Sección de Novedades

Tenía un montón de tiempo tras ese libro. El quidditch: sociedad y evolución. Había pocos autores que se dedicaran al deporte desde el punto de vista social en el mundo mágico y ese libro, bastante nuevo y difícil de conseguir en inglés, había sido pedido desde hacía meses. Le había llegado una nota de cliente distinguido de Flourish & Blotts sobre la llegada del libro a la sucursal de Diagon, y había ido después del entrenamiento de fuerza por la mañana. Tenía tiempo de sobra, incluso podría entrar a algún bar a hojear el libro, tantas ansias le provocaba.

La mala suerte era que estaba una empleada nueva en el mostrador. Se la veía muy joven y bastante despistada. No sabía ni siquiera de lo que le hablaba cuando le dijo que su pedido estaba ahí, pero decidió no joderla mucho por que se veía nerviosa de que algún supervisor le llamara la atención.

-Ok, sólo revisa la lista de los libros por pedido que llegaron esta semana. Ahí debe estar “El quidditch: sociedad y evolución” de Ian Caple. Tómate tu tiempo- le dijo a la chica, dándose media vuelta y bajando una escalinata a la sección de historia, sociología y periodismo. Siempre le habían gustado las asignaturas teóricas y aunque se dedicara mayormente al quidditch, entraba a muchas clases extra y tenía fama de ser un nerd. No por nada algunos en el campo le decían “profesor Spektor”, sobre todo por sus aires de intelectual y por discutir demasiado la táctica en el juego, ser menos de intuición y riesgo. Algo en el pasillo había llamado su atención, y no era nada misterioso: Zelda Fay, de periodismo. Habían hablado un par de veces.

-Fay, buenas tardes ¿También vienes a las novedades semanales de la librería?- Quizás sí, o quizás sólo estaba ahí por alguna tarea, o perdiendo el tiempo. Ya se lo diría, claro, si se sentía con ganas de charlar. Curioseó entre algunos libros de el mundo del periodismo mágico siendo mujer y esas cosas de género que, igual que en el mundo muggle, empezaban a tratarse como tema de estudio.

Se veía más que matada con esas gafas ridículas, pero las otras que eran más fancys se le habían hecho añicos con la explosión de una poción mal hecha y que se había cobrado todo lo que estaba en la mesa, incluidos varios libros de pociones, herbología, periodismo y, para su desgracia, un extraño, rarísimo ejemplar de cartas entre Ernest Hemingway y Martha Gellhorn, obsequio de su abuela que no soportaba tener obras del escritor norteamericano que había tenido riñas personales con su bisabuelo. Para Zelda eran objetos invaluables y ahora estaba hecho cenizas. Mientras pensaba la forma de buscar otro ejemplar de ese libro, se preocupó más por remplazar aquellos de la escuela que habían perecido en la pequeña explosión. Eran siete libros y, con suerte, todos estarían en Flourish & Blotts. Tenía el tiempo para ir a comprarlos, el dinero y la urgencia por que uno de ellos era un libro prestado por la Universidad de Bruselas. Si no lo reponía, se podía meter en un problema demasiado grande.

Pasó los dedos lentamente por los lomos de los libros. Odiaba pedir ayuda y últimamente, las chicas que ayudaban en la tienda eran tan estúpidamente lentas que era mejor hacer la búsqueda por sí misma. Sacaba un libro, veía que no era y lo metía en la ranura de nuevo. Así se la pasó una hora buscando dos de los siete libros. Y las gafas que portaba no ayudaban dado que no eran de la graduación que requerían sus ojos, sino una más abajo que le hacía ver un poco borrosas las letras. Se las quitó un momento y se frotó los ojos, cuando se las volvió a colocar alguien le habló a su espalda. Volteó y encontró a uno de los chicos que tomaba algunas clases con ella. Yuri Spektor. Otro matado quien, por lo que sabía, estaba no en una, sino en varias materias extras porque le gustaba estudiar. Maldito matado.

— ¡Ah! Hola. No, no vengo a las novedades, no me gustan, son pura basura — comenzó a hablar como crítica literaria — Últimamente publican cualquier estupidez que les suene rimbombante pero sin contenido. Prefiero los libros viejos o los clásicos — se encogió de hombros y siguió buscando — ¿Tú? ¿Vienes a ver con qué chica te enrollas o buscas algo en especial? — comentó mirándolo de reojo cuando empezó a husmear por ahí a ver qué se encontraba, Zelda echó un ojo a la lista y siguió buscando el libro que, según ella, debía estar ahí. Para ella, chicos como Yuri eran raros y estaba segura que todo ese aire intelectualoide era más una fachada para conquistar fulanas que porque realmente tuviera materia gris en el ceso, sobre todo teniendo en cuenta que era deportista y a esos, lo que menos les interesaba, era leer o la cultura.

