De nuevo en la boca del lobo

Volver a ese mundo le resultaba muy extraño, incómodo a sobremanera, como si no acabase de convencerse de que pertenecía al lugar en el que pisaba en ese mismo instante. La varita que llevaba en el bolsillo le pesaba, o más bien sentía que así era. Llevaba el pelo corto pero se sentía tan bicho raro como cuando por poco y era una oda al joven manos de tijera por su cabello raro.
Rascaba sin cesar su propia nuca por la ansiedad que llevaba encima. Con una mano no dejaba de tamborilear sobre su muslo mientras que en la otra llevaba una carpeta con varios documentos. Estaba esperando que fuesen las diez de la mañana para entregarlos y acabar finalmente con el proceso de matrícula.

Le habían dado una beca pero el primer pago tenía que hacerlo sí o sí, era carísimo todo aquello y no tenía idea de si en realidad valía la pena. Una carrera universitaria no te garantiza nada pero te da al menos una mayor gama de oportunidades, eso necesitaba él, sólo eso porque a cualquier atisbo de esperanza se aferraría para hacer lo que quería, para tener la vida que quería tener.

Faltaban aún veinte minutos y había llegado temprano por si acaso, por si olvidaba algo, por si la mujer estaba haciéndole una prueba. Él ya había estudiado música saliendo de Hogwarts pero fue en una escuela muggle, casi había olvidado los movimientos de varita y los encantamientos más complicados, sin embargo llevaba repasándolos todo un mes para no acabar haciendo el ridículo.

No le gustaba sacar su varita en público, realmente no era suya, era de aquel chico caído en la guerra, en esa inmensa batalla contra Voldemort que los dejó con un mal sabor de boca que aún Rayder tenía presente. Sentía resentimiento hacia el mundo que buscaba volver a integrar en la búsqueda de un mejor futuro. Su carrera como músico iba en ascenso pero a paso lento, ganaba ya lo suficiente como para estar viviendo solo en un flat amplio pero ubicado en un barrio peligroso, también ganaba lo suficiente como para tener hasta muebles y darles dinero a sus padres.

Lo malo de eso era que la vida de músico no duraba para siempre y necesitaba una fuerte inversión si es que uno no quería venderse a la gran máquina hacedora de dinero. Él no iba a caer en eso, seguiría cantando en los lugares que lo contrataban de noche y de día estaría allí, en Brigantia en Manufactura Mágica si es que lo aceptaban. También a las diez le darían los resultados de sus exámenes, era un día importante.

Diez para las diez y aún no llegaba la encargada.

Distintos compases se arremolinaban en su cabeza, miraba fijamente sus propios dedos, la carpeta había quedado a un lado y se había abstraído en lo que sería el nuevo riff de la canción que estrenaría el jueves en The Red Crocodile, aquel pub nuevo del centro que parecía haber captado tanta atención mediática en las últimas semanas. Anotaba mentalmente lo ya repasado y jugaba a hacer alteraciones de velocidad en su cabeza, todo parecía armarse de forma armoniosa.

Esperaba haber matado valiosos minutos pero sólo dos habían pasado, era evidente que no era su día de suerte o que estaba tan ansioso que los segundos le parecían horas interminables. O sería quizá una señal de que debía largarse, no entregar los papeles y esperar a que su carrera continuase ascendiendo. Estaba en un buen momento, ¿por qué dejarlo todo?

Comenzó a cuestionarse el haber dejado de tener esa como meta principal, le costaba tomar en serio su nueva proyección a futuro. ¿Realmente se veía en Manufactura de Objetos Mágicos? ¿Qué le apasionaba de eso? A él le gustaba la música y ya, Ed le había dicho que podía tener su propia tienda de instrumentos mágicos pero que primero debía aprender a hacerlos para lograr los sonidos que aún no estaban en el mercado, que le convenía innovar.

Estaba a unos segundos de levantarse para buscar de nuevo a la mujer y terminar con todo, que fuese lo que tuviese que ser. Levantó la mirada y allí estaba ella haciendo lo que mejor sabía hacer, cautivándolo con el último ejemplo de su finísima etiqueta social.

