That akward moment when... {Ellie Morgan}

Primer contacto en un año y era para darle una noticia que lo dejaba realmente molesto, estupefacto. Estaba en su despacho, bebiendo café –su café de la tarde que nunca faltaba– cuando abrió su correo. Y ahí estaba, el sello del Ministerio Húngaro de Magia, en color ocre, cerrado pulcramente. Con un abrecartas de plata, abrió el sobre con cuidado, expectante. “Qué diablos querrá ahora” se preguntó y abrió el papel. Lo que tenía frente a sus ojos era un golpe directo en los testículos. Estaba escrito en húngaro y por eso mismo no importaba si alguien trataba de abrirlo, no entenderían nada:

“Estimado Andrei Kosztka:

Querido hijo. Si, aún te puedo llamar hijo, te puedo llamar por tu nombre y por tu apellido aunque la zorra te tu madre haya hecho que no te lo merezcas. No pretendo molestarte más de lo necesario. Estamos entrando en un nuevo año y sólo quería mandarte mis felicitaciones. Aún no estamos encerrados, hijo mío. No creas que olvidamos. Julia te manda saludos igual que tu hermano Ferenc, con quien se ha casado. Pero eso ya lo sabías. Queremos que envíes nuestros saludos a Ellie Morgan. Es una pena que haya caído tan bajo, habría sido una buena esposa para ti. Claro que de eso no te acuerdas, estabas muy pequeño para saber que ella estaba destinada a casarse contigo. Y no creas que digo esto sólo para molestarte. Ella lo sabía. Deberías de preguntárselo.

Saludos cordiales. Feliz Invierno.
Ërno Kosztka”

Por las palabras que leía, su padre estaba al tanto de la protección y relación amistosa que él había formado con su amiga –prometida- de la infancia. Si aquello era cierto, sólo había una manera de saberlo. Sin más tardanza, envió a un alumno nuevo de Arianrhod a que le entregara un mensaje a Ellie: tenían que verse esa noche en el Bar Radegast, era urgente.

Así cuando el manto celeste se tiñó de negro, Andrei ya estaba pasando el umbral de la puerta del bar. Sin saludar a nadie, pasó a la barra y pidió que le llevaran una cerveza ámbar a la mesa cercana al ventanal. La chica que le atendió sonrió y se incinó sobre la barra, mostrando el profundo escote donde rebosaban sus prominentes pechos. Gesto que, aunque era más que obvio para que él lo notara, Andrei pasó de largo intencionadamente.

— ¿Algo más? — ronroneó
— Sólo la cerveza. — apuntó él dando media vuelta para irse a sentar.

Fumaba, lentamente y bebía de la botella de vez en cuando. Por momentos miraba la puerta esperando que la rubia apareciera para darle las explicaciones que le debía. Era increíble que tras saber todo eso, aún hubiera seguido con su dañina y destructiva relación con Abner y que, aparte, se embarazara. Ahora el niño era parte de su vida también y no podía evitar culparlo de cierto modo, incluso aunque la criatura no tuviera la culpa de absolutamente nada. Posiblemente lo único que lo mantenía calmado con el niño era que Ellie escogiera el nombre del fallecido amigo suyo para bautizarlo: Bastian.

No era fácil ser madre de alguien y estudiante a la vez, de hecho Ellie a veces sentía que de no ser porque sus padres habían absorbido prácticamente la custodia de su pequeño Bastian, ella jamás habría podido continuar con su vida.  Estar lejos de él le dolía, pero se repetía una y otra vez que hacia todo eso por su bien, por su futuro, por seguir adelante a pesar de los tropiezos del pasado.  ¿Qué si le guardaba rencor a Abner después de todos esos años? No, en realidad no.  Él había sido listo y se había alejado lo antes posible, no sabía de él o su vida, no le importaba (aun que por dentro fuera lo contrario).  Ella se esforzaba muchísimo por sobresalir, por no ser simplemente una estudiante promedio, obviamente ella debía ser la mejor

Precisamente por esa razón seguía metida en el aula de ingeniería de pociones cuando un alumno llegó a darle un mensaje.  Con una muy mala cara lo mando al diablo tras asegurarle que iría a ver al profesor cuando terminara, odiaba que Andrei mandara recaderos que se le quedaban viendo idiotizados, algunos hasta hacían desmanes en el aura al chocar por mantenerle la mirada o cosas así, era abrumador y enfadoso.  

