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Comprando el perdón
2 participantes
Brigantia86 :: Mundo Muggle :: Gran Bretaña :: Londres
Página 1 de 1.
Comprando el perdón
El semestre se había terminado, gracias a los dioses. Y aunque al principio no tenía la intención de pasar en casa todos los días, descubrió que esconderse refugiarse en casa con sus padres le era reconfortante. De hecho incluso tardó dos dias en pensar en todo lo que había sucedido la noche del baile y decidirse a enviarle una lechuza a Darren. Le debía tanto una disculpa por su comportamiento de loca desquiciada como un agradecimiento por todo lo que había hecho, y por haber estado ahí cuando más necesitaba a alguien, sin cuestionar el porque de todo lo que había hecho (por dios, si hasta lo había besado).
Aquello era todo lo que había escrito en la nota que había atado a la pata de su lechuza, ya que el resto era algo que prefería decir en persona. Y para eso estaba ahí, esperando.
Aquel era uno de sus lugares favoritos en esa época del año, porque instalaban una enorme pista de patinaje sobre hielo, y además de que le gustaba patinar, se entretenía mirando las parejas que se ponían ojitos y se sonreían mientras se deslizaban por encima del hielo. Había algo mágico en todo aquello, algo que le gustaba y que a la vez le hacía sentir una punzada de algo que no quería identificar en su interior, pensando en si jamás podría llegar a tener eso con alguien.
Hacía frío y a su alrededor todo estaba cubierto por un palmo de nieve, pero eso no la había detenido en lo de salir de su casa. En una mano llevaba una bolsa y la otra la llevó a un montón de nieve, que dejó que jugara a través de sus dedos enguantados. Y justo entonces lo vio llegar, otra vez sorprendentemente puntual. Esbozó una sonrisa y le tiró directamente a la cabeza el puñado de nieve con el que había estado jugando, antes de que él llegara a verla. Cuando Darren se giró para ver de donde venía la nieve levantó una mano a modo de saludo y le dedicó una sonrisa. Al menos no lo había asustado tanto en el baile como para que no quisiera estar más a solas con ella.
- Toma, un regalo de Navidad. - fue lo que le dijo después de haberlo saludado con un levísimo beso en la mejilla. Tan leve que apenas había llegado a rozar su piel - Bueno, en realidad es como agradecimiento y también como disculpa por lo del baile, por no haberme enviado al diablo con mis tonterias. Ya estoy centrada otra vez, en serio. No más cosas extrañas, lo prometo. - y sin más le tendió la bolsa. Dentro había una botella de ron que según su padre, que era el experto, era buenisimo (y carisimo, por supuesto) adornado con un lazo plateado y rojo, y la americana de su traje, que se había quedado durmiendo con ella en su habitación cuando él se había marchado, cuidadosamente doblada, el único recuerdo que quedaba de que aquello había sucedido en realidad.
--------"¿Podemos vernos? Estoy en Londres, en casa de mis padres. Te esperaré a las 5 en la pista de patinaje que hay al lado de la Torre de Londres. Avísame con tiempo si no puedes. Amy."
Aquello era todo lo que había escrito en la nota que había atado a la pata de su lechuza, ya que el resto era algo que prefería decir en persona. Y para eso estaba ahí, esperando.
Aquel era uno de sus lugares favoritos en esa época del año, porque instalaban una enorme pista de patinaje sobre hielo, y además de que le gustaba patinar, se entretenía mirando las parejas que se ponían ojitos y se sonreían mientras se deslizaban por encima del hielo. Había algo mágico en todo aquello, algo que le gustaba y que a la vez le hacía sentir una punzada de algo que no quería identificar en su interior, pensando en si jamás podría llegar a tener eso con alguien.
Hacía frío y a su alrededor todo estaba cubierto por un palmo de nieve, pero eso no la había detenido en lo de salir de su casa. En una mano llevaba una bolsa y la otra la llevó a un montón de nieve, que dejó que jugara a través de sus dedos enguantados. Y justo entonces lo vio llegar, otra vez sorprendentemente puntual. Esbozó una sonrisa y le tiró directamente a la cabeza el puñado de nieve con el que había estado jugando, antes de que él llegara a verla. Cuando Darren se giró para ver de donde venía la nieve levantó una mano a modo de saludo y le dedicó una sonrisa. Al menos no lo había asustado tanto en el baile como para que no quisiera estar más a solas con ella.
- Toma, un regalo de Navidad. - fue lo que le dijo después de haberlo saludado con un levísimo beso en la mejilla. Tan leve que apenas había llegado a rozar su piel - Bueno, en realidad es como agradecimiento y también como disculpa por lo del baile, por no haberme enviado al diablo con mis tonterias. Ya estoy centrada otra vez, en serio. No más cosas extrañas, lo prometo. - y sin más le tendió la bolsa. Dentro había una botella de ron que según su padre, que era el experto, era buenisimo (y carisimo, por supuesto) adornado con un lazo plateado y rojo, y la americana de su traje, que se había quedado durmiendo con ella en su habitación cuando él se había marchado, cuidadosamente doblada, el único recuerdo que quedaba de que aquello había sucedido en realidad.
Aspecto (más gorrito de lana y guantes)
Amy Jackson- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 19/11/2014
Re: Comprando el perdón
Las Navidades para Darren Brackminster se traducían a una secuencia de borracheras y resacas que nada tenían que ver con la festividad. Era buena mañana cuando su hermano menor, casi licenciado en Hogwarts, tocó la puerta de su pequeño departamento que el smertios poseía en el Callejón Diagón. Los golpes secos contra la madera hicieron gruñir a Darren que se removió bajo la manta que en su último aliento de cordura la noche anterior se había echado encima- La puta, ¿no tenéis otras horas que tocar los huevos? - refunfuñó aún sin moverse, pasando una mano por su dolorida cabeza para arrastrarla hasta su rostro. Más golpetazos y Darren se propinó una auto hostia en la mejilla para despertarse del todo. Maldito alcohol pero dulce tormento, ¿qué haría sin su musa etílica? Como los golpes no cesaban decidió ver quien era así que se levantó del sofá y se echó una ojeada solo para darse cuenta que aún llevaba la ropa de la noche anterior. Negó con la cabeza y sorteando las botas que había tirado de cualquier modo, fue a abrir a August.
- Eres un puto desastre.
- Shh, baja el tono - movió la mano de arriba parabajo en un gesto explicito de bajada de volumen antes de dejar pasar a August. Cerró tras él y fue directo hacía la cocina que compartía espacio en el departamento con el salón y la habitación. Sí, todo junto. Solo el baño se salvaba y daba intimidad - ¿Qué haces aquí? - bostezó y fue a prepararse el desayuno a las doce del mediodía pero no uno cualquiera, un café que preparó en una de esas cafeteras que se ponían sobre el fogón. El problema surgió cuando fue a verter el contenido y se dio cuenta que no había más. Buscó entre los cajones más café molido pero como prefería salir de fiesta a ir a hacer la compra, no tenía nada - En fin… - no, no se rindió. Era un hombre conformista así que echó agua en la parte baja, cerró la cafetera y usando los mismos posos que para las anteriores tazas, volvió a poner el café en el fogón.
- ¿En serio vas a beberte eso?
- ¿Por qué no? Se llama economizar. Me he hecho hippie - sonrío y fue a buscar el ron para acompañar el desayuno - ¿Me dices que haces aquí?
- He decidido casarme con Amanda.
