Menudo frío

Cinco horas ininterrumpidas de clases y Aislynn estaba ya harta de la vida. Era vocación cuanto sentía por su carrera pero había asignaturas que eran totalmente innecesarias desde su punto de vista pero obligatorias para su expediente académico y tras el altercado en el campo de Quidditch era mejor que se mantuviera las buenas notas si no quería recibir un serio toque de atención. ¡Y eso que ella no había tenido la culpa de nada! Ni siquiera fue consciente del problema con Luttrell hasta que el decano mencionó lo del escobero. Bah, era una anécdota pasada.

Era más de las tres de la tarde cuando finalizó las clases y gracias a los dioses que ocurría aquel milagro porque estaba a punto de sentir como la cabeza explotaba en mil pedazos. Recogió todas sus cosas y las metió en su inseparable mochila de cuero que colgó sobre sus hombros. Salió casi escopeteada, esperando llegar a la cafetería cuanto antes posible para hacerse con algo de comer y poder regresar a la facultad para sacar al pequeño cachorro de san Bernardo que James le había regalado días atrás y que estaba en pleno desfase juvenil, intentado aniquilar los zapatos de su compañera de habitación. No sabía que tenía aquella mujer en los pies pero parecía satisfacer los gustos de su mascota de una manera increíble.

Ya caminaba hacia la cafetería totalmente animada por la ligera capa de nieve que cubría el campus universitario cuando vislumbró una figura reconocida sentada en uno de los bancos a la orilla del camino que unía los distintos edificios universitarios, cerca del local. Dudó unos segundos mientras acomodaba el gorro con oreja de gato que su madrastra Brigitte le había regalado por Navidad pero decidió acotar la distancia para sentarse junto a Alfred Mayer en un gesto de paz entre ambos. Iba a dar el primer paso por el bien común y es que en el fondo, Aislynn odiaba llevarse mal con las personas. Tenía alma noble o era tremendamente idiota pero desde lo acontecido en el baile de invierno cuando por un mal cálculo, Alfred había besado a su pareja George pensando que eral tipo que le gustaba y terminaron en golpes hasta que el decano intervino, Lynn sentía que debía hablar con Alfred.

- Menudo frío – susurró mientras se frotaba las manos y sacaba de uno de los bolsillos de su chaqueta de cuero una bolsa con chucherías. Ofreció una a Mayer como signo de la paz y sonrío - ¿Cómo van tus manos? ¿Ya te levantaron el castigo? Debió ser pésimo apañártelas para comer – hizo una pausa y añadió en tono conciliador – ¿Qué se te pasó por la cabeza para besar a George? Además ibas completamente equivocado, no era él quien me gustaba – cogió un gusano azucarado y lo puso entre sus dientes, tiró hasta desprender la cabeza del animal de golosina y masticó con total felicidad, recuperando algo de azúcar que aquellas horas ya hacía falta - ¿Al menos valió la pena todo el sufrimiento por el beso? – quiso decir la pregunta seria pero terminó riendo.

Giró su cuerpo para quedar de frente con Alfred subiendo una de sus piernas ligeramente sobre el banco pero sin enseñar nada que luego andaba el otro fisgando. Mordió su labio eliminando los restos de azúcar y mirando la bolsa, eligió cuidadosamente la chuchería que iba a darle mientras movía la mano encima de la bolsa en círculos ficticios en el aire. Terminó cogiendo una gominola en forma de fresa azucarada y la dejó en la mano del ogmios con una sonrisa latente y traviesa en sus labios. ¿Qué ocurría con aquella fresa? Qué si Alfred no iba con cuidado podía terminar con la lengua chicharrada, su dulce y cándida forma era la distracción perfecta para que la víctima se la comiera sin querer haciendo que el picante de su interior fuera exponencialmente creciendo a cada mordida. ¿Qué? Tenía alma de Breen, un tanto malditos en el fondo. Pero en realidad ella era asidua de aquel tipo de golosinas, adoraba el picante mezclado con el dulzón de la base.

