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De Artes Oscuras y otras
2 participantes
Brigantia86 :: Campus :: Consejo Escolar
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De Artes Oscuras y otras
Entrenamiento para Auror no era precisamente la carrera que había soñado. Toda su vida, estudiar Artes Oscuras en Brigantia, que tenía un excelente programa, había sido una de esas pequeñas metas autoimpuestas, pero desgraciadamente no tenía vía legal para hacerlo.
Después de todos los juicios que había tenido que pasar tras la caída de Voldemort gracias a la Marca Tenebrosa que llevaba tatuada en el brazo, le habían prohibido estrictamente estudiar Artes Oscuras. No podía llevar ninguna materia y ni siquiera tenía facultad para entrar como oyente. Había renunciado a ella para volverse “Auror”, en donde aunque se enseñaban cosas bastante útiles –y lo estaba viendo, también, como oportunidad para estudiar ciertos puntos débiles- no terminaba por sentirse bien. Era una estupidez que mugrosos como Tobias Alechinsky pudieran cursar esa carrera y él no.
Pero no pensaba quedarse tranquilo. Aquella tarde investigó los horarios del profesor Goldenshore y lo buscó en su despacho cuando supo que tenía tiempo muerto entre clases. Con la caída de Voldemort poco se sabía de quienes aún le eran leales. Damien sabía de algunos pero en su mayoría eran muchachos de su edad, no tenía idea de los que habían sido veteranos en ello. Y no se podía confiar en nadie cuando se estaba todavía tan a la caza de algunos magos. Así que se podía decir que se estaba arriesgando. De cualquier modo no iría ahí en calidad de mortífago, sino como un alumno cualquiera con ganas de aprender más, que simplemente había sido tratado injustamente.
Tocó la puerta y cuando creyó escuchar que tenía permiso para entrar, lo hizo tranquilamente. Se acercó un poco al escritorio del profesor para que pudiera verlo bien.
-Espero no molestar, vengo a tratar con usted un asunto urgente. Es académico, ¿tiene tiempo?
Después de todos los juicios que había tenido que pasar tras la caída de Voldemort gracias a la Marca Tenebrosa que llevaba tatuada en el brazo, le habían prohibido estrictamente estudiar Artes Oscuras. No podía llevar ninguna materia y ni siquiera tenía facultad para entrar como oyente. Había renunciado a ella para volverse “Auror”, en donde aunque se enseñaban cosas bastante útiles –y lo estaba viendo, también, como oportunidad para estudiar ciertos puntos débiles- no terminaba por sentirse bien. Era una estupidez que mugrosos como Tobias Alechinsky pudieran cursar esa carrera y él no.
Pero no pensaba quedarse tranquilo. Aquella tarde investigó los horarios del profesor Goldenshore y lo buscó en su despacho cuando supo que tenía tiempo muerto entre clases. Con la caída de Voldemort poco se sabía de quienes aún le eran leales. Damien sabía de algunos pero en su mayoría eran muchachos de su edad, no tenía idea de los que habían sido veteranos en ello. Y no se podía confiar en nadie cuando se estaba todavía tan a la caza de algunos magos. Así que se podía decir que se estaba arriesgando. De cualquier modo no iría ahí en calidad de mortífago, sino como un alumno cualquiera con ganas de aprender más, que simplemente había sido tratado injustamente.
Tocó la puerta y cuando creyó escuchar que tenía permiso para entrar, lo hizo tranquilamente. Se acercó un poco al escritorio del profesor para que pudiera verlo bien.
-Espero no molestar, vengo a tratar con usted un asunto urgente. Es académico, ¿tiene tiempo?
Damien Holland- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 18/11/2014
Re: De Artes Oscuras y otras
Volver al ruedo, reincorporarse a su profesión, cultivar mentes jóvenes, intentando que no se desvíen de una concepción adecuada del mundo, era todo un placer para el alma. Acacius era un hombre de mediana edad, pero siempre estuvo preocupado, sobretodo luego de la caída de Voldemort, por su legado a la próxima generación. No es que estuviera pensando en retirarse, de hecho se sentía con el balance justo entre sabiduría y energía para seguir luchando, sino que quería evitar que la muerte lo tomara desprevenido.