Tenía que terminar el trabajo que estaba haciendo sin interrupciones, por eso ni siquiera se molesto en pensar para qué diablos Andrei la quería ver en el bar y todo eso.  Cuando acabo la poción de manera exitosa e hizo los apuntes correspondientes en su bitácora fue que, tras repasar las palabras del chico la curiosidad le atacó.  ¿Urgente?  Se sintió un poco mal por hacerlo esperar. Terminó por guardar todas las cosas frente a su lugar de trabajo y luego salió del aula para aparecerse directamente afuera del bar.  No se había arreglado ni mucho menos, de hecho tenía el cabello atado en una alta coleta y ropas de universitaria común.

Entro al lugar e irremediablemente las miradas alrededor se fueron sobre ella, algunas personas describían el andar de Ellie como si flotara sobre el suelo, es que sus movimientos eran muy ligeros, casi como una danza muy bien ensayada, eso y los brillos plateados que destellaban de vez en vez a su alrededor, sobre su piel la hacían parecer casi como salida de un sueño lucido.  Por supuesto todo el encanto terminaba en el momento en que ella dirigía su gélida mirada escondida tras un par de lentes de pasta gruesa.

Quiero un vaso de hidromiel con esencia de cereza, quiero que sea original, cuidado con rebajarla con cualquier cosa que tengan allá atrás.-  Le dijo de mala gana a la mesera de pechos grandes que seguía rodeando el lugar prácticamente enamorada de Andrei, si él se lo hubiera pedido estaba segura que en esos momentos la chica se hubiera ido con él a la cama sin rechistar.  Odiaba ese tipo de mujeres.  Ellie se quitó la chamarra y la colocó sobre el respaldo de la silla, luego tomó asiento con la frente en alto y lo vio fijamente a los ojos, su mirada era penetrante, incluso aterradora.

¿Qué es el asunto tan urgente? ¿Qué necesitas Andrei? – Se le notaba tenso, molesto. Ella no dijo nada más, lo juzgaba en silencio y él bien lo sabía.  El hecho de que le importara a Ellie Morgan no significaba que ella fuera una dulzura de persona con él, de hecho hacía muchos años que no lo era con nadie. Eran de esos malos hábitos a los que te llegabas a acostumbrar, su forma de ser obviamente.

Ropa

Como una mosca alrededor de la comida, la mesera iba y venía, ya fuera trapeando –lo cual no era necesario que lo hiciera a mano-, cambiando los saleros o servilleteros, miraba por la ventana. La chica realmente buscaba cualquier excusa para ir a pasarse cerca de su mesa y, de vez en cuando, sonreírle a Andrei como si éste fuera a devolverle el gesto. Más los pensamientos del húngaro estaban en otro lado. Rememoraba pausadamente su niñez, cuando él y Ellie simplemente jugaban o conversaban por el hecho de caerse bien. Ni por un momento se le habría pasado por la cabeza que estaba acordado que se convertirían en marido y mujer una vez que fueran adultos. Y se preguntaba, cómo hubiera sido su vida de haber pasado todo de acuerdo a los planes de Ërno. Posiblemente él, en vez de ser Auror y árbitro de la Hermandad Bélica, sería un mortífago a cargo de alguna área importante del Ministerio de su país; Ellie sería una de esas esposas vacías, ambiciosas y petulantes –como en antaño había sido su propia madre- que viviría para disfrutar de los lujos de una fortuna heredada; ambos vivirían en el castillo regalado por los Kosztka, posiblemente en Bucarest, donde tendrían que haber malcriado a una horda de niños que después aprenderían a ser como el resto de la familia. Sí, ese futuro no pintaba bien. Lo único que no le molestaba era compartir su vida con la mujer a la que había protegido por tantos años. No se podría haber molestado con despertar todas las mañanas y ver su rostro impoluto de semi-veela, tampoco se habría molestado con llamarla esposa. Nada de eso hubiera sido una molestia. No obstante, no le remordía estar donde estaba.

