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Borracho
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Brigantia86 :: Mundo Muggle :: Gran Bretaña :: Londres
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Borracho
Estaba borracho. borracho, borracho, borracho, que apenas si podía estarse en pie. Había evitado a Zelda por semanas que se sentían meses y aun así ahora estaba bajando de un taxi muggle en la puerta de su edificio. No sabía que hora era, no sabía ni que día era, porque si intentaba recordar la última vez que había estado en la universidad solo se le ocurría la clase de herbología hindú de los lunes y hoy no podía ser martes, porque los martes... los martes de enero siempre llovía y hacía días que no llovía y algo le decía que era fin de semana y que por eso los bares muggles estaban atestados....
Y también tenía el recuerdo vago de haber dormido en el banco de una plaza un buen rato. O eso había sido otra vez? Y la pelirroja? era Zelda en el baticave o una fulana cualquiera en un bolichón tecno?.. - ZELDA!!!!!! ABREME!!!!!!! - Se caía sobre la puerta del apartamento, se sostenía con una mano del picaporte y la frente en la mirilla para no deslizarse hasta el puro suelo donde podía sentir una almohada que no existía esperándole para dormir. Estaba mal todo eso, estaba si camisa y ni sabía donde la había perdido, ni siquiera pensaba en eso o las cien libras que dio al taxista. - no! no me abras... me voy.... ni estás... hablo solo.... Hola señora!-
Y se dio la vuelta para bajar las escaleras. Pero volvió, a arrojar su cuerpo sobre la puerta literal, a golpear a puro puño diez veces. - ZELDA! - Que no le preguntara que hacía ahí, porque era incapaz de responder, porque en verdad no tenía puta idea, y porque apenar si podía gritar ese nombre repetido.
Última edición por Alfred Mayer el Mar Ene 20, 2015 12:24 am, editado 1 vez
Alfred Mayer- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 22/12/2014
Re: Borracho
La Pijamita del Día
Sábado en la madrugada. Estaba muy despierta, pero esta vez no gracias al alcohol, la marihuana o cualquier estupefaciente. No, estaba bien despierta gracias al café, líquido casi negro que humeaba en su taza de vaquitas que saltaban a lo redondo del contenedor, sobre nubes; era de esas tazas mágicas cuyos dibujos tenían movimientos repetitivos y que resultaban altamente atractivos para el público infantil. Escuchaba música de los veintes para ambientarse. Justo en esos momentos tenía las gafas puestas, los dedos tecleando rápidamente en una vieja máquina de escribir y un bonche de hojas rayoneadas. Estaba ya dándole los últimos toques a su trabajo de los Fitzgerald que saldría como artículo especial en El Profeta. Por una vez en mucho tiempo, trataba de hacer algo provechoso y no otra estupidez, como irse de ebria a algún bar de Londres con quién sabe qué fulano. Y honestamente sólo se le antojaba salir con un solo fulano y ese estaba quién sabe dónde desde hace semanas. Llevaba evitándola desde el día en que se desataría el pleito con James y George. Estaba loco y ella también por haberle dado importancia los primeros días. Después de todo, era Alfred, el famoso y fiestero Alfred que tenía más pata de perro que ningún otro inglés que conociera. Seguramente se habría ido con un grupo de chicas y ahora estaría dándose el revolcón de su vida con dos o tres suripantas sin valor. Tan solo de pensarlo erró en una de las teclas y el papel se manchó de tinta. Demasiado, ahora tendría que transcribir otra vez. Y no lo hacía con magia por querer verse profesional.
Dejó de teclear y echó la cabeza hacia atrás mientras escuchaba el jazz norteamericano en el tocadiscos. Miró su reloj. Era muy de madrugada. Se enderezó para darle un sorbo a su cerveza cuando escuchó unos gritos que le pusieron de punta los pelos. Lo reconocía.
— Y ahora qué carajo…— se paró y fue hasta la puerta, en pijama y calcetines, miró por la mirilla, era Alfred que estaba hasta el dedo y decía sandeces sin sentido — Ay por todos los santos… — se dio un tope en la frente con la puerta, sintió los diez golpes en la superficie y luego abrió — Pero mira quién se dignó a visitarme ¿Qué, nadie te quiso en su casa y soy tu último recurso? — dio un respingo, ¿por qué le reclamaba?; tuvo que sostenerlo un momento para hacerlo pasar mientras sonreía a la vecina — Lo siento señora Pennyworth… mal de amores, ya sabe… alcohol… mujeres... ¡Buenas noches! — se despidió y cerró la puerta.
Inmediatamente se dio media vuelta y observó lo jodido que estaba Alfred. No llevaba camisa y realmente no quería saber en dónde o con quién la había perdido. Y de cualquier forma ¿Por qué le interesaba eso? Lo miró con curiosidad.
—¿Bueno y se puede saber qué maldito demonio se te metió para que llegaras… así aquí? Mírate, Alfred, estás hecho un asco… — a zancadas fue por su taza de café y la llenó, luego fue hacia él y se la dio — Me vale un carajo que esté hirviendo, te lo tragas… ¿me estás oyendo?— dudaba que así fuera pero necesitaba hacerlo vomitar antes de llevarlo a dormir.
