Dulce amargo - Reghan -

No sabía porque había aceptado aquel encargo de lucir de guardaespaldas de Jessy Luttrell pero había terminado pidiendo una semana de vacaciones en el trabajo para poder atender a aquella ceremonia en unas islas españolas que poco encanto tenían para el rubio pues Reghan desde crío prefería el frío y no el calor, la nieve al sol y el silencio del invierno al jaleo del verano. Pero no iba a casarse él sino dos alumnos de Brigantia que también habían sido amenazados por anónimos y Breen llevaba el caso de una forma sigilosa, desde las sombras y preguntándose cuando los puristas se habían reorganizado de nuevo para sembrar el caos en el sector liberal. Fuera como fuera, aquel día le había tocado atender a un patronus urgente de la rubia niña rica y había citado al auror en Honeydukes pues debía ir a recoger un pedido de no sabía qué para la boda, cosa que poco importaba para Breen pues él iba porque más tarde conocería a Brackminster y Jackson, necesitaba sus notas para hacerse una idea de por dónde iban los tiros puristas.

Vestía de forma menos formal que habitualmente, ya no llevaba el típico traje que solía lucir de cara al ministerio y es que fuera de las horas de servicio, continuaba siendo un hombre de treinta años. Pantalones tejanos, jersey de rayas y chaqueta negra de cuero de dragón, junto a unas gafas de sol. Fumaba como no, su cigarrillo de mezcla turca que consumió antes de llegar a la tienda, apagando la colilla contra la pared del local y lanzando un evanesco a la colilla antes de entrar. Expulsó el humo hacia arriba y miró por encima de las gafas a un par de criaturas de cinco años que pasaron corriendo delante de él, cargando sus cestas de golosinas y luego empujó las gafas hacia arriba no demasiado entusiasmado con convivir con niños. No era extraño ver a Breen recelar de aquel tipo de cosas, no tenía instinto paternal o aún no había escuchado la llamada a su puerta, estaba demasiado cómodo con su libertad y sin depender ni de esposas ni de hijos.

De hecho estaba mirando a su alrededor cuando vislumbró a Ellie Morgan. La sonrisa apareció en los labios y se acercó a ella con el sigilo que podía tener una tienda de golosinas. La última vez que la había visto, habían terminado besándose antes que Abner Borroughs irrumpiera en el restaurante para llevársela. Reghan no había intercedido porque parecía que Ellie quería irse con el padre de su hijo pero más tarde supo, mientras acompañaba a una Jessy Luttrell algo pasada de copas, que Abner le había puesto los cuernos con otra chica. De hecho, Jessy no lo dijo por el cotilleo, más bien por la indignación de no comprender porque se rebajaba a irse con el tipo que estaba destrozándola y desde ese punto, Reghan coincidía con Luttrell. No obstante eso no detuvo a Breen de acercarse a la muchacha sin importarle cuanto pudiera andar espiando su obsesivo novio y tras colocarse a su espalda, demasiado pegado e invadiendo con toda la canallería del mundo su espacio vital para coger la caja que intentaba alcanzar, la amarilla con el hipogrifo.

Se quitó las gafas de sol y las dejó colgando de una patilla del cuello de su jersey antes de mirar a la chica – Es curioso cómo nos complicamos la vida cuando somos magos. – alargó la mano para cazar un mechón de hebras rubias y peinarlo tras su oreja antes de retirar la mano, acariciando el rubor de una de sus mejillas de regreso como si fuera un gesto casual y no premeditado - ¿No hay elfos espiando hoy? – miró a su alrededor con falsa expectativa aunque se la traía sin cuidado el resultado de su escutrinio – Te fuiste muy rápido el otro día, casi ni tiempo a despedirme tuve. Eso hace que me debas un whisky como mínimo, ¿no crees? - y la miró con todo el descaro de arriba a abajo, demasiado atractiva para andar sola.

En realidad a Reghan no le hubiera importado intervenir aquella noche e interceder por Ellie. De hecho, no sabía porque, le apetecía tentar al tal Abner sin importarle las consecuencias pero Breen apostaba cuando el juego no estaba perdido del inicio, no regalaba la victoria a sabiendas que Morgan quería irse con el funcionario. Claro que había malinterpretado el asunto, él pensó que la rubia se iba por placer y no por hacerles un favor porque de haber sabido que estaba actuando por el bien de Jessy y el suyo, probablemente se hubiera levantado y obligado a la chica a tomar lugar de nuevo para mandar a su novio (y padre de su hijo) a la santa mierda con toda la educación que un hombre de su edad tenía.

