Permiso Temporal

[1980 - Hogwarts] [Frances]


A Frances entonces todavía le decía “Burroughs”. Eran malos tiempos para todos, y estaba ojeroso de pasar muchas noches a la semana con Lyubov en el hospital. Aunque en San Mungo admitieran a familia nuclear muggle en casos graves, a su padre no le gustaba nada el mundo mágico y siempre se había negado a ir, se ponái demasiado nervioso, así que él había tenido que pasar la mayor parte del tiempo lidiando con medimagos y preguntándoles sobre su condición. Se iba a perder los últimos meses de Hogwarts y tendría qué hacer exámenes; algunos profesores le enviaban material de estudio y su hermana, necia, presentaba las tareas. No le parecía mal, pero él tenía que pasar mucho tiempo en diligencias.

Encontró a Burroughs en un pasillo cercano a las mazmorras. Había ido a entregar una tarea de su hermana, de pociones (teórica por supuesto) con un permiso especial de la dirección para entrar por poco tiempo al castillo. Era un permiso tan estricto que si permanecía por más de una hora incluso temía por su seguridad, conservadores como eran todos en ese tiempo. No se podía confiar en nadie, ni siquiera dentro de Hogwarts. Había saludado a sus hermanos rápidamente y se tomó unos minutos para molestar a la Slytherin, sobre todo por la suerte de encontrársela sola.

-Hoy es tu día de suerte, Burroughs- le dijo con media sonrisa. -No, no soy una fantasía, soy real- tomó su muñeca para que le tocara el hombro y después se rió. No eran tiempos en los que nadie riera mucho, pero tampoco podían pasar la vida amargados.

Miró alrededor y después su reloj de pulsera (tan muggle) para asegurarse de que aún tuviera tiempo de estar ahí sin desaparecer misteriosa y literalmente o sin que sonaran alarmas y soltaran a los perros de seis cabezas a matarlo.

-¿Ya terminaste tus clases? Tenía tiempo sin verte… y me alegra que estés bien. Sólo tengo cuarenta minutos en Hogwarts, así que si quieres confesarme tu amor o algo así, estás en tiempo-

Si no fuera porque no tenía a donde más ir, se habría largado ya de Hogwarts, pero con sus papás en exilio político, Ewan muerto, Joachim muerto (figuradamente) y todo vuelto de cabeza, resultaba que Hogwarts era el mejor lugar en donde podía estar, aunque fuera horrible pensarlo de ese modo y tuviera por ahí gente demente rondando a la vuelta de cada esquina. Por eso vivía a la defensiva y no hablaba casi con nadie, con sus excepciones. Por eso brincó un poco cuando se encontró a Yuri, ¿qué no estaba ya graduado ese gran gañán?

-¡Mi día de suerte! Claaaaro. Mira lo que me gané en mi día de suerte.

Le dijo enseñándole el ligero morado que tenía en el ojo izquierdo. Un regalo del profesor de DCAO, muchas gracias. Se soltó violentamente de su agarre porque no quería ni tocarlo…o sí, pero no quería que se diera cuenta. Se podía decir que ella no se conflictuaba si pasaba la vida amargada. Pero después de lo primero, pareció suavizar la expresión.

-A mi también me alegra que estés bien, ¿cómo está tu hermana?

Claro, no se le pasó poner los ojos en blanco por aquello de confesarle su amor. Yuri tenía la capacidad de exasperarla en menos de un segundo con sus comentarios, incluso cuando pensaba que podían hablar tranquilamente, como la gente.

-Qué poco creativo eres si crees que usaría cuarenta minutos completos para una declaración de amor. Cosa que por cierto, nada que ver, estás muy mal de la cabeza.

Ya habían terminado sus clases pero la perspectiva de dedicarle cuarenta minutos enteros a Yuri Spektor no parecía su plan del día, le provocaba una extraña aversión.

-¿Qué haces aquí de todas maneras? ¿Viniste solamente a torturarme? Ya sé, decidieron que los castigos físicos no eran suficientes y te enviaron a ti para terminar de enloquecerme. Un trabajo extraordinario, muy atinado de su parte. Ahora largo, además es muy peligroso que un ex león esté en las mazmorras, cualquier cosa puede pasar.

Sacar de quicio a Frances no era ningún talento, era una cosa fácil de lograr. Lo más común era verla enfurruñada por ahí con cualquiera, aunque admitía que con él tenía mucha menos paciencia. No sabía exactamente a qué se debía, pero llevaba años disfrutándolo. Igual, los tiempos no eran para que esos odios superficiales de verdad hicieran mella en ellos. Habían estado varita con varita contra los que estaban del lado del señor oscuro y si alguien acaso la atacara, la defendería como si fuera su hermana. Como a muchos otros. Era una gran responsabilidad estar en esa situación, pero era peor ser un blanco sin más.

Frunció el ceño con desagrado al ver que tenía un ojo ligeramente golpeado, por que quería decir que nada estaba mejorando en Hogwarts y sus hermanos estaban ahí. Temía diario, a cada momento por todos y no podía sino seguir viviendo y peleando. Sobraba decir que odiaba tener que ir a entregar las tareas de su hermana hospitalizada y peor, saber que ya había perdido a otra hermana, como muchos más. Era abrumador pensarlo todo el tiempo. Negó con la cabeza.

-No muy bien. Creo que definitivamente no volverá a ser la misma- no sabía si era adecuado decirle a Frances lo que pasaba exactamente con Lyubov, aunque supiera que eran amigas. Sería mejor que ella le enviara una lechuza en vez de decir cosas que quizás su hermana aún no asimilaba. Se rió un poco con lo de la declaración de amor y los cuarenta minutos completos.