Le dio un trago largo a la cerveza, acto que pareció que se la bebería toda y que sirvió para que la mesera preparara una ipso facto, pero no se la acabó. Aún tenía un sorbo y lo dejaría así por un rato. La puerta del bar se volvió a abrir, esta vez,  para dar paso a una rubia que atraía las miradas como las joyas a los ladrones. Los apenas pubertos pasados a la vida de adultos, reían como idiotas pensando que tenían oportunidad con ella. Y se le cruzó un pensamiento en la cabeza que tuvo que espantar de inmediato: “Si fuera mi esposa, todos ellos estarían muertos en estos precisos instantes”. Se recargó en la silla y esperó a que la dama tomara asiento. Cuando lo hizo, inquirió para qué la necesidad de su presencia con su característica voz monótona y cansada de siempre. Andreí esperó un poco. Tomó el cigarrillo del cenicero y le dio una calada.

— Esta tarde me llegó una carta, del Ministerio Húngaro de Magia. No es necesario que te diga quién es el remitente, es más que obvio. Lo que no es obvio es esto que pone aquí — dijo poniendo la carta sobre la mesa, abierta para ella; con unos toques de la varita, el idioma húngaro cambió unos minutos por el inglés, exhaló el humo del tabaco — A Ërno le encanta picar a la gente, es su característica forma de decirle a los suyos que no se le olvida nada. Pero esto sería caer demasiado bajo si se trata de una broma — se le trabó la mandíbula — ¿Es cierto, Morgan?— por primera vez en mucho tiempo la llamaba por su apellido, cosa que no hacía más que cuando trataba con ella como estudiante-maestro o cuando estaba realmente enojado.

Ellie se había sentado muy correctamente sobre la silla, no parecía intimidada por el duelo de miradas ni la seriedad que rodeaba el ambiente, era una mujer con gran temple y pocas veces en la vida se había mostrado ansiosa o nerviosa por algo. Tras ordenarle de mala gana ese trago a la mujer se giró para escuchar las palabras de Andrei y sus labios se torcieron un poco al escuchar que había recibido una lechuza de su padre. Era un secreto a voces que el ministro de magia húngaro tenía relaciones con magos oscuros y apoyaba libremente la pureza de las razas, por más tabú que fuera en esos momentos aquel tema en la sociedad.

Se hizo un poco hacia adelante y observó con detenimiento la carta, como esta iba tomando forma de un lenguaje que no conocía a simple ingles. No la tomó con las manos, la leyó desde el lugar donde se encontraba y solamente retiro la vista del papel cuando, la misma mesera, molesta porque alguien como ella se había sentado frente a su prospecto nocturno, le habló de mala manera para entregarle su hidromiel.

Esto será todo – Se había dirigido a ella viéndola por debajo del hombro, así era Ellie Morgan, una mujer de altos estándares que parecía inalcanzable. Una de esas mujeres que al parecer gustaba de pisotear a todos quienes se encontraran debajo de ella, para suerte de Andrei él no era una de esas personas, nunca lo había sido.

Ellie aspiró profundamente escuchando la cuestión y se aclaró la garganta, extendió su mano invadiendo el espacio personal de Andrei y con dos dedos y un movimiento ágil y suave le quitó el cigarrillo de las manos y se lo llevó a los labios. Sus labios a penas y tocaron el filtro del mismo, le dio una honda calada y al final se lo devolvió. Aquel gesto era intimo, de aquellos que se conocían de tiempo, más del que cualquiera imaginaria.

Primero que nada quiero dejar en claro que no estamos en la hermandad Bélica, no me trates como una infante, Kosztka .- Su voz era rígida, directa, puntualizaba muy bien las palabras que salían de sus labios, estos mismos se movían como si buscaran hipnotizar al presente, no lo hacía de manera consciente por supuesto. – En segundo lugar. ¿Qué se supone que esto significa? ¿Has vuelto a dirigirte a tu padre? ¿Qué tengo que ver yo en esta ecuación? Si me haces el favor de explicarme será más que un placer responder a tus preguntas.

Por supuesto que ella sabía que se trataba del compromiso, mismo que en efecto ella tenía pleno y total conocimiento desde muy joven. Recordaba a su madre diciéndole que, en dado caso de que no fuera una bruja siempre podría ser la excelente esposa de Andrei Kosztka. Ella no tenía planeado por supuesto enamorarse de Abner, salir con Abner y tener al hijo de Abner, aquello solamente había sido algo que apareció en su vida. No podían juzgarla por ello.