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
Re: Borracho
De la puerta al pecho de Zelda en un solo envión y no porque estañara sus tetas, sino porque ni había escuchado que ella estaba ahí, que le abría la puerta y que lo recibía en su casa, como la mujer hermosa y buena y loca y hermosa de nuevo y de lujo onírico que era. Ni sus palabras, ni la música, solo concentración para dar dos pasos, y tenerse de algo, como apoyar la mano en plena máquina de escribir , apretando todas las teclas juntas y malogrando todo. Cerrar los ojos un momento para respirar profundo y entender que ya estaba dentro, que lo había conseguido... y sonreír a Zelda.
- no te vayas! - le dijo estirando una mano, porque ella lo dejaba, se alejaba y él no podía dar ni dos pasos y habían estado tan cerca y tan juntos y ahora ya nada tenía sentido y él se quedaba sin ella pero mirándole el culo a rayas.... Y eso le robó una nueva sonrisa, que se juntó con la de verla volver con vaquitas en mano saltarinas. Negó con el rostro, no le estaba oyendo o sí en realidad si podía responder aunque fuera con la cabeza que mecía a un lado y otro como el resto de su cuerpo. Todo daba vueltas, todo daba vueltas al rededor de sus cabellos de fuego. Él daba vueltas, su vida daba vueltas al rededor de sus tetas gigantes de las que ni hacía el esfuerzo por apartar la mirada.
- me gustan tus tetas - le confesó como si ella no lo supiera. Y se dejó caer en el sillón. O lo que supuso era un sillón, pero bien podía ser el piso, un piano o la mismísima máquina de escribir. Extendió la mano y quiso tomar las vaquitas, pero algo decía que no. Que no era capaz ni de eso. Menos si seguía mirándola a ella en vez de a la taza humeante. - Dame! - No sabía que le pedía, o si era ella la que en realidad quería darle algo. AH!! Si! las vaquitas!! e intentó de nuevo tomar la taza sin éxitos.
Alfred Mayer- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 22/12/2014
Re: Borracho
La Pijamita del Día
Lo había visto borracho innumerables veces. En bares, en discotecas, en cafés, en la escuela, en su casa, en la calle. Era ya común tenerlo así, perdido y mareado por los efectos del alcohol, pero esa era la primera vez que le medio molestaba todo el asunto. Quizá era porque tenía la esperanza de que, la siguiente vez que lo volviese a ver, estaría sobrio y querría simplemente hablar con ella, irse a pintar las jodidas uñas a su cuarto como lo hacían siempre que querían pasar el tiempo para luego vestirse e ir a caer a alguna fiesta y acabar durmiendo juntos. La rutina diaria. Pero no, esa vez estaba que se caía de borracho y claramente no tenía el raciocinio necesario para hacer nada que no fuese vomitar y luego dormir. Zelda se restregó la cara con las manos, espabilándose el cansancio y mirando, una vez, el trabajo sin acabar que estaba en la máquina de escribir. Ahora tenía otra prioridad y esa era no dejar morir a Alfred solo.
Que si sonreía y le gustaba verlo a pesar de estar en esas condiciones, sí. Y quizá aunque estuviera muy cabreada por muchas cosas, ya no importaba tanto. Alfred estaba bien. Lo único que necesitaba era que no dijera más de lo necesario porque, por alguna extraña razón, vaticinaba para sí misma que, si le contaba que había estado bebiendo con cuatro fulanas, no le caería mucho en gracia. Se quitó las gafas y las dejó en la mesa donde estaban las llaves del auto. Por un momento casi lo ve caer sobre la mesa de vidrio del centro. Ahogó un grito, pero gracias al cielo, el sillón estaba tan amplio y él tan desorientado, que se había ido a caer de espaldas al suave y seguro sillón. Zelda se pegó en la frente con la palma de la mano y se fue a sentar con él.
— Dime algo que no sepa — contestó poniendo los ojos en blanco, ante el hecho de que le dijese que le gustaban sus pechos; se acomodó en el sillón y lo abrazó para tratar de hacerlo entrar en piso y que no se mareara, dejó la taza de café, fallidamente tomada por él dos veces, sobre la mesa y se resignó a que no lo haría beber nada, así que tendría que dejar que se le bajara un poco para llevarlo al baño y obligarlo a descomer.
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
Re: Borracho
- Te amo - y se recostó en sus tetas, y la abrazó por la espalda.
No era la primera vez que se lo decía, sobrio o tomado daba igual. Igual que mil otras cosas que se decía desde siempre, que no eran más que juegos y cariñitos y comentarios porque si. Pero incluso aunque estuviera nefastamente borracho, a sus oídos de beodo eso sonó demasiado serio, contestando una pregunta que en realidad no era tal, pues Zelda había solo afirmado sobre el comentario sobre sus tetas seguramente. Claro que Alfred no podía hilar ni fino ni grueso, y cerró los ojos con fuerza, apretando la camisa del piyama ajeno entre sus dedos, gestos no de pasión, sino de que el alcohol era demasiado y estaba intentando volver al mundo de los vivos a fuerza de mantener por un puto segundo al menos, la realidad quieta y en su lugar.
