Al cabo que ni queria [LIBRE]

Le dolía la cabeza, tenía mil y un cosas que hacer entre pendientes de la escuela y pendientes de las celebraciones navideñas, Levine entregaba las cosas, las ideas corrían por parte del consejo estudiantil y estudiantes que quisieran ayudar, y casi siempre eran “ayudas voluntarias obligatorias” y entre perseguir estudiantes para los arreglos, comprar regalos de último momento para lo que le quedaba de familia y pensar donde demonios iba a pasar la navidad en esa ocasión se le había pasado toda la semana.

-Ni siquiera tengo el vestido para el baile... –murmuró cansadamente, la idea de no asistir le sopesaba en la cabeza. Aquel día tenía también que estudiar para un examen que bien se iba a ejecutar en tres semanas, necesitaba ser la mejor de la clase, quería tener una plaza abierta en caso de que el Entrenamiento de Aurores en el ministerio diera lugar alguno.

Entro al saloncillo del Consejo Estudiantil, en primera porque estudiar en la biblioteca siempre terminaba siendo un lio y se desesperaba de ver estudiantes de grados menores haciendo mal las cosas, y en segunda porque ahí se sentía cómoda. Se sentó pesadamente en una de las sillas, utilizó su varita para hacerse llegar un poco de Café negro sin azúcar en una tacita y abrió su libro.

-Bueno tampoco es como si tuviera acompañante… -dijo con un bostezo aburrido revisando las paginas rápidamente.

Miro un poco por la ventana, estaba comenzando a hacer un frio tremendo y la nieve bajaba despacio, inclusive su idea de quedarse las navidades y festivos en la Universidad era algo tentador, regresar a Alemania con los Gohile iba a ser aburrido sin sus padres.

Volvió a soltar un suspiro tras soltarse la coleta del cabello, dejando caer una cascada negra a sus hombros.
Esta vez solo recargo sus manos dando un masaje a su cabeza despacio la sien, la cabeza sin duda le iba a explotar.

Estaba cansadísima porque se había pasado la mañana haciendo tareas y la tarde cuidando animalitos en su turno en los establos. Además había tenido que ir a la sala de juntas del consejo estudiantil para…pues para dormir, la verdad. En su dormitorio estaba su compañera teniendo un pequeño repaso de fin de curso y Barunka roncaba. El consejo estudiantil era de esos grupos de gente a los que nadie les hacía caso y por ende que ni reuniones tenía.

Se recostó bajo la mesa y puso las manos sobre su pecho cual cadáver para tomar su siesta. Bastaron dos o tres minutos para que acabe seca dormida, fueron unas gloriosas dos horas que se dedicó a roncar como si no hubiese un mañana. Para cuando se despertó simplemente atinó a desperezarse y a acomodarse nuevamente sobre esa alfombra tan cómoda.

Se quedó allí entre durmiendo y no, eso hasta que llegó una visita inesperada. Pegó sus rodillas a su pecho en un intento de ocultarse de quien estuviese ahí. Esperó algunos segundos a que hable pero la primera frase y esos zapatitos horrendos delataron a quién había llegado.

Lloriqueaba y lloriqueaba acerca de su vida, era Marie Gohile que se quejaba de todo como si fuese una gran conspiración en su contra, como si la vida fuese totalmente injusta con una dulzura de persona que apenas era capaz de saludar a sus compañeros. Ya no era prefecta pero seguía siendo la señorita correcta, la que todo lo sabía y todo lo podía corregir. Si no le había mandado un castigo era de milagro.

Con un movimiento sin gracia salió de debajo de la mesa, harta de tanta palabrita lastimera.

-Ya deja de quejarte, mierda. No tengo vestido, no tengo novio, no tengo personalidad, no tengo carisma…yaaaa. Basta, ¿no? Todos sabemos que no tienes, pero ya es hora de que lo superes.-lanzó un suspiro cansino que no disimulaba toda su frustración. Ya era suficiente, encima con ese tonito de voz tan desesperante.-

Le tiró un golpecito en la parte de atrás de la cabeza para que deje esa tontería de masajearse la sien, no podía estar tan estresada si ya llegaba la navidad. Todos amaban la navidad, aunque no tuviese regalos tendría una enorme comilona por parte del colegio y de paso un baile. Uno no sólo bailaba con la pareja, ¿no? Ni que viviesen en el siglo doce.