Nada de lo que hacía su padre era gratuito. Mandar una carta era extremadamente sencillo y Andrei estaba seguro que Ërno no solamente recordaba que su hijo tenía la costumbre de leer su correspondencia en la tarde, sino que sabía que no pasaría la oportunidad de leerlo a él. Después de los acontecimientos ocurridos hacía unos años, cualquier cosa que proviniera de su padre era una advertencia. Julia había sido la primera y la más grande llamada de atención. Era como decirle: ahora que te has volcado contra mí, de quitarte todo lo que más amas hasta que no quede nada de ti. Y así había sido. Primero el pobre de Bastian que, tras una tortuosa hora bajo el maleficio cruciatus, Yvan había sesgado su vida con un chorrazo de luz verde; luego, sus segundos padres, los progenitores de su amigo, que no debían ni temían nada, eran despojados de la vida por la mismísima mano de Ërno. Y Julia, la arpía inglesa, lo traicionaría por un año completo para luego regresar con el hombre al que estaba prometida, Ferenc. Ellie y el niño eran prácticamente todo lo que le quedaba y ahora su padre estaba dispuesto a usar esa carta en su contra. Sí, la había citado por la carta, pero también para asegurarse que ella seguía viva. Ahora, tal vez, mandaría su lechuza al hogar de los Morgan para preguntar si Bastian estaba bien. Si ellos estaban bien.

Mató la cerveza de un trago y dejó la botella en medio de la mesa. La mesera, en ese instante, llegó con el pedido de Ellie; la mujer parecía disgustada, claramente incómoda  y su compañera rubia no iba a dejar que se le dirigieran de esa forma. La despidió con una sola oración y Andrei se quedó con la orden de una nueva cerveza en los labios. Aún le quedaba el cigarro y con toda la intención de aspirar del filtro, Ellie se lo quitó suavemente de las manos, un gesto que sólo a ella se lo permitía. Si hubiera sido cualquier otra mujer, probablemente no habría tenido oportunidad de aspirar la nicotina del pitillo. Ante las primeras palabras de ella tras haber leído la carta, Andrei solo alzó una ceja. Le dejó continuar. Andrei sabía perfectamente cuando ella trataba de hacerse la desentendida con un tema y en esa ocasión estaba aplicando esa estrategia con la carta. Él tomó el papel, lo dobló y lo colocó cerca de él, luego posó ambos codos en la mesa y acercó el cuerpo hacia ella, como queriendo que lo que saliera de ahí se quedara precisamente y sólo ahí.

— La Hermandad quedó fuera de contexto en el instante que pisaste el interior de este bar. — aclaró picando la mesa con el dedo índice — Y esto significa que mi padre sabe que no he cortado comunicación contigo. No, no he vuelto a tener contacto con él, pero le encanta mandarme advertencias para recordarme que si se le antoja puede intentar matarme como lo hizo con Bastian y ahora quitarte a ti del tablero como lo hizo con mi madre. — respiró y apretó la mandíbula — Creo que me debes una explicación.

Ellie le dio una calada al cigarrillo mientras lo escuchaba hablar, luego exhalaba el humo entre los labios con la elegancia que muchas mujeres en esos días ya habían perdido, ella había sido educada a la antigua, de una manera muy estricta y con gran etiqueta. No se dejo impresionar por las palabras de Andrei, aun que era obvio que estaba evadiendo directamente el tema en cuestión.

Conocía bien al padre del joven, sabía de lo que había sido capaz con tal de arruinarle la vida a su hijo, muchas veces se preguntó a si misma que hubiera sido si ella también le hubiera dado la vuelta a su familia en épocas de guerra, si la estarían buscando para matarla o si habría sido más terrible que tener un hijo sin reconocer. La verdad la familia Morgan no había hecho comentarios al respecto y jamás pensaron en acabar con la vida del pequeño, primero porque sabían que no era hijo de un mestizo, sangre sucia o muggle, segundo porque decían que matar a alguien que compartiera su propia sangre haría caer sobre ellos una verdadera maldición. Por eso lo mantenían escondido y en realidad pocas personas sabían de las indecencias de su hija, desafortunadamente la familia de Andrei era una de ellas.

