Pociones y secretos

La enfermería podía ser un lugar lúgubre aun y antes de que el sol se pusiera. Las cortinas tras las ventanas viejas filtraban la luz del sol dando al lugar un aspecto amarillento, viejo, tan del viejo mundo que al joven Morgan le hacía más difícil acostumbrarse a trabajar ahí. Por supuesto que él estaba acostumbrado a las luces blancas y olor a desinfectante, estaba acostumbrado a la modernidad del mundo muggle mezclada con la magia a favor del bien mayor.

No puedo trabajar en este lugar -  Murmuró entre dientes levantándose del escritorio frustrado.  Tenía la varita en el puño y viendo a través de los cristales de sus lentes se encaminó hacia el pasillo, ahí en el corredor donde estaban las camas enfiladas, no había pacientes esa tarde, ningún estudiante se enferma durante las vacaciones de mediados de primavera.  Joseph hizo una fluorita con la muñeca, fuerte y decidida, misma que hizo que todas las cortinas se abrieran y la luz entrara hacia el lugar. No era suficiente.

Esto bastará un rato – Dejó caer los hombros y luego se quitó la montura de las gafas del rostro, llevaba un tiempo trabajando en algunas pociones que tenía para reabastecer las de la enfermería, pociones curativas en su mayoría, pero tenía que hacerlo casi siempre de noche pues sus clases, las de artes oscuras, eran por la mañana y en el día, eso le dejaba horribles horas como esa para trabajar.

Estaba volviendo a su oficina al final del pasillo cuando escuchó que la puerta de la enfermería se abría, se giró solamente a tres cuartos para observar a la melena rubia que entraba por ahí y luego soltó un suspiro hastiado. No era culpa de la chica el haber llegado en un mal momento.  Convocó unos papeles y con toda la seriedad y profesionalismo que lo caracterizaba, se acercó a ella, ni siquiera recordaba bien su nombre.

¿Qué te sucede? ¿En qué puedo ayudarte? -  Joseph era tajante al hablar pero dedicado en su profesión, sacó un bolígrafo de su túnica, uno normal y corriente y comenzó a escribir sobre los papeles de ingreso. Esperaba que fuera una verdadera paciente y no que Zelda hubiese abierto la boca sobre la información que le pidió consiguiera por medio de la magia oscura. ¿El paradero de esos dos estudiantes? Por supuesto que él lo sabía ya sin necesidad de investigar, pero Zelda no tenía por que saber eso.

Por supuesto que no había que ser estúpido para ver que la chica tenía una herida profunda en el brazo, el olor a hierro de la sangre le dio directamente en la nariz pero él se vio impasible, como si nada de ello lo sorprendiera. Por supuesto que tenía que preguntar qué era lo que le sucedía, con la magia ni siquiera las cosas más evidentes lo eran, como esa herida podía habérsela hecho con algún arma, podía ser producto de algún hechizo o maldición y la forma en que cada una de ellas se trataba era muy diferente. Cuando la escuchó hablarle con sarcasmo solamente levantó sus ojos azules y helados hacia ella, no hubo necesidad de palabras, con una simple mirada él mostraba perfectamente su descontento de una manera más que intimidante.

Comenzó a escribir en la hoja sin decir una sola palabra a la chica, estaba llenando los datos del ingreso a la enfermería, papelería que tenía que hacer para demostrar que estaba trabajando, además por lo que decía en realidad no era algo grave, algo que requiriera su atención inmediata a costa de vida o muerte. Además, quería hacerla esperar por la actitud que la chica siempre había tenido en la enfermería.

¿Nombre? – Su voz sonó fuerte y autoritaria, siempre tenía ese tono cuando estaba en la enfermería. Terminó de llenar los papeles y luego le hizo una seña a la joven para que tomara asiento en una de las camas que estaban ahí enfiladas. Joseph se acercó a ella.

Cualquier accidente debería ser tratado inmediatamente por el profesor de Duelos, ¿Por qué no está él aquí? Eso es un reporte directamente con los decanos de la institución. – Hablaba mientras se colocaba un par de guantes de latex blancos y se acercaba a ella tomándola con delicadeza, podía ser un hombre frio e intimidante, pero no se veía con intención de dañarla, al contrario la trataba con cuidado. Hizo que extendiera la mano y con leves movimientos como si fueran una caricia a su piel, comenzó a quitar el jersey ensangrentado que ahora estaba goteando el líquido escarlata hacia el suelo.

¿Puedes moverlos? – Le decía mientras tocaba su palma y los dedos, necesitaba ver si las articulaciones estaban bien o que los cortes no hubiesen dañado algún nervio. Parecía que no, pero Joseph sabía que es lo que estaba haciendo. No soltó su brazo más que por unos segundos en los cuales convocó con su varita un bowl de metal en el cual había vendas y pociones de color verde y transparente.

El joven Morgan estaba más que acostumbrado a lidiar con esa clase de chicas, las molestas que fingían ser arrogantes con tal de verse fuertes, lo entendía y dejaba pasar, eran mucho mejor que esas chiquillas idiotas que creían podían conseguir algo más de él, en el año que llevaba en la enfermería había visto a pasar muchas como ellas que se herían solamente para tener un poco de su atención. ¿Era arrogante? Lo era. En verdad lo era.

Tienes razón, no eres mi persona favorita por que en verdad no me interesas en lo absoluto. Ni siquiera te conozco. Tengo una responsabilidad con la universidad y no tengo por qué mentir por ti ni tampoco ignorar lo que pasó en este lugar. Contrario a lo que piensas los servicios médicos de la universidad no son gratuitos, no del todo a menos que haya una justificación, alguien tiene que cargar con la culpa y si esa persona debe ser el profesor de duelos por no estar en el lugar indicado, será su culpa.

Las palabras de Joseph eran como un tempano de hielo, no parecía ser fácilmente conmovido por nada. Como si él mismo careciera de alguna emoción cuando trataba con sus pacientes. Aun así iba a atenderla, era su responsabilidad médica de una manera u otra. Se quitó con la muñeca un pequeño mechón de cabello que se fue hacia el frente, y luego tomó un frasco con un líquido transparente con un gotero.

Mantenlo extendido. Esto dolerá. - Fue lo único que le respondió tras que ella mencionara si era necesario se lo amputara. Fuera o no una broma él no parecía una persona accesible a nada, ni tampoco abierto a bromas en su horario laboral. Él era como un alma vieja en el cuerpo de un joven, tenía muchas responsabilidades sobre su espalda como para permitirse el bromear, aun que fuera un poco. De hecho a pesar de ser parte del cuerpo estudiantil de la escuela jamás se aparecía en alguna fiesta o evento social.

Joseph tomó un cuenta gotas y vertió algunas sobre las cortadas del diffindo en el brazo, la herida escoció pero dejó de sangrar, aun seguían abiertas las heridas pero eso ayudaría a que se cerraran más rápidamente. Tomó uno de los parches para vendajes y lo colocó sobre las heridas.

¿Alguien más estuvo contigo cuando sucedió esto? ¿Lanzaron algún otro hechizo? Necesito saberlo para atender las heridas de la manera correspondiente. – Ahí estaba nuevamente, el tempano de hielo que tenía por carácter.