No rest for the wicked

Tobias ya estaba en Azkaban para ese momento y por otro lado, seguían sin tener noticias de Kristján y Barunka, por ende, Frances estaba realmente alterada con todo lo que estaba pasando. Seguía en el horario de visitas de Azkaban, un cuartucho espantoso en donde solamente había mesa y sillas de madera. Abner a su lado parecía más incómodo con el asiento que con la situación en sí, pero Frances sabía que le importaba, no por nada había conseguido a un buen abogado, patrocinado por Demetrius Burroughs pero contactado por su hermano. Al menos no estaban brindando de felicidad con su mamá.

-La situación puesta fácil es así: estás acusado de homicidio pero no habrá sentencia hasta que se encuentre un cuerpo o la víctima te denuncie. Por ahora solo nos queda esperar que ninguna de las dos cosas pase. De cualquier forma tengo que ser honesto, si Sveinsson apareciera y retirara cualquier cargo, aún estarías enfrentando el haber lanzado una maldición imperdonable en un lugar público aunque en ese caso sí podrías alcanzar una fianza.  

O sea, estaba jodido, de una forma u otra. Frances tamborileó con los dedos sobre la mesa, cansada de oír la misma cosa una y otra vez, que en conclusión no había mucho que se pudiera hacer en tanto Kristján estuviera desaparecido y en tanto no hubiera un giratiempos que la ayudara a impedir que Tobias hiciera una soberana tontería.

-Pero seguiremos trabajando, hay mucho por alegar y muchos huecos. Solo trata de lucir arrepentido ante el Wizengamot, nosotros haremos el resto.

Con un movimiento de varita, el abogado Irvine Divalon guardó sus papeles y tras despedirse de Abner, de Frances y de su complicadísimo cliente, salió de la sala de visitas. Abner carraspeó, todavía incómodo y se levantó también, para estrechar la mano de su cuñado convicto.

-Vas a salir, eso es seguro.

Poco le faltaba decir que harían todo lo posible, que movería todas las influencias, que etc. Frances por su parte seguía conflictuada. ¿Y si sí hubiera matado a Kristján, cómo habrían resultado las cosas? ¿qué le hubiera dicho a ella? ¿por qué no había pensado en ninguna consecuencia antes de lanzar esa estúpida maldición?. Cuando se quedaron solos, Frances alzó la vista hacia él por primera vez en ese minúsculo rato con Abner y el abogado.

-Espero que estés contento, que haya valido la pena.

No era la primera vez que estaba en Azkaban, pero sí la primera que pasaba tanto tiempo dentro. No era exactamente el mismo trato que las despiadadas celdas de presos de máxima seguridad, él realmente estaba en una sección de probatorios donde no estaba encadenado ni a rayas, pero el encierro era lo violento. No haber visto a sus hijos, no saber si estaban bien (claro que estaban bien, confiaba en Frances y en sus suegros), no saber absolutamente nada, si Hanin había dicho palabras nuevas, si Aimée había hecho alguna locura.

Pero no iba a decir que no se lo había buscado. Recordó un montón de veces el día del concierto de New Order en que se sentía enamorado de Frances como el primer mes de casados, que había decidido callárselo por no arruinarle los meses subsecuentes, pero irremediablemente saldría a la luz. Lo que había ocurrido ese día en el pub de David era una fuga que no podía contenerse con un dedo en la grieta, al menos no por tanto tiempo. Entendía perfectamente lo delicado de su situación, escuchó a su abogado, a su cuñado y también a Frances seguramente rabiando como nunca. Qué iba a decir, ella tenía razón en enojarse.

Asintió convencido también cuando Abner le estrechaba la mano y se despidió protocolarmente de Divalon después de que guardara sus papeles. Y después, se quedaba solo con su mujer. Resistió las ganas de besarla por que ella, obviamente, no estaba de humor. Entre los nuevos secuestros, su situación y dejarla sola con los niños (aunque su familia ayudara), Frances definitivamente no estaría de humor en mucho tiempo. Exhaló abatido.