- ¿Qué? - giró poco a poco su cabeza hasta dar con los ojos de su hermano, oscuros como la noche. Ladeó la cabeza e intentó procesar la información pero estaba demasiado sobrio para ello. Ni corto ni perezoso, desenroscó la botella y propinó un trago: Paladeó tras beber y asintió - Mejor. Ok. Te casas a tus dieciséis años.
- Sí y nuestros pa…
- Corrige.
- Mis padres - rodó los ojos - No están contentos con la noticia.
- Fíjate que novedad - no era extraño que la opinión de Darren chocara con sus parientes.
Tras servirse el café aguado con más ron que café, empezaron a hablar de cómo la negativa de sus padres había empujado a August a tomar la decisión de largarse de casa. ¿Y dónde debía acudir? Con su hermano. Darren accedió a ofrecerle la cama, porque él solía dormir en el sofá, si no ponía demasiadas objeciones a su desfasada vida y precisamente estaban discutiendo los términos del arrendamiento cuando el pico de una lechuza llamó su atención. ¡No se podía creer que alguien se acordara de él! Caminó presto hasta la ventana y desenroscó el mensaje que había atado a la pata del animal. Leyó la citación de Jackson sin moverse de su posición y sonrío ante el escrito antes de disculparse con August para irse a dar una ducha.
Puntual como un reloj, apareció varias horas después en un callejón cerca de la Torre de Londres vestido como un muggle más. Guardó la varita en la parte trasera de su pantalón y avanzó hacia la pista de patinaje donde Amy lo había citado. No tenía ni idea de porque quería verlo pero probablemente no era nada bueno aunque no tenía ni idea de que había hecho esta vez para que Jackson lo citara con tanta urgencia. Juraba por todos los Magos no haberse propasado ni un poco con ella la noche del baile. No más de lo que la morena había permitido, claro estaba así que su lechuza traía a Brackminster algo desorientado. Buscó a la morena entre la gente que se calzaba los patines y cuando no la halló, frunció el ceño. ¿Sería el día de los santos inocentes? No tenía ni idea de en que momento del año estaban. Tan pensativo estaba que a pesar de tener unos reflejos excelentes (cuando no estaban entumecidos por el alcohol) no percibió el amasijo de nieve hasta que colisionó contra su nuca. Un escalofrío recorrió toda la columna de Darren, devolviendo de forma brusca al smertios hasta la tierra.
Lentamente giró la cabeza y aunque ya imaginaba quien encontraría, sonrío cuando vislumbró a Amy moviendo la mano como saludo. Sonrío porque no parecía cabreada, claro estaba - ¿Un regalo para mi? - levantó ambas cejas sorprendido y terminó de girar todo su cuerpo para recibir gustoso el ligero beso - No me puedo creer esto. ¿Estoy aún borracho? - se pellizcó la mejilla y negó con la cabeza - No. ¿Es una broma? ¿Te vas a reí… - pero cuando abrió la bolsa y vislumbró una botella del mejor ron, los ojos se le iluminaron en pura ilusión de fiestas. ¡No había mejor regalo para él! - Todo lo que te dije, y aún me acuerdo, fue verdad- sin meditarlo, la cogió del rostro y le plantó un beso en los labios de agradecimiento por su licor preferido. No sabía qué más hacer para demostrarle su felicidad así que optó por propasarse un poco, total, no sería la primera vez en pocos días que los probaba - En paz - pasó un brazo por sus hombros y la condujo hacia la pista de hielo, llevando la bolsa en la mano libre tal como si fueran una feliz pareja dando un paseo en una fría tarde de invierno- ¿Me vas a querer acompañar a la boda de mi hermano? Sí, se casa - y era algo que aún no encajaba, más que nada por que él a sus veinte años aún no era capaz de tener una novia y August tenía las cosas tan claras que ya había decidido casarse con el amor de su vida - Dicho esto. ¿Cómo estás mujer de mis ojos?
- Eres un puto desastre.
- Shh, baja el tono - movió la mano de arriba parabajo en un gesto explicito de bajada de volumen antes de dejar pasar a August. Cerró tras él y fue directo hacía la cocina que compartía espacio en el departamento con el salón y la habitación. Sí, todo junto. Solo el baño se salvaba y daba intimidad - ¿Qué haces aquí? - bostezó y fue a prepararse el desayuno a las doce del mediodía pero no uno cualquiera, un café que preparó en una de esas cafeteras que se ponían sobre el fogón. El problema surgió cuando fue a verter el contenido y se dio cuenta que no había más. Buscó entre los cajones más café molido pero como prefería salir de fiesta a ir a hacer la compra, no tenía nada - En fin… - no, no se rindió. Era un hombre conformista así que echó agua en la parte baja, cerró la cafetera y usando los mismos posos que para las anteriores tazas, volvió a poner el café en el fogón.
- ¿En serio vas a beberte eso?
- ¿Por qué no? Se llama economizar. Me he hecho hippie - sonrío y fue a buscar el ron para acompañar el desayuno - ¿Me dices que haces aquí?
- He decidido casarme con Amanda.
- ¿Qué? - giró poco a poco su cabeza hasta dar con los ojos de su hermano, oscuros como la noche. Ladeó la cabeza e intentó procesar la información pero estaba demasiado sobrio para ello. Ni corto ni perezoso, desenroscó la botella y propinó un trago: Paladeó tras beber y asintió - Mejor. Ok. Te casas a tus dieciséis años.
- Sí y nuestros pa…
- Corrige.
- Mis padres - rodó los ojos - No están contentos con la noticia.
- Fíjate que novedad - no era extraño que la opinión de Darren chocara con sus parientes.
Tras servirse el café aguado con más ron que café, empezaron a hablar de cómo la negativa de sus padres había empujado a August a tomar la decisión de largarse de casa. ¿Y dónde debía acudir? Con su hermano. Darren accedió a ofrecerle la cama, porque él solía dormir en el sofá, si no ponía demasiadas objeciones a su desfasada vida y precisamente estaban discutiendo los términos del arrendamiento cuando el pico de una lechuza llamó su atención. ¡No se podía creer que alguien se acordara de él! Caminó presto hasta la ventana y desenroscó el mensaje que había atado a la pata del animal. Leyó la citación de Jackson sin moverse de su posición y sonrío ante el escrito antes de disculparse con August para irse a dar una ducha.
Puntual como un reloj, apareció varias horas después en un callejón cerca de la Torre de Londres vestido como un muggle más. Guardó la varita en la parte trasera de su pantalón y avanzó hacia la pista de patinaje donde Amy lo había citado. No tenía ni idea de porque quería verlo pero probablemente no era nada bueno aunque no tenía ni idea de que había hecho esta vez para que Jackson lo citara con tanta urgencia. Juraba por todos los Magos no haberse propasado ni un poco con ella la noche del baile. No más de lo que la morena había permitido, claro estaba así que su lechuza traía a Brackminster algo desorientado. Buscó a la morena entre la gente que se calzaba los patines y cuando no la halló, frunció el ceño. ¿Sería el día de los santos inocentes? No tenía ni idea de en que momento del año estaban. Tan pensativo estaba que a pesar de tener unos reflejos excelentes (cuando no estaban entumecidos por el alcohol) no percibió el amasijo de nieve hasta que colisionó contra su nuca. Un escalofrío recorrió toda la columna de Darren, devolviendo de forma brusca al smertios hasta la tierra.
