The Talk {Alfred}

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Con @Alfred Mayer

¿Por qué lo había citado? Era muy claro. Tenía miedo. Mucho miedo. Tras lo acontecido con los secuestros, Zelda se había puesto la soga al cuello cuando se decidió por ayudar a encontrar a Kris y a Barunka. Comenzaba a meterse en aguas pantanosas que apenas conocía y quién sabe si saldría de todo eso. Las riñas con George y James ya no eran nada comparado con la búsqueda que ya comenzaba a emprender. Quizá molestaría a gente que no debía y muy posiblemente, si metía las narices demasiado, la próxima podía ser ella. Nada exentaba al resto del alumnado a sufrir peores cosas que las que ya estaban pasando. Posiblemente todo eso fuera sólo el inicio, la punta del iceberg que escondía las principales intenciones de todo el movimiento. Antes de interrogar a Ellie –cosa que claramente no le revelaría a Alfred–, necesitaba verlo a él para pedirle dos cosas, una de ellas rompía las reglas de todo pero era un punto muy necesario si algo no salía como planeaba, y la otra era una cuestión más personal y de pareja. Curiosamente, era la segunda la que la tenía bastante nerviosa. Tanto que en esos momentos ya engullía el tercer biscocho en diez minutos. Odiaba tener esa necesidad de comer cuando estaba en situaciones como esa.

Se quedó sentada en una de las tantas mesas, la más alejada de la barra y una que daba al ventanal. Una cerveza de mantequilla a medio beber, estaba junto a sus manos que descansaban sobre la superficie maderosa de la mesa. Se sentía ridícula, ella, una semi-veela, de las más codiciadas en todo el jodido Brigantia, nerviosa por tener que hablar con su novio. Incluso esa palabra, “novio” no encajaba con Alfred. Un muchacho estuvo a punto de acercársele para hacerle compañía cuando ella alzó la mano izquierda para mostrarle el aro de raíces que su novio le había hecho.

― Estoy comprometida. Lárgo. ― espetó malhumorada y el muchacho no tuvo más que regresar, completamente humillado, a su mesa con sus amigos que ya se burlaban de él ― Carajo, Alfred… dónde estás ― se dijo a sí misma, impaciente, comenzando a hacer sonidos con sus dedos sobre la mesa.

Recién llegado de su última expedición curricular en los montes galeses, primero se enteraba por sus compañeros de facultad que dos alumnos estaban desaparecidos, luego se anotició por el propio profesor que los acompañó a la expedición de que no eran los únicos magos del mundo inglés que habían desaparecido extrañamente mientras ellos andaban juntando hojitas por los montes... cuando estaba por responder a la cita de Zelda, carta de su madre pidiéndole que se comunique por chimenea.

No lo podía creer: Bruces estaba preso! Preso en Askaban con una acusación estúpida, débil, incoherente, pero aun así preso! Su madre llorando, su padre dando vueltas dentro del ministerio desde hacía días para lograr aunque fuera una excarcelación a base de galeons que no tenían pero que iban a conseguir y él... Alfred... en el monte! en el puto monte donde no pudo enterarse de nada!

Llegó tarde a la cita. Tarde, loco, sucio y a medio vestir (como de costumbre, pero esta vez con la escusa de que había pensado en el aseo personal luego de una semana de reclusión salvaje pero la vida se le interpuso entre la ducha y su cuerpo). Siquiera pudo lograr un patronus para responder, postergar o decirle a la pelirroja que ella fuera a su encuentro. Desencajado, buscó a Zelda a los tumbos entre las mesas y tomándola con fuerza del brazo se inclinó para besarla en los labios, con hambre pero con distracción, apuro o algo que incluso podía confundirse con que eso beso era un mero trámite.

