No te debo una comida

No se había sonrojado como quinceañera cuando le acomodó el cabello, pero sí lo miró a los ojos con inusitada intensidad, porque sintió que aquél gesto había sido demasiado, no cualquiera te agarraba el cabello. De todos modos al final solamente le sonrió y siguió caminando con normalidad, incluso riendo un poco por aquél “listo, mucho mejor”.

Ya dentro, se dejó guiar por él a la pintura que abría la exposición. Cuando mencionó aquello de las familias mágicas viviendo entre muggles, el secreto y demás, se mordió el labio inferior con ansiedad, ese tema siempre la ponía un poco intensa. Lo hablaba con su marido muy seguido, el asunto del secretismo. Tenían montones de ideas y teorías respecto a su impacto social y solían debatirlo apasionadamente.

-El secretismo…una gran tontería, en mi opinión. El Ministerio y los demás grupos de poder siguen un modelo que debió morir hace centurias. Entiendo, hubo muchos problemas por ese asunto, el mismo Salem es un ejemplo, pero la manera en que se digiere y transmite la información está cambiando ¿me explico? Somos magos, no deberíamos escondernos de nadie. Y no estoy hablando de una supremacía ni nada de eso tipo Quién-tú-sabes, hablo de que al final somos una fuerza de trabajo más, que podría ayudar a mejorar la vida en sociedad. Y de miles de formas…no sé, el tema me enloquece, mejor sigamos antes de que pienses que perdí la cabeza o me quieras denunciar al departamento de seguridad mágica…

Se soltó de su agarre casi con brusquedad, como si algo la hubiera pinchado, pero al darse cuenta de su arrebato, lo miró antes de tomarlo de la mano, aunque bien, para llevarlo directamente a donde reposaban algunos calderos de diferentes formas y tamaños.

-Estos eran calderos de verdad, no como los de ahora que apenas y te duran 4 años en Hogwarts antes de que se derritan…¿o era sólo yo y mis nulas habilidades en la materia las que arruinaban al caldero? A lo mejor…

Bromeó antes de volverlo a soltar en un especie de juego de estira-afloja, aunque no lo hacía a consciencia.

-¿Sabes de qué eran los núcleos de las varitas de antes? ¿en Estados Unidos también usan los mismos núcleos que Ollivander’s? ¿quién fabrica sus varitas? ¿De qué es la tuya? ¿Quieres que me calle?

Se sorprendió de que le dijera que estaba de acuerdo con ella con ese asunto del secretismo. No se lo esperaba. La mayoría de la gente solía argumentar que el secretismo era necesario por muchas razones, desde económicas hasta de seguridad de todos, pero Frances no se tragaba esas cosas.

-Claro que está mal manejado, por donde se le vea. Deberíamos deshacernos de él.

Había fruncido ligeramente el ceño, pero dado que estaban al cobijo de un pequeño museos y que en realidad el contexto no ayudaba mucho, no parecía hablar en serio, aunque lo hacía. Claro, habían tenido grandes planes al ser jóvenes, pero desde que estaban los niños debían poner un poco más los pies sobre la tierra. Nada de terrorismo mágico, primero debían asegurarse de que a los bebés no les faltara nada. Y en eso estaban.

-¿Dije cuatro años?...no, cuatro meses.

Se rio también una vez que dio la cantidad de tiempo exacta, aunque en realidad no recordaba cuánto le duraban los calderos, sólo que no eran tan resistentes como esos expuestos. El tema de las varitas le gustaba, no tanto como para pensar en cambiar su carrera alguna vez por manufactura pero sí como dato curioso.

-Aaaaah, los Wardwell. He leído sobre ellos, son como unos cerdos capitalistas, ¿no? Anyway…¿pelo de nundu? ¿en serio? Wow, debes ser todo un salvaje…o un loco. Increíble, no sabía que tu varita tenía ese núcleo, ¿me dejas verla?

