::: Baile de Navidad :::

No supo que llevaba su copa pero aceptó el galante gesto de George con la mejor de sus sonrisas y un inevitable “gracias” que surgió solo ante la oferta. Mientras el cerridwen empezaba a dar sus explicaciones sobre el motivo por el cual no iba a disculparse con la semiveela de nombre Zelda, Lynn se fijó en el contenido de su trago que tenía entre sus manos. Era de una tonalidad azul-lila por lo que dedujo que muy amargo no podía ser. Probó un poco el contenido y esperó a que el sabor se traducirera para dar el visto bueno mientras relamía los restos de sus labios. Sí, era dulzón aunque no parecía tener licor y si tenía era de los más suaves - Oh, no te engañes. Tú porque te portas bien pero tengo un carácter terrible cuando quiero - apuntó soportando el peso de su brazo sobre sus hombros y sonriendo encantadora para quitar peso a sus palabras. Era así, hacía unos días había conocido a un chico en uno de los jardines florales de la universidad y no había sido ni la mitad de amable de lo que era con George. Claro que George era su amigo y se había ganado su confianza por lo que podía ser tal como era sin necesidad de entrar en gritos y dramas que nunca eran de su agrado.

La mirada de su acompañante se centró unos metros más allá y mientras daba un nuevo trago a su copa, siguió la dirección que apuntaban los ojos del muchacho para dar de frente con una semiveela. No era necesario una gran cantidad de perspicacia para llegar a la conclusión que aquella era la mencionada y famosa Zelda pero no cuestionó por respeto a la intimidad del chico. En cambio, volvió a buscar a James entre la gente y una vez más, halló al joven con su delicada acompañante que no era su novia aunque ahora se dirigían a la pista de baile para acompañar a Frey en su canción. Había escuchado aquella canción, una que Brigitte adoraba particularmente y hasta el LP tenía en casa guardado en la estantería de joyas musicales.

George apeló su atención con dos propuestas y Aislynn se giró hacia el ojiazul mientras apuraba el contenido de su propia bebida - Me pones muy difícil elegir entre Frey o ir a saludar al líder de la secta Burroughs. Mmm…. - alargando las manos para que se las tomara exagero su falsa reflexión y hasta se mordió el labio como si en verdad estuviera meditando las dos opciones - No puedo evitar unirme a la sec… - se río desechando de inmediato la incomodidad de aparecer ante la chica - No, en serio, vamos a bailar. Necesito mover las caderas con el éxito de nuestro amigo Glenn - y sin más tiró de él aunque se ocupó de quedar a unos metros para no molestar a James y su compañera. Ya tras la canción buscaría el valor para acercarse a saludar sin que fuera demasiado descarado.

Así fue como sujetando una mano de George en alto empezó a bailar moviendo las caderas al compás de la canción mientras arremangaba con la libre el largo vestido para no pisárselo en el transcurso del baile. Temiendo ser la única de los dos que ponía ganas a la canción, ainmó a Wildenstein con su perenne sonrisa - Venga, venga, George. ¡No hagas feos a Glenn! Sé el rey del baile.

Dejé que Bruce me condujera hasta la mesa de las bebidas. Ni siquiera me molestó o incomodó que me tomase por la cintura para tal cometido. ¿Por qué diablos debería molestarme? Me quedé mirando unos segundos las bebidas. Estaba casi segura de que todas y cada una de ellas llevaría alcohol, ninguna se salvaría. Para los demás esa cantidad tan mínima de alcohol seguro que era un fastidio, lo contrario que para mí. Como siempre. Parecía que siempre remaba en dirección opuesta al resto de las personas. Al final me decidí por uno de color azul claro que obviamente llevaba una pequeña cantidad de alcohol, la suficiente para hacerme arrugar levemente la nariz en el primer trago. Los siguientes ya fueron pan comido. – ¿También lleva una pizca de alcohol? – Pregunté divertida a Bruce cuando vi como descartaba el vaso que había cogido, tras darle dos tragos. – Y para ellos seguro que no es suficiente. – Menté señalando con la cabeza hacia el resto de universitarios que había en el comedor en aquellos momentos.