- No gracias, no fumo – movió la mano para que se fuera el humo y aprovechó para alzar la mano, colocando de nuevo bien el gorro que Alfred se había empeñado en sacar de su cabeza. Cogió una araña de color azul y empezó a morderle pata a pata mientras reía por la ocurrencia de Alfred - ¿En qué te basas para suponer que mis fantasías sexuales van con el porno gay? – se río más -¡Es ilógico! Me conocías de cinco minutos, bueno diez, y un chapuzón en una fuente en contra mi voluntad. ¿Ya sacaste de ahí que mis sueños más húmedos iban de tu besando a mi supuesto amor? – es que la simple idea era hilarante. No podía parar de reír de hecho tuvo que desviar el rostro hacia otro lado para sosegarse y sorber la nariz que ya empezaba a enrojecerse por el frío – Ay Alfred solo tienes pajaritos – sujetando el cuerpo mutilado de la araña de chuche le dio una colleja suave solo para ejemplificar gestualmente sus propias palabras - ¿Cómo me iba a reír cuando George casi te mata? No le hizo ninguna gracia, deberíais solventar vuestras diferencias y por favor, si lo haces, no vayas borracho. Por tu bien. Por su bien. Por el bien de todos– y abrió la boca para meter la araña que masticó como si fuera el mayor placer del mundo.

Había mencionado correctamente quien era su pareja y por eso había dejado pasar por alto el tema pero parecía que Mayer no se llevaba demasiado bien con James. Aislynn no tenía la más mínima idea de que ocurría entre ellos, desconocía por completo la aversión que el smertios profesaba por el ogmios y en verdad no había escuchado ni un mero rumor del asunto aunque algo intuyó en el Batcave -¿No te llevas bien con James? – preguntó acomodándose en el banco, dejando caer su hombro contra el respaldo mientras cogía otra nueva chuchería. Un oso de gominola verde que lanzó a su boca con buen atino - ¿Por qué? Noto cierta tirantez y no entiendo el motivo[/b][/color]

Qué ellos tuvieran sus problemas no implicaba que forzosamente Aislynn fuera a mirar con malos ojos a Alfred, en realidad, suponía que James tenía sus más y sus menos con todo el mundo como había ocurrido con el incidente entre Zelda, George y el bebé no nato pero ella era mera espectadora que podía aconsejarlo o acompañarlo pero nunca intercedería porque no era propio de Lynn meterse en problemas de los que no estaba implicada a menos que ese asunto no le salpicara de manera indirecta. Por eso escuchó atentamente mientras mordía otro oso de gominola, ladeando la cabeza hacia un lado mientras prestaba todos sus sentidos a la conversación pero ante la última frase,  no pudo hacer otra cosa que reír.

- Temo por nuestro futuro si intercedes y pruebas sus labios. ¿Quién sabe? Igual besas mejor que yo. Te agradezco de corazón que me prometas que no lo harás.

Movió las cejas y restó importancia al asunto con una sonrisa porque la cerridwen se tomaba todos los comentarios de Mayer como cuanto eran, bromas. Guardó las chucherías en el bolsillo de su americana de cuero tras hacerle un nudo a la bolsa y propinó una cachetada a su rodilla con todas sus fuerzas aunque teniendo en cuenta su complexión poco daño podía haberle hecho.

- Tengo hambre y frío. Mueve el culo – en verdad se moría de desnutrición (exagerando a la undécima potencia) desde que había salido de clase así que no dudó en ponerse en pie, pasando una mano por la falda para evitar que se subiera y le hizo un gesto a Alfred con la cabeza para que la siguiera hacia la cafetería que estaba cerca a unos pocos metros de donde se encontraban – Para que veas que yo no soy como tú, si haré algo por ti y te invitaré a lo que quieras – se giró un segundo para mirarlo y alzó la cabeza a continuación para observar como los copos empezaban a caer. Ah…  adoraba el invierno y la nieve.

– Esta bien, don inocente, pongamos – retomó la conversación – que James te tiene manía. Por algo será, ¿no? No te echo la culpa pero algo habrá hecho que desencadene esa reacción. Piénsalo bien, siempre somos responsables de cuanto piensen los demás… -paró al llegar a la puerta y entrecerró los ojos, meditando sus propias palabras – excepto Marlene de cuarto, una ex compañera de Beaux, me odiaba porque sacaba mejores notas que ella. Bueno, en verdad tenía excusa pero tampoco era mi culpa. ¿No? – ni esperó respuesta, tiró de la puerta y entró hacia el confortable calor de la cafetería.