Bueno, si decía que le gustaba escucharla…entonces ella seguiría hablando como una loca. Por alguna razón temía quedarse en silencio, aunque no precisamente por incomodidad.

-El clima no es tan interesante como esa maqueta de una bruja ahorcada sobre una hoguera…

Dijo señalando el dichoso objeto.

-No, seguramente el caldero no era todo el problema. Al menos yo era terrible en esa materia, aún lo soy. Me esforzaba, ya sabes, porque aunque no lo creas siempre saqué notas extraordinarias, pero sudé sangre.

Pues sí, había sido buena alumna aunque muy problemática. Al punto en que los profesores no sabían dónde encasillarla, si en los alumnos promesa o los que acabarían viviendo bajo un puente. Sus actitudes para con la vida solían dejar mucho que desear. Sin preguntar tomó la varita que James había sacado y la inspeccionó con cuidado, la manufactura decía mucho del núcleo. Luego se la regresó a James, justo antes de escuchar sobre la seriedad detrás del asunto del consejo.

-Creo que lo harías genial, James. En verdad. No sé quién vaya a quedar en la presidencia este año, pero es bueno saber que hay gente dentro que tiene buenas ideas. Alguna vez yo también quise entrar pero ¿sabes lo difícil que es para mi debatir cosas sin querer cruzarle la cara a alguien con un diffindo? Pero dormiría tranquila sabiendo que tienes las manos puestas sobre asuntos del consejo.

Claro, de la varita opinaba que era intrigante pero no iba a decirle eso a James para parecer una loca, así que decidió pensar que le preguntaba sobre su opinión acerca del consejo. Observó la maqueta con atención justo antes de alargar la mano –sin ver- hasta donde estaba James y agarrarlo por la manga del abrigo, para tirar de él hacia ella.

- Mira, ¿crees que se volvería a repetir algo así si todo saliera a la luz? Estamos en una era nueva…la información se maneja distinto. De verdad creo que podríamos…

Soltó a James antes de voltear a verlo y sonreírle. Le gustaba la idea de que en su familia la información se manejara libremente y se sentía cómoda diciéndole esas cosas sin que la juzgara de loca.

-Si después de la caída de Quién-tú-sabes el mundo mágico se hubiera puesto las pilas a hacer un cambio de raíz, las cosas serían distintas…ojalá te hubiera conocido en ese entonces, te habría invitado a aterrorizar al ministerio. Tienes cara de bien portado pero seguro que no te habría importado hacer magia frente a muggles y luego huir de los aurores, ¿verdad?

Se rió con el asunto del grupo de disturbios. Por un momento pensó “ojalá fuera solo eso” pero luego se dio cuenta de que en realidad no se arrepentía de una sola cosa, ni de una sola muerte, ni de una sola locura, al menos no de las que ellos habían provocado. Pero hablar de lo que habían perdido…eso era distinto. Asintió al asunto de los avances tecnológicos, ella aún no había superado la primera vez que le habían mostrado un montón de cosas muggles: el cine, una pistola, una televisión, la videocasetera…

-Y lumos, no te olvides del lumos…

Le dijo como si lo regañara mientras seguía recorriendo el museo, pero se le iluminó la cara cuando James dio la idea de ir a un parque, le gustaba hacer planes de ese tipo con la posibilidad de que bebés la pasaran bien.

-¿En serio? Sería genial, últimamente no salimos mucho y Per va a entrar a la escuela muggle así que sería bueno que se relajara un poco.

Contrario a James, no estaba incluyendo a Tobias, no por nada sino porque últimamente trabajaba mucho y no sabía si James se refería a un fin de semana o a un miércoles cualquiera, cuando había menos gente. Además, no sabía si querría ir, tal cual.

-Sólo que eso sí, tienes prohibidísimo entrar en pánico cuando Aimée haga berrinches, porque seguro va a pasar. Se parece tanto a mi que da miedo. No te atreverías a dejar a una madre sola a su suerte en un lugar muggle desconocido, ¿no?

