Batcave - Kit y TODO DIOS -

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Con Alfred :W

Conjunto:

Odiaba a James en esos momentos, lo odiaba tanto que esperaba que si pedía algo en la barra, le diera cirrosis, congestión alcohólica y que, aparte, si se tiraba a la rubia en cuanto pudiera, que le diera herpes o chancro. Siempre era así, cuando finalmente tenía oportunidad de hacer algo con el jugador de Quidditch, de la nada aparecía una güera y le cagaba los planes. Graciasla cielo y, de cualquier manera, estaba ahí Alfred para hacerle olvidar los malos tragos de ese lugar gótico infernal; la hacía enojar y reír por igual. Al rato ni del beso se iba a acordar. O eso esperaba por lo menos.

Traía los pies ligeramente adoloridos ahora que se le pasaba el efecto del primer drag del porro. Y es que cómo se le había ocurrido que era buena idea andar descalza en ese lugar, con corcholatas tiradas, vidrios, cerveza. Necesitaba llegar a casa, lavarse los pies y ponerse la del tétanos porque seguro que se enfermaba de algo, como rabia, o vampirismo. Agarró fuerte a Alfred del cuello y le apretó aún más los costados.

— Es lo que tiene beber tanto, al rato vas a orinar sangre y entonces serás el mesías de estos, los ciervos del Príncipe de la Destrucción — contestó para luego darle varios besos en la cara, más como para molestarlo que como gesto de cariño — Own, pobre mío, ¿sabes que cada vez que te quejas así se te encojen los testículos, no? Al rato serás mi mejor amiga, me vas a acompañar a escoger ropa y a pintarnos las uñas — cómico era que esa tarde habían estado entre esmaltes coloreándose las manos — Y no llora rímel, Alfred, es que así lloran los góticos. A veces eres tan inculto que como que me das pena— comentó mientras se colocaba los zapatos para luego ser levantada en vilo.

La forma en que la llevaba por entre ese tugurio que olía a muerte, le recordó ese cuento ridículo de Blancanieves. De cierta forma le daba risa que ni ella era una princesa y Alfred era más bien como el tipo malo de esas historias para niños, el que se la pasaba en el libertinaje viendo de qué manera jodía al prójimo. Quizá por eso, lo que le contara de James, le parecería gracioso. Incluso se pasó de largo el gesto que el jugador de Quidditch le hacía para avisarle que se iban de ahí y que ella estaba invitada. Ni de loca iría a sentarse en casa de quién sabe quién, a ver cómo le metía mano a la rubia desconocida.

— Vi a James, lo fui a saludar. Creo que a su acompañante no le caí bien. De cualquier manera ni que me interesara, para mi todas esas fulanas son iguales — y de hecho, sí, todas eran iguales; ante el reproche de la cerveza, Zelda puso en blanco los ojos y le plantó un beso demasiado brusco — Te quejas mucho. Luego te compro tanta hierba como para que no sepas ni por dónde metértela. — el lugar la sofocaba y el calor, con el olor a sudor rancio, estaban por ponerla de mal humor; al llegar a la entrada, se bajó de la cargada de Alfred y sintió, ahora sí, los estragos en sus pies pero no hizo mucho gesto, se aguantó — ¿Y ahora cuál es el plan, Alfie? ¿Estar aquí hasta que nos de la mañana? — inquirió desganada y con toda la intención de dejar en claro que no se planeaba quedar ahí a menos que le diera una muy buena razón.

Probablemente aquello era lo último que habría esperado. De hecho al principio pensó que sería James o cualquiera de los demás que la hacían detenerse porque Darren tenía problemas en mantenerse de pie y lo debían sacar a rastras del antro. Pero desde luego no esperaba encontrarse con Kristján, y menos que le dijera que quería explicarse.
Y ya fuera por el alcohol que había bebido o por lo surrealista de la situación que al principio no supo ni siquiera cómo reaccionar, así que dedicó a mirar la mano con la que el islandés le había agarrado el brazo para detenerla y después lo miró a él, sin entender nada. ¿En serio iba a darle explicaciones sobre porqué habría preferido a Jessy? No, no era algo que quisiera escuchar, menos ahora que ya no se sentía como el ser más idiota del planeta por haberse dejado engañar de esa forma.

- No hace falta que me expliques nada, de verdad. – y no sonaba enfadada. Tal vez si aquello hubiera sucedido con menos días de diferencia respecto al baile de navidad si habría estado furiosa, pero ahora ya había aceptado la situación y su lógica le había hecho ver que no era el fin del mundo ni muchísimo menos – Nos divertimos, y por un instante yo creí que… Bueno, no importa. No salió y ya. No voy a montarte dramas. – no sabía a qué estaba acostumbrado Kristján con las chicas que iba dejando por el mundo, pero ella no tenía intención alguna de pasarse lo que restaba de su estancia universitaria mirándolo mal y odiándolo por no haberla escogido. Ella no era así, y tal vez aquella era gran parte del problema, que no sabía jugar sucio, pero de cualquier modo a aquellas alturas de la vida ya no iba a cambiar.

Además estaba el hecho de que tenían un montón de amigos en común, y que seguirían viéndose fuera de la universidad con bastante frecuencia. No quería tener que sonreírle de forma forzada siempre que se lo cruzara, o saludarlo por fingida cortesía, porque era una estupidez y era una incomodidad que podían ahorrarse.

- Sólo te pido una cosa. Que podamos tratarnos con normalidad, sin incomodidades extrañas. – y casi al momento que terminó de decir esa frase oyó como James le gritaba a través de una de las ventanas del taxi mientras tocaba repetidamente el claxon. Ni siquiera los había visto pasar por su lado hasta el taxi – ¡Ya voy! – gritó en dirección al taxi, para volverse a mirar a Kristján una última vez – Me están esperando… Y a ti seguro que también te espera Jessy… – sin embargo no entró en el taxi todavía. Aún a pesar de que no quería explicaciones que ya no iban a cambiar nada, no iba a dejarlo con la palabra en la boca.

No entendía las explicaciones que él le daba. No entendía que tenía que ver Jasmine en todo aquello y no entendía qué motivo podía haber para haberlo hecho cambiar de opinión si en algún momento habían querido lo mismo.
Pero tampoco pretendía intentar entenderlo, no ahora cuando ya era tarde y todo se había perdido, así que tampoco preguntó a que se refería, y ni siquiera iría a hablar con Jasmine para intentar entenderlo.

- Vale, podemos desayunar un día cuando volvamos a la universidad. – dijo, porque si iban a empezar a normalizar la situación, ese parecía un buen comienzo. Habrían pasado todavía más días y a ella seguramente ya no le importaría oír que él había querido algo a su lado y que luego por alguna extraña razón había cambiado de opinión.

Y con eso se daba por terminada su conversación, así que le correspondió al gesto de despedida y dio media vuelta para subirse al asinento delantero del taxi, antes de que el conductor y James, que parecía especialmente hiperactivo, perdieran definitivamente la paciencia. Le dio las indicaciones de la calle muggle más cercana a Diagon y se hundió en el asiento, sin participar en absoluto con la animada conversación que se daba en los asientos traseros, sin querer pensar porque aquella conversación la había dejado con una sensación agridulce que no podía quitarse de encima. Ni siquiera pensó que sería raro que todos se quedaran a dormir en casa de Darren, porque aunque no había estado ahí físicamente, sabía que era un agujero diminuto. Pero ya pensarían en algo luego, porque ahora mismo, en lo que duraba el trayecto, no iba a pensar en nada, absolutamente en nada.