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Mensaje por James Blue Jue Ene 01, 2015 11:53 pm

James no era un hombre que se diera mucho para salir por ahí a divertirse con sus primos. Si le gustaba hacerlo y era muy entretenido, pero su familia (especialmente la muggle) eran a veces muy impuntuales y en muchas ocasiones lo dejaban cancelándole los planes. Esta vez específicamente ahí en esa sección de Londres esa era su principal preocupación. De hecho no estaba muy lejos del edificio departamental de sus padres, seguía estando en la zona pero un poco más cerca del London’s Eye. La cosa es que uno de sus primos de Francia estaba en la ciudad y sus padres le dijeron que lo llevara de recorrido y cosas así que usualmente hacían los parientes cuando tu familiar jamás había pisado suelo británico… Pero el primo en cuestión tenía ya más de una hora de retraso.

Últimamente James tampoco gozaba de mucha paciencia con las cosas, de hecho habían empeorado mucho tras su relación con Whitney. No la comprendía, no entendía por qué a veces se sentía tan insegura y otras veces lo amaba demasiado. Habían peleado justo antes de que las clases terminaran y no habían hablado desde entonces, era por eso (aun que no estaba seguro si era lo correcto) él se daba por soltero, independientemente de lo que pasara con Aislynn o no.

Justamente estaba pensando en sí debería o no debería llamarla para que saliera con él cuando por la calle, dirigiéndose hacia donde él estaba vio a una persona que estaba seguro podía reconocer a kilómetros de distancia. Su forma de caminar le era tan familiar que sentía la conocía de toda la vida, era como ver a alguien andar por las nubes, tanto así que incluso se quedó unos segundos solamente mirándola, perdido por su encanto de sangre veela hasta que se dio cuenta que él estaba ahí, en esos momentos frente a ella y simplemente alcanzó a sonreírle y saludarle desde donde estaba.

James se había alejado de Zelda principalmente por sus padres, porque eran tan intolerantes al mundo muggle y por que sentían que él no era suficiente para ella. Pero la quería, ella era muy especial de muchas formas distintas y, la verdad era una de esas personas con las que se había planeado inclusive toda una vida a su lado. Pero todo había quedado deshecho y ahora solamente quería creer que había una amistad entre ambos, aun que no fuera precisamente eso. Se acercó a ella para saludarla más directamente, tenía las manos en el abrigo oscuro que llevaba puesto, se veía un poco más alto con él.

Zelda! ¿Qué haces aquí? ¿Estás de tour por el mundo muggle? ¿Cómo has estado? – Le sonrió de manera amable, muy clásico de él. Claro que no tenía la más mínima idea de que la chica viviera por ahí.
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Mensaje por Zelda Fay Vie Ene 02, 2015 1:55 pm




La Ropita del Día

Zelda se sobó las sienes con el gesto de una persona que, además de molesta e incómoda, se encuentra en los límites de su paciencia. Estaba en uno de esos restaurantes lujosos que se encontraban en la parte más alta de los últimos edificios victorianos, desde donde podía ver el London’s Eye mientras escuchaba a su cita quejarse de los deberes que debía desempeñar en el Ministerio, de lo pesado que era tener que lidiar con “molestos muggles todo el tiempo” y, ultimadamente, también quejarse del servicio muggle del restaurante. Danilo, que así se llamaba el fulanete en cuestión, era hijo de un par de directivos del Ministerio Ruso de Magia, claramente, amigos de su madre. Al principio el tipo se le había hecho interesante porque, para su sorpresa, era muy culto. Llevaba dos citas en esas vacaciones, con él. La primera había sido en el Royal Opera House para ver el ballet ruso, la otra una visita al Louvre en París y, en esa ocasión, el restaurante Skylon. Las primeras dos citas habían resultado de lo más increíble posible, su pedantería podía pasar desapercibida tras tantas atenciones, pero justamente esa tarde, con sus aires de conocedor culinario y el egocentrismo, realmente le colmó la paciencia.

Salir con alguien nuevo no era algo que le gustase en absoluto. Acoplarse a las costumbres de un tipo, salir con la familia, lidiar con sus celos o sus defectos, era simplemente algo que no quería. No obstante, Danila parecía haber llegado como bajado por coros de ángeles y decidió darse una oportunidad. Después de todo, ella seguía soltera, ninguno de sus “amigos con derechos” planeaba tener algo formal y, por tanto, ella podía tomarse la libertad de salir con alguien que sí tuviera esa intención. Y el ruso parecía tener muchos puntos a favor, pero si había algo que simplemente no soportaba, eran esos tipos que se la pasaban quejándose por todo. Ni siquiera llegaron al postre cuando Zelda ya había tomado la decisión de irse. No le hablaría de nuevo ni intentaría otra cita. Estaba claro que no era su tipo. Se levantó de la mesa y, disculpándose por un intenso dolor de cabeza, se fue de ahí dejándolo con la cuenta y el postre. Tomó su bolso y bajó por el rústico ascensor.

Sola, con toda la decisión de volver al Loft en Central London para contarle todo a Marie, Zelda caminó por las calles londinenses donde los turistas comenzaban a aglomerarse para tomarle fotos a todo, pues eran vacaciones. Estaba decepcionada, ligeramente molesta, pero liberada. Simplemente haría su día mejor comiendo helado mientras conversaba con su mejor amiga. Hasta que lo vio agitando la mano no muy lejos de donde estaba. Se paralizó. Carajo, eso siempre le basaba con James, incluso después de tanto tiempo. En el baile de navidad había determinado finalmente que lo dejaría ser, que ya no trataría de incordiarlo y mucho menos a Whitney. ¡Que fuera feliz! Se lo merecía. Y si querían ser amigos, lo sería, ya sin envidias, sin rencores. Y de cualquier manera, le seguía moviendo el tapete como siempre. Se mordió el labio y sonrió, sacudiendo suavemente la mano en una forma escueta de saludo.

- ¡James!. ¿De tour? No, yo… vivo cerca de aquí, con Marie. En Central London. - contestó y suspiró para develar por qué estaba ahí - Vine a una cita en el Skylon, con un ruso que conocí hace poco… un fiasco, no preguntes. Muy guapo el tipo pero un pesado de primera.-  miró hacia el edificio de donde venía, sintiéndose un poco mal por Danila, luego volvió a James, un poco más entusiasta -  ¿Tú? Supongo que tu tendrás una razón más alegre para andar por aquí - no sacaría a Whitney al tema, se lo había prometido. No aunque sintiese las ganas de preguntar por ella, de saber cómo se sentía James con ella. No lo haría. Quizá lo que necesitase no era ir con Marie a comer helado al loft, sino entrar a un pub a beber cerveza alemana, de esa que es pesada y con harto alcohol.


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Mensaje por James Blue Lun Ene 05, 2015 11:13 pm

¿Cómo poder comenzar a describir a Zelda? Ella era de esas mujeres que simplemente se quedaban muy adentro y cada vez que volví a mirarla su mente se volvía completamente en blanco. Era ese efecto de semi veela aunado con la clase y encanto natural que la chica poseía. Simplemente era algo único simplemente el ver como se deslizaba un paso a otro a la vez, le volvía el cerebro de mantequilla. Se sentía un tanto atrevido ese día, así que al momento en que ella se acerco la tomó por la cintura y le dio un beso en la mejilla como un saludo cordial entre conocidos podía ser. Dio un paso atrás escuchándola decir que vivía por ahí y extrañado frunció el entrecejo.

No… ¿Estas bromeando cierto? Mis padres viven a una cuadra de aquí, en central London también… Todo este tiempo hemos sido vecinos y nunca me lo dijiste… ¿Debería ofenderme? - Volvió a meter las manos en los bolsillos de su saco y luego la escuchó. Estaba ahí en una cita y todo eso, le pareció bien aun que una pizca de celos se interpuso entre él y la razón, inmediatamente pensó que aquel joven con el que se habría visto era una de esas cosas perfectas que sus padres querían para ella. Lo irritó demasiado como para pensar en invitarla a salir ese día. Aun que ambos Vivian por ahí, al menos podría quitarle el mal sabor de boca de su cita fallida.

Yo estaba esperando a un primo que vino de Francia. Me ha dejado plantado seguramente para ir a hacer alguna cosa más entretenida que simplemente pasar el tiempo con migo. ¿Quieres un café? Yo invito, así me cuentas del fiasco que debió ser tu cita con el hombre perfecto y yo simplemente te cuento del fiasco de mi vida sentimental en las últimas semanas.- No sabía si debía decir eso. Si bien Zelda y él no tenían rencores de ex parejas tampoco es que hubiesen sido siempre confidentes ni nada por el estilo. De hecho hasta algunos meses atrás él seguía sintiendo algo por ella. Ahora existía aun ese cariño, pero no sabía explicar exactamente en lo que se había convertido.

Espero que ella aceptara y luego comenzó a caminar por la acera con dirección a un lugar que conocía ahí cerca. Era un lugar algo bohemio y privado, excelente para tomar un café por las tardes o emborracharte por las noches, completamente muggle pero de buen servicio.
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Mensaje por Zelda Fay Miér Ene 07, 2015 1:13 pm



Sabía dónde vivía James, pero él parecía olvidarlo. Era de ese tipo de información que la gente no almacena, a quién le das tu dirección. Claro, cuando su padre le dijese que por ser tan buena hija le iba a dar un Loft, jamás se imaginó que estaría en la zona más cara de Centran London ni tan cerca del hogar de los Blue. Simplemente había pensado en los lujos de la emancipación a medias, de lo divertido que sería compartir la casa con su mejor amiga, de lo hermoso que sería decorarla y hacer fiestas hasta que amaneciera. Jamás se le cruzó que estaría tan cerca de James, pero tenía que fingir ahora que no tenía ni jodida idea de que serían casi vecinos. Puso esa cara de sorpresa que había manejado de forma maestra cuando una de sus tías abuelas le regalaban alguna baratija sin algún uso en concreto y se cruzó de brazos.

