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Set in Stone - Lucille Blackwood
2 participantes
Brigantia86 :: Mundo Muggle :: Gran Bretaña :: Londres
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Set in Stone - Lucille Blackwood
Set in Stone
Lucille Blackwood
▲Highgate Cemetery ▲Nevando ▲Tarde
Decirle adiós a alguien nunca era algo fácil de hacer, habían pasado más de seis años desde que Alice había muerto pero él aun seguía resintiéndolo día con día. Los primeros años había sido una tortura tener que estar en una casa vacía, por eso es que se había decidido por estar en Alemania y fuera de Londres la mayor parte del tiempo, pero con la llegada de Eva a su familia las cosas eran un poco más sencillas. James había aprendido a pensar más en las personas vivas que en los muertos, a vivir por aquellos que como su hermana, no habían podido lograrlo. Por supuesto que en el mundo mágico todo el mundo había tenido pérdidas, pero al menos ellos podían culpar a alguien, descargar su odio hacia una cosa tangible, su hermana había muerto por otras razones que no tenían nada que ver con la magia, ¿Cómo se culpa a la vida misma por arrebatarte lo que más quieres? Imposible.
Tomó uno de los autos de su padre, un modelo nuevo pero que en realidad no le importaba mucho y se dirigió al cementerio, un lugar tan muggle como todo lo que le rodeaba. Cuando cumplió 16 años había aprendido a conducir, le gustaba aprovechar esas cosas y aun que una aparición era más simple, estar en un auto también tenía sus cosas buenas. Iba a visitar la tumba de su hermana, lo hacia una o dos veces por año, Jasmine se había ofrecido para acompañarlo sin embargo al final no quiso confirmarle nada más, había cosas que necesitaba hacer él mismo y sabía que ella lo entendería.
Estacionó en la entrada y bajó con un paraguas en mano, estaba nevando así que afortunadamente no había mucha gente, había una carrosa fúnebre del otro lado del cementerio pero no eran personas que él conociera o lo conocieran, los magos de Londres aun seguían siendo reacios a compartir cosas con muggles a pesar de que la guerra había terminado.
Él se dirigió por el camino de baldosas hasta donde estaba la tumba de Alice Blue, era una hermosa pieza de mármol blanco con la estatua de un ángel con las manos en oración y las alas extendidas, en la lapida podía leerse perfectamente la leyenda “Amada hija y hermana, siempre estarás en nuestros corazones”. Al principio James odiaba esa leyenda, las palabras eran demasiado insignificantes para representar lo que en realidad significaba para él.
Se mantuvo unos momentos ahí parado frente a la lapida como si esperara algo, al final solamente suspiró y saco de una de las bolsas de su gabardina una rosa blanca y una pequeña caja en color blanco con un lazo rosa rodeándolo en forma de moño. Se puso en cuclillas y dejo primero la rosa en la lapida sonriendo con pesar.
Hey Alice… Sé que aun no es navidad pero decidí adelantar tu regalo este año. – Puso la pequeña caja en la lapida y luego quitó la tapa sacando un hermoso collar de oro blanco con un adorno en forma de corazón, mismo que abrió -. Mamá y Eva tienen uno igual, no podías quedarte atrás, todas las chicas Blue deben ser hermosas con esto – Se le formó un nudo en la garganta así que tocio un poco para sobrellevarlo. Aspiró profundamente y dejo el collar sobre la lapida quitando un poco de nieve. Seguramente se veía como un lunático hablándole a la nada, pero eso es lo que se hacía en los cementerios ¿cierto? Se quedó unos momentos observando la tumba frente a él cuando, en su espalda a unas cuantas tumbas escuchó un estornudo que casi le pareció gracioso, se giró un poco para ver quién era la persona, más como un reflejo que por curiosidad.
James Blue- Mensajes : 272
Fecha de inscripción : 19/11/2014
Edad : 32
Re: Set in Stone - Lucille Blackwood
- ... así que por poco y lo ahorco en ese instante. No va a traer a tu hija como animalito salvaje, ¿verdad? Lo senté y lo enseñé a hacer trenzas y no lo dejé ir hasta que los dedos le sangraran y supiera hacer una francesa de cuatro hebras con los ojos cerrados. Por eso no te preocupes, tu bebé ya va a la escuela como una princesita y no como si Tom la hubiera recogido de la basura. No iba a dejar que te pusiera en ridículo. -
Lucille sabía que era afortunada. Tenía los dos brazos y las dos piernas. Los 10 dedos y 32 dientes y sus dos ojos intactos. Sus dos padres, sus dos hermanitos, Así que en lo que se refería a su núcleo más cercano y más íntimo, lo que era su familia, no había perdido a nadie en la Guerra. Perdieron su patrimonio, sí, pero en perspectiva aquello en realidad no era nada.