- No es el único que es capaz de hacer de todo cuando pierde el control – y Reghan hablaba con propiedad. Era un hombre demasiado controlado, el típico que siempre parecía mantener la calma y que nada perturbaba su complicado carácter pero en realidad era una forma de contener una personalidad explosiva. Por suerte, nadie conocía esa parte oscura del auror, nadie que viviera y pudiera hacer partícipe al resto del mundo.  Claro que Reghan soltaba aquellos comentarios de forma natural y a la ligera, sin embargo la amenaza (o realidad más bien) era palpable a pesar de estar codificada de forma subliminal. Miró a su entorno para cerciorarse que Jessy no hubiera llegado en ese momento a buscar el dichoso pedido para la boda y regresó los ojos azules a la chica justo para escuchar como se preocupaba por su futuro laboral.

- Vaya, Morgan, si parece que hasta te preocupa mi porvenir… - soltó a la par que la sonrisa maldita aparecía en sus labios de forma paulatina y durante aproximadamente un minuto no agregó más nada, solo mantuvo la mirada fija en la rubia semiveela de aquel modo intenso y ambiguo que tenía, bien podía estar desnudándola con los ojos o pensando cual sería la forma más dolorosa de que muriera aunque en aquella ocasión se trataba de la primera opción. No entendía porque con aquel atuendo de casta  y niña bien sentía la inmensa necesidad de arrancarle la ropa antes de empotrarla contra la primera pared que encontrara, cuanto más cerca mejor – Pero no te preocupes, mis cuentas son sustanciosas y libres de impuestos mágicos como todo funcionario corrupto que se precie. Por eso disfruto de mis vacaciones que para algo me las he ganado, robando a traficantes de ingredientes con mi compañera semimística.

Buscó sus gafas y se las puso, hizo un movimiento escueto con la cabeza y caminó hasta la caja para que Ellie pagara como buena ciudadana las chucherías que supuso que eran para su hijo. Los niños correteando por allí se ganaron una mirada asesina que Reghan se encargó de dedicarles tras bajar las gafas de sol lo mínimo y con ese mero gesto, fueron a portarse bien junto a su madre por si acaso el hombre alto y de mala pinta les iba a lanzar un avada. Ya cuando Ellie tuvo sus cosas, salieron hacia fuera, Reghan se ocupó de enviarle un patronus a Jessy para avisarle que llegaría algo más tarde por “complicaciones” y sin aviso, cogió a Ellie del brazo con suavidad para desaparecerse a su casa.

Vivía en un sector mágico de Londres y completamente solo, bueno, acompañado de un perro semilobo que había adoptado años atrás. Blanco y de pelaje sedoso con unos profundos ojos a azules pero casualidades de la vida, al olfatear a su dueño, ni se preocupó por salir a recibirlo tumbado cómodamente en el sofá – Ponte cómoda. ¿Has dicho whisky, no? – se fue hacía la cocina para buscar la botella de whisky y regresó con ella y dos vasos, tendió el propio a Ellie – Irlandés, así no te quejas – sonrío y relamió los restos de bebida.

---
CASA, sin santos en las paredes (?)

La dejó preguntar  y cuestionar cuanto pasara por su cabeza mientras la veía beber directamente de la botella. Reghan bajó los ojos azules hasta los vasos y decidió apartarlos  para dejarlos sobre el baúl que había usado para ir a Hogwarts a fin de dejarse de atenciones sociales y beber directamente de la botella. La semiveela empezó a “acomodarse” bajo la atenta mirada del auror que a ojos clavados sobre su silueta, no perdió detalle del breve y paupérrimo espectáculo. Luego la imitó, desprendiéndose de su chaqueta de cuero para dejarla de cualquier forma en el sillón junto a su perro a quien dedicó una breve atención, un mero frote de su mano en el centro de sus orejas que Colmillo respondió con un gruñido de fastidio, demasiado cómodo para que vinieran un par de humanos a tocarle los cojones.