Lo que quería era levantarla a los tirones y salir de ahí. Alfred que siempre había sido sociable, que le encantaban las multitudes y que no tenía problemas en sonreír a cualquiera, no se tomó ni un segundo para sentarse y pedirse algo... Quería estar con ella, pero a solas, y andando o lo que fuera donde pudiera... llorarle o patear el tronco de un árbol hasta derribarlo. - vamos!... no sabes lo que pasó... es increíble. este mundo ... ESTE PUTO MUNDO... es una cosa increíble!-

Hablaba solo. No. Hablaba con Zelda pero se pasaba la mano por la cara, la mano que no sostenía el antebrazo de Zelda como muñeca de trapo, y balbuseaba y olía a campamento y necesitaba un cigarro de los suyos y no sabía ni por donde empezar.... hasta que tropezó con alguna raíz y se paró en seco en el medio del campus la miró a los ojos y por fin le soltó - Bruce está en Askaban. - y enmudeció y negó con el rostro y volvió a hablar después de unos segundos. - No es increible!?!? - si, necesitaba que ella estuviera de acuerdo... sentir que no todo el universo se había vuelto loco, también que le dijera que se hacía ahora... en todo sentido.

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Zelda tomó el tarrito de vidrio y bebió un poco de la cerveza de mantequilla, como para calmarse la ansiedad sin la necesidad de llenarse los pulmones de nicotina y, mucho menos, de la mezcolanza de hierbas que eran los cigarrillos de Alfred. Mientras guardaba, unos cuantos minutos más, se preguntó de qué iría su futuro a partir de entonces. Ella se veía trabajando en El Profeta o en la editorial de su padre nada más que terminara la carrera, sin embargo, ahora ya no estaba tan segura de que todo eso pudiera formar parte de ella en un futuro cercano con las cosas que se avecinaban y que eran imparables. Quizá por eso sentía la imperiosa necesidad de proponerle a Alfred quedarse definitivamente con ella, ya nada de jueguitos estúpidos, sino algo estrictamente formal. Que claro, estaba la posibilidad de que la mandara al carajo a la primera y sería casi natural de él, la bestia estrictamente liberal. Pero no perdía nada con intentarlo. Se quedó como autista mirando el tarro cuando sintió un jalón brusco en el brazo, un beso fugaz y antes que nada más pasara, ya estaba saliendo del bar, pegándose con las mesas de los demás tras un Alfred frenético y fuera de sí. Varias veces trató de soltarse, mordiéndole la mano y dándole de manazos, pero era imposible. Su novio era un imposible.

Una vez que la soltó, Zelda se sobó a piel del brazo y miró completamente impresionada al herbólogo.

— ¡Pero qué chingados te pa…— se detuvo en seco con una sola oración: Bruce está en Azkabán. Primero le entró una furia horrible porque no creía cierto aquello, más bien, lo veía como una de sus tantas bromas pesadas y de mal gusto que tiro por viaje se echaba cuando quería hacerse el gracioso, pero su semblante furibundo cambió a uno de preocupación cuando miró a Alfred fuera de sí, realmente consternado, como nunca jamás lo había visto antes; se quedó de piedra. Su cuñado en serio estaba en Azkabán. Trató de tragarse la noticia pero era imposible. No era verosímil que la cosa tierna que era Bruce, fuese ahora un criminal. Más se lo creería de su hermano mayor, pero no de él. Tragó saliva y se quedó en un impass, tratando de averiguar qué era lo mejor hacer. ¿Abrazarlo? ¿Quedarse donde estaba? ¿Fumar para calmarse los nervios?

Se medio acercó, dubitativa y sintiéndose una completa idiota por no tener ni maldita idea de qué hacer. Era una pésima novia, estaba dicho.

— En Azkabán… Bruce en Azkabán… — se abrazó como si le diera frío nada más la idea — Es estúpido. Es… ¡Es que eso no puede estar pasando! ¿¡A qué reverendo imbécil se le ocurrió que tu hermano es un criminal?! — gritó fuera de sí —Tenemos que hacer algo, Alfred… Tenemos que sacarlo de ahí. Puedo… puedo mover mis contactos, puedo… — de repente se puso nerviosa y le entró el sentimiento — Esto es imposible — logró acercarse del todo y lo abrazó, hundiendo el rostro en su pecho, tomándose un poco de tiempo para pensar la forma de solucionar todo eso — No entiendo nada, todo es tan absurdo… — acabó por decir — Lo vamos a solucionar, Alfred, te lo juro — agregó en voz baja, entre consolándolo y consolándose a sí misma por esa sarta de acontecimientos increíbles que no acababa de procesar.

