Big girls cry

Ella también estaba destrozada por dentro, no solamente lo que suponía el dolor de alejarse de las dos personas que más le importaban en el mundo, si no también ver el dolor que había causado en aquellos que figuraban en un lugar de su corazón como era el caso de la familia Meyer.  Bruce estaba esperando una resolución en Azkaban y ella solamente podía ver lo afectada que su familia se encontraba.  La soledad de aquella casa, la angustia de tener a uno de sus hijos preso, más aun alguien como Bruce que era completamente inocente y ella lo sabía.

Le había pedido a Alfred pasar aquella tarde con ellos, porque quería alejarse de la universidad y porque sinceramente no tenía ningún otro lugar al que ir. No había vuelto a su casa desde que su madre estuviera completamente de acuerdo en que se uniera a las filas de lo que actualmente era un movimiento de los mortifagos y con Abner no podía si quiera acercarse después de lo ocurrido en el ministerio, la herida estaba muy fresca, en su piel y en su alma.  

Se apareció afuera del ático de Alfred, temerosa y desmejorada. Ya ni siquiera tenía ese aire de confianza en ella, se veía frágil, tal vez como nunca en su vida lo había estado. Trató de alisarse el vestido y respirar profundamente antes de llamar a la puerta, sabía que posiblemente Zelda estaba ahí y en verdad no estaba lista para un nuevo interrogatorio como había sido aquel afuera de su habitación.  Simplemente no quería saber nada de secuestros o encarcelamientos, pero sabía que no podía seguir huyendo de todo.

Hola, ¿Puedo pasar? – Su voz sonó débil cuando abrieron la puerta y dio un paso entrando al lugar. Aquel era como su único refugio ante el mundo.

ropis

La casa de los Mayer en apariencia estaba como siempre. El orden casual, de un hogar cómodo y sin muchos protocolos, la ausencia de gentes pues los padres trabajaban, Bárbara estaba en Hogwarts, Bruces en la universidad y Alfred con Zelda pasando el tiempo en el ático, llenando el resto de la casa con los ecos de sus risas. Lo de siempre... Pero no, porque Bruces estaba en Askaban y no en la universidad, porque su padre estaba de junta en junta con el abogado entre las horas de trabajo y porque su madre estaba destrozada y hasta faltaba cierto brillo de sus hechizos de ama de casa sobre los muebles.

De a zancadas bajó los dos niveles de escalera hasta atender la puerta. Sabía que era Ellie y con una media sonrisa la recibió, haciéndola pasar y tomándole el mentón con una mano para plantarle un besaso en la mejilla sin que pudiera quejarse.  - pasa, pasa, rubia hermosa... Estamos arriba, Zelda hizo unas galletas de canabbis... están de pelos!

A Alfred le gustaba distraerse. No es que no supiera que su hermano, su familia pasaban por el peor momento de la historia, pero... Necesitaba sus chicas, sus locuras para que la mente dejase de trabajar, hacer como si nada aunque se supiera que no.  Él era así, algo débil seguramente, y necesitaba evadirse un poco. Siempre había sido mejor sintiendo los problemas ajenos que hundiéndose en los propios y así pretendía seguir.

Tomó a Ellie de la mano para sortear el pasillo y subir la escalera eterna hasta el ático, a la pasada la rubia podría ver por la puerta entre abierta el lío que Zelda y él habían dejado en la cocina. La puerta cerrada de los cuartos del primer piso, como siempre pues nadie más había en la casa dando vueltas y ya se podía oir apagada la música que Zelda y él estaba disfrutando arriba. - Llegó la rubia!!! - gritó a Zelda - Ponte ropa zuripanta!!!- Era chiste y guiñó un ojo a Ellie para hacerla entrar en ánimos.