Lentamente giró la cabeza y aunque ya imaginaba quien encontraría, sonrío cuando vislumbró a Amy moviendo la mano como saludo. Sonrío porque no parecía cabreada, claro estaba - ¿Un regalo para mi? - levantó ambas cejas sorprendido y terminó de girar todo su cuerpo para recibir gustoso el ligero beso - No me puedo creer esto. ¿Estoy aún borracho? - se pellizcó la mejilla y negó con la cabeza - No. ¿Es una broma? ¿Te vas a reí… - pero cuando abrió la bolsa y vislumbró una botella del mejor ron, los ojos se le iluminaron en pura ilusión de fiestas. ¡No había mejor regalo para él! - Todo lo que te dije, y aún me acuerdo, fue verdad- sin meditarlo, la cogió del rostro y le plantó un beso en los labios de agradecimiento por su licor preferido. No sabía qué más hacer para demostrarle su felicidad así que optó por propasarse un poco, total, no sería la primera vez en pocos días que los probaba - En paz - pasó un brazo por sus hombros y la condujo hacia la pista de hielo, llevando la bolsa en la mano libre tal como si fueran una feliz pareja dando un paseo en una fría tarde de invierno- ¿Me vas a querer acompañar a la boda de mi hermano? Sí, se casa - y era algo que aún no encajaba, más que nada por que él a sus veinte años aún no era capaz de tener una novia y August tenía las cosas tan claras que ya había decidido casarse con el amor de su vida - Dicho esto. ¿Cómo estás mujer de mis ojos?
Darren Brackminster- Mensajes : 78
Fecha de inscripción : 29/11/2014
Re: Comprando el perdón
Ese beso como agradecimiento por el alcohol, que a pesar de haber sido corto había sido en los labios y no en la mejilla como acostumbraban, y una vez más se maldijo por todas las barbaridades que le había pedido en el baile. Antes de eso tenían perfectamente definida su relación y ahora… ¿Y ahora qué? ¿Volvía a ser algo confuso que no sabrían como denominar? No, la última vez había acabo de muy mala forma así que no volvería a arriesgar su relación con él, que casi había quedado anulada. Lo necesitaba demasiado en su vida para volver a hacer estupideces, así que debía volver a reconducir la cosa hacía la amistad de los besos en la mejilla tan pronto como pudiera.
- Ya no hace falta que me beses, mi autoestima ha vuelto a la normalidad. Pero gracias, en serio. – y ahí iba, la frase más torpe que seguramente podía soltar, queriendo hacer ver que creía que la besaba porque todavía la pensaba triste. Pero en el fondo, muy en el fondo, su temor principal era volver a confundirse al respecto a lo que sentía por Darren, porque todavía recordaba lo que era estar enamorada de él y tener la seguridad que nunca podría retenerlo a su lado con ningún fin romántico, únicamente como amigo, y Merlín sabía que Darren podía confundirla con una facilidad que nadie más podía, así que intentaría mantener la cabeza fría.
Aún y así se dejó abrazar por los hombros y caminó sin protestas a su lado, porque fingir que eran una pareja más que iba a patinar sobre hielo, o a dejarse llevar por la ñoñería que rodeaba la navidad. Y habría continuado repasando los detalles de la fantasía de lo que le supondría una invernal tarde navideña junto a un chico que le gustara muchísimo de no ser por la mención de aquella boda que la hizo detener en seco. ¿Había oído bien? ¿August se casaba? ¿El mismo August que era como cinco años menor que ella? E inmediatamente aquello la hizo sentir que había estado perdiendo terriblemente el tiempo, porque no había conseguido encontrar nada ni remotamente parecido a una relación duradera de verdad. Que desastre.
- ¿Se casa? ¿Cómo que se casa? Si tiene dieciséis años… ¿Y que dicen tus pa…? – la pregunta quedó a medias cuando recordó la mala idea que era mencionar nada relacionado con sus padres, así que simplemente volvió a caminar, intentando no sonar como si fuera lo más descabellado que hubiera oído en mucho tiempo – Como sea, si quieres que te acompañe, te acompañaré. – claro que lo acompañaría. Le debía como la vida por lo del baile, así que por el momento accedería a cualquier favor que él pudiera pedirle. Incluso haría un esfuerzo para no gritarle y ser desagradable… Al menos durante unos días. – Patinaremos, ¿verdad? Necesito a alguien que me recoja del suelo. - y ya dando la respuesta como afirmativa se acercó al mostrador para pedir patines para ellos, y mientras esperaba que se los dieran se apoyó en el mostrador, dedicándole una leve risa por lo de mujer de sus ojos. Aquello si que definitivamente sabía que no debía tomárselo en serio. – Bien, en serio. Todo bien. Ha ayudado mucho alejarme del caos universitario para volver a tener buena perspectiva de las cosas. – no iba a entrar en detalles, primero porque no quería seguir con ese tema por más tiempo y segundo porque se le hacía extraño hablar con Darren de sus historias intimas.
Por suerte en ese momento les entregaron los patines y tuvo la excusa perfecta para cambiar de tema. Agarró los suyos y se fue a la zona de los bancos, para sentarse, quitarse sus botas y calzarse los patines. Se levantó y tuvo un momento de desequilibrio, y agarrarse del brazo de Darren fue lo que primero se le pasó por la cabeza para mantenerse de pie. Parpadeó un par de veces mirándole a una distancia algo más corta de la que seria adecuada para mantener su título de amigos antes de dar un par de pasos hacía atrás en dirección al hielo, ya más estabilizada, hasta que estuvo prácticamente en el borde de donde empezaba la pista.
- Ir y volver. El que llegue último paga el chocolate de después. – dijo con una sonrisa juguetona antes de hacer trampas y salir patinando en dirección al otro extremo, esquivando a las personas con las que se cruzaban y que debían pensar que estaba enloquecida. Al final, con sus prisas, terminó chocando con alguien y se fue de culos al hielo, resbalando unos cuantos metros sobre su trasero. – Mierda. – renegó a media voz, pateando el hielo con el filo de uno de sus patines. Ni trampas sabía hacer ya.
- Ya no hace falta que me beses, mi autoestima ha vuelto a la normalidad. Pero gracias, en serio. – y ahí iba, la frase más torpe que seguramente podía soltar, queriendo hacer ver que creía que la besaba porque todavía la pensaba triste. Pero en el fondo, muy en el fondo, su temor principal era volver a confundirse al respecto a lo que sentía por Darren, porque todavía recordaba lo que era estar enamorada de él y tener la seguridad que nunca podría retenerlo a su lado con ningún fin romántico, únicamente como amigo, y Merlín sabía que Darren podía confundirla con una facilidad que nadie más podía, así que intentaría mantener la cabeza fría.
Aún y así se dejó abrazar por los hombros y caminó sin protestas a su lado, porque fingir que eran una pareja más que iba a patinar sobre hielo, o a dejarse llevar por la ñoñería que rodeaba la navidad. Y habría continuado repasando los detalles de la fantasía de lo que le supondría una invernal tarde navideña junto a un chico que le gustara muchísimo de no ser por la mención de aquella boda que la hizo detener en seco. ¿Había oído bien? ¿August se casaba? ¿El mismo August que era como cinco años menor que ella? E inmediatamente aquello la hizo sentir que había estado perdiendo terriblemente el tiempo, porque no había conseguido encontrar nada ni remotamente parecido a una relación duradera de verdad. Que desastre.