No habló a pesar de las preguntas que continuaban brotando de aquellos labios curiosos pero si la miró de reojo mientras se arremangaba el jersey y sonreía de lado. Cuando por fin terminó de hablar, excusándose por la retahíla de cuestiones, Reghan se aproximó hasta donde estaba ella, colocando una mano a cada lado de la butaca, apresándola contra el asiento con su cuerpo porque terminó inclinándose. Ya, bastante cerca de ella como para respirar su aliento, volvió a sonreír sin dejar de mirarla a los ojos y apartó la diestra para acariciar la parte desnuda de sus piernas desde la rodilla hasta la orilla de la falda, arrastrando a cinco dedos sobre su piel y con fuerza para que notara que estaba allí. Pero, tentando, dirigió aquella mano traidora hasta la botella de whisky para robársela y darle un buen trago antes de devolverle la bebida.

- No vivo solo, tengo el mejor compañero de piso que pudieras desear – habló sin apartarse pero manteniendo cierta distancia. Señaló con la cabeza el sofá donde se hallaba el perro blanco – Discute poco y me obedece en todo cuanto digo, es perfecto para mis propósitos – recapituló las preguntas porque quería dejar la última para el final – y sí, es mi casa. No, no la he robado. ¿Por qué debería robarle la casa a otra persona? Mi sueldo de auror da para esto y mucho más, como he dicho, mis cuentas en las Caimanes sustentan el paraíso fiscal – arrogante como ninguno pero desde su perspectiva se lo podía permitir. De todos modos, sabía cómo era y aunque fuera un defecto, lo tomaba como una virtud, cosas de la vida y su retorcida personalidad – En cuanto a mi presencia en Honeydukes…

Retiró un segundo la mirada de los ojos claros de la chica para mirar sus labios y luego hizo el amago de ir a por la botella de whisky pero ascendió la mano hasta el rostro de la chica, atrayéndola hacía él para juntar sus labios con los suyos con brusquedad pero firmeza, suave al principio pero invasivo después. La última vez ella lo había besado a él y esta vez tocaba el turno de réplica ya que no tuvo opción aquella noche a devolverle parte del detalle. Terminó mordiéndole el labio y retiró la cabeza hacia atrás, llevándoselo con él hasta soltarlo – … estaba atendiendo una misión suicida –aunque no se refirió a ninguna en concreto, bien podía ser el de coquetear con el sector liberal o bien el de perseguirla a pesar de su controlador pareja.

Claro que era consciente de la relación de Ellie y Borroughs era más que evidente después del espectáculo de dominancia  en el Pantomime y los comentarios de su hermana en el Scary. Reghan completamente consciente y sinceramente, le importaba absolutamente nada el noviazgo de la chica. Él no debía fidelidad a nadie, tal vez a su trabajo y en esa semana estaba de vacaciones así que era enteramente libre como tanto gustaba al rubio. De hecho continuaba sin moverse de la posición inclinada, mirando a la chica a los ojos sin amilanarse ante la evidente noticia y manteniendo la sonrisa de patán en los labios, completamente seguro de cuanto estaba haciendo.

Tal vez por eso el aura de semiveela, chocó con fuerza contra él mientras la miraba a los ojos pero firme en su voluntad de autocontrolarse, continuó con las manos apoyadas en el sillón intentando mantenerse impasible mientras una parte interior de él se encendía. La deseaba, eso estaba claro, era atracción física cuando sentía por ella y se acrecentaba con el poder que las criaturas como la chica desprendían. Deslizó lentamente los ojos desde su mirada hasta aquellas manos que se tocaban y no pudo hacer más que torcer la sonrisa hacia un lado, acentuando la canallería, complacido ante la imagen.  Soltó una risa aspirada cuando notó la pierna acariciar su propia entrepierna y en un gesto brusco, nada esperado y medio violento aunque no dañino, cazó la mano que viajaba por los muslos de la chica con la suya propia. Clavó de nuevo la mirada en la de la chica, encendido como no ante la tentativa y la provocación, y terminó siendo él mismo quien arrastraba la mano por el muslo de la rubia, justo por la cara interna, obligando a que se tocara mientras ascendía y se colaba bajo la falda hasta alcanzar su ropa interior.

