Brigantia86
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Un experimento entre rocas (LIBRE)

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Mensaje por Jony Allvery Lun Dic 08, 2014 6:50 am

Dentro del marco imponente de las cavernas interminables. Afuera aún quedaban los restos moribundos del día, con el sol muriendo en el poniente, pero ahí abajo era noche eterna. En esa red, cuyos límites parecían inasequibles, se entrecruzaban decenas de túneles que recordaban a las catacumbas parisinas, sin ser una necrópolis, o bueno, por ahora no se encontró ningún depósito de huesos, aunque uno nunca sabe. En ese laberinto oscuro, abrillantado por antorchas que nunca perdían su flama, se había adentrado, hacia unas horas, para poder estar en un lugar tranquilo y en silencio. Aunque, tal vez, desconociendo las posibilidades incontables que puede presentar un lugar tan cargado de magia y misterio.

Más temprano, ese día, todavía investigando la dichosa necrosis y sus efectos de destrucción celular, había decidido irse a experimentar tranquilo a alguna parte. Mientras, por supuesto, estaba calentando su silla en la biblioteca, sacando canas verdes a la pobre bibliotecaria, que ya estaba quedándose sin magia de pasarle libro tras libro, vaciando estantes y volviéndolos a llenar cuando Jony iba descartando los libros que había leído. En un momento se encontró bajo una montaña de papel y cuero por lo que terminó por explotar. Sin hablar, le sacudió un varitazo por la espalda y lo sacó del recinto, tirándole por la cabeza con los cuatro o cinco que Jony tenía abiertos en la mesa donde estaba.

Entre risa y confusión se puso de pie. Cargó los libros en su mochila y se fue a buscar elementos que necesitaba para comenzar, por fin, a investigar lo que le quedó colgado hace tiempo. Entre accidentes e impericia nunca pudo comenzar a explorar, en profundidad, lo que hace tiempo es el centro de todos sus pensamientos. Pero ese día, sí ESE día, iba a empezar el trabajo, aunque fuera lo último que haga. Estaba dispuesto a matar o morir con tal de por lo menos llegar a preparar una mesa de trabajo.

En el bosque se relajaba tanto que hasta se olvidaba de vivir, con ese aire THC que tiene la sombra azul. En el lago corría el riesgo de morir de hipotermia, porque siempre tenía el vicio de pescar con arpón dentro el agua. En el campo de quidditch corría el riesgo de que le hagan funcionar las neuronas de un palazo. Por lo que terminó eligiendo irse a las grutas con su mochila llena de elementos y libros. Si este muchacho, con su excusa de investigador colgada en la espalda, lograba un avance serio en la medimagia, sería prueba de que los milagros son reales.

De vuelta en las grutas, donde la luz natural no se asoma ni por capricho, Jony se había montado una mesa cuadrada, de no más de un metro de lado, donde había desparramado una serie de elementos. Había tres jaulas con ratas blancas dentro de ellas. Los libros en una esquina, con uno de ellos abierto. Su varita y un conjunto de elementos de medimagia quirúrgica. Uno de los ratones tenía una profunda herida en su lateral izquierdo. Estaba negra, y olía mal. Los otros dos estaban en perfectas condiciones. Con su varita en mano comenzó a recitar, algo que estaba en el libro pero que no podía clasificar ni como encantamiento o maldición. Una de las ratas empezó a emitir un brillo blancuzco que se elevó, como humo, para luego dirigirse a la herida del otro roedor. Al instante empezó a sanar, las escaras negras se retiraban y la herida empezaba a sanar, al mismo tiempo que la rata que emitía esa luz se deterioraba, como envejeciendo a gran velocidad.