Le picoteó una costilla antes de seguir con su caminata entre piezas antiguas, pinturas, grabados y mucha quema de brujas.

-¿Una ayuda extra para cuidar a los niños? Suena excelente, piensas en todo.

Le dijo a James antes de girarse y darle sin más un beso en la mejilla, algo efusivo, quizá. Estaban llegando al final de la exposición, aunque realmente su mente ya estaba en otro lado, por ejemplo, los planes a futuro y aquella salida propuesta por James. Luego del beso lo tomó por el brazo, como si tuviera frío y quisiera resguardarse. Se sentía bien a su lado y por eso esas actitudes ni siquiera las pensaba fríamente.

-Me da igual el parque que sea, tú sorpréndenos. Seguro que los niños estarán felices con cualquier cosa.

Las últimas piezas eran una colección valiosísima de pensaderos de varias formas y tamaños. Frances tiró de James para observarlos a través del cristal con mucha atención. Le gustaba la idea de que esos objetos tuvieran muchísimos años y siguieran, en cierta forma, conservando sus propiedades mágicas.

-Creo que es hora de que vuelva a casa…Mi cuñado pasará a dejar a los niños pronto.

Dijo antes de soltarse de James, mientras se mordisqueaba el labio inferior, un tic que tenía desde siempre y que lo único que le dejaba era tener los labios siempre llenos de pequeñas heriditas.

-Pero si me acompañas te invito una cerveza de nuestro bonito refri.  

-Sí, por favor que hablen inglés. Le he insistido a Tobias que les enseñe danés pero ni estoy segura de si él mismo lo habla o si yo solo estoy loca y recuerdo mal los datos.

Estaba bromeando, jamás le había pedido a nadie que le enseñara a sus hijos cualquier otro idioma de Satán, aunque a Sveinsson le encantaba hablarle a Aimée en su dialecto de incivilizado. Salió al exterior y se acomodó el suéter. Hacía un vientecillo frío que de inmediato le puso la nariz roja. Miró su reloj solo para constatar que Jens, o su novia de la que nunca se acordaba el nombre, estarían a punto de llegar con los chiquillos y Tobias un par de horas después. Quizá hasta podría invitar a James a cenar, aunque en parte eso no sonara a la mejor de las ideas, aunque no sabía muy bien por qué tenía la sensación de no estar portándose de forma impecable, tal vez por la manera en la que le sonreía luego de que le revolvía el cabello.

-Estás loco. Ven.

Una vez afuera se puso unos guantes antes de entrelazar sus dedos con tela con los de él. Le preguntó si estaba listo con una mirada y luego se aparecieron en su casa en un remolino de colores. No recordaba si Lovecraft ya había estado ahí antes, porque solían ser anfitriones muy seguido. No se lo preguntó. La casa no era gigante, obviamente, pero tampoco era un cuchitril – aunque a su madre le encantara decir que vivía en una cueva de conejo y etc- le indicó el sillón más grande de la sala y le pidió que esperara un segundo antes de subir a verificar si los niños no estaban arriba. Todavía no llegaba nadie, pero seguramente no tardaría. Bajó de nuevo y fue a la cocina, que estaba muy cerca de la estancia, para darle la cerveza prometida, ella solamente se conformó con una coca-cola.

-El pago por acompañarme y esperar a que lleguen mis chiquillos. Como verás estar sola no es lo mío.

Antes de sentarse a un lado de James se quitó el suéter y también los guantes. Chocó su lata de coca con la botella de cerveza de James y luego se rió por el recuerdo de la crema de cacahuate. Era extraño pero los mejores recuerdos que tenía de esa casa siempre involucraban alimentos regados. Antes había sido la casa de los papás de Tobias y ahí los Alechinsky solían hacer muchas fiestas. Ahora era suya, y seguían en lo mismo.