Calor y ruido. Media universidad estaba reunida allí así que Aislynn fue directamente hacia la barra casi como si le fuera la vida porque tenía un importante agujero en el estomago - ¿Qué vas a querer? - una de las camareras se acercó y le sonrío - Un bocadillo, me da igual de lo que sea, pero de los grandes y... un zumo de piña... de los grandes también

Muchas veces su familia se preguntaba donde metía la chiquilla tanta comida y ni ella misma era consciente de que hacía con las calorías que llegaba a ingerir al día pero tenía un metabolismo demasiado cruel con cada grasa que entraba en su cuerpo porque kilo arriba, kilo abajo, su peso era siempre el mismo, comiera cuanto comiera. Por eso se le iluminaron los ojos ante todas las cosas que añadía Alfred al bocadillo como si fuera el mejor día de su vida, tenía hambre y mucha, demasiadas horas metidas entre clases sin un mero descanso para tomarse aunque fuera unos palitos de pan.  Estaba buscando los galeones en los bolsillos de su mochila cuando Alfred se adelantó, Aislynn lanzó una mirada lacerante porque ella había dicho de invitar y eso ya arruinaba sus planes de ser la única bondadosa de los dos pero lo dejó por convivir en paz.

- No veo porque habría problema y espectáculo – argumentó a la par que el chico cogía las bolsas de comida y siguió sus pasos hacia fuera del comedor – James no es un ogro. Exageras y si pusierais de vuestra parte, verías que es un trozo de pan –porque Lynn estaba convencida que Blue no iba a cabrearse porque se fuera a comer un bocadillo con un chico, vamos, sería absurdo creer que iba a hacer algo poco decente cuando Lynn le había dejado claro por activa y pasiva que lo amaba. ¡Hasta se podía unir a la fiesta de la comida! Pero con su bocadillo, el de ella era sagrado.  Caminó unos pasos para coger la patata frita ofrecida y continuó el camino con las manos en los bolsillos, masticando el salado placer de los dioses. De hecho pensaba protestar por lo de gatita, porque ya iban varias veces que Mayer inquiría en el apodo, cuando Alfred retomó la conversación anterior con tanta naturalidad como ella solía hacerlo.

Dejó que hablara y la guiara hacia el sitio que decía mientras hurgaba en una de las bolsas de comida para buscar y hallar un par de patatas más que llevar a la boca. Estaba masticando la primera patata robada cuando vinieron la retahíla de preguntas y dejando la grasienta papa contra sus labios, Lynn sopesó las respuestas – Comedia. ¿Para qué llorar? –pausa y mordiscó. Masticó la comida y tras tragar contestó otra pregunta – Montaña. Verdes campos irlandeses – amaba su tierra y la naturaleza. Hubiera podido estudiar zoología mágica perfectamente pero se implicaba emocionalmente con los animales. Bien podía ver una película donde descuartizaban a cien humanos que se iba a reír pero si dañaban la patita de un perro… ¡AY SI DAÑABAN AL POBRE PERRO! Terminaba llorando como estúpida. Le gustaban demasiado los animales. Hablando de animales, si iban a estar comiendo a la intemperie como un par de indigentes podía ir a buscar a su hijo peludo que  compartía con James, al menos el chachorrito podría estirar las patas. Antes de ir a buscar al monstruito, la última pregunta – Invierno. Adoro la nieve y el frío, el verano me cansa aunque tampoco hago feos a unas vacaciones en Cancún – pero nunca había ido a Cancún, cosas de la vida casi siempre había  pasado las vacaciones encerrada en la librería de su padre.

Miró hacia la facultad de Cerridwen que no estaba muy lejos y mientras masticaba la última patata robada, paró a Alfred antes que se metiera en el bendito bosque. Le hizo una señal con el dedo para que no avanzara y tragó a fuerza la patata antes de darse un par de golpe en el pecho para que bajara mejor – Dame un segundo que tengo que ir a buscar a alguien. No me tardo, ve preparando todo – y dicho lo cual, sin esperar respuesta por parte de Mayer, salió corriendo hacia su facultad para ir hasta su habitación. El cachorro estaba esperando detrás de la puerta cuando su dueña abrió, Aislynn se acuclilló para dedicarle los undécimos mimos del día y lo cargó como si fuera su hijo amado para llevárselo a la zona de picnic, eludiendo la posibilidad que si el perro tenía cuatro patas podía caminar solo pero es que era tan peludo y calentito que no quería soltarlo (y hacía frío).