-Frances, de verdad… la ironía sobra. Fue una estupidez ¿Ok? No es nada divertido pasar una semana aquí, ni tampoco que me digas que pude habérmelo ahorrado. Te juro que no tengo un sólo argumento contra lo que me digas, así que decide si quieres hacerme sentir más como un estúpido en el poco tiempo que tenemos para vernos-

Respiró profundo, tratando de ganar algún control sobre sus emociones pero de verdad era condenadamente difícil. Parte de ella quería en verdad aprovechar ese tiempo, decirle que lo quería, que agradecía que él estuviera en Azkaban y no colgado como una res, que sus hijos preguntaban por él, que ella no podía dormir cuando estaba sola, porque ya se había acostumbrado horriblemente a él y era súper estúpido pensarlo así.

En lugar de eso optó por castigarlo, porque seguía sin entender por qué había hecho lo que había hecho, y le reprochaba no haber pensado en ella, ni en ninguno de los bebés, y simplemente haber seguido sus impulsos. Y se sentía horrible no poderlo defender ella misma porque no tenía las armas, por más estudiante de leyes que fuera.

-No es que te haga sentir como un estúpido, es que lo eres.

Volvió a bajar la vista para no mirarlo y no ser una débil emocional. No se merecía ningún trato suave, se merecía el regaño, las ironías, el fingido desprecio, eso sí que se lo tenía bien ganado.

-Es que no lo puedo entender, ¿qué estabas pensando, en serio? Además a Kristján, ¿qué daño te ha hecho él en su vida? ¿qué diablos pudo haber hecho para que le lanzaras eso? No tiene sentido, estás loco enfermo. ¿Y si lo hubieras matado? ¿Y por qué no me lo dijiste?

Tantas preguntas que no tenían respuesta, no podía evitar hacerlas y al mismo tiempo sentía que estaba perdiendo el tiempo. Se llevó un par de dedos al tabique de la nariz. Claro que en ese momento estaba idealizando a Kristján como si el secuestro lo convirtiera automáticamente en una blanca paloma, pero aún así.

-Estás muy mal de la cabeza. Espero que no se lo hayas heredado a ninguno.

La miró igual que como discutían normalmente, cuando estaban en la cocina peleando por cualquier cosa, por no haber comprado lo que debía en el super, por no decirle tal o cual cosa que su hermano le había dicho después que había pasado en su oficina. El problema era que esa vez de verdad era grave y si el destino se ensañaba con él cuando no era culpable (esta vez no lo era) podría pasar mucho tiempo ahí sin volverla a ver, sin ver a sus hijos. Eso le provocaba muchísima angustia, pero todavía no lo exteriorizaba.

-Nada, precisamente no estaba pensando- le respondió con honestidad. No quiso agregar nada sobre ese santo de su devoción que era el islandés. Era ridículo que aún en ese momento, con el pobre tipo desaparecido, siguiera guardándole un punto de recelo.

Tampoco es que tuviera demasiadas respuestas para lo que preguntaba. Había hecho menos de lo que uno pensaría que mereciera una imperdonable, pero insistía, no estaba pensando. Sólo le habían dado ganas de dejar de escuchar sus estupideces para siempre, en un arrebato. Todos habían perdido algo con la guerra, él había perdido la mayor parte de su paciencia si no se trataba de Frances o de sus hijos.

-Fue una estupidez arrebatada ¿Qué más te voy a decir? me temblaban las manos después de darme cuenta que de verdad lo había hecho, es más, que el hechizo salió y tuve la buena suerte de haber bebido un whisky y quizás la de no tener de verdad intenciones de matar a nadie, por que el rayo se fue a la mierda. Esas cosas no se piensan, Frances, pero no te voy a decir que se fue para siempre mi impulso asesino. La guerra nos jodió demasiado a todos, quizás esa fue una de las maneras en que me jodió a mi- respondió, y tampoco mentía. De haber tenido una adolescencia normal en Hogwarts quizás sólo sería un poco neurótico, pero nunca capaz de hacer esas cosas sólo por que le colmaban la paciencia. Le dio miedo que de verdad Frances nunca volviera a sentirse segura a su lado.

