendo sus palabras -Está bien, intranquila. Quiere bastante a Sveinsson- dijo sin decir nada tipo “al idiota de…” o cosas así, por que bueno, él tampoco deseaba que le ocurriera nada. Después de todo, sentía que todos eran parte de una especie de familia extensa. -¿Tienes hambre?-

Qué iba a decir, él tampoco se lo creía del todo. Un niño que de la nada terminaba con todo el poder que había acumulado un mago, el que les había jodido la vida a ellos y a un montón de gente más y de paso había matado a la mitad de la gente a la que quería, no sólo por su propia mano sino por su gran poder de convocatoria… la gente de su generación no se creía cualquier cosa como si nada. Le dio otro trago a su cerveza sintiendo que estaba bebiendo demasiado rápido.

-Ya lo sé, a mi también me cuesta creerlo… tanta coincidencia y destino entrecruzado. No lo sé. imagino que no quiero creer en nada por que la guerra nos quitó demasiado ¿No?- tenía a sus hijos, a su esposo, a su familia y a muchos amigos pero nadie había salido ileso, quizás por eso se habían puesto tan susceptibles. Y pensándolo con seriedad, no se quedaba nada tranquilo con el secuestro. Debería haber algo, siempre debería haber algo más que hubieran pasado por alto.

Sin embargo, se rió con lo de su marido. No es que tomara a Tobias por un pelele que se había casado con Frances. Ya se imaginaba que casarse con Frances no era cosa sencilla, mucho menos hacer una familia con ella. La verdad era que no podía dejar de verla como Frances Burroughs; ni siquiera conocía a sus hijos.

-Yo te iba a llevar a tu casa y preferiste venir a beber… Vamos a estar bien ¿Eh? Ellos, el idiota de Sveinsson y Jentsch, y nosotros, y todos. En serio, ya ha sido suficiente- le dijo en un ataque de confianza que parecía más como determinación. Sin embargo, al acercarse a ella tuvo una rara regresión a todo lo que se provocaban y siempre, a toda costa, habían decidido evitar como si fuera lo mejor que pudieran decidir respecto a ellos mismos. -¿De qué confianza hablas tú, eh? ¿Me recuerdas de algo?- la miró con intensidad, un segundo antes de apurar su último trago de cerveza -se la tomó en tiempo récord- y pedir una más.

Se sonrió con el primer trago de la segunda cerveza, volviendo a pagar la ronda, por supuesto. Tenía sus maneras de ganar dinero, trabajaba como loco con esa obsesión inculcada por su padre, además de dedicarse a entrenar, estaba claro. La pérdida de privilegios como estudiantes en Brigantia por los recortes de presupuesto le había jodido bastante y ahora en vez de tener dinero extra con su millón de trabajos y encargos extra, era un dinero que valía para hacer lo básico. Claro, todavía podía permitirse algunas pintas.

-Yo no llevaba puesto el uniforme de Hogwarts, al menos- le respondió sin mirarla, pero sonriendo con complicidad, viendo su propio reflejo en el espejo envejecido de la contrabarra. No es que hubiera pasado cada noche recordando ese momento, pero le tenía un especial cariño. Aunque cariño fuese una palabra rara para como se les habían dado las cosas. Esta vez le dio risa, no sólo sonrió.

-No sé qué mierda me pasó en la cabeza, estaba poseído por un demonio o algo así- le dijo entre risas; ella sabría de qué hablaba, recordó que incluso tenía una mordida en los labios que se había demorado un par de días en curar, un montón de rasguños, toda una locura. Nunca había vuelto a hacer una cosa tan demencial, al menos no en esas dimensiones y era cierto, quizás había sido así por que eran demasiado jóvenes y no tenían demasiados parámetros para asustarse o no por hacer algo. Negó con la cabeza, apagando poco a poco la risa.

