Explícate

Las vacaciones le habían venido bien para tranquilizar los estragos que había hecho en ella un final de semestre algo convulso. Y de algún modo lo había conseguido, porque al menos ahora que había vuelto ya no se sentía en la necesidad de estar evitando a nadie, hubiera pasado lo que hubiera pasado. Era adulta e iba a comportarse como tal.
Aún así, todavía dudaba de querer escuchar las explicaciones que Kristján parecía querer darle, y aún cuando le había dicho que se verían un día para desayunar para poder hablar en calma, sin un antro lleno de góticos a sus espaldas y James usando el claxon de un taxi muggle sin parar, ahora ya no lo tenía tan claro.

Al final había enviado aquella lechuza que llevaba unos días demorando. Quizás si lo dejaba explicarse podría dar por finalizado ese asunto y seguir adelante. Así que le había escrito que aquella mañana estaría desayunando en la cafetería de la universidad. Ni siquiera lo citaba en firme, sólo le decía que estaría ahí y si seguía con ganas de explicarse que fuera y si no, pues que ya se verían por el campus. E incluso había llevado con ella su viejo ejemplar de ‘Orgullo y prejuicio’, un libro que a pesar de haber leído miles de veces siempre conseguía sacarle una sonrisa, ñoña como era.

Apenas eran las 8 cuando entró en la cafetería. Había solo un par de chicas en una de las mesas del fondo y quién atendía la barra aquella mañana, al que se acercó para pedirle un café con leche y un muffin de chocolate y nueces, porque a pesar de ser inglesa nunca se le había dado bien lo de empezar el día con un típico desayuno inglés, y mucho menos con té, bebida que no la convencía en absoluto.
Fue a tomar asiento en una de las mesas, alejada de las dos chicas que también desayunaban, porque no le apetecía tener oídos indiscretos, porque a nadie le debían interesar sus asuntos.

Abrió el libro y apenas había leído un par de párrafos que el camarero le sirvió lo que había pedido. De forma casi automática se llevó la taza a los labios, y tuvo que soltar una maldición cuando se dio cuenta de lo caliente que estaba. La dejó de nuevo sobre la mesa y se dedicó a remover el líquido oscuro con la cucharilla mientras seguía leyendo. A cada par de frases o así iba levantando la mirada para vigilar la puerta, todavía sin estar segura de si él iba a ir o ya había cambiado de opinión con respecto a las explicaciones.

’Si que ha venido’ fue lo primero que pensó, y ni siquiera sabía si eso era algo bueno o algo no tan bueno. Pero al menos la sonrisa que le dedicó entonces si era de verdad, no como en el Batcave donde las había tenido que fingir. Los días había pasado para bien y en cierto modo se alegraba de no haber coincidido con él hasta entonces. De un modo u otro, si hubieran tenido aquella conversación antes seguro que habría terminado gritándole cosas que en verdad no sentía, llevada por el despecho.

- Bien. Creo que me ha sentado bien huir de Londres y de mis padres. – si, se sentía un poco extraño empezar con conversación casual, pero de hecho era aquello lo que quería. Normalizarlo. Que se pudieran saludar, que pudiera ir a interesarse por si tenía ofertas de equipos de quidditch, pedir favores sin que se sintiera algo raro… Si iban a seguir viéndose porque tenían círculos de amistades parecidos había que hacerlo.

Hasta se rió un poco cuando le oyó decir que creía que lo del desayuno era mentira. A decir verdad ella también había estado dudando sobre si debía enviar aquella lechuza o no, pensando que si lo dejaba pasar, eventualmente él se olvidaría del tema y ya serían unas explicaciones que nunca llegarían. Pero al final… Bueno, de algún modo u otro había terminado por aceptar que quizás les vendrían bien a los dos.

