No te debo una comida

Justo cuando parecía decidida a dejar la carrera, había pequeñas señales que le recordaban que debía quedarse, como darle la mitad de un sandwich a alguien, o ayudarle a encontrar alguna hoja perdida. Claro, ¿qué haría James sin ella?. Había veces en que se despertaba con la firme intención de dejarlo todo, tomar el trabajo que le había ofrecido su padre, ayudar a Tobias, pasar más tiempo con sus hijos y no sentir a cada momento que quería darse un tiro por andar de allá para acá sintiendo que nunca era suficiente, pero entonces sucedían las pequeñas cosas…

-Perdóname, la mitad de un sándwich no es suficiente para nadie. ¡No estoy haciéndote pagar esta comida solo porque sí! Lo hago por ti, de hecho, jamás habrías  abandonado la biblioteca por voluntad propia, admítelo.

Le dijo como si de verdad estuviera convencida de que había obligado a James a llevarla a alimentarse porque él lo necesitaba y no porque ella tuviera unas tremendas ganas de uno de esos omelettes mediterráneos que por supuesto, ella no podía comprar sin sentirse ligeramente culpable por estar disfrutando de placeres con queso feta sin sus bebés.

-Eres rico, Lovecraft, podrías comprarme 400 de estos omelettes benditos y no sentir absolutamente nada. Deja de poner esa cara de que me odias. ¿Me odias?

Le dio unas palmaditas en el brazo antes de elegir una mesa que estaba cerca de una ventana. Así podía ver pasar a la gente y criticarlos por dentro.  

Le sonrió, no pudo evitarlo. Quizá no se llevaría tan bien con él si él no fuera tan…así como era, con ese toque de cinismo incluido que lo hacía encantador de algún modo retorcido. A Frances siempre le habían gustado las personas complicadas de una u otra forma. No pudo evitar soltar una risilla cuando sacó a colación a Jessy. Claro, las cosas ya no eran como antes entre ellas y sentía mucho cariño por la rubia, pelear batallas mortales juntas y haberse odiado durante siglos hacía mella en el corazón de cualquiera, pero tampoco iba a empezar a decir de pronto cosas como “oye, qué te pasa? Jessy puede ser una lumbrera si quiere”, así como sabía que Jessy jamás diría algo como “Frances? No es para nada una perra”.

-Aaaah pobre Jessy, no la juzgues por ser poco interesante, yo la quiero.

Le dijo, probando aquél punto de que el amor no tenía nada que ver con que siguieran picándose la una a la otra. Puso un mohín y manoteó a James para que le dejara el cabello, aunque no hizo gran cosa por peinárselo de nuevo al menos hasta que pasó casi un minuto entero y una chica que pasó a su lado la miró como si hubiera salido de un manicomio. Se pasó la mano por el cabello y se lo acomodó.

-¿Sí? No los he probado esos, ok mira ahora me vas a tener que dar una mordida, solo para saber si no eres un exagerado.

Jamás, en la vida, habría imaginado lo que pasaba por la cabeza de Lovecraft respecto a su matrimonio y sus hijos. Siempre había pensado que al convertirse en la mujer oficial de Tobias, cualquier hombre perdería interés en ella, así que ya ni siquiera se molestaba en notar las pequeñas diferencias entre alguien que gustaba de ella y alguien que no, porque automáticamente pensaba en que todos iban a la segunda opción. Habría muerto de vergüenza/alegría/subidón de adrenalina y optimismo/confusión de saberlo.

-Vamos a jugar a las leyes a ver. Tu mejor amigo tiene antecedentes penales por un delito imprudente y el idiota fue visto surcando los cielos en una alfombra voladora a más kilómetros por hora de los permitidos….¡100 km/hr en alfombra mágica, Lovecraft, todo un loquito! ¿Cómo lo defiendes?...o más bien, ¿lo defiendes?

No era la primera vez que Frances le hacía ese tipo de planteamientos solamente por jugar. No le interesaban las respuestas técnicas, sino las que hacía siempre al final, las morales, aunque fuera con ejemplos de lo más tontos.

-Es tu mejor amigo, recuérdalo…

Le guiñó el ojo antes de echarse hacia delante para verlo más de cerca, como si estuviera interesadísima en su respuesta.

Aaaah el café, tan bueno, tan tradicional. Aunque Frances había crecido más con una madre obsesionada por el té, y de hecho también le ponía azúcar y leche, desde siempre, aunque la universidad le reclamara beber más café más seguido de lo que le hubiera gustado.

-Perdóneme su majestad, por no aprender a hacer café como una experta. ¿O sea cómo se prepara según tú, eh?