Soltó a Berny a los metros de donde se había despedido de Mayer y lo llamó a palmadas sobre sus piernas – Venga chiquito. Vamos, sígueme – y sí, el perro obedecía a su dueña con aquellos pasos torpes de chachorro jovencito.  La irlandesa paró a los metros y se acuclilló de nuevo para recibir al perro con un beso entre las orejas y una risa jovial – Muy bien, Berny. Ahora cuando veas a Alfred, le muerdes el pie. ¿Estamos? Fuerte como señorito que eres – lo cogió por detrás las patas delanteras y lo agitó para que se pusiera en marcha como futura y potencial arma de matar que era. Lo dejó de nuevo sobre el césped y caminó en dirección por donde Alfred se había ido a ver si lo encontraban.[/b][/color]

Benardin daba saltos contento por encima de la nieve mientras Aislynn vigilaba sus pasos torpes para que no decidiera desviarse demasiado de la ruta para ir a la aventura. Por suerte no, el perro encontró jugosamente divertido ir a morder los pies de Alfred como si sus cordones supieran al mejor queso nunca probado. La risa de la rubia resonó en los lindes del bosque y es que estaba orgullosa de andar adiestrando correctamente al cachorro, lo dicho, si apuraba podía convertirlo en una perfecta arma de matar pies y zapatos. Mayer refunfuñó y Lynn no le hizo el más mínimo caso mientras se encogía de hombros y con un silbido llamaba al cachorro que se quedó ennortado por un segundo, intentando adivinar qué diablos significaba aquel ruido.

- Bernadín en un alarde de originalidad. Somos pura imaginación – e incluía al padre adoptivo de la criatura porque tenía gran mérito en todo aquello. Caminó siguiendo a Alfred más porque llevaba su bolsa de comida que por querer ir a pastar al bosque como indigente y al pasar junto a su mascota, se inclinó levemente para darle con el dedo un toque en la cabeza y retirar rauda la mano con el único fin de desorientar a la mascota. Berny esta vez miró a los lados agitando sus orejotas y terminó ladrando al darse cuenta que aquel toque había caído de la nada. Y si estaba a punto de reír por su perro que era demasiado gracioso, se le fueron las ganas cuando escuchó el discursito infantil de Mayer. ¿En serio era todo eso lo que tenía para molestarse con James? ¿Qué edad mental tenía? ¿Dos o tres años?  

- No seas crío. James no va con aires de grandeza – por lo menos con ella y tampoco con el resto de personas con quien lo había visto socializar. Amy, Barunka, Darren, Jessy y etc, siempre era el mismo así que o Mayer malinterpretaba los gestos o ya no sabía que cojones pensar. Tampoco iba a fiarse de su versión sin conocer la otra, ahí cada uno exageraba a su favor – y dudo que quisiera quitarte el kneazle a menos que fueras a hacerle daño. Si dejó que Darren se quedará a Saluh y supuestamente tiene una maldición con las mascotas aunque cabe decir que la kneazle esta preciosa, esta vez la maldición saltará de generación – por lo menos ahí habían dejado al cruce de gato antes de irse de casa de Darren tras el Batcave.

Caminó hasta coger su bolsa de comida y hurgó para darle una patata frita a Berny que caminaba  a su lado. Buscó el bocadillo y abrió el extremo para darle un buen bocado a pesar que fueran caminando, relamió los labios quitando los restos – Yo creo que tu problema viene de antes. Ni kneazle, ni nada. Porque cuando todos tus problemas sean de ese aire es para que te sientes y te replantees la vida. “Ahora me enfado y no respiro porque yo llegue antes y me quería quitar a mi kneazle. ¡No es justo!” –negó con la cabeza y como vislumbró la cabaña, corrió para coger el mejor sitio seguida del san Bernardo bebé. Rauda se sentó en una de las dudables sillas y sacó todas las cosas para ponerse a comer como hambrienta. Incluso soltó algunos “mmm” de pura satisfacción mientras relamía la mayonesa que salía por los laterales del bocadillo. Tanto rato para eso, ¿por qué el mundo era tan cruel?