No quería decir que no echara en menos a nadie que Quien-Tu-Sabes y lo que había ocasionado le hubieran arrebatado. Jennifer había sido su amiga casi desde el primer día de haber puesto un pie en el castillo. La chica más alegre y enérgica que había conocido en toda su vida, con su piel oscura y sus labios carnosos, el cabello negro de rizos más bonito que había visto hasta el día de hoy y de sangre tan muggle como las tostadoras que funcionaban con electricidad.
No a muchos les cayó en gracia que hubiera quedado embarazada a los 18 de Thomas Lancaster, sangre purísima de prometedor futuro.
- ... aunque la verdad es que está haciendo un buen trabajo. Daisy es una niña adorable. Y cada vez se parece más a ti. - Para Lucy aquel había sido un punto de quiebre. No había día que no la extrañara y sintiera que le hacía falta, demasiada. Por eso no solo se encargaba de velar por Tom y esa niñita a la que adoraba, su ahijada, sino que visitaba a menudo la tumba de Jennifer de manera regular. Siempre había encontrado triste el ver lápidas descuidadas y tristes, como si no hubiera nadie que los recordara.... o nadie que creyera que valía la pena recordarlos.
Hoy era el cumpleaños de Jennifer. Hubieran sido 24. Le hubiera llevado el pastel de cerezas que tanto le gustaban. Se hubieran terminado una botella o dos (o tal vez tres) junto con Thomas después de mandar a Daisy a dormir. Se hubieran reído hasta que respirar costara. Nada de eso sucedería. Lo que había era una visita a su tumba, y el ramo de hortensias que siempre llevaba, porque esas habían sido sus flores favoritas, las que había usado en el ramo de su boda. Esa con la que nadie había estado de acuerdo, cuando se habían fugado a la playa y había ayudado a Thomas a anudar su corbata y cuando Jennifer se había visto más hermosa que nunca.
La vida sigue. No se detiene para nadie.
- Te echo de menos, ridícula. - Lucy se sonrió nostálgica y suspiró, metiendo las manos a los bolsillos de su abrigo. - Creo que es todo por hoy, Jen. Comienza a nevar y... - Y tal cual, como si decirlo en voz alta hubiera jalado algún gatillo místico, estornudó. Jennifer siempre se había reído de sus estornudos, decía que sonaba como ratón. El problema fue que, en medio del espasmo involuntario, su cabello acababa de cambiar de color, de rosa a turquesa. Al notarse las puntas azuladas entró en pánico, estaba en un cementerio muggle.
Mierda mierda mierda pensó mientras se envolvía la aparatosa y abultada bufanda en la cabeza cual turbante, esperando que nadie la hubiera visto. Pánico. ¡Pánico! Estaba sola, ¿verdad? Es decir, había visto una carroza llegar, pero estaban lejos, ¿si se desaparecía antes que alguien la viera y ya?
Un nuevo copo de nieve le cayó en la nariz y estornudó de nuevo. Alcanzó a ver unos mechones naranja brillante. Volteó frenética a su alrededor y entonces fue que vio al chico. ¿Su primer instinto? Retroceder y tropezarse del susto, cayendo de culo sobre la nieve. Lucille Blackwood, la elegancia hecha mujer.
Lucille sabía que era afortunada. Tenía los dos brazos y las dos piernas. Los 10 dedos y 32 dientes y sus dos ojos intactos. Sus dos padres, sus dos hermanitos, Así que en lo que se refería a su núcleo más cercano y más íntimo, lo que era su familia, no había perdido a nadie en la Guerra. Perdieron su patrimonio, sí, pero en perspectiva aquello en realidad no era nada.
No quería decir que no echara en menos a nadie que Quien-Tu-Sabes y lo que había ocasionado le hubieran arrebatado. Jennifer había sido su amiga casi desde el primer día de haber puesto un pie en el castillo. La chica más alegre y enérgica que había conocido en toda su vida, con su piel oscura y sus labios carnosos, el cabello negro de rizos más bonito que había visto hasta el día de hoy y de sangre tan muggle como las tostadoras que funcionaban con electricidad.