Le sacó la lengua antes de hacerse hacia atrás y mirar impaciente a todos lados. La cafetería casi siempre estaba llena así que uno tenía que pararse a pedir a la barra cuando los meseros en turno no estaban por la labor de atender a tantos universitarios a la vez.

-Voy a pedir por ti. Para que veas lo magnánima que soy.

Pero se levantaría hasta saber la respuesta al juego de las leyes, que por supuesto le causó risa cuando dijo que lo golpearía por idiota.

-Ash, yo no lo defendería por bruto. Además en mi caso, seguro que además de todo iría súper ebrio. Que escarmiente solo.

Dijo a modo de broma antes de hacer justo lo que había dicho. Levantarse y ordenar lo que ya sabía que James pediría, y sin darle oportunidad a alguna réplica de caballero tipo “no no, yo me levanto”. Tenía la acuciante necesidad de confesarle que estaba pensando seriamente en dejar la carrera y hacer uso del bendito nepotismo aceptando un puesto ofrecido por su papá. Después de pedir regresó a la mesa, había encontrado algo más importante sobre qué hablar.

-¿Viste lo de la desaparición de Janey? ¿Crees que tenga que ver con que se acercan tiempos turbios de nuevo o que la idiota se fue de fiesta sin decirle a nadie y simplemente se le ha ido de las manos avisar? No sé, James, yo nunca me he tragado este asunto de la paz total…¿tú sí?

Ok, quizá era demasiado temprano para hablar de temas turbios pero de verdad quería saber su opinión. Tal vez porque en el fondo quería escuchar de él algo que la tranquilizara, algo como "No Francky, todo es una locura amarillista, estamos bien, Quién-tú-sabes se ha ido para siempre." Luego de escucharlo de sus labios, podría seguir jugando a ponerle situaciones tontas para que las resolviera como buen abogado.

Frunció los labios al escuchar la respuesta. No sabía si le agradaba la idea de que fuera honesto y no le hablara como a una chiquilla que albergaba esperanzas, o si parte de ella de verdad hubiera preferido que la engañara solamente para pasar ese día tranquilo. Esos últimos años habían sido buenos, quizá demasiado, no quería pensar que estaban llegando a su fin, ni que habría gente ahí afuera que quería venganza, que quería resucitar viejas ideas. Tobias y ella habían hecho cosas terribles durante la guerra, habían matado, secuestrado y amedrentado gente, lo mismo las personas a las que querían. Y ya no estaban solos, por supuesto. Pensar que había gente que tenía ansias vengativas, que seguía persiguiendo ciertas ideas y estaba buscando atentar contra la paz que habían construido esos años – fuera cierto o no lo del dichoso niño que vivió- le producía escalofríos.

Alzó la vista hacia James cuando dijo lo de arrancar la mala hierba de raíz. Se sintió mal por el reencuentro que tuvo con Silas, por creer que en su caso, lo de la maldición Imperius era verdad, por hacer una excepción subjetiva y echar en saco roto las advertencias de Kris.

-No quiero pensar que simplemente hemos sido demasiado confiados.

Se mordisqueó el labio nerviosamente pensando en Janey. Así habían empezado las cosas antes.

-Ya no sería como antes para mi, ¿sabes? antes no existían los bebés, antes no me importaba morir por algo. Todos los días nos jugábamos la vida. Ahora no se puede hacer eso.

Estaba preocupada, se lo había dicho a Tobias. Pero ¿cómo no preocuparse? Sabía de quién había que cuidarse las espaldas, pero ¿y todos los que habían salido impunes? ¿los que habían actuado tan bien en sus secretos que ni siquiera habían llegado a ser puristas reconocidos.

-Perdóname, estoy echando a perder el almuerzo-comida. ¡No puedo evitarlo! Hay cosas que no se superan. Cuéntame un chiste, un chiste de abogados.

Tomó la taza de café entre sus manos pero sin hacer ningún ademán de tomárselo. Le gustaba la sensación de calor pasar de la porcelana a sus dedos, a las palmas, al resto de sus brazos. Cuando la sensación se volvía normal, lo dejaba estar y daba el primer sorbo, nunca antes. Las guerras dejaban secuelas, eso era muy cierto, cosas que no se borraban nunca.

-Bueno, siempre lo he pensado así…¿sabes? que tenía algo más por vivir. Me imponía cosas: mi novio en turno, mis padres, Fabelo el gato. Pero ahora es…no sé cómo decirlo… real, real en todos los sentidos.