Maldita sea. Seguía teniendo esos dos ojos impactantes, esos labios que parecían acariciarlo y si era posible estaba incluso más guapa. Sabía que ahora era madre de tres niños pero no parecía serlo, podría jurar que no tenía ninguno, que era una chica que no había pasado por ese caos que a muchas arruinaba pero que en ella había sacado un brillo particular, parecía haber pulido su ya flamante existencia.

No había notado que se le quedó mirando y tuvo que tomar aire un par de veces antes de contestarle cuando la tuvo en frente, no sabía si acercarse o si ignorarla, quizá sólo tendría que contestarle como si nada. Se levantó sin gracia y mostrando algo de torpeza, sabía que era posible que se la encontrase ahí pero tenerla en frente era demasiado.

-Algo…-sin siquiera pensar más de dos segundos en ello acabó en un soplo con la distancia que los alejaba y le dio un beso corto en los labios, quizá de cuatro o cinco segundos como si aquella fuese la manera de saludar a alguien que hacía cinco años o más no se veía. Se arrepintió apenas tuvo unos milímetros entre los labios de ella y los propios, volvió a sentarse y colocó los papales sobre su propio regazo. -Abren a las diez, faltan unos cinco minutos.-

Hacía años no sentía que era un chiquillo tonto, tal vez sólo un par, pero durante dos años ya se había acostumbrado a no tener ese vacío en el estómago y tampoco a sentir que sus extremidades estaban siendo recorridas por caprichosas descargas de electricidad. Se sentía como un quinceañero temeroso, inexperto en tener cualquier cercanía con una chica. No era amor, no podía serlo después de tanto tiempo, era guapa pero no era posible que en eso basase algo tan fuerte.

Quería a Sandra, estaba enamorado de ella y por mayores razones que las que lo ataban a Frances. No era por algo inconcluso como le gustaba decir a las parejas que llevaban tiempo separadas, era como si todo se hubiese detenido en el tiempo, como si estuviese frente a ella en el campo de Quidditch cuando llegaron el islandés y Jessy, cuando se gritaron cosas, cuando todo se fue realmente a la mierda.

La verdad siempre todo fue una mierda, desde su enamoramiento inicial hasta que la vio con Crawford, luego con Alechinsky, luego con uno y otro pero que no podían quererla como él, era simplemente imposible, nadie la iba a querer como él la quería. Y por tener ese tipo de pensamientos todo continuaba igual de embarrado, ahogado en aquella angustia que lo siguió todos los meses que estuvo detrás de ella esperando algo de consideración de su parte, por lo menos algo de cordialidad.

Ese maldito beso no había sido planeado, era como si su maldito cuerpo se esforzase por joderle la cabeza, por demostrarle que ella seguía resultándole magnética. Pensó en Sandra pero alejó su recuerdo por su propio bien, se repetía que el haberse alejado de ella fue lo mejor en ese momento, por iluso creía que la poca duración de ese beso no significaba nada.

Vio aquel gesto con el que limpiaba esa lágrima y sólo quiso acercarla a él para besarla de nuevo, aunque sea en la frente como tanto le jodía a ella, quería una excusa para llevarla a su lado y ella no le hacía las cosas fáciles. Sentir su tacto nuevamente sólo reblandeció su voluntad, sus hombros parecían haberse caído algunos centímetros.

-Tú sigues igual que hace…¿cuántos han sido? ¿Ocho años? No, algo menos...seis quizá, o siete. Aún pareces de dieciséis años.-y él parecía el mismo imbécil de diecisiete que no recordaba los mil golpes, insultos y malacrianzas de siempre-No esperaba verte aquí…en la universidad. ¿Cómo has estado? No supe más de ti desde la guerra.

Seguramente se seguir tan enamorado de ella como hacía ocho años le hubiese dicho que era capaz de criar a sus hijos como propios, que se largase con él porque de una maldita vez podían ser felices. Su cabeza parecía haber caído bajo cualquier maldito hechizo que segregasen sus palabras, su aroma o esa mohín de niña engreída que le recordaba que de verdad podía dejar de ser una perra miserable.