- ¿Se casa? ¿Cómo que se casa? Si tiene dieciséis años… ¿Y que dicen tus pa…? – la pregunta quedó a medias cuando recordó la mala idea que era mencionar nada relacionado con sus padres, así que simplemente volvió a caminar, intentando no sonar como si fuera lo más descabellado que hubiera oído en mucho tiempo – Como sea, si quieres que te acompañe, te acompañaré. – claro que lo acompañaría. Le debía como la vida por lo del baile, así que por el momento accedería a cualquier favor que él pudiera pedirle. Incluso haría un esfuerzo para no gritarle y ser desagradable… Al menos durante unos días. – Patinaremos, ¿verdad? Necesito a alguien que me recoja del suelo. - y ya dando la respuesta como afirmativa se acercó al mostrador para pedir patines para ellos, y mientras esperaba que se los dieran se apoyó en el mostrador, dedicándole una leve risa por lo de mujer de sus ojos. Aquello si que definitivamente sabía que no debía tomárselo en serio. – Bien, en serio. Todo bien. Ha ayudado mucho alejarme del caos universitario para volver a tener buena perspectiva de las cosas. – no iba a entrar en detalles, primero porque no quería seguir con ese tema por más tiempo y segundo porque se le hacía extraño hablar con Darren de sus historias intimas.
Por suerte en ese momento les entregaron los patines y tuvo la excusa perfecta para cambiar de tema. Agarró los suyos y se fue a la zona de los bancos, para sentarse, quitarse sus botas y calzarse los patines. Se levantó y tuvo un momento de desequilibrio, y agarrarse del brazo de Darren fue lo que primero se le pasó por la cabeza para mantenerse de pie. Parpadeó un par de veces mirándole a una distancia algo más corta de la que seria adecuada para mantener su título de amigos antes de dar un par de pasos hacía atrás en dirección al hielo, ya más estabilizada, hasta que estuvo prácticamente en el borde de donde empezaba la pista.
- Ir y volver. El que llegue último paga el chocolate de después. – dijo con una sonrisa juguetona antes de hacer trampas y salir patinando en dirección al otro extremo, esquivando a las personas con las que se cruzaban y que debían pensar que estaba enloquecida. Al final, con sus prisas, terminó chocando con alguien y se fue de culos al hielo, resbalando unos cuantos metros sobre su trasero. – Mierda. – renegó a media voz, pateando el hielo con el filo de uno de sus patines. Ni trampas sabía hacer ya.
Amy Jackson- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 19/11/2014
Re: Comprando el perdón
No era sacrificio ninguno para el smertios complacer a Jackson en cuanto ella quisiera durante el tiempo que gustase porque pasar tiempo con la morena y compartir tardes como la que iban a pasar, era algo que echaba de menos desde que decidieron cortar su relación. Darren desde su tranquilidad y aparente indiferencia, nunca había dejado de querer a Amy porque esa morena de ojos claros, siempre ocuparía ese lugar especial en su vida como la primera chica que logró asentar su cabeza aunque fuera unos meses. Por eso jamás dejó que la relación se enfriara tras su noviazgo, luchó y aguantó como un sufrido, la ira de la chica para ganarse su perdón. Fue perseverante y sacrificado, paciente y respetuoso pero siempre a su lado tal como un escudero con su caballero. No importaba con cuantos saliera el uno y el otro porque en el fondo ambos sabían que pasara cuanto pasaran contarían el uno con el otro. Eran compatibles como amigos y también como pareja pero por desgracia Darren siempre había sido una persona demasiado libre, indomable e incorregible. No era liberal por gusto sino porque la rebeldía corría por sus venas y eso se traducía a cada momento de su vida, incluso en la maltrecha relación con sus padres. Si no estaba con ella era porque primero cometió el peor error de su vida y segundo porque aún era humilde para admitir que Jackson se merecía más que un borracho con problemas con el compromiso.
Mientras la miraba pedir los patines, escuchando de fondo su voz, recordó cuando se conocieron. Era su primer año en Hogwarts, el primero de hecho para ambos y la vio de pasada mientras buscaba como obseso el carro de las chucherías porque había un cromo de las ranas de chocolate que aún no tenía. ¡Era fanático de los Tornados! Por lo que era un crimen que no tuviera entre sus manos la estampita de uno de los más emblemáticos jugadores. Estaba a la búsqueda de la señora que vendía cuando pasó justo por el compartimento donde Amy estaba sentada. Tenía once años pero a Darren le pareció una auténtica belleza y tal fue su encoñamiento inmediato que dejó de lado su afamada búsqueda por el cromo para entrar en el compartimento, sentarse a su lado y saludarla de una forma tan natural que parecían amigos de toda la vida. Desde aquel instante se volvieron inseparables y el único momento donde su relación se volvió más tirante fue tras romper su noviazgo. Por suerte, ambos era conscientes que encontrar una persona compatible así en tu vida era una posibilidad tan remota que habían terminado por solucionar las cosas, volviendo a ser los que siempre fueron.
Tras tanto tiempo de normalidad habían vuelto a caer en viejos vicios que creyeron superados. Todo por culpa del dichoso baile de Navidad - ¿No te instruí suficiente en la teoría del caos cuando saliste conmigo? Si buscas en un diccionario junto a la palabra sale mi foto - movió las cejas y cogió sus patines, exactamente su número como ella ya supuestamente sabría. Mientras ella iba a colocarse los suyos a la zona de bancos, Darren se tomó unos segundos para sacar un cigarrillo y encendérselo buscando el calor de la colilla. Dada la primera calada, acompañó a la morena en la zona de bancos, descalzó sus botas y se puso los patines que ajustó perfectamente para que no los perdiera por el camino. Fue el primero en alzarse e inmediatamente Amy acompañó su iniciativa solo que por poco se va de morros al suelo. Diestro de reflejos como buen bateador, puso una mano en la base de su espalda y con la otra la agarró del brazo para que no se fuera contra el hielo y la acción conllevó el premio de tener los rostros tan juntos que casi podía ver como daban una patada a la línea de la amistad. Cuando ella se separó, Darren sonrío y quitó el cigarrillo de sus labios para darle una calada, expulsando el humo hacia arriba.
