Coffee for Breakfast [libre]

Aquella mañana, Melinda se despertó con el sonido de algo golpeando la ventana de su habitación en la facultad de Arianrhod. Hacia apenas unos días que había llegado para empezar su educación en la universidad mágica y ya se estaba acostumbrando a aquel lugar, muy posiblemente debido al hecho de que Hogwarts era bastante semejante a aquel lugar, con sus diferencias, por supuesto. La causa de aquel sonido repetitivo e incesante no era otra que la lechuza de color pardo de su padre, Malcolm. A diferencia de otros días, aquel llevaba dos cartas, una de sus padres y una de su tía Minerva. La muchacha las tomó entre sus manos acariciando los sobres con las yemas de sus dedos antes de abrirlos y sacar las cartas. Por supuesto, una sonrisa curvó sus labios cuando aún no llevaba ni la mitad de la primera de las cartas. Su familia siempre había sido así, siempre pendientes de ella y los demás miembros de la misma. Era rara la semana en la que no recibía ninguna lechuza en Hogwarts. Es más, normalmente la ausencia de las mismas ponía en funcionamiento la alarma interna de la muchacha de cabellos rubios, la siempre calmada McGonagall, que dejaba de estar calmada e iba directa a su tía, para ver si sabía de algo que les hubiera pasado a sus padres. Era la jefa de su casa la que en menos de un minuto volvía a convertirla en aquella muchacha calmada que todos conocían.

Cinco minutos después de haber leído ambas cartas, la ojiazul ya estaba respondiéndolas y media hora más tarde la lechuza de su padre volvió a emprender el vuelo de regreso a Escocia. No había pasado ni una semana y ya había recibido cartas, la prueba inequívoca de que su familia seguía siendo tal y como siempre, estando pendiente del resto. En realidad, iba a echar de menos tener a su tía tan cerca y a sus padres a apenas un rato andando desde Hogwarts. Desde que era pequeña, la muchacha había visto llegar a los alumnos que iban a Hogwarts a principios de septiembre, en el Hogwart’s Express, cuando se había ido haciendo mayor, salía con sus padres a verlos llegar y ser conducidos hasta el enorme castillo. Ese castillo al que ella estaba deseando ir desde que era una mocosa y del que sus padres, su abuela Isobel y sus tíos Robert y Minerva tanto le hablaban. Observó a la lechuza alejarse por el cielo azul, y se quedó en la ventana, asomada a la misma, hasta que el ave no era más que un puntito en la lejanía.

Sonrió abiertamente antes de salir de su habitación. Había decidido que iría a tomarse algo en la cafetería aprovechando que aquella mañana no tenía mucho que hacer y se lo podía tomar con algo más de calma. Ya era calmada de por sí, pero aquella mañana caminó con muchísima más calma hasta la cafetería que se encontraba entre las facultades de Smertios y Ogmios. El olor a café y pastas que embriagaba aquel lugar le llegó a las narinas en cuanto cruzo sus puertas. Echó un vistazo a su alrededor, como si esperase ver alguna cara conocida de Hogwarts por allí. Sabía, por lo pronto, que Jessy estaba por allí o eso creía, tampoco es que estuviera segura del todo. El murmullo de los estudiantes que se encontraban allí llenaba el ambiente mientras ella caminaba no sin cierta timidez hasta el mostrador.

No tenía demasiado claro que iba a pedirse, de hecho solo tenía cien por cien claro que iba a pedirse un café bien cargado para poder aguantar todo el día, aunque necesitaría unos cuantos más a lo largo del día si quería aguantar lo suficiente como para poder quedarse largo rato mirando las estrellas desde los jardines de la universidad. Odiaría perder aquella costumbre que tenía desde que era pequeña. – Estoy pensando aún… - Alcanzó a decir cuando el dependiente iba a atenderla, haciendo que el muchacho fuera a otro de los clientes que esperaba. Sí, solía pensar demasiado y tardar demasiado en tomar una decisión. A veces podía llegar a ser… horrible.