-¿Quien anda ahí?-
Un ruido fuerte, muy cercano, interrumpió todo y lo dejó apuntando su varita hacia la penumbra, justo en el lugar donde creyó ver a alguien.
Jony Allvery
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Un experimento entre rocas (LIBRE) Empty Re: Un experimento entre rocas (LIBRE)

Mensaje por Melinda McGonagall Lun Dic 08, 2014 9:38 am

Explorar Brigantia se le antojaba como explorar nuevamente Hogwarts durante aquellos primeros días en el castillo. Daba igual cuánto hubiera escuchado de boca de sus hermanos, sus padres y su propia tía que trabajaba allí como profesora, que ella nada más poner los pies en el castillo se había dedicado las primeras semanas a explorarlo todo. Esa curiosidad debía ser saciada de alguna manera y por suerte, nunca la había metido en ningún problema de tipo alguno. Suerte había tenido la rubia, demasiada quizás. Aquel día había recorrido las demás facultades, el bar, había paseado por las cercanías del Bosque sin adentrarse y había observado las aguas termales del lago Dagda. Luego en cuanto pudiera iría a escribir una carta a sus padres para contarles todos los descubrimientos que había ido haciendo a lo largo del día. Sabía que les gustaría oír de ella, aunque posiblemente le recriminarían explorar tanto y no ponerse con lo verdaderamente importante.

El sol se estaba escondiendo tras las montañas que se veían en la lejanía, cuando la jovencita ojiazul decidió encaminarse de vuelta a su facultad. Había oído hablar de las grutas de Brigantia, esas que recordaban en cierto modo a las escaleras que no dejaban de moverse de Hogwarts. El caso es que hasta ese momento, en que vislumbró algo, no dio con ellas. Encontrar la entrada a semejante sitio la llenó de júbilo y cierta emoción que era incapaz de controlar. Miró a ambos costados, incluso hacia la lejanía donde el sol seguía descendiendo, tiñendo con sus rayos, todo de un color cálido y agradable. Posiblemente ese era uno de los momentos favoritos del día de nuestra protagonista, ya que era el preludio a la noche que era cuando las estrellas aparecían en el cielo y podía dejar volar su imaginación mientras las observaba. La rubia no tardó mucho en poner un pie dentro de aquellas cavernas, seguido del otro, hasta que empezó a andar adentrándose en el mismo. Caminaba con una mano apoyada en una de las paredes rocosas mientras que sus ojos azules lo observaban todo con curiosidad. Aquellas antorchas encendidas que iluminaban el camino la hicieron sentirse bienvenida y un tanto más segura, aunque debido a su amor por la noche, la oscuridad nunca había supuesto una de esas situaciones que le provocaran pavor o inseguridad, pero debía admitir que un poco de luz nunca venía mal.

Sus pasos concisos, tranquilos como ella misma y pausados la fueron introduciendo en aquel túnel que acababa teniendo bifurcaciones y que seguramente acabaría siendo un laberinto. En ningún momento se preguntó cómo volvería sobre sus pasos hasta la salida o como encontraría una, tampoco se preguntó si aquellas paredes tendrían alguna que otra propiedad mágica. No se hacía aquellas preguntas, muy posiblemente porque ya estaba acostumbrada a que el mundo a su alrededor no dejara de sorprenderla. Siempre que creía saber algo, un poco de magia lo cambiaba todo y hacia que las cosas fueran totalmente diferentes. Eso, en su opinión, hacia la vida menos aburrida, desde luego y con un punto emocionante que incluso a ella que era calmadísima, lograba alterar muy de vez en cuando.

Sus pies siguieron llevándola hacia adentro, pero el hecho de no mirar realmente por donde iba la hizo golpear una piedra, que llevo a la caída de otra y el efecto dominó le jugó una mala pasada, haciendo que unas cuantas roquitas más fueran cayendo y creando estruendo. Se llevó las manos a los oídos para evitar que todo aquel ruido dañase sus tímpanos o simplemente porque es un acto reflejo de cualquier persona en esa situación. Abrió los ojos para ver que ya parecía haberse detenido, además de que el suelo bajo sus pies también había dejado de temblar. Respiró hondo, expirando lentamente, con una mano sobre el pecho. Posiblemente aquellas rocas en aquel momento volvieran mágicamente a su lugar de origen. Así era ese mundo. Suerte tenía que no le hubiera caído ninguna encima. Fue entonces cuando una voz conocida llegó hasta sus oídos. Dudó unos pocos segundos antes de seguir avanzando no muy segura de haber reconocido bien. Tal vez, sólo tal vez, aquel estruendo le había puesto patas arriba el sentido auditivo. El caso es que ahora se daba cuenta de la penumbra que la envolvía… ¿cuándo habían dejado de haber antorchas? Un susurro hizo que de la punta de su varita apareciera aquel haz de luz tan característico del encantamiento Lumos, mientras avanzaba encontrándose a alguien que hacía varios años que no veía. Desde que él terminó sus estudios en Hogwarts para ser más concretos. – ¿Jony? ¿Eres tú? – Preguntó con la duda tiñendo su voz, como si realmente creyera que estaba metida en un sueño o que el muchacho que tenía delante suyo no fuera el Slytherin que conoció una vez. Su varita aún en alto con aquella potente luz en su punta y sus ojos azules fijos en el muchacho, con una leve sonrisa curvando sus labios.
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Un experimento entre rocas (LIBRE) Empty Re: Un experimento entre rocas (LIBRE)