-No soy peligroso para los niños, ni para ti. Antes me mato yo- le dijo con toda seriedad, dando dos pasos hacia ella, quedando cerca.

Lo escuchó con atención cuando decía todo eso, pero sin sentirse capaz de entenderlo por completo. Incluso sentía que se enfadaba un poco cuando hablaba del asunto de la guerra, de lo mucho que los había jodido a todos y sus secuelas. Se mordió los labios como si estuviera conteniendo un berrinche y lo miró sintiendo un gran conflicto en su interior mientras se acercaba a ella. No le temía, jamás lo había hecho y en esos momentos tampoco lo hacía, lo consideraba peligroso, claro, pero nunca para ella, por eso negó con la cabeza cuando le decía eso.

Al tenerlo cerca lo tomó por el cuello con firmeza, no en un arrebato amenazante, sino en un gesto casi cariñoso, aunque si alguien lo viera desde fuera no parecería así.

-Ya lo sé, ya lo sé, idiota. No es eso lo que me preocupa.

Apretó más el agarre y terminó por pegar su frente contra la de él. A veces no sabía cómo decirle que lo quería demasiado, pero que últimamente parecía que se empeñaba en que las cosas fueran a mal y que eso la tenía muy mal. Y odiaba sentirse tan vulnerable ahí en ese cuarto horrible con dementores afuera, aunque a lo mejor era precisamente eso lo que la estaba afectando de más.

-Me preocupa que tus impulsos te ganen lo suficiente como para no pensar ni un segundo en mi, o en los niños. Para no pensar en que podrías dejarme sola, que no te importe. Eres singular y esa ha sido siempre tu mejor cualidad, pero no puedo estar así, ¿sabes? no puedo vivir siempre con el riesgo de que vas a dejarme por seguir arrebatos dementes.

Asintió a sus palabras de loco, de que nunca la iba a dejar. La hacían sentir segura, aunque fueran solo palabras y lo estrechó al sentir que la abrazaba. No dejaba de sentir que todo era oscuro y ruin, y muy triste, pero no se lo iba a decir. Al menos ahí adentro, en lo que restaba de tiempo, no iba a dejarle ver que de verdad estaba afectadísima. Al final le había levantado el castigo muy rápido, ya no le estaba reclamando cosas, ni estaba haciendo de esos pequeños minutos un infierno.

-Sí, lo sé. Yo tampoco creo que las cosas sean tan sencillas. ¿Puedes creer que culpan a Ellie solo porque fue la última en estar con Barunka? La gente puede ser tan simple…David me dijo que Jessy había recibido unos anónimos y que luego en una visión de no sé qué había visto a Holland, como mortífago, otra vez. Pero la muy idiota ni siquiera se ha dignado a hablar bien conmigo así que no sirve de nada y quizá solamente esté alucinando…No importa, vamos a resolver esto, vas a salir de aquí.

En ese momento y por horrible que sonara no estaba pensando tanto en Kristján y en Barunka como en sacar a Tobias de ese lugar, tenerlo de vuelta en su vida como antes.  

-No voy a hacer una inquebrantable contigo, ¿estás loco? Además a mi también me quitan la varita cuando te visito. Solo no trates de matar a tus amigos, ¿estamos? Ni a los míos. No me importa si le cruzas la cara de un avada a cualquiera que intente hacernos daño. No es la maldición, es el contexto…ya cállate no me hagas enojar.

Se separó de él y respiró profundo antes de volver a sentarse en la silla de madera horrenda que estaba ahí.