No había recetas de cómo actuar en cada situación, menos para una como esa: insospechada, increíble como Alf no se cansaba de repetir en su mente y a viva voz, y hasta cierto punto irrisoria. Sintió furiosos deseos de abrazarla mientras ella despotricaba como él, enamorado de por sí y por la compresión que le demostraba y también algo loco de que ahora ella también estuviera sacada de sus casillas. Debía haber algo instintivo, algo de biología o cultura heteronormativa "macho-hembra", porque él estaba desquiciado, pero ver a Zelda mal lo hacía trastabillar en su ego y ya no quería ser él el consolado sino rodearla con sus brazos para darle cobijo.

Y eso hizo, abrazó a Zelda encontrando una paz insuficiente pero no por eso menos importante y cerró los ojos al tiempo que cerraba sus palmas sobre su cuerpo de suave lana tejida. - absurdo... esa es la palabra. - así tal cual sentía, y no era extraño que su pelirroja tuviera el vocabulario exacto para la ocasión. Le dio el beso tierno que antes se había privado de pensar buscado con su boca algún resquicio de piel que ni su cabello, ni la lana le ocultase y se quedó más de un segundo en silencio contando el tiempo con roses de su nariz a su cuello.

- no saldrá con fianza porque es... un tema de seguridad total o no sé que... O al menos eso ha dicho el abogado que hay ahora... pero papá está buscando uno mejor... Uno con contactos...- y eso podía significar cualquier cosa, desde un mago que ejerciera cargo ministerial, al que hubiera que sobornar, hasta un sabido conservador que pudiera articular las cosas para el lado de los Mayer aunque fuera momentáneamente, aunque los enterrara en los pantanos de las tensiones políticas. Los Mayer que siempre se habían mantenido al margen de todo por ser unos anónimos sanadores que nada pintaban en ningún lado.... Y ahora tenían un hijo preso por una disputa adolescente de hormonas mal encausadas.

- Me gustaría que todo se solucionase con dinero. Aunque no lo tengamos... - que los Mayer eran buenos profesionales, no significaba que no tuvieran que vender la casa ante situaciones que salían de la economía familiar de todos los días. Después de decirlo entendió que le estaba pidiendo dinero a su novia rica. No lo había hecho queriendo, de hecho se arrepentía, así que le tomó el rostro con las dos manos y le besó un buen rato. - te amo tanto... - otro beso - tanto... - y había arruinado la cita de reencuentro, pero ni modo de solucionarlo.

-tu estás bien? tu familia está bien?... no he sabido nada y... ahora llego y todo esto... Sveinsson desapareció y quién más?- Alfred no sabía nada. Siquiera sabía que su grandísima amiga Ellie había sido interrogada también. Tampoco sabía que Zelda estaba con los anarco-loco buscando información sobre el caso.

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Con @Alfred Mayer

Todo se estaba, literalmente, yendo al traste. Conforme pasaban los días, la esperanza porque algo sucediera y milagrosamente solucionara los enredos que acontecían, iba desvaneciéndose rápidamente. A Zelda no le cabía en la cabeza cómo podía ser posible que tantas desgracias pasaran de forma simultánea. Kristján había sido su primer “amor” y a pesar de los malos ratos que la había hecho pasar en Hogwarts –cuando la metía en líos por su mal comportamiento–, lo tenía en una estima demasiado alta, tanto como para confiar en él como en pocas, muy pocas, personas; que se encontrase en sabe Merlín qué lugar, la ponía depresiva y eso la orillaba a tener que tomar más calmantes de lo normal. Por otro lado, la situación de Ellie siendo cuestionada por el ministerio gracias a la también desaparición de barunka, no mejoraba las cosas; era su prima, la que había estado con ella desde niña, la madre de su sobrino y su confidente, le dolía que la sometieran a juicio por ser su sangre y tenía la cabeza ahora ocupada, también, en ver la manera de mantenerla a salvo de las injurias que aventaban contra ella (injurias que si bien eran ciertas, ella no lo sabía). Y ahora, con Bruce preso en Azkabán por un crimen que, claramente, no había cometido, se convertía en la gota que derramaba el vaso; era un niño, uno demasiado tonto como para atentar contra la humanidad. Era absurdo. Y también le dolía.