Le gustaban los ambientes grandes, era más fuerte que él, no soportaba espacios reducidos para pasar el tiempo. Incluso siendo oficinas grandes como las que proporcionaba Brigantia a sus profesores, aún le pareció pequeña, por lo que el primer día se tomó el trabajo de ampliarla mágicamente, sin que se percibido desde el exterior. Clásico Encantamiento de Expansión Indetectable. En el salón cuadrado, de unos seis metros de lado, había un par de ventanales, a la izquierda de la puerta de entrada, que consistían en dos puertas vidriadas, de tres metros de altura, con ventanas semicirculares en su cima. Con lo que había una excelente iluminación natura, y vista a los terrenos de la Universidad. En el rincón más cercano a la entrada había 4 sillones monoplaza y una mesa ratona. Y al fondo de la sala estaba el escritorio del profesor. A los costados había varías vitrinas y bibliotecas cargadas de múltiples objetos y libros de apariencia atractiva-repulsiva.
Estaba sentado en su escritorio, con un artefacto plateado frente a él, era del tamaño de una naranja pero con forma esférica perfecta. A su derecha humeaba una taza de café negro, mientras que una gata blanca de ojos verdes miraba desde arriba de la biblioteca que descansada en la pared del fondo. Varita en mano, ojos clavados en la esfera, el metal comenzó a retorcerse y cambiar de forma, hasta que golpes en su puerta cortaron la concentración haciendo que el metal retome su forma esférica.
-Adelante-
La voz de Acacius era siempre serena. Era un hombre de modales de hierro, forjados en un seno familiar conservador y ritualista que daba gran importancia a todas las pequeñas ceremonias de la convivencia social. En ese momento, para sorpresa y gusto del profesor, entró a su despacho Damien Holland, un muchacho sumamente talentoso que era, en los ojos de Acacio, una de los herederos de la voluntad restauradora que no podría descansar hasta conseguir su objetivo.
-Damien, muchacho, que agradable sorpresa-
Desde que se incorporó a los Mortífagos, Damien había sido el joven más cercano a Acacius quien, por petición del padre de Damien, había sido la mano de la experiencia, siempre dispuesto a promover el crecimiento de tan prometedor joven.
-No hay forma alguna en que tú puedas molestar. Toma asiento aquí, frente al escritorio, y dime qué necesitas. ¿Un café?-
Le gustaban los ambientes grandes, era más fuerte que él, no soportaba espacios reducidos para pasar el tiempo. Incluso siendo oficinas grandes como las que proporcionaba Brigantia a sus profesores, aún le pareció pequeña, por lo que el primer día se tomó el trabajo de ampliarla mágicamente, sin que se percibido desde el exterior. Clásico Encantamiento de Expansión Indetectable. En el salón cuadrado, de unos seis metros de lado, había un par de ventanales, a la izquierda de la puerta de entrada, que consistían en dos puertas vidriadas, de tres metros de altura, con ventanas semicirculares en su cima. Con lo que había una excelente iluminación natura, y vista a los terrenos de la Universidad. En el rincón más cercano a la entrada había 4 sillones monoplaza y una mesa ratona. Y al fondo de la sala estaba el escritorio del profesor. A los costados había varías vitrinas y bibliotecas cargadas de múltiples objetos y libros de apariencia atractiva-repulsiva.
Estaba sentado en su escritorio, con un artefacto plateado frente a él, era del tamaño de una naranja pero con forma esférica perfecta. A su derecha humeaba una taza de café negro, mientras que una gata blanca de ojos verdes miraba desde arriba de la biblioteca que descansada en la pared del fondo. Varita en mano, ojos clavados en la esfera, el metal comenzó a retorcerse y cambiar de forma, hasta que golpes en su puerta cortaron la concentración haciendo que el metal retome su forma esférica.
-Adelante-
La voz de Acacius era siempre serena. Era un hombre de modales de hierro, forjados en un seno familiar conservador y ritualista que daba gran importancia a todas las pequeñas ceremonias de la convivencia social. En ese momento, para sorpresa y gusto del profesor, entró a su despacho Damien Holland, un muchacho sumamente talentoso que era, en los ojos de Acacio, una de los herederos de la voluntad restauradora que no podría descansar hasta conseguir su objetivo.
-Damien, muchacho, que agradable sorpresa-
Desde que se incorporó a los Mortífagos, Damien había sido el joven más cercano a Acacius quien, por petición del padre de Damien, había sido la mano de la experiencia, siempre dispuesto a promover el crecimiento de tan prometedor joven.
