Office Olympics [Birdie]

Era viernes y en el Ministerio todos estaban como locos por eso. La gente joven, obviamente, porque los viejos simplemente querían irse a sus casas a descansar de sus miserables vidas burócratas. El trabajo en el departamento de Cooperación a veces podía tornarse muy tedioso, en especial si no había grandes encuentros internacionales de por medio. En esas fechas de enero todo parecía muy tranquilo, lo siguiente en la agenda era el Encuentro Internacional de Estadística de Raza y Género del Mundo Mágico. Se la pasaría bomba.

Contaba con que Ellie no saldría de clases hasta más tarde. Su maestro de pociones era un loco peligroso que tenía a todos con los nervios a tope así que teniendo en mente que probablemente tardaría mucho más, Abner decidió ir a visitar a Birdie, para interceptarla antes de que saliera de ahí o que alguien más la invitara a esa especie de happy hour del terrible viernes burócrata. Terrible viernes burócrata que él aprovecharía, por supuesto.

-Hola Magda. ¿Piensan ir a algún lado hoy?

Preguntó Abner a una de las secretarias del Departamento de Seguridad Mágica, una bruja simpática, redonda y de cabello castaño ensortijado que siempre se reía demasiado. En ese momento vio pasar a Birdie muy rápido, de un lado a otro. No quería pensar que estuviera demasiado ocupada como para salir temprano.

-¡Brownstein!

La llamó y cuando tuvo su atención le dio golpecitos a su reloj con el dedo índice. O sea que era hora de salir y que tenía intenciones de pasar con ella un rato. Claro, no iba a invitar a Magda, ¿verdad?

Esperó a Birdie en lo que fuera que estuviera haciendo, pacientemente, saludando aquí y allá a las mujeres del departamento que pasaban por enfrente, aunque todas ya sabían que con la única con la que salía era con Birdie. Cuando apareció Abner se rió por lo del informe #464, que a él también tenía harto, tanto como el Encuentro Internacional de Estadística.  

-No, por favor. Vengo a invitarte algo. A esta hora los tragos están al 2X1 en el Jolly Taxpayer.

Un bar al que además iba la mitad de la gente del Ministerio, la que era más o menos joven. Sí, terrible situación pero estaba cerca de ahí – a una chimenea de distancia, de hecho o también podían salir caminando y doblar la esquina – y en verdad en ese momento los tragos estaban al 2x1, y lo estarían hasta las 9:00 pm. Una oferta que nadie podía dejar pasar. Nadie que se jactara de trabajar muy duro entre semana, al menos.

Mientras caminaba al lado de Birdie, tuvo la asquerosa idea de que tenía que al menos hacer el intento de invitar a su cuñado o algo así. La idea de que Tobias saliera con ellos dos le pareció tan irreal que se rió solo.

-Oye, ¿crees que sea buena idea que invite a mi cuñado? Ya sabes, por la convivencia familiar y todo eso, para que no diga que soy un maldito, sé que en el fondo lo piensa.

Le dijo a Birdie justo antes de tomar el elevador, que estaba lleno de memos voladores de último minuto y de Alfie Rubert, un pobrecito de la Oficina de Realojamiento de Elfos Domésticos que tiró todos sus papeles cuando vio entrar a Birdie y la saludó con la cara roja de vergüenza mientras recogía todo del piso. Por dios, que usara la varita y ya.

-Ah, tienes un gran fan aquí.

Le susurró divertido mientras veía con pena ajena cómo Alfie Doméstico Rubert seguía recogiendo sus papeles apresurado, cuando las puertas del elevador se cerraban.  

-¡Tragos, dios! Llévame ahí, por lo que más quieras. Si no fueras un shagetz ya te estaría presentando con mis padres y todo por ser tan bueno conmigo- Pues claro ¿Qué se pensaban los magos, que los muggles no tenían a sus pequeñas comunidades cerradas? Birdie era judía practicante y usaba una que otra palabreja que ya le había explicado a Abner, que sabía que shagetz era un chico no-judío. Los magos entendían poco de religión pero él era muy listo y muy culto, y no era como si estuviera diciéndole cosas en otro idioma. Iba a ser honesta, le encantaba pasar tiempo con él.

La verdad era que no le molestaba pasar tiempo entre magos jóvenes trabajando en el Ministerio por que vivía entre muggles y además, por que claro, su trabajo se había horriblemente tedioso durante la semana. No era de las que se quejaban seguido, por que al menos no había terminado muerta durante la guerra más cruel de la historia moderna de Inglaterra, pero ser auror en esos tiempos era de verdad aburrido. A veces se pensaba incluso un poco inepta, pensando que los aurores con 10 años más de experiencia habían vivido cosas completamente distintas a las que ella hacía ahí, redactando detalles del #464 y la familia atribulada por tener a un par de gnomos en su casa, haciendo una especie de comunidad anarquista en la habitación de la hija más pequeña. Seguro Abner también se sentía un miembro inútil de la sociedad dando nota de cosas como esa.

-¿Alechinsky? supe que estaba trabajando aquí, pero no sé… Frances me odiaba. Digo, es tu hermana, yo no tengo nada contra ella pero…- Se interrumpió al ver a ese pobre chico con las cartas en el elevador. Ella misma le ayudó con la varita, contribuyendo un poco a que el mago se pusiera más nervioso. -No lo hagas a menos que te conste que aceptará por compromiso y estemos un ahora emborrachándonos para hacer todo menos incómodo- se rió mientras se despedía de Alfie, saliendo del elevador. [b]-Él me odia en el fondo, con sus ideas comunistas... ya sabes, esas cosas de muggles y las clases sociales. Mi familia comercia con cosas muy caras en el mundo y no sé. No sé, odio mi vida ¿Me das alcohol? ¿Sí?

