Is This Happiness? || Bruce

Cuando todo va bien, siempre tienes la sensación de que es porque en un pequeño lapso de tiempo o de aquí a poco, va a pasar algo que no es tan agradable. Es como si todas las cosas buenas fueran precedidas de algo realmente malo. Aún sabiendo todo aquello, siempre disfrutas al máximo de esos momentos felices que te brinda la vida, porque sino… ¿de qué sirve tenerlos? ¿De qué sirve vivir? ¿Para estar amargados siempre? En mi caso, ser feliz no es algo que sea complicado de lograr. Soy una muchacha con una facilidad asombrosa para ser feliz, para estar alegre… y cualquier nimiedad por estúpida que pueda parecerle a mucha gente para mí se acaba convirtiendo en algo especial.

Pero también es fácil llevarme al estado extremo, especialmente desde que murió mi padre. Es como si sola ausencia hiciera más difícil para toda la familia permanecer enteros y como si fuera más fácil sucumbir a sentimientos como la tristeza o la necesidad de soledad. En realidad, son sentimientos que no me agradan en absoluto y por suerte, llevo un tiempo sin sentirlos.

Aún hace frío en el exterior pero se empieza a notar que la primavera está prácticamente a la vuelta de la esquina. Ya no tengo esa necesidad de cargar con abrigos gordos o con la bufanda a todos lados. Incluso me he desecho hace días (no literalmente, obviamente) de mi gorro de lana favorito, dejándolo en el fondo de mi baúl, esperando fervientemente no tener que volver a sacarlo hasta el próximo invierno. Es irónico que esté tan feliz con la próxima llegada de la primavera, cuando desde siempre he sido una muchacha a la que le ha gustado el invierno, con sus navidades blancas y sus festividades, pero también es verdad que la alegría que me transmite la primavera no lo consigue ninguna otra estación del año.

Caminaba con tranquilidad y cierta parsimonia por el Callejón Diagon. Mis cabellos dorados recogidos en un desordenado moño del cual salían algunos mechones que caían con cierta gracia natural a ambos lados de mi rostro. Había quedado en verme con Bruce en Florean Fortescue, porque veamos, siempre he sido una muchacha un tanto peculiar, incluido en el sentido de que parece que disfruto más de los helados en invierno que no en pleno verano. Tengo la sensación de que en la estación que es la idónea para casi todo el mundo a la hora de comer helado, este alimento me provoca demasiada sed. Justo lo contrario de lo que en muchas ocasiones desearía.

Ya vislumbraba a lo lejos mi destino y una pequeña sonrisa empezaba a aflorar en mis labios. Por mis costados paseaban magos y brujas de todas las edades y generaciones, hablando entre sí. No logré captar ninguna conversación, aunque sí que vi a unos cuantos niños menos de diez años seguramente, apelotonados delante de la tienda de Quidditch, posiblemente admirando la nueva escoba mucho más rápida y segura que la anterior. La misma historia de siempre. Cada año o cada dos años pasaba lo mismo, para mí a esas alturas y teniendo a un hermano que se iba a dedicar al Quidditch Profesional, aquellas cosas ya no me venían de nuevo ni por asomo.

Mis pasos me llevaron finalmente a mi destino. Me quedé parada delante de la heladería echándole de vez en cuando un vistazo al reloj de pulsera mágico que portaba. Bruce no solía ser impuntual, pero yo me había adelantado unos cuantos minutos así que sabía que de ahí a nada aparecería y haría brotar en mi rostro aquella sonrisa que aparecía desde que nos vimos después de año nuevo en Hogsmeade.

Y menos mal que yo desconocía por el momento los acontecimientos acontecidos en la cafetería, quien sabe si las cosas ahora serían distintas en ese caso.

Y de repente de entre todo el gentío que caminaba por el Callejón Diagon apareció Bruce, haciendo que esa sonrisa automática pintase mis labios y que alzase una mano para saludarle a pesar de que sabía que me habría visto ya. Hacia unos cuantos días que no nos veíamos y es que entre los preparativos para el próximo cumpleaños de Jaden y sus clases, así como también las mías, pues no habíamos encontrado el momento. Hasta que se me había ocurrido decirle de vernos en el famoso Callejón de Londres.

- No, no esperé mucho. – Tampoco me habría importado tener que esperarle unos cuantos minutos, es decir, no iba a montarle un drama por eso ni mucho menos. Yo misma había llegado tarde en algunas ocasiones. En la que podría decirse fue nuestra primera cita él ya estaba esperándome con dos cervezas de mantequilla cuando yo llegué a Hogsmeade. – ¿Un regalo para mí? – Sorpresa en mi voz, pues eso era algo que desde luego no me esperaba en absoluto. Recibí el beso con una pequeña sonrisa y me dejé acompañar por Bruce hasta el mostrador de los helados. En realidad mi espíritu independiente en cierto modo hacia que me gustase pagar yo misma mis cosas, pero tampoco me gustaba discutir por nimiedades y ya me había quedado claro que Bruce deseaba invitarme, así que antes que llevarle la contraria prefería sonreír brevemente mientras miraba el catalogo que tenía delante de mis ojos. – Pues yo creo que… Uno de menta. – Porque había oído que era como la menta pura y su sabor era bastante intenso. Quería saber si era verdad o solamente otra de las bromas de mis hermanos, aunque claro, tratándose de algo mágico, a veces aquello que parecía más inofensivo era con lo que te llevabas la mayor de las sorpresas.

Mi semana. Realmente no es que hubiera sido demasiado emocionante, ¿no? Quitando quizás aquella visita al Ministerio de Magia durante la cual unos cuantos se emocionaron, pero para mí, bueno, esa emoción no existía porque en cierto modo para mí todo aquello era muy conocido. Siendo pequeña, cuando mis dos padres trabajaban allí, lo había visitado con frecuencia. Aún me recordaban algunos de los excompañeros de mis progenitores e incluso sus amigos me habían saludado cuando estuve allí.

Primero le escuché a él, esbozando una enorme sonrisa cuando me dijo aquello de la pasantía. – ¡Eso son buenas noticias! – Exclamé sin poder evitarlo y noté como algunas personas se nos quedaban mirando haciendo que un ligero tono carmesí subiera hasta mis mejillas durante unos pocos segundos. – Si te conceden la pasantía, habrá que celebrarlo, ¡eh! – Sonreí, porque no podía hacer otra cosa y porque me sentía contenta por él. Aquella efusividad que mostraba y el abrazo que le di (corto pero con significado) posiblemente lo demostraran muchísimo más que mil palabras. – Mi semana ha sido normalita, fuimos al Ministero de Magia a conocer a algunos Aurores, pero bueno…, ya sabes que para mí eso no es nada nuevo. – Me encogí ligeramente de hombros. – ¿Te fueron bien las entrevistas? Yo habría estado de los nervios. – Siempre me ponía histérica ante acontecimientos de aquel tipo, como si temiese quedarme en blanco en el momento más inoportuno y echarlo todo a perder, así, en un simple chasquido de dedos.

El dependiente nos entregó los helados y yo busqué casi de inmediato una mesa libre con mis orbes azules encontrando una a escasos metros hasta donde me dirigí. El fuerte olor mentolado proveniente de mi helado me acompañó hasta el lugar donde me senté esperando a que Bruce hiciera lo mismo. – ¿Cuándo tienes esos exámenes que te permitirán saber si puedes hacer la pasantía? – Estaba interesada de verdad, no era por hacerle creer que era alguien importante ni nada parecido. Nunca haría una cosa semejante a alguien a quien quiero y aprecio.