-No hay forma alguna en que tú puedas molestar. Toma asiento aquí, frente al escritorio, y dime qué necesitas. ¿Un café?-
Acacius Goldenshore- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 25/11/2014
Re: De Artes Oscuras y otras
Damien obedeció y se sentó en la silla frente al escritorio. Había intentado volver menos dura su expresión con el tiempo, pero solamente había fracasado. Seguía siendo el mismo chico de apariencia desgarbada, que no se comparaba en nada a su gallardo hermano Daniel, que siempre parecía tener una expresión de inconformidad e incomodidad en la cara. Miró fijamente al profesor, sin saber hasta dónde habían llegado sus lealtades aunque haciéndose una idea.
-No, gracias.
Agregó parco al ofrecimiento del café. El café lo ponía más nervioso que lo de costumbre. Ya suficiente tenía con intentar controlar su estado de ánimo natural como para agregarle algo más.
Ahora bien, Damien no era un chico de muchas palabras tampoco, y jamás había aprendido las normas de la charla casual ni de hacer rodeos simpáticos para caer bien antes de ir directamente al grano. Escudriñó al profesor con la mirada y luego echó el cuerpo hacia delante como si quisiera hablarle en confidencia, más de cerca, aunque solo fuera una ilusión. Lo dicho, no perdió el tiempo y fue directamente al grano.
-Como usted sabe, los juicios en el Wizengamot y sus posteriores resultados me impidieron tomar la carrera de Artes Oscuras. Siempre me pareció un atropello porque no es como si radicales extremos como Tobias Alechinsky, que es ahora su alumno, no hubieran hecho atrocidades con su varita como para que no los piensen un potencial peligro. Pero el punto es que siempre fue de mi interés tomar esta carrera y hacerlo bien. Ahora estoy imposibilitado de ir siquiera como oyente. Quiero saber si hay manera de aprender aunque sea de forma extraoficial.
Concluyó y miró al profesor con vehemencia. Sus manos le temblaban de ansiedad, no quería pensar en un no por respuesta, o en que hubiera manera de que considerara hacerlo a un lado.
-No, gracias.
Agregó parco al ofrecimiento del café. El café lo ponía más nervioso que lo de costumbre. Ya suficiente tenía con intentar controlar su estado de ánimo natural como para agregarle algo más.
Ahora bien, Damien no era un chico de muchas palabras tampoco, y jamás había aprendido las normas de la charla casual ni de hacer rodeos simpáticos para caer bien antes de ir directamente al grano. Escudriñó al profesor con la mirada y luego echó el cuerpo hacia delante como si quisiera hablarle en confidencia, más de cerca, aunque solo fuera una ilusión. Lo dicho, no perdió el tiempo y fue directamente al grano.
-Como usted sabe, los juicios en el Wizengamot y sus posteriores resultados me impidieron tomar la carrera de Artes Oscuras. Siempre me pareció un atropello porque no es como si radicales extremos como Tobias Alechinsky, que es ahora su alumno, no hubieran hecho atrocidades con su varita como para que no los piensen un potencial peligro. Pero el punto es que siempre fue de mi interés tomar esta carrera y hacerlo bien. Ahora estoy imposibilitado de ir siquiera como oyente. Quiero saber si hay manera de aprender aunque sea de forma extraoficial.
Concluyó y miró al profesor con vehemencia. Sus manos le temblaban de ansiedad, no quería pensar en un no por respuesta, o en que hubiera manera de que considerara hacerlo a un lado.
Damien Holland- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 18/11/2014
Re: De Artes Oscuras y otras
Damien siempre había sido un muchacho fuera de lo ordinario. Estaba consumido por la competencia con su hermano, y su padre, si bien se preocupaba por ambos hijos, prefería mantenerse al margen de la competencia entre los dos, por eso le pidió a Acacius, tiempo atrás, que tuviera siempre un ojo encima de Damien para así poder estar con él sin permitir que se ablande por el constante consejo y reaseguro que suele dar una relación cercana entre padre e hijo.
Todas las cosas que había hecho como mortífago terminaron por endurecer su expresión y maneras, tal vez esto era resultado de apresurarse un poco en sus etapas, o simplemente era su carácter de cuna. Ya no importaba, ese joven ya era así y no habría marcha atrás posible. Era un niño con expresión de hombre endurecido a fuerza de sangre y lucha.