Mis padres siguen en contacto con los tuyos si es lo que quieres saber. No creo que hagan algo en contra mía o de Bastian, deberías tranquilizarte… – Su voz sonó un poco menos dura, apago la colilla del cigarro sobre el cenicero que estaba puesto sobre la mesa y luego se cruzó de brazos recargándose sobre la silla, estaba poniendo distancia entre ellos, su lenguaje corporal hablaba más de ella que sus propias palabras o gestos faciales.

Solamente esta alardeando, está tratando de descolocarte y lo ha logrado. Le gusta verte torturado con la idea de que la gente pueda traicionarte como lo hizo Julia – No se tentó el corazón al mencionar el nombre de aquella mujer, si bien era un tema delicado para Andrei, ella era de esa manera, pocas veces controlaba las palabras duras y certeras que salían de sus labios. – Si te refieres al compromiso, en efecto, lo sabía. Cuando mis padres pensaron que iba a ser una squib me educaban día tras día para ser tu esposa…. Por supuesto, el destino no lo quería de esa manera, ¿cierto? – Lo observo esta vez con algo de pena a penas reflejada en su semblante. En su interior se preguntaba una y otra vez por qué, ¿por qué había tenido que renunciar a todo? ¿Por qué las cosas no habían funcionado de la manera correcta desde un inicio? ¿Por qué le había entregado su vida a un hombre que no lo merecía?

No te debo nada. Lo que has hecho por mí lo has hecho porque así has querido, jamás vuelvas a pensar que estoy en deuda contigo por algo. – En realidad decía eso como una barrera para evitar que se viera en ella la debilidad por el pasado, sabía muy bien que estaba en deuda con Andrei, por haber permanecido ahí a su lado cuando nadie más había estado. No se permitía sentir esa clase de debilidad hacia nadie, no más.

Flashback:
“—Sí, la quiero. Pero no puede pasar nada, así que ya déjame en paz y haz tu movimiento, maldita sea— había dicho Andrei mientras le daba un trago al escocés en las rocas.
Bastian, mirando el tablero, se rascó el pelo de la barbilla y pensó un momento lo que haría para quitarle su caballo a su compañero porque, si no lo hacía, estaba perdido.
— Abner es un imbécil, todos lo sabemos, y sí, puede ser intimidante. Mucho a veces, pero si no logras mover tus piezas en este juego, la vas a perder. Te lo digo de una vez. Ellie no es el tipo de mujer que espera. — soltó el otro sin realizar movimiento alguno en el ajedrez.
— Está embarazada — dijo Andrei. Bastian dejó de mirar el ajedrez.
— ¿Qué? Acaso es…
— No seas estúpido. Claro que no es mío — atajó inmediatamente dejando el vaso con alcohol a un lado del tablero — Es de Abner.
Bastian pareció no comprender, estaba en shock. Sentías que quería decirle algo a su amigo, pero no tenía nada en la cabeza que pudiera serle de ayuda.
— No sé qué decirte… — comentó y dio las coordenadas para que alfil se moviera.
— No importa. Sólo espero que no la deje sola — respondió Andrei en un tono oscuro, rasposo.
— ¿Y si lo hace? No sería algo que nos tomara desprevenidos. Incluso creo que sería lo más probable.
Andrei dio otras coordenadas. La reina avanzó arrastrándose entre los cuadros negros y blancos hasta llegar donde estaba el caballo de Bastian. La ficha cobró vida y destrozó a la otra sin piedad. Ahora sólo quedaban su reina y el rey.
— Si lo hace. Yo lo mato. — finalizó Andrei para beberse lo que quedaba de su escocés y levantarse de ahí para irse a su habitación. Bastian miró el tablero. No había visto ese movimiento venir. Las piezas lo dictaban todo. Era un Jaque Mate.”


