Carta 2

Carta para @Jessy Luttrell

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Recibir una carta en esos días ya era para Jessy un mundo a perder. En cualquier momento podía llegar una misiva de su casa diciéndole que su padre había muerto, que debía dejar la uni de inmediato por cualquier tema familiar. Que alguien se había enterado algún secreto suyo y pensaba hacerlo público a menos qué... cualquier cosa. Que la volvían a citar al ministerio por los juicios de la guerra, por nuevas investigaciones... o por sus actuales metidas de pata en la uni. Que Blackburn la expulsaba con formalidad definitivamente, que algún profesor le escribía para recalcarle su pésimo rendimiento.

Y para todas esas noticias, tenía pensado algún tipo de respuesta, pasiva o activa porque las recordaba, las racionalizaba y sopesaba a diario. Pero lo que le dejó en manos aquella lechuza desconocida no estaba en su cabeza, en sus planes, en sus paranoias... No al menos en las últimas semanas donde muchos otros temas le tenían el cerebro y las emociones hirviendo. Parecía que cada vez que daba su vida por acomodada y feliz, algo salía al cruce para arruinarle las esperanzas que a cada rato renegaba de volver a creerse. Para volver a sentirse ingenua, tonta y desdichada.

Tuvo que leer esa única linea mil veces. No importaba que fuera breve y directa, que no hubiera nada que entender entre lineas o ironías, que no hubiera a quien responderle o que hacer con eso de inmediato. Quizá un incendio y deshacerse del problema como si nunca hubiera existido amenaza. Pero no. No iba a destruirla porque a cierto punto de la tarde, de la soledad de su dormitorio, era la única evidencia con la que contaba para que, al final, al menos alguien en el mundo pudiera dudar de un suicidio.

Tres cosas tenía claras: eso no era un juego porque si de algún bandido aburrido y mal intencionado. Dos, no iba a suicidarse para evitar una muerte horrible, cosa que sí había pensado años antes en sus peores momentos, cuando las torturas y secuestros eran la orden del día y ya no podía con su alma de andar huyendo y matando mortífagos. Tres: no tenía idea de con quien compartir su miedo.