No la odiaba más, lo hizo durante mucho tiempo pero ya lo tenía en el pasado y esperaba que esa época no regresase. La vio ir hacia la secretaria y se levantó tras ella pero sin avanzar, sólo debía recibir su sobre de resultados y entregar lo que le faltaba. La secretaria lo llamó con la mano porque ya lo conocía pero prefirió darle su espacio a Frances, después de todo ella sólo podía arruinarlo.

Sería una maldita ruina feliz pero una ruina al fin y al cabo. Sabía que si cedía acabaría con su espíritu, su orgullo y su amor propio. Ella estaría feliz de acabar con todo eso, era como una niña grande que amaba romper sus juguetes.

Sonrió ante ese último pensamiento porque le enternecía, pero…era ahora madre de tres, era una mujer distinta a la que conoció, a la que le ayudaba con su cabello raro y que se quedaba escuchando esas melodías melosas que no sabía que estaban inspiradas por ella. Frances siempre fue la musa perfecta, aquella esquiva e impredecible que sólo podía generarte emociones fuertes, nunca había estabilidad a su lado, nunca se sabía si todo estaba bien o mal, simplemente te permitía hacerte ideas de ella que luego desmentía con descaro, negando cualquier esperanza que te hubiese dado.

Apenas la vio dar un paso al lado se acercó con una sonrisa a la secretaria y le entregó los documentos, ella lo felicitó antes de darle el sobre así que era evidente que estaba aceptado. Apretó el sobre en su mano antes de agradecerle a la mujer pero no llegó a abrirlo, sólo había asentido para responderle los buenos deseos a Frances cuando le dijo aquello de café.

Era una clara señal de que debía irse, de que debía salir de allí porque ella continuaba haciendo cosas que no parecían compartir relación con lo que había hecho minutos antes.

-Vamos a hacer lo que sea.-contestó divertido como si fuese el diciembre de hace 10 años, olvidando todas esas señales luminosas que cubrían el hermoso rostro de Frances, que parecían advertirle de la criatura que eventualmente aparecería, que le recordaban que estaba enamorado de Sandra, que ella lo estaba esperando a la salida del trabajo.-Pero no aquí, no quiero ver a nadie más. Vamos a mi casa, es simple pero tengo pizza que ordené anoche. Todavía sirve, espero.

Muy bien Dave, te faltó decirle “porque sé que Sandra no llegará en horas y necesito un lugar en el que nadie me impida quedarte viendo como un idiota”.

Era estúpido pensar que las cosas no iban a cambiar entre ellos pero parecían dispuestos a fingir que sí, que se llevaban como siempre, que eran un par de chiquillos sin mayor responsabilidad que la de pasar alguna materia o la de mantenerse a salvo de los castigos.

No conocía bien la universidad así que asintió a lo que ella acababa de decirle, guardó el sobre con sus resultados en el bolsillo trasero de su pantalón y apenas salieron del área administrativa sacó un cigarrillo que encendió como una forma de hacer algo que no evidenciase el silencio incómodo que acababa de formarse entre ambos.

El problema es que daba pie a que recordase cosas, a que volviese a tener esas imágenes fugaces cruzando su mente como cometas que buscaban estrellarse contra él, o más bien estrellarlo contra la realidad. ¿De verdad estaba invitándola a su flat? No le gustaba ni que su hermano fuese muy seguido, Sandra era la única que iba sin criticar su desorden, ese que para él era elemental.

Le hizo una seña tras cruzar la puerta como para que lo guiase, no le dijo nada porque no tenía idea de qué decir, sólo atinaba a añorar un poco de su tiempo como si fuese lo único necesario para que valga la pena todo el caos que podía formarse. Era adictivo tenerla cerca, era peligroso, era dañino para cada célula de su cuerpo pero aún así buscaba ese maldito veneno que ella llevaba encima, era como si el sólo saberse en peligro inminente lo impulsase más.