- Fuimos a llevar a Darren a casa. No se tenía ni en pie, y alguien debía arrastrarle a que se diera una ducha. – respondió escuetamente, sin contarle todos los detalles de lo que habían hecho exactamente en casa de Darren, los jueguecitos, los retos y todo lo demás. No quería volver aquello más raro de lo que ya era – Y te lo dije esa noche y te lo vuelvo a decir. En verdad no hace falta que me expliques. Son cosas que pasan. Y seguramente si lo hubieras intentado antes te hubieras encontrado con una versión mucho más furiosa de mi misma, gritando incoherencias y esas cosas, así que supongo que es bueno que dejaras pasar algunos días. - rompió su muffin con los dedos y se llevó un trozo a la boca, masticando con cuidado. Estaba esperando que él pidiera algo de comer, pero no parecía que tuviera intención de hacerlo. – Pero si tú quieres hacerlo pues… te escucho. ¿No vas a pedir nada para desayunar? - sólo esperaba que aquello en verdad sirviera para normalizar las cosas.

Cuando él se inclinó hacía delante para verla directamente a los ojos dejó de lado su desayuno, porque aunque no necesitaba aquellas explicaciones se sentían lo suficientemente importantes. Y al comienzo en verdad no sabía como sentirse, con esa declaración que le gustaba y que había estado a punto de pedirle que fuera su novia, pero ah, lo de después le dio sentido a todo, de repente.

No le era algo desconocido ni mucho menos lo de enamorarse de alguien que era tu amigo desde hacía como mil años. Ella misma había pasado por eso con Darren, antes de darse cuenta que una vida de amistad y creer que era tu media naranja no te aseguraba absolutamente nada, pues al cabo de poco tiempo él se había ido detrás de una semiveela. Evidentemente no era algo que le fuera a decir a Kristján, pues después de todo, no era tan cruel para arruinarle su recién estrenado noviazgo. Tal vez si hubiera alguien que eso del amor con alguien que había sido tu amigo de toda la vida si le funcionara.

- ¿Sabes? Yo estuve en esa situación, sólo que era la eternamente enamorada de mi mejor amigo. Así que supongo que lo entiendo. Sé que estas relaciones de tantos años pesan muchísimo, más que cualquier otra cosa. – reconoció con un suspiro. Iba a añadir que además era un sentimiento que parecía no abandonarte jamás, por mucho que la otra persona te hubiera pisoteado el corazón, pero le pareció demasiado. Era poner demasiado a prueba la nueva normalidad que estaban instalando el empezar a hablar de sentimientos – Tu también me gustas mucho, y seguramente si me hubieras pedido salir te hubiera dicho que si. Estuve un par de días creyendo que te habías reído de mi, no voy a engañarte… Pero al final hay que ser coherentes, nos conocíamos desde hacía como cinco segundos, tampoco es para odiarte durante toda mi vida. Fue breve pero tampoco estuvo tan mal, ¿no? – sonrió, porque al menos ella, ahora que lo podía ver todo en perspectiva y ya no estaba cabreada no se arrepentía de aquella mañana en su habitación, para nada.

Dio un sorbo a su café mientras sentía que todo estaba un poco mejor entre ellos. Ella podía entender sus razones y él sabía que no había rencores por su parte, y que no tenían porque evitarse. No tenía sentido en pensar en los ‘y si…’ que la habían estado acompañando desde hacía días. ¿Y si se hubiera tomado la molestia de conocerlo antes, en Hogwarts? ¿Y si nunca hubiera topado con él en la enfermería? ¿Y si Jessy nunca le hubiera insistido sobre la buena pareja que hacían, que quizás hubiera hecho que pensara en el islandés más de la cuenta? No, sin duda no tenía ningún sentido. Las cosas eran como eran, y ya.

- A veces dejar de huír de lo evidente se siente terrorífico. – dijo, pero era casi más para si misma que para él, y no esperaba que la entendiera. A veces ni ella misma lo hacía.