-Voy a venir a visitarte cada que pueda y cuando no pueda voy a mandarte un howler, no creas que te voy a dejar tranquilo, no puedo dejarte tranquilo.  

Escuchó a Frances con el ceño fruncido, muy concentrado sobre lo que le decía y las pruebas que habían estado reuniendo. Detestaba no poder estar afuera indagando y se sentía un completo inútil, detenido por aquel asunto. Negó con la cabeza, estaba de acuerdo, no pensaba que fuera tan sencillo y que la gente que había estado involucrada antes con el señor oscuro simplemente se quisiera alzar de nuevo sin miedo alguno. No en el ambiente que se vivía en los tiempos actuales. Algo estaba mal, de manera extraña.

-Voy a hacer ese juramento, Frances. Está decidido.- se lo dijo con toda la seriedad, buscando su mirada mientras la tomaba por la barbilla, para que lo mirara. Pensó también que ella tendría ganas de estar refunfuñando todo el tiempo por lo estúpido que había sido, y no iba a culparla, pero al final preferían aprovechar el poco tiempo que podían estar juntos en esos días. La siguió cuando se sentaba y se acuclilló frente a ella. Era un poco tonto ponerse demasiado cariñoso en esas circunstancias, pero no podía hacer otra cosa sabiendo que le esperaban días en una celda.

-No me dejes tranquilo, aquí hay demasiado silencio. iba a decir que al menos se podía leer pero eso le iba a valer que le cruzara la cara de una bofetada como mínimo. Sonrió por la idea de pensar que estaba pasando unas vacaciones pagadas para que Frances hirviera de rabia; sería la broma de peor gusto que jamás podría hacerle, y por supuesto que se la iba a guardar, aunque se quedó sonriendo por varios segundos -¿Cómo están los niños? Espero que tu madre no haya convencido ya a Aimée de usar un vestido y quitarse esa camiseta que le compré de The Cramps. Es horrible- dijo, sólo poniendo en evidencia lo mucho que extrañaba estar en casa. Ni siquiera se había planteado que era también momento de olvidar que iba a seguir trabajando -ni soñar trabajar para el Ministerio de nuevo con antecedentes penales- y tendría qué encontrar alguna manera de llevar la casa. También era muggle (lo pensaba con orgullo) y algo habría por hacer ahí. Quizás incluso sería más fácil, y claro, algo legal, no pensaba asaltar la bóveda del casino Bellagio a punta de confundus.

-Ok, está decidido. En cuanto salgas de aquí lo haremos, que Per sea nuestro testigo. No más imperdonables, pero conste que no te estoy pidiendo eso. Será como volvernos a casar.

Le dijo dándole unos golpecitos en la frente con la palma de la mano antes de recargar ambas sobre su hombros. En el fondo de su corazón estaba buscando alguna otra excusa para enojarse de nuevo y empezar a recriminarle cualquier cosa pero no podía encontrarla. Otro de los múltiples talentos de Alechinsky: saber cómo neutralizarla, con tanta sutileza que ella ni siquiera se daba cuenta hasta que ya se sentía blanda como una perdedora.

-Claro que no ha convencido a Aimée de nada, ¡es hija mía! Aunque hasta yo misma quiero quitarle ya esa camiseta porque en verdad es espantosa y además ya está muy sucia. Te extrañan, por cierto, muchísimo, aunque ni haya pasado casi nada de tiempo. Estamos durmiendo en casa de mis papás porque bueno…mi papá no quiere que nos quedemos solos ni un segundo, ahora todo es potencialmente peligroso, como antes. Pero están bien.

Ellos, pero ella no. Le dio una bofetada cariñosa de la nada antes de volver a suspirar. No sabía cuánto tiempo les quedaba y no quería que llegara el momento en que se abriera la puerta y volviera a encontrarse con los dementores.