No a muchos les cayó en gracia que hubiera quedado embarazada a los 18 de Thomas Lancaster, sangre purísima de prometedor futuro.
- ... aunque la verdad es que está haciendo un buen trabajo. Daisy es una niña adorable. Y cada vez se parece más a ti. - Para Lucy aquel había sido un punto de quiebre. No había día que no la extrañara y sintiera que le hacía falta, demasiada. Por eso no solo se encargaba de velar por Tom y esa niñita a la que adoraba, su ahijada, sino que visitaba a menudo la tumba de Jennifer de manera regular. Siempre había encontrado triste el ver lápidas descuidadas y tristes, como si no hubiera nadie que los recordara.... o nadie que creyera que valía la pena recordarlos.
Hoy era el cumpleaños de Jennifer. Hubieran sido 24. Le hubiera llevado el pastel de cerezas que tanto le gustaban. Se hubieran terminado una botella o dos (o tal vez tres) junto con Thomas después de mandar a Daisy a dormir. Se hubieran reído hasta que respirar costara. Nada de eso sucedería. Lo que había era una visita a su tumba, y el ramo de hortensias que siempre llevaba, porque esas habían sido sus flores favoritas, las que había usado en el ramo de su boda. Esa con la que nadie había estado de acuerdo, cuando se habían fugado a la playa y había ayudado a Thomas a anudar su corbata y cuando Jennifer se había visto más hermosa que nunca.
La vida sigue. No se detiene para nadie.
- Te echo de menos, ridícula. - Lucy se sonrió nostálgica y suspiró, metiendo las manos a los bolsillos de su abrigo. - Creo que es todo por hoy, Jen. Comienza a nevar y... - Y tal cual, como si decirlo en voz alta hubiera jalado algún gatillo místico, estornudó. Jennifer siempre se había reído de sus estornudos, decía que sonaba como ratón. El problema fue que, en medio del espasmo involuntario, su cabello acababa de cambiar de color, de rosa a turquesa. Al notarse las puntas azuladas entró en pánico, estaba en un cementerio muggle.
Mierda mierda mierda pensó mientras se envolvía la aparatosa y abultada bufanda en la cabeza cual turbante, esperando que nadie la hubiera visto. Pánico. ¡Pánico! Estaba sola, ¿verdad? Es decir, había visto una carroza llegar, pero estaban lejos, ¿si se desaparecía antes que alguien la viera y ya?
Un nuevo copo de nieve le cayó en la nariz y estornudó de nuevo. Alcanzó a ver unos mechones naranja brillante. Volteó frenética a su alrededor y entonces fue que vio al chico. ¿Su primer instinto? Retroceder y tropezarse del susto, cayendo de culo sobre la nieve. Lucille Blackwood, la elegancia hecha mujer.
Lucille Blackwood- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 08/12/2014
Re: Set in Stone - Lucille Blackwood
Set in Stone
Lucille Blackwood
▲Highgate Cemetery ▲Nevando ▲Tarde
James se fue poniendo se pie lentamente tras escuchar el primer estornudo, no alcanzo a ver inmediatamente como el cabello de la joven se ponía de color distinto, tal vez era por que seguía un poco distanciado de lo que la realidad significaba, siempre sucedía así cada que visitaba la tumba de Alice, lo transportaba a otra realidad, como si nada más importara. Esos momentos al lado de su hermana eran importantes para él. Habían sido muy unidos cuando ella estaba viva, a penas se llevaban unos años de diferencia así que cuando eran niños James prácticamente la cuidaba de todo el mundo, luego cuando fueron creciendo y James aceptado en Hogwarts siempre se enviaban cartas, le había incluso enseñado como pedirle a su lechuza que le mandara cosas y aun que era algo súper extraño para Alice, lo había aceptado así como las peculiaridades de su hermano mayor. Esas cosas no sucedían por ejemplo con Evangeline, quién estaba perfectamente consciente de lo que era la magia y a veces hasta parecía saber más de la magia que él mismo.
El segundo estornudo si llamó su atención, más porque era algo gracioso. Se giró hacia la joven ahora si viendo como el cabello le cambiaba de color y se encontró con su mirada asustada que lo único que hizo fue sacarle una sonrisa. Dio un paso hacia ella con el paraguas abierto y le hizo una señal para que guardara silencio llevándose el dedo índice a los labios. Se acercó un poco más viendo hacia los lados, dejando un poco de lado lo que estaba haciendo y cuando estuvo cerca de la joven le extendió un pañuelo y su paraguas para que se protegiera un poco de la nieve, a él realmente no le molestaba.