- Tengo una teoría. Si no estás aterrado es que la otra persona no es lo suficientemente importante para que te importe. Y entonces ya no vale la pena intentarlo. – si, ya sabía que era una ñoña sin remedio, y que sus ideales de romances intensos y que no terminaban nunca acababan por espantar a más de uno. Pero ahora que ya no había opciones de romance con Kristján podía hablar de ese tipo de cosas, ¿verdad? O sea, sabía que había temas sensibles que todavía era pronto para tocar. Sin duda no iba a mencionar nada de Darren de momento. La verdad, había pensado que le sería más complicado oír que estaba aterrorizado pero que tenía buenos presentimientos refiriéndose a la relación con otra mujer. Pero ya no le importaba tanto. Evidentemente tenía razones de peso para que ya no le importara, sobretodo desde la noche del Batcave, que había resultado ser la noche más larga de toda su vida, pero le gustaba pensar que si no también habría sido lo suficientemente madura como para superarlo.

Le sonrió ante el cumplido que se veía más guapa. Siempre era bueno oír ese tipo de cosas porque a pesar de lo que muchos pudieran pensar, su autoestima no era tan ilimitada como para no necesitara recolectar de vez en cuando algún cumplido gratuito. Pero el caso es que nunca sabía que debía decir ante algo así. Gracias siempre sonaba demasiado pretencioso.

- Bueno, tu también estás más guapo ahora que estás comprometido. Quizás haya sido bueno para los dos que la cosa no haya salido bien. Hemos aumentado en guapura. – ya no les quedaba más que bromear del asunto, así que eso pensaba hacer – ¿Sabes? He intentado recordarte en Hogwarts, y no he podido. Ni siquiera sé porque no me fijé en ti. Mis primeros recuerdos tuyos son en la boda de los Alechinsky.

Ni siquiera sabía porqué lo mencionaba. Había habido unos días en los que se había preguntado el porqué no se había tomado la molestia de conocerlo en el colegio y como si lo hubiera hecho tal vez ahora las cosas fueron distintas. No importaba mucho ahora, pero se había dado cuenta que no había reparado en su presencia, y no alcanzaba a entender el porqué. Quizás influía mucho el hecho de que hubiera pasado gran parte de su paso por el colegio enamorada de una misma persona.

- ¿Crees que cuando deje de ser raro e incómodo podríamos encontrar un hueco para continuar con las clases anti miedo a las alturas? Quizás todavía estoy a tiempo para dedicarme al quidditch profesional. – porque a pesar de todo, aceptar su ayuda en lo de superar su miedo a las alturas no había sido sólo un truco para mantener su atención, sino que en verdad era algo que quería hacer. Quería dejar de ser una boba con miedo estúpidos, y nadie había conseguido que no enloqueciera a tanta altura como había conseguido con él. Sólo que tal vez en próximas ocasiones lo harían en escobas separadas.

- Ni te preocupes, tu pulcra imagen continua intacta. – le siguió la broma, pero la verdad era que en ese momento se había dejado llevar por las opiniones populares que lo tachaban de borracho, de tener problemas de drogas y de quién sabe cuantos problemas más, pero eso no iba a decírselo, menos ahora que parecía bastante más entero que por aquel entonces.

Intentó recordarlo como el novio rapado de Frances, el de pocas palabras, y tal vez eso si evocó un recuerdo borroso de Kristján por ese entonces. Sin embargo tampoco se había fijado en él más que para saber que no hablaba porque era de algún país exótico. Ahora todo tenía sentido.

- ¿Te costó mucho el inglés? Más que las inglesas en cualquier caso, seguro. – porque no parecía el tipo de chico que tuviera demasiado problema en conseguir cualquier chica de la que gustara, hablara su mismo idioma o no. Quizás hasta tuviera un morbo añadido tener que comunicarse por signos.

Ni siquiera notó que él miraba alrededor como paranoico, porque había vuelto la atención a su desayuno. Ahora que parecían haber aclarado todo podía terminar de comerse su muffin en paz, porque si hasta aceptaba seguir ayudándola con su miedo a las alturas es que definitivamente estaba todo olvidado.