Se carcajeó un poco –un gesto fuera de lo común en él que por lo general era serio y ceremonioso – cuando Birdie le decía aquello de sus padres. Claro, él no le iba a contestar que seguramente Annapola preferiría suicidarse antes de ver a su hijo el mayor con una hija de muggles que además era religiosa, cosa que a su madre le aterraba porque no entendía de dónde sacaban tanta locura los muggles. Claro, cuando Abner pensaba en Birdie, jamás se refería a ella como “sangresucia” por definición, contrario a cuando pensaba en su querido cuñado. Pero Birdie…era imposible no quererla, con su cara de niña buena y sus modos elegantes que tenía sin siquiera esforzarse.

Abner tampoco era de los que se quejaran de su trabajo seguido, no como la semana anterior cuando le había tocado comer con Richard el inefable y había escuchado durante una hora entera que estaba harto del jefe, del sueldo, de no poder decir secretos que se quemaba por contar, de las horas extra, del peligro de los misterios y demás. Eventualmente esa gente se tornaba aburrida y repelente, así que él evitaba hacerlo. Además no podría llegar a jefe de departamento antes de los 35 si se involucraba en chismesitos y quejas. Así de deprimente la cosa que su única emoción era un plan a futuro de más de cinco años, ah sí, y el caso #464.

-No sé si aceptará por compromiso, es un tipo muy raro. Ya sabes, se cree mucho por sus “ideales bien plantados”, igual sería gracioso, voy a enviarle un patronus.

En cuanto salieran del elevador, por supuesto, cosa que hicieron justo después de que los memos voladores salieran, y también Alfie.

-Ah y Frances odia a todo el mundo. De verdad, a todo el mundo.

Lo decía tan convencido que parecía una verdad universal. Le pasó un brazo por los hombros a Birdie cuando salían al amplio vestíbulo para caminar por ese pasillo lleno de chimeneas hasta el lugar por donde podía salir a pie. En el trayecto conjuró el dichoso patronus, una pantera, que salió corriendo en dirección a su cuñado con el mensaje de la invitación. Ya no quedaba en él.

-¿Odias tu vida porque tu familia comercia con cosas muy caras en el mundo?

Ya sabía que no iba por ahí la cosa pero igual se rio mucho antes de asentir, porque le daría mucho alcohol. No le había contado todavía que tenía un chiquillo, ese sería seguramente el tema de conversación más excitante de la noche.

-Escuché que alguien de aquí quiere salir contigo, ¿adivinas quién es? Y no, no es Alfie Doméstico.

-¿Cuál es el problema con eso? Realmente no tienes la culpa de haber nacido con ciertas facilidades, si se le puede decir así. Sé a qué te refieres, mi mamá sí nos crió para pensar cosas como “somos ricos, no hay que preocuparse por nada” pero mi papá no fue tan frívolo, tampoco tan permisivo. De cualquier forma siento que no tengo que darle explicaciones a nadie al respecto.

Si alguien decidía pensar, por ejemplo, que en la guerra la habría tenido muy fácil por ser sangre pura y tener mucho dinero, se equivocaban. Si alguien había juzgado el proceder de su hermana, de su padre, o incluso de personas como Jessy bajo conceptos parecidos a los que Birdie mencionaba sobre ser una judía avara (o en el caso de ellos, el que sonaba más, el de ser pretenciosos que pretendían alardear de su posición social ante los menos favorecidos por a saber qué razones ególatras y egoístas) Abner consideraba que eran personas profundamente acomplejadas. Quizá se equivocaba, pero para él era así.

Al notar que tenía frío le pasó un brazo por los hombros amistosamente y la pegó contra él mientras frotaba por encima de su abrigo para pretender calentarla. Birdie era, por mucho, su persona favorita del Ministerio y le había los días más llevaderos cuando sentía que solamente quería matarse debido a su trabajo, cosa que pasaba más seguido de lo normal. Precisamente porque su padre no era un demente, el trabajo que tenía en el departamento era bueno, pero no lo suficiente como para sentirse seguro y feliz durante toda la vida. Si quería llegar más alto, tenía que trabajarlo.

-No, en serio te lo juro. De hecho no te ha dicho nada porque pensó que tú y yo salíamos y que lo iba a degollar si me enteraba o no sé. No lo desmentí porque no sé si quieras que lo ahuyente. Está en el departamento de Gene, en Deportes y Juegos Mágicos…¿Consejo de asuntos exteriores?...¿alto y rubio? ¿te suena?

Los tragos aparecieron mágicamente frente a ellos y Abner tomó un trago casi inmediatamente, mientras miraba a Birdie divertido. Lo del tipo que quería salir con ella como un loco era cierto. Lo de que temía que Abner lo matara con una almohada mientras dormía también. La oficina era dada a todo tipo de chismes.

Sonrió sintiéndose un poco más tranquila con lo que decía Abner. Era exactamente lo que a su padre le encantaría escuchar respecto a quienes eran, pero quizás diciendo algo más sobre la historia de opresión “de su gente”, algo que si le buscaba, Abner también podría decir remontándose a los tiempos de quema de brujas. Realmente, se parecían bastante a pesar de que cualquiera dentro del mundo mágico dijera que no podrían ser más distintos. Había ocultado perfectamente que se ponía un poco nerviosa cuando intentaba caballerosamente quitarle el frío, pero se puso a pensar cómo provocar cualquier contacto más cuando estaban ya en el bar con el whisky entre manos.

-Ah, al menos ahora puedo no beber lo más barato de un bar. Digo, por que cuando uno es estudiante, sea la familia que sea, tampoco gasta demasiado en nada. No me digas que tú eras refinadísimo cuando te escapabas a beber en Hogwarts- le dijo Birdie chocando ligeramente el cristal de su vaso con el suyo, dando un sorbo pequeño, por que no quería embriagarse como una perdida de inmediato.

Se inclinó hacia adelante, recargando los codos sobre la mesa para escuchar el chisme que según le iba a contar sobre quién quería salir con ella y que, siendo honesta, no terminaba de creerse. Puso cara de concentración cuando Abner le daba señales sobre la identidad del susodicho y soltó una risa que al final se cubrió con la mano.