-¿Por dónde es? Sólo he venido de visita un par de veces.-miraba hacia ambos lados como esperando que llegase cualquiera de los que conoció en su época escolar a joderle el momento, el puto momento, a sacarlo de aquella falsa felicidad que se resumía en el hecho de simular que no habían pasado por todo aquello, que realmente iban a comer pizza y que no había nada de malo en ello.-

Simplemente estaba en un estado de negación que comenzaba a enojarlo, su rostro calmado ahora mostraba el ceño fruncido por la sola idea. No quería que lo vean, no quería que lo descubran, que se enteren que estaba siendo el mismo imbécil de antes, que estaba comenzando a agrietar su relación con Sandra a sabiendas de eso, a sabiendas de que aquello por lo que estaba jugando al borde de la navaja era algo idílico, irracional.

La tomó del brazo para detenerla cuando le pareció ver a un par de sus antiguos compañeros caminando por ahí, la acercó un poco y mirándola de cerca le habló.-¿Falta mucho? Realmente no quiero ver a nadie más.-esperaba que entendiese que en realidad ese era un punto importante.[/color][/b]

No quería que lo vean con ella, no quería escuchar que alguien lo llamase por su nombre, no quería pensar en absolutamente nada. Rascó su nuca con fuerza como buscando escarbar en su cabeza para sacar una respuesta rápida. No hubo ninguna. El rostro de Sandra se le cruzó por la mente, su sonrisa, la maldita sopa que le hacía cuando tenía tocadas hasta muy tarde. La quería, ¿qué estaba haciendo entonces?

-Estoy seguro, vámonos.-vámonos a la mierda, vámonos a la luna, vámonos a donde quieras pero vámonos. Vámonos sólo porque no aguanto el estar sin ti ahora, porque si no vas conmigo me voy a volver loco. Vámonos ya porque no estoy seguro.-

Aún recordaba cómo aparecerse, la tomó del brazo sólo porque su mano estaba muy lejos y sacó la varita para hacer el hechizo antes de arrepentirse, antes de que ella se escabullese al darse cuenta de que no quería estar a su lado en público, que la quería pero para él, no frente a todos. Sintió cómo se le movía el estómago de un lado al otro, cómo daba vueltas todo a su alrededor pero no cerró los ojos.

Ella tenía los ojos cerrados y podría haberla besado de no creer que podía desmembrarla. Era su tonto, su tonto privado, al que iba a pisotear por lo menos una vez más porque no encontraba el modo de desligarse de ella. Porque la estaba llevando a su maldito flat sólo porque ya no eran niños, porque ya no quería darle un beso en la frente. No era un violador pero moría por besarla, besarla bien.

Cayeron sobre la única alfombra del lugar, era sólo una gran habitación llena de cosas revueltas, nada elegante, había un lugar para su batería cerca a una bañera que estaba en la sala y el baño estaba justo al lado de lo que debería ser su cocina, al entrar parecía diminuto pero al abrirse en forma de L dejaba que uno se moviese. El uso del espacio no era el mejor, estaba todo mal distribuido pero era barato y siendo uno mago no estaba bajo el temor de que le roben los delincuentes del piso de abajo.

Tenía hechizos anti sonidos para evitar escuchar las peleas ajenas y el ruido de algunas balas, la estructura estaba fortalecida mágicamente para que no puedan romper la puerta y ese tipo de cosas le permitían dormir tranquilo.

-Aquí estamos, ¿no es todo un palacio? Si tiene tiempo te hago el tour.-estiró un poco el edredón que estaba sobre la cama, hacía días que no tendía la cama, caminó unos tres pasos hasta el área de la sala y le indicó un lugar en el que sentarse. Afortunadamente no tenía medias sucias por todos lados.-Eres la última persona a la que esperaba ver hoy, te ves increíble. Bueno…ehm, tengo una americana, una con piña, una full carne y una vegetariana. ¿Qué te provoca?

Casucha de Dave

Se rió por aquello de que era una niña, esa era la de Sandra pero no se detuvo a explicárselo. Puso dos rebanadas de pizza americana en el microondas y dos de la de carne, mientras esperaba a que calentasen cogió un pedazo frío y fue comiéndolo. Se sentía extraño, algo presionaba la boca de su estómago haciéndolo sentir el vacío que allí tenía.