-Deberías tener cuidado, no todos los muggles son tan comprensibles como yo – Le guiño un ojo y luego le entrego el paraguas, esperaba que no lo dejara con la mano extendida, era un gesto de buena fe por parte de un extraño cualquiera que se topaba en el cementerio. – Puedes quedártelo, mi auto está afuera y he terminado de hacer lo que iba a hacer. Soy james, un gusto. - Le tendió la mano nuevamente pero esta vez para un saludo normal, él no tenía guantes puestos así que sus dedos estaban prácticamente congelados.
James Blue- Mensajes : 272
Fecha de inscripción : 19/11/2014
Edad : 32
Re: Set in Stone - Lucille Blackwood
La mirada de cervatillo cegado por la luz (o petrificado, a todo esto) era una que, todo sea dicho, a Lucille le salía más que bien. La expresividad en su mirada y en los gestos de su rostro era una como pocas, y al verse descubierta no mentía cuando decía que estaba bastante asustada. Eran pocas, poquísimas veces las que se aventuraba a salir al mundo muggle; peor aún, las que lo hacía estando sola se limitaban básicamente a visitas como esta. Así que, honestamente, se quedó sin saber que hacer cuando quedó al descubierto frente a aquel chico.
¡No me mires muggle, no me mires! ¡Obliviate contigo!, ¿conseguiría sacar la varita y hacerlo olvidar que la había visto antes de que algo más pasara? Porque ella ya juraba estar en ese instante en la mira del Ministerio por poner en riesgo el secreto mágico o alguna cosa así. No se esperó aquella muestra de complicidad que le dirigió cuando le indicaba a gestos que guardara silencio. Se encogió un poco sobre sí misma y buscó envolverse la bufanda incluso más alrededor de la cabeza y el rostro, haciendo que apenas y se asomaran sus ojos cubiertos por las gafas.
- Nunca he estado tan feliz de escuchar a alguien hablar. - Fue lo primero que dijo el oírlo, dejando escapar el aire en sus pulmones lentamente. Que había estado aterrorizada, pero tan solo notar ese "muggle" saliendo de los labios del muchacho, pudo relajarse un poco. Se sujetó de su mano para ayudarse a levantarse y en cuanto tuvo el paraguas para ella lo sujetó tan cerca de su cabeza como pudo, buscando cubrirse lo más posible. Mientras la bufanda volvía a caer en su lugar original, es decir alrededor de su cuello, el tono ahora naranja de su melena era mucho más notorio.
Se quedó viendo fijamente al chico, volviéndo a acomodarse los anteojos que se deslizaron por el puente de la nariz. Se sonrió cuando le extendía la mano, ahora sí en saludo oficial, y el apretón que ella le dio se volvió mucho más enérgico al escuchar su nombre y ahora sí, poder hacer las conexiones necesarias. - ... ¡ey! ¡Yo te conozco! Súper estrella de quidditch, también estudias en Brigantia. - Nunca olvidaba un nombre. Sobre todo el de jóvenes y prometedores atletas con los que compartía Campus. Mucho menos si eran jóvenes y prometedores atletas guapos. La absurda pregunta del "qué estás haciendo aquí" se la ahorro, porque obviamente estaba haciendo lo mismo que ella como para estar en ese lugar tan específico, y no se trataba de ser irrespetuosa u entrometida. De todas maneras estaba consciente de que había corrido con muchísima suerte de que quien la hubiera descubierto fuera él y no un muggle en toda regla. - Gracias, en serio. Soy Lucy. -
¡No me mires muggle, no me mires! ¡Obliviate contigo!, ¿conseguiría sacar la varita y hacerlo olvidar que la había visto antes de que algo más pasara? Porque ella ya juraba estar en ese instante en la mira del Ministerio por poner en riesgo el secreto mágico o alguna cosa así. No se esperó aquella muestra de complicidad que le dirigió cuando le indicaba a gestos que guardara silencio. Se encogió un poco sobre sí misma y buscó envolverse la bufanda incluso más alrededor de la cabeza y el rostro, haciendo que apenas y se asomaran sus ojos cubiertos por las gafas.