- ¿Pagar?¿Eso qué e…? - quedó a media frase porque Amy, tramposa como las que hacía tiempo que no veía, salió cual bala sobre hielo en dirección a la meta. Darren, totalmente pasivo, esperó en la orilla de la pista a que un suceso inevitable como el que ocurrió sucediera mientras fumaba tranquilamente, dando profundas caladas. Feliz permaneció saboreando la nicotina hasta que… ¡PAM! Amy cayó al suelo. Sujetando el cigarro entre dos de sus dedos, soltó una carcajada exagerada y fue directo a recoger a la tramposa número uno con bastante habilidad sobre los patines. En una de sus ideas descabelladas había aprendido a jugar a hockey sobre hielo únicamente por el placer de la violencia en el juego de ahí a que Brackminster se defendiera bastante bien sobre las finas hojas de los patines - Menos mal que has hecho trampas.¿Qué opina tu trasero? - se acuclilló delante ella y tendió las dos manos, habiendo dejado el cigarro entre sus labios - Despacio, princesa. Me gusta tocártelo entero - La cogió de las manos con suavidad, la levantó un poco a pulso para ayudarla y como un cabrón de los peores, volvió a soltar a la morena para que su culo regresara al suelo en reprimenda por su actitud vil y rastrera - Ni loco te dejo ganar - le guiñó un ojo y se incorporó para salir patinando en dirección contraria y ganar - Hasta Erik patina mejor que tú y solo tiene ocho años - argumentó en referencia a su hermano pequeño. Sonrisa ladeada para ejemplificar que estaba orgulloso del castigo kármico y terminó el cigarro mientras espraba que la chica se uniera a él -Pero para que veas que soy un auténtico caballero - sisi, el mismo que la había soltado - voy a invitarte de todos modos a ese chocolate. ¿Te enamoro, verdad? Seguro que sueñas con que sea el padre de tus hijos
Mientras la miraba pedir los patines, escuchando de fondo su voz, recordó cuando se conocieron. Era su primer año en Hogwarts, el primero de hecho para ambos y la vio de pasada mientras buscaba como obseso el carro de las chucherías porque había un cromo de las ranas de chocolate que aún no tenía. ¡Era fanático de los Tornados! Por lo que era un crimen que no tuviera entre sus manos la estampita de uno de los más emblemáticos jugadores. Estaba a la búsqueda de la señora que vendía cuando pasó justo por el compartimento donde Amy estaba sentada. Tenía once años pero a Darren le pareció una auténtica belleza y tal fue su encoñamiento inmediato que dejó de lado su afamada búsqueda por el cromo para entrar en el compartimento, sentarse a su lado y saludarla de una forma tan natural que parecían amigos de toda la vida. Desde aquel instante se volvieron inseparables y el único momento donde su relación se volvió más tirante fue tras romper su noviazgo. Por suerte, ambos era conscientes que encontrar una persona compatible así en tu vida era una posibilidad tan remota que habían terminado por solucionar las cosas, volviendo a ser los que siempre fueron.
Tras tanto tiempo de normalidad habían vuelto a caer en viejos vicios que creyeron superados. Todo por culpa del dichoso baile de Navidad - ¿No te instruí suficiente en la teoría del caos cuando saliste conmigo? Si buscas en un diccionario junto a la palabra sale mi foto - movió las cejas y cogió sus patines, exactamente su número como ella ya supuestamente sabría. Mientras ella iba a colocarse los suyos a la zona de bancos, Darren se tomó unos segundos para sacar un cigarrillo y encendérselo buscando el calor de la colilla. Dada la primera calada, acompañó a la morena en la zona de bancos, descalzó sus botas y se puso los patines que ajustó perfectamente para que no los perdiera por el camino. Fue el primero en alzarse e inmediatamente Amy acompañó su iniciativa solo que por poco se va de morros al suelo. Diestro de reflejos como buen bateador, puso una mano en la base de su espalda y con la otra la agarró del brazo para que no se fuera contra el hielo y la acción conllevó el premio de tener los rostros tan juntos que casi podía ver como daban una patada a la línea de la amistad. Cuando ella se separó, Darren sonrío y quitó el cigarrillo de sus labios para darle una calada, expulsando el humo hacia arriba.
- ¿Pagar?¿Eso qué e…? - quedó a media frase porque Amy, tramposa como las que hacía tiempo que no veía, salió cual bala sobre hielo en dirección a la meta. Darren, totalmente pasivo, esperó en la orilla de la pista a que un suceso inevitable como el que ocurrió sucediera mientras fumaba tranquilamente, dando profundas caladas. Feliz permaneció saboreando la nicotina hasta que… ¡PAM! Amy cayó al suelo. Sujetando el cigarro entre dos de sus dedos, soltó una carcajada exagerada y fue directo a recoger a la tramposa número uno con bastante habilidad sobre los patines. En una de sus ideas descabelladas había aprendido a jugar a hockey sobre hielo únicamente por el placer de la violencia en el juego de ahí a que Brackminster se defendiera bastante bien sobre las finas hojas de los patines - Menos mal que has hecho trampas.¿Qué opina tu trasero? - se acuclilló delante ella y tendió las dos manos, habiendo dejado el cigarro entre sus labios - Despacio, princesa. Me gusta tocártelo entero - La cogió de las manos con suavidad, la levantó un poco a pulso para ayudarla y como un cabrón de los peores, volvió a soltar a la morena para que su culo regresara al suelo en reprimenda por su actitud vil y rastrera - Ni loco te dejo ganar - le guiñó un ojo y se incorporó para salir patinando en dirección contraria y ganar - Hasta Erik patina mejor que tú y solo tiene ocho años - argumentó en referencia a su hermano pequeño. Sonrisa ladeada para ejemplificar que estaba orgulloso del castigo kármico y terminó el cigarro mientras espraba que la chica se uniera a él -Pero para que veas que soy un auténtico caballero - sisi, el mismo que la había soltado - voy a invitarte de todos modos a ese chocolate. ¿Te enamoro, verdad? Seguro que sueñas con que sea el padre de tus hijos
Darren Brackminster- Mensajes : 78
Fecha de inscripción : 29/11/2014
Re: Comprando el perdón
Debía haber sabido que la ayuda de Darren no iba a ser gratuita y mucho menos bienintencionada, pero aún así, sabiendo lo jodido que era levantarse del hielo sin ayuda se agarró a sus manos, y ya tenía preparada una disculpa por su actitud competitiva que hacía que siempre quisiera ganar aunque estuviera haciendo trampas cuando él volvió a soltarla y su trasero contactó con el hielo por segunda vez en pocos segundos, sin siquiera darle tiempo a que dijera nada, y el muy cabrón se fue patinando hasta el otro extremo, ganándola por mucho. Seguramente se lo tenía merecido.
Al final alguien con buen corazón, viendo sus esfuerzos inútiles para levantarse sin ayuda le tendió la mano y aquella vez si pudo ponerse de pie, patinando de vuelta hacía donde había empezado la carrera, donde Darren la esperaba desde hacía quién sabe cuánto, fumando tranquilamente.
- Sé patinar mejor que Erik, pero he chocado con alguien. Está demasiado lleno. – se quejó, agarrándose a la barra que rodeaba toda la pista, sin querer irse al suelo de nuevo – No volveré a hacer trampa. El frío que tengo en el culo me recordará que nunca sale nada bueno de hacerlas.
Y sólo por el placer de mostrarle que en verdad si sabía patinar y que su caída había tenido más que ver con una torpeza puntual que a falta de habilidad. No es que fuera tampoco experta, pero había aprendido con tan sólo cuatro años, y desde entonces cada año por esas fechas, ya como tradición, iba a patinar, primero con sus padres y ya luego con amigos. El mismo Darren la había acompañado en varias ocasiones, siendo como era uno de sus amigos más constantes a lo largo de la vida, así que sabía de sobras que lo hacía bastante bien, y ella también sabía de sobras que él sólo lo decía para hacerla enfadar.
Lo miró con ambas cejas alzadas en expresión de sorpresa cuando dijo que la iba a invitar igualmente al chocolate. ¿No iba a cobrarse su victoria? Desde luego era un pozo de sorpresas últimamente.
- Ah, ¿pero es que vas a ser el padre de los hijos de alguien? ¿Hijos en plural de alguien en singular? Me sorprendes, Brackminster. – siempre había ironizado de ese tema con él, no era nada nuevo. Ella sabía mejor que nadie, por haberlo vivido en primera persona de la fobia al compromiso de Darren, así que ya no le quedaba más que bromear al respecto. Porque bromear era seguro. Le recordaba que por muchos besos y muchos momentos en que miraran a distancia desconcertantemente corta, debía mantenerse centrada en que eran amigos y en que eso era lo que deberían seguir siendo, porque aquel era el modo de seguir teniendo una buena relación, porque no estaba segura de que su amistad pudiera resistir otra ruptura como la que habían tenido y porque a pesar de todo ella lo necesitaba en su vida.