La cosa no era si Reghan se atrevía o no, más bien el caso contrario. Breen estaba acostumbrado a aquellos juegos, es más, era experto y gustoso entraba en ellos con suma facilidad pero vista la agitada relación entre Abner y Ellie no estaba seguro si la chica terminaría entregándose. Pero el auror no es los que dejaban escapar a sus presas así que estiró el cuello para hundir los labios en la piel que cubría el cuello de la chica, mordiendo y besando aquella zona con toda la calma que pudo reunir con el único fin de provocarla. Mientras, alcanzó con la mano de la chica su zona más intima y empezó a hacer que se tocara mientras él mordía la piel que tenía más a manos, deslizándose lentamente hasta el borde del aquel cuello del vestido recatado. Terminó apartando la mano de Ellie y sin pudor, coló la propia bajo la tela para acariciar su intimidad con la yema de los dedos mientras estimulaba la parte alta con el pulgar – Ya qué lo está rogando, habrá que darle cuanto busca – susurró ronco a la oreja de la chica antes de trazar con los labios un camino imaginario desde su oreja hasta sus labios para hundirse de nuevo en su boca - ¿No? – respiró contra sus labios y sonrío.

La desesperación con que lo besaba Ellie, el movimiento de sus caderas mientras buscaban su mano y los gemidos, excitaron en desmedida al auror. Mientras ella se encargaba de quitarle la camisa, Reghan se ocupó de subir el vestido hasta su cintura con la mano con la que no estimulaba y gruñó al sentir los labios de la chica sobre su hombro. En un impulso, enterró uno de sus dedos dentro de ella y la embistió varias veces sin delicadezas, tal como haría una vez la desnudara, solo para comprobar si estaba mojada y predispuesta a que se la follara. Retiró la mano y propinó un golpe a dos dedos sobre la zona alta de su intimidad con toda la malicia reunida en su cuerpo antes de sacar la mano de su ropa interior con brusquedad para bajarle las bragas de un tirón hasta media rodilla. Luego unió la otra mano para quitárselas del todo y terminó ascendiendo ambas por los costados de su cuerpo de forma fuerte hasta alcanzar el vestido arrugado en su vientre para terminar de sacárselo por la cabeza.

Casi desprovista de ropa, se ocupó de deshacerse con una mano del cierre del sujetador con bastante presteza y le quitó la prenda para dejarla desnuda ante sus ojos. La observó, claro que lo hizo, tumbada y revuelta , agitada y excitada sobre su sillón pero solo lo hizo durante una fracción de segundo mientras se desprendía de su propia camisa y deshacía el botón de su pantalón así como la cremallera. La tomó con brusquedad de las piernas (justo bajo las rodillas) y la acercó a él de un jalón mientras volvía a buscar sus labios, besándola con hambre, brusco y posesivo porque Breen encendido no era del tipo que se entretenía con delicadezas ni minucias, era el único instante donde el irlandés se permitía dejar entrever que no era el tipo tan controlado que mostraba una fachada inquebrantable, más bien era así, salvaje e indómito, intenso muy intenso pero con un terrible autocontrol.

De hecho, tal como terminó de saborear sus labios, pasó a su cuello para moderla sin contemplaciones, no era de dejar marcas pero si que el paso de sus dientes enrojecieron su piel, nada que unos minutos de paz no arreglaran pero que no se los daría en ese momento. No cuando se la quería follar de todas las formas que tenía en su cabeza. Buscó con la diestra su trasero, enterró en una de las nalgas sus cinco dedos y tomándola de la nuca para cerrar el beso tras devolver los labios a su boca, la alzó a peso para cambiar posiciones y quedar bajo ella, sentándose en la butaca y dejándola sobre sus piernas. La miró un segundo a los ojos con la excitación y el deseo impreso en el fondo de su mirada pero nuevamente volvió a no darle tregua así que sin quitar la mano de su trasero la empezó a mover fuerte y rápido sobre su propia excitación mientras buscaba con su boca uno de sus pezones para dedicarle durante unos segundos todo tipo de atenciones y de hecho, tras varias lamidas lo mordió con la fuerza necesaria para que lo notara, luego tiró de él.

Dejó de moverla encima de él y la alzó por donde la tenía cogida para bajarse los calzoncillos, dejando al aire su erección y tras tomar las precauciones necesarias, la miró a los ojos agitado, jadeando y con las ganas de enterrarse en ella palpables en cada acción. Venía a decirle con una mera mirada que ella decidía si quería que la embistiera pero por si las moscas, la colocó de tal manera que solo bajar, ella misma terminara de cerrar el trato carnal.