Devolvió la mirada de Damien con la misma intensidad, pero sin intención de rudeza. Al contrario de la ansiedad que el joven mostraba, Acacius estaba curtido en base a años y experiencia con la gente, por eso su accionar era radicalmente diferente, aunque, tal vez, los fines podrían coincidir mucho. Los nervios que consumían al muchacho se traslucían a viva voz. Aunque se podía entender perfectamente. Después de la caída del Señor Oscuro eran pocos los que mantenían su lealtad plenamente y expuesta, incluso entre mortífagos.
Escuchó claramente lo que había solicitado. Apenas había llegado a Brigantia, pero estaba esperando que esto sucediera desde que puso el primer pie ahí. Claro que estaba al tanto de la prohibición del Wizengamot, y sabía que era un atropello por las mismas razones que enarbolada Damien. Luego, sin responder aún, se puso de pie y agitó su varita a los cuatros puntos cardinales. Una sensación molesta era perceptible con la audición, como si alguien hiciera algo de presión sobre los oídos.
-Consideraría un insulto si no recurrieras a mí para profundizar tu aprendizaje en las Artes Oscuras-
El semblante del profesor se había vuelto rígido. La sonrisa cortés se había esfumado. Claramente esta situación era tan importante como para dejar de lado los preciados modales que tanto resguardaba. Inmediatamente volvió a tomar asiento frente a Damien, sin apartar sus ojos de los suyos.
-Voy a hacer todo lo que esté en mi poder para que nuevas generaciones hereden nuestra causa. Y en ti veo un futuro promisorio, mucho más de lo que crees-
Tomó su taza de café y le dio un sorbo. Sus ojos seguían fijos, estaban tocando el tema que era el motor de su vida, no iba a jugar con algo así. El objeto de plata, que tenía forma esférica, comenzó a agitarse y revolverse, fluyendo dinámicamente entre múltiples formas y abarcando un gran volumen sobre el espacio aéreo sobre el escritorio. Con un movimiento de su varita, el metal retomó forma esférica aún flotando pero estático.
-Debemos ser precavidos, un error significaría tu expulsión y posiblemente mi boleto de ida a Azkaban. El mayo problema que tendríamos es la locación-
Acacius quedó pensativo, con la mirada perdida en el horizonte, esperando poder resolver el problema.
Todas las cosas que había hecho como mortífago terminaron por endurecer su expresión y maneras, tal vez esto era resultado de apresurarse un poco en sus etapas, o simplemente era su carácter de cuna. Ya no importaba, ese joven ya era así y no habría marcha atrás posible. Era un niño con expresión de hombre endurecido a fuerza de sangre y lucha.
Devolvió la mirada de Damien con la misma intensidad, pero sin intención de rudeza. Al contrario de la ansiedad que el joven mostraba, Acacius estaba curtido en base a años y experiencia con la gente, por eso su accionar era radicalmente diferente, aunque, tal vez, los fines podrían coincidir mucho. Los nervios que consumían al muchacho se traslucían a viva voz. Aunque se podía entender perfectamente. Después de la caída del Señor Oscuro eran pocos los que mantenían su lealtad plenamente y expuesta, incluso entre mortífagos.
Escuchó claramente lo que había solicitado. Apenas había llegado a Brigantia, pero estaba esperando que esto sucediera desde que puso el primer pie ahí. Claro que estaba al tanto de la prohibición del Wizengamot, y sabía que era un atropello por las mismas razones que enarbolada Damien. Luego, sin responder aún, se puso de pie y agitó su varita a los cuatros puntos cardinales. Una sensación molesta era perceptible con la audición, como si alguien hiciera algo de presión sobre los oídos.
-Consideraría un insulto si no recurrieras a mí para profundizar tu aprendizaje en las Artes Oscuras-
El semblante del profesor se había vuelto rígido. La sonrisa cortés se había esfumado. Claramente esta situación era tan importante como para dejar de lado los preciados modales que tanto resguardaba. Inmediatamente volvió a tomar asiento frente a Damien, sin apartar sus ojos de los suyos.