-Sí, a eso vine, pero sólo por el placer que me provoca enfadarte- le dijo pasándole un brazo por los hombros y acercándola a él, sabía que también odiaba su contacto cariñoso -Vine a dejar unas tareas de Lyuba, ya sabes cómo es, dice que no quiere perder todo el año.- supo que era buena idea salir de ahí, estaba demasiado cerca de las mazmorras y de Slytherin. Cualquier lugar era peligroso, pero había otros que lo eran mucho más -¿Y a dónde vamos? ¿A donde estemos a solas?- le preguntó antes de volver a reírse sin mucha discreción -Ya, acompáñame por un cigarrillo-

Se mordió el labio inferior preocupada por Lyubov, con aquello de que no volvería a ser la misma. Quería ir a visitarla pero le estaba costando mucho trabajo escapar de Hogwarts últimamente y lo mejor era no arriesgar el pellejo si no se tenía algo grande entre manos. Pero su expresión pronto cambió. Lo miraba con los ojos entrecerrados cuando le decía que le provocaba placer hacerla enfadar.

-No lo dudo ni un poco, pervertido.

Bromeó con él y fingió sacudirse su brazo de encima pero no lo hizo con verdaderas ganas, aunque no quitó la mala expresión solamente porque no quería que pensara que tenía un triunfo en las manos, aunque fuera de algo tan tonto como un gesto cariñoso. Se mantuvo a su lado mientras seguían hablando de su hermana pero se quitó definitivamente cuando volvió a hacer sus preguntitas idiotas sobre estar a solas y demás.

-¿Sabes qué pienso? Que si un día de verdad tuvieras la oportunidad no sabrías aprovecharla.

Le sonrió, claramente coqueteándole –aunque también retándolo, sino no tenía chiste-  antes de poner los ojos en blanco y hacerle un gesto con la mano para que la siguiera. Conocía una salida rápida de ahí, hacia los terrenos que bordeaban el lago, cerca de la sala común de Slytherin. Sólo era cuestión de picar con la varita los duros ladrillos precisos. No era una zona precisamente bonita del lago, estaba oscura y bastante más triste que la que usaban para competencias y socializar, pero daba igual.

-¿Traes cigarrillos? A mi se me acabaron hace como dos semanas. Dame uno.

Exigió una vez que estuvieron afuera.Eso era ya como estar en una cárcel donde los cigarros eran ítems valiosos. Los que conocían esa salida eran puros Slytherin, pocos, pero no precisamente de los más agradables, por eso miró a todos lados un poco paranoica, ya no había lugar seguro, realmente. Qué horror, tan falta estaba de simpatía humana que estaba ahí, socializando con ese esperpento.

Se habían puesto serios por estar tocando temas de los cuales nadie quería hablar, pero que ocurrían y no tenían muchas opciones. Su misma presencia ahí significaba que las cosas no estaban bien, que Lyuba estaba en el hospital, que todo estaba jodido. Pero no tenían más opción que seguir ahí y seguir viviendo, le pesara a quien le pesara. Soltó una carcajada sonora (y peligrosa) cuando decía que si tuviera la oportunidad no la aprovecharía.

Realmente nunca se lo había preguntado en serio, qué pasaría si de verdad se le insinuara a Frances, no con las tonterías de siempre. Su relación era muy extraña, habían hablado de algunas cosas serias, sobre todo últimamente, pero había algo entre ellos que no los dejaba estar y ser amigos como la gente normal, amigos de los que se frecuentaran y tuvieran conversaciones normales sin estarse fastidiando en un eterno ir y venir. También le sonrió. Él no conocía esa salida y casi podía decir que ni siquiera ese lado del lago, bastante lúgubre, en un día especialmente deslucido, con el cielo blanquecino y el paisaje pardo de invierno. Se ajustó el cuello de la chamarra con un viento que se colaba.

-Quédatela- le dijo después de sacar su cigarrillo y de lanzarle la cajetilla esperando que la agarrara al vuelo. Estaba casi nueva. La encendió con mechero muggle, no le gustaba usar la magia para absolutamente todo, acostumbrado a su vida familiar más inclinada a la cultura muggle a pesar de que su madre fuera bruja. Se quedó un rato pensativo, sentado en una de las grandes rocas, mirando los movimientos del viento sobre la superficie del lago.

-He tenido muchas oportunidades, Frances ¿Te acuerdas cuando nos tocó limpiar el aula de pociones? lo que pasa es que entonces eras más fea- no podía evitarlo, aunque le daban ganas de decirle de nuevo que se alegraba de verla bien y no muerta. Mirarla a la cara le recordó lo peligroso que era el colegio entonces. Lo peligroso que era el mundo en general.

Se rió con lo del intento de violación; nada de lo que decía era cierto, pero era por que, de nuevo, nunca realmente habían coqueteado en serio. A él sólo le gustaba molestarla y ella parecía ser adicta a enojarse con él; claro que habían limpiado un salón de pociones hacía un par de años, por coincidencia de castigos en su caso, seguramente por liarse a golpes con alguien, cosa que detestaba hacer pero hizo con mucha frecuencia en su último año de Hogwarts intentando defender a todo el mundo. Lo único que habían hecho era dejar peor el salón por pelearse con los residuos de quién sabe qué poción malograda, haciendo el trabajo en el doble de tiempo (y perdiendo clases). Había sido divertido.

-Claro que no, te hubiera seducido. Pero no quise- le respondió antes de volver a guardar silencio, ambos mirando el lago y sus movimientos; él también había visto al calamar alguna vez, o eso había pensado una noche en que se habían fugado varios a nadar al lago helado a manera de reto. Claro que había estado borracho, tal vez había alucinado tentáculos. Por recordarlo estaba medio sonriendo hasta que Frances se ponía seria.

-Se la daré. Le hará bien saber que sus amigos la extrañan, mira… fue una decisión familiar que no pueda recibir correspondencia, ya sabes, por la manera en que ocurrió todo. Más bien fue una decisión mía, tengo miedo de que… ah… quieran “terminar el trabajo” ¿Sabes? No estaba en sus planes que Lyuba sobreviviera. Y tengo miedo- le dijo con franqueza. No sabía si Frances estaba muy al tanto de cómo habían ocurrido las cosas, de su secuestro con complicidad de un tipo con el que había empezado a salir. Un asco total, tenía ganas de matarlos a todos. Se creía muy capaz de matarlos a todos, y eso le aterraba. Su varita nunca había dado muerte a nadie y sospechaba que si lo hacía, cada vez sería más fácil y se convertiría en un monstruo.