De todo lo que había oido y sabido por allí, lo que menos le quedaba claro, lo que más le preocupaba era lo de Bastian... Estaba Bastian viviendo con Ellie? No había entendido bien todo eso. No había entendido si Abner se lo había llevado, si la loca de la madre de Ellie había actuado sobre eso... Ese era el tema "serio" que en cuando a Alfred, era menester charlar... Pues... pasase lo que pasase un bebé debía estar con su mamá, y Alfred no entendía más.

algo así pero más abarrotado y bohemio., un rincón, y otro, y otro, y otro más

Sintió que el corazón se le rompió un poco más cuando vio que Alfred abría la puerta y la recibía como siempre, con una sonrisa en el rostro y haciendo como que nada sucedía, como que no tenía a su hermano menor en Azkaban y como que la vida seguía siendo igual que cuando estaban en la escuela. Quería abrazarlo y soltarse a llorar sobre él como tal vez nunca en la vida lo había hecho, confesarle todo pero algo muy fuerte la detenía.

No tengo mucha hambre... en realidad, además Zelda es horrible cocinando, ¿No lo sabes aun?

Trataba de bromear pero no le salía muy bien. Se mordió el labio inferior y entro a la casa con él de la mano, le dio un rápido vistazo a la cocina y sonrío ligeramente antes de ser arrastrada hasta el ático. Le dio un pequeño golpe en el brazo a Alfred como siempre hacia luego que escuchó que llamaba Zuripanta a su prima.

No le llames así, cuídala o te las verás conmigo Meyer.

Entro al lugar haciendo un mohín con la nariz con todas esas plantas y la luz entrando por los ventanales. Nunca le había gustado ese aspecto de Alfred, su amor por las plantas e ingredientes. Pero es que ella era más de ese tipo de chicas que no querían ensuciarse con nada, ¿Había estado muy equivocada toda su vida?

Divisó el cabello rojo de Zelda y sonrió tímidamente. Se había alejado de ella porque sabía lo mucho que estaba sufriendo por Kris y lo desesperada que estaba por encontrarlos a él y a Barunka. Detestaba en realidad esa parte de ella, la parte oscura que parecía inflexible a los sentimientos de los que amaba. Bien se lo había dicho Abner… parecía que nada de eso le importaba... aun que era mentira… le importaba y mucho.

No tengo mucho apetito. ¿Tal vez algo para beber? No voy a preguntar qué estaban haciendo antes que llegara. ¿Tienes algo de ese licor especial Alfred? Hoy solo quiero perder la razón un rato. Han sido días difíciles para todos.

Zelda cocina riquísimo… que dices? – y se rió bajito para que la mencionada no escuchase mientras subían a su encuentro. Para los de afuera podía ser un trío medio extraño aquel, al fin y al cabo él se las había tirado a las dos, novio de una, ahora de la otra, ellas eran primas, tenían un carácter “especial” y así todo… a Alfred le gustaba pensar que seguía manteniendo con Ellie una complicidad especial, un entendimiento y apoyo mutuo que superaba al de la media… Puras ilusiones seguro, pero él aun creía así e iba a tener que suceder algo gravísimo para que algún día cambiase de opinión.

Más allá de cualquier cosa, Pública o privada, Alfred la quería bien! Feliz, plena! Hasta altanera si era necesario, y verla con esos ánimos abatidos le rompía el alma. Por más que Ellie estuviera libre mientras que Bruces preso, desde el mismo día que a varios habían interrogado, por más que muchos hablaran mal de la rubia por esto, aquello, lo de ser madre soltera, lo de quién era el padre del niño (que poco a poco se hacía cada vez más público), por las sospechas que había levantado que fuera la última en ver a Barunka, por esa amistad extraña que tenía con algunos sangre sucias… (Si, a Ellie se la podía criticar desde todos los ángulos si se quería, y Alfred había escuchado muchas mierdas que hubiera preferido no.) Alfred la recibía dichoso en su casa como siempre.