Le miré unos segundos antes de sonreír y asentir. – Por supuesto – Menté mientras tomaba una de sus manos para luego irnos a la pista de baile. Estaba dando una vuelta sobre mí misma (con su ayuda, claro) cuando Jessy Luttrell pasó como una exhalación cerca de nosotros. – ¿Estás bien? – Le pregunté casi al momento cuando noté que Bruce trastabillaba. En mi tono de voz no había ni una pizca de burla, como tampoco había ninguna sonrisa dibujada en mi rostro. Esas cosas me las tomaba en serio y sabía que a veces un gesto tan tonto, podía acabar con una lesión en los pies. Nunca se sabía. A juzgar por sus siguientes palabras y el hecho de que me retuviera, no le había pasado nada, cosa que me hizo sonreír.

Mis ojos azules viajaron hasta Jessy que se había acercado hasta donde estaba Kristján con Frances y alguien más que en ese momento no supe identificar. – A juzgar por los gestos que hace, parece alterada por algo, así que no, de gracioso no tiene nada. – Susurré de vuelta al muchacho mientras veía la escena en la distancia. Casi que prefería estar ahí en la distancia antes que verme metida en el ojo del huracán y acabar sufriendo algún daño colateral. No, gracias.

Seguí mirándoles unos segundos hasta que oí la voz de Bruce llamando a alguien, cosa que hizo que volviera la mirada, al tiempo que notaba como Bruce me llevaba sin dejar de bailar hasta donde estaba el muchacho. Le miré unos segundos antes de parar la mirada en aquel aparato que llevaba consigo y que mi acompañante acababa de llamar “cámara muggle”. ¿Con eso hacían fotos los muggles? ¿En serio? Me vi ligeramente sorprendida y no era para menos. – ¿En serio? ¿Al instante? – Pregunté ligeramente sorprendida tras las palabras del ex Ravenclaw. – Fascinante… - Murmuré antes de levantar mis ojos azules hasta el rostro del muchacho y sonreírle ligeramente. – Un placer, Kit. Yo soy de esas que opinan que eres de la casa a la que perteneciste en Hogwarts hasta el último de tus días. – Era una de las pocas cosas que pensaba con certeza. Hufflepuff de por vida, mi corazón siempre estaría unido a aquella casa del colegio.

Mis orbes azules fueron a parar entonces en Marie. Su sola presencia, el verla ahí delante me hizo sonreír abiertamente. – ¡Marie! ¡Cuánto tiempo! – Siempre la había considerado una amiga cercana. – ¿El alma? No creo que un objeto muggle sea capaz de hacer algo así. – Dije con cierto escepticismo aunque sabía que Marie estaba bromeando. – Deja de decir tonterías, anda, señorita bromista. – La miré unos segundos sonriendo divertida antes de alargar una de las manos la foto que nos tendía Kit. – Gracias… - Siempre había sido demasiado agradecida quizás. Me quedé mirando el lugar donde debía aparecer la foto mientras la sujetaba desde uno de los extremos. Eso de que no se moviera, realmente ni me sorprendió. Había cosas que los muggles jamás lograrían hacer.

Era muy considerado de parte de Zelda que le echara la culpa al ambiente universitario de lo estúpidas que podían ser algunas personas. Lo que sí le extrañó fue lo que dijo de Ellie. ¿qué, ahora se había convertido en una alcohólica o algo así? Abner no quería pensar lo peor, pero no pudo evitarlo. Tendría que hablar con ella para saber en qué condiciones estaba. Dejó de pensar en ello cuando Zelda le apretó los cachetes pero se aguantó las ganas de darle un manotazo para que dejara de hacerlo.