Apenas estuvo todo caliente lo puso en un plato, aprovechó ese lapso de tiempo para pensar en qué responderle. Eran muchas las razones por las que se fue, ella era de las principales, el no querer volver a verla aunque ahora estuviese sentada en su departamento como si fuesen viejos amigos. La había visto besar a más hombres que a nadie pero aún así continuaba creyendo que parte de ella le pertenecía. No importaba que fuese la esposa de Tobías.

-Necesitaba alejarme de…-de ti, eso quería decirle. Alejarse de ella, de esa boca que le rogaba que la volviese a besar, de esos malditos recuerdos que sólo le habían roto el corazón. La foto de Sandra lo miraba de forma reprobatoria, si hubiese recordado en donde estaba probablemente la hubiese volteado para no sentirse tan mal. -De todo, me sentía ajeno a todo ese mundo. Como si estuviese viviendo la vida de alguien más.

Le pasó su plato y abrió el mini refrigerador que tenía al lado del sillón, sacó una cerveza para ella y otra para él. Bebió un largo trago de la propia para pasar saliva como si aquello fuese a ayudarlo con su habilidad para decirle cosas interesantes para hacerla sonreír. No sabía qué quería, tampoco si lo hacía por probar algo o porque no había podido dejarla ir.

Se sentó a su lado y metió un pedazo de pizza a su boca. Si alguien le hubiese dicho esa mañana que iba a estar allí con ella no lo hubiese creído, menos a su lado alargando la mano para acariciar su antebrazo, concentrado en su piel.

-Tú tampoco escribiste, pensé que me habías olvidado. ¿O me echaste de menos?-esperaba que le dijese que sí lo había echado de menos, pero estaba seguro que si le decía que no iba a basarla. Era como si desease ser lastimado por ella, que lo haga sentir en carne viva todo aquello, esperaba que le quemase el alma entera. -Soy un maldito masoquista.-agregó eso último en un susurro, riendo un poco y pasando una mano por su propia cabeza, sin saber si lo había escuchado porque fue un poco más para él que para ella.-

No insistió más con aquello de su falta de contacto porque él pecó con lo mismo, el tampoco escribió y jamás planeó hacerlo. ¿Pero qué podía decirle? ¿Qué tal la vida de casada? ¿Cómo están los hijos? ¿Te follaste a alguien que no sea tu marido? ¿Sigues tan zorra? ¿Aún hueles igual? ¿Recuerdas cómo me rompiste el corazón y cada pedazo de alma que me quedaba para cuando todo acabó? ¿Te sienta bien el clima actual? Nada de eso era material para una carta.

Por lo menos de algo le sirvió, ella no lo sabía, o al menos Dave creía que no tenía idea de que una de las canciones acerca de ella que continuaba cantando en las ciudades a las que iba a tocar había alcanzado cierta fama en un pueblito de Cincinnati. Hasta le habían hecho una entrevista en una radio local por esa canción, a Sandra le dijo que salió de inspiración casual, no de esos escenarios que repasaba una y otra vez en su cabeza.

Se sorprendió de que hubiera escuchado aquello último, abrió los ojos y ocultó una sonrisa nerviosa entrecruzando los dedos sobre su propia boca. Pensó primero en negar el haber dicho eso o el dar una explicación tonta pero realmente era un masoquista, sólo se lo demostraba una y otra vez. Lo era por volver, por hablarle, por no quitar la mirada de su rostro, por haber aceptado el tomar un café con él, por estar en su departamento con ella, por no dejar de mentirse acerca de que eso es una buena idea y no prácticamente un suicidio.

Mentirle o soltarle alguna respuesta que diga y no diga a la vez lo que realmente había querido decir con eso. Daba lo mismo, realmente daba lo mismo si no pasaba de eso pero claro, el masoquista de Rayder no quería dejarlo ahí, no se sentía capaz de pasar un minuto más fingiendo que todo estaba bien, que no moría por joderse la vida. Acabó lo poco que quedaba de su cerveza en un solo sorbo.

-Por todo…por ti.