-Vaya, no estoy segura. Seguramente sí, mucha crema de cacahuate pero no sabría decir si aquello fue obra de los bebés o de David Finnerty…

Ese que siempre asaltaba su refrigerador para comer y que solía dejar el cochinero que, por supuesto, no dejaba en su propio departamento. Recargó la cabeza completamente en el respaldo del sillón y miró a James desde ahí, estudiándole lo que alcanzaba a ver de su perfil. Tenía una nariz más bonita que la suya.

-Ajá, Per. Aunque es algo que queremos aplicar con los tres. Tienen que conocer los dos mundos, pertenecen a ambos. De hecho, es tonto pensar que hay dos mundos, en realidad. El caso es que queremos no solo que socialice, sino que sepa desde chico que no todo se resuelve con magia.

Se incorporó para volver a ver a James de forma un poco más directa. Entrecerró los ojos.

-¿No crees que estamos locos, no? Mira, yo toda la vida me la pasé sin saber ni leches de los muggles, hasta que conocí a Finnerty y a Tobias. Y mi vida cambió radicalmente, toda mi forma de ver las cosas. Quiero que mis hijos tengan una visión más amplia que la mía.

No tenía idea de qué era lo que James sentía por ella pero quizá eso estaba bien, porque de otro modo se habría hecho ideas estúpidas en la cabeza, se conocía. Pensando que estaba en terreno seguro ella misma se deshacía de sus propios conflictos, como convencerse de que pasar tanto tiempo con James no significaba nada, excepto que estaba haciendo nuevas amistades que tanta falta le hacían.

-Oh sí, ya recuerdo. Bueno, es que nunca hay suficiente pan tostado.

Aunque lo que seguía sin recordar era quién había hecho el batidillo en el suelo. Ahora bien, no había pensado lo de la magia accidental, aunque en realidad era porque no le había preocupado mucho.

-No sé, pedirle a Abner que mande un escuadrón de desmemorizadores sería demasiado, ¿no? Digo, para tener bajo control una escuelita primaria.

Se echó a reír. No se imaginaba a Per haciendo magia accidental, era un niño muy controlado, como Tobias, aunque nunca se sabía lo que podía pasar. Le acarició la espalda a James en un gesto cariñoso cuando parecía coincidir con ella. Le gustaba que la gente fuera empática aunque ella no supiera serlo ni por asomo. Miró el reloj de la sala, seguramente Jens y su novia no tardarían en llegar y temía que las locuras de sus bebés ahuyentaran a James.

-Una vez fingí que era universitaria y que estudiaba Ciencias Políticas en King’s College. Estaba con los amigos muggles de mi novio de aquél entonces y no podía decir que nos habíamos conocido en Hogwarts, claro. Fue divertidísimo fingir que era muggle por un día y que no me impresionaba cuando veía sus tocadiscos…

Podía imaginare perfectamente a James de pequeño haciendo locuritas por ansioso, por poder ver lo que le interesaba ver, acelerando a la naturaleza solo porque sí. Ella jamás había tenido que preocuparse por nada, había crecido en un entorno cien por ciento mágico.

-Claro, pobre de ti, estabas en tu derecho, te habían llevado ahí con mentiras.

¿Un bar karaoke? No, jamás. Había estado en lugares de poca monta –con Sveinsson-  o pubs donde se juntaban los hinchas de los Blues cerca del Stamford Bridge  - con Finnerty – o en algunos restaurantes, pero jamás en un bar karaoke, ni se imaginaba en uno, ¡qué vergüenza cantar enfrente de desconocidos!

-¿ABBA, EN SERIO?

Soltó una carcajada. Ella que prefería escuchar a Black Flag y a los Dead Kennedys, que se emocionaba con un concierto de New Order y que eso le parecía lo más light, escuchar el nombre de Abba le había dado mucha risa.

-Eres un ridículo.

Le pasó una mano por el cabello negro, acomodándole el flequillo y luego dejó escapar un suspiro profundo. Justo en ese momento tocaron la puerta. Se levantó como un resorte y abrió la puerta. Como había previsto era la novia de Jens, llevando al trío Alechinsky. Frances se inclinó para besar y abrazar a Per. Aimée mientras se aferraba a su pierna y le daba besos desordenados en la rodilla, como una loca. Luego recibió a Hanin de brazos de su concuña.

