Visita amistosa

Era última hora del domingo a la tarde cuando Reghar salió del Ministerio de Magia con cara de llevar más de dos turnos encima y esa era la verdad, llevaba más de veinticuatro horas metido en el edificio atendiendo patronus y lechuzas incoherentes que hacían salir al rubio de su confortable despacho para ver que tanto drama montaba los magos entre ellos. La cosa es que pese a lanzar un par de depulsos para controlar un palea, nada había despertado su interés y tanto era así que cuando puso un pie fuera del Ministerio no tenía sueño. Común hubiera sido estar agotado y no tener ni fuerzas para levantar un dedo pero Reghar estaba fresco como una rosa y ni rastro de sueño pues desde joven sufría de insomnio y eran bastantes los días que llevaba tan solo una hora de descanso en el cuerpo.

Tan así que decidió ponerse a caminar aunque fuera por el barrio muggle colindante al edificio del ministerio, fumando el vigésimo cigarrillo de mezcla turca mientras metía la mano libre en el bolsillo y admiraba los quehaceres de la gente no mágica. Siempre había despertado su interés aquel tipo de personas, tan mundanas y aburridas que tenían que entrecruzarse con el linaje mágico para hacer de sus vidas algo más interesantes. Reghan no era purista cerrado como sus padres, siempre se mantenía más neutral que cualquier Breen existente (existente reconocido, después estaba su tío Gale con la niña medio muggle) pero la asociación con la parte irlandesa hacía que por extensión incluyeran a Reghan en el sector más radical purista. El problema radicaba en que el rubio no hacía tampoco esfuerzos por contrarrestar la opinión más extrema de su condición política, dejaban que hablara todo el mundo mientras él hacía cuanto quería en sus horas libres, los rumores y las habladurías nunca habían preocupado al auror.

Cuando quiso darse cuenta, recordó que estaba cerca del departamento de una antigua amiga. Barunka Jentsch, semiveela y con quien había tenido algún que otro affaire en el pasado a pesar de que era mucho más joven que él. Quiso saber como se encontraba solo por el placer de volver a ver su rostro medio místico y puso rumbo de inmediato a su casa. En diez minutos estaba tocando la puerta con un par de toques firmes mientras apoyaba un brazo en el marco de la puerta por encima de la cabeza y esperaba que la chica abriera (en caso que estuviera en casa).

La primera y última vez que había pisado aquel departamento habían estado demasiado borrachos como para recordarse al otro día pero para suerte (o desgracia), Reghan disfrutaba de una excelente memoria eidética que hacía que terminara recapitulando sus anécdotas nocturnas en los peores momentos por eso sabía exactamente donde vivía Barunka. Pese a ello, la respuesta de la rubia al abrir la puerta hizo que Reghan levantara una ceja incapaz de entender a que diablos se refería con aquellos nombres aunque siguiendo la dirección de los ojos de la semiveela intuyó que se trataba de algo que estaban dando en aquella caja que los muggles llamaban televisión y que Reghan no tenía la más mínima intención de instalar en su apartamento.

- Pues cuando no quieras comer el aire que traigo entre mis manos porque no traigo nada - la verdad es que no, no había pensado en aquel detalle - Llevo más de veinticuatro horas de servicio, doble guardia, y pensé que estaría bien venir a que me dieras de comer pero veo que estás peor que yo - básicamente porque no tenía nada en la nevera - Pero siempre se puede agrandar el pedido con algún hechizo - para eso eran magos y hacían maravillas de aquellas. ¿No?

Justo iba a agregar algo más cuando llegó el repartidor de verdad, un muggle cualquiera ataviado con la típica ropa de grandes cadenas de comida rápida. Reghan se hizo a un lado y estuvo tentado de lanzarle un obliviate pero estaba demasiado cansado como para sacar la varita y ponerse a lanzar conjuros, suficiente habia aplicado a lo largo de la jornada laboral. En cambio sacó dinero muggle que siempre llevaba encima por si las moscas en alguna redada se torcía la cosa y puso un billete de los grandes en la mano del chaval antes de darle una palmada de las fuertes en la espalda mientras cogía el pedido-  La próxima vez le traes algo extra de mi parte - y lo empujó pasillo abajo para que se largara a terminar su jornada laboral.

- Bueno, ya llegó el pedido. ¿Me dejas pasar? Y me explicas de que va eso de Manolo.

Entró con una sonrisa en los labios porque estaba demasiado cansado físicamente como para mostrar una actitud hosca con alguien que altruistamente lo invitaba a entrar en su departamento y compartir su cena de la noche. Caminó unos pasos y terminó quitándose la americana del impecable traje para dejarla de cualquier forma por encima del sillón individual. Deshizo los puños de la camisa y aflojó la corbata antes de acercarse al sofá, acomodándose al lado de la rubia y echando una ojeada a la televisión muggle. No veía que interesante podía tener aquella caja estúpida en comparación a los libros que solía leer para amenizar sus horas libres pero desde luego, había que aplaudir la mala interpretación de los actores que se atrevían a hacerse famosos a costa de aquellos seriales. Solo apartó la vista de la pantalla para girar y coger la bolsa que había dejado apoyada en el respaldo. La dejó en la mesa que Barunka había hechizado antes de regresar los codos sobre sus rodillas y pasó la mano por su boca y barba, aligerandose.