Bajó hasta la altura de Frances y adelantó sin pensar el rostro hasta el de ella para besarla, esta vez sin separarse a los pocos segundos, saboreaba sus labios con dedicación y lo que creía sería su siguiente reacción, una violenta que probablemente cachetearía su cabeza de nuevo para confundirlo nuevamente, para convencerlo de algún estúpido argumento que lo hiciese creer que no podía vivir sin hacer lo que estaba haciendo.

Su mano por encima de su nuca sólo hizo que desease más ese beso, ella no le respondía pero su simple roce bastaba para que lo disfrutase. Cuando le pidió que espere se quedó cerca de ella, mirándola como si esperase una razón lo suficientemente buena como para hacerle caso.

Verla molesta sólo aumentó las ganas que tenia de hacer todo eso, de meterse en aquel remolino sin salida que ya conocía bien y que esperaba le dejase unas marcas profundas y dolorosas, que lo hiciese sentir ese vacío existencial, ese dolor crónico en alguna parte del pecho que no llegaba a reconocer. Quería verla y sentir que moría.

Negó en su cabeza lo del matrimonio feliz con Tobías, no podía ser feliz con él. No estaría allí a su lado, eso le hizo creer que no era del todo feliz con Sandra y simplemente se dedicó un par de segundos a convencerse de que eran cosas totalmente distintas. Sandra lo hacía sonreír, era increíble…pero era Frances.

-¿Hace años? Está bien, está bien…por ti voy a retroceder el tiempo, por ti mataría. Es 1979, si quieres puede ser 1978. Puede ser el maldito siglo trece si me lo pides.-la tomó de ambos brazos, la sostuve justo frente a él y dobló un poco las piernas para poder quedar a su altura. -Estamos en 1978, ¿ahora qué?

Pasó una de las manos sobre su mejilla, realmente parecía estar frente a la misma Frances de hace ocho años por la que vivía, que tenía el peor carácter de todos y que le hablaba cuando no tenía a otro rondándola, cuando no se la llevaban al bosque a follar. ¿Por qué le gustaba tanto eso? Estaba enfermo o algo, estaba loco para tomar esas como virtudes.

-No se trata de…carajo, no sé cómo me haces sentir así.-tuvo que tomar una bocanada grande de aire, seguía frente a ella, acuclillado, pasaba una mano por una de sus piernas como por inercia.-¿Pretendes que te de una explicación de por qué no pienso en otra cosa que en ti en este momento? No la tengo, he evitado pensarte por años pero te tengo en frente y tengo esta perversa necesidad de besarte, de tocarte, de follarte como un maldito loco. No todo tiene que ser lógico o…¿acaso ya no te pasa que simplemente las cosas te llaman? -

Sintió su mano quemando contra su rostro, le habían dolido más sus palabras. Estaba distorsionando todo, como siempre, estaba inventando cosas para convencerse de que no debía estar con él.

-Golpéame de nuevo, si eso te hará sentir mejor hazlo.-le puso la cara en frente para que lo haga, señaló con un dedo la misma mejilla que le acababa de abofetear. -Si crees que es una puta venganza puedes largarte de una vez, pero primero intenta darte cuenta de cómo son las cosas…¿realmente me ves intentando lastimarte? ¡Toda la vida fui tu alfombra! ¿Y sabes qué? Me encanta, me encanta que me pisotees entero, me encanta que me grites y que enloquezcas.

Se acercó de forma peligrosa a ella, sabía que eso no le hacía ningún bien, que no necesitaba volver a captar su aroma, que no había necesidad de que se torture con eso, que ella más que a Tobías tenía a sus cuatro o cinco hijos. Ya no era la misma chiquilla libre de compromiso que fue alguna vez, aunque para él jamás lo haya sido.

Siempre para él era que estaba con el eterno amor de su vida, siempre estaba confundida, nunca quería lastimarlo. Ahora quería que lo lastime, quería que no recuerde ni su nombre y que lo bese. No iba a encapricharse con eso, luchaba para que no se convirtiese en eso. Había quitado la mirada de ella para no encerrarse en esos ojos pero tuvo que volver la mirada a ellos para hablarle.