No es tanto tiempo, James, no exageres. Vivo ahí desde navidad prácticamente. — “vecinos, yai” pensó sarcásticamente — Así que no te ofendas, quizá luego te invite para que la veas, tengo buena cerveza en el refrigerador y un montón de chatarra en la alacena para comer — sugirió aunque no fuera muy buena idea para ella.

Lo del asunto con Danila tendría que cerrarse pronto. Definitivamente no necesitaba a alguien así en su vida y seguramente él tampoco a ella. No eran indispensables el uno para el otro y como no se habían tomado tanto cariño después de todo, no sería difícil la separación. Lo que quizá si era difícil, era saber que por enésima vez, se había equivocado de tipo y la presencia de James ahí, no ayudaba mucho. Al contrario, le recordaba que era una estúpida que no sabía tomar buenas decisiones. Bufó ante la invitación y se dio la libertad de tomarlo del brazo.

¿Café? De repente se te ha olvidado que el café no me gusta tanto y si te voy a contar mi fiasco, creo que necesitaremos algo más fuerte que la cafeína — lo miró tanteando el terreno — ¿Sabes qué? Vamos al loft, estoy harta de la calle y si me encuentro a Danila cerca, me voy a sentir como la peor mujer del mundo. Marie debe de seguir en Alemania con sus padres y la casa de tus padres queda cerca, así que si te pones muy imprudente, no necesitaré llamar a un taxi para que te vayas, bastará que te patee fuera de mi casa y que camines — bromeó aunque posiblemente si lo patearía.



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Mensaje por James Blue Jue Ene 08, 2015 6:06 pm

No quería recriminarle en verdad, solamente era una broma para de alguna manera hacerle saber que le importaba, aun después del tiempo. James había pasado por muchas relaciones difíciles desde que era joven, algunas habían terminado bien (eso creía él) y la de Zelda era una de esas. Seguía pensando por supuesto que si no fuera por sus padres ellos podían estar juntos en esos momentos, pero él tampoco no era nadie para pedirle que renunciara a todo, él no lo haría por ejemplo.

La invitación al café o tomar algo era sincera, pero si Zelda se sentía más cómoda estando en su casa tampoco la iba a rechazar. Le sonrió y simplemente asintió con la cabeza ofreciéndole su brazo para caminar, él después de todo no sabía dónde estaba exactamente el departamento de la semi veela.

-Vamos donde gustes y te sientas cómoda. Después de todo no tengo nada que hacer esta tarde y no podría encontrar una mejor forma de pasarla. Además de esa manera hasta averiguo donde vives, por si algún día me corren de mi departamento y tengo que huir con alguien cercano.

Claro que nunca lo iban a correr de su departamento y que tampoco iba a huir a esconderse en el departamento de Zelda. No sabía si sus padres se lo pagaban aun que lo supuso, no cualquiera consigue un lugar por esos rumbos con el dinero que un estudiante universitario podía conseguir. A menos claro que fuese él, pero esas eran ya otras cosas.

-Y bueno, cuéntame ¿Qué fue tan malo con este hombre? Adivino, ¿uno de esos puristas recatados de sociedad que se pudren en dinero pero no tienen nada más interesante en sus vidas?.... - Claro, todo lo diferente a lo que él era. No la juzgaba, nunca lo hizo. Esperó con esa frase en los labios hasta que llegaron al departamento y esperó a que ella entrara primero para verlo desde la entrada.

Vaya, es un buen lugar, muy tuyo… ¿Qué vamos a beber? Debo disfrutar mis últimas semanas antes de que comiencen los preparativos para la copa mundial. El desenfrene total… - Se quitó el abrigo y la bufanda que tenia consigo colocándolos en el perchero de la entrada, todos los departamentos en Londres tenían un perchero en la entrada. Luego se frotó las manos aguardándola para que ambos comenzaran a beber o lo que fuera.
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Mensaje por Zelda Fay Jue Ene 08, 2015 7:10 pm



Con Marie en Alemania, el departamento tendía sentirse muy solo. Estaba demasiado grande, tan amplio que habían tenido oportunidad de meter dos camas matrimoniales para cada una yo todavía roperos suficientemente anchos para que cupiera toda la ropa. La señora de la limpieza, una squib de bastante confianza, mantenía todo en orden y en estado pulcro, lo que aún hacía de ese hogar uno muy solitario y sin ruidos cuando la pelinegra no andaba cerca. Claro que siempre podía encender la radio, poner un disco de vinilo en el tocadiscos o simplemente prender esas máquinas tan interesantes llamada “televisión” (porque a fin de cuentas, el departamento tenía que lucir normal por si a la Señora Fitzgerald se le ocurría pasarse por ahí y visitar a su nieta). Pero no era lo mismo porque faltaba la voz de Marie inundándolo todo de risas y bromas. O de quejas donde salían los nombres de James y Fausto continuamente. Quizá esa era una de las razones escondidas tras la cual se había aventurado a invitar a Blue al Loft. ¿Qué si se fumarían la pipa de la paz por fin? Quien sabe, pero estaba segura que ese encuentro no era casual y que, si de algo servía, tendría que terminar odiándolo, amándolo más o, quizá, deseando de buen corazón que le fuese bien en la vida. Aunque tomando en cuenta que la chica en cuestión era Zelda Fay, la paz y las buenas intenciones a veces no se le quedaban tan bien pegadas en el corazón.

Caminaron por las calles londinenses, ella bien agarrada al brazo del jugador y él contando cosas esporádicas que la hicieron reír de vez en cuando. Entonces llegaron al famoso Loft. Gracias a que era una zona privada, no faltó sacar las llaves, simplemente extrajo la varita del bolso y abrió sin necesidad de tocar el picaporte. El lugar olía a limpio. Olga ya había hecho el quehacer y mañana tendría que hacerlo de nuevo. Y quizá el lugar estaría más regado que de costumbre. Zelda no dudó en quitarse los botines de cuero para andar en su casa a sus anchas, cómoda y relajada. Por lo menos esa imagen quería dar. Espero a que James pasara para entonces soltarse como hilo de media.

Hay que darle gracias a Mr. Charles Fay por mi pequeño palacio de emancipación de mentiritas — comentó caminando hacia la barra, de donde sacó una botella de whiskey, un vaso y una cerveza oscura — Escocés ¿no? te sigue gustando, ahora que si lo prefieres ahí hay vodka… tequila… sake, lo que se te antoje. Tómalo, después volveré a llenarlo con más alcohol. También hay vino si te quieres sentir elegante y mamón. Ya después te cuidarás los riñones para el juego. — agregó mientras se iba a sentar en uno de sus blancos y pulcros sillones (sentar no, más bien se subió con todo y piernas) dejó la botella de whiskey, junto con el vaso, sobre la mesa de centro y habló — Ahora, respondiendo a tu pregunta. Danila Vasiliev, hijo de… la verdad no me acuerdo qué maldito cargo tiene su papá en el Ministerio Ruso… bueno, el tipo es la cosa más bella que han visto mis ojos, pero es tan pedante… — le dio un trago a su cerveza — Todo iba bien hasta que comenzó a quejarse hasta del color del que estaban pintados los muros del restaurante. Según él, todo es mejor cuando él lo arregla. Y… mira, las cosas no habrían salido tan mal, porque el tipo es culto y eso me gusta, pero eso de que se traten de hacer los interesantes me jode mucho. Bleh… te lo juro que me gustaba, pero es demasiado estirado — de su bolsillo sacó una cigarrera de donde extrajo un delgado capri, que encendió con la varita y empezó a fumar; miró a James y negó con el dedo — De esto sí que no te invito, después te faltará el aire cuando te subas a la escoba y me lo vas a agradecer después — sonrió como recordando esos días en que le procuraba hasta la comida. Sí, eran buenos tiempos. Exhaló el humo y lo invitó a que se sentara — ¿Tú? Ya que estamos entrados en el alcohol, tienes que contarme algo triste o deprimente o me voy a empezar a sentir muy patética, James. Anda, siéntate y cuéntamelo todo. A menos, claro, que perfieras que la bebida nos vaya soltando la lengua hasta que no entendamos un carajo de lo que decimos. — se empezaba a sentir más relajada, cómoda. Quizá ese encuentro no podía salir tan mal. ¿O si?




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Mensaje por James Blue Jue Ene 08, 2015 8:45 pm

Tras dejar sus cosas en el perchero James siguió a Zelda hasta donde se suponía tenían las botellas y cosas de alcohol. No creía que fuera tan temprano para comenzar ni tan tarde para en verdad ponerse una buena borrachera, pero quería empezar despacio, disfrutar de la compañía de la semi veela a quién desde hacia tiempo no veía mucho en realidad. Se decidió por el whisky y luego la siguió sentándose él en otro sillón, recargándose en verdad para descansar. Se había servido un vaso el cual levantó para agradecer al padre de la chica lo que ahora estaban disfrutando.

Pues hurra por el señor Fay… el Whisky está bien. Y no te preocupes, por un cigarrillo más no me hará más lento en la escoba, no es como correr un maratón o algo así… - En verdad distaba mucho de ello, pero si le requería cierta condición. Aun estaba en receso vacacional, podía darse esos lujos que luego desquitaría en los entrenamientos. Sacó una cajetilla de cigarros de la bolsa de su pantalón y las puso sobre la pequeña mesa frente a él, se llevó uno a los labios y luego bebió de su whisky, estaba fuerte.