Lo fulminó con la mirada cuando el condenado puso un dedo impregnado en mayonesa en su frente. Si hubieran sido cuchillos sus ojos azules a esas alturas ya estaría lacerado hasta en los lugares que no daban el sol. Manoteó apartando las manos de Alfred y llevó una de las servilletas que habían en las bolsas de papel para limpiar la mancha de su frente mientras gruñía todo tipo de cosas contra el joven, más cuando dijo que estaba enamorada y no veía las cosas así. ¡Pues claro que estaba enamorada! Pero eso no la hacía más ciega. James era Hufflepuff no podía tener un corazón tan negro como lo pintaba Mayer. Eso tenía que ser un maldito malentendido que no se había solventado en siglos y solo intentaba saber cuál era el motivo del descontento. Claro que ella desconocía la unión de Mayer con Zelda porque de haber saber eso, las cosas hubieran cambiado.

Pasó de él con lo de las nubes y los ponies rosas porque aunque se sentía bien estar por alguien y ser correspondida, había tenido que pasar bastante tiempo en las sombras solo viéndolo hacer con otras chicas y ahora estaba en su derecho de disfrutar del momento sin ser juzgada porque aunque Alfred digiera que no, estaba juzgándola. Tras limpiarse la frente, llamó a Berny con un pique de manos sobre sus muslos y el perrito alzó las patas hasta colocarlas sobre el lugar indicado. Aislynn tomó al cachorro por debajo el lomo y lo subió encima suyo, dándole una patata como recompensar por su buena actitud. Besó la cabeza de su amor peludo y abrazó al cachorro buscando el calor mientras miraba de reojo a Alfred diciendo que no tenía ningún tipo de problema con James. Cualquiera lo diría. Y todo iba bien, de hecho, Aislynn ni iba a terciar más hasta ahí llegaba su conversación del tema hasta que tuvo que pronunciar ese nombre.

Bajó al cachorro de su falda para dejarlo de nuevo en el suelo – Era mucho pedir que no estuviera en el medio – soltó con todo el veneno que podía reunir en su cuerpo porque desde que había empezado a verse con James más que como amigos siempre había algún problema con ella. No la conocía y de hecho, ni sabría quien era si George no se la hubiera “enseñado” en el baile de Navidad pero desde lo acontecido aquella noche, la que James casi la deja por irse con la chica, no podía tolerar escuchar su nombre. Era ira acumulada pues Lynn era del tipo que o explotaba en el instante o cuando lo hiciera podía ser terrible.

- Vamos, Berny – y salió fuera de la cabaña con el zumo de piña y el bocadillo en la mano. Lanzó un puñado de nieve con el pie y masticó con rabia, alejándose de Mayer por que no quería entrar en la materia. Primero porque no estaba en derecho de contar las cosas ocurridas, no era ella la del problema sino James, y segundo porque pasaba de arruinar su comida hablando de la semiveela. El cachorro corrió como loco hasta la nieve lanzada, la mordió y alzó la cabeza. Aislynn sonrío sin que la sonrisa llegara a sus ojos y volvió a darle otra patada a la nieve, esta vez con más rabia. Ajeno a la actitud de su dueño, Berny fue otra vez a por la nieve - asfajkhsfhjaf - y mordió otra vez el bocadillo.

Giró su cuerpo a la par que rodaba los ojos y tras cruzarse de brazos, miró a Alfred comportándose como un completo estúpido. ¿Es qué no veía que callado ganaba más puntos? Incluso estuvo a punto de callarlo con una bofetada ante lo último solo por descargar su malhumor de alguna forma física pero descartaba por completo la agresión como expresión de sus emociones así que se limitó a cerrar los puños sobre las cosas que tenía sujetadas mientras miraba fijamente al ogmios. Pero lo dejó pasar, porque no valía la pena, no podía sacar nada de donde no había. Necio y terco de los peores. Se agachó para recibir a su perro que venía corriendo y dando saltos, le acarició la cabeza y aprovechó que estaba en el suelo para dejar el zumo de lado. Agarró el bocadillo entre sus dientes y amontonó una cantidad considerable de nieve entre sus manos.

