One Way

Estaba terminando una semana bastante dura para Kristján. Los viernes al menos no tenía clases tan temprano en la mañana (y si las tenía, no lo recordaba, mala cosa) así que podía darse el lujo de perderse un rato y dormir mucho más tarde. Como no encontró nada más interesante que hacer, fue al lago, que siempre había encontrado agradable cuando las temperaturas comenzaban a bajar. No le importaba estar solo de vez en cuando, jamás había sido el señor popularidad como para preocuparse por eso así que vestido como siempre, con jeans y una playera vieja, encontró un espacio para tumbarse, cerca de donde salía bastante vapor, aunque la zona no terminaba por ser bochornosa.

Cerró los ojos y se llevó un brazo a la frente. Tenía muchas cosas que pensar, rehacer su vida, lo sabía, pero en todos esos años no había podido, había caído en una espiral muy jodida de autodestrucción y esas cosas. En la rehabilitación habían intentado ayudarlo y por un momento había pensado que lo lograría, pero había noches que lo único que quería era ser como antes, olvidar las responsabilidades y salir a emborracharse con quien se pudiera.

Estaba quedándose dormido pensando en eso cuando escuchó lo que le parecieron gritos a lo lejos. Le costó trabajo desperezarse pero una vez que lo hizo y aguzó el oído, se levantó rápido como un resorte. Miró hacia delante y pudo distinguir a alguien manoteando en el lago, en la parte profunda del mismo. No lo pensó mucho, corrió hacia allá y cuando llegó a la orilla adecuada se lanzó. Pudo sentir entre sus manos un peso ligero, pero que se volvía pesado por la desesperación. Tomó a la chica de los brazos y tiró de ella para que se sostuviera sobre él.

-Tranquila, ya estás a salvo. Joder, ¿estás drogada?-Preguntó tratando de encontrarle la mirada, si no estaba drogada ¿de qué otro modo podría estarse ahogando en el lago?. -Tranquila.-Le repitió. No se sintió inmediatamente como un héroe, más bien estaba un poco asustado. La llevó hasta la orilla y le indicó que se sostuviera del borde de la tierra, que se sentara en tierra firme o lo que quisiera. No se había quitado ni las zapatillas deportivas, pero al menos podría secarlas con un hechizo. Salió del lago y se quitó la ropa mojada y los zapatos, no sin antes buscar la varita en el bolsillo de su pantalón.

-¿Sabes nada al menos? ¿Qué diablos contigo?-Nunca había sido un caballero, a nadie debía sorprenderle que fuera poco amable, aunque como no se conocían, quizá a ella sí la tomara desprevenida. Lo menos que se esperaba de alguien que te ayudaba en esa situación era algo como un “¿estás bien?”. -¿Cómo te llamas?

Kristján la miró de reojo mientras secaba su ropa. Aquello de quitársela para hacerlo había sido por un arrebato de alarde, para presumir figura, pero con algunas chicas no tenía efecto, como con ella. Seguramente porque aunque quisiera mentir, sí estaba drogada, Kristján podía reconocer eso en cualquier parte, pero no la estaba juzgando, sería de necios hacerlo.

-No te preocupes, no iba a dejar que te ahogaras.-Volvió a ponerse los pantalones y la camiseta, no así las zapatillas de deporte. Sin pensarlo mucho más se sentó al lado de ella y le tomó el rostro por la barbilla, sosteniéndola fuerte para ver bien sus pupilas. Luego la soltó, sin tomarse a mal la petición del cigarrillo.

-Sí tengo, pero no aquí, necesito ir por mi sudadera. Si me alejo unos pasos de ti no volverás a tirarte al lago, ¿verdad?.-Le apretó el brazo antes de levantarse e ir por la sudadera que había dejado donde había estado echado, sin decirle su nombre hasta que volvió, sacó la cajetilla, encendió uno con la varita y le lanzó la caja a Aphril.

-Kristján, puedes decirme Kris, no a todos les sale bien la pronunciación.-Dio la primera calada al cigarro y miró a la nada. ¿De verdad acababa de salvar a alguien de ahogarse? Podía decir que su noche estaba completa. -¿Entonces, sí o no sabes nadar?-Kristján había aprendido a la mala, en Islandia, en agua congelada bajo un clima bastante malo, pero se sabía buen nadador y también extremadamente tolerante al frío, algo de lo que estaba muy orgulloso por más estúpido que pareciera. -¿Estás bien? Te pasaría el brazo por los hombros pero no quiero que tu novio me encuentre y tenga que golpearlo.