Se volvió a Frances inspeccionando su rostro. Aún la sombra de un moretón en su ojo le provocaba una ira asesina. Pasó delicadamente el pulgar por la magulladura y negó con la cabeza.  

-Me mata de rabia no poder hacer nada para que esto no deje de pasar. Supongo que a ti también ¿No? ¿Cuántas horas llevas guardándote lo que te enojó que alguien te hiciera esta pequeñez nada más? Por que sabes que si lo hacen, son capaces de hacer cualquier otra cosa sin remordimientos. Dime cuanto- la quería ver enojada, pero de otro modo. Enojada de verdad. Para sentir que no era sólo él el que estaba perdiendo la cabeza.

Claro que moría de rabia de pensar en las cosas que Lyubov había tenido que pasar. Ella se consideraba con “suerte”, todos querían a su papá vivo –para poderlo matar, claro- y por eso la mantenían viva, como una carnada o algo así, pero siempre con pequeños recordatorios de que estaba a merced de ellos y que el último que tenía la decisión, era Demetrius. Esos recordatorios incluían el ojo morado ese día, pero a veces también maldiciones imperdonables y otras más creativas. Sabía que Yuri ya había perdido a Yaroslava y era terrible saber que compartían cierto tipo de dolor.

-Sí, lo entiendo. Pero en verdad que sí la extraño. Es linda como ninguna.

Linda sin ser empalagosa y fastidiosa, por eso Frances la quería. Se volvió a mordisquear los labios mientras se deshacía de la colilla del cigarro mientras trataba de olvidar la mala sensación que tenía en el pecho desde hacía un rato. Apenas entrecerró los ojos al sentir el pulgar de Yuri por encima del moretón, incluso ladeó un poco la cabeza hacia su mano, pero luego se la golpeó con la muñeca para que se hiciera a un lado.

-Tres horas, exactamente. Pero no puedo hacer nada, si hago tonterías…

Se interrumpió y pasó saliva. Últimamente estaba tan sensible que le daba asco. Desvió la mirada y se prometió a ella misma que no iba a hacer algo tan absurdo como llorar, ni por su padre, ni por Lyubov, ni por nada. No lo hizo, ya había aprendido a tragarse esas cosas.

-Si hago tonterías les doy excusas para que ellos enloquezcan más y al final sé que sólo soy un cebo para que agarren a mi papá, y no pienso contribuir a que lo maten. Así que estoy atada de manos, por completo. Y sí, también me mata de rabia. Aún así, puedo tener un comportamiento ejemplar y no pasa un solo día en que no reciba algo sólo por existir, así que…

Así que daba igual, no le quedaba más que joderse. Negó violentamente con la cabeza, sentía que el corazón se le iba a salir por la boca. Estaba enojada, mucho, por sentirse tan impotente. Miró a Yuri a los ojos por fin, una vez que pudo medio sobreponerse.

-Pero al final ellos van a perder.

Sonrió bajando la mirada. Él quería a su hermana como el que más, a todos, su familia significaba demasiado para él y era jodido que justamente el blanco más fácil de cualquier guerra fuera resquebrajar esas uniones. Podía ver en Frances que también le importaba, aunque cada persona tuviera relaciones muy específicas con su familia. Entendía su precaución, su preocupación, la manera en que tenía de ser cautelosa para no meter en líos a su padre. Él también podía racionalizar y decir que no quería hacer enojar a nadie para que no mataran a Ilya o a cualquiera, pero sentía que perdía la paciencia.

Tomó el rostro de Frances con una mano. Con violencia, extrañamente, como si le fuera a hacer daño.

-No racionalices. No me digas qué es lo que tienes qué hacer para que todo salga bien y no meter en problemas a nadie. Dime que los odias. Dime que quieres matarlos, y que no es un decir y que te sabes capaz y te da miedo- estaba hablando por todo lo que él sentía en ese momento y quería desesperadamente saber que ella se sentía exactamente igual. Hablaba demasiado cerca de ella, mirándola con la misma intensidad que ella había hecho cuando dijo, con toda seguridad, que ellos iban a perder.

La guerra los había unido de manera muy extraña, a ellos y a muchos otros, aún cuando pensaban que antes todo se limitaba a ver quién te agradaba o no, con quién te emborrachabas por primera vez, a quien besabas. Eran demasiado jóvenes para esa clase de vínculos dolorosos pero ya no había manera de remediarlo y nunca más verían el mundo de la misma manera, aunque con suerte quizás se les fuera a pasar, y llegaran a superarlo.

-Dime que no quieres ser una mártir. Que nos tienen atados con esto de la gente a la que queremos pero de todos modos harán lo que les de la gana, y no podemos seguir cuidándonos de no hacer. Dime que los odias, por favor- lo seguía diciendo con una rabia infame, sin soltarla.

Ese toque violento hizo que se le detuviera el corazón un instante, porque pensó que lo había jodido todo, que Yuri no era Yuri sino algún enfermo con multijugos buscando que dijera algo indebido, que diera una pista, la paranoia podía con ella, incluso sacó su varita y lo apuntó al estómago, pero fue incapaz de conjurar nada mientras lo seguía mirando, y él exigía cosas que ella se moría por decir pero que llevaba un tiempo callándose por ser cautelosa.

-Hazte a un lado.

Dejó de presionarlo con la varita para usar solo sus manos, que presionaba contra su pecho con decisión, intentaba voltear la cara pero no podía, porque la fuerza de Yuri la sobrepasaba.

-¡Claro que los odio! Claro que los odio, quisiera matarlos a todos, hacerlos sufrir, verlos perder y que sea por causa mía. Eso quiero. Los odio, muchísimo. Suéltame.