-Pero no sé, cosas del momento. Te toma desprevenido ¿No?- le dijo de nuevo con ese juego de provocación que, la verdad, no podía evitar jugar con ella. Así siempre había sido, aunque tuviera una distancia bastante respetuosa con el hecho de que fuera casada y demás. Lo repetía, tenían una relación particularmente extraña, no de amigos, tampoco la relación que tenía la gente que no se soportaba. Y ahora estaban ahí, contra todo pronóstico. Exactamente como había ocurrido la primera vez.

Claro que todo el mundo lo tomaba por idiota y de hecho, no podía decir que eso le molestaba completamente. Era una especie de zona de seguridad en la que se sentía bastante libre de pensar y hacer lo que le diera la gana. Sintió de inmediato el nerviosismo de Frances cuando la tocaba, más que miraba su mano y después lo tocaba. Pensó que iba a removerse con violencia para que la soltara o algo así y de hecho, se había sentido mal por estar aprovechándose de lo sensible o no que pudiera estar Frances.

Sí, habían estado alejados por que hasta cierto punto sabían que cuando volvieran a estar a solas algo iba a ocurrir. O quizás sólo estaba siendo optimista, o malentendiéndolo, o dando por hecho cosas que no iban a ocurrir.

Y Frances tenía razón, no lo hagas. Tenía un montón de conflictos respecto a que fuera una mujer casada, una mujer con hijos, que no tuviera razones reales para hacer nada más que las ganas de cometer una locura. La vio irse directo al baño y se quedó pensando. Pensando era una palabra demasiado larga para los segundos en que meditó, en que dio un trago grande a la cerveza y fue hacia el baño después de que ella desapareciera tras la puerta.

Puso la frente el cristal cuadrado de la puerta y también la mano, en el cuadrado de cristal translúcido. No sabía exactamente qué esperaba, si sólo encontrarla cuando saliera y entrar, mojarse la cara, quitarse ideas. O de otro modo, que abriera la puerta y lo dejara entrar, que ocurrieran cosas, qué sabía. Dio tres golpes a la puerta sin decir nada. Estaba buscándose demasiados problemas.

Se miró largamente en el espejo preguntándose si acaso no estaba volviéndose loca. Ya no era una niña que simplemente podía hacer lo que se le diera la gana en el momento en que se le diera la gana. Se repitió a sí misma que estaba muy confundida y que simplemente tenía que dejar de pensar en todo lo revueltos que estaban sus pensamientos. Al mismo tiempo le era muy fácil empezar a pensar cosas para justificarse como si de verdad lo necesitara: que Tobias la había dejado sola por haber seguido un impulso idiota, por ejemplo. Justo lo que James le había dicho.

Pero no, volvió a empaparse la cara y a respirar profundo antes de decidir salir y decirle a Yuri que se iría a su casa de una vez, con una aparición de ser preciso.

Escuchó que tocaban la puerta pero pensó que simplemente se trataba de alguien a quien le urgía que saliera de una buena vez y abrió la puerta de golpe dispuesta a maldecirlo para encontrarse con Yuri, de frente. Se quedó estática unos segundos decidiendo sus opciones, a pesar de que minutos antes había pensado que ya lo tenía decidido. Sin más lo tomó por el rostro y lo besó, parándose apenas en las puntas de sus pies antes de hacerlo a un lado de un empujón.

-Me voy a casa.

La miró a los ojos, con el rostro húmedo de haberse mojado la cara, perpleja como si no esperara nunca que fuera a tocar su puerta pero, quería pensar, al menos esperando que hubiera dado ese paso. Respiró profundo y le sostuvo la mirada antes de que lo besara, con inicitiavia propia como hubiera ocurrido hacía muchos años. Apenas tuvo tiempo de corresponderle como era debido por la sorpresa del movimiento, antes de que quisiera quitarlo del camino y decirle que se iba.

Realmente no tenía razones para impedirle su partida. No iba a dejar que se fuera sola, aunque estuviera cerca de su casa, lo que fuera. Sin embargo estaban tan cerca, tan cerca de lo que alguna vez había sido, que no la dejó marchar sin más. La tomó por la muñeca y la hizo regresar cerca de donde estaba, tomándola por la cintura, no haciendo nada más que dejándola cerca de él en un abrazo invasivo y la puerta medio abierta, a la que podría cualquiera llegar en un instante.

