Jueves y New Order [FRANCES, NO CRASHÉEN DESGRACIADOS)

-Ya ya ya, aquí estoy, de traje y todo. Ríete, por favor- le dijo a Frances mientras la esperaba con ese ridículo portafolios y el traje que, para ser honesto, se había ido a robar a Harrod’s a punta de confundus y tonterías por el estilo, por que nunca le había molestado timar con magia y por que prefería comprarle honestamente cosas a sus hijos que gastarse medio sueldo en un buen traje. Era Paul Smith, los diseños mágicos le parecían siempre un tanto ridículos.

Besó a su esposa con locura adolescente, por que le había dicho que tenía una sorpresa. Jens y Rose en general estaban acostumbrados a cuidar a los niños un par de horas, pero tampoco es que no conocieran a sus padres. Tobias y Frances pasaban de manera íntegra los fines de semana con sus hijos y claro, todas las noches estaban con ellos. Sin embargo, ese particular jueves le había importado un carajo, por que sentía que lo merecían.

-También ríete de que somos un matrimonio que necesita escapadas a solas para avivar la llama…- le dijo rebuscando en sus bolsillos hasta encontrar un par de papeles. Sonrió entusiasmado como si tuviera diecisiete -NEW ORDER, SÍ, New Order, hoy. Vamos a ir tú y yo y no me importa que tengas mañana examen de no sé qué con no se quién. Que se vayan a la mierda-

Le había costado conseguir los boletos, pero los tenía. Ni le iba a decir lo que había puesto a cambio ni mucho menos lo que había gastado. Era su mujer, carajo, si tuviera que robar la bóveda del casino Belaggio en las Vegas por cumplirle un capricho, lo haría, que para algo era mago. Y no, no pensaba ir de traje al concierto pero si así ocurriera le daba bastante igual.

-Ya vístete como una mujer, no tienes quince años- le dijo tirando de un mechón de su cabello, antes de que lo abrazara y tuvieran esa capacidad de volver en el tiempo. La seguía queriendo como hacía siglos, como siempre, aunque no iba a decir esas tonterías de que la amaba desde el momento en que la había visto por ver primera. Su primera impreción de Frances era que le parecía insoportable, demasiado segura de sí misma, cargando a un gato horrendo con el peor de los humores. Aún cuando los años habían pasado y era su amiga seguía pensado lo mismo. Quizás, después de todo, eso que odiaba era también parte de las razones por las cuales la amaba sin condiciones.

Ambos se habían dado cuenta tarde, y eso le gustaba todavía más. Había pensado que vería un futuro con algún Crawford incluido y por eso se ponía tan paranoico, aún pensando que después de tres hijos simplemente se podía ir sin más, con todos los pretendientes que tenía, esos que le recalcaba cuando peleaban. Él ni siquiera se fijaba si alguna de sus ex-compañeras le sonreía un poco de más cuando salía de clases. En el Ministerio, al menos por ahora, los coqueteos estaban abolidos.

-Maté a tres personas. Por eso ahora vas y lo disfrutas ¿Estamos?- le dijo antes de volver a besarla, tomándola por la barbilla cuando ya estaban en Charing Cross, tan llena y asquerosa como siempre. Se detuvo en la calle un rato pero después se desesperó, diciéndole que pedirían un taxi.

-Para eso tenemos más dinero ahora. No me voy a subir en un bus pestilente para llegar tarde a esto, perdóname por ser tan burgés- le dijo después de indicarle al conductor que iban a Kensington y Exhibition. Se cambiaría en el taxi, y claro, se lo iba a decir -Si no quieres que lleve el traje a New Order tendré qué desnudarme frente al taxista ¿Eso quieres, verdad?

-Me doy asco Frances, mira en lo que me convertí, hablando de taxis y dinero… dijo mientras la besaba cuando el taxista sólo fingía en concentrarse con las calles y el destino que seguía. Tomó a Frances por la cintura sintiendo que no había ninguna otra persona, siendo absolutamente honesto, que le provocaba lo que ella le provocaba a pesar del cansancio del día, de los niños, de las rutinas a las que se enfrentaban y sí, podrían pasar dos semanas en las que sólo hablaran de la comida que hacía falta en casa, de las vacunas y las mejoras mágicas que tendrían qué hacerle a la casa con el paso del tiempo.

Daba igual, por que esa noche no había ni qué pasar a comprar alimentos ni a pagar nada. Nada, ellos dos, punto. Se rió de la situación en la que se encontraban, mirando la calle de reojo, sabiendo que estaban cerca de su destino. La miró con sorpresa cuando decía con soltura esas cosas como “Bastardo” que a ojos de sus padres hubieran sonado fatal, tan liberales ellos. Pero se había casado con Frances, y ella tenía un pasado y una familia, no iba a pretender que no era así.

-¿De verdad, Abner? Tan correcto en sus modos, era para que se casara con su novia virgen y todo…- le dijo no sin cierta malicia, antes de llegar a su destino, dándole al taxista un billete y bajando del taxi negro para ponerse en la fila para entrar a ver a la banda que salía de los extintos Joy Division. Le traían pésimos recuerdos. Quizás era la única manera en que las cosas iban a seguir en adelante, con recuerdos y supervivientes, exactamente como New Order. Suspiró y besó a Frances en la mejilla, ahora con sus jeans negros y una camiseta de lo más intrascendente. La acercó a su cuerpo cuando vio a un grupo de tipos mirándola descaradamente. Era suya, carajo, que todos lo entendieran de una vez.

-¿Cuántos hijos más dijiste que querías? Te amo demasiado, entiéndelo- le dijo como pocas veces le decía en público. Si Frances quisiera contar las veces que lo dijera entre magos, aún al oído o en voz baja, seguro sólo contaría con el día de su boda. Pero entre muggles era diferente.