-Voy a dejar la universidad. Me toca a mi ahora. Tomaré el trabajo que papá tanto insistió en darme desde el principio, en cooperación, con Abner. Creo que bajo estas circunstancias puedo hacer como que no me asquea el nepotismo descarado. Y cuando regreses ya nos arreglaremos, ¿está bien?

Porque iba a volver con ella, tenía que ser así. No importaba cuánto tiempo pasara. Iban a encontrar a Kris y todo eso se iba a resolver o se mataba. ¡Ah! lo había encontrado, el punto de arranque para molestar un poquito.

-Espero que estés contento, seguro te morías porque saliera de ahí también.

La miró a los ojos, aunque se dijera en esos tonos raros de broma que solían usar entre ellos pero que se sentían como lo más real que podían decirse. Iba a hacerlo, como una muestra de honesto arrepentimiento pero también como una especie de voto sobre nunca volver a usar las armas con las que los habían lastimado tanto. Significaría más de lo que parecía, y sí, como volverse a casar. Sonrió con sus golpecitos cariñosos y esta vez no se aguantó las ganas de besarla, tomándola por la barbilla; sabía que estaba furiosa, o lo había estado hacía minutos, pero si se iba de ahí, de los miserables minutos que les dejaban estar juntos sin besarla iba a pasar una semana más de mierda si es que eso era posible.

Escuchó sonriente la narración de Frances sobre lo que había pasado con sus vidas. Así había sido, desde que Per tenía meses de vida, un montón de eventualidades los llevaban a mudarse temporalmente, a que Jens estuviera a su cargo, o sus padres en Copenhage, o los tíos de Frances en algún pueblo del que Annapola renegara. Se preguntó si alguna vez tendrían una vida sin esos lapsus de terror. De todos modos, se alegraba de lo que le contaba, que estuvieran bien, que nada les hubiera pasado. Nunca lo admitía frente a Frances, pero estaba tranquilo mientras su suegro estuviera al tanto de alguna situación.

Estuvo a punto de replicar cuando decía que iba a dejar la universidad. No podían ser un par de jóvenes padres adolescentes con carrera trunca, y él haría lo que fuera con tal de que Frances terminara su preparación, pero en ese instante la escuchó, y respiró profundo.

-No Frances, vas a odiar a todo el mundo y también te traerán aquí por querer matarlos a todos en un ataque de odio contra la humanidad- le dijo negando con la cabeza, aunque claro, no es que no la considerara apta para hacer lo que tuviera qué hacer -Mira, esperemos que esto pase, no te precipites ¿Está bien? Necesitas terminar tu carrera. De verdad- Le dijo con honestidad antes de querer apoyar o no sus decisiones. -Tenemos los ahorros, ya sabes cuales. No es como si fuéramos a morir de hambre en dos semanas... dime que vas a esperar a que salga de aquí para tomar decisiones ¿Sí?-

-No me beses, van a venir los dementores a chupar toda nuestra felicidad.

Parecía que de alguna manera les temía de verdad, aunque hiciera bromas al respecto. Lo separó de ella empujándolo por el pecho como si de verdad no quisiera su contacto, o como si quisiera seguir poniéndole castigos pequeños para que supiera que no le perdonaba sus tonterías, aunque en el fondo ya lo había hecho, al menos por el momento, mientras estaba ahí frente a él.

-No voy a matar a nadie en un ataque de odio, qué te pasa, sé controlarme. ¿Seguro que no es porque crees que no estoy capacitada para hacer casi las mismas cosas que hace Abner?

Presionaba y presionaba pero al parecer Tobias de verdad estaba decidido a no iniciar una batalla en ese momento. Pero de cualquier forma no se quería quedar en la universidad realmente, nada le interesaba ya de ahí, no quería seguir frecuentando los mismos círculos, quería enfocarse en otras cosas. No quería seguir topándose a cierta gente, pero no había manera de explicarle eso a Tobias.