Una vez que Ellie apagó el cigarro, Andrei extrajo otro de la cajetilla y continuó pudriéndose los pulmones. Tenía demasiados sentimientos encontrados y la nicotina le bajaba los niveles de ansiedad. En esos instantes no sabía si estaba molesto, decepcionado o aliviado. Podían ser las tres cosas. Le dio una calada al cigarro y soltó el humo sin decir una sola palabra. Ellie había cambiado mucho en poco tiempo y todo gracias a un hombre. Toleraba muchas cosas de ella por los sentimientos que le profesaba, como su continuo desdén, su ingratitud, la forma en que le demostraba que simplemente él no le importaba. Con no haberle dicho nada, en ningún momento, de esa pequeña fracción de vida compartida, le había demostrado que realmente su aprecio era algo muy voluble. Ahora tendría que tratarla con más frialdad que antes. Andrei tomó la botella vacía y la agitó en el aire. La mesera, tan pronto como vio el gesto, recogió la botella ya abierta momentos antes y acudió para dársela. Andrei, esta vez, le agradeció con una tenue sonrisa que no mostraba los dientes. La mesera se quedó de piedra y torpemente desapareció de ahí con la botella en la mano.

Ellie parecía hablar del compromiso con tanta naturalidad que a Andrei le enervó. El destino no quería que fuera de esa manera, decía ella. “Pero sí de Abner” pensó él mientras le daba un trago a su bebida y sopesaba cada una de las palabras que salían de esa boca desdeñosa. Cuando escuchó la última oración, simplemente asintió con la cabeza, levemente, y su mirada se quedó fija en la botella ambarina que descansaba frente a él. Tenía razón, ella no le debía nada. No le debía que él prácticamente se encargara de sacarla adelante aún y con un hijo que no compartía su sangre; no le debía que, tras las complicaciones de la guerra, fuera él quien la sostuviera cuando Abner había desaparecido; no le debía nada cuando era él quien se encargaba de que no decayera anímicamente. No le debía nada. Dio una nueva calada al cigarro, sereno y calmado. Si ella no le debía nada, no comprendía por qué él seguía ahí como estúpido. Nada los unía ya más que una fina y delgada línea de amistad.

— Comprendo — respondió deseando que su garganta pudiera soportar beberse toda la botella de cerveza para desaparecer de ahí — Tienes razón, no tengo derecho alguno de pedirte explicaciones de nada. Después de todo, el compromiso es nulo, no soy absolutamente nada de ti— agregó con seriedad — Debiste casarte con Abner, así estarías mucho mejor — finalizó sin la intención de decirle nada más. Estaba claro todo.

¿Qué si Andrei le importaba? Tal vez él nunca llegaría a saber cuánto en verdad significaba para ella. Era su sustento, la fuerza que la mantuvo en pie durante los momentos difíciles. Sabía que le debía a Andrei más que su propia vida, pero no le había gustado la forma en la que se dirigió hacia ella, odiaba que las personas le hablaran con superioridad, como si tuviera el derecho de hacerlo. No lo iba a permitir, por eso es que desde el inicio levantó una muralla entre ambos, mostrar fragilidad ante sus palabras o mostrarle si quiera lo mucho que le dolía aceptar que había cometido un error en el pasado era simplemente inaceptable.

Siempre había estado enamorada de él, desde pequeña su sueño siempre había sido estar a su lado, compartir con él sus penas, sus angustias y sobre todo una falsa felicidad que en esos momentos era casi imposible para ambos. Efectivamente las cosas no habían salido como lo planeo. Cuando él le dio la espalda a su familia por los actos atroces que cometían, en los mismos que ella estaba envuelta jamás pudo perdonarlo, fue ese momento, en esa grieta, que Abner había aparecido, apoyándola, haciéndole ver que en realidad asesinar a esos sangre sucia no era en realidad una mala idea, incitándola…. Y ella había aceptado. Jamás le perdonó a Andrei el haberse alejado de su lado en aquel entonces y, aun con los años, nunca lo haría.

Guardo silencio después de la última oración y tomó la copa que tenia entre las manos. No había bebido mucho en realidad. Sus movimientos quedaron pausados al escuchar su voz y luego aquella frase que le caló profundo. Si hubo un cambio en su expresión fue en aquel momento, sus ojos se abrieron incrédulos ante lo que le decía, ¿Casarse con Abner? ¿Es que acaso no sabía todo lo que había sucedido entre ambos? La espiral decadente en lo que se había convertido esa relación una vez que el señor oscuro había sido derrotado, las peleas constantes, los gritos, el dolor.