Hizo un gesto con la mano como diciendo “basta de esto” antes de ponerse melancólica y demás. Y en vez de eso lo miró con los ojos entrecerrados como si estuviera en medio de una evaluación mientras decía el chiste. Cuando terminó le mostró una sonrisita que no llegó a ser risa.

-¿Sabes qué? Por ese chiste tan malo merecerías que YO te chupara la sangre y te dejara muerto sobre la mesa. No, no hay posibilidades de que te convierta, si te diera vida eterna contarías estos chistes por siempre.

Negó con la cabeza aunque todavía tenía el fantasma de la risa pegado en los labios cuando se acercaba su taza para beber un sorbo. Dejó la taza como estaba y tomó el tenedor para comer pero antes de hacerlo, lo miró un par de segundos. No estaba coquetando, o quizá sí un poco como parte de su andar natural por la vida. Igual de todos modos iba a plantearle algo serio y quería saber su opinión.

-Estoy pensando seriamente en dejar la universidad. Ahora tu deber es decirme que no lo haga, anda, dime que me necesitas. Al menos para que te de la mitad de mis sandwiches.

Siempre le ponía malas caras cuando le decía cosas como “Su Majestad París” o cualquier otro apodo que se le ocurriera pero casi nunca iban en serio. Su mueca, además, cambió muy rápidamente cuando en pocas frases la convencía de no dejar la universidad. Estaba hecho todo un abogado, con ese poder de convencimiento y tal.

-Siempre supe que ese peinado tuyo no era intencional, es espantoso.

Bromeó antes de bajar la vista escuchando con atención lo que le decía; que tenía toda una vida para trabajar, que el título lo iba a valer. Lovecraft ni siquiera estaba dando argumentos tan contundentes pero ella ya estaba respondiéndole “sí a todo” mentalmente.

-Mmmm. Mi papá me ofreció hace un tiempo un puesto en el Ministerio. ¡Sí, lo sé, súper nepotista todo, no me juzgues! En la Oficina de la Ley Mágica Internacional. Buena paga, vida resuelta. Tobias dejó la carrera de Artes Oscuras para entrar a trabajar en la burocracia del Departamento de Misterios. Estamos bien, se podría decir, la paga no es fatal, pero estaríamos mucho mejor si yo dejara mi sueño de entrar a trabajar legalmente, con todo resuelto y un bonito título y entrara de lleno al dinero, dinero, dinero.

Se remojó los labios y comenzó a picotear su comida, sin comerla realmente, antes de volver a alzar la mirada hacia él.

-Maldito capitalismo, me consume. ¿Estoy viviendo una fantasía? Ya sabes, estudiar, hacer las cosas bien…

Sonrió, aquél día parecía decidida a hablar de cosas serias. Habría deseado no sacar a colación todos esos problemas.

-Seguro te estoy aburriendo de muerte, ¿Verdad? Llevo como media hora hablando de puras intensidades. Te toca. Y dame muffin, lo prometiste.

Negó con la cabeza cuando le dijo lo del medio tiempo. Eso, haciendo cuentas, le quitaría más tiempo con bebés y también más tiempo para cosas como estar ahí, comiendo omelettes. Al final simplemente no podía tener todo lo que quería, así que debía decidir.

-Trabajar y estudiar a la vez, no sé…creo que las personas que lo hacen no tienen tres bebés que cuidar. El hermano de Tobias y mis papás hacen un trabajo genial ayudándonos pero aún así no es suficiente.

“Hacer las cosas bien para joder al mundo que no quiere que lo hagas”, sonaba a una versión mejorada de ella misma, cuyo estandarte siempre había sido algo más parecido al “haz las cosas mal para joder al mundo que espera que las hagas bien”, porque siempre quería llevar la contraria. Bueno, quizá era hora de tomar el consejo de James Lovecraft y enderezarse. Tomó el muffin y le dio una mordida pequeña, solo por no abusar. Esperaba que James no fuera de los que se asqueaban cuando otros tomaban su comida y así.

-Tienes razón, es buenísimo. Los elfos domésticos se lucen con algunos platillos. Otros son terribles, jamás pruebes los sándwiches por ejemplo, esos sólo come los que traigo yo. Hay algo raro en ellos, en serio…

Trató de no hacer mucho hincapié en el halago sobre hacer todo interesante, no se consideraba a si misma como la mejor compañía del mundo, así que apreciaba que gente como él pensara que valía la pena pasar un rato a su lado, aunque fuera una fastidiosa.