- Nunca he estado tan feliz de escuchar a alguien hablar. - Fue lo primero que dijo el oírlo, dejando escapar el aire en sus pulmones lentamente. Que había estado aterrorizada, pero tan solo notar ese "muggle" saliendo de los labios del muchacho, pudo relajarse un poco. Se sujetó de su mano para ayudarse a levantarse y en cuanto tuvo el paraguas para ella lo sujetó tan cerca de su cabeza como pudo, buscando cubrirse lo más posible. Mientras la bufanda volvía a caer en su lugar original, es decir alrededor de su cuello, el tono ahora naranja de su melena era mucho más notorio.
Se quedó viendo fijamente al chico, volviéndo a acomodarse los anteojos que se deslizaron por el puente de la nariz. Se sonrió cuando le extendía la mano, ahora sí en saludo oficial, y el apretón que ella le dio se volvió mucho más enérgico al escuchar su nombre y ahora sí, poder hacer las conexiones necesarias. - ... ¡ey! ¡Yo te conozco! Súper estrella de quidditch, también estudias en Brigantia. - Nunca olvidaba un nombre. Sobre todo el de jóvenes y prometedores atletas con los que compartía Campus. Mucho menos si eran jóvenes y prometedores atletas guapos. La absurda pregunta del "qué estás haciendo aquí" se la ahorro, porque obviamente estaba haciendo lo mismo que ella como para estar en ese lugar tan específico, y no se trataba de ser irrespetuosa u entrometida. De todas maneras estaba consciente de que había corrido con muchísima suerte de que quien la hubiera descubierto fuera él y no un muggle en toda regla. - Gracias, en serio. Soy Lucy. -
Lucille Blackwood- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 08/12/2014
Re: Set in Stone - Lucille Blackwood
Set in Stone
Lucille Blackwood
▲Highgate Cemetery ▲Nevando ▲Tarde
La joven le causo algo de gracia, la forma en la que trataba de esconderse como un pequeño conejito asustado incluso lo conmovió. Los metamorfomagos eran de esa clase de personas que siempre le habían causado curiosidad, principalmente porque no estaba acostumbrado a verlos muy a menudo. Incluso entre los magos podía haber cosas sorprendentes, el tiempo que llevaras en el mundo mágico en realidad era completamente irrelevante, si no habías nacido dentro de él las cosas te seguían sorprendiendo para toda la vida.
Frunció un poco el entrecejo confundido cuando se le quedó viendo fijamente, fue cuando lo reconoció que él simplemente asintió con la cabeza. No le gustaba que lo tomaran por algo tan especial, solamente sabía jugar Quidditch, eso no lo hacía un súper hombre ni nada por el estilo.
Prácticamente estoy graduado ya, pero si… por un par de semanas más seguiré siendo estudiante – Metió las manos en su abrigo y vio a su alrededor, los muggles en la lejanía ya se estaban retirando tras presentar sus respetos al féretro, solamente quedaba el personal del cementerio que terminarían de sellar la tumba, básicamente la chica estaba a salvo de las consecuencias de su cambio involuntario de cabello.
-Pues mucho gusto Lucy – Dijo con un encantador acento inglés y luego fingió quitarse un sombrero inexistente de la cabeza como saludo un poco más formal. – No te preocupes, al parecer el peligro ya pasó, aun así deberías tener más cuidado al salir, tú sabes… por los mechones y esas cosas. – Y luego se quedó ahí simplemente como idiota sin saber que más decir, tal vez la estaba incomodando, no lo sabía.
Bueno yo… debo volver a despedirme de alguien… un gusto Lucy – Le hizo un saludo con la mano y se regreso a la tumba que estaba cubriéndose ya de nieve. ¿Qué había sido todo eso? ¿Tan cobarde se había vuelto? No, tenía que quitarse de la cabeza a las mujeres por un rato, lo de Frances, Whitney, Jessy, todo lo tenía descolocado, había decidido que no iba a preocuparse más por las cosas que no tenían sentido.
Fueron solamente un par de segundos en los que dudó, luego volvió a ponerse de pie y se dirigió a la joven- Hey… ¿vas a volver a Londres? ¿Has subido a un auto antes? Puedo llevarte… si gustas.
James Blue- Mensajes : 272
Fecha de inscripción : 19/11/2014
Edad : 32
Re: Set in Stone - Lucille Blackwood
Se rio inevitablemente por la pantomima del perfecto caballero inglés, apenas y alcanzando a cubrirse los labios mientras lo miraba con una mezcla de vergüenza y fascinación. Las risas de Lucille, así como sus estornudos, no eran escandalosas ni estridentes. Contradictorio quizá tomando en cuenta la apariencia que prefería adoptar, en la que pocas veces se le veía con su cabello del tono rubio con el que había nacido. Pocas personas creerían que la chica de cabello neón era de risitas discretas y contenidas en lugar de carcajadas que hicieran a las mandíbulas partirse en dos.