Hizo una cara de circunstancias al escuchar la marcada opinión de Fay sobre las novedades. Él en general compraba más cosas didácticas e informativas en Flourish & Blotts que literatura, por que por alguna razón el mundo editorial mágico al respecto le parecía un poco extraño. Hasta la fecha no había encontrado un autor, mago o bruja, que le convenciera del todo.

-Hay un gran vicio en pensar que el pasado siempre es mejor- le dijo para provocarla. O sea, provocarla intelectualmente, se veía que era de esas. Además recordaba exactamente la casa a la que había pertenecido y también podía notar cierta reserva con él, la de que un jugador de quidditch que pasaba la mañana haciendo trescientas sentadillas no podía tener una opinión valedera sobre nada que no involucrara hacer pesas o montar una escoba. Le encantaban los prejuicios (de verdad, sin ironía. Él también tenía muchos).

Soltó una risa con lo de la chica. Ahí estaba, la primera muestra de que lo subestimaba.

-Estaría bueno ¿No? Tendría descuento en todas mis compras- dijo sonriendo -Vengo por un libro se Quidditch y sociedad mágica. Así de predecible-le dijo dejando un libro que había tomado sólo por ocupar las manos en la pila donde estaba acomodado. La encargada asomó la cabeza por las escaleras para llamar su atención y decirle que había encontrado su libro. Yuri asintió y le dio las gracias.

-Oye, libros viejos… hay una gran librería muggle cerca de aquí, tienen muchas primeras ediciones y esas cosas. ¿Any amount of books? ¿La conoces?- por supuesto que era una invitación. Una no declarada con todas sus letras, para que un rechazo no fuera radical.

Si pudiera compararse con algún personaje de la literatura, esa seguramente sería Lizzy Bennet, la prejuiciosa muchacha del libro victoriano Orgullo y Prejuicio. No porque se creyera lista, sino más bien porque se la pasaba haciendo juicios de gente que aún no conocía solamente por verlos. Por ejemplo, ahí en esa liberería, Yuri era el estereotipo de fulano deportivo que se encontraba ahí más por casualidad que porque le gustara leer, por lo menos así era para Zelda que realmente no lo conocía del todo. La muchacha sonrió y viró la mirada hacia su interlocutor.

— Yo vivo en el pasado — volvió a seguir buscando — No es que lo de antaño sea mejor, pero para ser realistas, los autores de antes se preocupaban un poco más por el contenido que los de ahora, que prefieren escribir lo que sea con tal de hacer dinero — ladeó la cabeza para leer las letras doradas del lomo de un libro —Aunque, claro, cada quién sus gustos — lo volvió a mirar y sonrió con aire altivo.

Conocía a bastantes deportistas y podía decir que lo único que les importaba era hacer masa muscular y entrenar como si en eso se les fuera la vida. Claro, de eso trabajaban, así que no los culpaba por no querer abrir un libro de vez en cuando. Lo que si le parecía de broma era que estaban aquellos que, por diversión o sabe dios qué finalidad, iban a hacerse los intelectuales a librerías.

— Te aseguro que ya tienes el descuento con la nueva que está en la caja — soltó en forma de cumplido — Ahora que, si la trabajas bien, seguro que te consigues libros gratis de aquí para el resto de tu vida — bromeó y sacó otro libro de los que estaba en su lista para ponerlo en una pila y tacharlo del papel — Oh, quidditch. No sé por qué tenía la noción de que venías a buscar algo de periodismo — miró hacia el enorme letrero que rezaba “Periodismo” en esa estantería — Ah sí, es que esta es la sección de periodismo — se burló para luego sonreír con ese apelativo nuevo. “Libros viejos” — Zelda, me llamo Zelda, Fulano Deportista — tomó los libros que compraría y los cargó —  Si la conozco aunque nunca he entrado, no tengo idea de por qué — trabajosamente, se quitó las gafas con una mano y con la otra cargó los ejemplares a como pudo — ¿Por qué? ¿Me estás invitando a ir? — se burló y caminó hacia la caja para pagar.

-Ah no, no me digas un “cada quién sus gustos”, no te disculpes por creer en lo que dices- le dijo medio sonriendo. Estaba de acuerdo con las cosas que decía Zelda, pero tenía problemas dándole la razón a la gente. Y había muchos autores nuevos que le gustaban de todos modos, algunos magos incluso que investigaban asuntos de la sociedad mágica con un nuevo enfoque, en fin, podía hablar por horas de que en cada época había talento.