-Hasta hace una hora no tenía ni la más remota idea de siquiera sentarme a tu lado. Ahora sólo puedo esperar que me dejes quedarme un momento más contigo, ¿no ves que esto es lo de siempre? Que estoy aquí contigo por las mismas razones de siempre, porque prefiero respirar ese algo tóxico que tienes a vivir sin ti.

La única forma de vivir tranquilo sin ella era no viéndola, estando separado por varios kilómetros de distancia sin siquiera escuchar su nombre. Ahora estarían juntos en la Universidad, no sabía cómo aquello podía resultar bien.

-Estás inventando cosas para convencerte de que esto no debe suceder, ¡mírame!..o mejor dime lo que sentiste, ¿eso parecía un beso vacío? ¿un beso de los que se dan por joder? Dímelo.

Estaba frente a su eterno fantasma, al que aparentemente nunca se iría, la miraba y sólo le quedaba sonreír un poco incluso frente a su negativa, a sus palabras que lo regresaban a la realidad. ¿Por qué todo sonaba tan distinto saliendo de sus labios?


-Yo no vine a buscarte para poner todo de cabeza.-le dijo con una media sonrisa que no llegaba a serlo del todo, mirándola enternecido por ese reclamo, escuchaba a medias lo que le decía porque sabía que si lo pensaba demasiado acabaría sintiéndose una mierda de persona. Por primera vez en su vida estaba siendo completamente egoísta, lo mejor era que lo estaba siendo a su lado. -Creo que de alguna forma esperaba encontrarte, contigo vale la pena hasta lo del veneno.

Negó con la cabeza divertido ante su propia repuesta, ya ni siquiera la conocía en ese momento, no sabía si su comida favorita seguía siendo la misma o si aún disfrutaba abrazar hipogrifos pequeños pero estaba seguro que realmente valía la pena cualquier cosa que viniese de ella. Estaba siendo testarudo, iluso, lo sabía y prefería serlo a ponerse a pesar todos los factores que gritaban por ser escuchados. Lo del Obliviate lo dejó pensativo un par de segundos pero todo cayó a la misma cesta.

-Estoy aceptando que a cada segundo me mates un poco más, lo del Obliviate no es mi idea favorita….pero podemos discutirlo si quieres, sabes que no sé decirte que no.- la acercó por la cintura rodeándola con un brazo y agachando su cabeza para pegarla a la frente de la de ella, en ese instante todo parecía tan sencillo, como si realmente no hubiese ninguna complicación, como si fuese lo más normal del mundo.-

Había sido sincero con aquello del Obliviate, si podía evitar que lo hiciese así iba a ser, pero si ella insistía no iba a ser capaz de negárselo. Iba a dárselo como quien le da un dulce a un niño. Todo lo que había forjado de carácter en esos años se le iba con ella, con ella parecía que todo era distinto. Sabía que era una ilusión y que no podía compararlo con lo que era tener una relación de años en la que a veces las cosas no se presentaban tan idílicas, no podía compararla con Sandra pero en el momento había comenzado a recordar esos pequeños detalles por los que peleaban, esas fallas de ambos en un intento de enaltecer más a Frances.

Besó su nariz sólo como excusa para llegar nuevamente a su boca, atrapó su cintura con el brazo que aún le quedaba libre y abrió los ojos solamente para repasar sus facciones un segundo más. Jugó su labio superior un par de veces, esperando esta vez que le respondiese.

Sentirla tan cerca le trajo muchos recuerdos, algunos más antiguos que otros, unos más memorables que otros. Recordaba aquella vez en la que corrieron semidesnudos por los jardines de la casa de la madre de Frances durante una importantísima cena, cuando despertaron juntos asumiendo que no había pasado nada, cuando le ayudaba con sus pinchos en la cabeza, cuando la besó por primera vez, la última vez que lo golpeó en la escuela, su matrimonio, cuando la vi en el Callejón Diagon y simplemente se alejó.

Sintió sus manos acariciando su nuca, sentía que la piel se le acababa de hacer de gallina y sus sentidos respondían más rápido que hacía unos minutos, bajo su blusa asomaba una franja pálida que no podía ver pero que reconocía al tacto, su piel estaba fría y era tan suave como un maldito pétalo de flor. Podría hacer en ese momento diez canciones acerca de aquella tirana pieza de perfección.