Se tomó sus cinco minutos, pero no la soltó ni un segundo. Era su almohada, su cama, el calor que le faltaba por andarse sin camisa, eran sus tetas, su chica de fuego... Y eso estaba terrible. Cuando el mundo volvió a su lugar, se dio cuenta que estaba buscando el borde de su camiseta para meterse dentro, y eso era peor aun. Volvió a hacer de tripas corazón y se arrojó hacia el otro lado del sillón, antes de que ella lo golpeara con justa razón, estiró la mano y tomó la taza. Haciéndose el oso, ahí nada había pasado. Se quemó hasta las tripas y chilló, pero igual se levantó a tientas - Gracias por el café muñeca... - se palmó el torso y volteó a verla con un ojo abierto y otro cerrado, una pierna avanzado y otra estancada en el lugar, medio inclinado como si fuera a caer, pero no.- Mi camisa no está acá, no?...
Alfred Mayer- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 22/12/2014
Re: Borracho
La Pijamita del Día
Eso también lo había escuchado un millón de veces. No significaba nada, era como decir “te quiero”, en sobriedad, o no decir nada estando borracho. Realmente no le sorprendió escucharlo, lo que la desfasó un momento, casi imperceptible, fue el tono que había usado para decírselo. Claro, no esperaba que ese “dime algo que no sepa”, una oración meramente retórica y sin ninguna intención de obtener una respuesta, fuesen esas dos palabras tan anheladas pero también tan peligrosas. No le sonó mucho a broma o a sinsentido de ebriedad, sino más bien como algo que rayaba la seriedad dentro de su estado etílico. Titubeó unos momentos mientras le acariciaba el cabello, como una amiga que consuela a un pobre loco.
— Yo también te a…doro…sí, yo te adoro — simplemente no se lo podía decir así, le dijera lo que le dijera, fueran cuales fueran sus sentimientos en eso, no se lo diría cuando él estaba borracho y cuando ella ni siquiera sabía qué sentía ahora por él; se preocupaba de más, le daba celos todo, le daba tristeza no verlo, se estaba volviendo una tonta y eso no estaba dentro de sus límites, tenía que ordenar su cabeza y ese no era momento para meter la pata hasta el fondo con el único verdadero amigo que le quedaba.
Lo sintió aferrarse a su blusa de la pijama, restregarse contra ella como si quisiera impregnarse de su olor, por un momento sintió la clara intención de meterse en ella. Zelda no hizo más que soltarlo y observar todo lo que acontecía ahí. Se estaba comportando más extraño de lo normal, más… quizá más cariñoso, más apegado. Que le tocara los pechos y se frotara contra ella como un cachorro pidiendo atención era lo de menos, siempre lo hacía, pero esta vez lo notaba extraño, como más dedicado. Sí, quizá era que él estaba demasiado mal y ella… ella soñaba muy alto. Podría haberlo pateado por el atrevimiento de querérsele meter dentro de la blusa, pero no lo hizo. Se quedó estática mirándolo retorcerse ahí, impávida y muy confundida.
Alfred se separó de ella y ahí la pelirroja tuvo una oportunidad para acomodarse la pijama y sentarse en flor de loto encima del sillón. Se sentía incómoda de alguna manera y decepcionada, de otra. Se quitó la liga que le sujetaba una coleta alta y bastante desordenada y se movió el cabello como para distraerse un poco. Él ya se tomaba el café y pronto iría corriendo al baño quizá a vasquear todo lo que le estaba intoxicando el estómago y el cerebro. Ella, por otro lado, estaba demasiado sobria, tan en sus sentidos, que lo más sensato a esas alturas era irse a dormir o seguir trabajando mientras se mantenía al pendiente del estatus de Alfred. Zelda observó cómo él se intentaba incorporar y no pudo evitar sonreír: sus esfuerzos por aparentar estar un poco más sobrio eran casi nulos, aún se tambaleaba, pero apreciaba el intento. Se levantó de su asiento y fue hacia él, lo empujó suave y lo obligó a volver a sentarse.
— De nada, muñeco. Ahora ¿quieres quedarte quieto por un rato? Esta alfombra vale mucho y estás por ensuciarla, o con café o con lo que traigas en el estómago — miró a su alrededor, como buscando una playera inexistente o tratando de acordarse si no tendría una guardada por ahí — Sí, claro. Lo que pasa es que mi casa es un espejismo. En realidad sigues en el bar y yo no soy yo, sino una rubia a la que acabas de conocer y a la que te piensas follar, de seguro. Así que sí, lo más probable es que hayas dejado aquí tu playera — contestó con sarcasmo ahí parada frente a él — Creo que te voy trayendo un balde porque no quiero que vomites encima de mi alfombra — determinó midiendo el tiempo en el que se tardaría en hacer efecto el café.