Le dijo con la respiración agitada, mientras seguía haciendo fuerzas con las palmas de las manos antes de tomarlo por la muñeca primero, y después por la nuca en una serie de movimientos desordenados y sin ritmo que no tenían ninguna meta en concreto.

-Te odio a ti también.

Claro, a él no lo odiaba, era una mentira que se había repetido mucho a ella misma aunque jamás había surtido efecto. Por Yuri haría cualquier cosa llegado el caso, levantaría la varita contra cualquiera que quisiera hacerle daño por más que en ese momento fuera él mismo a quien estuviera apuntando consecuencia de la paranoia.

Sí, había sido una mala idea el contacto pero no lo había pensado. Sólo llevaba una temporada especialmente jodida y sentía que tenía demasiado tiempo portándose como el jefe de familia que aún no le tocaba ser, siendo responsable, queriendo mostrarse valiente pero ecuánime y tomando las mejores decisiones por la seguridad de sus hermanos. No tenía ni siquiera veinte años, y el peso de todo lo que ocurría le sobrepasaba en ese momento. Sintió la varita de Frances pero tampoco reaccionó, pensando que podría distinguir que era él mismo y no había peligro, que sólo estaba teniendo un extraño lapsus de frustración. La sintió resistirse y eso por alguna razón provocaba menos ganas de soltarla.

-¡Eso quería ver, justamente eso!- le respondió mientras forcejeaba y la soltaba aunque no oponía resistencia a sus movimientos sin orden. - No quiero verte seriecita y disminuida por que tienes miedo. Todos tenemos miedo, y no hace ninguna diferencia portarse bien o no, mira a mi hermana, nunca hizo nada arriesgado. De todos modos la jodieron y bien- eso último lo había dicho con mucha más tranquilidad aunque seguía agitado y en esa especie de trance de frustración. Al menos la había escuchado gritar y él lo había hecho también y sentía que se quitaba un peso de encima.

Sin embargo, escucharla decir que también lo odiaba a él le regresaba las ansias al cuerpo, no precisamente las mismas que antes. Pero esa breve pelea sin sentido lo había puesto de un humor raro, como si quisiera provocarla de nuevo sólo para ver que Frances no era de las que se dejaban intimidar sólo por que sí, quizás lo que más le gustaba de ella, y por eso le había dicho que dejara de racionalizar al menos por un instante.

-¿Cuánto, mucho? Pégame. Anda. Dame un buen golpe para creerte- le dijo antes de tomarla por las muñecas y soltarla, para que de verdad le diera un golpe. Volvía a hablar cerca de ella y la miraba con el ceño fruncido aunque había algo en esa provocación que ya no se parecía tanto a la primera.

Quizá esa era la peor parte, que había gente que no se arriesgaba, que hacía todo como debía ser y aún así le tocaba una vida jodida, que la torturaran, que hicieran cualquier cosa. Y sólo para demostrar un punto; que ellos supuestamente tenían el poder sobre todo y sobre todos. Que debían temer porque habían perdido el control sobre su familia, sobre sus amigos, sobre cualquier acto libre que se les ocurriera hacer. Claro que estaba furiosa y que los odiaba de una forma intensa, que le quemaba por dentro, especialmente al pensar en todo lo que le habían quitado.

Lo miró intensamente cuando le pedía que le pegara solo para creerle. Aquella provocación resonó en su cabeza más que las anteriores y tuvo un efecto cien veces más devastador que todo ese juego sin importancia que hubieran manejado durante años sin que realmente importara en lo absoluto. En realidad para ella era muy fácil dejar de racionalizar, se dejaba llevar mucho por sus impulsos, por lo que sentía en el momento y también por la idea de que cualquier cosa que hiciera podía ser la última.

No lo pensó dos veces antes de darle un puñetazo en la mandíbula, sin magia, sin nada más que las ganas de hacerlo. No era especialmente fuerte como para sacarle un diente pero al menos siempre había podido defenderse y medirse a la par que un niño, porque no le gustaba que la consideraran débil, le gustaba que le tuvieran miedo, que supieran que en cualquier momento podía romperle a alguien la nariz.

Sintió que los nudillos le ardieron pero ese efecto solamente sirvió para alimentar ese extraño estado de ánimo al que Yuri la había empujado. Volvió a mirarlo antes de acercarse a él y tomarlo por la nuca violentamente, hasta hacer que pegara su frente contra la de ella.

-Bésame

Le exigió, aunque en realidad fue ella la que terminó besándolo, jugando con sus labios, mordisqueando con más fuerza de la necesaria. Se separó de él con la respiración agitada y desordenada.

-De verdad, es mucho.

El odio que le tenía. Más en ese momento.

Estaba muy mal al sentir una expectativa enferma sobre el golpe que Frances podría darle o no. La miraba esperando y en el momento en que sentía su puñetazo se daba cuenta que, como lo había imaginado, no se iba a tocar el corazón. Eso le encantaba de ella, aunque hasta ese momento nunca hubiera pensado que todo fuera a pasar la barrera del juego infantil de estarse provocando. Hizo una mueca de dolor aunque sonrió un poco, llevándose la mano al rostro, sintiendo cómo le palpitaba después del duro puñetazo. Le dieron ganas de decirle que golpeaba bien para ser una niña, con lo que seguro se hubiera enojado más, pero no esperó que se volviera a acercar a él, mucho menos pidiéndole que la besara aunque ella se adelantara.

Le había tomado por sorpresa pero apenas sentir que lo mordisqueaba y le provocaba un leve quejido de dolor al hacerlo, la besó con inusitadas ganas, tomándola fuerte por las raíces del cabello y besándola con todas las ganas que quizás había tenido antes pero no había traducido precisamente en ese idioma. Él también mordió sus labios, mirando cómo se enrojecían después de besarla, sintiéndose violentamente excitado de pronto, de pasar de nada a querer seguir besándola, tirando de ella para que no se escapara. La miró con el ceño fruncido, agitado también, creyéndole que lo odiaba. Que lo odiara más si iba a seguir besándolo.