Se entregó al beso y al abrazo de Alfred como si en aquellos gestos encontrase la paz que necesitaba. Cierto era que no estaría tranquila hasta que todo tuviera una resolución satisfactoria, pero mientras, tenía que bajarle a sus niveles de neurosis antes de que acabara teniendo nuevas secuelas para su expediente médico. Supuso, por lo que Alfred le decía, que la situación de Bruce debía ser muy grave como para que no pudiera salir bajo fianza. ¿Pero qué podría haber hecho? ¿Pintarle el dedo al Ministro de Magia? Increíble, completamente estúpido. Quizá en el lado legal ella podía ayudar, después de todo, los Morgan eran conocidos no sólo por tener contactos, sino por estar dentro del lado más sórdido de la sociedad mágica. Si Jeanne podía servir, por una vez en su vida, para ayudar a su hija, tendría que hacerlo.

― Le diré a mi madre si puede hacerme un favor. Puede que sea una neurótica despechada, pero sabe usar el apellido que se carga. Me lo debe. ― fue lo único que dijo como con voz adormecida puesto que el calor que emanaba Alfred estaba surtiendo efecto en ella; inmediatamente, al escuchar lo del dinero, a la pelirroja se le encogió el corazón; había citado a Alfred ahí prácticamente para decirle que se mudara con ella, que no se preocupara por nada financieramente hablando porque ella tenía para los dos y de sobra, pero siempre que estuvieran juntos en momentos en que tenerlo a veces tan lejos, se le antojaba terriblemente insoportable. Y quería decírselo, pero no era el momento, mejor se mordió la lengua y lo estrechó más, tratando de acallar las voces en su cerebro que la querían envalentar para proponerle lo que deseaba. ― Estoy segura que el dinero no sería problema si dijeras las palabras mágicas, Mayer ― fue lo único que salió de su boca en un tono serio, casi como reprochándole que no le pidiera ayuda en ese ámbito cuando, sabía, no le sería negada.

El disgusto le duró poco. Sonrió como tonta ante los besos y lo miró con el fervor que la tenía bien hundida en el fango del amor. Sin embargo, cuando la bombardeó de preguntas, supo inmediatamente que no estaba informado de nada. Y necesitaba comunicárselo. Dio un suspiro largo y se separó, rompiendo el abrazo.

― Yo estoy bien… ― dijo medio hastiada y comenzó a dar pasitos, deambulando ― Kris desapareció, también Barunka. Es todo un lío, Alfred… ― se restregó la cara con las manos ― Ellie y Cordelia están implicadas. Y nadie hace nada. Nadie hace un carajo por encontrarlos, se la pasan en estúpidos procesos burocráticos y ya me tienen… ― se detuvo y miró a Alfred muy segura aunque creía que lo que le diría no le iba a gustar ― Es Kristján, Alfred… no puedo dejarlo morir solo en manos de quién sabe qué loco ― pronunció casi mordiéndose la lengua porque, seguramente si su novio captaba lo que le estaba diciendo, no lo aprobaría. Era irse a meter a la boca del lobo y quién sabe si regresaría viva.

la cosa política... la res pública como decían en latín, no era tema de conocimiento para Alfred. No es que pecara de idiota intelectual, es que se había movido toda su existencia en un ambiente "neutral", conservador de costumbres, burgués, que por cuestión de clase negaba la existencia del conflicto social, fuera este del color que fuera. Su forma de interesarse sobre el tema rosaba la ingenuidad, al basarse únicamente en las preocupaciones personales, familiares y de corto alcance.

Es decir, que hubiera conocidos secuestrados le parecía horroroso, un crimen injustificable, pero hasta ahí su pensamiento: todo de palabra. Nada de que eso llevase a la hecatombe socio económica, a la guerra, al recorte de las libertades individuales liberales. Su mente estaba en que Bruces estaba preso injustamente, que eso era terrible y había que actuar al respecto, pero como era inocente, tarde o temprano todo se aclararía y su hermano menor saldría, incluso rodeado de disculpas ministeriales, porque así debía ser. Que Zelda ofreciera hablar con su madre estaba bien, ahora cuando empezó a contarle todo y dejaba entrever que ella quería, tenía la intención, o ya estaba de hecho metiéndose en líos, su semblante cambió.

Y en el medio estaba la mención de Ellie. Alfred conocía a Ellie desde siempre, y quizá demasiado sus chanchullos éticos del pasado para estarse indiferente ante su mención en las actuales circunstancias.... Conclusión: todo aquello no le gustaba nada. No eran celos de que Zelda usase su tiempo en pensar en su ex novio, en su pobre destino de secuestrado, sino miedo. Miedo y una diferencia ideológica clarísima de que había que mantenerse al margen a como fuera posible. Le sostuvo la mirada en silencio un instante, y luego la bajó por buscar los cigarrillos, encenderse uno con la varita terminar entregándoselo a Zelda, para mirarla solo un segundo más, volver a bajar los ojos, sacar otro para él y encenderlo.