-No es cierto, no te creo nada- le respondió, dando otro trago a su bebida. Le dio más risa escuchar lo de que pensaba que ella y Abner salían juntos. No mentía, le parecía bastante guapo y la persona más educada y lista con la que podía convivir en el trabajo, pero siempre había pensado en eso como una fantasía absurda -¡No sé! no tengo idea de quién sea, apenas me habla, hasta pensé que me odiaba por que lo saludaba en el elevador y solo asentía como si no me soportara. Yo ni siquiera tengo qué decirte cuántas desean salir contigo, eres todo un hit en el departamento de Seguridad Mágica-

Y era cierto, seguramente él lo sabía, no podría creer que fuera TAN encantador con todas las secretarias, funcionarias y chicas en prácticas sin tener idea del efecto que les provocaba. Y la verdad, se sentía bien que al menos con ella platicara y salieran en plan de amigos. Le hacía sentir bien, pero claro, eran las cosas que no se decían así como así -Yo sólo pienso en trabajar ¿Te suena raro? No sé, debería decir que muero por casarme y tener muchos hijitos pero... no sé, me gusta esto ¿Sabes? Vivir sola, ganar mi dinero, investigar casos...-

Por supuesto que nadie era refinadísimo al beber cuando se era estudiante, al menos que se fuera un idiota. Pero ni siquiera sus amigos más “refinados” habían sido hábiles en el terreno. Se emborrachaban con lo que podían, cuando podían, quizá lo más refinado que hacía era conseguir pociones y hierbas exóticas para experimentar, pero era lo mismo que comprar heroína en cualquier lado, solo que muy de magos.

-Jamás, si conseguíamos hidromiel adulterado ya nos sentíamos reyes del mundo.

Buenos tiempos en los que todos conocían su lugar. Y no estaba tan de moda llamar a la gente “sangre sucia” como cuando Voldemort había empezado a ascender al poder, pero la gente tampoco intentaba hacerse amiguito de nadie de Slytherin, ni mucho menos el sombrero seleccionador enloquecía y metía hijos de muggles a la casa.

-Por alguna razón no te imagino a ti saliendo a beber en Hogwarts, escapándote y eso.

Aunque tenía entendido que había sido amiga de Finnerty no se veía como el tipo de chica que el licántropo soliera frecuentar para salir a emborracharse, aunque ese pensamiento despectivo incluyera a su propia hermana. No se imaginaba a Birdie en agujeros como La Tármica.

-Aaaaah, ya adivinaste quién es. ¿Vas a establecer contacto o tengo que fingir que salimos y que lo mataré si acaso se le ocurre volverte a mirar en el elevador?

No le importaba eso de cuántas quisieran salir con él, de todos modos no iba a salir con ninguna, no solo por Ellie sino porque en verdad nadie le interesaba. Si tuviera que elegir a alguien de ahí solamente sería a Birdie y bueno, tampoco se trataba de arruinar una buena amistad al primer sorbo de whisky de fuego que lo hiciera enloquecer.

-No me suena raro en lo absoluto, durante muchos años yo también quise hacer solo eso. Luego…bueno, tengo un hijo, apenas me enteré, y ahora aunque no estoy casado, pues ya tengo cubierta la parte de los hijitos.

Ya estaba, se lo había soltado. Claro que iba con una mentira de por medio porque no acababa de enterarse, se había enterado hacía 5 años y había huido a Bruselas para no tener que hacerse cargo pero no quería darle a ella esa imagen de sí mismo. Lo que contaba era que se había arrepentido y ahora estaba ahí haciéndose cargo de su hijo como debía ser. A sus papás sí les había dicho la verdad y Demetrius le había soltado un fuertísimo revés –primera vez que le pegaba a su hijo en la vida- mientras que su madre había soltado una barbaridad tipo “no digas nada hasta que resuelva yo esto.”

Para Birdie escuchar que no la imaginaban escapándose en Hogwarts era justamente el estigma de ñoñez que había cargado siempre, pero qué más daba. Era la manera en que había sido educada y después de todo, cuando había querido hacer cosas locas (según sus estándares) las había hecho, apoyada en sus amigos, claro. Igual se sentía un poco tonta por seguir dando esa imagen de puritana que, bueno, la verdad era que tenía. Sólo se rió y se encogió de hombros.

-Lo hice un par de veces, igual tampoco me emborraché hasta la Universidad…- admitió arrugando la nariz. Tampoco iba a inventarse historias de loca juventud por pretender ser algo que no era por que, para empezar, Abner tenía mundo y conocía a la gente que sí hacía esas cosas (ejem, su hermana por ejemplo) y después de todo, estaba en un punto en la vida en el que había aceptado que las locuras de juventud temprana no habían sido parte de su historia, pero estaba en paz. Lo había pasado bien, no se sentía una reprimida ni nada aunque muchos lo pudieran pensar así. Le daba igual.

-Wow, vaya que esto se terminó rápido ¿Pedimos uno más?- le preguntó a Abner antes de volverse a reír -Mira, no le digas nada, que piense lo que quiera. Si alguna vez se arma de valor como para invitarme de primera persona, se lo reconoceré y saldré con él. Pero no le ayudes a nada, los hombres se malacostumbran muy rápido, hay que tratarlos mal- le dijo medio bromeando con eso último, sacando la lengua. Era una cita directa de su madre y sí, podía decirlo muy de broma pero en su manera de ver las cosas, cualquiera que quisiera algo con ella tendría qué demostrarlo y no estar intrigando entre sus compañeros de trabajo. Qué cosa más infantil.

Abrió mucho los ojos cuando Abner soltaba de pronto que tenía un hijo y a la vez dijera que no estaba casado. Le parecía una situación muy extraña para su manera de hacer las cosas socialmente, pero claro que no iba a juzgarlo. Tenía muchos amigos que eran padres a su edad y, como David por ejemplo, tampoco estaban casados. No iba a ponerse de juiciosa ni a pensar mal de nadie por no hacer las cosas como la sociedad decía que habían de hacerse. Pero bueno, la sorpresa nadie se la quitaba.