Se rió de buena gana con lo del descuento con la chica de la caja; seguramente sólo estaba más sonriente de lo normal por que no se había portado como un cliente maldito que quería su libro y su trato de príncipe. Nunca se portaba mal con los empleados en prácticamente ninguna circunstancia por que pocas veces eran los que tenían la culpa de las cosas que pasaban y además los jefes desgraciados solían creerse sus dueños y regañarlos de más o descontarles dinero si pasaba algo. Quizás lo había aprendido de la tienda de su padre, nunca habían tenido problemas con un empleado simplemente por que su padre jamás había sido un jefe tirano, pero sí uno con mucha autoridad. No era lo mismo.

-¿Qué me recomiendas, un guiño, preguntarle a qué horas sale?- bromeó negando con la cabeza y después fingiéndose molesto por lo de la sección de periodismo. -Sé bien tu nombre, niña lista- Le dijo, aún negándose a llamarla Zelda, o Zelda Fay, o incluso sólo por su apellido. Con cara de “muy graciosa” le indicó que iría a pagar los libros al nivel de arriba.

-No sé ¿Estás considerando acompañarme?- le preguntó todavía en las escaleras a medio subir -Voy a pagar esto y te llevaré a conocer un nuevo mundo, Zelda Fay.- le dijo, guiñando justo como se supone iba a hacer con la chica de la caja (nunca había usado la seducción para conseguir nada material, le parecía ruin) planteándose la perspectiva de ir a la librería de Charing Cross. Tenía tiempo que no estaba ahí, seguramente habría algo interesante.

— No me disculpo, justifico a los demás por su mal gusto — comentó sonriente, como si no quisiera echarse a reír pero estuviera a punto de.

Como amante de la literatura, estaba consciente que tenía la mala costumbre de subestimar a escritores contemporáneos simplemente por estar en el presente. Como había dicho, vivía en el pasado, donde su vida ideal habrían sido los 20’s, así que le era extremadamente difícil aceptar que existían buenos libros escritos por magos, brujas y muggles modernos. Era simplemente una percepción que tendría que quitársele pronto porque, una vez con el título, estaría inmersa en el círculo editorial de su padre, tanto muggle como mágico, así que tendría que leer proyectos nuevos y eso requería de una visión más amplia.

Trató de recordar a la cajera. Era claro que todo eso era un juego, no es que le pidiera consejos para ligársela porque ya era seguro que se los sabía al derecho y al revés. Pero era divertido que le pidieran su opinión para esas cosas. Se puso pensativa unos instantes.

— Basta con que llegues, le recites algún poema meloso de Lord Byron y la tienes en la mano — sugirió en voz diplomática, divirtiéndose al fingirse casamentera profesional, luego le sacó la lengua — Pues llámame por mi nombre, niño tonto — contestó y dejó todos los libros sobre el mostrador donde le cobrarían, ante su propuesta se la pensó un poco — No lo sé ¿Me estás invitando a que te acompañe? — inquirió alzando una ceja, sumergiéndose en ese juego de incordio medio extraño, luego sacó una bolsita para pagarle a la cajera lo que estaba por llevarse y, ante la afirmación de Yuri, saltó una carcajada que sonó muy de bruja y negó exageradamente con la cabeza — A menos de que me vayas a llevar a Egipto, dudo que puedas enseñarme algo nuevo — inmediatamente puso su cara de arpía sensual y le guiñó el ojo de vuelta — Pero puedes intentarlo, Yuri Spektor — finalizó para darle las monedas a la cajera y tomar su bolsa de libros, subir y esperar a que el ruso hiciera lo propio con su libro.

Había tenido poco trato con Fay durante la Universidad, aunque llevaban más o menos el mismo tiempo en Brigantia. Se habrían encontrado en esas fiestas a donde iba todo el mundo, tenían amigos en común, pero quizás ese era el momento en que cruzaban más de un par de frases. Aún así, tenía una idea de cómo era -por que sentía que era buen observador- y cada cosa que decía contribuía a que pensara que, en efecto, era una chica muy lista que no le preocupaba no ser tomada en serio por ser guapa también. Ya se encargaría ella de ser tomada en serio, o no, si no se le daba la gana. Pensaba en eso mientras pagaba mecánicamente a la chica jovencísima que atendía la caja. Le sonrió amable, diciéndole que volvería pronto, sólo por no quedarse con las ganas de coquetear un poco.

-Entonces haré mi mejor intento, Fay- le respondió con media sonrisa, cuando ya se habían terminado las transacciones. Si algo le gustaba de la magia era poder hacer las cosas pequeñas con un hechizo y guardárselas en el bolsillo. Así guardó en sus jeans el preciado tomo de Quidditch y sociedad que lo había llevado hasta ahí. Asumió que irían a Any Amount of Books, y que saldrían del callejón comercial mágico rumbo a Charing Cross, al mundo muggle que era mucho más mugriento y desordenado que el mágico en ese entonces. Quien dijera que Inglaterra a mediados de los ochenta era un lugar bonito, estaría mintiendo.