-Voy a hacer todo lo que esté en mi poder para que nuevas generaciones hereden nuestra causa. Y en ti veo un futuro promisorio, mucho más de lo que crees-
Tomó su taza de café y le dio un sorbo. Sus ojos seguían fijos, estaban tocando el tema que era el motor de su vida, no iba a jugar con algo así. El objeto de plata, que tenía forma esférica, comenzó a agitarse y revolverse, fluyendo dinámicamente entre múltiples formas y abarcando un gran volumen sobre el espacio aéreo sobre el escritorio. Con un movimiento de su varita, el metal retomó forma esférica aún flotando pero estático.
-Debemos ser precavidos, un error significaría tu expulsión y posiblemente mi boleto de ida a Azkaban. El mayo problema que tendríamos es la locación-
Acacius quedó pensativo, con la mirada perdida en el horizonte, esperando poder resolver el problema.
Acacius Goldenshore- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 25/11/2014
Re: De Artes Oscuras y otras
Notó inmediatamente la incómoda sensación en su oído, aunque en realidad era realmente perceptible. Eso, en lugar de encender sus alertas, lo hizo entrar más en confianza. Ladeó la cabeza y miró al profesor mientras este volvía a tomar asiento. Parecía que las cosas iban por buen camino. Como era obvio le sostuvo la mirada al profesor. Se sintió complacido por el claro halago que le dedicaba, uno que ni siquiera su propio padre se atrevería nunca a pronunciar a pesar de todo. Para su padre, el del futuro promisorio siempre era Daniel, nunca él, a pesar de que Damien había demostrado tener más cualidades que su hermano mayor.
A pesar de eso, Damien estaba seguro de lo que quería para su futuro. No era conformista y una vez que aprendió que su competencia ya no era Daniel, sino él mismo, por más ridículo que sonara, pudo comenzar a sacar prácticamente todo su potencial. El Señor Oscuro lo había notado, y con eso le bastaba. Desvió la mirada hacia el objeto de plata que se transformaba.
Damien sabía manejar bien las maldiciones imperdonables. Había arrancado su primera vida a los 15 años y lo había hecho de forma impecable. La idea de dominar el cosquilleo que su brazo sentía cuando la descarga mágica lo recorría lo había embelesado desde entonces. Pero no era idiota, sabía que había magia más interesante y más imponente, posiblemente también más difícil de dominar, y eso era lo que buscaba. Las imperdonables, después de todo, seguían siendo también mucho de voluntad e ímpetu.
-Lo sé.
Contestó respecto a ser precavidos. Desvió la vista del objeto de plata para volver a mirar al profesor. Estaba pensando en utilizar el mismo lugar en el que hacía reuniones con los demás. Pero no podía pecar de confiado a pesar de todo.
-Creo que tengo el problema resuelto. Pero antes de eso necesito que hagamos un juramento inquebrantable. No me malentienda, lo respeto y confío en usted, pero en estos tiempos no podemos darnos ningún lujo.
Lo miró con una media sonrisa casi torcida. Estaba haciendo una petición fuerte y lo sabía pero era lo último que se necesitaba para sellar el trato. Damien no podía darse lujos, como bien decía. Esperó la respuesta del profesor acariciando la madera de su varita, a la expectativa. Se lo estaba jugando todo.
A pesar de eso, Damien estaba seguro de lo que quería para su futuro. No era conformista y una vez que aprendió que su competencia ya no era Daniel, sino él mismo, por más ridículo que sonara, pudo comenzar a sacar prácticamente todo su potencial. El Señor Oscuro lo había notado, y con eso le bastaba. Desvió la mirada hacia el objeto de plata que se transformaba.
Damien sabía manejar bien las maldiciones imperdonables. Había arrancado su primera vida a los 15 años y lo había hecho de forma impecable. La idea de dominar el cosquilleo que su brazo sentía cuando la descarga mágica lo recorría lo había embelesado desde entonces. Pero no era idiota, sabía que había magia más interesante y más imponente, posiblemente también más difícil de dominar, y eso era lo que buscaba. Las imperdonables, después de todo, seguían siendo también mucho de voluntad e ímpetu.
-Lo sé.
Contestó respecto a ser precavidos. Desvió la vista del objeto de plata para volver a mirar al profesor. Estaba pensando en utilizar el mismo lugar en el que hacía reuniones con los demás. Pero no podía pecar de confiado a pesar de todo.
-Creo que tengo el problema resuelto. Pero antes de eso necesito que hagamos un juramento inquebrantable. No me malentienda, lo respeto y confío en usted, pero en estos tiempos no podemos darnos ningún lujo.
