Vamos a morir

Su garganta estaba totalmente seca, apenas dormía por momentos pero se despertaba por las horrendas pesadillas que le producía la poción que les habían dado antes de dejarlos en esa posición, atados por los tobillos y colgando del techo gracias a unas cuerdas invisibles de las que no podían zafarse.

El primer día no supo qué había sucedido, sólo recordaba haber acabado con Ellie en su habitación y cuando despertó no supo nada más, estaba ya de cabeza con una atadura en la boca para que no hablase y apenas y podía moverse, no recordaba cómo había acabado así y por un momento esperó que fuese una broma pesada de alguno de los de la fiesta. Según fueron pasando las horas fue perdiendo la esperanza de eso, con el primer Cruciatus acabó de esperar que algo cambiase.

El segundo día fue el peor, la posición junto con las bebidas de la noche y la desesperación habían hecho que acabase vomitando, en ese momento quien estaba ahí le había quitado la venda de la boca seguramente por una acumulación de asco e hizo lo mismo con Kris. No pudo gritar inmediatamente, el malestar la sobrepasaba, no había dormido la primera noche por el dolor del Cruciatus pero tras un par de minutos en los que acabó de vomitar todo lo que llevaba en el estómago escuchó la voz de Kris insultando en islandés. Gritó su nombre esperando una respuesta pero la abofetearon y con un hechizo la callaron antes de lanzarle otro Cruciatus.

El tercer día estaba ya muerta de hambre y de sed, era lo último en lo que pensaba en ese momento pero su estómago se lo recordaba cada cierta cantidad de minutos. No se sentía más feliz o segura al saber que Kris estaba ahí pero el no saberse sola de alguna forma la calmaba, no estar sola la calmaba.

Los Cruciatus parecían llegar ahora a sus huesos y la hacían estremecerse al punto que creía que iba a caer de aquella atadura que no sabía si era real o mágica. No podía verlo pero estaban en un cuartucho pequeño y oscuro, con muros de cemento y sin ninguna ventana que fuese hacia el exterior, sólo se podía ver una puerta y había varias tuberías inutilizables que debían haber dejado de funcionar hacía ya mucho tiempo.

Por momentos intentaba escuchar alguna respiración cercana, creía que Kris estaba cerca de ella pero no intentaba llamarlo porque no podía adivinar si era él o alguna de las personas que la habían llevado allí. Lo único que podía ayudar en ese aspecto eran los Cruciatus, sentía que iban a quebrarla pero por lo menos los quejidos que escuchaban al lado le hacían saber que aún los dos continuaban con vida.

No recordaba absolutamente nada que valiera la pena recordar. Lo último que le  venía a la cabeza era la chica alemana pidiéndole que la llevara a un baño porque quería vomitar por estar muy ebria. Y se recordaba a él mismo pensando como todo un hijo de puta que haría caso de Frances y que si a Jessy le daba igual, aquella noche podría terminar echando un polvo casual que no jodiera a nadie si su novia daba por sentado todo y lo mandaba al carajo. Pero de eso no recordaba nada más y lo primero que pensó al despertar en la negrura con un dolor de cabeza jodido como ninguno fue si la rubia de acento fuerte estaría ya sobria, un pensamiento muy idiota que nada más se lo podía atribuir a que llevaba mucho tiempo de cabeza.

Le entró un ataque de pánico muy fuerte en cuanto se dio cuenta de que estaba atado y en aire. Se removió como un gusano ciego, tratando de deshacerse del agarre fuera como fuera, luchando contra algo imposible. Se sentía como víctima del peor síndrome de abstinencia, podía sentir la ropa pegada a su piel por un sudor frío que le remitía a sus peores resfriados. No había escuchado nada que le diera señal de donde estaba hasta que llegaron los primeros Crucios que le dejaron el cuerpo hecho pedazos.

En alguna de las noches mientras moría de sed y de hambre pero decidido a no pedir nada por pura dignidad insana le llegó la certeza de que iba a morir muy pronto y no pudo dejar de pensar en JingJing y en lo mal padre que había sido. Resultaba curioso que en lo que él consideraba sus últimos momentos no estuviera pensando en nadie más que en ella cuando en sí toda su vida se había destacado por el miedo a estar solo. Todo se debía a que sentía que cualquier otro podría hacer su vida de nuevo, Jessy podría conseguir a alguien más en un chasquido, Kit de todos modos nunca iba a poder ser feliz con él, Frances ya había hecho su vida, Nicola lo había dejado, Zelda jamás lo volvería a ver con otros ojos. En algún punto nada de eso importaba, Krista era la que no iba a tener otro padre nunca más y no se había dado el tiempo necesario para estar con ella y que ella supiera que, planeada o no, de verdad la quería.

Cuando le quitaron la mordaza no se tomó ni un segundo antes de empezar a maldecirlos en islandés, pero después escuchó la voz de Barunka. La reconoció porque tenía un timbre particular y si antes se había movido en ese momento lo hizo mucho más, poniendo tanto esfuerzo en ello que la posición, el hambre y la desesperación misma lo hicieron desmayarse un rato.