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
Re: Borracho
Si algo le decidió a alejarse de ella, a intentar componerse fueron sus palabras. Le cayeron peor que el café, como una piedra en el estómago que disimulaba tanteándose el mismo, buscando la camisa y diciéndole muñeca. Que esperaba? Estúpido. Siquiera pensaba en qué había dicho él o con qué intenciones, solo era un eco en su cabeza abombada la voz de Zelda y la incomodidad creciente... Pero que diablos? si él se la pasaba borracho, si buscar refugio en la pelirroja era costumbre infantil y mutua.
- no, no... - le negó a ojos cerrados tomándole las manos con las suyas sobre su pecho desnudo e igual sentándose porque era muy fácil estarse sentado y muy difícil estarse de pie. No quería que Zelda lo ayudara, que le hablara como madre. ella tenía su vida y él tenía que hacer la propia, largarse de allí quizá con una rubia, si? porque no? Si chicas no faltaban en el mundo - Me voy a follar una rubia - Eso haría, y se lo dijo tan inspirado como para sonreír a gusto. Confiando en que así sería, inflando el pecho y soltando sus manos. Una rubia que lo volviera a la tierra con sus cabellos dorados. Y que no fuera semi veela.
No entendió el sarcasmo, más bien lo tomo como un consejo o un propio pensamiento, el mundo seguía dando vueltas, pero cada vez más lento a la inversa que los retorcijos volátiles de su estómago frío. - Necesito Alcohol... eso.. - Se paró y fue hacia la cocina a buscar la heladera muggle a encontrar algo frío para contrarrestar el rojo fuego impregnado en su retina. - Me quemas! - y ni siquiera le hablaba a Zelda, pero por arte de la magia no llegó a la cocina sino al baño, aunque él estaba creído que era la cocina y abrió el botiquín y miró uno a uno los frascos hasta que un enjuague bucal le sonó a conveniente gin tónic. Lo destapó y se lo empinó directo. TODO, hasta el fondo - licor de menta! GUAU! Cool!
Algo le decía que Zelda le había perseguido todo el rato de su desvarío, algo le decía que ella seguía hablando así que se miró al espejo y se sentenció a si mismo señalándose con el dedo, mirándose enfadoso aunque igual hablaba con zelda obviamente - YA! vomito y me voy, y no volverás a ver esta puta cara!
Alfred Mayer- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 22/12/2014
Re: Borracho
La Pijamita del Día
Podía exasperarla en niveles que nadie lograba. Simplemente la hartaba, la hostigaba, la sacaba de quicio. En esos momentos tenía unas ganas locas que patearlo y cachetearlo hasta que se le bajara la borrachera a fuerza de golpes, a ver si así aprendía a no llegar con ella como su maldito último recurso y porque, sabía, siempre le abriría la puerta. Como esa vez que el idiota se quedase casi dormido afuera tras una discusión y habían acabado reconciliándose y durmiéndose en la misma maldita cama. Era una locura. Y lo quería tanto, pero tanto, que refería andar detrás de él a soltarle un solo manazo en la cara. Y lo más jodido del asunto es que aún ebrio hasta la coronilla, verlo sin camisa le provocaba algo y no podía hacer nada al respecto más que hacerlo dormir y tocarse un rato hasta ella perder la razón y despertar al día siguiente no tan frustrada. Se quedó cruzada de brazos intentando olvidar el tacto de su pecho y se quedó a esperar. No obstante había sacado exactamente lo que temía. Así que sí conociste a una rubia y ahora sueñas con follártela, maldito desgraciado, pensó.
— ¡Anda! Corre y follate a una rubia, total aquí está la imbécil de Zelda como premio de consolación y para cuidarte cuando te pones así… — vociferó mientras andaba detrás de él camino hacia el baño, parecía no escucharla — ¡ALFRED! ¡Te estoy hablando maldita sea! — lo observó tomar el enjuague bucal de Marie y echárselo — ¿¡Pero qué carajo crees que haces?! — estaba a dos de perder la paciencia, la siguiente oración le explotó la vena de la templanza; lo giró tomándolo del hombro para que la mirara, entonces le soltó no una, sino tres bofetadas que le provocaron que la mano le ardiera — ¡YA ES SUFICIENTE! — quizá eso había servido más que el café o el enjuague servía como vomitivo, porque en pocos segundos Alfred se inclinó hacia el inodoro y vomitó todo lo que tenía en el estómago; Zelda se quedó esperando a que se acabara y pensando en que tendría que limpiar mucho. Tuvo que esperar, así que recargó la espalda en la pared contigua al inodoro y se dejó deslizar hasta que quedó sentada en el piso, encogió las piernas y las abrazó — ¿Por qué mierda tienes que ser tan difícil? — preguntó sin la intención de que le respondiera. Ahora más que nunca estaba convencida de que el viaje a Rusia no sería mala idea, tal vez era lo que ambos necesitaban, alejarse el uno del otro antes de que se hicieran más daño del necesario. Antes de que dos palabras dichas en los cinco sentidos de cada quien, arruinaran una amistad que podría durar años.