Arqueó las cejas ante su respuesta sobre quién era el tipo que la había molestado, pero asumió que, dado lo dicho, ella estaba acostumbrada a eso. No supo como tomarlo, sabía que Zelda no era ninguna santa, pero tampoco estaba muy acostumbrado a ver a niñas que se dejaban tratar como si fueran cualquiera sin que les molestara. Para cuando Zelda lo soltó no tenía muy buena cara, porque el agarre había durado demasiado, por un lado, y por el otro, porque había visto a la pareja de Ellie ir tras ella; un jugador de quidditch con el que seguramente Ellie había decidido ir para follárselo un rato, y por esa razón no le había mencionado a él absolutamente nada. Aflojó el gesto sólo por el beso en la mejilla y se dispuso a conducir a Zelda hacia una de las mesas donde se servía comida de verdad, porque no la quería dejar sobrevivir a base de canapés y pasteles cremosos.

Sus intenciones se vieron reducidas a nada cuando Tobias Alechinsky se acercó a él. Bastó una mirada rápida para ver su pésimo estado y otra para ver a su hermana, que ya se acercaba tras su marido y que también estaba hecha un auténtico asco. No le sorprendía. Lo que sí le sorprendió fue que Alechinsky se atreviera a embarrarle la cara de pastel.

-Sí, sólo quiero lo mejor para mi familia…

Le contestó a su cuñado con una cara de pocos amigos bastante obvia, mientras se limpiaba con una mano lo que le había embarrado. Sus opciones eran más bien pocas y se reducían a una sola cosa: asesinarlo o no. Miró a su hermana, que ya estaba a espaldas de su esposo y sacó la varita, pero no lo hizo para aplicarle una maldición cruciatus a Tobias, sino para conjurar otro pequeño pastel de los que estaban ahí. Tomó un poco del merengue y se lo embarró a Zelda en la punta de la nariz, para luego darle un beso en los labios.

-Tu cena…

Le dijo por aquello de que no había comido nada, le sonrió y luego estampó el resto del pastel en la cara de su cuñado. ¿Qué creían que iba a hacer? ¿Lanzarle una maldición a su familia -aunque fuera familia por obligación - en medio de un baile estudiantil? No estaba dañado.

-Dile a mi hermana que le mando saludos. Y mejor corre.

“Ciertamente hay cosas que los muggles no harán”. Una pequeña sonrisa asomó en mi rostro cuando oí a Bruce decirme aquello. Casi parecía que me hubiese leído la mente o algo parecido. En realidad no era tan extraño que pasara eso con Bruce y conmigo. Era algo bastante común, de no ser porque sabía que ninguno de los dos tenía conocimientos en Legeremancia, hubiese jurado que en algún momento se metía en mi mente y seguro que a él le pasaba tres cuartos de lo mismo.

Mis ojos azules seguían puestos sobre Marie y Kit, aunque noté que Bruce volvió la mirada. Posiblemente la estuvieran liando y montando escándalo detrás. ¿Cómo era que en aquel lugar no se podía tener nunca la fiesta en paz? ¿Tan díficil era acaso? Sería quizás que yo era demasiado tranquila la mayor parte del tiempo. Es decir, me gustaba disfrutar de la vida, me gustaba explorar mi alrededor, me gustaba perderme en el mundo... y mil cosas más, pero bueno, consideraba que tenía un poco de decencia y educación y sabía comportarme. ¿De verdad estaba rodeada de adultos? Porque por la forma de comportarse...

Volví la mirada cuando le tocó el hombro a Marie, viendo que lo que pasaba es que la gente había empezado a lanzarse los pasteles y las bebidas por doquier, como si estuviéramos metidos en medio de una guerra de comida. Puse los ojos en blanco unos segundos al tiempo que dejaba escapar un leve suspiro entre mis labios. - Sí, tiene razón... Creo que arruinaron la fiesta. - Lo extraño realmente hubiera sido que no la hubieran arruinado y que todo hubiese transcurrido con total normalidad. Casi agradecí la iniciativa de Bruce apartándome del lugar, aunque claro, como habían empezado a montar todo aquel barullo en la entrada del comedor, pues, veamos, era un poco difícil salir de allí.