Al despertar todo seguía oscuro y de nuevo estaba imposibilitado para hablar. Cuando llegaban las maldiciones él también sentía cierto alivio al escuchar los quejidos adoloridos de su compañera, aunque a la vez le aterrorizaba pensar que estuvieran compartiendo ese destino de mierda. En parte hubiera preferido estar solo, en parte se sentía bien de tenerla al lado.

Cuando le quitaron la mordaza por última vez estaba exhausto. No podía sentir a nadie más a su alrededor  y se preguntaba si Barunka estaba ahí todavía. Llamó su nombre con suavidad y pensó que también era una tortura que lo dejaran hablar solo de vez en cuando, una muy particular. -¿Barunka? ¿Eres tú? ¿Estás viva?-Era una mierda volver a sentir ese miedo cuando supuestamente todo estaba arreglado, habían vuelto al terror de siempre.

Había escuchado la voz de Kris en medio de una de sus pesadillas, también la de Frances y la de Syd, inclusive la de Gene en algún lugar y se despertó sudando frío, con un escalofrío que recorría su columna que no le dejaba saber si era real lo que había escuchado. Había un llanto lejano que retumbó en sus oídos cuando despertó, ya era incapaz de distinguir una cosa de la otra.

Cuando le sacaron nuevamente la mordaza fue totalmente real, ya no había nada de sueño en eso pero estaba segura de que había mpas gente con ellos, que no eran los únicos, estaba segura de que tenía a sus amigos allí apresados junto a ellos. Quizá muertos, quizá sólo demasiado exhaustos como para hablar.

-Tenemos que hacer algo, todos están aquí, los están matando…-una cachetada la calló y sin mordaza en la boca le escupió sin tener ventaja alguna como para que esa fuese una respuesta inteligente.-¡Bájame!-esta vez no la calló una cachetada, fue un puño huesudo cruzando sobre su pómulo, el autor del golpe no dijo ni una palabra, le bastó con usar la sangre que comenzaba a salir de la nariz de Barunka para embarrarle la cara de forma grotesca, como deleitándose con eso.-

Intentó moverse sin lograrlo, ya no tenía fuerza y apenas pudo levantar un poco la cara durante unos segundos, comenzaba a ahogarse con su propia sangre que no dejaba de salir y tenía que exhalar con la fuerza que no tenía para sacar eso de sus fosas nasales. Cada cosa que hacía le suponía un esfuerzo mayor al que se sentía capaz de realizar, seguía sin tener la boca tapada pero hablar mientras hacía eso le resultaba imposible.

-Bájame…-eso fue más una petición que otra cosa, su voz sonaba nasal porque si bien no le había quebrado la nariz continuaba sangrando por el golpe, continuaba ahogándose y no se sentía capaz de continuar así sin ahogarse. No se había esperado nada de eso, esa etapa se suponía que había pasado, ellos habían ganado, porque no quedaba duda de que se trataba de eso…¿qué más le debían a un grupo de magos como esos que eran incapaces de sentir piedad?-

No quería acabar así, no quería ahogarse con su propia sangre, quería ver la cara del hijo de puta que estaba haciendo eso porque si salían de esa –y debían salir, era lo único que mantenía intacto su deseo de vivir- debían decirle a todos qué sucedía ahí. Habían regresado, estaban entre ellos y habían tomado la delantera sin que les diesen la más mínima pelea por idiotas.

Entre el síndrome de abstinencia, el miedo y la certeza de que pronto iba a abandonar ese mundo, la histeria de Barunka sobre que los demás estaban ahí le erizó por completo la piel. No quería creer lo que estaba diciendo, no quería ni empezar a imaginar que alguien más además de ellos dos estuvieran ahí. Volvió a pelear contra las sogas o los hechizos que lo tenían atado y de cabeza, pero nada servía, aquello era magia, no una soga que pudiera quitarse de encima.

Le dolía todo el cuerpo de formas que no podía ni empezar a explicar. Habría matado en ese momento por poder meterse al menos una línea, una última línea. Había momentos en los que incluso prefería que lo mataran de una vez. Ese espantoso silencio en el que los tenían le aterraba también porque no tenía ni una pista, aunque había escuchado conjurar un morsmordre en algún momento. ¿Quiénes eran y qué querían? Eso era algo que aun no podía descifrar. Si lo que querían era torturarlos y desaparecerlos para darle a todos una lección pues que lo hicieran de una vez, que los mataran ya.

Por momentos también tenía esperanzas. Imaginaba a David Finnerty entrando por la puerta convertido en un lobo pero controlado, arrancándole la yugular a todos. A Frances y Tobias en combo explotando gente desde adentro, a Jessy fuera de si repartiendo bombardas certeros sin temerle a nada. Idealizaba ese momento pero sabía que eran tonterías, que no había pistas. Y en el fondo también sabía que si alguien los salvaba, sería por Barunka, no por él.

Esta frustrado y ni siquiera podía moverse. Se quejaba y ellos parecían estar disfrutando de lo lindo con los sudores fríos que lo empapaban y por estar metido en su propio delirio consecuencia de la falta de alcohol y drogas en su sangre, más que la falta de comida decente o las maldiciones que pudiera sufrir su cuerpo. Lo habían agarrado en muy mal momento, en el peor momento. Desprevenido, adicto, confiado. Y moralmente derrotado.