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
Re: Borracho
Las cachetadas le dieron vuelta el mundo, pero no de derecha a izquierda, de una mejilla a la otra, sino de abajo hacia arriba y al revés y su estomago se le fue a la boca de inmediato, bastándole acuclillarse para lanzar la vida entre los dientes. Eso estaba pésimo! Era un asco grotesco, pero al menos estaban sus tripas adentro del inodoro y no sobre Zelda, el suelo o las paredes. Al menos sus borracheras frecuentes le habían enseñado a lanzar con propiedad como si del arte del escupitajo se tratase.
Se limpió la boca con el brazo, y escupió saliva y otras cosas, como palabras. Pero no giró a verla, solo con escucharla y saberse mancillando su baño le bastaba para sentirse pésimo - YO? difícil?... tu ni me dejas lanzar tranquilo! - Ella también buscaba quedarse en los peores momentos, controlándolo acusadora, para que se sintiera peor, si acaso era posible. Ya estaba haciendo el ridículo, que más quería Zelda? Verificar si iba a dejarle el baño roñoso como alcantarilla de subterraneo? - Voy a limpiarlo, que te crees? - En cuanto pudo se levantó y buscó su varita en los bolsillos del pantalón. Sus palabras no tenían mayor sentido pero al menos ya hablaba de corrido. Zelda podía anotarse ese punto si le hacía sentirse mejor.
Abrió el grifo y se hizo un buche porque ni él se aguantaba su peste. Y ahí giró a verla sentada en el suelo, porque se chocó con sus pies al avanzar hacia el lavabo, tan... indefensa. - Yo tengo que cuidar de ti, no tu de mi - Levantó una mano y la señaló - ni hables que no puedo callarte a besos con este aliento. - Si, estaba cabreado, pero el mundo iba volviendo a su sitio. Se pasó la mano por el rostro y miró al rededor para ver como mierda seguía eso... - nada! no quiero escucharte - por las dudas por si hablaba. Vio la ducha y se decidió a componerse.
Eso tenía que dejar de ser ridículo y grotesco, dejar de dar lástima, él tenía que sentar cabeza, seguir con su plan, componerse y largarse a la mierda. Se quitó los zapatos, un pie con el otro y se sacó los pantalones de espalda a Zelda no por mostrarle el culo blanco, sino porque de frente estaba la ducha y ese era el objetivo de su ser. Abrió las llaves de agua y se metió sin esperar a que se templara. Un poco de agua fría igual valía para lo que necesitaba. Respiró soplando las gotas que caían por el perfil de su nariz y ya más tranquilo acotó - .... ni te preocupes, vuelve a tus cosas... yo limpio todo - incluido él - y me largo, lo prometo.. -. Estaba admitiendo que había hecho mal en caer ahí. Ahí lo tenía Zelda, otro tanto para ella! Era fatal lo que había hecho y aun ni se admitía a si mismo porqué, pero igual le daba la razón. YA!
Alfred Mayer- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 22/12/2014
Re: Borracho
La Pijamita del Día
En un escenario completamente distinto, todo eso no estaría pasando si en serio ella no sintiese un cariño especial por el hijo de su doctor. En un escenario completamente distinto, ella no habría ni siquiera puesto atención a los gritos de borracho en celo que habían estallado afuera de su casa, seguiría inmersa en su trabajo tan importante –porque era el primero que se conseguía sola y no gracias a su madre–y teclearía para acallar los ruidos ensordecedores hasta que Alfred se cansara; al siguiente día, seguramente lo encontraría en la entrada al loft, tirado como vagabundo y medio vomitado –eso si el portero no lo sacaba del complejo a fuerza de patadas–, lo pasaría por alto y se largaría a las oficinas de El Profeta caminando porque así podía despejarse la mente después de una noche agitada. En un escenario completamente distinto seguramente ni pensaría en avisarle más que a su padre y se largaría a Rusia, como Danila Vasiliev le había sugerido, para pasar unos meses ahí como becaria en el Ministerio Mágico de Moscú con el permiso, claro, de su decano en Brigantia. En un escenario muy muy distinto, quizá llegaría a la conclusión de que el ruso no era tan pedante después de todo y que podía soportarlo, incluso, podría llegar a pensar que era un partido bastante jugoso. Y quizá, si esa hipotética vida sucediese, le valdría un pepino y medio dejar a todos en Londres para mudarse definitivamente a Moscú y comenzar una vida de familia como la mayoría de sus amigas. Pero nada era así y por su cabeza ese mar de posibilidades no sucedía aún si se hubiera planteado preguntárselo al Tarot. Y también por otra razón: una vida así no la haría feliz.