-¡Legeremancia! Qué miedo contigo. ¿Sabes? Siempre me han dado miedo los legeremagos, no sé, la posibilidad de que conozcan tus fantasías más turbias, tus secretos más vergonzosos, sólo con indagar bien…En tiempos de guerra me ponía paranoica ese asunto, intenté la oclumancia pero sólo aprendí lo básico. Cuando la guerra acabó lo dejé. Parece que tendré que retomarla para cuidarme de ti. Pero no me daban jaquecas, supongo que leer es más difícil que ocultar. O que yo simplemente no lo hacía bien. ¿Qué piensas hacer con la legeremancia? ¡Ya sé, podríamos empezar una red de chantajes, ganaríamos millonadas!

Bromeó, cacareando como loca, aunque después cerró el pico de pronto para dejarlo hablar como mandaban las reglas básicas de convivir en sociedad.

Entrecerró los ojos cuando le dijo lo de invitar a salir a Jessy Luttrell estando ebrio y falto de vigilancia.

-No, Lovecraft, sobre mi cadáver.

Le guiñó un ojo antes de comenzar a devorar su ansiado omelette, aunque de vez en cuando alzaba la mirada para verlo, aunque no le dijera nada. A veces sentía que tenía ganas de decirle que agradecía que le hubiera tenido paciencia infinita aquél día en la biblioteca, porque de algún modo él parecía sacar cosas buenas de ella misma, pero siempre terminaba callándoselo.

-SSSSSHHHHHHT!!!!!!

Chitó exageradamente ante la mención de su espantoso segundo nombre. Los Burroughs tenían tendencia a poner nombres horribles a sus hijos, generación tras generación. Mantenían viva la tradición como venganza o a saber. Ella no lo había hecho con los suyos, por lo menos.

-Si alguien más se entera de que me llamo así de horrible voy a tener que empezar asesinatos en masa. ¿Y sabes quién será el primero en caer?

Lo señaló amenazadoramente con el tenedor, aunque en realidad por dentro estaba enternecida por escucharlo decir que nunca comería sándwiches de nadie más. Le sonrió de vuelta, olvidando las amenazas de muerte y hasta chocó su taza de café con la de él.

-Si yo fuera legeremaga, lo admito, no sería muy ética. Me abriría paso en tu mente a empujones, con tal de conseguir las cosas que quiero saber, aunque te dieras cuenta, no me importaría. Tus oscuros secretos revelados por fin. Quizá luego me intentarías matar pero te daría una batalla justa.

-Tu segundo nombre no es horrendo.

Le dijo con una sonrisa mirándolo acusadoramente, aunque luego entrecerró los ojos como si estuviera enojadísima porque de nuevo usaba con ella ese mote de “Su Majestad París”, aunque en realidad ya estuviera acostumbrada, y hasta se carcajeó abiertamente al escucharlo hablar sobre dictaduras y seguros dentales.

-Cállate, estás loco.

¿Que qué quería hacer? Después de terminar de comer y considerando la hora, quizá lo mejor sería simplemente volver a su vida y dejar que James volviera a la suya pero en lugar de decir eso, empezó a esforzarse realmente en pensar en cómo alargar ese momento. Miró su reloj de pulsera y al notar que le quedaban al menos un par de horas fuera del radar, alzó la vista de nuevo hacia James.

-¿Ya supiste de esa exposición en Hogsmeade sobre las brujas de Salem? Traen como ropa antigua, calderos, varitas y algunos libros. Llévame, a lo mejor nos encontramos con algún vestido de alguna tía tuya o a saber. Y me cuentas de tu escuelita esa.

Comió el último bocado y le sonrió, antes de alzar las cejas en un gesto sugerente pero ridiculizándolo para ser graciosa. Volvió a sonreírle aunque luego le entró un poco de pánico de que hubiera malinterpretado sus palabras.

-¿O no te referías a …ahora mismo?  

-¿Sí? Bueno nosotros también tenemos herencias familiares terribles.

Bromeó, aunque con “nosotros” era difícil saber si se refería a los Burroughs –que en realidad no tenían nada raro excepto que todos eran manipuladores extremos, unos mejor que otros – o a la nueva familia que había formado con Tobias, donde la herencia al parecer era ser insoportables e independientes, como Aimée. Igual se puso contenta de que aceptara su plan improvisado y de no haberse equivocado de que él quisiera seguir con eso en ese momento.

-No, estoy llena, por el momento.

Dijo haciéndose hacia atrás. Abrió los ojos con interés cuando le hacía esa propuesta de ir a aquella zona preservada. Se mordió el labio inferior. No sabía. Claro, era diferente que ir a beber a casa de Syd o a salir con Kris, esas cosas que Tobias le había medio insinuado en aquella gran pelea. Ahora estaba haciendo cosas de provecho, eso estaba bien ¿no?.