-¿Y qué vas a hacer?- le preguntó, retador, antes de tomarla violentamente por la cintura para acercarla a él. Se había puesto de pie y la miraba hacia abajo, aunque realmente no había tanta distancia entre sus rostros pues no era tan alto. La hizo caminar hacia la arboleda cercana, donde las copas de los árboles les rodeaban de una penumbra gris. No supo si era incómodo que la estrujara contra un árbol, seguramente sí, pero no estaba pensando con mucha claridad. -¿Qué vas a hacer?-

Se lo preguntaba de nuevo, aprisionándola, haciendo que sintiera que había bastado un beso arrebatado para excitarlo por completo. Las cosas habían escalado tan rápido para él que no se le ocurría pensar por un momento que quizás estaba malinterpretando todo y portándose de manera temible. Sólo por eso volvió a besarla sin ser tan agresivo, aunque no dejaba de presionar su cuerpo contra el suyo.

Ella también estaba excitada, quizá demasiado. No era nada raro, siempre había sido un detonante para ella que hubiera esa violencia en pequeñas dosis, esos tonos exigentes y también cierto juego por llevar las de ganar en todo momento, incluso en eso. Yuri le parecía despreciable por muchas razones, empezando porque parecía siempre querer tener el control, siempre tener todo en las manos, todo calculado, siempre seguro de sí mismo. Era cierto que podría matar a cualquiera que quisiera hacerle daño, pero eso no restaba que quisiera hacerle daño ella misma también.

Sentía que todo su cuerpo ardía pero ya iba más allá de la furia que sentía en todas partes, despierta. No se conflictuaba preguntándose si no era una locura extrema haber llegado a ese punto de pronto, de la nada. Le daba igual, el roce de su lengua le parecía demasiado como para dejarlo ir en ese momento, aunque estuvieran en ese escenario que dejaba mucho que desear. Pero no lo había planeado así.

Frunció el ceño al sentir que tiraba de su cabello con más fuerza de lo normal. No apartó la mirada en ningún momento mientras sentía que la llevaba contra un árbol. La incomodidad le daba igual, también sentir que sus pies se enterraban en una especie de lodo denso que la hacía resbalar un tanto. Al sentir su cuerpo contra ella ahogó un gemido, en especial al notar su excitación. No quería parar ni un segundo.

-Voy a follarte, eso voy a hacer.

Lo besó de nuevo justo antes de luchar para quitarle la camiseta y después clavar las uñas en sus hombros, enterrándolas con fuerza antes de arañarle los brazos, aunque ese recorrido fue mucho más suave. La falda de su uniforme se trepaba hasta los muslos. Reconoció sus labios con la lengua antes de rodearlo por la cintura con las piernas, pegándolo aún más a su cuerpo sólo para seguir sintiéndolo aunque fuera a través de la ropa.

-Anda, ¿quieres hacerlo? Dime que sí, quiero escucharte.

Tenía la misma sensación. Había una especie de comunicación corporal cuando ambos se encontraban exactamente en la misma posición, ansiosos, deseando que todo ocurriera sin orden, con prisa, al mismo tiempo. La levantó por las caderas tocando su piel bajo la falda, sintiendo la humedad del lodo en sus zapatos clavarse en sus piernas, estaban hechos un asco y ni siquiera habían hecho nada. Se encargó de que siguiera sintiendo su erección a través de la ropa, sin dejar de mirarla, con los labios entreabiertos como si tuvieran que compartir el aire para seguir torturándose un poco. Escucharla decirlo sólo incrementaba sus ansias aunque más que querer hacer todo de una vez se sentía con ganas de alargar esa tormentosa ansiedad que parecían provocarse.

Hacía frío y su piel lo notaba aunque no le importaba y sintiera que estaba ardiendo aunque empezara a llover, o a nevar o lo que fuera. Se movió para que lo sintiera, no había necesidad de precipitarse. Miró hacia abajo, la cercanía insoportable, las ganas que tenía de matarse follándola si es que eso era posible. Su respiración agitada entrecortaba su voz.

-Antes tengo que comerte…-- le dijo bajándola lentamente. Buscó sentirla con los dedos antes de agacharse, daba igual seguir llenándose de tierra húmeda las rodillas, que le llenara la espalda de lodo al pasar su pierna por su hombro para encontrar el mejor ángulo y tomarla por la cadera antes de probarla por primera vez. Sintió que si antes estaba excitado, ahora lo estaba mal, que iba a enloquecer por completo. Podía escuchar sus propios gemidos al acariciarla con la lengua, sentirla en los dedos, tener la necesidad de mirar hacia arriba aunque en ese ángulo sólo pudiera ver la tela de su blusa desacomodada.

-¿Todavía me odias?- dijo en el único momento en que se separó de ella, aunque siguió, sintiéndola cada vez más húmeda, incrementando la intensidad de sus movimientos, sin importarte la cortada que seguramente ya se había hecho en las rodillas gracias al nada cómodo terreno.

Por un momento nada más, se sintió enojada con ella misma por ser tan débil, por haber finalmente sucumbido a todo eso aunque antes solamente hubiera sido una broma. Estaba teniendo una temporada terrible, desde la muerte de Ewan no había parado, pero no se arrepentía de nada hasta el momento, no creía que hubiera nada grave en hacer lo que hacía, en desahogarse como lo hacía.

Y quería tenerlo, sentía que moría por todo eso, por no parar, por la expectativa. Deseaba a Yuri casi tanto como lo detestaba y eso era decir mucho. Quizá era por eso que necesitaba sentirlo, para canalizar todos esos sentimientos negativos que le provocaba de una vez por todas. Y sentir que él también la deseaba no hacía más que aumentar toda esa sensación enfermiza. Sentía que se clavaba las formas irregulares del árbol en la espalda, pero no le importaba estar incómoda, le importaba más la anticipación de sentir su lengua.

No se preocupó en callar los gemidos que escapaban de su boca. No había nadie ahí en ese momento y, a decir verdad, le daba bastante igual. El cosquilleo que sentía entre las piernas era más importante que preocuparse por cualquier cosa. Se aferró al tronco y terminó raspándose la palma de la mano pero no lo sintió en lo absoluto.