Jamás podría pensar en olvidarse de Ellie, mucho menos de Marie y era indiscutible que jamás en su vida podría quitarse a Alfred de la cabeza. Ultimadamente, había desarrollado un apego emocional muy fuerte con él. Si aún no se iba era porque estaba esperando que sucediera algo extraordinario, aunque era de esperarse que jamás pasara. Toda la semana en que él estuvo ausente se esperanzó en que, quizá, en ese lapso tan corto de tiempo, hubiera cambiado. Pero los milagros no se dan nunca, por lo menos no para ella cuya alma estaba más enterrada en el averno. No podía ni quería pensar. Estaba demasiado al pendiente de Alfred que ya ni se planteó la idea de reclamarle nada. Y de hecho, no podía. ¿Reclamarle qué y para qué? Siempre había sido así y suponer que gritonearle una serie de estupideces lo haría entrar en razón, era como querer pensar que un día magos y muggles podrían convivir en paz hasta el final de los días. Era imposible. Por eso le costaba tanto trabajo lidiar ya con Alfred. Tenía que hacerse entrar en la maldita cabeza que lo quería como amigo. Sí, como amigo. Se frotó la cara con las manos una vez más y se quedó con ellas cubriéndole la cara. Yo tengo que cuidar de ti, no tú de mí. ¿Era en serio? ¿Ahora resultaba que ella tenía que hacerse la loca mientras él se revolcaba en la mierda? Separó los dedos para verlo. No le diría nada, estaba por desaparecerse la ebriedad y mejor se esperaría para entonces.
El baño olía a bílis y el alcohol había fermentado los humores de lo que Alfred vomitaría para impregnar el baño de una peste parecida a la que reinaba en los sanitarios de los bares. Hasta que él se dispuso a limpiarlo todo con la varita, Zelda pudo tomar una bocanada de aire para evitar también ella vomitar. Se quedó en su posición, sentada en el suelo, admirando el bien formado cuerpo de Alfred cuando se desvistió por completo para darse una ducha. Fue lo que vino a continuación lo que la hizo explotar. ¿¡Qué se creía?! ¿¡Que podía llegar a su casa ahogado y luego actuar como si nada?! Estaba demente. La pelirroja se levantó del suelo y se fue a meter en la bañera con todo y pijama. Que si se sentía incomodísima mojándose la ropa, sí, pero no estaba de humor ni con ganas de desvestirse y, después de todo, lo que iba a hacer no requería de eso. El agua fría le bañó la cabeza y poco a poco le fue empapando la franela de la pijama que se fue a pegar a su cuerpo. Lo empujó fuerte presionándolo en el pecho.
— ¡Ya deja de actuar como un imbécil, ¿quieres?! Te vas a ir y una mierda. Te vas a quedar aquí y está fuera de discusión — se limpió la cara con una mano —La próxima vez que se te meta en la cabeza la idea de que yo te voy a juzgar o que te voy a ver mal por… pues por esto, piensa que soy la única que te abre la maldita puerta cuando nadie más lo haría ¿vale? — quizá alguien más si le abriría la puerta, quizá alguien más le permitiría que pasara la noche en su casa, pero por un momento quería sentirse que era, aunque sea, un poco más especial o importante que el resto; se quitó el cabello de la cara y se dispuso a salirse de la bañera — Ahí hay toallas y, creo, que tengo una muda de ropa tuya por ahí. Si aún te quieres largar hazlo, tu y yo sabemos que no lo harás. Y de cualquier forma, te vayas o no yo si me largo ¡A Moscú! Así ya no tienes que lidiar con una jodida loca a la que siempre la amenazas con desaparecer. ¡Ya no lo tendrás que hacer tú, espero que estés más felíz así! — se escurrió un poco la ropa y le dio la espalda para mover la puerta corrediza de plástico y salirse. Había sacado lo del viaje más para picarlo y para ver su reacción, si le valía madres lo que ella hiciera con su vida, entonces lo haría sin peros.
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
Re: Borracho
Era imposible y ambos pensaba igual, por razones que nada que ver y sobre cosas diferentes también, y así pasaba cuando la gente hablaba o gritaba de cualquier cosa menos de lo que en verdad le carcomía la cabeza. Porque era más fácil fumar y desaparecer, follarse a cualquiera, ir a dar explicaciones a los ex, enterrarse en una máquina de escribir o en alcohol del malo, que plantar cara a lo que todos los días se tenían en frente.
- que haces?! - le preguntó sorprendido cuando se colaba en SU ducha, bueno la de ella, pero para términos prácticos la de él en ese momento. Dio la espalda contra los fríos azulejos y de reacción sin más le tomó las muñecas con sus manos como ya había hecho en el sillón. Una sonrisa de lado cuando Zelda le espetaba que él se quedaba quisiera o no, le quitó el susto y le dejó soltarla, para también hacer el agua a un lado de su cara y poner las ideas en su sitio. Que no, que él se tenía que ir, no quería joderle la vida más, ni a él mismo ni a ella. - Soy un imbécil a gusto!.. Y tu no eres la única, pelorroja... - terminó agregando sobre las palabras de Zelda por darse coraje y volver a mirarla a la cara y no a su camiseta mojada de pezones marcados.
- Esta vez si me voy... Si lo haré porque... QUE?! ... - Sus palabras se pisaron con las de la peliroja y cuando escuchó lo de Moscú, el brinco que dió su cerebro le quitó la última gota de alcohol del sistema. Estaba por decirle que no quería joder las cosas y por tal mejor cambiar de hábitos, que eso de pasearse por los lugares de Zelda (en todo sentido) ya no tenía razón como antes. Ya no estaba cómodo ser el amigo con quien tontear y... esas cosas. Pero Moscú le quitó el aliento y las palabras y las ideas, y le entró tanto miedo como a un crío que estiró ambas manos para atajarla antes de que se fuera a Moscú o al living, daba igual.