- No. Me he mantenido alejada de las escobas. Todavía no les tengo el aprecio suficiente. ¿Debí haberlo hecho? Es que nunca encuentro el momento. – incluso hubiera puesto la excusa que no tenía escoba propia para practicar, pero había mil personas que podían prestarle una, así que aquello tampoco servía. Era más bien que a pesar de todo, aún cuando había podido elevarse unos metros sin enloquecer, no le gustaba ni un poco, y el solo hecho de repetir aquello que había conseguido la producía ansiedad suficiente como para correr en dirección contraria o al menos tener ganas de hacerlo – De todos modos si esto funciona te deberé la vida, así que si algún día tienes algo que te cause trauma o miedo, piensa en mi. No soy experta pero… A veces hasta doy buenos consejos. – no lo decía para nada en concreto, ni con ninguna doble intención, sólo quería que la tuviera en cuenta para la ayuda que necesitara.

Rodó los ojos cuando él presumió de no tener ninguna cosa que le diera miedo o le causara trauma. Seguramente ella podría hacer una lista entera de varios pergaminos de longitud si empezar a enumerar todo lo que la ponía nerviosa o que le daba miedo. Y a pesar de todo ella era la que se había pasado siete años siendo Gryffindor, aquellos de los que decían que eran valientes sin temor a demasiadas cosas.

- Ya, enséñame como lo haces. Podria borrar diez o doce miedos de mis listas. – bromeó, y habría dado un sorbo a su café de no ser porqué entonces su paz y el relajado ambiente que habían logrado instalar entre ellos se rompió con la llegada de Bruce. Y la verdad que no daba crédito a lo que oía.

Según ella habían dejado las cosas arregladas varios días atrás, cuando hasta habían cenado juntos en aparente paz. Así que no tenía ni la menor idea a que venía todo aquello en esos instantes, igual que no tenía idea a que habían venido los reclamos con los que casi la había calificado de zorra o algo peor unos días atrás en su cuarto.
Y más estaba sorprendida por la mención de Darren en todo aquello. O sea, no es que hubieran mantenido en secreto con nadie que estaban saliendo pero tampoco es que lo hubieran publicado a los cuatro vientos. ¿Cómo había podido saberlo? ¿Y porqué lo mencionaba ahí con toda la tranquilidad del mundo, cuando ella había evitado expresamente hablar de nada relacionado con eso por creerlo demasiado reciente y delicado para dejarlo caer en su primera conversación civilizada con Kristján después de todo el desastre?

- ¿Qué diablos te pasa? Darren no ha cagado nada y no estoy en ninguna gira. ¿Qué crees que significa tener una relación, que ya no puedas hablar con ningún otro hombre en el mundo? Porque no sé si te das cuenta o estás en drogas y tienes alucinaciones, estamos hablando no teniendo sexo sobre la mesa. ¿A que viene toda esta mierda? ¿Por qué no te sientas e intentas calmarte? Porque te juro que voy a abofetearte si no lo haces, y me importará bien poco que estemos en público – porque si él estaba claro que andaba enfadadísimo por a saber que cosa que todavía no comprendía, a ella no le había caído nada bien aquella interrupción, no por la interrupción en si, sino por el tono de sus palabras. ¿¡Con qué derecho se presentaba ahí y le montaba ese tipo de escenas!?

No daba crédito a lo que estaba sucediendo frente a sus narices. No entendía qué problema tenía Bruce exactamente, a pesar que tal vez había sido algo egoísta con él, buscándole siempre que no tenía ningún hombre en su vida y olvidándolo un poco cuando si tenía pareja o pareja potencial. Pero ella no lo hacía a mala fe, porque en verdad le gustaba pasar tiempo con él, o al menos eso era antes de que enloqueciera de un modo que nunca antes había visto.

No le había pasado por la cabeza que él todavía pudiera sentir cosas por ella. Lo suyo había pasado hacía años y de una forma que a ella en lo personal nunca terminó de parecerle real. Todo empezó como una mentira para que las harpias de sus primas no pensaran que eran incapaz de retener un hombre a su lado, y aunque lo habían alargado un poco más allá de eso, nunca consiguieron hacerlo funcionar. Su amistad había resultado cómoda desde entonces y ya no había vuelto a hablar del asunto, así que ella había creído que estaba todo superado y perdonado, y que ambos estaban de acuerdo en que no funcionaban como pareja, sino sólo como amigos. Así que no entendía aquella escena en lo absoluto.