A ver déjame entender… tenías a un tipo guapo, elegante y de buena familia y ¿lo dejaste ir? Oh por dios Daisy, ¿Qué hiciste con esa joven de años atrás? - Bromeaba, sabía que ella nunca había sido ese tipo de personas buscadoras de dinero. Su familia por el contrario……
Bebió otro trago antes de soltarle lo de Whitney. No le gustaba andar por ahí buscando lastima en la gente, pero era algo que simplemente había pasado. Lo aceptaba como lo que era.

Bueno, después de un par de semanas Whitney me mandó al diablo para volver a estados unidos. No está mal, digo… ni siquiera la conocía muy bien y eso. Pero es todo lo que me ha sucedido últimamente.

Le dio otra calada al cigarro sonriendo de medio lado.- Creo que todas las buenas siempre tienden a dejarme… ¿no? Así pasa… - Se bebió lo que quedaba de whisky en su vaso. Obviamente lo decía por ella y por como habían terminado sus cosas, no se comparaba con lo de Whitney ni por asomo, pero era algo parecido.
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Mensaje por Zelda Fay Jue Ene 08, 2015 9:26 pm



A pesar de la bebida y la compañía, el lugar necesitaba más calidez, así que Zelda no tardó en sacar de nuevo la varita y conjuró Incendio sobre la pila de leña nueva que descansaba en la chimenea. Para ser un loft estaba bastante bien equipado y eso ella lo agradecía mucho. Le dio un trago largo a la cerveza acordándose del ruso. Pobre, si hubiera sido más sencillo seguramente el que estaría ahí sería él y no precisamente en la sala, sino en la cama del piso inferior donde ella dormía. Quizá, después de todo, si le llamaría para “pedirle una disculpa por su comportamiento” y acabaría follándoselo de lo lindo. Total, no se iba a casar con él. Miró a James con la ceja alzada como tratando de decirle “¿me estás jodiendo?”.

La culpa de que ellos no estuvieran juntos, como pareja, era principalmente de su madre. La inolvidable Jeanne Morgan, esa pelirroja que le heredaría su melena, que tenía más interés en la plata y poder de la gente que en otros aspectos. Se había casado con Charles justamente por su fortuna, no porque le amara, y quizá por eso no se llevaban tan bien como matrimonio. De cualquier manera, ahora odiaba a su madre por haberle arruinado una de las más bellas relaciones de su vida y obligado a salir con tipos insípidos. Ahora todo era diferente. Sus padres estaban en la mitad de una inminente separación –que, por sorprendente que pareciera, a Zelda no le sorprendía– y estaba más apegada a su padre que a la fría Jeanne (a quien ahora ya no llamaba “madre”, sino su nombre).  Iba a mostrarle el dedo medio a James, pero estaban en plena comunión, no lo ofendería así.

Sucedió que…

¿Qué? ¿Qué se había dado cuenta de su propia estupidez? ¿Qué quizá los recuerdos trajeron a ella la visión de lo que en realidad quería? No, cualquiera de esas cosas, si salían de su boca, le darían a James la idea de que lo necesitaba. No lo haría. No le rogaría. En eso ella y Ellie se parecían mucho: tenían un orgullo de diamante.

Sucedió que me di cuenta que valgo demasiado, después de todo soy una jodida semi-veela y no me voy a andar acostando con el primer imbécil que se me cruce en el camino — claro, Alfred y Abner podían entrar en ese rubro, sin embargo, Alfred había sido hace mucho tiempo atrás y Abner resultaba ser más que vigorizante, un hombre bastante interesante.

Escuchó la trágica historia del rompimiento de James y no pudo evitar regocijarse internamente. Sabía que esa fulana Pelos de Elote no duraría mucho. Y ahora tenía una oportunidad para recuperar el tiempo perdido. Zelda frunció el ceño y se quedó mirando la mesa de vidrio. James era un buen chico y no comprendía por qué le pasaban esas cosas. Incluso ella misma lo había tratado con la punta del pie por sus celos enfermizos e injustificados. No obstante, tampoco podía decir que él era una blanca paloma, pudo haber hecho algo para seguir con ella y al final se había resignado con abandonarse. Y luego Whitney. Ahora lo habían visto muy pegado con otra güera y no dudaba en que ya tuvieran algo. Por lo menos eso decían las malas lenguas. Y no estaban tan alejadas de la realidad. La pelirroja dio otro trago a su cerveza.

Eso o que la que realmente te quería nunca fue suficiente para ti — se mordió el labio intentando no llorar; eso odiaba del alcohol, le pegaba duro cuando traía los sentimientos a flor de piel y estar a solas con James… le daba oportunidad de sacarlo todo, tragó saliva y volvió a fumar, esta vez muy lento.

Sus emociones eran una madeja de cordón hecha un desmadre. Por un lado le agradaba que James sufriera, que sintiera el rechazo cuando ella había estado ahí para casi lavarle los pies cuando se lo pidiera, y por otro tenía unas ganas tremendas de arrancarle la boca a besos. Al final se decidió por la segunda. Dejó la botella casi vacía en el suelo, reptó rápidamente hacia el otro lado, donde él estaba sentado, le tomó la cara con una mano y lo besó sin pensarlo más. Hundió sus labios en los de él en una caricia tierna y suave, tímida incluso. Fue corto, luego se separó y se quedó mirándolo, así de cerca, sintiendo los alientos cálidos chocar de boca a boca. Se rio de nervios y se echó hacia atrás. Su espalda chocó con la suavidad del sillón, se cubrió la boca con las manos y se siguió riendo como desquiciada.

¡Lo siento! Lo siento en serio, no sé qué estoy haciendo, no sé por qué fue eso… Dios… — se disculpaba por haberlo besado porque se sentía extraño volver a hacerlo después de tanto tiempo, y se sentí ridícula porque eso sólo le había recordado que sí, lo seguía queriendo demasiado — Esto es un desastre, James… debería dejarte rehacer tu vida, salir con otras y mi inconsciente siempre me traiciona, te traje al loft, te besé, ¿ahora qué sigue?estúpida y mil veces estúpida.





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Mensaje por James Blue Jue Ene 08, 2015 11:11 pm

¿Sucedió? ¿Qué había sucedido? Zelda había dejado la frase en el aire mientras él aprovechaba para servirse un poco más de Whisky. Él también sabía lo mucho que ella valía, ¿Cómo no saberlo? No solamente porque era terriblemente bella y podía poner idiota a cualquiera que se pusiera en su camino, si no porque en el interior seguía siendo una persona encantadora, mucho más atrayente que cualquiera y tan capas como ninguna otra que él hubiera conocido. Oh, la había amado muchísimo, ahora no sabía exactamente que sentía por ella, pero la quería. Tampoco esperaba tener que definir sus sentimientos hacia ella en ese instante, no lo necesitaban ninguno de los dos.

Bueno… creo que no deberías hacerlo igualmente. O Hazlo si eso te hace feliz… pero debe ser porque tu lo quieras, no porque alguien más te lo imponga. – Y Si, lo decía por sus padres (o su madre) no sabía. El quería que Zelda estuviera bien, aun si tuviera que verla con tipos súper modelos como el que la había acompañado al baile o cualquier otro.

Estaba bebiendo de su nuevo vaso cuando escuchó la respuesta de Zelda y se quedo estático por un momento. Dio otro trago y luego lo dejó en la mesa frente a él, igual que el cigarro al que le dio una calada y luego apago en el cenicero de la misma. No creía que hubiese estado mal no luchar por Zelda, él en ese entonces no tenia lo que actualmente tenia y ni por asomo pensaba que pudiese darle lo mismo que sus padres o si quiera la mitad como para obligarla a dejarlo todo por él. No era un idiota egoísta y ese era su mayor problema.

La observó ir hacia él sin hacer nada, ni un movimiento, solamente cerró los ojos cuando ella lo besó sintiéndose terriblemente confundido por lo que estaba sucediendo entre ambos. ¿Qué debía hacer? Podía sentir sus labios sobre él y la calidez de su aliento. Quería besarla más, pero por la misma razón por la que se había alejado en un principio de ella pensó que no era exactamente lo correcto.

Escuchó la risa nerviosa de Zelda y en verdad algo dentro de él se enfadó. El estaba vuelto un caos y ella estaba ahí poniéndole las cosas más difíciles. ¿Y todavía se disculpaba? James tomó el vaso de whisky y se lo tomó todo de golpe. Luego lo volvió a dejar sobre la mesa haciendo un ruido sonoro y fue hacia ella poniendo ambos brazos a sus costados atrapándola contra el sofá.

Si deberías, deberías hacer muchas cosas en realidad. ¿Qué quieres Zelda? ¿Qué pretendías con todo esto? ¿Quieres que te diga que mi vida es un desastre y que ahora quiero besarte hasta cansarme? Deberías solamente callarte, una sola vez… - Y dicho eso la tomó con fuerza por las mejillas para besarla, no era fácil resistirse a ella.
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Mensaje por Zelda Fay Vie Ene 09, 2015 2:23 am



La honestidad era algo que no se le daba de forma tan fácil. Zelda, a base del carácter de su propia madre, se había formado una coraza donde el exterior siempre reflejaba lo contrario de lo que realmente sentía. Por eso mismo a veces tendía a ser tan libertina, tan poco preocupada de su imagen ante los demás, tan extrovertida. Porque muy en el fondo, la pelirroja no era nada más que un manojo de nervios, de decepciones, de tristezas y, sobre todo, de baja autoestima. El que fuera semi-veela no le garantizaba el cariño sincero de las personas, pero si un magnetismo instantáneo, meramente físico. Muchos chicos no la conocían y se enamoraban, era usual. El que se abriera de forma tan inmediata con esa simple oración: “la que realmente te quería nunca fue suficiente para ti” lo decía todo. Si no era por eso, cuál otra razón atinaba a dar en el blanco para justificar que James dejase morir la relación de forma tan fría. Quizá, sólo quizá, él no la quería tanto como ella a él. Y principalmente por eso dejaba que sus sonrosados labiecitos dejaran salir esas palabras que se había guardado por tanto tiempo. Era la última llamada de atención para el jugador de Quidditch. De él dependía tomarla o no. Muy probablemente se decantaría por la segunda idea.