Disfrutaba su tacto, su mordida, su cercanía que aceleraba su pulso al punto en el que creía que en cualquier momento podía caer muerto con una estúpida sonrisa en el rostro. Atrapó con ambas manos la piel que tuvo cerca como si estar así de cerca no fuese suficiente. No lo era, necesitaba más, cada vez el beso se intensificaba más, cada vez se agrandaba más esa necesidad latente, sentía que si se desconocía podría comenzar a arrancarle la piel a mordiscos.

Una de sus manos pasó por el borde de su blusa para eludir la invisible barrera que representaba, sus dedos parecían ansiosos por explorar su piel suave, la tocaba como glorificándola, disfrutando cada segundo de aquello. Alejó el rostro del de ella para mirarla por unos segundos, sentía la enorme necesidad de mirarla como para saber que no estaba alucinando.

Besó su boca, luego y mejilla y bajó a su cuello. Olía estúpidamente bien, parecía que en ella se habían inspirado para darle aroma a las malditas flores, era imposible que fuese tan perfecto. Estaba jodido hasta la coronilla pero si se tenía que ser así no le quedaba más que sumergirse hasta el fondo porque si algo había aprendido era que con ella nunca había puntos medios.

-Creo que me has drogado, no logro sacarme esta maldita sonrisa del rostro.-le dijo aún desde su cuello, sentirla contra él era suficiente para hacerlo delirar, necesitaba más de ella porque no le bastaba con su aroma o sus besos, necesitaba saberla suya aunque sea un poco, aunque no fuese a ser siempre así.-

Sus manos pasaron a recorrer sus caderas, quizá presionaban más de lo que deberían pero quería sentirlas, grabarlas en su tacto. Ya estaba desquiciado y la causante sabía cómo hacerlo olvidar eso en un segundo.

Sintió como ese beso calaba por sus huesos, cómo parecía escabullirse por sus venas para hacerle sentir un algo tibio que le recorría el cuerpo, que movilizaba sus extremidades que ahora sólo necesitaban atraparla para siempre. Para siempre era mucho tiempo pero podía ofrecérselo en ese momento, podía ofrecerle el sostenerla cuando todo cayese sobre ambos. Porque evidentemente iba a ser así, eventualmente, pero no en ese mismo momento.

Le hizo caso omiso a sus palabras negando con la cabeza, intentando deshacerlas con ese simple movimiento como si realmente fuese tan fácil. Le pidió que no diga más como si con eso todo se resolviese, como si no decirlo en voz alta significase que no era tan grave, que estaban haciendo lo correcto, que merecían eso.

Cuando se alejó intentó retenerla tomándola del brazo pero ella fue más rápida, ella siempre llevaba la ventaja, siempre estaba por delante del pobre tonto que continuaba mirándola como si realmente no hubiese cosa más gratificante en el mundo.

No le mostró en dónde estaba el baño, esta vez sí atrapó su muñeca y la acercó hacia él con fuerza para que su cuerpo no pueda oponer resistencia porque ya no iba a dejarla ir con tanta facilidad. No podía, sería como dejarla para siempre, como si aquello no hubiese significado nada, como si estuviese poniendo todo en bandeja de plata para todo el mundo, otra vez. Seguramente le encantaba eso, jugar con él hasta llevarlo a ese punto.

-No puedo prestarte el baño, no puedo dejar que te vayas. No te vas a ir porque te largas y me voy a echar un tiro, ¿sabes? ¿Crees que me voy a quedar pensando en lo linda que es la vida que llevas con Tobías con una puta sonrisa en la cara? ¡Dímelo!-le soltó la muñeca pero se arrepintió al momento porque sabía que era capaz de desaparecer al mínimo descuido. Volvió a apropiarse de ella.-

Adelantó su mano libre para atraerla más, pasó de su cintura a explorar los bordes de su blusa, a nuevamente internarse en esa piel maldita.-Eres capaz de engañarme y largarte en cualquier momento, pero si lo haces te voy a buscar, no van a volver a pasar cinco años. No van a pasar ni cinco minutos.