- En eso tienes razón. - Se lo concedía, debía tener más cuidado. No era precisamente alguien que consiguiera fundirse entre las multitudes (o más bien, sí lo era pero solo cuando quería hacerlo) y como había quedado asentado, no era una experta en cuanto a moverse entre muggles se trataba. Esta aparición era especial por el hecho de que se trataba de Jen.
- Te lo devolveré, lo prometo. - Dar con él en Brigantia no iba a ser difícil, le iba a devolver ese paraguas con el que acababa de librarla de un buen problema. Así que se despidió de él con un asentimiento y empezó a andar en la dirección contraria para buscar algún lugar en el que pudiera desaparecer con tranquilidad y sin temores a que nadie la viera. Apenas había avanzado un par de pasos cuando James la llamó, lo que hizo que ella también se girara para darle la cara.
- Si... y no. - Si a lo de volver a Londres. No a lo de haberse subido a un auto antes. La misma expresión curiosa en su rostro se mantuvo mientras lo observaba con la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado. Se refería a un auto muggle, ¿cierto? Obvio, si estaban en el mundo muggle. Seguro que debía haber una advertencia en algún lado sobre subirse a autos muggles con extraños. No obstante sintió un cosquilleo casi infantil en las manos, ese que le venía cuando se detenía a pensar ¿y por qué no?. Se acercó a él, deteniéndose un instante para volver a acomodar el arreglo de hortencias en la tumba de Jennifer y se despidió de ella ondeando la mano, sonriendo con nostalgia.
- Sólo si me dejas comprarte una cerveza de mantequilla. Es lo menos que puedo hacer a cambio del resfriado que seguro te vas a llevar por dejarme tu paraguas y estarte congelando. - Cuando estuvo frente a él incluso le ofreció acomodarse bajo el paraguas (irónico, porque técnicamente era de él). James era mucho más alto que ella pero seguro se las podrían apañar.
- En eso tienes razón. - Se lo concedía, debía tener más cuidado. No era precisamente alguien que consiguiera fundirse entre las multitudes (o más bien, sí lo era pero solo cuando quería hacerlo) y como había quedado asentado, no era una experta en cuanto a moverse entre muggles se trataba. Esta aparición era especial por el hecho de que se trataba de Jen.
- Te lo devolveré, lo prometo. - Dar con él en Brigantia no iba a ser difícil, le iba a devolver ese paraguas con el que acababa de librarla de un buen problema. Así que se despidió de él con un asentimiento y empezó a andar en la dirección contraria para buscar algún lugar en el que pudiera desaparecer con tranquilidad y sin temores a que nadie la viera. Apenas había avanzado un par de pasos cuando James la llamó, lo que hizo que ella también se girara para darle la cara.
- Si... y no. - Si a lo de volver a Londres. No a lo de haberse subido a un auto antes. La misma expresión curiosa en su rostro se mantuvo mientras lo observaba con la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado. Se refería a un auto muggle, ¿cierto? Obvio, si estaban en el mundo muggle. Seguro que debía haber una advertencia en algún lado sobre subirse a autos muggles con extraños. No obstante sintió un cosquilleo casi infantil en las manos, ese que le venía cuando se detenía a pensar ¿y por qué no?. Se acercó a él, deteniéndose un instante para volver a acomodar el arreglo de hortencias en la tumba de Jennifer y se despidió de ella ondeando la mano, sonriendo con nostalgia.
- Sólo si me dejas comprarte una cerveza de mantequilla. Es lo menos que puedo hacer a cambio del resfriado que seguro te vas a llevar por dejarme tu paraguas y estarte congelando. - Cuando estuvo frente a él incluso le ofreció acomodarse bajo el paraguas (irónico, porque técnicamente era de él). James era mucho más alto que ella pero seguro se las podrían apañar.