Mensaje por Jony Allvery Jue Dic 11, 2014 8:02 am

((Perdón por la demora -.-))

-Sí, soy yo. Y tú eres...?- Con la luz que evocaba el Lumos, en la varita de Melinda, se hacía muy difícil distinguir quien era. Aunque la voz tenía un dejo familiar, un aire que recordaba aunque no lograba identificar. Muchas veces, a medida que pasa el tiempo, vamos guardando recuerdos muy en lo profundo de la memoria por lo que dejan de ser accesibles de forma rápida, pero quedan atisbos que surgen ante el menor estímulo y esto va regenerando los circuitos de memoria hasta que adquieren la suficiente energía como para hacer volver el recuerdo en una forma nítida, con sus huecos innegables, pero con la suficiente fuerza como para ubicarnos.

-Tu voz me resulta familiar, pero no logro recordar...-por algún motivo que desconocía, seguramente una reminiscencia que comenzaba a tomar forma de recuerdo, veía una y otra vez una mesa de la biblioteca de Hogwarts, libros abiertos y un par de manos, lindas, delicadas, femeninas e indagantes porque las veía mover página tras página sin cesar. Ese detalle lo llevó a pensar con quién compartía su tiempo en la biblioteca. De seguro era alguien que estaba ahí tanto tiempo como él. Alguien que gustaba de investigar, de indagar de aprender. El foco de la imagen fue subiendo, pasando de las manos hasta la cara. De a poco se delineó el rostro, enfocando hasta que pudo ver por fin a quién le recordaba esa voz. -Meli... Melinda?-

La luz todavía lo enceguecía, impidiendo confirmar lo que estaba percibiendo. Un movimiento de pequeñas patas en un piso metálico le llamó la atención. La rata con la herida se retorcía de agonía cuando le necrosis volvía a crecer, a paso acelerado. Jony se olvidó por completo de Melinda y volvió a recitar el hechizo que estaba intentando. El brillo tenue volvió a surgir de la rata sana hacia la que estaba lastimada. La herida se detuvo, y volvió a regenerarse de a poco. Por unos cuantos segundos siguió recitando para conseguir lograr el efecto esperado. Escuchó pasos y percibió que se le acercaban, pero no prestó atención porque no sentía peligro.

Finalmente, la rata que estaba herida se había curado. Se puso de pie y caminó por la jaula, libre de cualquier estímulo de dolor, y resumiendo su actividad normal. Pero la que estaba junto a ella, la que originalmente estaba bien, yacía muerta y deteriorada, como en estado avanzado de putrefacción. No emitía olor, ni había fluido alguno, estaba seca y consumida, parecía una pequeña bolsa de piel llena de huesitos.

-Funciona... pero el costo, es muy alto- Para evitar la destrucción celular por necrosis, y luego restaurar el tejido era necesario transfundir energía vital pura, de un ser vivo a otro. El problema es que la cantidad necesaria para restaurar una gran herida es tanta como para matar al donante. Así se intercambia una vida completa solo por la reparación del daño de un cuerpo. Y aunque fuera un daño menor, aún así consumiría suficiente energía como para restarle al donante muchos años en este mundo. Este límite debía ser superado, tenía que haber una forma para evitar el enorme desgaste que conllevaba esta técnica. -cómo sortear esto...?- Pensó en voz alta, al mismo tiempo que era consumido por su mente en pleno proceso racional.
Jony Allvery
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