- ¿No es entretenido burlarse de los maridos difuntos? Total, las mujeres a la larga los hubieran asesinado. Así es el matrimonio - era una broma aunque el comentario salió tan serio que no sabía si Barunka entendería el significado sarcástico escondido bajo la capa de neutralidad en sus facciones. Tomó la bolsa de aros de cebolla y abrió la boca para atrapar con los dientes lo ofrecido por la semiveela. Masticó el aro de cebolla mientras regresaba la mirada a la pantalla y se quedó mirando como se movía la gente medio hipnotizado más por comprender el argumento que porque aquello fuera del agrado del rubio. En verdad, no tenia ni pies ni cabeza la historia pero no era quien para juzgar los gustos de las personas que eran televidentes directos del show. Levemente volteó el rostro hacia la chica para escuchar el resumen de Barunka y no entendió absolutamente nada de lo expuesto - No, no sigas o si me veré en la obligación de asesinarte aunque no sea el motivo de mi visita- murmuró casi de inmediato porque intuía que su cabeza podía estallar en mil pedazos si seguía con aquel hilo de explicación aunque agil de mente, llegó a discernir entre toda la verborrea que había dos hermanos y la chica estaba casada con un tal John.

- Apaches. ¿De los que cortan cabelleras?  - era fanático de la lectura (cosa que según las malas lenguas venía de familia como su tío Gale que tenía negocios con librerias) así que había tragado todo tipo de genero literario. Entre ellos las historias del far west que no eran precisamente de su agrado pero la parte de descuartizar a sus victimas era casi lo mejor de la lectura. Muchos malinterpretarian aquellos gustos como muestra de su lado purista radical pero en realidad sus preferencias con las escenas gores solo tenía que ver con su condición dominante, a fin de cuentas, era someter a una persona aunque tal vez los métodos eran algo sádicos y rotundos. Fuera como fuera, volvió a poner otro aro en su boca y siguió mirando la televisión con aparente interés porque algo de curiosidad si sentía por conocer el final de todo el maldito asunto - ¿Y en qué lío están metidos ahora mismo? ¿Van a perder las vacas? ¿Cogerán gonorrea por su precaria higiene? ¿Incesto? Tal vez deberían coger el incesto como buen punto de partida, igual mejoraban la mierda de guión. Con perdón pero los muggles tienen menos imaginación que un niño - porque no ver que habían magos a su alrededor era de ser poco abierto de mente - los magos solucionaríamos todo esto a base de imperdonables - tenía la bolsa de aros en la mano e ilustraba sus comentarios con la mano contraria pero terminó llevándola hasta sus labios para pasarla otra vez y rascar con el índice uno de sus ojos - ¿Tienes algo de beber?

No, a imperdonables no podía solventar el problema del agua y el alcohol pero si podía hacerlo con otro tipo de hechizos que había aprendido en su época universitaria cuando los más ingeniosos habían descubierto el método de convertir el agua en ron. Estaba a punto de demostrarle como era antiguamente la vida universitaria cuando Barunka cogió un cojín para acomodarse encima suyo así que Reghan se mantuvo en su lugar, tan solo estirándose por encima de la semiveela para dejar la bolsa de aritos sobre la mesa de madera. La miró de vuelta y enarcó una ceja ante la desfachatez de echarle a él la culpa por no llevar nada pero terminó negando con la cabeza para acomodarse contra el respaldo del sofá, mano izquierda sobre su nuca mientras los ojos azules continuaban mirando la serie con la estupefacción de quien ve la basura tras aquel melodrama. Continuaba pensando que el guión era impepinable pero la ogmios inició otra vez su resumen de relaciones y Reghan miró la televisión sin el minimo interés por saber si Victoria era la tonta del grupo o la más lista aunque visto el nivel que demostraban hasta el perro que campaba a sus anchas por el Gran Chaparral era más inteligente que el grupo de protagonistas.

Casi ni hizo falta que Barunka ordenara a Reghan rascarle la cabeza pues con un bostezo, el rubio llevó la mano izquierda hasta la maraña de hebras doradas de la semiveela para acariciarlas con lentitud mientras con la mano opuesta tomaba la hamburguesa que la chica ofrecía. Propinó un bocado y regresó la comida a su dueña mientras masticaba - ¿Los apaches no intervienen para degollar a alguno del rancho? - sugirió tras haber tragado el pedazo de hamburguesa. Relamiendose los labios, cogió la cabeza de Barunka y la dejó de lado en el sofá mientras se ponía en pie - No hace falta que vayas a hechizar al vecino con tus dones de semiveela. Voy a la cocina - y con toda la confianza del mundo fue hasta la fuente más cercana de agua, llenó dos vasos y los hechizó con aquel conjuro que aprendió casi diez años atrás.

Bebida en mano, regresó al comedor para dejar el vaso de Barunka encima de la mesa y tomar asiento en el sofá de nuevo, cogiendo la cabeza de la chica con el cojín para ponerla de nuevo encima de sus piernas - ¿Qué os enseñan en Brigantia? - bebió de un trago su vaso de agua hechizada con alcohol y aunque no llegó a manifestar en sus facciones el asco de aquel ron aguado si paladeó intentando buscarle mayor gusto  - Bueno, podía ser mejor pero hace el efecto deseado a la larga - volvió la mano al cuello cabelludo de la chica y continuó rascando solo que la serie se hacía demasiado aburrida (no era de sus gustos) así que bajó un dedo desde los cabellos de la semiveela hasta su cuello, arrastrando con suavidad por detrás de su oreja y terminó rascando la piel blanquecina de su cuello con lentitud - Sigo diciendo que esa serie necesita acción. Sangre y visceras al menos - y empinó de nuevo el vaso aunque no quedara más que un culillo de bebida.