-¿En serio? Qué fuerte, de verdad, jamás se me hubiera ocurrido.- Le dijo con la cabeza apoyada en su mano, mirando a cualquier parte, sólo pensando en lo que implicaría tener un hijo -Ahora me sentí mal por venir al bar y todo, ya que tienes tantas responsabilidades y eso.. ¡Tragos, sí!- La segunda ronda había llegado.

No la juzgaba por no ser una loca, para Abner eso no era sinónimo de ser interesante, o al menos ya no lo era en esas etapas de su vida. De cualquier forma, si lo pensaba bien, jamás había sido de los tipos que se fijaran en chicas sólo por sus ansias de escapar para emborracharse o de hacer locuras, fueran o no fueran con él. A veces incluso le gustaban más las que parecían un reto.

-Jamás lo ayudaría, si quiere algo contigo debe ser capaz de conseguirlo él mismo, sino qué clase de marica es. Además nosotros no hacemos esas cosas, no somos como ustedes que se piden ayuda mutuamente para salir con alguien. Y no mientras, sé que hacen estas cosas, tengo una hermana.

Notó que se había sorprendido por lo de su hijo, él se hubiera sorprendido si no. Se rió como para quitarle hierro a todo eso, en especial cuando hablaba de lo mal que se sentía. Esperó a darle un sorbo a su nueva ronda de whisky y luego procedió a explicarle, no porque tuviera que darle explicaciones, sino porque en verdad no quería darle mala impresión, de hecho por eso había mentido desde el principio.

-Bueno, a mi tampoco se me hubiera ocurrido. Fue una locura de hace unos cuantos años. Pero me fui a Bruselas a trabajar y al volver ahí estaba. Se llama Bastian, es idéntico a mi, excepto en el carácter.

Por suerte tampoco había heredado el terrible carácter de Ellie, así que era un niño dulce e inteligente, bastante simpático y muy ocurrente. Abner lo quería demasiado.

-No tantas responsabilidades. Su madre no quiso vivir conmigo aún así que solo lo veo cuando se puede, es como si tuviéramos una custodia compartida o algo así. Así que esta noche puedo salir contigo, te lo juro. Y no dejo de ser responsable. Creo que mi cuñado no vendrá, él sí es un padre responsable.

Birdie se rió cubriéndose la boca como siempre que lo hacía escandalosamente cuando escuchaba a Abner decir que jamás ayudaría a su supuesto pretendiente. No recordaba ya cuándo había pedido ayuda a una de sus amigas para salir con alguien por que después de todo ella nunca había tenido iniciativa con eso y había preferido sufrir en silencio con sus enamoramientos como, por ejemplo, cuando tuvo un terrible crush con David Finnerty, su ahora gran amigo, al que nunca le había confesado que moría por él cuando estaba ella en último año de Hogwarts. Sólo arrugó la nariz cuando le decía que no mintiera; pues no, claro que lo hacían, pero tampoco le iba a dar detalles de su código de señoritas.

La conversación igual se ponía seria de pronto cuando iba al tema de su hijo, algo que hasta cierto punto la había descolocado (se lo dijo con claridad) pero a la vez no estaba juzgándolo ni mucho menos. Se había esforzado por ser mucho menos prejuiciosa que su familia con esas cosas de no ser una familia a toda regla, casarse joven y formar una familia. Qué importaba el orden de las cosas. Sonrió cuando le decía su nombre, y también que se parecía a él.

-Entonces debe ser guapísimo- le respondió casi por instinto en la poca coquetería que se atrevía a soltar, y que seguro tampoco haría con alguien que no le fuera más o menos cercano. Le dio un trago más a su whisky, asintiendo cuando le contaba de su situación, que no dejaba de parecerle rara, pero no iba a decir nada por que no conocía ni a la madre ni la manera en que se llevaban. Miró alrededor.

-Me temo que no, Abner. Quizás sea mejor así, ni siquiera sabría qué decirle- se empezó a reír. Tenían la cercanía suficiente para que él supiera que su cuñado no era precisamente alguien con quien se llevara de las mil maravillas -Bueno, el futuro que uno planea nunca resulta ser exactamente como se visualizaba. Espero que estés contento, de verdad. Sigues siendo el mejor partido del Ministerio. Te juro que enloqueces al departamento ¡Y peor! Me odian cuando me llevas café. Te lo juro, es odio de verdad, no es como que les caiga mal momentáneamente-

Le sonrió por el halago, aunque ya no era de los que inmediatamente pensaban que por ese tipo de comentarios ya podían sentirse con valor de intentar estar entre sus piernas. La miró con la sonrisa todavía en la cara pero se guardó cualquier halago que tuviera para darle de regreso, aunque pudiera deshacerse en ellos. Birdie era bonita, elegante e interesante, ¿lo había mencionado ya? La encontraba irresistible de alguna forma.

-Estoy contento, sí. Especialmente por lo que dices sobre seguir siendo el mejor partido del Ministerio, quién lo hubiera dicho.

Se rió por las anécdotas de odio. No se imaginaba a nadie odiando a Birdie por ningún motivo aunque claro, él no entendía los complicados códigos femeninos que había según qué ambientes. Lo que sí podía decir era que le llevaba el café a propósito. Al principio lo había hecho por tener interés en ella, uno superficial, casi puramente carnal, algo que no le iba a confesar, pero después lo había hecho porque la había encontrado genuinamente agradable y porque deseaba seguir siendo atento con ella y…porque notaba las caras que ponían las demás, y los demás también, un montón de idiotas que deseaban estar en su lugar, solo para llevarle el café a Birdie Brownstein. Lo hacía de verdad a propósito, pero eso tampoco se lo confesaría.

-¿Qué puedo decir? Solamente le llevo café religiosamente a la más guapa del Ministerio, no hay más.

Al final había soltado el halago que se había guardado hacia un rato, como si tuviera que medir sus tiempos para no dar la impresión equivocada.

-No me imagino a nadie capaz de odiarte. Excepto a Frances, claro. Oye, creo que no tengo muy claro qué edad tienes, eres muy joven ¿verdad? Y yo soy un sátiro por traerte a beber whisky de fuego. Y tus fans son peores.