Luego de la primera calada, luego de sacar el humo de sus sistema y andando de nuevo se le escapó como primera frase - no me gusta esto - esto era muy amplio, y ni sabía a que se refería en exactitud, pero así y todo no le gustaba. Él ya había sido la "tapadera" de una niña de familia macabra que se había enamorado de un traidor, todo en plena guerra, preocupado un millón, por Ellie, por él, por el propio devenir de la sociedad mágica como solo 18 años y postrado en una cama de hospital... No le hacía ninguna gracias que Zelda fuera con los anarco locos a defender la vida de un par de secuestrados, ya fuera metiéndose en una reunión de magos conservadores o preguntando a todo dios datos de interés con su intelecto de periodista excelsa.

Y esa diferencia, tampoco sabía en que punto dejaría ese noviazgo si se desataba como discusión, ya fuera a los gritos o con silencios de no querer decir....- explícame lo de Ellie de nuevo... porque ella? Tu piensas que su madre la volvió a influenciar?... que de nuevo anda metida en esas cosas? Ya está con Abner, si lo dejó todo por él una vez, no tiene sentido que por un secuestro de nada esté involucrada... Ella ya tiene otra familia, no volverá a eso. - La estaba defendiendo, claro!!

Tomó a Zelda del brazo, con gentileza como siempre, no como el loco que había sido minutos antes, y se puso frente a ella quitándose el cigarrillo de los labios. - Nosotros... - se lo volvió a pensar, iba y venía su mente en querer tratar el tema que les era propio y de nadie más, y no querer... obviarlo hablando de cualquier otra cosa. - .... Zelda... tu sabes en lo que te estás metiendo?... Yo entiendo tu angustia, pero las cosas se vuelven peligrosas muy fácil, si la persona incorrecta te sabe preguntando demasiado... O se hacen una idea errada de ti... Yo no estoy dispuesto a que te arruines la vida...- Los secuestrados iban y venían, pero ellos tenían una carrera por terminar, un futuro imaginado juntos, con hijos y jardines floridos... Mil cosas entre rojas como los cabellos y el verde de los vegetales.

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Nada de la reacción de Alfred, le encantó. Él normalmente era… bastante impulsivo, se dejaba llevar por las emociones y gritoneaba, pataleaba y agitaba manos como el payaso que era, pero en esa ocasión, nada de eso estaba sucediendo. Al contrario, en cuanto ella finalizó su discurso, el herbólogo se mantuvo en silencio, sacó un cigarrillo y fumó, convirtiendo el aire en un humo invisible de pura tensión. Era obvio que a él no le gustaba la idea de que su novia se fuese a meter en un problema tan grande que pusiera su vida en riesgo, ni siquiera sus padres lo toleraría, pero qué más podía hacer. Estaba decidida a no quedarse mirando nada más porque el remordimiento se la carcomería si de pronto le llegaba la noticia de que Kris o Barunka estaban muertos. No era una heroína, eso le quedaba claro, pero tampoco era cobarde. Hacerse de oídos sordos, corazón muerto y ojos ciegos, sólo le serviría para sentirse miserable. Y eso su novio no lo comprendía. Ella se quedó inmaculada en su lugar, casi con la expresión de una niña que le está dando malas notas a su padre. Luego tuvo que responder a su interrogatorio.

— Ellie estaba en la misma fiesta que todos, pero ella fue la que vio por última vez a Barunka antes de que ésta desapareciera como si la tierra se la hubiera tragado. — comenzó a explicar casi indignada por la sugestión de que ella creyera que su prima era culpable de algo —A ver, párame tu tren ¿quieres? Yo no creo nada, es mi prima, mi sangre. Yo no soy la que la juzga, al contrario, estoy buscando la forma de que salga impune de esta estupidez. — escupió sintiendo celos por la forma tan fiera con la que Alfred la defendía — Si tanto creyeras en su inocencia, ahora mismo estarías ayudándome a comprobarlo en vez de suponer que yo soy el verdugo que le quiere cortar la cabeza — se cruzó de brazos, dolida en parte y en parte enojada por todo el asunto que estaba quebrándolos a ellos cuando, la verdad sea dicha, no tenían nada que discutir.