La chica hablaba tan bajito como si fuera un ratón. Kristján tenía que ladear la cabeza y agacharse un poco en dirección a ella para escucharla bien. Se notaba que era de esas chicas tímidas pero eso nunca le había molestado, hasta le agradaba que fueran un poco vulnerables, aunque no era el tipo de chica del que al final terminaba enamorándose.

Escuchó con paciencia su relato. En otros tiempos había sido de esos tipos que eran buenos escuchando y dando consejos, por más marica que eso sonara, solo que era mucho mejor cuando conocía a la contraparte y esta vez, la chica era todo un misterio para él. -No te preocupes, todos tenemos malos días, malas noches…-A veces hasta malos años. No quería ponerse melancólico con esa niña a la que acababa de sacar del agua pero le provocaba eso con sus ojos gigantes y su gesto inocente. No se imaginaba por qué razón una niña como esa terminaría tan drogada como para caer al lago.

Para Kristján fue muy obvio que lo miraba de reojo, pero no pensaba que tuviera interés en él, había quedado demostrado en el asunto de no voltear a verlo ni un segundo en su alarde de masculinidad. Su nueva opción era que tal vez le temía, no sería la primera vez que causara una pésima mala impresión, ni sería la última. Sólo por no asustarla no la abrazó, sino que le dio su sudadera para que le pusiera y dejara de tener frío, no se le ocurrió pensar que era porque tenía el cabello mojado.

-Está bien, tenemos que programar unas clases de natación entonces, es muy peligroso que andes por aquí sin saber nadar. Algunas partes son profundas, otras no tanto, pero solo puedes saberlo bien una vez que las conoces. ¿Qué dices, te gustaría aprender?-Kristján le había enseñado a nadar a su hermana Nanna, la más chiquita de la familia, el resto habían aprendido como él, por necesidad. -Le enseñé a mi hermana más pequeña a nadar en una piscina pública, ¿alguna vez has estado en alguna?-Había sido en la alberca de Ásvallalaug, no eran millonarios como para tener una piscina en casa o pagar por clases de natación. -En mi país hay muchas piscinas públicas. -No sabía si Aphril sabía lo que era eso siquiera, había brujas muy raras, pero siguió hablando para mantenerla consciente, pues ni siquiera sabía que droga había tomado.

Kristján se rió por la reacción de Aphril a lo de la piscina pública. Estaba tan acostumbrado a que la gente tuviera ese tipo de reacciones con sus “cosas de pobre” que ni siquiera se ofendía o reaccionaba mal ya, mucho menos con las niñas que eran lindas pero aún así parecían tenerle un mínimo de paciencia. -No pasa nada, no es como si tuviera treinta enfermedades venéreas el agua. O a lo mejor sí pero nos hacemos resistentes a ellas con el tiempo. Ahora que lo pienso creo que sí es un poco asqueroso, pero era eso o buscar nadar en lagos congelados en malas épocas.

La seguía mirando de soslayo, para buscar signos de que cualquier cosa que hubiera consumido o se hubiera ido, o siguiera ahí pero con ella luchando contra eso. No era del tipo que se preocupara por desconocidos, a menos que se tratara de una chica, en especial una chica de buena apariencia. Con sus amigos podía ser un hijo de puta, pero con las niñas era distinto.

Estaba a punto de responderle lo del país cuando Aphril pareció entrar en un estado de negación a la convivencia. Kristján notó que quiso pararse pero ni siquiera puro. Carraspeó y le tomó de la mano. No sabía muy bien qué hacer en esas situaciones, siempre era él el socorrido y no tenía ninguna amiga a la que alguna vez se le hubiera pasado la mano. O no que el recordara.

-Tranquila, no voy a hacerte daño. Si quisiera hacerte daño hubiera dejado que el malicioso Lago de Dagda te tragara. Quédate conmigo, ¿Está bien? ¿Conoces Islandia? De ahí vengo. Mucha gente no lo conoce, ni siquiera pueden pronunciar bien mi nombre, pero es un buen lugar.-No lo era tanto, al menos no para él, que se sentía mucho mejor ahí. Miró a Aphril preocupado, lo único que no haría sería delatarla estúpidamente llevándola a la enfermería, así que sentía que tenía que hacerse cargo. -¿Puedo hacerte una pregunta? ¿Tomas alguna medicina? ¿Tomaste algo esta noche?