Abandonando el hielo definitivamente se sentó de nuevo para cambiar sus patines por sus botas, mientras Darren hacía lo mismo a su lado, notando como hasta el último de sus músculos estaba más frío que el hielo donde había estado hasta el momento. Desde luego necesitaba la bebida caliente. Así que tomó a Darren de la mano para arrastrarlo a la pequeña cafetería que también formaba parte de su tradición navideña, pero incluso cuando ya estaban fuera de la pista y habían devuelto los patines, no le soltó la mano, porque de algún extraño modo se le hizo completamente normal. De hecho no le soltó la mano hasta que hubieron hecho toda la cola en la cafetería y ella se avanzó en el mostrador para pedir el chocolate.
- ¿Lo quieres con nata o canela o…? – había girado la cabeza para hacerle esta pregunta, pero no contaba con que la cola que se había formado detrás de ellos hubieran obligado a Darren a acercarse tanto, de modo que casi rozó con sus labios su mejilla, y casi al instante volvió a girar la cabeza hacía el camarero con una sonrisa de disculpa, intentando controlar el pulso que se le había acelerado como a una estúpida. Debía recuperar el control de sus propias emociones, y rápido, porque no podía seguir portándose como una loca hormonal.
Al final alguien con buen corazón, viendo sus esfuerzos inútiles para levantarse sin ayuda le tendió la mano y aquella vez si pudo ponerse de pie, patinando de vuelta hacía donde había empezado la carrera, donde Darren la esperaba desde hacía quién sabe cuánto, fumando tranquilamente.
- Sé patinar mejor que Erik, pero he chocado con alguien. Está demasiado lleno. – se quejó, agarrándose a la barra que rodeaba toda la pista, sin querer irse al suelo de nuevo – No volveré a hacer trampa. El frío que tengo en el culo me recordará que nunca sale nada bueno de hacerlas.
Y sólo por el placer de mostrarle que en verdad si sabía patinar y que su caída había tenido más que ver con una torpeza puntual que a falta de habilidad. No es que fuera tampoco experta, pero había aprendido con tan sólo cuatro años, y desde entonces cada año por esas fechas, ya como tradición, iba a patinar, primero con sus padres y ya luego con amigos. El mismo Darren la había acompañado en varias ocasiones, siendo como era uno de sus amigos más constantes a lo largo de la vida, así que sabía de sobras que lo hacía bastante bien, y ella también sabía de sobras que él sólo lo decía para hacerla enfadar.
Lo miró con ambas cejas alzadas en expresión de sorpresa cuando dijo que la iba a invitar igualmente al chocolate. ¿No iba a cobrarse su victoria? Desde luego era un pozo de sorpresas últimamente.
- Ah, ¿pero es que vas a ser el padre de los hijos de alguien? ¿Hijos en plural de alguien en singular? Me sorprendes, Brackminster. – siempre había ironizado de ese tema con él, no era nada nuevo. Ella sabía mejor que nadie, por haberlo vivido en primera persona de la fobia al compromiso de Darren, así que ya no le quedaba más que bromear al respecto. Porque bromear era seguro. Le recordaba que por muchos besos y muchos momentos en que miraran a distancia desconcertantemente corta, debía mantenerse centrada en que eran amigos y en que eso era lo que deberían seguir siendo, porque aquel era el modo de seguir teniendo una buena relación, porque no estaba segura de que su amistad pudiera resistir otra ruptura como la que habían tenido y porque a pesar de todo ella lo necesitaba en su vida.
Abandonando el hielo definitivamente se sentó de nuevo para cambiar sus patines por sus botas, mientras Darren hacía lo mismo a su lado, notando como hasta el último de sus músculos estaba más frío que el hielo donde había estado hasta el momento. Desde luego necesitaba la bebida caliente. Así que tomó a Darren de la mano para arrastrarlo a la pequeña cafetería que también formaba parte de su tradición navideña, pero incluso cuando ya estaban fuera de la pista y habían devuelto los patines, no le soltó la mano, porque de algún extraño modo se le hizo completamente normal. De hecho no le soltó la mano hasta que hubieron hecho toda la cola en la cafetería y ella se avanzó en el mostrador para pedir el chocolate.
- ¿Lo quieres con nata o canela o…? – había girado la cabeza para hacerle esta pregunta, pero no contaba con que la cola que se había formado detrás de ellos hubieran obligado a Darren a acercarse tanto, de modo que casi rozó con sus labios su mejilla, y casi al instante volvió a girar la cabeza hacía el camarero con una sonrisa de disculpa, intentando controlar el pulso que se le había acelerado como a una estúpida. Debía recuperar el control de sus propias emociones, y rápido, porque no podía seguir portándose como una loca hormonal.
Amy Jackson- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 19/11/2014
Re: Comprando el perdón
- Reparto mi semilla como buen agricultor que soy. Más tarde, si eso, ya me ocupo de los frutos… - sonrío apagando la colilla del cigarro contra la nieve a la par que expulsaba el humo hacía arriba con aquella pasividad tan dejada que era envidiable. Un hombre de muchas pero de ninguna en concreto, pocas eran las que habían disfrutado de su temporal fidelidad pero entre ellas se hallaba Julia O’Cait. Mayor que él, aunque no mucho, cuerpo escultural y largo cabello castaño. Casada, sí, desde hacía un par de años con un hombre al que no quería pero que por x motivo que Darren aún no conocía, había terminado aceptando su propuesta de matrimonio. Brackminster llegó en el mejor momento para ella y se convirtió en su salvavidas. A simple vista, parecía un gañán y en verdad lo era en la mayor parte del tiempo pero también se enamoraba con la misma facilidad que pasaba una estrella fugaz y exactamente ese fue el caso que ocurrió con Julia. Hacía casi un año, no obstante, que no sabía de ella y es que Julia había decidido poner distancia al saber que estaba embarazada. Ya había dado a luz y la pequeña nacida, gritaba Brackminster por cada gen expresado. Darren ni sabía de su existencia aunque igual de ser consciente actuaría de forma diferente, tal vez ocupándose de su hija como era responsabilidad pero al desconocer que tenía un bastarda corriendo por el mundo (o llorando), podía permitirse bromear respecto el tema sin pudor.
La siguió para quitarse los patines y se sentó en la banca junto a ella para proceder. Tras cambiar los patines por botas, miró a Amy de reojo cerciorándose que sus labios sonrosados estaban pasando a un ligero morado probablemente por culpa el frío. Incluso así se veían apetecibles aunque debía salvaguardar las distancias porque hasta él empezaba a ver la relación algo distorsionada. Una vez más detallista, recogió los patines de la chica en lo que ella calzaba sus botas y cuando estuvo lista fueron a llevarlos a la consigna. Sorpresa magna para el joven fue descubrir que la mano de Jackson, tomando la iniciativa, no se desentrelazaba de la suya cuando abandonaron la pista de hielo. No era detalle demasiado incomodo así que la dejó hacer mientras llevaba la libre hasta su bolsillo, sacaba su cajetilla y abría con la boca para extraer un nuevo cigarrillo con los dientes que no llegó a encender porque la cafetería estaba demasiado cerca de donde habían patinado. El olor a chocolate chocó contra sus narices a la entrada del local y los recuerdos anuales de la tradicional tarde de vacaciones, se desencadenó en su cabeza. Era obligado para ambos verse como mínimo una vez durante las vacaciones de Navidad, muchas veces se entregaban regalos y otras tantas solo iban a patinar por el mero placer de picarse en la pista.