En un momento los dos estaban riéndose de una y otra cosa. No le mentía, era el mejor partido del Ministerio aunque claro, ya tenía ciertos asteriscos y cláusulas sabiendo que tenía un hijo. No quería ser cruel, pero así eran las cosas y todo el mundo lo sabía. También tenía muy claro que los magos seguían siendo conservadores y el hecho de que fuera hija de muggles era también su cláusula, asterisco y letra chiquita a la hora de relacionarse en el mundo mágico. Así eran las cosas, desde el primer año en Hogwarts, por contradictorio que pareciera, había dejado de vivir en un mundo de fantasía.

-Basta de halagos, me veo horrible sonrojada- le dijo haciendo un gesto con la mano. Daba bastante igual estar sonrojada por que estaban a media luz, pero en algún momento de su adolescencia de verdad lo había pensado. Negó con la cabeza; la verdad nunca se le habría ocurrido que había un punto de malicia en Abner al llevarle café, aunque también le encantaba sentir hasta cierto punto que la odiaban sin tener siquiera que comportarse como una perra. Todo lo contrario, ella era tan amable con todo el mundo como siempre y era perfecto saber que era la envidia de los demás lo que provocaba esos malos modos.

Soltó una carcajada con la edad, que de nuevo se cubrió con la mano, justo como su madre le había dicho que hiciera apenas a los siete años. Empezaba a sentir cierto calor en el cuerpo por los tragos que, al menos para sus costumbres, se estaba tomando demasiado rápido.

-Sí, tengo quince, soy superdotada le respondió sacando la lengua antes de ponerse seria, aunque claro, seguía negando con la cabeza cada que mencionaba a sus supuestos fans. Supuestos por que era cierto, casi nadie se acercaba a hablarle el el Ministerio salvo, claro, quien tuviera directamente algún asunto que tratar con ella. -Soy de la edad de Frances, pero no sé, estudié muy pronto y terminé todo rápido. Es raro, muchos de mis compañeros están en la Universidad y a veces siento que ya ni siquiera me invitan a sus cosas, pero igual son ideas mías. Miró su vaso sorprendida de sí misma -Todo depende de para qué crees que soy muy joven... ¿Puedes creer que ya se me haya terminado esto?[/b]

Sí, ya se había imaginado que era algo más joven que él. Era raro pero seguía pensando en Frances como “su hermanita la chiquita” así que cuando alguien la usaba para referencia de edad, inmediatamente lo hacían sentir un viejo. Frances podía tener ya tres hijos pero no dejaba de pensarla de esa manera. Lo que fue más sencillo fue pensar “tiene la edad de Ellie”, eso lo hacía sentir menos mal de estar ahí comprándole whisky como si fuera cualquier cosa.

-Es verdad, la mayoría de tu generación apenas están estudiando. Incluso Finnerty que creo que volvió a la universidad a revivir glorias pasadas nada más porque tiene un negocio ya y todo ¿no?

No había querido sonar malicioso con el comentario. De no ser por algunos detalles, Finnerty era de los pocos que Abner soportaba sin querer sacarle los ojos a la primera oportunidad, cosa para la que Sveinsson se pintaba solo, por ejemplo, o hasta el idiota de su cuñado. De todos, era el más decente, pero decir eso ya dejaba mucho que ver de lo que pensaba del resto del círculo de amigos de su hermana.

-Creo que tienes ya suficiente edad para cualquier cosa.

Le contestó mientras hacía un gesto con la mano para una tercera ronda de whisky de fuego. Era verdad que iban demasiado rápido, aunque él todavía no comenzaba a sentir los efectos, sabía que los sentiría en la ronda tres.

-Deberías pedir algo de comer, aunque sea cacahuates o tritones de jengibre, no quiero tener que cargarte hasta tu casa y darle cuentas a tus padres, ¿vives con tus padres?

Se rió un poco con el comentario de Finnerty y las glorias pasadas, sólo por que no quería tomárselo a mal. Si él hubiera estado presente seguro no le hubiera caído nada en gracia y hubiera pensado que Abner le echaba en cara algo como “ya tienes un hijo y estás en la universidad pensando que eres como los demás” o algo igual de malpensado. Birdie no era de las que se ponían sensibles con cualquier tema, y muchos podrían incluso tacharla de ser algo blanda al no saltar siempre a defender a los que quería, por que era un hecho, consideraba a Finnerty su mejor amigo.

-Me adelanté a estudiar, prácticamente después del verano de graduarme de Hogwarts ya me estaba matriculando en la universidad e incluso haciendo prácticas en el Ministerio al año siguiente. No sé por qué la prisa, supongo que tenía mucho qué ver con la guerra y todo lo que pasamos- el plural, por supuesto, lo incluía. No pensaba que sólo los hijos de muggles habían sufrido, es más, lo había visto con sus propios ojos. Bajó la mirada oscureciendo sus ojos con sus pestañas un momento, antes de sonreír con eso de que tenía suficiente edad para hacer cualquier cosa. De hecho, soltó una risita que no se cubrió con la mano esta vez. Se encogió de hombros al ver la tercera ronda de whisky en su mesa.

-Te prometo que este me lo beberé más despacio, qué bochorno si me emborracho- le dijo a Abner asintiendo a su petición de pedir algo de comer. Curiosamente no tenía mucha hambre pero le dijo que cualquier cosa que se le antojara estaba bien, por que no era remilgosa y podría robarle un poco de cualquier plato. Sonrió con cierta suficiencia con la pregunta de si vivía con sus padres.