Lo miró con una media sonrisa casi torcida. Estaba haciendo una petición fuerte y lo sabía pero era lo último que se necesitaba para sellar el trato. Damien no podía darse lujos, como bien decía. Esperó la respuesta del profesor acariciando la madera de su varita, a la expectativa. Se lo estaba jugando todo.
Damien Holland- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 18/11/2014
Re: De Artes Oscuras y otras
Una sonrisa lateral, delineada como a pincel, se apoderó de su rostro. Mientras que su cabeza se inclinó hacía el pecho, conllevando una mirada recortada por sus cejas. Oscilaba, mezclaba, entre la sospecha y el divertimento total. Era notable que tuviera semejante demanda, como si fuera un kilo de pan. Por algo su padre tenía tantas expectativas en él, era extremadamente ambicioso y maquiavélico. Acacio estaba simplemente encantado, tenía frente a él la confirmación de que Damien era aquello que tanto había buscado.
-Un juramento inquebrantable...-
Su taza de café volvió a repletarse y a lanzar volutas de vapor al aire, para luego flotar directo hasta su mano derecha. La esfera de plata quedó estática en su lugar pero comenzó a emitir un brillo pulido, cuando la plata está perfectamente limpia y brillante parece volverse celeste. Adquiere una tonalidad que hipnotiza y relaja. Aunque en este caso no tenía efecto para nada, el aire estaba cargado de tensión, no de agresión, pero sí de esa complejidad y fuerza que adquieren los ambientes cuando las sitauciones se vuelven límite. En este caso hay dos salidas posibles, el sí y luego el juramento, o el no y luego el duelo a muerte.
-Despejadas las dudas de por qué él tiene tantas expectativas puestas en tí-
La taza estuvo vacía una vez más, descansando junto a él, sin contenido que haga ya de ella un objeto de atención. Acacius se quitó la chaqueta que tenía puesta, dejando expuesta su Marca Oscura así como una serie de cicatrices romboidales que circulaban toda la piel de su antebrazo.
-No sería la primera vez, y como ves sigo vivo, por lo que cumplo mis juramentos-
Apoyó el codo sobre el escritorio, y extendió un poco el brazo izquierdo, dejándolo en posición de "vencidas" o "pulseada". Relajó su mirada por completo y abrió los dedos esperando que Damien tome su mano para dar inicio al ritual que sellaría a muerte un juramento entre ambos.
-No tengo problema en jurar lo que sea para que desarrolles todo tu potencial, y de paso asegurar la devolución de favores a mi colega. Pero me reservo hacer la última cláusula del juramento. ¿Aceptas?-
Se rascó una leve comezón tras su oreja derecha, y siguió esperando con total relajación. El mandato para Damien era sencillo, debía volverse lo que se esperaba de él o bien morir para no convertirse en otra cosa indeseable. Acacius estaba seguro que todo iría bien, aunque siempre quedaba ese rincón de sombra donde la sospecha se acomodaba para descansar y picotear la corteza cerebral de a ratos.
-Un juramento inquebrantable...-
Su taza de café volvió a repletarse y a lanzar volutas de vapor al aire, para luego flotar directo hasta su mano derecha. La esfera de plata quedó estática en su lugar pero comenzó a emitir un brillo pulido, cuando la plata está perfectamente limpia y brillante parece volverse celeste. Adquiere una tonalidad que hipnotiza y relaja. Aunque en este caso no tenía efecto para nada, el aire estaba cargado de tensión, no de agresión, pero sí de esa complejidad y fuerza que adquieren los ambientes cuando las sitauciones se vuelven límite. En este caso hay dos salidas posibles, el sí y luego el juramento, o el no y luego el duelo a muerte.
-Despejadas las dudas de por qué él tiene tantas expectativas puestas en tí-
La taza estuvo vacía una vez más, descansando junto a él, sin contenido que haga ya de ella un objeto de atención. Acacius se quitó la chaqueta que tenía puesta, dejando expuesta su Marca Oscura así como una serie de cicatrices romboidales que circulaban toda la piel de su antebrazo.
-No sería la primera vez, y como ves sigo vivo, por lo que cumplo mis juramentos-
Apoyó el codo sobre el escritorio, y extendió un poco el brazo izquierdo, dejándolo en posición de "vencidas" o "pulseada". Relajó su mirada por completo y abrió los dedos esperando que Damien tome su mano para dar inicio al ritual que sellaría a muerte un juramento entre ambos.