Y se encontraba ella demasiado concentrada en otras cosas por pensar, analizando quienes le faltaban en la entrega de regalos, había un pizarrón donde enfoco sus ojos una última vez, ahí habían escrito varios compañeros del comité del Baile Estudiantil todo lo que había por organizar,  Marie en aquella ocasión les ayudo con un diagrama mágico para saber los posibles lugares donde se vería bien aquel evento y las posibilidades de hacer el baile más navideño que se podía crear.
Así ella no fiera la persona más agraciada por la navidad.

Y entonces una persona salió de por debajo de las mesas. Si, una persona.
Marie soltó un gritillo ahogado haciendo hacia atrás su silla con un sonido estridente al ponerse de pie,  si había un atisbo de sueño pasando por cabeza desapareció por completo.

El ser hablador y viviente que apareció ahí no era nada más ni nada menos que Barunka Jentsch, la Alemana frunció el ceño al verla, claro que recordaba su historia con ella y el horrible escupitajo que le lanzó cuando eran estudiantes en el Colegio, sin embargo ya había pasado bastante tiempo desde aquella ocasión y Marie era otra persona, podría decirse que como el 99% de las personas, la guerra la había cambiado.
Pero Barunka parecía tener ese mismo horrible comportamiento.

-¡Jentsch! ¿¡Pero porque demonios sales de debajo de las mesas!? ¿Estas mal de la cabeza o algo así? –No le levantó la voz porque de verdad estaba demasiado fastidiada como para ponerse a pelear, además, lo menos que quería era problemas. Y con Barunka nada de podía predecir.
La miró un momento más con cara de pocos amigos, ese golpecito tampoco le había gustado, al final solo suspiro cansadamente y acomodo su silla.
-Si vas a dormir aquí por lo menos elige el momento más propio para aparecer,  y además te pierdes la mejor zona de dormir, el Club de Cross Country tiene los colchones y equipos más calientitos de todo Brigantia, y en estas fechas está más vacío que nada… O tu habitación, también dicen que se usa para descansar… -Le dio un trago a su café sin dejar de verla, claro que sabia exactamente donde estaba su varita en caso de que la semiveela se quisiera pasar de guapa otra vez.

-…No me estaba quejando, o al menos no del todo… Estas fechas no me agradan mucho que digamos. En fin, ¿Quieres un cafe? Es gratis y no tiene veneno, no tanto… -Claro, modales ante todo.

Hablar con Marie era como hacerlo con una niña que esperaba todo correcto porque no entendía jerga alguna y se veía demasiado preocupada porque cada uno de los moños de su cabeza estuviese bien hechos y con un lazo a juego con las medias que apenas asomaban sobre los zapatitos de charol. ¿No era adorable? A sus veintitantos, no.

Su regaño le resultaba cansino, podía suicidarse ya mismo con tal de no escucharla, sentía que si lo hacía por suficiente tiempo iba a explotar, le iba a tirar un hechizo de tragababosas o lo que sea con tal de que ese encuentro resultase menos soso. No la odiaba, sólo la mataba de aburrimiento, su misión en la vida debería ser hacerle la vida más feliz a Marie y buscarle algo lo que entretenerse, pero nunca fue tan altruista como para entrometerse demasiado.

Como era de esperarse no le gustaba nada la fecha, como a todos los que se creen trágicos y demasiado intensos como para disfrutar luces de colores y chocolate caliente, como si alguien pudiese sentirse miserable con toda esa comida y bebida. Además sí, podía ser una época complicada por tener que convivir con la familia de uno, pero también se armaban las mejores fiestas clandestinas del año.

-No quiero un café, quiero…un jugo, es muy temprano para una cerveza, hasta para mi.-aplaudió dos veces y se sentó en uno de los sillones del lugar, se dejó caer a través del asiento hasta que su espalda estuvo en una posición extraña que la asimilaba a un lémur pero que le resultaba cómoda. Esperaba que Gohile fuese mínimamente atenta y le hiciese caso, o que fuese suficientemente tonta.-

Jaló una silla con la mano, la volteó y puso los pies encima, ya no le resultaba tan cómoda esa posición, no encontraba un sitio que le acomodase lo suficiente como para estar quieta. Quizá sólo fuesen esas ganas que le dan a uno de joder cuando se tiene a Marie en frente.

En su cabeza iba enumerando las cosas que podía hacer en ese mismo instante para joderla como a nadie, esperaba que sólo fuese un inocente pensamiento, se imaginaba que ese club del demonio era como su callejón y que la pandilla de ñoños saldría en cualquier momento.