Un gran error

Desde aquello con el tal Alfred había evitado la universidad, en parte por el hechizo de Blackburn que sólo le sirvió para ejercitarse pero que lo hizo totalmente inútil en otras áreas. Se había quedado en casa de sus padres porque en su piso no tenía elfos ni toda la ayuda que ahí sí y la verdad con todo lo de la maldición aquella prefería estar cómodo. Luego se quedó otro par de días porque entre un evento y otro no había tenido tiempo de irse, ni había acomodado todo el contenido de su maleta.

Fue por eso que allí recibió a Olivia, siempre era un gusto hablar con ella porque conocía a todas las personas que él conocía, asistía a los mismos eventos y se interesaba por las mismas cosas, como el libro que había ido a bajarle porque estaba seguro que le encantaría.

Se rió con sólo ver la portada. El libro aquel estaba escrito en la narrativa más pobre por la nueva esposa de Frederick Klein, un compañero de ambos que ahora había dedicado su vida a una chica sin futuro a la que le compraba sus caprichos, como el ser ahora escritora. Hasta le habían regalado una copia autografiada.

Se había demorado un poco más porque lo atacó un pensamiento breve en el que se veía invitando a Olivia a salir, pero se esfumó, eran amigos y no iba a arruinar eso. La adoraba y parecía hacer que todo mejorase con el sólo hecho de que saliese de sus labios. Basta, se dijo a sí mismo negando con la cabeza, porque era una locura.

Cuando estaba por bajar las escaleras se encontró con Olivia y sonriendo se acercó a ella.

-¿Qué haces aquí? No me digas que ya llegó Lord Greenwich con sus historias de cacería. Te invito a comer algo, encontré un sitio muy bueno el otro día; hay una fiesta en la noche en casa de Layla, también podemos ir.-sólo debía darse una ducha y cambiarse, ella como siempre estaba perfecta.-

A veces le parecía que Olivia fácilmente podría manejar su vida dejándole a él cosas menos complicadas con las que tratar, realmente parecía irreal esa coordinación que tenían pero eran los años que llevaban de conocerse y de soportar esas ridículas cenas juntos, ella siempre le ayudaba a controlar cualquier impulso que estuviese fuera de lugar o por lo menos a controlarlos.

Se le quedó viendo durante algunos segundos antes de bajar, apenas caía en cuenta de lo que le había dicho acerca de Zelda y le pareció realmente extraño tener a la semiveela en su casa. No la había visto desde el baile y había creído toda posibilidad con ella disminuida, al menos hasta ese momento. Siempre le había gustado, era evidente, pero no tenía idea de qué podía ser tan grave como para haber ido hasta su casa.

Bajó las escaleras y le encargó al ama de llaves que se ocupe personalmente de que Olivia estuviese cómoda, prefería dejarle a alguien a cargo porque a veces los elfos podían ser difusos. Bajó las escaleras con cierta prisa y con una sensación similar a la ansiedad recorriéndolo. Algunos decían que nada bueno se podía sacar de una veela o una semiveela, él no creía eso pero aún con la seguridad que le daban sus ideas propias se le vino eso a la cabeza.

-Hola Zelda, ¿cómo te va?-se acercó a saludarla y le indicó en dónde estaba la sala para que fuese con él, no creía que fuese a decirle alguna cosa sin importancia, de otro modo hubiese bastado con esperar a que llegase a Brigantia o con un Patronus.-¿Te provoca algo para tomar? ¿O algo de comer?

Ya había un elfo doméstico abajo esperando por la respuesta de Zelda, mientras tanto George luchaba por no preguntarle sin más qué es lo que hacía ahí, sonaba pésimo el decirle algo así porque sí pero no dejaba de pensar que había sucedido alguna desgracia. Quizá era algo acerca de Mayer, había escuchado que los habían visto juntos últimamente, probablemente fuese a abogar por su idiotez.

No se imaginaba qué había visto una chica como él en el tipejo aquel pero quizá se lo fuese a contar, esperó a que tomase asiento para hacer lo mismo, sentía que se estaba comportando con demasiada formalidad pero la tensión que comenzaba a sentir lo ameritaba. No era como estar en Cerridwen para decirle que mejor fuesen por una cerveza.

-Viniste a visitarme luego de haberme cambiado por….¿cómo se llamaba? ¿Bruce?

Todo todo estaba mal! Y sobre todas las cosas que estaban mal, lo de Zelda estaba peor peor. Todo lo que incluía esa pelirroja hermosa, entre eso la discusión con James que le había contado de primera mano, después de muchos ires y venires y otras cuestiones que mejor ni recordar. Y él con su buena voluntad, sin querer hacerla enfadar diciéndole que ella no tenía que dar más explicaciones a nadie. Que era SU vida y solo suya, y los demás que se arreglasen con su mente y sus problemas. Y por alguna razón idiota, aunque en un principio creyó que ella entendía y acataba sus palabras como ordenes, al transcurrir de las horas ya no estaba tan convencido de que podía dejar sola a Zelda con todo eso y retirarse a vivir su vida.