¿Qué más quería en la lista? Qué se callara. Mira, eso sería estupendo. Empezaba a notar un punzante dolor tras sus sienes y solo era de estar escuchándolo hablar. Sonrío de lado con toda la maldad reunida en su flaco cuerpo y se alzó rauda para meter el puñado de nieve en su boca, tal cual, estampado a manos abiertas. Luego cogió el bocadillo para hablar - ¡Qué te calles! Te lo juro, estás más guapo cuando no abres la boca solo para empeorar las cosas, Alfred Mayer – y salió corriendo antes de recibir el peso de su ira de vuelta. Ni hizo falta llamar a Berny porque pareció entender las señales de Lynn y siguió a la rubia correteando feliz, pensando que simplemente estaban en esas, correr.

Se escondió tras el primer árbol y cogió al cachorro por la correa para ponerlo entre sus piernas. Partió un trozo de bocadillo y se lo puso en la boca para que se estuviera quieto y no delatara su situación. Luego propinó su propio bocado al bocadillo, terminándoselo de una buena vez y limpió las manos en la nieve antes de buscar la varita en el bolsillo encantado de su cazadora de cuero.  

- Esto es Esparta – susurró tan bajo que no era audible a menos que estuvieras frente a ella como Berny.

¿Desde cuándo el aguamenti salía a temperatura alta? Porque a ella siempre le salía fría y el frío no deshacía la nieve.  Hasta por un momento pensó que el asqueroso se había atrevido a mearse a sus pies y quitó las botas antes de que fueran mojadas por el condenado amoníaco de su pis pero no, falsa alarma. Guardó de nuevo la varita en el bolsillo encantado de su chaqueta de cuero y animó a Berny a moverse de sus pies a otro lado, lejos de la zona violada con aquella frase y encogió sus hombros mientras caminaba tranquilamente hasta donde estaba Mayer.

- Podría discutirme y entrar otra vez en un círculo vicioso de charlas sin sentido pero estoy demasiado cansada para hacer frente a tus… cosas.

Porque si Alfred pensaba que Aislynn era una diva de las más grandes y tenía la mentalidad de una cría, Lynn no tenía mejor opinión de él. Pero a las meras pruebas se redimía, mientras él se drogaba y bebía hasta que su hígado se ahogaba, ella se limitaba a estudiar y trabajar de becada, podía tener la mente aún despierta y joven pero era porque durante su infancia y adolescencia, no había tenido mucho tiempo de relajarse y disfrutar. Eso  sí, el qué opinaba él de ella la traía sin cuidado. De hecho desconocía sus pensamientos y eso era cuanto iba a salvarlo por el momento.

- Si no somos capaz de mantener una charla madura sin irnos por la tangente o enfadarnos, igual es que simplemente no nos soportamos. Tal vez se me ha contagiado por osmosis tus problemas con mi novio.

Sí, ella se había acercado y había dado el primer paso pero para limar asperezas. Estaba inquiriendo en un tema para llegar a un punto de comprensión porque aquel era su primer año en Brigantia y no tenía ni idea de los putos líos que tenía todo el mundo entre ellos porque tampoco convivió siete años en Hogwarts. Era una maldita espectadora paciente, un poco estúpida por ignorante. Pero que la perdonaran por intentar arreglar las cosas y en verdad, eso le estaba bien, por meterse donde no la llamaban. Por eso, solía eludir los problemas de todo dios pero es que en aquella universidad parecía que los problemas de todos terminaban rebotándole de manera indirecta.

- Júzgame y haz lo que te plazca. Lo dicho, no voy a gastar más energía ni esfuerzo pero que conste que mi intención era ir de buenas – palmadita suave en el pecho -  Pero eh, grandullón, te has esmerado en joderlo todo. Bravo. Tú ganas. ¿Satisfecho?

Es que no veía el problema tampoco de que no quisiera dejar que la besara. ¿Qué ahí todo el mundo se violaba los labios y todos tan felices? Pues ella era fiel en todos los aspectos o al menos hasta que jugaban al verdad y reto medio borrachos. Negó con la cabeza porque de verdad quería redirigir su mala entrada pero con Alfred era imposible, no carburaba bien de la cabeza y ella tenía poca paciencia. Qué sí, igual podía invertir más y dar mucho más pero lo dicho, no veía la productividad de estar discutiendo con un tipo que era más obtuso que ella.

- Vamos Berny

Y silbando para captar la atención del perro, empezó a caminar hacia su facultad. Eso sí, antes que se le olvidara, se giró para darle los galeones por su comida.