Lucille Blackwood- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 08/12/2014
Re: Set in Stone - Lucille Blackwood
Set in Stone
Lucille Blackwood
▲Highgate Cemetery ▲Nevando ▲Tarde
No necesitaba el paraguas en verdad, pero agradeció que quisiera devolvérselo, hablaba bien de ella. La gente como Lucy le llamaban demasiado la atención, él era curioso y atrevido por naturaleza, algunos decían que había caído en la casa equivocada cuando estaba en Hogwarts, tal vez Gryffindor le habría ido más con esas características, pero él siempre se considero demasiado noble, demasiado aguerrido para estar en la casa del león. Había un valor y una lealtad diferente en esa casa que pocos podían reconocer.
Se alegró que aceptara ir con él en el auto, era mejor que dejarla ahí con una gripe terrible y más aun, a merced de que algún muggle la viese desaparecer o cambiar el color de su cabello. La vio con algo de nostalgia como se acercaba al arreglo de hortensias y se despedía de la tumba. No sabía quién estaba ahí pero como se sintió en confianza con la joven se atrevió a preguntarle. - ¿Un familiar? Era un hermoso arreglo.. – Siempre era bueno preguntar cosas de ese tipo seguido de un alago, les habían enseñado esas cosas en las terapias que habían ido para ayudarles a superar la muerte de Alice, tanto él como su familia eran muy empáticos con las perdidas.
Bien, te aceptaré esa cerveza. ¿Vamos al caldero chorreante? En estas épocas ya debieron poner el árbol navideño aun que el gnomo que ponen siempre en la estrella a veces se escapa y te roba el dinero. – Lo dijo medio en broma y medio en verdad, una vez si se robó algunos galeones de su mesa. No se metió debajo del paraguas más que nada para no incomodarla, tampoco es que tuviera tanto frio, estaba muy bien abrigado.
La guió por el cementerio entre tumbas y mausoleos. Se despidió con un leve gesto en la cabeza de uno de los cuidadores, lo conocía por que sus padres eran contribuyentes y organizaban eventos de caridad para ese cementerio específicamente, habían remodelado la entrada principal y organizado una colecta para darles un pequeño obsequio a todos los trabajadores por las épocas decembrinas. El auto de James estaba cerca de la entrada, al lado de otros cuantos que ya comenzaban a estar rodeados de nieve. Él la llevo hacia el lado del copiloto y abrió la puerta para que entrara.
-Con cuidado, solo siéntate ahí y yo haré el resto – Le ayudó sosteniendo el paraguas y cuando ella entró cerró la puerta con cuidado entrando del otro lado y poniendo el paraguas en el asiento trasero. -¿Necesitas ayuda con eso? ¿Sabes lo que es un cinturón de seguridad, ¿verdad?
James Blue- Mensajes : 272
Fecha de inscripción : 19/11/2014
Edad : 32
Re: Set in Stone - Lucille Blackwood
- Podría decirse que sí. – Sonrió. No de sangre, pero para ella Jen sí que había sido parte de su familia. El rostro se le iluminó con algo muy parecido al orgullo cuando halagó el arreglo de flores que había llevado para la tumba de su amiga. – Yo lo hice. Deja te paso mi tarjeta. – Le dijo y le guiñó un ojo. Había trabajado en una florería hacía un par de años y aprendido muchas cosas. Siendo así, Lucille no dejaba pasar la oportunidad, por poco que pareciera, de promocionarse. Estando pagando ella su propia carrera alguno que otro trabajo extra que le cayera en las manos nunca le venía mal.
- Mi mejor amiga. – Aclaró porque nunca le había gustado aquello de las insinuaciones misteriosas y las frases inconclusas. No tenía nada que ocultar ni encontraba que compartir eso fuera dar demasiada información. No era como si estuviera narrándole toda la trágica historia a James apenas conocerle. Lo que no se podía negar era que, dadas esas circunstancias de su encuentro y lo que les rodeaba, se sentía una atmósfera de entendimiento entre ellos que le animó a preguntar. – ¿Y tú? ¿A quién visitas? – Había perdidas que nunca dejaban de doler, pero Lucille creía en el misticismo de la vida, y suponía que el que estuvieran ambos ahí al mismo lugar y al mismo tiempo no podía ser cosa de simple casualidad. Tal vez ese día significara algo especial para James también. Tal vez fuera solo una de aquellas situaciones en las que el vacío se sentía más hondo, irrelevante a la fecha que el calendario marcara.