Si se reía no era por mofarse. Era porque le daba un pavor inmenso caer en la misma red de frustración en la que había estado atrapada los últimos años. Saber que estaba saliendo con una chica de su misma facultad y que, aparentemente las cosas habían ido viento en popa hasta los últimos fatídicos días, simplemente le dejaban en claro que el velero Blue ya estaba zarpando de la costa con vientos favorables. La dejaba atrás, como Ulises a Calypso. Y ella era tan envidiosa como para no aceptar la derrota. No, más bien, el desamor.

Todo cambió de perspectiva cuando escuchó el azotar del vaso sobre la mesa. Nunca había visto a James molesto y en esos instantes, le dio miedo. Se quedó petrificada, mirándolo como si fuese una clase de asesino o ladrón, alguien que le podía hacer mucho daño. Y lo que escupió fue aún peor, le había clavado una daga fría en el corazón. Sí, debería dejarlo ir, debería patearle el trasero y correrlo de su casa, de su vida, para que aprovechara y se fuera a encontrar lo que realmente merecía. Pero no podía hacerlo. Conforme preguntaba casi retóricamente, Zelda ya no se pudo contener. En silencio, las gotas se le derramaron por los lagrimales y fueron a mojarle los delgados pelillos rojizos de sus sienes y luego las orejas. Ni siquiera el beso brusco pudo evitar que el llanto siguiera. Le quitó las manos de su cara y lo obligó a que la mirara.

Y tú crees que soy una puta arpía que lo tiene todo planeado ¿No? por un momento no te pusiste a pensar que quizá yo no quería que vinieras, ni que te encontrara en la calle, ¡es más! Hoy planeaba darme la revolcada de mi vida con el ruso. Pero entonces apareciste, siempre apareces cuando no te necesito — escupió entre sollozos — Anda, si tanto debería hacer muchas cosas, entonces vete que la puerta está bastante grande. Pero no me vuelvas a joder con que me calle porque lo he hecho demasiado tiempo y ya no puedo aguantarme más porque me duele... me duele demasiado — necesitaba seguir bebiendo y perder el conocimiento, así ya no seguiría hablando y hundiéndose en el mismo fango que ella había fabricado.






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Mensaje por James Blue Sáb Ene 10, 2015 9:24 pm

Estaba frustrado, aun que en verdad no esperaba culpar a Zelda de toda la mierda que tenia sobre los hombros. James se sentía terriblemente mal por todo lo que siempre había rodeado su relación con la semi veela. Por eso se había alejado, por eso se había mantenido completamente al margen de ella, porque le podía ese sentimiento que aun tenía en su corazón por ella, que si bien no era un loco amor, era un cariño muy fuerte que no era fácilmente disimulado… ¡Y que si ella le gustaba? Claro que le gustaba, más allá de la belleza exterior, Zelda le atraía por todas esas cualidades que la rodeaban y que estaba seguro ningún otro podría ver como él.

No quería hablarle fuerte o con el afán de lastimarla, su misma frustración no había encontrado forma correcta de salir. Cuando sintió sus lagrimas sobre el rostro se separó de ella pero luego la vio, preocupado y con dolor por todo lo que ella le decía. Comenzó a negar con la cabeza como si eso pudiera ayudar en algo pero la dejó hablar y escupir todas esas cosas que desde hacía varios años estaba guardándose.

Yo lo sé Zelda, lo sé y lo lamento. Sé que te duele estar a mi lado y sé aun que no te pongo las cosas difíciles. Sé que he sido un egoísta al no mantenerme alejado pero…. - ¿Pero qué? ¿Qué le iba a decir? Con ambos pulgares le limpio las lágrimas de las mejillas, no soportaba ver a una mujer llorando, sentía que algo dentro le dolía.

Dime que tengo que hacer y lo haré, en verdad. No quiero que siga doliéndote estar conmigo, tampoco quiero que estés acostándote con otros hombres pretendiendo que eso te hará sentir mejor Zelda…. – Le acariciaba las mejillas lentamente, sentía que tenía que pedir perdón por algo pero no sabía exactamente por qué. ¿Por no gustarle a sus padres? ¿Por haber terminado su relación hace años? ¿Por no sentir que en esos momentos pudiera luchar por una relación con ella? No sabía en verdad.

Nunca quise lastimarte, es la verdad… - Acercó su rostro al de ella pegando frente con frente. Sus manos habían ido hasta sus hombros los cuales acariciaba suavemente tratando de alguna manera de tranquilizarla. Cerró los ojos y entonces le dio un beso más pausado, más sincero y disfrutando cada segundo en el que sus labios se unían con los de la semi veela.
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Mensaje por Zelda Fay Sáb Ene 10, 2015 10:56 pm



Se sentía como una bailarina lisiada, con ganas de hacer arabesques, pirouettes y pas de bourreé, pero sin poder realizarlo por la falta de acción en las piernas, o como un escritor manco, que a pesar de tener las mejores ideas para escribir relatos, la falta de la mano le impide ponerlo en papel. Tenía tantos sentimientos encontrados y tantos pensamientos, que no sabía si hacerle caso a la razón o a su corazón. Por un lado, lo que James inquiría era muy sencillo de responder si hacía caso a lo que siempre había deseado en cuanto a ellos dos. Quería decirle que se quedara con ella, que esta vez las cosas serían mejores, que no habría quien interpusiera una mano para evitarlo, que lo procuraría como aquellas veces en que, sólo de verlo subir a la escoba, se ponía a bajar a todas las deidades para protegerlo para que no cayera. No obstante, estaba completamente consciente de que no tenía ninguna licencia moral ni de ninguna índole para pedirle que regresara con ella porque, a fin de cuentas, ella lo había alejado por el bien de los nervios de su madre y su mal temperamento. Cierto era que Jeanne le había advertido en ese entonces que podía seguirlo viendo y saliendo con él bajo pena de verlo sin vida uno de esos días. Zelda sabía que su madre era capaz de todo, hasta de matar si alguien no le agradaba. Y podía matar no sólo físicamente sino moral y sabía que, si en dado caso se ponía de necia, terminaría poniendo a James en la portada de El Profeta como pedófilo, drogadicto, alcohólico y mago oscuro. Eso si no lo asesinaba primero.

¿Qué hacer? ¿Qué responder? Ahora la situación era mucho muy distinta. Jeanne tenía poco menos que nada de ingerencia en su vida y Charles dejaba que Zelda tomara todas las decisiones en cuanto a sus intereses personales. Ninguno de sus padres se encontraba en la disposición de negarle nada debido a los ataques que sufría cuando la pelirroja entraba en crisis por estar en situaciones de extrema tensión o de enojo. Prácticamente, tenían que tratarla con pinzas. Así que James, teóricamente, no se encontraba en peligro si decidía retomar lo inconcluso. Ahora la pregunta era ¿James deseaba lo mismo que ella? Zelda no estaba tan segura.

El beso lento le dio la oportunidad de pensar su respuesta. Ella ya no quería sentir el dolor que le oprimía el pecho cada vez que James se encontraba cerca y sólo podía desaparecer de dos maneras: eliminándolo de ella para siempre o regresar con él y jamás dejarlo ir. Enteramente la decisión no era suya. Lo separó suavemente y le acarició la punta de la nariz con la propia mientras cerraba los ojos.

Sabes lo que quiero, no se necesita ser un científico para conocer qué es lo que más anhelo que suceda — sus manos buscaron las ajenas, cuando las encontró, las apresó entre las suyas y le besó los nudillos — Pero no puedo esperar que estés conmigo porque yo lo quiero, no… te quiero atar a mí — se mordió la lengua con lo que venía a continuación, pues significaba darle la opción de abandonarlo todo y ser libre, completamente libre y sin tapujos — Sé que si te dejo ir ahora, seré lo suficientemente orgullosa como para actuar como si no existieras — abrió los ojos y, con toda la honestidad y sinceridad que le cabía en el corazón, finalizó aquello — Es tu decisión — se apretó el corazón y esperó cual fuera la elección de James.


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Mensaje por James Blue Dom Ene 11, 2015 12:19 am

¿Qué no necesitaba ser un científico para saberlo? Tal vez algunas personas tenían esa percepción, pero definitivamente James no. El era un hombre simple, no entendía indirectas y de sentimientos profundos si no se lo explicaban como a los niños pequeños, con muchos detalles y siendo muy específicos. Sabía que a Zelda le dolía seguir siendo si amiga, le dolía mucho seguir estando cerca de él y viéndolo con otras mujeres, pero así era él. ¿Qué podía hacer? ¿Permanecer célibe por siempre o algo así? No quería que Zelda lo odiara, definitivamente no lo quería.