-Tengo nueve meses viviendo sola, te va a sonar súper tonto pero me siento orgullosa, no te imaginas lo conservadores que son en casa. Bueno, quizás sí lo imaginas, aunque mis padres sean muggles… igual, supongo que por esa razón es distinta la aprehensión que tienen los padres con las hijas, y no tanto con los hijos…- Se silencio sintiendo que estaba hablando de cosas aburridísimas y le dio un sorbo a su trago. No se le había olvidado que su estómago había cosquilleado ligeramente con esos coqueteos que Abner lanzaba, quizás sólo por que era amable y ella era joven y uno una de las secretarias menopáusicas del departamento. -Pero sí… sola y sin compañía-

Su papel en la guerra se había definido exclusivamente por su familia, no por verdaderas convicciones. Si algo tenían los Burroughs era que la familia estaba hasta el final, hasta lo podía decir de Frances aunque su manera de demostrarlo fuera el de una desquiciada. Cuando su padre tomó partido, Abner supo de inmediato en donde estaba su lugar, le era leal y jamás habría hecho nada para traicionarlo. Más que ideologías, más que conveniencia, había sido Demetrius quien lo había hecho decidir.

A veces todavía imaginaba qué hubiera sido de sus vidas si Frances hubiera tomado el lugar que le correspondía, si su papá jamás hubiera encontrado a Alechinsky torturado y casi muerto y se le hubiera ablandado el corazón. Quizá él tendría una Marca ahora y Birdie no estaría sentado frente a él. Quiso verlo todo del lado positivo. La miró fijamente y concluyó que sí, que habían tenido suerte, que había elegido bien.

-Sí, fueron tiempos difíciles. Hiciste bien, yo también quise terminar la carrera cuanto antes e irme a trabajar, era lo mejor que podía hacer, salir adelante, volver a poner el nombre de la familia en alto y todo eso.

Parecían tonterías, cosas presuntuosas, pero no lo eran para él, ni para su madre, ni para su padre. Gene y Frances eran más desapegados con esos “valores” pero los demás no, su papá de verdad se había esforzado luego de la guerra para que el apellido Burroughs volviera a significar algo, suponía que Birdie entendía. No pidió nada de comer, esperó a que ella lo hiciera si quería, él no tenía hambre tampoco así que su sugerencia quedó en el aire.

-Nueve meses, vaya. No, no me suena tonto, mis papás también son muy conservadores pero jamás fueron aprehensivos conmigo, ni con mi otro hermano.

Ella no lo aburría, quizá en gran parte era porque sentía que convergían en muchas cosas. Dibujó una ligera sonrisa con aquello de que estaba sola y sin compañía, pero la escondió detrás de un sorbo de whisky en el momento preciso. Ya estaba bien de imaginar cosas, aunque Ellie no hubiera querido vivir con él, tenían algo serio. De todos modos no pudo evitar seguir llevando el tema por ahí.

-¿Y vives en versión mágica o en versión muggle? Nunca he pisado una casa muggle, solo la de mi hermana.

Miró hacia abajo un rato. Nadie lo había pasado bien. Ella había sido blanco demasiadas veces y no podía evitar pensar que Abner no era decididamente liberal, como para gritar a los cuatro vientos que era un partidario del liberalismo. Se veía presionado por muchas cosas, como ella misma en cuestiones de su familia, con el judaísmo y el clasismo y esas cosas. Le costaba lidiar con ideologías tan intensas en los dos aspectos de su vida, pero al menos los muggles parecían tomarse muchas décadas para enfrentarse en guerra. Lo miró por un instante pensando en sus palabras. que quizás de no haber sido liberal por ideología le hubiera cruzado una imperdonable sin pensar.

Le dio algo de miedo, y a la vez, le atrajo un poco. Qué cosa más horrible, pensarlo de esa manera. Respiró profundo y le dio un trago a su whisky, soltando un pequeño gritito cuando le quemaba de más, por que obviamente había tomado más de lo normal. Le sonrió de vuelta y se rió con las preguntas por que si algo le gustaba de trabajar en el Ministerio era tener tanto de ambos mundos, saber tanto de todos. Le gustaba.

-Absolutamente muggle. Mi compañera trabaja en Harrod’s vendiendo vestidos de noche. Seguro jamás has escuchado de Harrod’s, es una tienda finísima, muggle claro, la crema de las aspiraciones. Me encantaría que fueras al apartamento, es bonito, te lo juro.
Sonrió a medias y le dio otro trago a su whisky. Le costaba plantearse la idea de hacer cosas locas, fuera de las convenciones, sentía que todo el mundo la juzgaría y se daría cuenta.

Pero quizás no.

-¿Quieres venir? Te contaría del whisky muggle. Y de los teléfonos- estaba bien, directamente lo estaba invitando. Aún no estaba nada dicho.

Pues no, no tenía ni la más remota idea de qué era Harrod’s y por eso se encogió de hombros en un claro signo de ignorante inocencia. Bebió otro sorbo de whisky cuando Birdie siguió con el tema de su departamento, no la estaba mirando directamente, estaba decidiendo qué hacer.

Quería hacerse a la idea primero de que acompañarla no significaría directamente perder la cabeza cuando el tema de Ellie estaba tan tenso. Su relación con ella era muy rara, siempre peleando, siempre intentando ganar terreno, pero la quería de verdad y estaba haciendo todo lo posible por dejar las cosas como estaban, seguir su relación normal con Birdie por un lado y por el otro, seguir luchando por Ellie hasta que ella decidiera que lo odiaba y lo quería lejos –aunque al otro día fuera lo contrario.

Alzó la vista hacia ella ante su pregunta directa, porque lo era. Y no hacía falta ser un genio para saber qué tipo de connotaciones podía llegar a tener a menos que Birdie en verdad fuera un pajarillo inocente sin idea de lo que estaba haciendo.

-Me han hablado del teléfono. Sigo sin podérmelo creer.

Era cierto, todavía le parecía que era un invento extraño, ingenioso pero algo tonto. Y también era cierto que no tenía idea de nada del mundo muggle, le daba curiosidad, pero tampoco habría matado por saber más, de haber querido habría hecho incursiones hacía mucho tiempo. Quería hacerlo en ese momento. Hizo una seña al tipo de la barra, quien le hizo aparecer enfrente un papelito con la cuenta. Dejó los galeones necesarios (que no eran muchos, tampoco estaba dejando la cuenta entera del banco) y se levantó. Era una señal.

-Quiero ir. ¿Cómo llegamos ahí? ¿Aparición? ¿No me cortarás una pierna?