Me reí con las palabras de mi antiguo compañero de clase mientras me recargaba contra la pared del comedor. Ni siquiera me incomodaba el hecho de que me hubiera abrazado por los hombros, me produjo un nerviosismo y la sensación de que tenía mariposas aleteando a la altura del estómago, pero eran sensaciones agradables, para nada lo contrario. Bajé ligeramente la mirada hasta la foto cuando me la pidió, tendiéndosela con una leve sonrisa en el rostro. - ¡Anda! No digas tonterías... - Murmuré al tiempo que sentía como mis mejillas se sonrojaban. Daba la sensación de que todo el calor de mi cuerpo había subido hasta mi rostro.

¿Sabes ese momento en el que te ves venir algo pero al mismo tiempo no crees que vaya a ser posible? Bueno, se podría decir que en aquel momento me pasó algo bien parecido. Me lo veía venir pero al mismo tiempo me decía a mí misma que sólo eran imaginaciones mías. Al menos eso fue lo que hice hasta que sentí los labios del muchacho sobre los míos. En un principio no supe bien cómo reaccionar, pero al final le devolví el beso como era debido separándome de él momentos más tarde. - Tienes razón Bruce, siempre pasa algo... - Esbocé una pequeña sonrisa. Aquellas palabras era obvio que no iban referidas al espectáculo que estaban dando nuestros compañeros. En cierto modo hasta me había olvidado de ello.

La verdad es que la noche pintaba entretenida a pesar de haber comenzado sin pareja pero la casualidad y la suerte habían hecho que George se reuniera con ella. Bailaba con él, moviendo las caderas al compás de la música mientras sonreía por el empeño que ponía George a pesar que no parecía cómodo hasta que Alfred los interrumpió. En un minuto estaba mirando a su compañero de cerridwen y al siguiente en brazos del ogmios que parecía encantado con haberla robado de George. Aislynn frunció el ceño pero no iba a hacer escándalo como la última vez en el jardín floral y mucho menos gritaría pero terca como ella sola,  intentó librarse porque a pesar de todo, habían quedado que si quería tocarla debería pedirle permiso y ahí estaba otra vez, saltándose su propia palabra - ¿Qué? - abrió los ojos ante la cuestión si George era su novio y negó pero parecía que Mayer tenía elfos en los oídos porque omitió su siguiente - No - para irse directo hacia el muchacho y plantarle un beso.

Esta vez sí, los ojos de la chica se abrieron como ventanas en verano y estaba aún procesando la información sobre el roce cuando la reacción negativa de George se desencadenó, ni corto ni perezoso, plantó un puñetazo en plena nariz del muchacho - ¡Paren! - intentó sonar imperativa casi como una orden pero sabía que en estas situaciones nadie apelaba a la lógica y todos se dejaban llevar por la testosterona - George, por los Magos, baja la varita…- esta vez sonó más a suplica porque no estaba dispuesta a que todo aquello se sucediera por un beso que en parte era culpa suya.

- ¿Qué?… ¿QUÉ? ¡No! Ni un segundo. Quédate quieto, Alf… - No, no se detuvo ahí. Alfred contraatacó con un puñetazo a la mejilla de George y Aislynn ya estaba a punto de perder los nervios, sacando  su propia varita que debía de estar en la liga bajo el vestido. Iba a separarlos con algún hechizo, todo por su bien para que no terminaran con sus caras partidas pese a que todo aquello había empezado por una bromita pesada de Alfred y George solo había pagado con moneda dura, cuando la mano de James se cerró sobre la suya para separarla de la pelea y alejarla del círculo que estaba formándose alrededor de los dos chicos.

- Sí, estoy bien pero… - la llevó con su pareja y cuando la dejó junto a Ruby, estaba temblando. La cosa empeoró cuando James afirmó que iba a detenerlos casi entra en histeria aunque acostumbrada a ser sosegada, halló tranquilidad antes de estallar pero…  ¿Quería recibir un puñetazo también? ¿Tal vez un hechizo? No. Él no. No había podido frenar a George pero sí tenía a James a mano así que antes que se alejara ni dos pasos, tomó su brazo y lo obligó a que se detuviera - No vayas. N… No vayas. Quédate - lo miró con la suplica en los ojos. Ya habría más gente que los separaría y no debía ser él aunque sonara egoista. Tal vez se relajarían ellos solo pero si James se unía igual por amistad con George terminabna enzarzándose y aquello iba a ser una batalla campal.