Y estaba dispuesta a decirle que se fuera, ya completamente horrorizada por el desprecio que demostraba cuando sucedió. Bruce, la persona más pacífica que había conocido jamás lanzó un puñetazo directo a la nariz de Kristján, que hizo que Amy se levantara de la silla, como si la hubieran pegado a ella. Y seguramente hizo lo más estúpido que se podía hacer entonces, se colocó directamente entre ellos, porque la seguridad de que el islandés iba a devolverle el golpe diez veces peor que el que había recibido era más que clara en su cabeza.

- ¡YA BASTA BRUCE! Marchate antes de que esto se ponga feo de verdad. – le dio un empujón para que se alejara, esperando que con eso entrara en razón y no continuara buscando pelea con un jugador de quidditch que tenía el doble de músculos que él, pero seguramente era terriblemente optimista para pensar que ahí iba a quedar todo. Se giró un poco para mirar a Kristján, sintiéndose terriblemente mal por haberle dejado en esa situación, porque estaba claro que los problemas de Bruce eran con ella y no con él – ¿Estás bien? Lo siento, yo… No esperaba esto. – se disculpó sin saber exactamente qué decir.

¿Qué más podía pasar? Pues mucho seguramente, y tan rápido que ni siquiera pudo reaccionar hasta ver como la sangre caía directa desde la nariz de Bruce al suelo, a consecuencia del cabezazo de Kristján.
Sin saber exactamente que hacer tanteó el bolsillo de sus pantalones, dándose cuenta de que no había considerado necesario traer su varita a un desayuno inofensivo en el que se suponía que sólo tenían que aclarar las cosas con Kris. Y por su mala suerte no había sido la única que había creído que los hechizos podían ser útiles en su situación. El aguamenti de Bruce salió con fuerza de su varita, y aunque iba dirigido al islandés ella también terminó mojándose.

- ¡Ya basta! – porqué sin varita, se sentía tan inútil como una hormiga en lo que a detener esa pelea se refería, lo cual era todavía más frustrante si se tenía en cuenta que todo había empezado por su culpa en primer lugar (o bueno, si no por su culpa a causa de ella, ya que estaba claro que Bruce con quién tenía problemas era con ella o con su relación o quién sabía con qué).

Pero entonces el comentario de Bruce la hizo cambiar de idea. Sangre sucia. Aquellas dos palabras, aunque no estaban dirigidas a ella específicamente, le dolieron más que cualquier golpe o hechizo que pudiera llegar a recibir. Porque había creído que a él, que evidentemente tenía la sangre más limpia que podía tener, con una familia de puros magos, no le importaba que alguien fuera hijos de muggles o no. Por los dioses, si incluso le había llevado al mundo muggle miles de veces en sus citas. ¿Y ahora salía con eso?

- ¿Sangre sucia? – le empujó, sin importarle que él tuviera una varita en la mano y la suya estuviera en su dormitorio de Ogmios, considerablemente lejos de ahí – ¿¡SANGRE SUCIA!? – y ya no tuvo suficiente con empujarlo sino que tal y como había visto hacer en la tele le pegó un puñetazo tan fuerte como pudo en la mejilla.

No contaba con que la mano empezaría a dolerle tanto a ella como quería que le hubiera dolido ese golpe a Bruce, y casi de forma involuntaria se rodeó el puño con la otra mano. Darren le había enseñado como pegar, pero en esos momentos ni recordaba sus enseñanzas ni sabía si lo había hecho como se suponía debía hacerse.
Y entonces tuvo la seguridad que iba a llorar, mezcla de rabia, impotencia, enfado y dolor en sus nudillos. Y no, no iba a dejar que Bruce viera que había conseguido herirla ahí justo donde más dolía, así que decidió irse.

- El único sucio aquí eres tu. Eres un miserable. – y con esta última frase dirigida directamente a Bruce, prometiéndose que serían las últimas palabras que iba a dirigirle jamás, y ya aguantándose los sollozos, les dio la espalda y se dirigió a la puerta de la cafetería para irse.

Definitivamente iba a ser un mal día…