Por algún momento se sintió tonta, inocente casi, como para pensar que su invitación (con todo y lo directa) podía ser tomada como una bromita de niña puritana que nunca llegaría a nada. Terminó su vaso y ni siquiera notó las tribulaciones de Abner por que era como si hubiera bloqueado sus confesiones sobre hijos, compromisos, familias y demás.

Ella misma estaba bloqueando también demasiadas cosas sobre sí misma. Sus ideas sobre lo que una mujer respetable debía hacer, sobre los compromisos serios y los hombres que supuestamente debían tener un compromiso monógamo con ella antes de siquiera ocurrírsele llevar a alguien a su casa. Sí, se le había olvidado por completo, más cuando había visto aparecer el papelito sobre la mesa. Insistió sin éxito un rato sobre pagar lo suyo, pero a la vez le daba gusto que Abner pagara, justo como le hubiera gustado a su padre aunque claro, no estaba haciendo nada como le gustaría a su padre que hiciera las cosas.

-Gracias por los tragos- le dijo con media sonrisa, antes de levantarse y respirar profundo. Sí, le había dicho que iría. Sólo por portarse mal no se aparecieron directamente en su habitación (no era tan descarada) sino en la sala de estar que, de verdad, era bonita, por que su compañera era ordenada y algo maniática. Claro, no estaba presente.

A nadie le hubiera parecido un lugar raro, pero con la televisión, la radio de antena y esas cosas, habría mucho qué explicarle. Birdie estaba en casa, se quitó el abrigo y se apresuró a la cocina, tomando la botella de whisky muggle que le había prometido. Antes de servirla con los vasos que llevaba en la mano, se acercó a Abner recién aparecido en esa sala muggle rematadamente femenina, como disculpándose. -Perdona, ni siquiera te avisé de… lo que verías ni nada… oye, te quiero besar- y lo besó, casi con demasiada inocencia. Estaba un poco borracha. Claro, no tanto como para echarle enteramente la culpa al alcohol.

Por supuesto que iba a insistir en pagar, había cosas que no se trataban a la ligera y pagar la cuenta era una de ellas, además él la había invitado, era lo correcto de hacer. Cuando se aparecieron Abner miró a su alrededor con curiosidad, aunque la misma curiosidad que le daban los artefactos muggles que había ahí, le daba ver a Birdie caminar con soltura en su propio espacio. La gente siempre se movía distinto cuando estaban en sus territorios. Mientras servía el whisky, Abner se acercó como un imbécil a la televisión que estaba ahí y la miró con el ceño fruncido, agachándose un poco. Tenía algunos como botones que le daban muchas ganas de presionar como loco, pero ni se atrevió a tocarlos.

Ni siquiera le respondió que estaba bien la sorpresa, que no le importaba que el lugar fuera bastante femenino o que entendiera solo el 60% de lo que había en esa habitación, lo cual le daba una sensación bastante extraña. Qué metido había estado en su mundo, en su zona de confort, aunque de todos modos no pensaba estar viviendo una revelación.

Lo que sí le sorprendía era la forma en que le anunciaba que lo quería besar. Eso lo hizo sonreír justo antes de sentir los labios de Birdie contra los suyos, en un beso lo suficientemente suave como para encenderlo precisamente por las connotaciones inocentes que tenía, por la imagen que tenía de Birdie, pensar que estaba fuera de los estándares de comportamiento de esa niña buena le podía mucho.

Él tampoco le iba a echar la culpa al alcohol, la ebriedad que sentía en ese momento era muy leve. La culpa, esa era un poco más grande pero se autojustificaba repitiéndose que Ellie no confiaba en él de todos modos. Una justificación muy mediocre, por cierto. Abrazó a Birdie rodeando su cintura, mientras estrujaba la tela de su falda justo a la altura del muslo, como si quisiera subírsela de una vez por todas. Terminó acariciando su cabello mientras la besaba por segunda ocasión, pero fue un poco más audaz en él, no había timidez.

-¿En verdad estoy besando a la más guapa del Ministerio?

Nadie tenía porqué salir mal parado de una locura menor y justificada.

No se le ocurría cómo Abner podría sentirse, por que para ella ese era el apartamento más normal del mundo; pequeñísimo, obviamente habitado por un par de chicas que trabajaban y eran ordenadas. Había sido una suerte encontrar una compañera que no fuera un caos absoluto y se sentía afortunada de no tener un muladar por casa y poder llevar a Abner a la sala de estar, y no directamente a su habitación con todas las implicaciones que eso tenía… aunque claro, de sutilezas se había olvidado desde el beso de colegiala que le había dado. Era un gran momento de debilidad en su vida, quizás el primero y hasta temía que fuera el único. Pero así eran las cosas.

En efecto, aún ese beso estaba fuera de sus estándares de comportamiento. Pero para afirmarse en su imagen de niña buena tendría qué salirse del papel por un rato. Sentir su abrazo la incitó de nuevo, separándose ligeramente de él cuando sentía que tocaba su falda y sentía que se subía un poco, con una corriente eléctrica de excitación que le sorprendió por lo rápido que llegaba a ella. Más aún cuando hundía los dedos en su cabello y se separaba lentamente de él aún envuelta en esa pequeña locura, que como todas las locuras pasaba de cero a cien. Soltó una carcajada con su comentario. No se la había cubierto con la mano, ni había desviado la mirada.

-Mi madre me dijo que no aceptar cumplidos era de mal gusto, así que ¿Gracias?- le dijo mordiéndose el labio inferior y bajando la mirada. No era coreografiado, realmente era demasiado pudibunda, por toda una vida de ser así. Aunque claro, tenía una idea perfecta de a dónde estaba llevando todo eso, y sobre, todo, a dónde quería que fuera. Dio unos pasos hacia él, empujándolo suavemente como para que terminara sentado en el sillón y se dio un poco de risa a sí misma, cubriéndose el rostro con la cara antes de sentársele encima, con delicadeza, como si estudiara todos sus movimientos. Su falda se había subido hasta el punto donde él la había acariciado sobre la tela en ese movimiento. Se inclinó para besarlo de nuevo, muy suavemente, olvidándose por completo de los vasos que había servido.