Zelda sintió el agarre de Alfred y sus ojos fueron desde la mano que aprisionaba su brazo suavemente, hasta el rostro del herbólogo. Su cara estaba seria, quizá demasiado seria y eso la puso en una situación muy difícil. Se giró lo que le quedó para tenerlo completamente de frente. Comprendía su preocupación, pero si ellos no hacían algo. ¿Quién lo haría? Se mantuvo en silencio, no queriendo responderle porque ahora la ponía entre la espada y la pared. Estaba segura que si ella se metía en problemas, con la postura actual de Alfred, estaría sola, sin él. Tenía que usar muy bien su cabeza para hacerlo cambiar de parecer o incluso su relación podía irse al traste. Lo miró firmemente.

— Imagina por un momento, que yo no estoy aquí. Que, de hecho, hoy mismo te han hecho saber que nadie sabe dónde me encuentro, que es posible que alguien me haya desaparecido y que me tenga en una celda fría. Imagina, que quizá justo ahora, me tengan amarrada a una silla torturándome de formas que son ilegales, que me hayan deformado la cara, que… que tenga golpes en todos lados, que me esté desangrando. Imagínate lo peor. — le puso una mano en el rostro para que no intentara no mirarla — Estarías desesperado ¿No? ¿Y qué pasaría si nadie quisiera ayudarte? Si todo lo que te dijeran en el Ministerio, en la escuela y en la prensa, fuese que no pasó nada y que ya me están buscando. ¿Vivirías tranquilo dejando mi vida en manos de gente que realmente no está haciendo nada? — lo dejó pensar un instante, luego prosiguió — Así se siente Jessy, así me siento yo y todos los que apreciamos a Kristján y a Barunka. Ninguno de nosotros sabe lo que estamos haciendo, ni siquiera estamos seguros de salir bien parados. Pero yo no me sentiría tranquila, sabiendo que allá afuera estás tú en manos de algún psicópata. — dio un suspiro corto, casi queriéndose ahogar en la pregunta que venía a continuación — ¿Me vas a dejar sola, Alfred?

Sabido era que Alfred huía de las cosas serias, y ahí estaba metiéndose él solito en la boca del lobo. Y de nuevo con Zelda... Por qué? porque la quería demasiado, entonces con ella imposible que todo fuera liviano. Ella no era una chica cualquiera a la que decirle "si, si, mi amor" con tal de pasar el momento e irse a fumar por ahí.... Y tampoco la vida ya era la adolescencia eterna, no solo por la guerra, sino porque ahí se jugaban sus planes, sus planes conjuntos a largo plazo. Y todo eso lo aterraba. Le aterraba darse cuenta por obligación de las circunstancias que ya eran adultos hechos y derechos, que cada decisión contaba... Y demás cosas a las que no podía poner palabras.

Que mierda hacía Ellie con Barunka? Eso no tenía sentido según Alfred. Y porque en tal circunstancia Ellie esta libre y su hermano por mucho menos no contaba con tal privilegio. Eso tampoco le cerraba... - yo no dije que tu... - estuvo a nada de empezar a defenderse de acusaciones sobre quien defendía mejor a Ellie, pero eso no era lo importante, mirando a su pelirroja a los ojos, tan cerca de su aliento y de sus brazos cruzados ofendidos, Ellie importaba un rabanito.

Empezó a escucharla con respeto y atención (quizá era de agradecer que el clima fuera rudo y sus pechos no estuvieran a la vista como otra veces, o quizá esa etapa de la relación ya había pasado al olvido) pero se encontró interrumpiéndola mentalmente: Ella Si estaba aquí! Ellos no, y algo habrían hecho para buscárselo! No era el caso, nada tenía que ver y ... al fin y al cabo con su discurso lo que Alfred quería era que Zelda ni por error corriera esa suerte. pero suerte que no lo dijo en voz alta, pues al toque de pensarlo, reparó en su hermano preso por algo que nada que ver... Y si, había que asumir que no siempre le pasaban las cosas a la gente que se lo buscaba.