Cuando ella tomó sus manos él negó con la cabeza y en vez de eso la atrajo hacia él para abrazarla, incluso se sentó a su lado en el sofá. Odiaba sentirse así, James no era un hombre completamente sentimental pero si había algo que le podía muchísimo era ver a una joven sufrir, tal vez porque le recordaban a su hermana o por que le hacían sentir miserable, de una forma u otra que fuera Zelda la que se sentía así tampoco ayudaba. La atrajo hasta su cuerpo y escuchó con dolor y amargura que si decidía no quedarse con ella prácticamente seria como si no existiera.

No creo, no lo puedo aceptar – Negó con la cabeza y luego tomó a Zelda de la barbilla para hacerla que lo viera directamente a los ojos. En su mirada había angustia, no sabía qué hacer en realidad y solamente estaba aferrándose a algo loco, a su terquedad porque de alguna manera lo que había entre ellos terminara bien. No todo podía ser blanco o negro. – No puedo aceptar que te hayas convertido en una persona que me condiciona Zelda… ¿Cuáles son mis opciones? Estoy contigo o me olvido de ti? No puedo. Te considero una persona importante para mí, antes que cualquier mujer con la que folle los fines de semana.

Pero no podía estar con ella, no podía porque aun no había arreglado su situación con Whitney, porque estaba en algo confuso ya con Aislynn y poner una tercera persona, alguien tan frágil como Zelda en ese triangulo seria solamente lastimarla más. Cuando se dio cuenta de eso simplemente la quito de su abrazo y puso las manos al frente, juntas, mientras sus codos descansaban sobre sus rodillas.

No puedo estar contigo nuevamente Zelda, fue una decisión que tome y sigo creyendo que es lo mejor. Fuera de tus familiares y todo lo demás, en verdad creo que es lo correcto… - Le costaba mucho decir esas palabras, porque en realidad estaba diciendo la verdad, ella era importante. – No sé lo que quiero… esa es la verdad. No creo que este mal el no saberlo, lo que definitivamente esta mal es lastimar a las personas que te importan por ello. Sé que te quiero, pero aun sigo queriendo a Whitney, además hay otra persona que me importa. Aceptarte a ti seria lastimarlas a ellas, pero no aceptarte seria lastimarte a ti… ¿Qué debo hacer? ¿Qué crees que debo hacer?
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Mensaje por Zelda Fay Dom Ene 11, 2015 1:16 am



No faltaba darle más información, con lo que le estaba diciendo era más que suficiente para entender que no sentían lo mismo el uno por el otro. Ella podría haberse desvivido por él, dejado a todos los otros tipos por él, ser toda una monógama fiel como monja si así lo quería. Pero él la estaba comparando con Whitney y con otra fulana que no tenía –ni quería tener- el gusto de conocer. Ser amigos significaba sacar con el toda la ponzoña, ser la víbora más venenosa y molesta para su vida. ¿Dejarlo tener otras? Seguro, sobre su cadáver. Así que no le quedaba de otra más que resignarse al resultado de esa tarde tormentosa. Sí en algún momento había considerado volver a desnudarlo con el mismo amor como la primera vez, ahora esa opción se descartaba. No volvería a tocarlo a menos de que el alcohol o la hierba la dejaran tan estúpida como para hacerlo inconscientemente. ¿Qué si lo seguiría amando? No. Del odio al amor había un paso, en esta ocasión todo resultaba al revés. No podía aborrecerlo por no escogerla, pero si por ser un maldito cobarde y no decidirse cuando las opciones estaban ahí. Cuando ella estaba ahí, tan vulnerable, con el corazón palpitándole en la mano. ¿Las otras qué podrían darle? Apenas y las conocía, y prefería darles prioridad a ella, que lo conocía de años. Sí, quizá no era lo suyo estar juntos. Pero esa no era su culpa ahora.

Hizo un puchero de impotencia, de duro y puro dolor, las lágrimas le volvieron a brotar. Llanto de coraje, de pura envidia. De cierto modo sabía que esa conversación tenía que llegar a ese punto, a esa conclusión. Sólo quería tener la esperanza de que, tal vez, James no hubiera cambiado. Pero no podía pedirle al mundo que no cambiara de estaciones. Era inminente el rechazo. Era inminente que acabaría odiándolo. Sin embargo, su furia no se vería reflejada de forma física, no, Zelda no era iracunda ni explosiva. Era más hiriente porque prefería joder al mundo con lo más vulnerable. Y con él no haría una excepción. Se limpió los ojos bruscamente con la manga de la blusa. No lo necesitaba. No lo necesitaba.

Creo que las cosas quedan muy claras, ¿no? O son ellas o soy yo, de tener una jodida loca conocida a dos fulanas sin conocer, es mejor la segunda opción — se levantó del sillón y llevó la botella de cerveza al fregadero, donde se bebió de un trago la mitad restante y luego tiró el vidrio a la basura, se apoyó en el fregadero porque estaba a punto de vomitar — Por qué tenía que pensar que ibas a quedarte conmigo después de todo, es estúpido — volvió a la sala pero no se sentó, se quedó de pie, mirándolo con la mayor indiferencia — Pues bien, no tengo nada más que decirte. Au revoir, mon amie, tienes dos tipas que esperan tu veredicto, diles que no tienen competencia de mi parte, fóllatelas como no lo has hecho jamás en la vida, quédate seco — estaba luchando por que no se le quebrara la voz — espero que te duren cualquiera de las dos lo suficiente como para que creas que valió la pena dejar ir a quien te amaba por otras que quien sabe lo que sientan por ti — sacó un cigarro y lo encendió con las manos temblorosas — Ahora adiós, que tengo un patronus que mandar — culminó de espaldas a él y frente al ventanal. Podía sonar a que le mandaría aquél conjuro a Danila, pero la verdad había una sola mujer en su cabeza que podría comprenderla y esa, era Frances.




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Mensaje por James Blue Dom Ene 11, 2015 1:54 am

James estaba luchando por no descontrolarse, conocía el carácter de Zelda y estaba siendo completamente sincero con ella. No sabía qué hacer, en su vida jamás había estado en una situación parecida en la que tuviera que verse en la necesidad de elegir entre dos o más personas que quería. Por que las quería, de diferente manera, pero las quería. Vio que Zelda se levantó despotricando y soltando todas esas cosas sobre querer más a dos desconocidas que a alguien que lo conocía. ¿De qué rayos hablaba? Eso no era una competencia y tenía que entenderlo principalmente. No era porque alguien valiera más que otra o qué. Eran los sentimientos que rodeaban a esas personas.

Esto no es una competencia Zelda ¿Por qué no lo entiendes? No se trata de elegir o no a alguien. Eres tu quién me está poniendo en esa posición. – La siguió hasta donde fue a tirar la cerveza sintiéndose un idiota en ese gran departamento. Cuando volvió al sillón la buscó para detenerla tomándola de los brazos. Él no se iba a ir de ahí hasta que no resolvieran ese asunto, él no era de las personas que gustaran de dejar cosas inconclusas y guardarse el dolor para toda la vida. Simplemente no se podía vivir así.

Entiéndeme Zelda. ¿Sabes lo que he pasado en la vida? ¿Sabes por qué no puedo estar contigo? Por todo esto! No puedo pedirte que pelees con tu madre, que luchemos juntos con amor contra el mundo porque así no funcionan las cosas. Se lo que es perder a tu familia y lo he vivido en carne propia. No puedo pedirte que lo dejes todo por mí. Nunca podría hacerlo… - No lo entendería. Zelda seguramente jamás había perdido a un ser querido de la forma en la que él lo había perdido. Jamás entendería la importancia que el círculo familiar tenia para él y que a pesar de que fueran diferentes él no podía permitir que fuera contra sus padres solamente por él, no era así de egoísta.

Yo también te amaba Zelda… te amé muchísimo. Pero esta es la razón principal por la que no debemos estar juntos. Pensamos de manera diferente y si en estos momentos no puedes entenderme, entonces no vale la pena que siga aquí… - Era amargo darse cuenta de eso, pero era cierto. Esperó unos momentos a que ella dijera algo y luego fue hacia la puerta para tomar su abrigo y retirarse.
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Mensaje por Zelda Fay Dom Ene 11, 2015 1:59 pm



Ya no valía la pena discutir nada. James estaba decidido a quedarse pasivo ante las dificultades. Claro, para él era más sencillo no meterse en líos de índole familiar, mucho menos si no eran suyos. Lo que había sucedido entre Jeanne y ella, estaba declarado desde Navidad, cuando casi caso la comprometiese con un fulano al que ni le iba ni le venía su vida. Había sido la gota que derramaba el vaso y justo por eso, ahora vivía en el loft, lejos de su madre, lejos de esa mujer que tanto daño le había hecho y que, por lo visto, lo seguía haciendo. Se volteó para ver a James, en el rostro de la pelirroja aún estaba esa indiferencia obligada. Necesitaba mantener erguida esa conducta o volvería a derramarse en lágrimas por estar perdiendo a quien, quizá, era el amor de su vida. Y aún lo más triste del asunto es que le hablaba de valores familiares como si ella no comprendiera del tema. Sí, por supuesto, sabía que él tenía una hermana muerta por causas de fuerza mayor, nadie podía detener ciertas enfermedades, ni siquiera los magos. Y no, Zelda no tenía un familiar muerto, no por lo menos así. Ella había perdido algo aún más valioso, a alguien que James nunca comprendería el dolor de la pérdida.

Apenas un feto, quizá de cuatro meses, poco más, había perecido en una de sus crisis nerviosas. Sabía quién era el padre y jamás le revelaría tamaño secreto. Un hijo, un hijo no nato había fluído de sus entrañas, escapándose de una existencia a la que ella comenzaba a habituarse. No, James no podía hablarle de perder a un ser querido como si ella no supiera de qué carajo le hablaba. Apretó la mandíbula y se palpó el útero vacío. Pobre George, si tan sólo supiera. Ya no pudo evitar la ira.
Cuando James estuvo a nada de tomar sus cosas, Zelda dio largas zancadas hacia él, bruscamente lo tomó del brazo y lo giró para verlo, entonces le estampó una cachetada que le dolió más a ella que a él.