-Mucho más que antes.

Pero no pudo evitar sonreír mientras se lo decía. Habría deseado que no parara jamás, que se quedara ahí arrodillado para siempre, comiéndosela. Se corrió después, su pierna presionó más contra su espalda, enlodada hasta los tobillos. La explosión placentera le puso las piernas débiles y dejó de ejercer esa presión por un momento, mientras se recuperaba. No era suficiente, quería todo de él.

Lo miró por unos segundos antes de utilizar la misma pierna  que le había echado al hombro para empujarlo por el pecho, hacer que cayera contra el lodo, las ramas y la tierra. Apenas los separaban unos cuantos pasos y se sentó a horcajadas sobre él, apoyando las rodillas en el terreno irregular mientras volvía a besarlo con una ansiedad espantosa, que casi la asustaba, mientras movía las caderas contra su cuerpo, provocándolo, y sus dientes volvían a atrapar su labio inferior, tirando de él con violencia, mordiéndolo hasta que sintió un leve sabor a hierro entre los dientes.

Sus gemidos eran sólo un incentivo para seguir, no podía dejar de tocarla, de lamerla hasta que la sentía cada vez más tensa y excitada, dejándose ir por un momento, el que aprovechó para agarrar con fuerza sus nalgas, enterrando los dedos en su piel antes de que la sintiera más ligera, casi como si se hubiera debilitado. Él estaba agitado, con las ansias más despiertas que nunca. Con el poco equilibrio que estaba guardando de rodillas fue fácil que lo empujara hacia atrás. Sintió que se rasguñaba la espalda desnuda contra las astillas del suelo, incluso fruncía el ceño aunque no la detuvo en ningún momento. Se apoyó sobre su codo para besarla y se incorporó, para sentirla más cerca mientras lo besaba.

Los besos seguían siendo tan violentos como el primero, quizás mucho más. Soltó un gemido de dolor mezclado con excitación y también sintió el sabor de la sangre mezclado con el sabor de su sexo que se había quedado en él, haciendo que todo se revolviera, el olor de la tierra húmeda, la brisa del lago, su propio sudor helándole la piel aunque lo único que importaba era seguir sintiéndola contra él. Abrió su blusa sin darse cuenta que un botón se había arrancado en el forcejeo, mientras le bajaba un tirante a su sostén y buscaba su pecho con la lengua. A pesar de las ansias, contrastó el tono de su encuentro siendo súbitamente delicado al acariciarla con la mano manchada de lodo, presionó su piel entre los dientes aunque sin hacerle daño, buscando ese límite, el de casi provocarle dolor.

De un movimiento la hizo cambiar de posición, levantándola por la baja espalda y quedando encima de ella. Sí, estaban hechos un asco, y parecía que a ninguno le importaba. Apreció un momento la visión de Frances con el cabello revuelto, los pechos fuera de su sostén, la falda levantada y bajo él. La deseaba horriblemente, tanto que sentía que empezaba a doler. Se abrió los jeans, todo le parecía mejor así, medio vestidos, con la ropa desacomodada y sucia.

-Abre las piernas- tampoco es que le pidiera permiso. Sin demasiado preámbulo y sin preocuparse por nada -por nada, de verdad- entró en ella con un gemido grave, intentando llegar a lo más profundo, quedándose inmóvil por varios segundos, sintiendo un ligero alivio al poder sentirla al fin, después de ese desorden de ansiedad por ella que había escalado en pocos minutos. Hasta se sintió un poco más consciente de lo que hacía, como si hubiera vuelto a la realidad. La miró a lo ojos con los labios entreabiertos, buscando alguna señal que acaso pudiera decirle que ella en realidad no quería acostarse con él y todo se le había ido de las manos; En el minuto en que parecía haberse acobardado de sentirse tan agresivo con alguien, la besó con más lentitud y le apartó el cabello de la cara. -¿Quieres que siga?-

No recordaba cuando había sido la última vez que se sintió de esa manera, tenía la mente en blanco completamente y ni siquiera lograba evocar alguna ocasión en la que hubiera actuado con tanta desesperación, sin importarle absolutamente nada de lo que eso pudiera significar después. Lo único que quería era seguir haciéndole daño, pero también escucharlo gemir por ella, seguirlo sintiendo excitado y hambriento. Respiraba agitada mientras le quitaba la blusa que antes hubiera estado blanquísima y que ahora no era más que un trapo cubierto de tierra. Eran como animales, lo pensó mientras veía a su alrededor, la zona lúgubre, el lago en la peor de sus caras, mientras veía también como uno de sus pechos se cubría de tierra mientras el otro era apresado por la boca de Yuri, que le hacía gemir entre el dolor y la excitación más extrema que había sentido en mucho tiempo.

Le acarició el cabello, la nuca y las mejillas, llenándolo de tierra en el proceso, pero también provocándole más ganas de besarlo otra vez. No puso resistencia cuando la cambió de posición, ni se incomodó porque el cabello estuviera en contacto directo con la tierra bajo ella. Lo miró así y se sintió completamente segura de querer seguir con eso. Cuarenta minutos no iban a ser suficientes.

No era necesario que se lo exigiera pero que le dijera esas cosas también funcionaba como un incentivo. Enterró los dedos en su espalda mientras lo sentía entrar con facilidad, profundo. Se sentía demasiado bien y estuvo a punto de decírselo pero al mirarlo a los ojos decidió guardarse ese halago. Al escuchar su pregunta le sonrió. Le acarició la nuca otra vez aunque lo hizo con calma, luego estiró el cuello para besarlo lentamente antes de mover la cadera hacia él, lento, formando ondas suaves con su cintura a cada movimiento. No le contestó nada, solamente lo miró a los ojos antes de bajar las manos y sentir su espalda, y la forma de sus perfectas nalgas en las que no había reparado antes.

-No me digas que te estás acobardando ahora.