- Avellanas. Con avellanas - giró el rostro justo cuando ella y casi se llega a besar otra vez pero no ocurrió, quedó en el mero roce de los labios de Amy contra su mejilla. No dijo nada más porque sabía que Jackson estaba incómoda, intuía por como se movía y actuaba, recelando contacto físico y poniendo atención en otras cosas como pedir el chocolate. Ya con la mano libre, aprovechó para colocar el pitillo tras su oreja y cuando el camarero los sirvió, cogió las dos tazas pagó el importe y buscó una de las mesas que estaban junto a la ventana para que pudieran disfrutar de la decoración navideña gratis. Tomó asiento delante de ella y dejó el abrigo en el respaldo de su silla pero no se quitó ni los guantes ni el gorro porque no hacía falta - Estrenaré tu regalo - había llevado la bolsa colgada del brazo así que extrajo la botella de ron, la desenroscó rompiendo el precinto y adulteró el chocolate con un poco de alcohol para que sirviera de buen térmico. Regresó la botella a la bolsa y a continuación, probó el chocolate por primera vez - Perfecto - relamió sus labios y miró los ojos claros de la chica con los suyos miel - ¿Qué ocurre? Amy te conozco suficiente para saber que no estás actuando como siempre. No me debes nada por el baile y quiero que te quede claro. Te acepto el ron porque yo nunca digo que no a una botella de ron pero quiero saber que ocurre porque desde que te dejé durmiendo en tu habitación no pareces la misma- pausa para beber un poco más de chocolate y prosiguió - ¿Es por qué nos besamos?
La siguió para quitarse los patines y se sentó en la banca junto a ella para proceder. Tras cambiar los patines por botas, miró a Amy de reojo cerciorándose que sus labios sonrosados estaban pasando a un ligero morado probablemente por culpa el frío. Incluso así se veían apetecibles aunque debía salvaguardar las distancias porque hasta él empezaba a ver la relación algo distorsionada. Una vez más detallista, recogió los patines de la chica en lo que ella calzaba sus botas y cuando estuvo lista fueron a llevarlos a la consigna. Sorpresa magna para el joven fue descubrir que la mano de Jackson, tomando la iniciativa, no se desentrelazaba de la suya cuando abandonaron la pista de hielo. No era detalle demasiado incomodo así que la dejó hacer mientras llevaba la libre hasta su bolsillo, sacaba su cajetilla y abría con la boca para extraer un nuevo cigarrillo con los dientes que no llegó a encender porque la cafetería estaba demasiado cerca de donde habían patinado. El olor a chocolate chocó contra sus narices a la entrada del local y los recuerdos anuales de la tradicional tarde de vacaciones, se desencadenó en su cabeza. Era obligado para ambos verse como mínimo una vez durante las vacaciones de Navidad, muchas veces se entregaban regalos y otras tantas solo iban a patinar por el mero placer de picarse en la pista.
- Avellanas. Con avellanas - giró el rostro justo cuando ella y casi se llega a besar otra vez pero no ocurrió, quedó en el mero roce de los labios de Amy contra su mejilla. No dijo nada más porque sabía que Jackson estaba incómoda, intuía por como se movía y actuaba, recelando contacto físico y poniendo atención en otras cosas como pedir el chocolate. Ya con la mano libre, aprovechó para colocar el pitillo tras su oreja y cuando el camarero los sirvió, cogió las dos tazas pagó el importe y buscó una de las mesas que estaban junto a la ventana para que pudieran disfrutar de la decoración navideña gratis. Tomó asiento delante de ella y dejó el abrigo en el respaldo de su silla pero no se quitó ni los guantes ni el gorro porque no hacía falta - Estrenaré tu regalo - había llevado la bolsa colgada del brazo así que extrajo la botella de ron, la desenroscó rompiendo el precinto y adulteró el chocolate con un poco de alcohol para que sirviera de buen térmico. Regresó la botella a la bolsa y a continuación, probó el chocolate por primera vez - Perfecto - relamió sus labios y miró los ojos claros de la chica con los suyos miel - ¿Qué ocurre? Amy te conozco suficiente para saber que no estás actuando como siempre. No me debes nada por el baile y quiero que te quede claro. Te acepto el ron porque yo nunca digo que no a una botella de ron pero quiero saber que ocurre porque desde que te dejé durmiendo en tu habitación no pareces la misma- pausa para beber un poco más de chocolate y prosiguió - ¿Es por qué nos besamos?
Darren Brackminster- Mensajes : 78
Fecha de inscripción : 29/11/2014
Re: Comprando el perdón
Se centró en el chocolate y sólo en el chocolate. El suyo con canela y el de Darren con avellanas. Y también intentó centrarse en que esa tarde no era diferente a las mil que habían pasado anteriormente, en años pasados, y en las que se lo habían podido pasar bien, sin momentos incómodos y desde luego sin que ella tuviera que buscarle mil significados a cada movimiento o a cada palabra o gesto. Así que dio un sorbo a su chocolate y mientras el liquido caliente le bajaba por la garganta intentó convencerse de que todo estaba bien, y que debía volver a relajarse, y tal vez lo hubiera conseguido de no ser porque él, que la conocía demasiado bien, le preguntó por lo que le sucedía, sacando a relucir el baile, el rato que habían pasado después en su habitación, completamente inocente, en los besos y en su comportamiento obsesivo desde entonces. Y sólo eso casi sirvió para que escupiera el chocolate de vuelta a su taza. Casi, porque al final pudo evitarlo.
- Claro que no. – dijo con una seguridad fingidísima cuando él le preguntó si era por culpa de los besos. Porque de hecho si, habían sido los besos. Podría haber lidiado perfectamente con los piropos de lo guapa y perfecta que se veía aquella noche, incluso habría sobrellevado el hecho de que fuera un perfecto caballero llevándola a su habitación, abrigándola con su propia americana y quedándose hasta que se había dormido. Pero los besos… Los besos eran otra cosa. Le era imposible negar que lo había disfrutado, y que sin duda los años habían jugado a su favor y ahora que los dos tenían más experiencia el beso había sido considerablemente mejor que los que ella recordaba. Y que se había pasado más de una noche recordando todos y cada uno de los detalles de ese momento, como una boba. – Bueno… Tal vez sí. No lo sé. – terminó por reconocer. Porque a pesar de todo seguía siendo Darren, probablemente la única persona en el mundo con la que podía ser completamente sincera acerca de cualquier cosa que pudiera llegar a pasarle por la cabeza – Es que no quiero que porque aquella noche necesitara desesperadamente sentir que era maravillosa y que algún hombre fingiera creerlo también, las cosas se vuelvan raras entre nosotros porque tuvimos un buen beso. Quería actuar con normalidad pero está claro que sólo he conseguido actuar como una desquiciada.
Dicho así, en voz alta, se sentía todavía más como una estupidez del tamaño de la pista de hielo en la que acababan de estar. Se había montado un bonito lío mental a raíz de dos tristes besos del que ahora ya no sabía cómo salir. Dio otro trago a su chocolate y dejó vagar su mirada por los adornos navideños que se veían a través de la ventana, intentando aclarar su mente, porque todo aquello no eran más que tonterías. Ellos eran los de siempre y no había motivo para que las cosas fueran diferentes.