¿Con qué derecho te sientes de hablarme de pérdidas familiares? ¿Crees que conoces mucho de mi vida? Pues te equivocas, yo sé muy bien lo que es perder a alguien sin tener en las manos la capacidad de detenerlo —ahora comprendía por que no iba a baby showers y odiaba esa actitud tan despreocupada de Frances ante sus hijos y el desmadre de las fiestas — Espero que nunca sepas lo que es perder a un hijo, el dolor es demasiado grande — lo soltó bruscamente y se dio media vuelta para ir a servirse algo de alcohol, pues comenzaba a sentir las palpitaciones en el cerebro que eran el preludio a uno de sus ataques; respiró lentamente, puso la mente en blanco y se relajó. — Así que si piensas que no te entiendo, entonces vete, corre, pero que ni se te cruce por la cabeza volver a hablarme si lo haces porque esa cachetada será nada comparado con lo que seguirá — comenzaba a cerrársele la garganta, necesitaba enviarle un Patronus a Charles, o se desmayaría en cualquier momento. Y necesitaría ir con el Dr. Mayer. De nuevo.





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Mensaje por James Blue Dom Ene 11, 2015 2:57 pm

Eso era todo, iba a irse en verdad. No le gustaba que las cosas con Zelda terminaran así, mucho menos cuando hacia menos de 10 minutos todo parecía bien, estaban reuniéndose como se suponía que los amigos debían hacerlo. Porque eran eso, él lo tenía muy en claro, aun que al parecer para ella no lo era. Estaba colocándose el abrigo cuando la vio venir hacia él y soltarle esa bofetada que lo hizo cerrar los ojos y sentir que la mejilla le hervía. No le gustaba que las cosas hubieran ascendido a tales extremos, él no creía en la violencia en esos casos. No le gustaba.

En un principio no entendió su reclamo. No estaba juzgándola, solamente le hacía ver que no pensaban igual en cuanto al futuro y las relaciones, por eso no podían estar juntos. Ya había quedado estipulado que James era una persona que entendía las cosas lento, por eso no se imaginaba de que hablaba Zelda hasta después que soltó la segunda frase.

“Espero que nunca sepas lo que es perder a un hijo, el dolor es demasiado grande”
- ¿Qué había dicho? ¿Perder un hijo? ¿Ella había…? James se quedo serio, parado en la puerta de la entrada como si los pies se le hubieran convertido en plomo. ¿Había perdido un hijo? ¿Cuándo? ¿Había sido de él? No sabía, no tenía idea de lo que Zelda estaba diciéndole pero supuso que si se lo decía era por algo. Cobró fuerza para despegar los pies del tapete de la entrada y fue hacia ella ahora él reclamando respuestas, pero no lo hacía enojado, más bien completamente preocupado y desesperado.

Zelda... ¿Qué dices? ¿Cuándo sucedió? Yo… yo no lo sabía…. ¿Fue cuando nosotros?.... – No dijo la frase completa pero lo daba a entender. Eso cambiaba completamente todo entre ellos. Todo lo que había pensado eran simplemente ridiculeces. Sabía que no podía haber sido antes por que él había sido el primer hombre en la vida de Zelda, eso solamente lo hacía atar uno a otro los cabos sueltos y un dolor le traspasó el pecho.

Lo siento, en verdad lo siento Zelda… - La abrazó sin importar si ella quería abrazarlo o no. Lo necesitaba porque aun que Zelda no lo supiera, él lo sabía. Sabía lo que era perder algo como eso y la sola idea de pensar que hubiesen sido dos oportunidades para ser padre las que había perdido en verdad lo descomponía.

Voy a quedarme contigo… – La voz le temblaba, en verdad era como un niño temeroso. Lo hacía por la declaración del hijo y todo eso, sentía que se lo debía de alguna manera.
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Mensaje por Zelda Fay Dom Ene 11, 2015 11:23 pm



Le dolía como nada recordar aún el cuerpecito, minúsculo y casi imperceptible, cálido entre sus manos. Había sido una de esas largas, larguísimas noches, en que tras un ataque, le habían tenido que sedar. No obstante, nadie sabía de su condición, el Dr. Mayer desconocía por completo que la joven Zelda guardaba un bebé en formación en su útero. Una de las hierbas de la solución anestésica era altamente abortiva. Fue hasta que se le pasó el efecto que pudo despertarse, el doctor sostenía entre sus manos un bulto ligeramente ensangrentado. Cortar palabras con Jeanne no era nada comparado con ver ese fútil intento de maternidad que, con el paso de los minutos, se iba enfriando. Nunca fue la misma desde entonces y jamás en su vida le había mencionado el tema a nadie, ni siquiera a George, quien, más que nadie, merecía saberlo. Era un secreto que sólo ella sabía por la pena tan grande que le provocaba. Ahora el no nato estaba en una lápida sin nombre que ella misma había mandado erigir en el Valle de Godric. El Dr. Mayer jamás dijo nada a nadie, ni siquiera a los padres de Zelda. Y ahora James lo sabía.

Zelda temblaba, en parte por la ansiedad y también por tener que revivir ese episodio tan triste de su vida. Necesitaba que James desapareciera, que por fin se largara de ahí como alma que llevaba el diablo para poder llorar a gusto ambas pérdidas, tanto la del niño como la de James. No obstante, eso no pasó. Fue abordada por James de nuevo, con la brusquedad de un hombre que se acaba de enterar de algo que ha de cambiarle la vida. Ella rehuía la mirada, volteando la cabeza hacia otras partes y cerrando los ojos, tratando de quitárselo de encima. No le debía explicaciones, pero él estaba ardoroso por saberlo todo.

Déjame… ¡Déjame en paz! —trataba de gritar pero le faltaba el aire, era demasiado para entonces y la taquicardia comenzó a acelerarle el ritmo cardíaco. Sintió el cuerpo de James abrazarla y ella no pudo evitar corresponder, estaba demasiado triste como para rechazar el consuelo, las lágrimas brotaron solas, fue cuando lo escuchó cambiar de opinión cuando comprendió que estaba malentendiendo las cosas.

James pensaba que el niño era suyo, naturalmente, pues había sido el primero y el único durante un buen rato. Pero tras la ruptura, Zelda había caído en los brazos de George, un gran amigo del jugador de Quidditch, con quien había engendrado a la criatura. ¿Qué hacer? Estaba obteniendo lo que quería, que se quedara con ella, pero la mentira bajo la que James comenzaba a vivir, era demasiado grande, quizá tanto, que en el futuro podría causarle un daño irreparable. Pero tenerlo ahí, abrazándola, confortándola en el dolor de un par de padres inconclusos, padres a medias porque James no compartía sangre con el niño perdido. Pero a veces ella tenía que ser egoísta, mentirosa. George no sabía nada, el Dr. Mayer jamás revelaría su secreto y la única que conocía cien por ciento la verdad, era ella. Tuvo que mentir. Tuvo que soltar la estafa más grande de su vida. Todo por quedarse con él.

Lo siento tanto… — se aferró más a él y lo estrujó contra su cuerpo — Perdóname por no habértelo dicho jamás… era tanto mi miedo, estaba demasiado aterrorizada… y la vergüenza, James… fui tan débil, su cuerpecito… su pobre cuerpecito — comenzaba a sollozar dejando que sus lágrimas mojaran el hombro de James. Era una maldita. Una completa desgraciada. Pero el fin, justificaba los medios.







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Mensaje por James Blue Dom Ene 11, 2015 11:58 pm

Efectivamente, James así lo había entendió desde el primer momento. A pesar de los sollozos y la voz apenas audible de Zelda la atrajo hacia él y la abrazo de una manera en la que nunca lo había hecho, estaba sosteniéndola y sosteniéndose en ella. Estaba realmente afectado por saber eso, porque él en verdad creía en ella y creía que era verdad todo acerca de su hijo. Cerró los ojos con fuerza y se quedó en silencio pensando muchas cosas y nada a la vez. Solamente sentía un gran dolor en el pecho que no parecía dejarlo actuar en lo absoluto.

¿Cómo hubiera sido? ¿Cuánto tiempo tenia? ¿Cómo había terminado todo? No quería preguntarle a Zelda aun que sentía que merecía saberlo. Ella estaba muy afectada y se veía tan indefensa, frágil entre ese mar de lagrimas. James se sintió como un completo infeliz por haber vivido esos meses sin tener una idea del sufrimiento que la pelirroja había pasado tras la pérdida de su hijo. Pero es que él se había alejado completamente, no la culpaba en lo absoluto, se culpaba a él, por idiota por haberse alejado y dejado a su suerte. ¿Habrían sido sus padres? ¿Habría perdido al bebé por su culpa? Estaba temblando y no quería separarse de Zelda porque sentía que iba a derrumbarse también.

-No tienes que disculparte, no es tu culpa. Perdóname, fui un idiota, un inconsciente. Debí estar contigo, nunca debí alejarme de ti Zelda. Es mi culpa todo lo que sucedió. No voy a volver a dejarte, nunca voy a dejarte. – Era verdad, la última vez podía culpar a Cassandra por haberse deshecho de su hijo, pero esta vez… esta vez él había tenido la culpa, por alejarse y dejarla. No mentía cuando le dijo que iba a quedarse a su lado, sentía el compromiso de hacerlo. Sentía que se lo debía.