Así que volvió sobre sus pasos literal, (primero al departamento de Zelda en el que no había nadie) y metafóricamente de las decisión que había Alf tomado en el apuro, a buscarla también en la casa de su padre con una rosa roja de ficción y demás juguetes de Zonko, para empezar a preocuparse cuando tampoco la encontraba ahí y se desquitaba sus ganas con la elfina rusa que era una buena para nada - Ve a buscala! y dime donde está! - y patada al culo de la elfina y esta desapareció. Aprovechó el tiempo prendiéndose un cigarrillo, pispeando la casa gigante esa y esperando con creciente desesperación que el animalejo ese volviese con un dato útil y no diciéndole que Zelda estaba en Canada! porque hasta Canadá no la iba a seguir... O si. Bueno nada! que apareciera el bicho. Y el bicho apareció y de solo escuchar dos palabras, una dirección y un punto de referencia conocido, ahora fue Alfred a punta de varita el que se esfumó, cigarrillo incluido para dar de lleno con el culo enfrente de la casa del puto de Jorge.

No sabía que esa era la casa de Jorge, no sabía que Zelda no le estaba haciendo caso, solo sabía lo que la elfina dijo, que la pelirroja estaba allí dentro y le era suficiente para levantarse de un salto y acercarse a la puerta, con su cigarro en una mano y su bolsita de juguetes en la otra. Pero en vez de tocar la puerta se fue escabullendo por donde podía pasar, saltando un arbusto, trepando una estatua y reptando por una coniza, pues tenía que averiguar antes de actuar. Capaz y era una casa mágica de depilación y él molestando ahí como un loco. En eso una ventana y allí unos sillones y allí Un Jorge. PUTA MADRE! no! la pelirroja no le había hecho caso.

De inmediato rebuscó entre sus cosas nuevas, tomó unas Orejas extensibles y se puso a escuchar.... no no no no no... Negaba con el rostro y... AHora James ahí? Eso no daba para más iba a entrar!

// en cuento pongan la tienda me descuento los galeons por las orejas extensibles//

Se quedó esperando su respuesta, expectante pese a que sus palabras habían salido en un tono casual. No se esperaba aquel torrente de información, ni siquiera su semblante pudo haberle hecho adivinar lo que se le venía encima. Acababa de llegarle su café y le dio un sorbo antes de devolverlo porque estaba aguado, volteó a ver a la semiveela justamente cuando comenzaba a hablar.

Le restó importancia a la interrupción con un movimiento de mano porque a Olivia la podía ver siempre, de hecho hasta cuando no lo planeaban, el día que no se la cruzase comenzaría a preocuparse. Olivia deshabitó pronto su mente porque el tono de la conversación se tornó algo lúgubre, ella comenzaba a hablarle de una pelea con James y se imaginó que iba a decirle que quería volver con él y no entendía en qué acababa él metido, a menos que fuese él quien le interesaba.

De todos modos aquello no calzaba entre lo que seguía, le recordó lo de hacía dos años cuando acabaron acostándose en la habitación de los padres de Zelda luego de hablar como por una hora de lo mal que estaba ella y acabasen halagándose mutuamente, besándose, tocándose y follando como si todo lo demás hubiese sido un camino hacia ello.

Ella era una semiveela, le había encantado desde que la conoció pero por respeto a James nunca hizo nada hasta ese día. Las cosas habían sucedido y ya, jamás plantearon el tener una relación porque era muy reciente lo de James y dejaron pasar el tiempo, las cosas simplemente avanzaron.

El que ella hubiese estado embarazada le cayó como un balde de agua fría. ¿Sabía lo que estaba diciendo? ¿Un hijo suyo? No se puso pálido pero su expresión se había congelado, tuvo que parpadear un par de veces para poder enfocarla bien, debía estar bromeando. Jamás supo nada, unos segundos bastaron para saber por qué, lo había perdido.

Se adelantó hasta el sillón en el que estaba ella, tomó sus manos entre las suyas y le besó la mejilla, intentando reconfortarla de algún modo. No sabía qué decir, ni siquiera si hubiese sido mejor saberlo o si eso fue lo mejor, pero el hecho de saber que ella había llevado algo tan suyo simplemente lo quebró.

-Oye, cálmate, te voy a traer un té y podemos hablarlo.-volteó cuando esa carcajada que no reconoció hasta que vio a James, inicialmente creyó que venía a decirle alguna otra cosa y que no supo que era mal momento, ni recordó que había peleado con ella, sólo le vino a la cabeza cuando le soltó aquel comentario.-

Se paró inmediatamente y dio grandes zancadas hacia él, fue algo instintivo, en ese momento sentía que Zelda era la criatura más vulnerable de la tierra, punto.-Es un tema delicado, o te controlas o te largas. ¿Te pidió que vinieras?