-Algún día les voy a pagar estos favores, en serio. No sé cómo, pero sí, ¿quieres pasar?

La chica se negó argumentando que ella y Jens tenían que hacer a saber qué cosa. Aimée ya estaba merodeando a James como una bestiecilla a punto de atacar. Le gustaban las visitas y de hecho, tanto ella como Per estaban acostumbrados a ellas. Justo entonces bajó Fabelo, el gato que Frances tenía desde primer curso de Hogwarts y saludó cariñosamente a los niños, a James sólo lo miró con ojos curiosos. Había como 50% más ruido ya en la casa. Frances miró a James y le sonrió mientras se encogía de hombros, casi como diciendo "sí, bienvenido a la verdadera casa Alechinsky"

No dudó ni un segundo en prestarle a Hanin, su hija era un maldito encanto y era dócil casi con cualquiera, así que no se puso loca y recibió muy bien la presencia de James. Frances se preguntaba a veces de dónde carambas había sacado ese carácter tan afable. Era risueña y bonita, un milagro del cielo considerando quienes y cómo eran sus papás.

-En teoría ya, estos dos, pero Hanin no, ahora me encargo.

Se sintió extraña de pronto, poniéndose como madre responsable mientras buscaba en la cocina una de las papillas de Hanin que Annapola Burroughs le había enseñado a hacer (“¡las favoritas de Abner!”, decía) y comenzaba a picar una manzana en pequeñas rodajitas, mientras Per y Aimée iban a lo suyo. Extraña porque había pasado varias horas con James olvidando –no del todo, ni literalmente, pero sí más despreocupada- que al final del día, su vida era esa. Y que las oportunidades ya no se tomaban como antes.

Acercó la sillita de Hanin y le pidió a James que la sentara ahí. Parecía distinta, en una actitud diferente, quizá menos propensa a jugar, a comportarse como niña; ya tenía tres ahí. Hablaba menos, aunque no sonreía menos mientras comenzaba a darle de comer-cenar a Hanin.

-A veces siento raro, como si solo fueran mis hermanitos o algo así.

Le dijo con mucha honestidad, aunque se rio así que fue difícil saber si era una broma o no.

-¿Piensas tener hijos alguna vez?

¡Vaya! ¿Alguien le estaba diciendo que se veía que era una madre responsable? No se lo podía creer, en verdad. No recordaba la última vez que alguien había mencionado algo así sin mencionar después que también salía demasiado con sus amigos o sin cuestionar sus decisiones respecto a la universidad. Por supuesto, Frances ni se molestaba en explicar cómo y de qué maneras quería a los tres demonios que había engendrado.

-Gracias por decir eso.

Le dijo sinceramente, quizá con más sensiblería de la que hubiera querido. Luego escuchó su respuesta respecto a ser padre. Le sonrió mientras le limpiaba las comisuras de la boca a Hanin con la punta de un pañuelo.

-Antes de tener a Per yo no sabía NADA de niños. De hecho ni siquiera me gustaban o algo. Pero de repente, cuando son tuyos, nace el instinto, es como natural. Y te veías bien cargando a Hanin. Mira, todos tenemos miedo de que los hijos nazcan como uno de una u otra forma, ¿ves a Aimèe? Heredó los rasgos familiares activos y no estoy hablando de videncia o metamorfomagia, sino de un feo carácter, una mala actitud, unas ansias infames por mandar y un gran sentido de la manipulación y la oratoria. Y lo hemos sabido manejar, créeme.

Bromeó, aunque era cierto que Aimée había sacado lo peor de Frances y Tobias juntos. No tenía que ver con ningún don mágico, pero la base del concepto era la misma.

-Oh, lo siento, ¿te gustaría más que fuera metamorfomaga?

Volvió a bromear, llevándose una mano al pecho como si se hubiera autonombrado previamente madre de los hijos de James.