No pienses en eso Zelda… - Podía imaginarlo. Entonces había estado ya formado. Una nueva oleada de dolor lo ataco directamente en el pecho. ¿Por qué tenía que sucederle eso a él? Pensaba que había aprendido después de la última vez pero no, el destino seguía poniéndolo en el mismo lugar que antes, pero esta vez era más doloroso porque a Zelda la quería. Tal vez no era el amor que alguna vez sintió por ella lo que había ahora, pero la quería y se preocupaba por ella, ahora más sabiendo lo que había ocurrido.

Déjame estar contigo, por favor dime que me perdonas por todas esas tonterías que hice, por el tiempo que me alejé de ti y por todas las estupideces que acabo de decirte. Por favor dime que puedo estar a tu lado ahora. Lo necesito. - Era eso o no poder vivir con su conciencia jamás en la vida. - ¿Cuándo ocurrió? ¿Como ocurrió? ¿Tus padres lo saben? - No iba a preguntarle nuevamente si el hijo era suyo, había dado por hecho que le respondía que si con todo eso de las lagrimas y el secreto y el perdón.
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Mensaje por Zelda Fay Lun Ene 12, 2015 12:40 am



Hacerlo sentirse un desgraciado, mala pareja y mal padre por un niño que no era suyo, era la peor villanía que había hecho en toda su vida. Ahora el revolcón con Abner no valía nada como traición a su prima Ellie, tampoco el haber usado a George para darle celos a James en el baile y luego a Abner para darle celos a George. Todo eso se convertía en un juego de adolescentes estúpidos a comparación de esa enorme mentira que estaba formándose en la cabeza de James. Estaba claro que Zelda estaba dejando la paternidad del niño en la ambigüedad para su conveniencia y claro, Blue era tan noble como para pensar que ella no podría haber tenido sexo desprotegido con nadie más que no fuera él. Todo era parte de su plan de salvavidas, el último al que recurriría para lograr que él no la abandonara de nuevo. Ahora parecía estar devoto a ella, entregado a la acción de amarla y cuidarla para que no sucediera lo mismo, estaba convencido de que era lo correcto y ella no iba a corregirle esa idea.

Siguió sollozando y derramando lágrimas de pura desdicha. Le ardían los ojos y, de cierto modo, pudo adivinar que estaban hinchados por tanta hidratación y sal. Pronto tendría ganas de dormir si la taquicardia se calmaba. Y casi por unos instantes le fallaron las rodillas pero el abrazo de James la sostuvo en pie para evitar que se derrumbara, tanto por la presión baja de la que ya sufría, como por la falta de aire en los pulmones. Ahora, más que ese día tan extraño en que se desnudaría enfrente de George y se lo follaría con la lujuria del momento, el deseo de quedarse con James era tan fuerte que su cabeza comenzó a maquinar la forma de engendrar de nuevo. Esta vez con quien realmente quería, con quien pensaba pasar el resto de su vida. Quería que la esencia de James la llenara y le devolviera la pequeña vida perdida años atrás.

Hundió la cabeza en el hueco del hombro de su compañero y luego le acarició el cabello con ternura. Sí, estaba decidida a que ese hombre era de ella y de nadie más.

Sí… mil veces sí, James, te quiero conmigo, yo también te necesito — le decía ahogadamente apretando la boca contra la piel de su cuello; se separó de él, tenía que darle la información que necesitaba, pero la alteraría ligeramente un poco. Se fue a sentar al sillón y se secó la cara con la manga de la blusa — Cuatro meses después de que nos dejáramos. Entré en depresión y tuve una crisis de pánico, estaba vuelta loca… — se quedó encorvada con la mirada puesta sobre la mesa del centro — me había enterado del embarazo una semana antes y comenzaba a hacerme a la idea de… pues de todo — se cubrió la cara con las manos — me tuvieron que sedar, James… y nadie sabía nada. Me entregaron su cuerpo pequeño — hizo una cuna con las manos — envuelto en un trozo de tela… estaba tan… diminuto… — lloró otros pocos segundos y se limpió la cara de nuevo — No lo sabe nadie y tuve que enterrarlo sin nombre en el Valle de Godric — tenía los labios secos, el alma en pedazos y la voluntad de hierro como para seguir dando información a medias — Si tan solo pudiera tenerlo otra vez… las cosas serían tan distintas — lo miró con los ojos llorosos y enrojecidos. Ahí iba su primera oportunidad de convencerlo. Tendría otro y este sería de él.



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Mensaje por James Blue Lun Ene 12, 2015 1:35 pm

No podía soportar más el escuchar como Zelda se deshacía entre sus brazos. Se sentía la peor persona del mundo por haberle dicho todas esas cosas momentos atrás. Estaba muy molesto consigo mismo y con las idioteces que había hecho desde entonces, seguía siendo un adolescente y era momento de que tomara las riendas de su vida. No podía seguir comportándose como si nada importara, porque lo hacía. Acarició el cabello de Zelda para reconfortarla entre sus brazos y luego la guió hasta el sillón, como si tuviera miedo de que pudiera romperse de camino hasta allá. No sabía que decirle para que dejara de llorar, para que se tranquilizara, nunca había sido bueno con eso. Sacó un pañuelo de la bolsa de su saco como todo caballero inglés y se lo dio para que limpiara sus lágrimas mientras la escuchaba atentamente.

Había sido después que terminaran, cuatro meses, por depresión. Claro, una depresión causada por él. Cuando terminó con Zelda él tenía la ridícula idea de que habían quedado en buenos términos y siguió con su vida, apartándose de ella porque no quería causarle más disgustos con sus padres, porque conocía a su madre y no quería ser el culpable de que la familia de Zelda se fuera para abajo por un capricho de jóvenes. Claro que no sabía que ya había problemas más antiguos entre su madre y su padre y que ahora estaban prácticamente separados. James había tenido solamente el modelo de familia perfecta y le era difícil imaginar que no todos tenía lo que él.

Tranquila Zelda, ahora todo estará bien…- Le dijo con la voz más segura que pudo encontrar en su interior y le pasó el brazo por el hombro para atraerla hacia él. Frotó sus brazos para hacerla sentir mejor aun que todo era muy confuso, incluso para él. Necesitaba tiempo para asimilar todo lo que estaba sucediendo, para arreglar su vida. Claro que ahora tenía un punto por el cual partir: Zelda. Había decidido que quería estar con ella porque lo necesitaba para no sentirse culpable, porque había sido terrible que pasara por eso sola y que por supuesto, él fuera el culpable de la depresión en la que había estado metida y que la llevara a perder al niño.

Tenía que hablar con Aislynn… tenía que decírselo, ella iba a comprenderlo, ella siempre lo comprendía. Tomó a Zelda por el cuello y la acercó a él para darle un beso en la frente. Tranquilo, sereno, tratando de reflejar todo lo que en esos momentos no sentía en su interior. – Él siempre estará ahí para nosotros, lo tendré presente a cada momento… - Hablaba de su hijo, porque así lo creía y porque no había entendido lo que Zelda había querido decir con la frase, no le pasaba ni por asomo por la cabeza que ella quisiera tener otro hijo de él, no en esos momentos al menos, él estaba muy descompuesto como para si quiera pensar en que esa noche fuera a terminar con ellos arriba de una cama.

Voy a arreglar las cosas para nosotros. Te lo prometo. Voy a terminar con todo de una vez y volveré contigo…
.- Se puso de pie y la tomó de las manos dándole un beso en ellas, era una promesa de verdad. Ahora tenía que ir a buscar a Aislynn y explicarle todo.
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Mensaje por Zelda Fay Lun Ene 12, 2015 2:09 pm



Estaba jugándoselo todo. Aquella compleja maraña de mentiras estaba sirviéndole para mantener en su vida lo único que realmente había valorado hasta entonces. No su madre, no su padre. Él, James Blue, el jugador de Quidditch al que tanto daño Jeanne le había hecho, el muchacho al que se entregaría por vez primera en su vida a pesar de él ser más joven por unos cuantos años, James, el muchacho más noble y honesto que conocía. Las virtudes de una pareja las encontraba en él y sólo en él. Estaba segura que jamás le había sido infiel –cuestión de la que ella no se podía regodear-, que la había amado con tanta o más pasión que ella, que le guardaba un cariño inmenso aún. Pero ¿la amaba? Realmente la amaba, o la confesión de último momento lo había puesto en un estado de vulnerabilidad y culpa, a tal grado, que ahora quería quedarse con ella para enmendar sus errores y recuperar el tiempo perdido. ¿Qué pasaba si no? Zelda no podría vivir consigo misma a sabiendas de que estaría compartiendo su vida con un hombre que solo sentía mera compasión por ella.

Lo miró entre las lágrimas que aún no caían de sus ojos. Entre lo borroso, pudo notar cierto dejo de decepción, de tristeza, de melancolía y de desesperación en la faz de James. ¿Era en serio eso lo que quería para él? ¿Y para ella? Si tanto lo amaba, ahora lo hacía sufrir con la peor de las mentiras por un acto de envidia. Deseaba más que nada seguir con esa malévola farsa, decirle que fuera a terminar las cosas con quien fuera que estuviera, que arreglara todo y se quedara con ella. Luego haría hasta lo imposible para conseguir un nuevo embarazo, esta vez uno que en serio compartiera ambas sangres. Quería con todas sus ganas erguirse vencedora y vivir en paz con la compañía del hombre al que siempre había querido. Pero verlo sufrir así por un niño que no era de él, no era humano.