-Barunka, Barunka…solo cálmate. Saldremos de esta ¿sí? Voy a sacarte…-En su intento por calmarla, por intentar darle un poco de la fuerza que él no tenía, recibió otra maldición cruciatus que lo quebró por completo. Tenía ganas de gritarle, de exigirle a quien la llevaba a cabo que dijera quien era, al menos para saberlo antes de morir.

Quiso asentir pero fue incapaz porque no se sentía con fuerza para nada, no supo quién fue el que a continuación la tomó por el rostro, fue un toque poco brusco, quiso creer que había sido alguno de los suyos, quizá Zelda o James, ni siquiera podía notar si era un roce masculino o femenino, su rostro se había llenado de manchas producidas por la sangre seca que había salido de su nariz y en algún momento de su boca y ceja también.

No sonrió, los músculos ya no le respondían del mismo modo, sólo pasó saliva creyendo que era una idiota, nadie iba a llegar, no podían contar con nadie en ese momento, si nadie había llegado hasta ese momento era porque los intentos eran infructuosos, era inútil esperar un ataque sorpresa cuando sus captores ni siquiera les habían dicho nada. De sentirse presionados ya les hubiesen dado el discurso de por qué los tenían allí, ya los hubiesen movido, si sus amigos estuviesen sobre la pista algo hubiese sucedido, no seguirían colgados como ganado muerto.

Quitó el rostro sin ser capaz de escupirle ya, sólo le daba asco de que la tocasen, le producía arcadas el sentir esa respiración cerca, ese aroma la perseguiría buena parte de su vida si es que se extendía por más de dos días o algunas horas, podría morir en ese momento sin siquiera notarlo, no era consciente de sus sentidos ni recordaba cuántas veces se había dormido o desmayado por el agotamiento.

Comenzó a moverse con los gritos de Kris, no estaba ya amordazado y sentía cómo la voz del islandés quebraba esa falsa tranquilidad que se sentía por el silencio sepulcral del lugar.-Maricón de mierda, serías incapaz de tocarlo si…-no le echaron un Cruciatus esta vez, fue un Expelliarmus que en esas circunstancias lo que hizo fue impulsarla con fuerza hasta el techo.-

Todo su cuerpo golpeó de lleno contra el techo, sintió un dolor agudo en su brazo izquierdo y en la cabeza, no sabía si se había roto algo pero lanzó un grito grave y largo, no era por la desesperación, era por el dolor intento que le había causado, podía sentir nuevamente cómo la sangre tibia corría por su rostro y también por uno de sus brazos hacia su cuello para perderse en su rubia cabellera.

-M…maricón.

Hubiese dado lo que sea por desmayarse en ese momento para no darle opción a hacer esa pregunta. No quería ver morir a ninguno de sus amigos, el dolor le generaba muecas totalmente descontroladas y algunas lágrimas corrían por su mejilla sin que la semiveela fuese capaz de controlarlo. Maldijo a la mujer en su mente, la maldijo y de tener una varita en la mano estaba segura de poder matarla como ella planeaba hacer con Kristján.

Apretaba mucho los ojos y ni siquiera quería repasar los nombres de sus amigos en su mente, no quería tomar ese tipo de traición como una posibilidad pero…lo iba a matar, iba a matar al islandés, al puto islandés, a su puto hermano islandés justamente a su lado como para que escuchase su último suspiro. ¿Qué vida podía tomar como poco importante?

Podía escuchar sus propios latidos en su cabeza, los escuchaba lentos, como si estuviese llegando al final de su vida, como si el tiempo se detuviese tortuosamente mientras el dolor de su muñeca le hacía presionar tanto los labios que llevaba a hacerse daño, mientras sabía que tenía que dar un nombre.

Estaba tirada en el suelo sintiendo como las cuerdas cada vez apretaban más sus muñecas, supo en ese momento que se trataba de magia pero no que provenía de su varita. Ojalá la perra varita le hiciese algo explotar algo en la cara a la zorra que le daba esa horrenda opción, siempre fue una varita temperamental pero ahora simplemente se sometía ante quien sea que la estuviese usando.

Hubiese dado lo que sea para reconocer la voz de quien le hablaba pero no era así, no sabía de quién se trataba, no podría salir de allí a decirle a todo mundo quién fue. Si es que salían. Tomó la fuerza que le quedaba y entre gemidos de dolor abrió la boca para responderle antes de que se desesperase y…era mejor apresurarse, por lo que sea. Debía decir algo, lo que sea o lo iban a matar, cada vez estaba más paranoica.

-Nadie va a venir, van a creer que estamos tirados en un callejón por una sobredosis…mata a quien sea, a Ellie, a Ben…da lo mismo.-intentó sonar convencida entre los lamentos que echaba cada dos palabras por el dolor de su muñeca, le costaba retener el aire en sus pulmones, no sabía si por el dolor, por algún otro hechizo que le hubiesen tirado o porque su cuerpo ya comenzaba a ceder ante tantos días en esas condiciones.-