-¡Oh lo siento! ¿No me estabas contemplando para tener a tus hijos? Se me da bien eso.

Le guiñó el ojo y siguió en lo suyo con Hanin, que sonreía como si entendiera perfectamente las bromas tontas de su demente madre.

Asintió a eso del instinto paterno porque de verdad creía que así funcionaban las cosas. Lo que sí no se esperaba era el leve sonrojo que había parecido en la cara de James, incluso dejó de darle de comer a Hanin un segundo y ladeó la cabeza como si así pudiera apreciarlo mejor, pero luego volvió a su estado natural, aunque con una leve sonrisa en el rostro.

-Sí bueno, técnicamente llegó desde el primer curso de Hogwarts. Pero no sabes, mantener a estos tres es caro, así que subarrendarme no suena a mala opción.

Aquello era cierto, técnicamente Tobias había estado ahí desde los once años pero el punto era que había sido el único que se había tomado lo suficientemente en serio lo que sentía por ella como para proponerle matrimonio. Y bueno, Ewan, pero Ewan estaba muerto. Le sacó la lengua con el asunto de los contratos y las cláusulas aunque sí, sus niños eran un encanto –físicamente hablando- aunque ninguno de los tres realmente se parecía físicamente a ella, no realmente.

Le dieron ganas de apretarle la boca a James cuando hacía puchero, pero no iba a hacer ese tipo de gestos en su casa, con sus hijos y con cualquier cosa de por medio que pudiera malinterpretarse, tenía decencia. Así que solo se rió y negó con la cabeza.

-No sé. No creo que lo notara si quiera. Y en todo caso siempre podríamos decir que es de él pero que me lanzaste una maldición y ahora debo entregártelo como si fueras Rumpelstiltskin. En serio, no lo notaría.

Eso ya no parecía una broma, sino una declaración amarga. No sabía si exageraba, si estaba paranoica o si de verdad la crisis solo era de ella, pero sentía que las cosas no estaban bien. Frunció los labios y volvió a poner atención a Hanin, que ya se negaba a seguir comiendo, no hacía berrinche, sólo un mohín con los labios mientras ladeaba la cabeza.

-Creo que es suficiente por hoy. A menos que…¿quieres intentar a darle tú? A lo mejor solo está llamando tu atención.

Le sacó la lengua a Hanin mientras recogía la cucharilla. La hora de la comida se había terminado, pero al menos la niña estaba de buenas. Podía escuchar a lo lejos como Per hablaba tranquilamente con Aimèe de quién sabía qué. Era el único que podía controlar  su hermana además de sus propios padres, así que quizá la estaba aleccionando…claro, como sólo podría hacerlo un niño chiquito. Frances sonrió mientras guardaba la papilla sobrante y echaba la cuchara al lavabo, que comenzó a lavarse con un encantamiento. Al volver Hanin ya estiraba sus manitas y la sacó de la silla para cargarla contra su pecho.

-¿Y tú? ¿No tienes hambre de nuevo? Esa exposición fue agotadora.

Bromeó aunque en realidad sí había perdido ya la noción del tiempo, no sabía cuánto llevaban juntos, desde la biblioteca hasta ese momento. Pero se sentía bien, no había tomado ni gota de alcohol, no había necesitado hacer tonterías –ni decirlas…no mucho al menos – y sentía que había tenido un día bastante provechoso. Y se lo debía a él, de una forma u otra. Y ahora que estaba de vuelta con sus hijos se sentía igual de contenta.

-No te estoy reteniendo, ¿cierto? Lo siento, perdí ya la noción del tiempo y si por mi fuera te tendría aquí hasta el amanecer contándote cómo Per hace el desayuno los domingos y así…

No era cierto, claro, pero le gustaba bromear acerca de lo absurdamente responsable que era Per aunque apenas fuera a cumplir los siete dentro de un tiempo.

-A lo mejor hasta te debo una cena ya a estas alturas. Cuando llegue Tobias. Obvio pediré comida china.