Quiso hacer la cara a un lado, porque Zelda llevaba razón... como siempre. Si! Alfred hubiera estado desesperado, peor aun que como había racionado con lo de Bruce. También le molestaba que lo conociera tanto, que hubiera llevado sus suaves dedos a fijarle el rostro cuando justo hubiera querido ladearlo. Y la miró, y siguió escuchando, y terminó por llevar sus manos a tomarla por la cintura a recibir lo último del discurso con su frente pegada ala de ella y respirando su aliento cálido. - me mato si te pasa algo - le confesó como idiota cuando ella le daba un segundo para pensar. Segundos que necesitaba pero que por necio no se animaba a tomarse.

Se remojó los labios en un acto instintivo y la besó corto, pisándole la pregunta odiosa que le hacía. Era una pregunta odiosa, porque las palabras de Zelda le había calado hondo, le hacían trastabillar todo lo que él creía claro, toda su forma de ver las cosas... Y ahora no tenía nada con que sostener sus esquemas mentales. Y se sentía un idiota. Algo egoísta. Muy egoísta. - Yo no te dejo nada! ... tu eres la que se larga a Rusia - quiso aminorar todo con el chiste repetido de que era Zelda la que huía siempre. Pero no era solo chiste era una gran verdad... - Yo... creo que entiendo... pero si me apuras te digo que tomemos un traslador y nos vayamos a la mierda... -

Pero no.... Zelda tenía razón. Siempre la tenía. El ejemplo de que ella fuera la desaparecida y que Alfred estuviera solo y a ciegas, que nadie le creyera, que nadie lo ayudara, le había calado en lo profundo del alma. La abrazó y le siguió hablando al oido, bajito e intimo... - Si te pasa algo, Zelda?... Solo prométeme que me contarás lo que piensas hacer... No vayas a andar sola por ahí, no vayas a ausentarte sin aviso, ni andes arriesgando por demás... Piensa en nuestra docena de pelirojos por nacer... - rió bajito a su oído, buscando hacerle cosquillas con la barba crecida de días de campamento sin aseo.

De pronto se le ocurrió una locura... "yo te apoyo en lo de los chicos.. pero tu te casas conmigo al otro día" No lo dijo. Porque prefirió besarla una vez más.

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Con @Alfred Mayer

Todos estaban tensos en ese entonces. Los amigos de repente encontraban que sus ideas no eran tan similares como las propias y que incluso la pareja podía tener suposiciones indistintas. Zelda había soportado riñas con Alfred, pero normalmente eran pos estupideces, cosas que al final eran tan poco importantes que acababan por olvidarlas, zanjarlas u orillándolos a entregarse a una lujuriosa reconciliación. Pero ese no era el caso, ahora la situación de amigos y familiares se tornaba tan delicada, que esa se convertía en una de las pocas veces en que realmente discutían un tema que podía llevarlos a encontrarse entre la vida y la muerte. Y eso le aterraba a la pelirroja que no dejaba de pensar mentalmente que no se perdonaría haber aprovechado más el tiempo de paz y ocio con Alfred, porque ahora muy pocas oportunidades tendrían para hacerlo. Cuando sintió que él apoyaba su frente contra la propia, a Zelda se le hizo un nudo en la tráquea y más aún con la frase que soltó a continuación. Sabía que lo estaba, prácticamente, arrastrando con ella a una misión casi suicida pero, egoístamente, pensaba que era mejor tenerlo al lado en esos momentos de alta necesidad, a carecer de él y sentirse no vulnerable, sino débil.

Tras el beso, Zelda se quedó ligeramente expectante a saber cuál era la respuesta de su novio en cuanto a lo que le proponía. Claro, nunca podía estarse completamente serio y era de esperarse que sacara alguna broma para aliviar la tensión, acto que ella no le reprochó y ante el que sonrió honesta, dándole la razón porque ella era la que casi siempre se zafaba de todo y se largaba dios sabe dónde. Lo abrazó también, estrechándolo fuerte entre sus delgados brazos. Suspiró ante su petición porque había logrado que la comprendiera y aprobara sus acciones, y también rio con la sensación que le provocaba su barba de homeless.