Desde hace semanas, por toda la universidad se hablaba nada mas que del Baile de Navidad. La verdad nunca fui una chica de estar mega emocionada por un baile, bueno en realidad era muy poco sociable pero a veces pensaba porque todos se emocionan tanto con un baile.
Estaba en la biblioteca estudiando como siempre, mientras que los demás solo corrían de un lado para el otro, comentando que usaran para la fiesta, con quien irán. Trataba de concentrarme en mi estudio ya que pronto tendría una prueba de Zoología y quería estar bien preparada, pero con tanto escándalo que había incluso en la misma biblioteca no podía concentrarme. Cerré de mala gana mi libro y me levante de la silla para comenzar a caminar y salir de ese lugar, al llegar a mi habitación me tire en mi cama y me quede mirando el techo un largo rato pensando si iría o no al baile y si iba que vestido usaría pero recordé que todavia tenia en mis pertenencias el vestido que usa para la fiesta de Graduación en Hogwarts, me levante de la cama y abrí mi armario buscando el vestido lo saque y lo tendí sobre la cama, busque los tacones para luego irme a duchar y así poder alistarme. Al cabo de unos 25 minutos ya me encontraba lista para la fiesta, suspire y cuando llego la hora. Camine de mi habitación hasta el comedor, entre y mire a todos lados comencé a recorrer el salón mirando a todos algunos en grupos otros en parejas bailando o simplemente hablando entre ellos.

Vestido

Era cierto, el trato que tenía con los alumnos fuera del aula era mínimo, incluso parecía hosco cuando se trataba de lidiar con otros problemas académicos que no concernieran exclusivamente a su clase y que tuvieran que ver con sus responsabilidades como decano. Pero ahí le había tocado vivir y no era un mal lugar después de todo, ser profesor seguía teniendo su status, ser decano, mucho más, y después de cómo habían terminado las cosas en la guerra incluso podía decir que tenía suerte.

Y una de las razones por las que no le gustaba lidiar con los alumnos tenía que ver, precisamente, con el tipo de espectáculos que les gustaba dar. Un elfo doméstico fue el que lo puso sobre aviso de una pelea en el baile. Blackburn solamente había soltado un gruñido mientras se levantaba y se aparecía desde su despacho hasta ahí en un chasquido –era decano, podía permitirse las apariciones en donde se le diera la gana. Lo primero con lo que se topó, fue con un desastre pegajoso de merengue y licor cerca de una de las mesas, pero lo ignoró para ir directo al lugar de la pelea.

Un Cerridwen y un Ogmios ¿y Levine y Hewett? De adorno, seguramente. Bufó mientras alzaba la varita y con un hechizo silente, el petrificus totalus de Wildenstein fue anulado. No tenía palabras para ellos, ni una sola, no era el tipo de docente que recriminara, o que diera discursos apantallantes, ni siquiera tenía frases agudas para decirles que denotaran que eran una desgracia, ni esas cosas. Simplemente se acercó a ambos y de nuevo, un movimiento de varita bastó para que tuvieran su castigo.

Las manos de ambos comenzaron a pesar, cuando menos, quince kilos cada una. No las podrían levantar en una semana sin que les supusiera esfuerzo para nada más que para comer. Ni siquiera para la necesidades más básicas como vestirse o para limpiarse la mierda de ser preciso, dejarían de sentir el peso de sus manos. Una semana entera.

-No hay contrahechizo, dura lo que dura. Ahora salgan. No los quiero ver en los terrenos de la universidad hasta el siguiente semestre.

Fue lo único que dijo, con su mirada cadavérica y su voz cavernosa. Más factible habría sido dejados paralíticos un mes y  además expulsarlos, pero sabía que Hersilia jamás le permitiría ni una cosa ni la otra con un alumno de su facultad, y lo mismo aplicaba a Hewett. Se quedó ahí de pie, esperando hasta que se largaran con sus manos pesadas a otra parte, fuera de sus terrenos.