Después del ejercicio. (Libre)

Era uno de esos días fríos en los que Blake, que no se llevaba muy bien con el invierno, optaba por quedarse tirado en la cama sin hacer nada. A veces leía sin haber sido jamás muy aficionado a la lectura, a veces hacía abdominales, dependía del día. Después de clases se fue a su habitación y denegó la oferta de sus colegas de monopolizar el suministro de cerveza, prefiriendo la comodidad y tranquilidad de su habitación antes que el jolgorio. No sabía por qué, pero se sentía apático. Serían los exámenes y pruebas que no le estaban yendo del todo bien. O quizás era el fresco, que ya era una constante desde hacía semanas.

Sea como fuere, hacia las siete de la tarde decidió que ya había dormido suficiente y se fue a correr por el campus. Estuvo dos cuartos de hora ejercitándose, como a diario, y se permitió parar por el comedor para cenar algo ligero antes de volver a su cuarto.

No le apetecía socializar, ni ponerle excusas a nadie más porque ya no resultaba creíble. Estaba subiendo las escaleras cuando se acordó que tenía que devolver un par de libros de la biblioteca que había tomado prestados hacía dos o tres semanas. Se apresuró, pues aún no estaba muy familiarizado con las horas de cierre de las aulas comunes y no quería esperar a mañana. Sabía que le daría pereza. Incluso corrió un poco, causando que algunos de sus compañeros se giraran ante sus grandes zancadas. Llegó a la biblioteca y se encontró con el mismo ambiente silencioso (a su parecer tétrico) de siempre, quizás agudizado porque ya no quedaba casi nadie a esas horas.

Se dirigió a la estantería de donde creía que los había sacado y luego se hizo con su varita para conjurar un Wingardium y depositarlos en su sitio. Era consciente de que el personal se encargaba de eso comúnmente pero no quería molestar a nadie si sabía qué hacer. Dio un giro de muñeca y uno por uno los tomos se fueron ordenando juntos, cerca de lo que parecía una colección de fichas de animales o algo así.

Un sonido cercano lo despistó un momento y el último de los libros cayó sobre su hombro izquierdo, haciendo que Blake pusiera cara de circunstancias y soltara un “joder” a medio camino, porque instintivamente se llevó la mano a la zona que ahora le dolía. Giró la cabeza con cara de pocos amigos.

Siempre tiraba los libros cuando usaba la técnica de levitación para bajarlos del estante. Estaba leyendo sobre algunas teorías un poco ridículas sobre animales que podían promover, si se convivía con ellos, la videncia. Todas las teorías adivinatorias eran un poco raras, pero le interesaban por que  a veces entraba a esas clases, tan opuestas a veces a las ciencias del universo. Se le daba fatal la adivinación, pero le llamaba la atención leer sobre cosas tan específicas e intrascendentes. Por que sí.

Lo que comprobaba era que aún subiéndose a la escalera y haciendo las cosas manualmente, tiraba libros. Dejó caer uno (no tan pesado, por suerte) en el hombro de Blake Dawkins, claro que lo reconocía, uno de sus viejos amores para fantasear en Hogwarts. No le quedó más que reírse un poco y sonreír para disculparse, pero claro, que un libro lo golpeara desde arriba no le hacía gracia. Bajó de las escaleras tan rápido como pudo, procurando que su gran falda de la década pasada no hiciera mucho vuelo y mostrara su ropa interior (realmente le daba igual).

-Perdón perdón perdón ¿Te hice daño?- se volvió a reír cubriéndose la boca y levantando los libros. Le daba por reír cuando se sentía nerviosa, pero no era ninguna niña tímida. Al contrario, su descaro era uno de sus grandes defectos.

-No te veo por aquí muy seguid ¿Te perdiste? ¿Eres nuevo?- Ella tampoco pasaba mucho tiempo en la biblioteca, y sabía claramente que no era nuevo, pero le gustaba fastidiar, era su costumbre.

Se peinó el cabello detrás de la oreja esperando, por supuesto, una respuesta. La verdad era que el pequeño accidente no le había parecido vergonzoso sino más bien el pretexto perfecto para al fin poder hablarle a ese tipo misterioso que se ejercitaba por el campus -claro que lo había notado, en esas raras tardes libres cuando no trabajaba en el pub- e inventarse cualquier tontería para mantener conversación. Esperaba que no fuera un antipático total.

Se sorprendió un poco al ver que había sido una chica quien lo había distraído. Bueno, en realidad se sorprendió que fuera una falda enorme y asesina lo primero que viera al girar la cabeza hacia allí. Quiso pensar que era una chica. Enseguida, y quizás de una forma que él habría juzgado más que conveniente, relajó un poco la expresión de perros de su cara y hasta se permitió una sonrisa ligera. Cuando ella, sí, ella, hubo bajado pudo notar que le sonaba muchísimo su cara, pero no sabía de qué. Hogwarts, supuso antes de que hablara, sin saber que estaba acertando.

- No tranquila, no te preocupes, si todo fuera eso en este mundo. - dijo, levantando la varita otra vez y repitiendo el proceso para dejar el libro en el estante. Una vez hubo concluido con eso se la guardó en el bolsillo, como siempre hacía, y recogió una mochila oscura que lo había acompañado desde que ingresó en Brigantia tiempo atrás. Le volvía a hablar, así que se giró hacia ella como si le costara. Ese no era su día, estaba claro.

- ¿Eh? No, no soy nuevo. Estoy en cuarto, en Zoología. - se llevó una mano al cuello y se rió fuerte, siendo tan crío como de costumbre. - Perdona, más información de la que preguntabas. - hasta ese momento, que la vio bien, no se había dado cuenta de que era guapa. Pero parecía bastante menor. Pero bueno, eso rara vez lo había detenido.

- ¿Hogwarts, no? Me suenas. - le preguntó, solamente para afirmar lo que había pensado y también para darle un poco más de conversación. Ya parecía menos apático.