Lo miró con el ceño fruncido y se burló de él antes de soltarle una cachetada sonora que provocó que le ardiera la mano, antes de que sus dedos se afianzaran a su cuello, en donde le clavó las uñas mientras volvía a moverse hacia él, cada vez con más malicia, con mayor intención.

-¿Quieres parar? ¿Quieres que sea más gentil?

La sonrisa de Frances lo tranquilizó, pues por un momento, efectivamente, se había acobardado por cómo habían ocurrido las cosas aunque eso no quería decir que fuera ahora a ser un tierno amante después de todo lo que había pasado. Si habían terminado ahí, besándose y perdiendo la cabeza en la tierra húmeda de un punto lejano del lago era por que sólo así podía ocurrir, por que en una habitación y después de una cita sólo estarían hablando de otra cosa. Estaba seguro. No podía evitar contener la respiración para no sentir que terminaría demasiado rápido, intentando acostumbrarse a la calidez que lo rodeaba a pesar de que toda su piel estuviera erizada por el frío, que trajeran zapatos, que estuvieran llenos de lodo.

La bofetada traía todo de vuelta. Sintió que la sangre le hervía y la tomó por la cara de nuevo, como había hecho cuando todo eso había empezado, antes de besarla. Esta vez fue él quien mordisqueó su labio inferior aunque no tanto como ella había hecho; aún no sentía dolorida la pequeña herida de su labio y de todos modos no le hubiera importado, pues empezó a moverse poco a poco, aún procurando ir muy profundo, en embestidas que no eran rápidas pero sí agresivas.

-Eres una maldita malcriada, no voy a hacer lo que tú quieres- pero lo hacía, hacía lo que ambos querían, el susto inicial se le había pasado. Con su mano libre bajó el otro tirante de su sostén, acariciándola sin delicadeza, apretando su pecho y sintiéndolo erizarse bajo la palma de su mano, mucho más áspera en contraste. A medida que sentía que tenía que incrementar el ritmo, tomó sus muñecas como si la estuviera inmovilizando.

-Voy a follarte como yo quiera- le dijo demasiado cerca, aunque estaba esperando que se revolviera bajo él, que volviera a pegarle, a morderlo, que terminara con él. Eso era lo que había querido desde el principio, y exactamente como cuando se provocaban en un terreno no-sexual, casi todo lo que le decía buscaba un efecto contrario.

No quería parar, era lo único que sabía de verdad. No evitó una sonrisilla de triunfo al sentir que volvía en sí –como si ese fuera el estado natural que debiera tener, no el otro, preguntándose si no había enloquecido para mal – y volvía a tomarla por la cara y a besarla con esa rudeza que tanto le gustaba. Siempre lo había preferido así, desordenado, violento y demandante, no concebía otra manera de hacer las cosas. Cerró los ojos un momento, perdida en cómo se sentía tenerlo dentro de ella, disfrutando cada embestida, cada movimiento. Abrió los ojos de nuevo cuando le reprochaba ser una malcriada.

-¿Yo soy una malcriada? Tú eres un manipulador…

Se calló porque estuvo más ocupada en gemir de nuevo al sentir su mano contra su pecho. No terminó de decirle que era un manipulador infernal que buscaba tener siempre las cosas bajo su control, siempre tener la razón. Y ella odiaba eso. Odiaba siempre verlo tan aparentemente seguro de sí mismo, siempre con las palabras correctas.

Sus palabras hicieron que se mojara más. Fingió que volvería a morderlo pero solamente lanzó la mordida al aire antes de removerse bajo él, desesperada por recobrar el control, formando ondas con su cuerpo mientras buscaba apretar más, retenerlo. Tenía unas ganas terribles de sentirlo correrse dentro de ella, de verlo y escucharlo hacerlo, así que su nuevo objetivo era justamente ese, hacer que se corriera para ella, por ella. Quería follárselo hasta terminar con él. Quería seguir sintiendo el peso de su cuerpo, pero también estar arriba, quería volver a golpearlo, quería besarlo lento y suave, lo quería todo, el hambre que le había despertado era demasiada. Lo volvió a besar aunque esta vez no hubo mordidas de por medio, sólo un beso prolongado, húmedo, mientras su otra mano volvía a recorrer su cuerpo casi por completo.

-Fóllame más fuerte.

Era una orden, no la disfrazaba. Ya estaba siendo lo suficientemente agresivo pero quería ver hasta donde podía llevarlo, hasta donde era capaz de llegar, no tenía miedo en ese momento a cruzar ningún límite. Estaba enloqueciéndola con cada movimiento de su cuerpo, con su mirada intensa, la de quien sabe lo que quiere y como conseguirlo, eso que a ella tanto la sacaba de quicio.

Que le dijera que era un manipulador le hacía sonreír con malicia, en lo poco que podía concentrarse mientras la sentía moverse bajo él, olvidándose que le quedaba poco tiempo de “licencia” para estar en Hogwarts aunque no sabía si eso aplicaba o se anulaba en los terrenos. Daba igual, ni siquiera lo estaba pensando ¿Cómo podría pensar en otra cosa que no fuera en ella, en seguir con sus caricias desordenadas, en sentirla alrededor suyo y buscarla, buscarla hasta que ambos se corrieran y saciaran por un momento las ansias que se provocaban, que no podía entender. No podía entender por qué en ese justo momento se había traducido así, y así de incontenible.

Cubrió su boca con una mano, sólo por que sí, aunque le encantaba escucharla gemir y él mismo empezaba a hacerlo, dejando el silencio inicial. Volvió a tomarla por la cadera para que se incorporara y quedara sentada sobre él, que se moviera como le diera la gana y lo destruyera, por que eso estaba deseando y aunque quisiera hacerse el dueño de un papel dominante realmente eran ambos los que querían morir un poco en ese momento. Sobraba decir que ya no podía saber qué rasguños habían provocado las ramas y cuáles sus uñas y le daba igual sentir que le escocían las rodillas y los antebrazos, y tampoco se daba cuenta que su labio sangraba un poco.

