Oh Christmas Tree [Libre]

De todos los lugares posibles en los que podría haber estado trabajando, la cafetería de Brigantia le parecía la mejor. No era sencillo, terminaba todos los días agotada, pero la paga era buena y lo mejor de todo es que conseguía compaginarse con sus estudios sin crear demasiado conflicto. No tenía que preocuparse por llegar tarde ni a clases o marcar tarde su hora de entrada. Y cuando el día terminaba y ella sentía que no podía más, regresar a su habitación no era un trayecto que pesara demasiado.

Ahora, si había algo que le gustara aún más que trabajar ahí, era la Navidad. Le encantaba ver pinos decorados de mil colores y luces brillantes por todos lados. Era lindo. Era festivo. ¿Quién podía estar de mal humor en Navidad? Y aunque en las salas de convivencia ya hubiera árboles adornados así como en las salas más importantes de la Universidad, uno más no haría daño.

Había comenzado ese sábado desde temprano, avanzando poco a poco, porque con la afluencia de clientes había que dividir su tiempo en dos y no podía dejar a nadie sin almorzar por estar colgando esferas por todos lados. Ahora que ya atardecía y a punto de terminar un turno completo agotador, el interior de la cafetería parecía ser otro. Las ventanas estaban encantadas para asemejar que nevaba dentro, y Lucille ya había colgado guirnaldas alrededor de los marcos de estas y de las puertas. Un par de muérdagos que pendían del techo en lugares estratégicos (el baile se acercaba, un poco de incentivo no le venía mal a nadie) y el árbol en el que había estado trabajando todo el día casi estaba listo. Las figuritas de los búhos blancos se movían por arte de magia entre las ramas,

- Qué tal, ¿es demasiado? - Preguntó al aire pues acababa de escuchar la campanita de la puerta tintinear, lo que significaba que un nuevo cliente acababa de llegar. Inmediatamente el aroma a galletas de jengibre recién horneadas se hizo notar. Y ese encantamiento sí que lo había colocado a mala traición: ¿a quién no se le abría el apetito con una tanda de galletas frescas?

Estaba esperando que terminara ya el semestre, no porque lo odiara sino porque estaba realmente agotada y después de los finales iba a estar clamando al cielo por un descanso. Afortunadamente los descansos también venían en pequeñas dosis, como aquél sábado glorioso en el que ni siquiera se molestó en salir de la universidad porque estaba exhausta por preparar sus finales de semestre. Pero sí se dio un tiempo para ir a la cafetería al menos a tomar un bocadillo con sustancia y un café, que aunque no lo necesitara para mantenerse despierta a lo largo de ese día, sí era una petición directa de su sistema.

Al abrir la puerta escuchó la voz de Lucille. Ruby miró el árbol de navidad y le pareció bonito. Recargado, quizás un poco, pero no al grado de querer arrancarte los ojos. Lo más importante de todo fue que el llegó el olor a galletas recién horneadas y el estómago le rugió con ganas.

-No es demasiado, es bonito.-Le aseguró a Lucille con una sonrisa mientras se quitaba la bufanda, la ponía sobre el respaldo de la silla de una mesa libre al lado de donde estaba el nuevo árbol y colocaba sus manos en la cintura como si fuera una experta en juzgar árboles navideños. En su casa también se lo tomaban muy en serio. Su madre siempre esperaba por ella para poner el árbol juntas.

-Al final de las fiestas ¿puedo llevarme uno de esos búhos? Son hermosos.-Se lo preguntó muy en serio. Dejó también el abrigo en el respaldo y se sentó. Lucille siempre le había caído bien, le parecía una chica realmente fascinante, no sabía si era efecto de su metamorfomagia o de su actitud en general.

-¿Has tenido un día pesado?-Le preguntó antes de pedir cosas, porque no le parecía muy amable de su parte llegar exigiendo cappuccinos antes de preguntar por su estado de ánimo.También se aseguró de que no hubiera por ahí otro cliente exigente mientras ella le hacía la plática. Por un momento incluso deseó internamente que su turno ya hubiera terminado para ver si de casualidad se quedaba un rato con ella, para que no tuviera que verse como una auténtica perdedora y sacar su libro para leer en soledad mientras comía.