— Aún no sé qué haré. Supongo que todo surgirá conforme la marcha y con lo que llegue a averiguar, pero te prometo que siempre serás el primero en saber lo que planeo… planeamos hacer — se corrigió, pues no estaba del todo sola en eso, al final del día se encontraría entrando a la cueva del dragón junto con todos los que estaban involucrados en la búsqueda; se alejó ligeramente y apoyó su barbilla en el pecho de Alfred — Yo siempre pienso en nuestra docena de niños pelirrojos, en nuestra boda en las vegas y nuestra vida en el campo de Suiza donde tendremos una cabaña, una cabra y un banjo — comentó ya más tranquila.

Que le prometiera eso estaba bien para él. Eran palabras, pero para Alfred eran suficientes y ya no pensó más, se dejó llevar por la risa que le robaba con su barba, por los comentarios sobre sus futuros que lo ponían de buen humor de inmediato. - una cabra, un banjo y.... un sauce boxeador... - rió - me he encontrado en la excursión unos pequeños ejemplares, quizá alguno prospere. Son muy delicados, pero tengo un par de trucos bajo la manga.

Entre follar a todo momento y los viajes de Alfred hacía rato no hablaban de cosas concretas, pero de todos modos, había como un aire de entendimiento sobre el futuro. Es decir, nunca había dicho el muchacho: "en tres meses egreso de la universidad y alquilaremos una casa en los suburbios" pero Alfred lo daba por descontado y al parecer Zelda también. Y por ahí seguía su discurso - En mayo empiezo a trabajar en una botica en Diagon... Estaré hasta las bolas de cosas... pero luego de las vacaciones la vida será otra... - Mientras tuviera que terminar sus estudios y trabajar a la vez, su tiempo libre no existiría, pero una vez concluido el semestre... VIDA LOCA! y con ingresos propios!!

Le pasó una mano por la cintura y empezaron a andar hacia ningún lugar. Por acto reflejo Alfred se llevó una mano a la cara y notó su barba, su mugre, el olor de sus axilas que subiendo un brazo verificó con propia nariz. - Creo que necesito agua y jabón... Me bañas? -  Era una propuesta muy decente. Colarse en alguna tina de Ogmios y quererse un poco.

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De vuelta a su relación, la que no habían tenido mucho tiempo de disfrutar por las constantes prácticas de Alfred a lugares alejados de la universidad por largos periodos de tiempo, así como las ausencias de Zelda por andar en todo Inglaterra recabando información concerniente a su tesis de 300 páginas , podía la pelirroja enterarse de que  su novio estaba finalmente tomando decisiones que repercutían en la vida de los dos, decisiones de trabajo que prometían ayudar para que al final pudieran vivir juntos, una posibilidad que no habían barajado verbalmente, pero que estaba entredicha dado el momento en el que ya se encontraban los dos. La pelirroja no pudo evitar sonreír ante la noticia de saber que, pronto, Alfred tendría trabajo. Ella, por su lado, también tenía una noticia que darle.

— ¡Eso es estupendo! No lo de que vayas a estar hasta las bolas de trabajo porque debe de ser horrible que te pongan a trabajar como asno, pero… dios… ¡Ya tienes trabajo! — dijo emocionada y se mordió el labio para decirle lo que tenía en la cabeza — Yo… me ofrecieron un puesto en la Subdirección de Regulación de Medios Impresos en Moscú, pero lo rechacé — empezó mirando al frente y luego pasó sus ojos al barbudo que abrazaba por la cintura — Porque mandé mi avance de tesis al Profeta y… dicen que les interesa mucho darme una plaza permanente como Columnista — confesó al final tragándose el hecho de que también ya iba a pasar a ser parte del consejo de la editorial de su padre, pero eso era más heredado que por méritos así que se lo saltó.

Sonrió ante su petición. Y es que si olía mal y se veía peor aún, pero a ella eso no le importaba nada. Ahora estaban juntos y necesitaban recuperar el tiempo perdido e irse a relajar un rato. Zelda le dio un golpe en un costado, justo en las costillas, con el puño cerrado para alejarlo, de modo juguetón, y….

— ¡Aguamenti! — conjuró y de la varita salió el chorrillo de agua que fue a dar contra la cara de Alfred, Zelda salió corriendo por el sendero que regresaba a Brigantia, mirando hacia atrás — ¡Tienes razón, apestas! ¡Mejor me alejo antes de que me lo pegues! — gritó segura de que acabaría por alcanzarla y llevarla a quién sabe qué cuarto de baño en la universidad.