-No, tú fóllame más fuerte- le dijo en respuesta, dejándola encima aunque recostarse en la tierra y las astillas del terreno bajo el árbol no fuera cómodo. Daba igual, nada era cómodo, todo eran ansias y ganas de verla correrse, de que se balanceara sobre él con la ropa movida de lugar, pero técnicamente puesta, la falda levantada, el sostén casi en la cintura. La visión de Frances en ese momento fue poderosa, sintiendo que iba a terminar demasiado pronto aunque se esforzó por no hacerlo mientras la tomaba por la cintura y fruncía el ceño, sintiendo que en realidad estaban haciéndolo tan fuerte que podría llegar un momento en el que de verdad se lastimaran sin darse cuenta. Tampoco es que se preocupara demasiado.

Seguía moviéndose, buscándola, sintiendo que por más que se hubiera contenido iba a terminar al sentirla tan profundo, seguramente dejándole un rasguño en la espalda para que se inclinara sobre él y pasar la lengua por sus pechos, de los que sentía que no tendría suficiente, que eran perfectos, que no podía saciarse. Seguramente ella se daba cuenta cuando se corría, con un gemido profundo y medio ahogado, apretando sus nalgas, quizás también dejando marcas al sentir que se deshacía al fin de esa hambre que los había llevado hasta donde estaban.

Oleadas intensas de placer escalaban por sus piernas, un cosquilleo irrefrenable se empezaba a apoderar de ella poco a poco. Forcejeó al sentir su mano cubrirle la boca aunque en realidad el gesto no le molestó, lo tomó como un pequeño detalle con el que pretendía seguir teniendo el control, y le gustó, aunque mordisqueó levemente el costado de su mano antes de estar arriba luego de otro brusco cambio de posición. Le gustó verlo desde esa perspectiva, poder acariciar y apreciar su pecho y los pequeños zurcos rojos que le había dejado. Sentía que algo se le clavaba en la pantorrilla, que las rodillas le escocían. Había algo extraño en la textura semi enlodada que había bajo la piel de sus piernas pero nada importaba tanto como estar encima de él y seguirse moviendo al ritmo preciso, buscando correrse encima de él.

Ahogó un gemido que se confundió con una queja al sentir que le arañaba la espalda, pero la sensación se revolvió con lo eléctrico de la lengua de Yuri sobre sus pechos otra vez, lo que provocó que ese cosquilleo entre sus piernas, que la recorría por completo, se volviera una explosión violenta. Se aferró a uno de sus hombros mientras su cuerpo entero se tensaba y ella se corría después de todos esos movimientos arrebatados. Su orgasmo se prolongó al sentirlo correrse dentro de ella, tan sensible a los espasmos que sentía en su interior, que eran de él en realidad.

Todo se puso en blanco. Por inercia se inclinó para besarlo y esta vez no hubo nada de ferocidad en sus gestos. Cerró los ojos y acarició su barbilla mientras buscaba su lengua, sin ninguna prisa y sin ninguna exigencia, solo para saber lo que era besarlo sin parecer una demente. Le gustó tanto la sensación que apretó su cuerpo con los muslos. Se separó de él lentamente, como si temiera hacerle daño o lastimarlo con algún movimiento intempestivo, aunque fuera casi irónico. Tenía las rodillas en pésimo estado, con hilillos de sangre cayendo de algunas cuantas heridas abiertas, lo mismo con las palmas de las manos.

El moretón en su ojo ya no era nada, le habían restado importancia, magnitud. O al menos así lo sintió ella. ¿Era buena idea decirle que se lo podría follar otras cien mil veces? Seguro que no, porque era un perro ególatra que probablemente usaría eso en su contra después. No sabía qué decirle o si tenía que decirle algo, se sentía extraña, todavía con hambre pero demasiado orgullosa como para seguirlo buscando, aunque la imagen que le presentaba, lleno de lodo y de rasguños, la volvía loca de verdad.

-Se te acabaron tus cuarenta minutos ¿no?

La realidad se había diluido en ese instante, terminando todo en una violenta sacudida seguida de unas cuantas más, con los ojos cerrados, apretando su piel, dejando escapar los gemidos que había contenido antes.La sintió besarlo, por que también tenía los ojos cerrados y se dejó llevar suavemente como si corresponderla fuera algo tan natural como respirar y aunque estuviera dopado y rendido, sentía que si seguía haciéndolo se iba a excitar en pocos minutos, una vez más, y podría seguir follando. Aunque claro, no se le había olvidado que le quedaba poco tiempo ahí.

Empezó a picarle la espalda y los arañazos que se había hecho empezaban a arder, más con la lluvia que empezaba muy finamente a caer, aunque bajo la espesa copa de los árboles todavía no sentían el agua. No tardarían demasiado en quedar aún peor de lo que ya estaban; se separó lentamente de ella buscando su camiseta y abrochándose los pantalones. Le preocupó un poco el estado en el que Frances había quedado, pero siguió pensando que nunca antes la había visto tan atractiva. Aún con la ropa desacomodada y revelando partes de su cuerpo la miró con media sonrisa, pasando su dedo índice por su cuello y bajó hasta su pecho para sentir su piel de nuevo.

-¿Y ya, no vas a dejar que me despida?- Le preguntó fingiéndose ofendido, de nuevo empujándola hacia el árbol y acariciando sus pechos aunque lo hacía mientras acomodaba su sostén y cerraba su blusa, a la que ya le faltaba un botón. También le peinaba el cabello sin mucha gracia mientras pensaba qué demonios había sido eso. Estaba seguro que ellos tenían personalidad como para asesinarse el día que acaso intentaran estar juntos, aunque sintiera que Frances siempre iba a gustarle al menos un poco.

-Quizás después de que salvemos al mundo podríamos salir. E intentar tener una conversación sin matarnos.- o terminar follando, eso quiso agregar, pero no se arriesgó. Le dio risa y miró su reloj de pulsera, antes de darle un beso en la comisura de los labios. -Te ves horrible-