-Te digo desde ya que soy un buen lector pero si esto es una competencia seguro ya perdí. No soy experto en nada- tuvo que admitir, por modestia y por no quedar como un estúpido también. Era bastante orgulloso y claro, se jactaba de ser “el profesor” entre sus compañeros de quidditch, pero una cosa era una cosa. Miró alrededor antes de dejarla pasar primero a la salida de ladrillos a Charing Cross, cruzando por el Caldero Chorreante. Con un toque de varita las cosas cambiaban radicalmente; y no sabía qué tan acostumbrada estaría Zelda al mundo muggle pero parecía que bastante; igual su arrogancia la hacía más atractiva. Eso o su halo de hada, o de ave, según se viera.

-¿De dónde te viene la afición? Digo, por la literatura. Yo definitivamente no la saqué de mis padres- Konstantin Spektor, ex boxeador, era la clase de hombre que decía que había aprendido mucho más en la calle que leyendo cualquier libro. Y por alguna razón, al menos en su caso, sentía que no mentía.

Después de ir a Flourish & Blots no tenía planeado hacer nada. Quizá visitaría a su madre, quien ya se encontraba mejor de sus nervios malditos que la convertían en una arpía desgraciada, así que posiblemente comería con ella y luego se iría directo al Loft a seguir escribiendo su tésis. Jamás se le pasó por la cabeza salir con nadie, ni siquiera con Ellie para crashear alguna fiesta o reunión de bar para perder los sentidos un rato. Como que tenía ganas de pasarse la tarde de forma muy tranquila, calmada, leyendo alguno de los libros recuperados en un pequeño café, como a eso de las cuatro se iría a una casa de té y disfrutaría de un Earl Grey con un poco de leche. Y ya, realmente improvisaría. Era curioso que ahora se fuera a ir a juntar con un compañero de la universidad para ver libros muggles en una librería muggle en Charing Cross. Algo nuevo y fresco que agradeció inconscientemente.

Yuri no tardó mucho en pagar por su libro de deportes y coquetear un poco con la cajera, acción que le provocó una sonrisa incrédula a la pelirroja. Salieron de la librería y caminaron hacia la pared ladrillada que daría inicio al mundo muggle. Estaba acostumbrada de más a convivir con no-magos. Su abuela paterna era una y se llevaban de maravilla. Tenía conocidos y amigos que no sabían que ella era una bruja –y lo cual esperaba que siguiera así-. Asistía a fiestas y reuniones. Era cotidiano. Era una ventaja que fuese así tomando en cuenta que cualquier otra bruja menos habituada a ese mundo, le habría declinado la invitación al ruso o posiblemente se habría mostrado renuente.

— Eres experto en deportes. Yo soy un asco montando una escoba. Nunca pude entrar al equipo de Ravenclaw porque me caí en las pruebas — admitió recordando aquél incidente que había sido más cómico que vergonzoso — Seguro que si trato de competir contigo en eso, me rompo la mitad del cuerpo en el proceso — agregó con una sonrisa medio tonta. Era increíble que su padre hubiera sido buscador de Ravenclaw y ella no era más que una intelectualoide y ya. Ni siquiera podía con deportes más sencillos como el Polo o el Tennis.

Una vez en el mundo real, el mundo meramente humano, sin magia, Zelda se dio a la tarea de esconder muy bien la varita en la bolsa y todo aquello que fuese raro. Inmiscuida en su tarea de ver cuántas libras llevaba en la cartera estaba, que tardó en reaccionar ante la pregunta del ruso.

— Ahm… — suspiró y metió la cartera en su bolso notando que llevaba suficiente dinero como para costearse un muy buen té o café — Mi… mi bisabuelo era un famoso escritor norteamericano en los veintes, famoso para los muggles… no para, bueno… para algunos magos — se acomodó el bolso al hombro y continuó — Francis Scott Fitzgerald y Zelda Fitzgerald son mis bisabuelos paternos, mi abuela es su única hija, Frances Scottie Fitzgerald, aquí... — dijo haciendo un circulito con el dedo, como abarcando todo — es conocida por ser redactora del New Yorker. Mi papá es el dueño de The Golden Chimera, una casa editorial que publica a algunos escritores magos y también de la editorial Northern Writers, es muggle — aclaró metiéndose las manos en los bolsillos — mi madre es redactora en El Profeta desde hace un muy buen rato — lo miró y se rió — Creo que estaba determinado que me gustara la literatura tarde o temprano. He leído desde que supe cómo ligar letras para formar palabras. Pero es algo que me viene de familia — finalizó subiéndose las gafas con una mano para volverla a meter en el bolsillo — A ti te viene más de forma personal ¿no? — inquirió restándole importancia a su árbol genealógico que estaba plagado de escritores, redactores, periodistas y editores.