-No, hazme caso. Esto es lo mejor. Mira, no te preocupes, ¿sí? Quizá sea para bien. No cuestiones mis decisiones, señor Avada, no es momento.

Lo tomó por el cuello para besarlo por dos razones: la primera porque el beso anterior lo había interrumpido como una grosera y la segunda porque no quería que replicara, aunque ya sabía que con él no aplicaban esas cosas. Y porque lo había perdonado y porque no quería pasar tanto tiempo sin tenerlo cerca.

-¿Qué quieres que le diga a los bebés de tu parte?

No se estaba empeñando particularmente en que Frances no pudiera descargar su ira con él. Sabía de antemano que la había hecho que lo pasara fatal después de todo ese asunto, de meses sin mencionar el altercado, esas cosas que de haber estado en su presencia seguramente la hubieran hecho gritarle que se quería divorciar de un enfermo mental como él, o algo así. Tenían tan poco tiempo juntos que ni siquiera tendría razones para oponer resistencia a cualquier acusación, pero claro, en vez de acusaciones era mejor abrumarla con amor de casados. Casados hace seis años, por cierto.

Siguió negando con la cabeza sobre las decisiones de Frances por que seguía pensando que era cuestión monetaria y demás, por que tenía claro que no volvería a tener un empleo en el Ministerio después de su chistecito o algo así; no quería saber si eran cuestiones personales, de hecho, era mejor así. De otro modo sí que tendrían una pelea. Se sonrió con lo de Señor Avada; dioses, era tan culpable que sólo podía darle un poco de risa sin más.

Le correspondió el beso con intensidad, tomándola por la nuca y enredando los dedos en la tibieza de su cabello; se alegraba de que lo hubiera perdonado (tampoco era tan fácil lograrlo) y que no se fueran de ahí enojados y odiándose un poco. Tenían poco tiempo y hasta la nueva visita del abogado, por supuesto que iba a aprovecharlo.

-Eso me suena a despedida. Todavía no me quiero despedir de ti- le dijo apenas separándose de ella, bajando la mano para acariciar su espalda y acercarse más a ella. Podía ser absolutamente anticlimático que la estuviera besando de esa manera, pero no podía evitarlo.

No hubo recados para los niños, en cambio hubo besos inadecuados que le sacaron una risa velada. El lugar era el peor para que se besaran, por decir poco, pero quizá solamente por eso fue que le acarició la nuca y lo abrazó contra ella con renovadas ganas. Lo quería mucho más de lo que solía decírselo y cada día se alegraba de haber sido una testaruda espantosa con aquello de hacerse amiga del rechazado de Slytherin solo para, sí, lo admitía, llevarle la contraria a los demás siendo apenas un renacuajo que poco entendía del mundo, excepto sus propias reglas.

Pero también le ponía en conflicto hasta dónde los había llevado la guerra. Y no se le olvidaba que tenían cicatrices imborrables y que si de por sí Tobias siempre había sido poseedor de impulsos demasiado grandes, ahora eso se había acumulado y había crecido. No temía por ella ni por sus hijos, pero no sabía si de verdad iban a poder llevar una vida tranquila alguna vez y en el fondo estaba en una etapa en la que deseaba eso. ¿Y si nunca era posible?

-Yo tampoco me quiero despedir de ti, no quiero que te quedes aquí, no puedo con esto. Te necesito conmigo, ¿qué parte no entiendes?

Se separó de él solamente para mirarlo a la cara un segundo antes de besarlo de nuevo. No quería ya imaginarlo en una de esas celdas espantosas, con esas criaturas horribles custodiándolo mientras el departamento de aurores no hacía un carajo por encontrar a Kris para que todo eso se arreglara, o al menos no hacían suficiente para los estándares de Frances, que ya no podía más.

-En serio que eres un enfermo, deja de besarme, estamos en Azkaban.

Le dio risa decírselo. Claro que era una cosa de los más absurda y anticlimática, pero le daba igual.