Se puso de pie de pronto haciendo que la silla en la que se encontraba chocara contra el suelo. Algunas miradas se giraron hacia ellos pero sus ojos solamente estaban puestos en el mago, sentía que la sangre estaba hirviéndole y sus músculos se tensaban, estaba enfadada, su carácter era voluble pero la mayor parte del tiempo trataba de mantener su temple, era cuando mencionaban a Abner, cualquiera, que simplemente no podía soportarlo, de haber tenido su varita desenvainada le habría lanzado una maldición inmediatamente, pero no… lo que hizo fue lanzarle el contenido del vaso de hidromiel en el rostro sin pensar un solo segundo en lo que eso pudiera conllevar.

Él era una basura, pero jamás habría necesitado un compromiso arreglado para ser su esposa… – Sus palabras salían a penas como murmuros entre sus labios apretados. Tomó la chamarra de la silla en el suelo y sacó un par de galeones que dejo desperdigados sobre la mesa de madera.No vuelvas a mencionarlo en mi presencia... .- Esa conversación había terminado, al menos para ella. Se dio la vuelta enfadada buscando llegar a la salida del lugar.

Le había calado profundamente la mención de Abner, los recuerdos. Salió del bar con los puños apretados y en cuanto estuvo fuera de su vista sintió que el mundo se le vino encima, levantó una mano a la altura de su rostro solamente para verse temblar, como si fuera una chiquilla, débil, ingenua. No habría podido seguir más con esa farsa si seguía frente a él, es que simplemente habría esperado todo aquello de cualquier persona, no de él. Aspiró profundamente y se abrazó a sí misma para comenzar a caminar entre la lluvia, no le molestaba, sentía que le devolvía un poco la calma que había perdido momentos atrás. ¿Qué estaba haciendo?

Cerró los ojos deteniéndose unos momentos, no imaginaba que la hubiera seguido, fue hasta que sintió su agarre que se giró a verlo, sorprendida y un poco asustada, no era buena para afrontar las cosas, en realidad no lo era. ¿Qué si esa era su opinión acerca de él? Maldita sea, no tenía la mas mínima idea de lo que sentía en esos momentos, del dolor que le causaban cada una de sus palabras.

¿Quieres saberlo en realidad? ¿Quieres saber en realidad cual era mi opinión? ¿Porque no lo preguntas directamente Andrei? ¿Por qué no me hechas en cara el haberlo elegido a él antes que a ti? ¡Te voy a decir porque! - Se adelantó hasta ponerse frente a él y empujándolo hacia atrás con ambos brazos, su fuerza no era mucha, ni tampoco buscaba hacerle daño, solamente era una forma de marcar su postura - Te habría elegido mil veces de no ser por tus locas ideas acerca de la igualdad, ese terrible amor que parecías profesarle a los sangre sucia. ¿Crees que yo buscaba eso? Abner estuvo a mi lado cuando solamente te necesitaba a ti, ¿Dónde estabas tú? ¡Escondiéndote con esa maldita familia que jamás iba a hacer nada por ti!

Había elevado la voz y en algún momento su enojo pasó a ser un terrible dolor que se vio reflejado en su rostro, en pequeñas lágrimas que caían sobre sus mejillas disfrazadas por las gotas de lluvia. No podía soportarlo más, al final tras tomar un poco de conciencia sobre lo que acababa de decirle, lo tomo por los brazos para sujetarse.

Te habría elegido… Te habría amado por siempre… - Su corazón latía de manera apresurada, golpeteaba sobre su pecho, de pronto se sintió completamente frágil, no era tan fuerte como creía.- Se que fue un error, mi vida. No fui tan fuerte como tú para enfrentármeles, solo necesitaba que alguien estuviera conmigo…

Era verdad, todas esas palabras solamente eran excusas que había buscado inmediatamente solamente para justificarse, la verdad es que estaba muerta de miedo. En su interior no podía soportar nuevamente que alguien la rechazara, volver a entregarle su vida, su alma a un hombre aun que fuera él, la única persona que siempre la amo. Se sentía frágil, quebrada, había comenzado una nueva vida como una mujer fuerte, imparable, alguien que no tema a nada ni nadie y él venía con sus declaraciones y preguntas a desmoronar todo de pronto solamente para demostrarle que seguía siendo la misma de antes. No iba a permitírselo.