- La cuido… y la cuidaría más si me dejase, pero es una maldita escurridiza - contestaba a Ellie ya entrando al cuarto, bien clarito y fuerte para que Zelda lo escuchara. Era chiste aunque no tan chiste, pero algo ya habían hablado entre ellos. Para completar su amor incondicional, se metió con gusto un pastelito quemado en la boca y besó a su pelirroja en los labios o viceversa, aunque el orden de los factores alterara el producto.

Acercó una silla a Ellie pues no la veía sentándose en su colchón sobre el suelo como Zelda hacía sin problemas y fue en busca de una botella y tres vasos. – Licor “pierde la razón” marca Alfred Mayer, listo y pronto – un vaso para cada quien y a brindar – Brindo por las mujeres que derrochan simpatía… y por las que me hacen doler mucho la barriga… - entonó una canción inventada y se bajó su medida de un solo trago, sirviéndose y sirviéndoles de nuevo.

- Como estás Ellie? – le iba a preguntar? Pues si, le iba a preguntar… Si no era él y Zelda quien? Aunque respiró profundo primero – Ellie…. Cómo es lo de Bastian? Digo… está… viviendo con... Abner? – pausas, porque… en verdad no sabía cómo era la mejor forma de preguntar esas cosas. Porque en verdad no sabía, cómo era la mejor forma de AYUDARLA en esas cosas.

Definitivamente no, Ellie no era de las chicas como Zelda que podían camuflarse muy bien en cualquier ambiente, que podían sentirse más incomodas en una jaula de cristal que en ese nido de pulgas (en el buen sentido de la palabra) en el que se encontraban ahora. Esa había sido la principal diferencia entre ambas y que ahora llevaban a la pelirroja a estar feliz con el hombre a su lado y a ella, pues la dejaban solamente con una herida en el cuello y un corazón destrozado como única compañía.

Tomó la silla que Alfred le daba y le dio las gracias con un movimiento de cabeza, sus ojos azules fueron por las plantas que tenía colgadas y las telarañas en algunas de las esquinas, seguramente las mantenían ahí para evitar que los insectos se apoderaran de las plantas. Cuando Alfred llego con los vasos y el licor ella tomó uno y espero a que le sirvieran hasta el tope, hizo el brindis correspondiente y le dio un gran trago a la bebida, casi acabándoselo al momento y terminó con los ojos llorosos y tos momentánea.

Estaba riendo y negando con la cabeza por la broma de las mujeres que el eco de la risa forzada le duró unos momentos hasta después que Alfred le preguntara como es que se encontraba. Le dio otro trago largo al vaso y se acomodó en la silla con la mirada hacia el frente pero sin ver nada en específico.

No sabía que responderles directamente, más bien no sabía cómo hacerlo. Definitivamente no iba a ir a vivir con el padre de Zelda, un muggle cualquiera al que podían fácilmente matar alguna noche y tomar al niño en brazos. No, Bastian estaba perfectamente seguro con Abner, era su padre y los problemas que hubiese entre ambos eran muy distantes a lo que él se refería.

Bastian está con la familia de Abner y Abner. Quiero que permanezca ahí porque son su familia también. Agradezco muchísimo el apoyo de tu padre Zelda, pero… no podría.

Se le había hecho un nudo en la garganta así que le extendió el brazo a Alfred para que le sirviera más de ese alcohol especial. Le ardía la garganta al pasarlo, pero lo necesitaba, no quería pensar en esos momentos en lo que había hecho, en que ese era el final y en que esta vez Abner no se había ido, era ella quién lo había alejado para siempre.

Yo, estoy… creo que estoy bien. Es solo que, ya no hay marcha atrás. Se termino todo. Para siempre. – Ella también hacia pausas principalmente para evitar el lanzarse a llorar como una ridícula. Aspiró profundamente levantando el rostro y se limpio rápidamente una que otra lagrima que le había rodado por las mejillas. Tenía que ser fuerte. Tenía que hacerlo.