- QUE... que? - fue bajando el tono, negando con la cabeza y trayendo a Zelda hacia él a apoyar su espalda vestida contra su pecho y el mentón en su hombro lleno de pelos desordenados y mojados. - por qué te vas?... - le susurró espantado. No se le ocurría que Zelda se iba porque sentía que su vida en Londres era malísima, recordemos que según Alfred, Jorge había estado allí para ella contra James. Según Alf, él estaba de más en ese cuento y sus sentimientos no tenían lugar, pero por eso quería largarse con tantas ganas y dejar a la pelirroja hacer su vida sin problemas. Pero su vida ahí en Londres, donde cada tanto él pudiera espiarla y verla e incluso preguntarle como andaba.
Terminó por rodearla con los brazos, apretándola con fuerzas y valiéndole mierdas que se estuviera cagando de frío por no estar bajo la ducha exactamente. - no te vas. - le quiso obligar susurrándole al oído y mordiéndole el lóbulo de la oreja como jueguito especial, como siempre, como debía ser entre ellos, pero se arruinaba a cada rato - me vas a dejar por un ruso?... los rusos no saben de zapatos ni esmaltes, te lo aseguro! - insistió y la apretó más contra él abrazándola del frió que lo estaba matando - me cago de frío Zelda - ahí la realidad!! para cortar su mood romanticón. Es que antes, esos comentarios eran puro chiste ocasional, ahora se sentía un idiota que en algún punto se lo estaba diciendo de verdad, que no le dejara, que él era mejor que cualquier otro.
Alfred Mayer- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 22/12/2014
Re: Borracho
La Pijamita del Día
Si alguien le preguntaba, se iba como muggle. No viajaría en un traslador porque eso significaba temer poco tiempo para pensar. A ella, a pesar de que a muchos magos no, le gustaban los aviones porque le permitían estar a una distancia considerable del suelo, lejos de una gran parte de la humanidad, para sentirse sola. Para pensar y meditar antes de llegar a su destino. Danila entendía, de cierto modo, que Zelda no estaba en buenos términos con Londres y le había ofrecido una plaza en el Ministerio como becaria y le había prometido también un lugar en la universidad de magia allá, en Moscú. Tendría un trabajo y seguiría estudiando por lo menos seis meses siempre y cuando ella se fuese a vivir con él ese tiempo. No era una decisión fácil de tomar, después de todo, se estaba yendo con un completo extraño a un país extraño. Pero en esos tiempos, prefería experimentar con un nuevo por conocer a quedarse lidiando con las pesadillas vivientes de los viejos conocidos. Y lo tenía todo fríamente planeado. Terminaría el trabajo de los Fitzgeralds entre esa noche y la mañana del día siguiente, luego iría a entregarlo a las oficinas de El Profeta, regresaría a casa a hacer sus maletas, le avisaría al ruso que tomaría el primer vuelo y en cuestión de horas estaría dándose la bienvenida en las tierras que vieron derrotado a Napoleón. Se mantendría en contacto con Ellie y Marie por medio de cartas. Y a Alfred no le enviaría nada. Estaba ciertamente mejor sin ella. Tendría fiestas a donde ir, fulanas a quienes follarse, podría vivir la loca vida a la que estaba acostumbrado sin una amiga loca que lo celara o lo metiera en embrollos.
Tenía que dejar el pasado, continuar con su presente. Ya se estaba comenzando a desligar de James y de George, ahora lo que necesitaba también era sacarse a Alfred de encima. Porque si bien sentía grandes cosas por él, estaba segura que no estaban hechos el uno para el otro a pesar de tener tantas similitudes. Fueron microsegundos lo que le tomó alcanzar el filo de la puerta para abrirla. Le había dolido hondo las palabras de James, pero ahora le dolía aún más que Alfred la considerara una tipa cualquiera. Otras le podían abrir sus departamentos, pues entonces que le dijera adiós porque ella ya no estaría por unos meses en ese loft para hacerlo. Lo sintió apretarse contra su espalda y se le puso hueco el estómago. No la quería dejar ir, ni siquiera salirse de ese baño helado que comenzaba a provocarle que le castañearan los dientes. Él no podía creerse esa decisión tan abrupta. Pero la realidad era que estaba siendo consecuente con lo que él sabía. Ella no había tenido la oportunidad de decirle que había tenido que abandonar la casa de George con él y James encabritados por su farsa. Que ahora le dolía tanto Londres que no se podía quedar. Y que las continuas negativas y rechazos de Alfred eran también una razón para buscar más allá de esa ciudad maldita. Se quiso deshacer del abrazo. Pues si ya le había dicho que se largaba ¡que se largara de una buena vez! ¿Qué más pretendía reteniéndola ahí?
Zelda se quedó mirando el panel de plástico rígido del que estaba hecha la puerta corrediza. Tenía los cabellos escurriéndole y tiritaba a pesar de tener el cuerpo de Alfred tan cerca. No se soltó pero si se volteó para tenerlo de frente y darle las razones por las que se iba. De todas maneras ya no importaba.