-No tengo problema en jurar lo que sea para que desarrolles todo tu potencial, y de paso asegurar la devolución de favores a mi colega. Pero me reservo hacer la última cláusula del juramento. ¿Aceptas?-
Se rascó una leve comezón tras su oreja derecha, y siguió esperando con total relajación. El mandato para Damien era sencillo, debía volverse lo que se esperaba de él o bien morir para no convertirse en otra cosa indeseable. Acacius estaba seguro que todo iría bien, aunque siempre quedaba ese rincón de sombra donde la sospecha se acomodaba para descansar y picotear la corteza cerebral de a ratos.
Acacius Goldenshore- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 25/11/2014
Re: De Artes Oscuras y otras
Los ojos le brillaban a la expectativa. Damien siempre había tenido una mirada demasiado transparente, quizá uno de sus mayores defectos. Se notaba cuando lo carcomía la ira, se notaba cuando estaba desconcertado, se notaba cuando se enamoraba. Y en ese momento estaba realmente a la expectativa, casi esperanzado que no hubiera obstáculos en ese posible aprendizaje.
Cualquiera podría decir que sin la ayuda del profesor Goldenshore de todos modos podía volverse autodidacta, o encontrar a otro mentor, pero no confiaba en que cualquiera otra persona pudiera hacer el trabajo con el mismo nivel que la persona que tenía enfrente.
Damien no supo a quién se refería el profesor cuando decía “él”, no pensaba que su padre tuviera ni media expectativa puesta sobre él. Para Damien, su padre era una persona ausente que no quería tener que ver nada con él, nada mientras tuviera a su perfecto hijo Daniel a su lado. Damien creía ya haber superado eso, pero estaba claro que seguía haciendo mella en él. Como fuera no quiso preguntar, sino que pecó de ególatra y asumió que se refería al mismísimo Lord Voldemort. Eso era mucho mejor que pensar, aunque fuera por un nanosegundo, que su padre lo quería.
Al escuchar que accedía, respiró tranquilo. Casi se notó cómo su cuerpo se relajaba en su asiento. Volvió a mirar el objeto de plata extraño y luego pasó su vista hacia el profesor.
Asintió, aún sin saber del todo cuál sería esa próxima cláusula pero no creía que fuera nada que pusiera en riesgo su integridad siempre y cuando se mantuviera fiel a sus ideales. De cualquier forma tenía que preguntar.
-¿Y cuál sería esa última cláusula? Créame, estoy dispuesto a llegar a donde sea necesario para lograr lo que deseo, pero tengo que saber.
Era razonable que preguntara antes de que dejara que las varitas lo entrelazaran a algo para siempre.
Cualquiera podría decir que sin la ayuda del profesor Goldenshore de todos modos podía volverse autodidacta, o encontrar a otro mentor, pero no confiaba en que cualquiera otra persona pudiera hacer el trabajo con el mismo nivel que la persona que tenía enfrente.
Damien no supo a quién se refería el profesor cuando decía “él”, no pensaba que su padre tuviera ni media expectativa puesta sobre él. Para Damien, su padre era una persona ausente que no quería tener que ver nada con él, nada mientras tuviera a su perfecto hijo Daniel a su lado. Damien creía ya haber superado eso, pero estaba claro que seguía haciendo mella en él. Como fuera no quiso preguntar, sino que pecó de ególatra y asumió que se refería al mismísimo Lord Voldemort. Eso era mucho mejor que pensar, aunque fuera por un nanosegundo, que su padre lo quería.
Al escuchar que accedía, respiró tranquilo. Casi se notó cómo su cuerpo se relajaba en su asiento. Volvió a mirar el objeto de plata extraño y luego pasó su vista hacia el profesor.
Asintió, aún sin saber del todo cuál sería esa próxima cláusula pero no creía que fuera nada que pusiera en riesgo su integridad siempre y cuando se mantuviera fiel a sus ideales. De cualquier forma tenía que preguntar.
-¿Y cuál sería esa última cláusula? Créame, estoy dispuesto a llegar a donde sea necesario para lograr lo que deseo, pero tengo que saber.
Era razonable que preguntara antes de que dejara que las varitas lo entrelazaran a algo para siempre.
Damien Holland- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 18/11/2014
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