-No te vayas- le dijo con simpleza, antes de presionarla contra él, sabiendo que en cosa de un segundo se había excitado demasiado y seguramente se notaría. Respiró profundo, de nuevo, intentando entrar en razón, pasando una mano por su cabello, apartándoselo de la cara, pensando que era raro ser demasiado dulce por que en general no era eso lo que les hacía tomar decisiones.

-No te vayas…- El lugar no era demasiado inspirador pero le empujó lo suficiente para poder echar el seguro de la puerta y besarle el cuello, aspirando con fuerza el aroma de su piel y su cabello, todavía esperando la posibilidad muy latente de que lo golpeara, o le diera un rodillazo y lo dejara tendido con ese atrevimiento. Hasta cierto punto esperaba que lo hiciera por que si no había un rotundo NO de por medio, iba a hacer cosas que sabía que no debía hacer, que le conflictuarían y lo harían sentirse culpable en adelante.

Tan solo después de besarlo ya estaba convencida de que había sido la peor de las ideas. Porque definitivamente no era lo mismo que algo que solo se hacía por hacer y no significaba nada. No porque estuviera enamorada de Spektor ni mucho menos, primero se mataba, de verdad en algún punto lo consideraba insoportable, sino porque se había esforzado mucho por mantenerse lejos de él por ese magnetismo insufrible que poseía ante sus ojos. Mala idea, muy mala idea. La sensación de que estaba en terrenos demasiado peligrosos se agravó al sentir su mano rodeando su muñeca. Apenas tuvo tiempo de cerrar los ojos un segundo para respirar, aclarar las ideas antes de cualquier cosa, algo que seguramente hubiera logrado de no sentir la presión de sus dedos contra su cintura.

No le contestó pero en ese momento sus palabras le sonaban hipnóticas. Le daban ganas de simplemente hacerle caso. El momento específico en el que se encontraba, anímica y emocionalmente, no la ayudaban mucho a entrar en razón rápido, mucho menos si tenía esos gestos tan extraños y contrastantes con la imagen que se había hecho de él, si le tocaba el cabello y si volvía a repetirle que no se fuera. Escuchó el sonido del seguro en la puerta y lo miró, con una mezcla extraña entre el hambre y la preocupación. Sabía que con él no había medias tintas y eso era lo realmente preocupante. Ladeó el cuello de forma automática al sentir sus labios sobre él. Suspiró, sintiéndose débil de pronto, con unas ganas terribles de besarlo otra vez, de decirle que sí a todo, a cualquier cosa.

-Siempre los lugares más románticos contigo, ¿verdad?

No pudo evitar decirlo mientras intentaba, aunque sin mucho esfuerzo, alejarlo de ella para no sentir ese cosquilleo incitador que le provocaba sentirlo en su cuello, mientras sus piernas temblaban. Apenas se separó de él unos segundos y eso fue lo único que pudo aguantar antes de acercarse de nuevo, sin arrebatos, con inusitada calma para besarlo profundamente mientras acariciaba su nuca, como si quisiera demostrarle que ella también podía ser dulce. Pero se sentía cada vez más insegura l pensar que estaba faltando a todo lo que alguna vez había prometido, aunque por momentos ella también se sintiera traicionada de que Tobias hubiera estado a punto de matar a Kristján sin pensar ni medio segundo en nada. Y además odiaba el efecto que Yuri alcanzaba en ella, lo que le provocaba y que podía canalizar muy bien en odio, pero que a solas no era más que un caos. Ni siquiera tenía ganas de hablar, de ser punzante y decir lo que fuera. Estaba agitada, se notaba en la forma en la que respiraba y cómo sus manos se volvían cada vez más inquietas mientras exploraban la piel bajo la camiseta de Yuri y al mismo tiempo lo apretaba más contra ella, quería sentirlo, sentir su erección a través de la ropa. Si decía una sola palabra más, si se recordaba a ella misma lo muy real que eso era, iba a arrepentirse.