Las cercanías entre Jorge y Zelda lo pusieron de malas. Fue ahí que entendió, que con toda la estupidez del mundo, él se había hecho una película donde Jorge reaccionaba peor o igual que James y no así. No amistoso, no cariñoso, no tomando a la pelirroja de la mano, menos aun besándola aunque fuera en la casta mejilla. Pero él era el enloquecido, él no debía estar ahí, ni debía involucrarse en temas que no eran suyos y donde nadie lo reclamaba. Definitivamente no tendría que estar como estaba, LOCO sin haberse dado cuenta, persiguiendo a la pelirroja con una flor de chiste en los bolsillos comprada especialmente para ella.

Era su sangre veela y ahora que había vidrios y metros de por medio, todo parecía más claro y era buen momento para huir. Huir tal cual! Y ahorrarse problemas. En que había estado pensando?! Si Jorge iba a ser la pareja de baile de Zelda! En que estaba pensando si él ya sabía que esos dos se traían algo entre manos y bragas desde que la pelirroja había dejado a James! Se golpeó la frente con la mano cinco veces, la última estrujándose la cara entre los dedos hasta mordérselos y distraerse de nuevo porque Zelda se veía tan hermosa con varita en mano y esos aires de "me asusto y te mato, James!"

Tomó su varita por pura precaución, de nuevo sin pensar, de nuevo pensando mal mejor dicho, decidido a intervenir. Pero se maldijo para sus adentros, hizo de tripas corazón y se lanzó al precipicio literal, cayendo del alfeizar de la ventana hasta el jardín y sus arbustos espinosos. Tenía que largarse de ahí. Él no pintaba nada ahí. Se rascó la cabeza y otras partes, volvió a voltearse y a saltar solo por verla una vez, más para asegurarse si en esos segundo que él no había controlado, Zelda había sucumbido ante la locura y necesitaba que él la llevase a San Mungo o a su casa o a las Vegas o a donde fuera. Pero no. Zelda no necesitaba eso de él, estaba el puto de Jorge para defenderla.

Emprender la retirada silbando bajito... necesitaba uno de sus canutos especiales... y eso hizo, varita en mano prenderse uno. Y con la otra, mearle los rosales a Jorge...

James era buen amigo suyo pero no veía en qué punto podía haber comenzado esa patanería dirigida a la pelirroja. Conforme iba hablando él entendía mejor de qué se trataba todo eso, su presencia no estaba injustificada aunque su casa ahora parecía el escenario elegido para el circo. Incrédulo volteó a ver a Zelda cuando James le soltó lo de que intentó hacerle creer que era su hijo. ¿Era en serio esa novela?

La reacción de Blue poco a poco parecía ser más justificada, parecía que comenzaba a encontrarle razones a su furia, esa que inicialmente le atribuyó a esos impulsos que ya le conocía. No acababa de entender por qué salía en ese momento el asunto del hijo pero el haber escuchado que fue un hijo suyo, no se imaginaba con un niño propio en brazos, no sabía cómo sentirse respecto a haberlo perdido.

Se quedó callado escuchando, se sentiría ridículo pidiéndole a James que repita la historia, por eso le prestaba atención. Cuando volvió a voltear hacia Zelda ya con un fastidio creciente simplemente se aplacó por ese algo de veela que tenía, era como si la furia de James se hubiese instaurado en él pero para jugar a las cartas, no para crearle una reacción hacia la madre de un hijo con varios padres.

-A ver Zelda, explícame esto. ¿Es hijo mío, de James o de cuál otro? Porque viniste aquí hecha un manojo de nervios a joderme el día o a soltarme una verdad, una de dos. ¿A James ya le dijiste lo mismo? No sé, ¿esperas que alguien lo asuma o sólo tenías ganas de jugar?-porque así eran las semiveelas, impredecibles, podía ser un simple juego que a ellos dos les importaba realmente porque ya a cierta edad significaba algo el haber sido el padre de algo.-

La miraba con un reproche que se quedaba en eso, nada de miradas furiosas, podía ser por ese efecto que siempre tuvo sobre él o porque seguía como en el limbo de esa situación sin acabar de entender en dónde figuraba él junto a James.-Cálmate James, anda bebe un whisky o lo que quieras del bar.

Bueno, podía ser que Zelda ni supiese de quién era, sólo habían pasado unos días, quizá una semana o dos luego de que ellos terminasen para que George se acostase con la semiveela sin remordimiento alguno. De todos modos había evitado comentárselo a Blue porque si bien no era algo así como una falta grave tampoco iba a sacar el tema si no tenía que hacerlo.

-Anda, empieza.