— ¡No te voy a dejar por un ruso! ¿Y eso a ti qué te importa? ¿no te ibas a follar a una rubia? Pues yo me quiero ir a follar a un ruso, tal vez ese no llegue borracho en medio de la madrugada chillando mi nombre — le espetó y apretó la mandíbula — Y me voy porque aquí nadie me necesita, ni George ni James ni tú. Puedo ser periodista donde se me hinche la gana, hasta en Turquía o en Japón — abrió el panel de un jalón y estiró la mano como pudo para alcanzar la toalla, la metió entre ellos dos y se la dejó a Alfred — Y también me voy por… porque… — dudó, se silenció por unos instantes y lo miró con las ganas de golpearlo por hacerla hablar de más —porque te quiero, te quiero en serio, te… te quiero demasiado, me importas más de lo que deberías, más de lo que quisiera — sus ojos se quedaron estáticos en el rostro de Alf — Y prefiero irme a perderte a ti también por una tontería — por el agua que le corría por el rostro, no se le podía notar que tenía los ojos llorosos — Así que ahora ya súeltame para que pueda terminar mi trabajo y hacer mis planes para irme — finalizó también cagándose de frío.
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
Re: Borracho
Eso que no lo dejara por un ruso! Las cosas claras!... En cuanto Zelda se giró, lo miró y le dijo eso, el resto no le importó. Seguramente venían las explicaciones a las que tenía que atender, pero sus primera palabras y su nariz respingada se llevaron la atención de Alfred, lo hicieron sonreír de lado algo confiado y bobo mientras sin buscarlo a conciencia relajaba el abrazo para acariciarle su cintura, para repasar sus telas mojadas con la yema de los dedos, y llevar la otra mano a su rostro, al ordenarle el cabello detrás de la oreja. Así le quedaba lindo, pero era escusa de sus mano por tocarla, como su buscase terminar detrás de su oreja para bajar por la linea de su mandíbula hacia el cuello acercándola a él, más y más, mirándole los labios divinos que se movían sin parar y él sin escuchar... sin llegar a besarla, porque ver su boca, y sentir su respiración sobre el rostro tan cerca era lo que quería.
La intromisión de la toalla le interrumpió el ensueño, haciéndole sentir un poco cerdo por estar caliente cuando debería haberla estado escuchando y descolocado porque había perdido el hilo y no sabía que venía eso de quererlo. Pero si él también la quería, eso era obvio! eran amigos de siempre!... Con duda le sostenía la mirada, y con una mano la toalla sin ponérsela, pero apretada contra el pecho tapándole medio cuerpo y las partes, lo cual era realmente conveniente, aunque le diera igual. O ya no le daba igual y eso era lo que estaba mal. - no... - Le susurró o se dijo a si mismo bajando la mirada un segundo. Y afianzó la mano que la atrapaba por la baja espalda y dejo la toalla en medio sosteniéndose por los cuerpo para buscar su rostro y apoyar su frente en la de Zelda, ladear un poco hasta llegar a su oreja, besarle la mejilla, el cuello, apretarla más contra él, pausándosele la respiración, sin saber que mierda estaba haciendo.
Se estaba volviendo loco por dentro. Le dio otro beso, y otro y otro, suave rodar de sus labios, recorriendo el costado derecho de su rostro, sin llegar a besarla en los labios, apenas una vez en la comisura para volver a su mejilla arrepentido, buscando en realidad tiempo... tiempo o una señal del destino. O algo que le asegurara tomar decisiones acertadas sobre lo que estaba sucediendo allí. Bajó la mano a sus caderas, a su culo, se hizo espacio para reconocer la piel helada de su cintura volver a subir por la espalda desnuda para sus dedos. Le gustaba demasiado, pero la quería aun peor. Ya follar la otra vez había sido un error garrafal y ahora de nuevo no podía dejar de buscar calentarla, quería escucharla suspirar, que ella sintiera que estaba empalmado solo de tenerla cerca, que se desesperaba su pecho por recorrerla toda a puros besos y dedos indiscretos.
- me vuelves loco - le dijo al oído, para luego bajar a su cuello con ansias, sin rastros de la calma que había tenido hasta ahora. Se estaba cagando en todo lo que había pensado, borracho y sobrio, se estaba cagando también en los ánimos de Zelda en sus palabras de sentimientos. Y en algún punto lo sabía, y no podía remediarlo - y me encanta... te seguiré al fin del mundo y te follaré en Moscú también. - no era muy romántico eso, no?... Había estado mejor el te amo en plena borrachera.
Buscó a tientas la varita que esperaba en una esquina azulejada y los apareció en la habitación. Directo a la cama, a sentarla en esta, a arrodillarse a sus pies y a quitarle la ropa mojada con calma y deseo. Primero la pijama, metiendo una mano por cada hombro hasta bajar las mangas a las muñecas de Zelda y de ahí recorres el borde inferior de la camiseta blanca y del pantalón a rayas. Decidirse por la primera y colar las manos por debajo acariciándole el vientre, haciendo la prenda hacia arriba para darle un beso en el ombligo.
Alfred Mayer- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 22/12/2014
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