Quemando Energía (Privado)

Un rápido picado, un tirabuzón invertido y un brusco frenazo en el aire para encarar la bludger que le perseguía. Enarcó el brazo con violencia y osciló el bate corto con todas sus fuerzas. El !Crack¡ sordo del impacto se oyó con claridad en todo el campo vacío. Al fin y al cabo, ¿Quién iba a estar un viernes noche jugando quidditch? Y en Diciembre, además. Marius disfrutaba del campo en exclusividad, algo que por un lado disfrutaba y que por el otro le enfurecía.

Más que nada porque Markus debería haber llegado hacía unos diez minutos y Marius ya se estaba oliendo la tostada... así que cuando la bludger le atacó de nuevo, no la rehuyó, si no que la golpeó con todas sus ganas. Lo único que podía esperar de su hermano era que si le dejaba colgado al menos la chica fuese muy guapa. Sigh, desalmado cazafaldas...

Sonrió de lado y esquivó por los pelos el esférico. Frunció el ceño, no debía distraerse con una bludger suelta, y más con una que había encantado para que no buscase otro objetivo que no fuese él. Tomó altura y siguió la curvatura elíptica del estadio siendo perseguido por la infatigable bola de acero. ¿Qué iba a hacer si Mark no llegaba? ¿Volver a casa? ¿Seguir un rato más?

Se volteó en un giro cerrado y con la propia inercia extendió el brazo y la golpeó de nuevo, alejándola de si en un ángulo inesperado. Nah. Seguiría, al menos un poco más. La semana de exámenes estaba por empezar y no sólo era dura para los alumnos. Quemarse sobre la escoba, llegar a casa casi a rastras, ducha rápida y desplomarse en la cama hasta las doce de mañana.

Sounds like a plan, hell yeah!

Viernes por la noche en fin de semestre y ella se quedaba en el campus en vez de salir a perderse por ahí y embriagarse. No sabía si eso hablaba bien de su compromiso con su carrera o mal sobre su prácticamente nula vida social. Tal vez un poco de ambas cosas. No es que fuera una persona intratable que viviera rechazando ofertas para salir con amigos y colegas y desestresarse un poco. Era tan sencillo como que, si no le apetecía, no había fuerza humana que le hiciera cambiar de opinión. No quería salir esa noche de bares, tan simple era la realidad.

Prefería y por mucho quedarse a volar. No es que Abbygail necesitara de una excusa para ir a montarse a una escoba, pero había días en los que, sencillamente, el deseo de hacerlo era demasiado fuerte como para ignorarlo tan despreocupada. Había tomado su escoba, vestido con ropa deportiva, recogido el cabello en un moño un tanto desordenado y, cosa rara, amarrado una gruesa bufanda a su cuello. No se consideraba una persona friolenta, pero la temperatura en los últimos días había bajado considerablemente, y o le apetecía en l absoluto presentar finales en medio de un resfriado.

Había llegado a la cancha en cosa de pocos minutos. Esperaba verla vacía, pero en un instante había descubierto que no era así. No pudo evitar arrugar un poco la nariz. La cancha era pública a fin de cuentas y era algo que no se podía evitar, pero hubiera preferido, por mucho, estarse ella por su cuenta. Aun así, tenía que reconocer que la figura en el aire era hábil en lo que hacía. QUizá eso tendría potencial de tornarse interesante.

Subió a su escoba y se alzó en el aire. Lo suficientemente lejos como para no incordiar al segundo inquilino del campo por esa noche. Lo suficientemente cerca como para poder observarlo bien sin dificultar las cosas. - Buena técnica, ¿qué tal un uno a uno? - La semiveela sonrió ampliamente desde su posición. Ella tenía en claro a lo que iba.

Cuando vio llegar a la desconocida dio un giro de doscientos setenta grados y sacó la varita. Un rayo azul manó de ella, inmovilizando a la Bludger que tras un segundo comenzó a orbitar apacible a su alrededor. Se reunió con la profesora a media altura y la saludó con un gesto amable. Obviamente era una profesora, puro proceso deductivo. Una estudiante fiestera e irresponsable estaría en estos momentos emborrachándose. Una estudiante formal y dedicada estaría en su cuarto ahora mismo, preparándose.

Ergo, una profesora. Y aún con lo tapada que iba podía notar una cierta... aura... tal vez fuese el reflejo de las luces en su mirada, pero algo le decía que no se encontraba frente a alguien común.

-Marius Dorian, de Ogmios, ¿Con quién tengo el gusto?- dijo con una leve reverencia seguida por una media sonrisa. -Sobre el uno contra uno, no sé que decirte, la verdad. No pareces una golpeadora y no querría que te rompieses una uña o algo... Aunque si insistes...- Lo dicho en su idioma significaba "ya estás tardando en sacar el bate" y de hecho él ya estaba tomando distancia para empezar.

-¿Cómo quieres hacerlo? ¿El primero con tres golpes pierde? ¿Hay algún movimiento ilegal?

Le llamó mucho la atención la manera en que aquel hombre estaba manipulando la bludger, sobre todo ese rayo de luz azul que había conseguido frenarla en seco y manipularla con apenas una floritura de varita. ¿Por qué no les habían enseñado aquel hechizo en los entrenamientos aun? Seguro que sería de bastante utilidad. Frunció el ceño un poco, pensativa. Pues bien, tenía un propósito para el lunes a primera hora, y ese era atosigar al entrenador con ese tema. Ella quería ese hechizo.