Quiso alejarlo de nuevo desde el momento en que la tomó por la barbilla, su mirada se encontró con la de ella y dudó, en realidad su mente viajo a un “tal vez” cuando lo tuvo ahí cerca de ella. Tal vez podría haber una oportunidad para ellos, tal vez podrían lograr lo que años atrás no habían logrado, si la amaba en verdad, si nunca la había dejado de querer entonces….

Esperaba ese beso, en realidad lo esperaba desde hacía mucho tiempo. Lo rodeo con un brazo pero sus labios no respondieron con la misma calma y devoción que él le mostraba, ella tenía miedos e inseguridades muy arraigadas en su corazón. El encuentro de sus labios solamente sirvió para despertarla de ese terrible ensueño, para hacerle ver que en verdad no podrían estar juntos por más que se lo propusieran, ella no era la mujer que él necesitaba, tenía demasiada sangre sobre sus manos, sangre inocente.

A veces el amor no es suficiente… - Le respondió con la voz entrecortada, no quería dejarlo ir, quería seguir aferrándose a ese hombre que la había mantenido en pie durante muchos años. Si lo dejaba en esos momentos no sabía que iba a suceder. Se sintió egoísta, terriblemente egoísta y volvió a besarlo a pesar de todo, a pesar de su reacción y sus duras palabras. Lo besó con necesidad, no como un viejo amigo, si no como un viejo amor del pasado que en esos momentos le servía como una llama ardiente en su vida.

Debes detenerme por favor, por ti y por lo que queda de nosotros. Detenme antes de que termine de matar lo que nos queda. – Su cuerpo temblaba bajo la lluvia, podría ser una mujer sin alma y corazón, pero él aun le importaba lo suficiente como para no querer lastimarlo, no de esa manera.

Estaba dividida en esos momentos, por una parte quería olvidarse de todo, aceptar lo que siempre debió haber sido así, ellos dos juntos, por siempre, por la eternidad profesándose ese ridículo amor del que todo mundo hablaba, ese que queda grabado en la historia por siempre. Por otro lado quería alejarlo de ella, quería que se olvidara de las cosas que habían sucedido en esa noche, por muchas razones, porque sabía que no podría contar más con él y dentro de ella lo necesitaba con una fuerza implacable, porque sabía que si se dejaba llevar por el amor y los sentimientos nuevamente quedaría herida y no estaba segura de ser lo suficientemente fuerte como para levantarse una segunda vez del dolor de la perdida, de un corazón roto.

Pero él la había alejado…. Ellie levantó la mirada para verlo mientras le recriminaba. Volvía a sentir ese ardor en el estomago y las ganas de mandar todo al demonio cuando le dijo sobre Abner, sobre su capricho. ¿Qué sabía él de caprichos? ¿Qué sabía él de amor? ¿Por qué se sentía con el derecho de decirle eso? Ella había sentido amor, un amor profundo y sincero por Abner, lo había amado de una manera incondicional, lo había amado sin límite alguno. Si aquello era algo que Andrei se decía para estar bien consigo mismo, ella no lo iba a perdonar.

¿Crees que te desprecie por un capricho? ¿Eso es lo que te dices por las noches para poder dormir en paz? No, Andrei, te desprecie por amor, algo tan profundo que estoy segura que jamás entenderás, ¿Fue un error? Sí, pero cometí ese error porque sabía lo que estaba haciendo, no por conseguir a alguien solamente. – Curiosamente no había ira en sus palabras, había dolor, resignación, angustia.

Se dejó poner la gabardina sin quitarle los ojos de encima y luego lo vio sacando el pequeño paquete. Al entregárselo en las manos dudó, fueron segundos en los que se quedó en shock mientras él se daba la vuelta y se retiraba. Cuando abrió la cartera y vio el diamante dentro tuvo que dar un paso hacia atrás para estabilizarse…

¿Qué pretendía con eso? ¿Crearle lastima? ¿Traer viejos dolores a flote? Planeaba simplemente ridiculizarla, Ellie tomó el anillo y estuvo a punto de lanzarlo hacia cualquier lado cuando, al ver su brillo entre una de las luces cercanas, decidió simplemente colocárselo en el dedo. Si así quería que fueran las cosas, así serian.