-Hecho. Oye…Finnerty dará una fiesta por el cumpleaños de Angus y…¡no! ¿qué estoy diciendo? Seguro estará lleno de niños. No, olvídalo.

Hizo un gesto con las manos para de verdad hacer a un lado esa propuesta que ya sonaba a locura, de pronto parecía invitarlo a todos lados tan solo en medio segundo.

-¡Es tu culpa y de tus planes como loco! Tienes razón, sufrirías esta vida sin mi. No puedo irme de Brigantia, enloquecerías.

Le hizo un mohín y sí intentó pegarle en el brazo pero Lovecraft había anticipado sus movimientos. Lo miró con los ojos entrecerrados antes de picotearle el hombro con el dedo índice para molestarlo.

-Un día te trataré como si de verdad fuera una reina. Y te pisotearé.

Nadie había dicho jamás que Frances Burroughs fuera la reina del coqueteo o de las bromas casuales, solía contestar cosas extremas a bromas simples,

-Va a cumplir 6, creo …¿o 7? Jajaja ni sé y es el hijo de mi mejor amigo. Espera, ¿lo estás considerando, en serio?

Lo miró como si no pudiera creer lo que escuchaba y seguramente lo estaba mirando como tonta mientras le repetía que se quedara en Brigantia, a lo que ella solamente asintió, antes de agarrarle la quijada con una sola mano.

-Serías el mejor presidente del consejo escolar del mundo. Los pondrías a todos en su lugar, la gente es muy bruta.

Lo soltó y lo besó en la mejilla solo porque sí,  porque tenía ganas, porque le había dicho que iría a lo de David y Angus, porque la iba a llevar a ver la exposición, porque la ayudaba en sus tareas y porque había cumplido su capricho de llevarla a comer un omelette.  

-Pero me voy a quedar. Vamos, apresúrate, no sé a qué hora cierren el museo. ¿Cuántos sobrinos tienes?

Lo tomó de la mano –solo para soltarlo dos segundos después – para sacarlo de la cafetería e ir a donde los trasladores.

Las fiestas de niños de Finnerty o de ellos, en su defecto, siempre terminaban en los niños viviendo en una anarquía bebiendo litros de coca-cola, panzones y dormidos en los sillones, mientras los “adultos” se emborrachaban. Al otro día volvían a ser responsables y se aguantaban la paternidad con resaca y todo pero se daban al menos unas cuantas horas de decadencia cuando empezaba a caer la noche en las fiestas infantiles. 22 sobrinos, aquello era mucho. Ella solamente tenía a Bastian a menos que Gene saliera con que también tenía a algún bastardillo por ahí. Pero ella tenía tres hijos y a veces era un estrés total lidiar con eso, por eso adoraba los momentos que tenía sola. Es decir, sin malas interpretaciones, amaba por completo a sus hijos, de verdad, muchísimo, pero también necesitaba sentirse en paz con ella misma.

Le sonrió mientras le colocaba la mano en el traslador. No recordaba la última vez que había estado tan risueña sin razón alguna y eso estaba bien. Con James no había dramas intensos cada cinco segundos, no había complicaciones, al menos ninguna que se pudiera palpar o que envenenara el aire, quizá solo las complicaciones que se hacía solita respecto a lo cómoda que se sentía. O sea, una paradoja.

Al llegar en traslador pasó el pulgar de su mano por encima del dorso de la de James antes de acomodarse el cabello.

-Usssh, lo sé. Soy un deastre.

Se lo acomodó como pudo, aunque sin mucho afán. Además no tenía un espejo para corroborar nada así que al final sólo le quedaba confiar en la opinión de James.

-¿Ya? ¿Mejor? O sigo siendo una cosa impresentable…Mira si igo impresentable y te da vergüenza andar así por la vida conmigo, péiname tú.

Se rió y se encogió de hombros, obvio no esperaba que James la peinara, qué horror. Caminó en dirección al lugar donde estaba la exposición, esperaba que no fuera un fiasco y que de verdad llevaran objetos interesantes.

-La única vez que fui a Salem fue en un viaje de negocios de mi papá, fue a un concilio, salió enfadadísimo porque las ideas de los estadounidenses…bueno, no le parecieron. Pero yo era muy niña y no entendía nada así que ni me preguntes cuál fue el choque cultural que tanto lo afectó. Pero recuerdo que conocí el instituto y me pareció bonito, más iluminado que Hogwarts al menos.