-Ay, dios, voy a decir algo que es un gran lugar común pero… yo no suelo hacer estas cosas…- empezó a decir, medio riéndose y besándolo de paso -Olvida eso, es la moral, una tontería. No te vayas ¿Sí?- No

No pensaba que sus actitudes tímidas formaran parte de un repertorio o de una actuación muy bien planeada para enloquecer a cualquiera. No la imaginaba estudiando los fetiches de los hombres que, como él, pensaba que las inocentes eran más abiertas en el terreno sexual. Birdie era demasiado guapa para ser inexperta, imaginaba la cantidad absurda de tipos que habían buscado meterse en su cama, pero de todos modos seguía manteniendo una muy honesta aura de inocencia y timidez. Esa era una combinación ganadora.

Se dejó empujar y notó que todos sus movimientos eran elegantes. La rodeó por la cintura, y correspondió el beso como había hecho antes. Le gustaba que lo besara con esa suavidad y esa calma, como si tuvieran todo el tiempo del mundo, como si fuera muy segura de si misma. Aún con eso le sonrió cuando le decía que no solía hacer esas cosas, porque le creía totalmente. Le acarició el cabello otra vez antes de estirarse para alcanzarla y volverla a besar.

-No me vas a creer, pero yo tampoco.

Acarició su nuca con una mano, con la otra empezó a recorrer sus piernas hasta donde la falda comenzaba a enrollársele. No mentía, él tampoco estaba acostumbrado a eso, había sucedido con Zelda pero no era una práctica común. A lo mejor se estaba volviendo loco. Metió la mano bajo su falda para sentir su trasero, y la atrajo aún más hacia él.

-Además tienes que saber que estoy con alguien.

No le dijo que con la madre de su hijo, para ser exactos, pero ella podía hacerse a la idea si quería. Estaba siendo honesto, no para ahuyentarla, sino para ver si eso se volvía un incentivo de algún modo. Abrió el primer botón de su blusa y comenzó a besar la piel que iba quedando descubierta.

-¿Eso es un impedimento para ti?

Claro que le creía, no sólo por que era lo más conveniente para no ponerse insegura en ese momento, sino por que de verdad pensaba que era un tipo decente y también bastante franco. No le había ocultado en ningún momento que tenía un hijo, que por supuesto que existía alguna clase de relación bastante presente con la madre y que tenía una vida complicada en la que no se la pasaba de aventura en aventura. Se dejó llevar por las caricias lentas en su cabello, sonriendo sutilmente y volviendo a besarlo, antes de que, por si hacía falta, quisiera dejar las cosas claras.

Se peinó el cabello detrás de la oreja y se estremeció al sentir el roce de su mano sobre su piel. No estaba resistiéndose en su lenguaje corporal, muy por el contrario. La verdad se sintió ligeramente culpable por estar en esa situación (y el hecho de que lo estuviera disfrutando) y por un momento pensó que sería mejor no complicarse ni complicarle la vida, antes de que empezara a abrir los botones de su blusa.

-Bueno… a menos que sea más bien tu manera de decir que para ti sí lo es…- le respondió. No era una gran experta, pero los años de ingenuidad habían pasado y sabía que muchas veces los hombres preferían provocar una negativa en alguien que decirla ellos mismos, sobre todo tratándose de mujeres. Pero decidió que no era el caso.

Abner era guapo, educado, le parecía muy listo y también muy interesante, pero por alguna razón nunca se había planteado la idea de que de verdad le atrajera como su crush de la oficina. De hecho, de gustarle de ese modo, estaba segura, sería doblemente tímida y no tendría ni de cerca la relación de compañeros que tenían en el Ministerio. Se sentía audaz, la vida era corta, se empezaba a sentir demasiado corta trabajando y empezando a ser una adulta. Movió ligeramente las caderas para provocarlo, antes de esperar su respuesta aunque, pensaba, si no quisiera que ocurriera nada ni siquiera hubiera llegado hasta ahí.

Le sonrió por su respuesta. Al escucharla no pudo hacer más que seguir el camino descendente de sus labios por sobre su pecho hasta terminar de abrir su blusa, y apretar después la piel de sus muslos al sentirla moverse sobre él, provocándolo. La miró de nuevo. Aunque su manera de plantearle las cosas había hecho que al final él mismo se cuestionara lo que estaba haciendo, y las razones, no iba a detenerse en ese momento. Birdie era guapa, le gustaba y quería tenerla, aunque fuera esa única vez, si había consecuencias ya lidiaría con ellas después.

Acarició su nuca y volvió a atraerla hacia él para besarla más, parecía no tener ninguna prisa mientras recorría su cuerpo con ambas manos, aumentando la agresividad de sus caricias, que habían perdido todo rastro de timidez luego de lo dicho. Hizo su sostén hacia arriba y pasó la lengua por sus pechos, deteniéndose en ellos mientras buscaba comprobar con los dedos si estaba mojada para él, acariciándola por encima de la ropa interior, aunque esa falda se hacía cada vez más estorbosa para él.

Maniobró para cambiar de posición, de modo que pudiera recostarla sobre el sofá y él mismo pudiera desplazar su falda hasta sacársela por completo. Le gustó demasiado aquella visión, de ella vestida a medias, haciendo algo indebido, tanto que se sintió a punto de perder el control, de olvidarse de cualquier preliminar, pero encontró la paciencia para acariciar sus piernas, se había fijado ya en que tenía piernas bonitas aunque las faldas que llevaba al ministerio no solían ser demasiado cortas. Mordisqueó sus muslos antes de hacer una última petición.

-Te quiero arriba de mi.

Quería verla en esa perspectiva dominante con su cara de niña buena y su cabello ligeramente revuelto. Había intentado borrar deliberadamente de su mente que estaba haciendo algo que definitivamente no debía hacer, para solo tener la visión de sus muslos, de su piel y de la tela de su ropa interior, que comenzó a quitarle después de su exigencia.