Estaba a segundos de decidir qué hacer. Realmente las cosas no pintaban bien para su conciencia ni para su futuro. Así que, entre una lucha entre la mentira y la honestidad, Zelda apeló al lado que se parecía más a Charles. Lo correcto era borrarle de la cabeza la culpabilidad. Quizá después de eso no le volvería a hablar. Pero qué más daba ya. Simplemente no podía vivir con eso y prefería saber que él estaba bien a que dentro de unos años, que quizá estuviesen casados, James siguiera pensando en otra mientras ella misma se desvivía por hacerlo feliz e intentar hacerlo que la amara. De cierta forma, se estaba convirtiendo en su madre y ahora que sabía la verdad, que su padre se arrepentía de haberse casado con Jeanne y que le dolía no haber podido seguir con la medimaga, comprendía que no podía hacerle lo mismo a James.
El jugador estaba a nada de irse. Era la segunda y última vez que le detenía, pero ahora sí era necesario.

James… — lo llamó casi golpeándose los sesos contra la pared, figurativamente — ¿Vas a estar conmigo porque me quieres o porque te sientes culpable? — inquirió primero tanteando el terreno — Ni siquiera me has preguntado si el niño era tuyo ¿Tanta fé me tienes como para asegurar que es así? — sí, era una prueba cruel, pero necesitaba saberlo antes de hacer cualquier otra cosa.



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Mensaje por James Blue Lun Ene 12, 2015 3:23 pm

Efectivamente, James era un hombre noble y que lo daba todo, absolutamente todo por las personas que consideraba su familia. Había pasado ya por la pérdida de un hijo aun que solo pocas personas lo sabían, había sido mucho antes del noviazgo con Zelda, antes incluso de que comenzara a estudiar en Brigantia y por supuesto eso le había dolido como nada en la vida…. Y eso que no quería a la mujer con la que lo había concebido ni siquiera la mitad de lo que había llegado a querer a Zelda, saber que era el causante de todo lo que le pasaba, de que su vida estuviera donde estaba ahora no iba a dejarlo dormir nunca en la vida si no reparaba de alguna manera el daño causado. Por eso estaba decidido, por eso se había puesto de pie para salir inmediatamente de ese lugar. En su mente ya estaba elaborando las palabras, lo que iba a decirle a Aislynn y cómo es que iba a tratar de solucionar las cosas cuando escucho a Zelda llamarle nuevamente y se giró hacia ella ahí, a unos metros de si quiera llegar a la puerta.

¿Qué si estaba con ella solamente porque se sentía culpable? Pues sí, pero no de la forma en la que ella lo ponía. Era una mezcla de ambas cosas, se sentía culpable por que la quería y por eso es que había decidido reparar el daño, si Zelda no significara nada para él podía simplemente haberlo dejado todo de lado y ya, decirle que continuara con su vida o lo que fuera. Pero la quería, tal vez no la amaba locamente ni nada de eso, pero sentía aprecio por ella, lo suficiente como para darse una segunda oportunidad con la semi veela.

Trató de sonreírle para tranquilizarla y responderle eso, pero ella se adelantaba soltando esa segunda frase que, en un principio lo descolocó. La sonrisa que apenas se había formado en sus labios se fue desvaneciendo hasta que la miró fijamente frunciendo el entrecejo. Pues si… ¿Qué no era así? Tal vez no se lo había preguntado directamente pero se lo había dejado claro después de decirle que…

¿Disculpa? – Dio un paso hacia ella, estaba confundido. Lo había tomado por sorpresa porque efectivamente, él no tenía razones para pensar que Zelda le mentiría, tal vez era demasiado ingenuo pero le creía porque para él Zelda seguía siendo una persona íntegra, porque eso le había hecho creer mientras estaban en esa relación y porque jamás habría pensado que ella pudiera engañarlo con alguien. Él era incapaz de serle infiel, a ella ni a nadie mientras hubiera entre ambos una relación, un compromiso, y eso es lo que esperaba a cambio.

Perdona Zelda… pero no comprendo. ¿Qué estas queriendo decir? …. – Levantó la mirada fijamente hacia ella – El hijo que perdiste ¿Era mío o no?... ¿De quién era ese hijo Zelda? …. – Jamás le había hablado con tanto temor a nadie, no había querido preguntarle eso porque era un idiota que creía en las personas, ahora le había dado un golpe de realidad y saberlo le había afectado más que incluso la misma noticia.
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Mensaje por Zelda Fay Lun Ene 12, 2015 3:45 pm



Estaba en un precipicio, un risco donde las olas del mar golpeaban violentamente contra las paredes rocosas en un ambiente tormentoso. En el filo, con un pie al aire. La reacción de James era tan natural como el aire que respiraban, por pesado que fuera, en esa habitación. No le sorprendía la ingenuidad del ex- Hufflepuff, los de esa casa tenían la fama de ser nobles hasta la estupidez y James encarnaba perfectamente el arquetipo de los amarillos en Hogwarts. Confiaba demasiado en la gente, incluso en la que a leguas se veía que podían clavarle un puñal en la espalda sin sentir remordimientos. Una de esas personas era ella misma, la pelirroja que minutos antes había armado el drama perfecto para hacerlo sentir la peor de las alimañas ponzoñosas sobre la faz de la tierra, que lo había sumido en la culpabilidad y el remordimiento sin una razón segura para ello. Esa escena era como ver una serpiente luchando contra un borrego al que ya le había envenenado una pata. Ahora todo lo que quedaba era ver cómo el reptil se arrepentía de sus acciones, se mordía la cola y se quedaba a observar cómo el borrego se moría lentamente.

Le dio tumbos el corazón. Ya no valía la pena hacerse la villana cuando en el fondo no quería más que James fuera feliz, aunque no necesariamente con ella. Simplemente no podía dejarlo vivir en la mentira, no se podía dar el lujo de hacer planes maquiavélicos con él. Le dolía y sabía que no era lo correcto. Así que esta vez no sólo se puso en el filo del acantilado, como un intento de suicida, sino que se tiró al vacío con decisión. Tras hacerle pasar tanta hiel ahora debía decirle lo que le ocultaba con tanto celo.

Se aferró temblorosa a la varita, casi como temiendo que James se le fuera encima para masacrarla, lo cual era poco probable. Tragó saliva, que más que agua, fue como un tabique sólido que le raspó la garganta. Tomó aire. Era evidente la respuesta a su primer pregunta: no la amaba y no se quedaría con ella por eso, sino porque sentía que le debía algo por la criatura muerta.

Lo lamento, en serio… creíste algo que no era — tenía miedo, estaba aterrorizada — Y si esto tiene que terminar mal por mi culpa, que no he de quitarme la responsabilidad, desquítate conmigo pero no con nadie más… — apretó la mandíbula y miró al techo, casi buscando un deux ex machinae, una intervención divina que pudiera sacarla de ese embrollo — George… era de George — con la varita bloqueó la puerta, por cualquier conducta impulsiva de James. Ahora tendría que hablar con Wildenstein porque eso podía ponerse muy, pero muy grave — Él no lo sabe, así que… por favor, no hagas nada estúpido — le rogó sosteniendo la varita fuertemente.





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Mensaje por James Blue Lun Ene 12, 2015 4:10 pm

¿Qué él había creído algo que no era? … Tardó unos segundos para carburar correctamente sus palabras. Ella le había dicho todas esas cosas y ahora era él quién había creído eso. Varias cosas pasaron a la vez dentro de él, primero se sintió como un idiota por que no entendía muy bien que estaba sucediendo en esa habitación, por que Zelda le había dicho tantas cosas y actuaba como si en verdad ese hijo que había perdido fuera de ambos, que no le paso por la cabeza que estuviera mintiendo o estuviera en un juego de ambigüedades. Las cosas para él eran serias y Zelda se había aprovechado de eso, se había aprovechado de él. Luego hubo unos segundos en los que sintió un alivio, no había sido su culpa que lo hubiese perdido, no había sido su hijo, si algo malo le había pasado a Zelda era por su culpa y luego vino un odio, uno que no sentía por nadie, ni siquiera por Cassandra, por haberse portado de esa manera con él.

¿Qué cosa va a terminar Zelda? …. – Le dijo con ironía – Entre nosotros no se puede terminar nada, porque no existe tal cosa. – Si, había sido duro al decirle esas palabras. Trataba en verdad de mantenerse sereno, pero tampoco era un imbécil que permitiera se jugara de esa manera con él. ¿Y qué hubiera pasado si Zelda no le decía la verdad? Una oleada de ira lo recorrió desde el estomago hasta la garganta y cuando le dijo que el hijo era de George y él no lo sabía, James le dio un golpe con la palma de la mano a la pared, enfadado, tampoco iba a lastimarse, pero tenía que sacarlo de alguna manera.

¿Qué intentabas? Dimelo, ¿Qué intentabas hacer? ¿Crees que soy un idiota con el que se puede jugar Zelda Fay? ¿Lo crees? – Estaba levantando la voz, no le gustaba ser de esa manera pero había acabado con todo el autocontrol que él poseía. No se acercó a ella, en esos momentos la repudiaba tanto que no podía si quiera estar en la misma habitación que esa mujer. - ¿Y qué? ¿Lo hacían mientras estábamos juntos? ¿Se reían de mí a mis espaldas? ¿Sabes qué? Olvídalo, no quiero saberlo, no quiero saber nada de ti, ni de nadie… dijiste que si salía por esta puerta ibas a hacer como que no existo, hazlo, hazlo por favor. No vuelvas a meterme en ninguno de tus juegos y chantajes. No más.

Y sin más sacó su varita y se desapareció del lugar, ya no quería hablar más con ella. Si iba a hablar con George, vaya que iba a tener una seria discusión con él sin importarle que pensara Zelda.
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