- Pues mejor que ni se me acerque porque se va a llevar un triste encontronazo con la realidad. – Sonrio tenuemente, porque no pasaba por alto el lugar donde estaban y esa tristeza, esa solemnidad inherente que les envolvía. Aun así asintió y lo siguió, andando muy cerca de él, incluso ocultándose a su espalda por instinto cuando se despedía de aquella forma del cuidador, desconociendo por completo cualquier tipo de relación que tuvieran. Se sentía más segura por ir acompañada de otro mago, pero el estarse moviendo entre muggles siempre era motivo de tensión y un poco de paranoia.
Observó el coche con algo de sorpresa, no porque fuera la primera vez que veía uno, pero sí porque era muy distinto a los autos mágicos en los que había viajado. Le agradeció que le ayudara con el paraguas y al entrar al auto se hundió un poco en el asiento, cubriéndose con su abrigo. La verdad es que la situación estaba hasta causándole gracia.
Le miró de reojo, ocultando una sonrisa medio avergonzada en la bufanda. – … ¿un cinturón para estar seguro? - ¡Obvio! ¿No? Qué iba a andar sabiendo si con los coches mágicos eso no era necesario. ¿Cómo para qué? Uy que miedo, no fueran a estrellarse contra una nube. De todas formas buscó al tanteo algo que se pareciera a eso, un cinturón, y al encontrarlo y ver la punta del conector fue cosa de sumar dos más dos y buscar donde encajaba. Que era un poco ignorante en cuanto a muggles, pero no bruta. Aguardó un poco en esperas de lo que ocurriría y miró por la ventana, perdiéndose en el cementerio.
- … es gracioso en realidad. Sea en Godrigc’s Holllow o aquí o en donde sea, me sigo sintiendo igual. – De muggles, de brujos. Un cementerio era lo mismo sin importar donde estuviera.
Y la vida no se detenía para nadie.
- Mi mejor amiga. – Aclaró porque nunca le había gustado aquello de las insinuaciones misteriosas y las frases inconclusas. No tenía nada que ocultar ni encontraba que compartir eso fuera dar demasiada información. No era como si estuviera narrándole toda la trágica historia a James apenas conocerle. Lo que no se podía negar era que, dadas esas circunstancias de su encuentro y lo que les rodeaba, se sentía una atmósfera de entendimiento entre ellos que le animó a preguntar. – ¿Y tú? ¿A quién visitas? – Había perdidas que nunca dejaban de doler, pero Lucille creía en el misticismo de la vida, y suponía que el que estuvieran ambos ahí al mismo lugar y al mismo tiempo no podía ser cosa de simple casualidad. Tal vez ese día significara algo especial para James también. Tal vez fuera solo una de aquellas situaciones en las que el vacío se sentía más hondo, irrelevante a la fecha que el calendario marcara.
- Pues mejor que ni se me acerque porque se va a llevar un triste encontronazo con la realidad. – Sonrio tenuemente, porque no pasaba por alto el lugar donde estaban y esa tristeza, esa solemnidad inherente que les envolvía. Aun así asintió y lo siguió, andando muy cerca de él, incluso ocultándose a su espalda por instinto cuando se despedía de aquella forma del cuidador, desconociendo por completo cualquier tipo de relación que tuvieran. Se sentía más segura por ir acompañada de otro mago, pero el estarse moviendo entre muggles siempre era motivo de tensión y un poco de paranoia.
Observó el coche con algo de sorpresa, no porque fuera la primera vez que veía uno, pero sí porque era muy distinto a los autos mágicos en los que había viajado. Le agradeció que le ayudara con el paraguas y al entrar al auto se hundió un poco en el asiento, cubriéndose con su abrigo. La verdad es que la situación estaba hasta causándole gracia.
Le miró de reojo, ocultando una sonrisa medio avergonzada en la bufanda. – … ¿un cinturón para estar seguro? - ¡Obvio! ¿No? Qué iba a andar sabiendo si con los coches mágicos eso no era necesario. ¿Cómo para qué? Uy que miedo, no fueran a estrellarse contra una nube. De todas formas buscó al tanteo algo que se pareciera a eso, un cinturón, y al encontrarlo y ver la punta del conector fue cosa de sumar dos más dos y buscar donde encajaba. Que era un poco ignorante en cuanto a muggles, pero no bruta. Aguardó un poco en esperas de lo que ocurriría y miró por la ventana, perdiéndose en el cementerio.
- … es gracioso en realidad. Sea en Godrigc’s Holllow o aquí o en donde sea, me sigo sintiendo igual. – De muggles, de brujos. Un cementerio era lo mismo sin importar donde estuviera.
Y la vida no se detenía para nadie.
Lucille Blackwood- Mensajes : 28
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