- Abbygail Ettinger. De Smertios. – Le respondió desde donde estaba, flotando en su escoba cerca de él. Le pareció extraña la manera en que se presentó, pero qué sabía ella. Apenas tenía un par de años en Irlanda y los seguía encontrando a todos (irlandeses, escoceses e ingleses) con costumbres muy extrañas. Seguramente ellos la verían de la misma manera, como que su acento seguía delatándola al primer instante con que ella no era de ahí.
Ni idea de que la estaban tomando por profesora. A su manera, Abby si que estaba matándose a estudiar ese viernes por la noche y era una alumna dedicada. Aunque siendo justos, tampoco tenía idea de que él se trataba de un profesor. Nunca iba de oyente a otras facultades, ¿Cómo para qué? Más que ayudarla a abrirse a otras cosas lo encontraba distractor y poco productivo. Lo suyo era la eficacia y la precisión.

Por mucho lenguaje y pulla deportiva que hubiera, no se tomó para nada bien el chistesito de las uñas. Le miró con expresión severa, a pesar de llevar el rostro cubierto por la bufanda, y sujetándose del mango de su escoba con una sola mano, tomó su varita, apuntó hacia la raca de bates en el suelo y esperó a que el accio hiciera efecto. En cosa de unos instantes ella contaba con un bate también. En algo tenía razón, su posición preferida era la de buscadora, no la de golpeadora, pero aun así estaba más que convencida que podía callarle la boca y tumbarle uno o dos dientes. Por el deporte, nada más.

- Las Señoritas eligen las reglas. Así que anda. Odiaría que te lastimaras. – Le devolvió el comentario, bastante arrogante si tenía que decirlo, mientras comenzaba a andar en círculos alrededor de él ahora sí con bate en mano. Una de las bellezas del quidditch era precisamente esa. No necesitabas de mucho, solo a alguien dispuesto a jugar y la competitividad se encargaba de hacer todo lo demás.

Rió con ganas con su respuesta. Tal vez fuese por haber estado siempre acompañado desde que nació, para Marius todo era mejor con una pizca de rivalidad, con un poco de, ya sabes, ese ¡zing! que tiene el batir espadas no sólo en habilidad si no en técnica. Claro que la smertios podría haberlo tomado de otra manera... Bueno, ya la resarciría luego. Tal vez Markus fuese el despliegue pirotécnico de carisma y simpatía, pero Marius también tenía un par de nociones acerca de sacar partido a su encanto.

-¡Fantástico! Entonces... jugaremos Bludger Galés- Tras decirlo se percató de que debido al acento de la muchacha, tal vez no tuviese ni idea de qué estaba hablando. -Por aquí "a la galesa" es que pierde quien reciba tres pelotazos, suelte el bate o sea derribado. La irlandesa es más o menos igual, pero con una guiness en la otra mano...- bromeó con una media sonrisa. -Ah, y para que lamentes haberme dado a elegir las reglas, "señorita", cuando pierdas... quiero decir, el que pierda invita al otro a cenar al Flamin' Broom mañana durante el partido de los Cannons, ¿Hace?-

La elección del Flamin' Broom no era casual; Era uno de los bares deportivos más populares de Irlanda y con el partido de mañana de los Wasps-Cannons estaría hasta arriba, así que más que una manera maliciosa de obtener una cita el punto más bien era que uno de los dos tendría que abrirse paso a codazos entre la multitud de fans de ambos equipos hacinados para ir por las rondas de cerveza.

-Y para que veas que aún puedo ser todavía más chovinista... te cedo el saque. Cuando la golpees volverá a la normalidad- Y tras ello se alejó y tomó una posición de guardia para empezar a jugar, dejando a la bludger levitando ingrávida frente a la muchacha.

Efectivamente, no tenía idea de a lo que se refería con Bludger Galesa, su conocimiento de regionalismos e idiosincracias locales no alargaba para tanto aún. Se le quedó mirando con atención, escuchándole detalladamente, aún con aquella mirada tan propioa de ella, esa que mezclaba la arrogancia y la curiosidad, examinándolo a detención. Las reglas que proponía ya las había escuchado antes, que en Alemania ese juego se llamaba de otra manera, pero la finalidad era la misma. Tres golpes o caída, no había problema con ello.

- La cerveza irlandesa no es nada. -

Le respondió ese mismo tono de suficiencia que alimentaba las rivalidades en el campo, aunque no mentía, porque la cerveza que había probado en aquel país no era nada parecida a la que tenían en casa. Se rio entre dientes y asintió puesto que la apuesta no sonaba nada mal. De cualquier manera ella tenía pensado ir hacia el Flammin Broom a ver el partido. No era extraño hacerlo entre los chicos de la carrera, y si, lo admitía, se aprovechaba de ser quien era para conseguir una cerveza gratis o dos mientras se dejaba los pulmones gritando ante el partido.

- Adelante, tus reglas. Solo no llores cuando la señorita deje tu chovinismo en ridículo. -

Sonrió de lado y con un movimiento veloz de la escoba se posicionó cerca de la Bludger, a una distancia buena como para que el saque con el bate alcanzara buen movimiento. Esperó a que su contrincante improvisado se posicionara donde quisiera. Ya lo había dicho, su posición favorita era la de Buscadora, pero tenía un truco o dos bajo la mango en lo que a bates se refería.

Esperó a que Marius estuviera listo y atento y entonces sí se dejó ir contra la Bludger suspendida por ese encantamiento. El eco del golpe del bate contra la pelota fue fuerte ya que la distancia, el ángulo usado, la velocidad de su brazo y hasta el giro de su muñeca al conectar estaba todo fríamente calculado. Como se había esperado la Bludger retomaba al instante su trayectoria errática y violenta, y ahora que tenía a dos blancos distintos por cazar, aquello estaba por tornarse interesante.