- ¿Podemos olvidarlo? Como si no hubiéramos ido al baile de Navidad. Puedo gritarte como siempre por arruinar el chocolate con ron o por fumar como chimenea. En serio, no más cosas raras, te lo prometo. – y intentó sonreir como si no pasara nada para darle a entender que se habían terminado los comportamientos extraños. Sin embargo sabía que no podría olvidar el baile de Navidad, ni lo suaves y cálidos que eran sus labios o lo bien que…
”Ya basta, Amy”, se regañó a si misma, dando otro sorbo a su chocolate, concentrándose en el sabor de la canela y en nada más que eso. Comportamiento normal, eso era.
- Claro que no. – dijo con una seguridad fingidísima cuando él le preguntó si era por culpa de los besos. Porque de hecho si, habían sido los besos. Podría haber lidiado perfectamente con los piropos de lo guapa y perfecta que se veía aquella noche, incluso habría sobrellevado el hecho de que fuera un perfecto caballero llevándola a su habitación, abrigándola con su propia americana y quedándose hasta que se había dormido. Pero los besos… Los besos eran otra cosa. Le era imposible negar que lo había disfrutado, y que sin duda los años habían jugado a su favor y ahora que los dos tenían más experiencia el beso había sido considerablemente mejor que los que ella recordaba. Y que se había pasado más de una noche recordando todos y cada uno de los detalles de ese momento, como una boba. – Bueno… Tal vez sí. No lo sé. – terminó por reconocer. Porque a pesar de todo seguía siendo Darren, probablemente la única persona en el mundo con la que podía ser completamente sincera acerca de cualquier cosa que pudiera llegar a pasarle por la cabeza – Es que no quiero que porque aquella noche necesitara desesperadamente sentir que era maravillosa y que algún hombre fingiera creerlo también, las cosas se vuelvan raras entre nosotros porque tuvimos un buen beso. Quería actuar con normalidad pero está claro que sólo he conseguido actuar como una desquiciada.
Dicho así, en voz alta, se sentía todavía más como una estupidez del tamaño de la pista de hielo en la que acababan de estar. Se había montado un bonito lío mental a raíz de dos tristes besos del que ahora ya no sabía cómo salir. Dio otro trago a su chocolate y dejó vagar su mirada por los adornos navideños que se veían a través de la ventana, intentando aclarar su mente, porque todo aquello no eran más que tonterías. Ellos eran los de siempre y no había motivo para que las cosas fueran diferentes.
- ¿Podemos olvidarlo? Como si no hubiéramos ido al baile de Navidad. Puedo gritarte como siempre por arruinar el chocolate con ron o por fumar como chimenea. En serio, no más cosas raras, te lo prometo. – y intentó sonreir como si no pasara nada para darle a entender que se habían terminado los comportamientos extraños. Sin embargo sabía que no podría olvidar el baile de Navidad, ni lo suaves y cálidos que eran sus labios o lo bien que…
”Ya basta, Amy”, se regañó a si misma, dando otro sorbo a su chocolate, concentrándose en el sabor de la canela y en nada más que eso. Comportamiento normal, eso era.
Amy Jackson- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 19/11/2014
Re: Comprando el perdón
No tenía idea de cual era el error esta vez. Por regla general cuando algo no gustaba a la morena solía ponerse cual banshee pero esta vez su silencio y la táctica de eludir cualquier roce, mirada o acercamiento traía desconcertado a Darren, el cual estaba acostumbrado a sentirla cercana y no distante como a cien países. Hasta cierto punto temía que Jackson fuera a decirle que después de diez años de amistad, iban a dejar de frecuentarse o algo por el estilo cosa que Brackminster no iba a encajar bien de ninguna de las maneras. Los ojos miel del jugador, escrutaron las facciones de la morena con cierto toque de ansiedad y curiosidad, curiosidad por saber de una buena vez que mierda de idea estaba cuajándose en aquella cabeza. Porque sí, conocía a esa chica y Jackson era del tipo de persona que hacía de un grano de arena una montaña, exageraba un minúsculo problema porque pasaba día y noche cavilando, rumiando la idea hasta que llegaba a una conclusión que bien podía ser verídica o falsa.
Quitó el cigarrillo que llevaba en la oreja y retiró con la otra mano el chocolate hacia atrás para abrir el cigarrillo, empezando a desmenuzarlo para extraer la mezcla y el filtro. Era una de las maneras que tenía Darren de abstraerse cuando las cosas se ponían muy serias porque aunque había sacado el tema él mismo, inquiriendo por necesidad de conocer la verdad, temía no resultar agradado con la respuesta. “Claro que no”. Una ceja de Darren se levantó como reacción a su contestación mientas la mirada miel continuaba puesta en el cigarrillo aunque miró por encima de la línea natural de visión a la ojiclara para hacerle ver con una mera mueca que podía engañar a media universidad menos a él. No, Darren sabía cuando mentía igual que ella sabía cuando él lo hacía y después de la pregunta aún estaba más convencido que Jackson había terminado enredando su mente con el pasado a consecuencia del baile.
“Bueno… Tal vez sí. No lo sé”. Ahí estaba la verdadera respuesta que sacó una sonrisa ladeada (porque sabía que estaba mintiendo desde un buen inicio) en lo que Darren organizaba la mezcla de tabaco sobre la mesa, usando una pequeña carta que habían apoyadas en los servilleteros para mover las hierbas de un lado a otro. Detuvo un instante su tarea para buscar con los dedos la taza de chocolate, alzarla y pegarle un buen sorbo antes de regresar la porcelana a la mesa a la par que su lengua eliminaba los rastros de bebida pegados a sus labios. Esta vez sí, pegó los codos a la mesa y míró a su interlocutora para escuchar con seriedad cuanto debía decir. No, no hubo ni una sonrisa ni un comentario para interrumpir su parlamento porque una parte de Darren opinaba lo mismo que ella, estaban pisando terreno peligroso y era consciente de ello. ¿Pero como volver hacía atrás cuando ya habías puesto en marcha un mecanismo? No era como presionar un botón y esfumar todo cuanto había pasado, estaba ahí y continuaba en marcha.
- ¿Recuerdas que te dije que me lesioné en un entrenamiento? - no estaba seguro si había soñado o en verdad, la había detenido de camino a clase pero de todos modos, serviría para cambiar de tema y “olvidarlo” tal como deseaba que ocurriera. Si esa era la mejor forma para continuar siendo amigos, Darren iba a colaborar para ello - No sé como, terminé entrando en el despacho del doctor y ojeé un par de expedientes - rascó con su dedo índice la sien y es que con aquella naturalidad, Darren supo darle la vuelta a un momento incomodo para ambos - entre ellos el mío. ¿Quieres gritarme? Ahí va tu excusa perfecta, parece ser que el alcohol me esta jodiendo un poco el hígado pero.. - levantó un dedo para pedirle un minuto de silencio porque aún tenía más que agregar respecto al tema antes que ella empezara a exagerar la noticia- … si el alcohol etílico de los medí magos cura las heridas, ¿no sería lógico y evidente que en cambio de perjudicar mi hígado estuviera inmunizado de cualquier infección de por vida? Piénsalo Amy, el alcohol no mata solo es una leyenda de los médicos para que caigamos en la trampa - y bebió un poco más de chocolate sin bajar el dedo aún pidiendo su turno de palabra - Cierra los ojos y extiende las manos - animó a la muchacha a que lo hiciera con las cejas y en cuanto sus parpados cubrieron las orbes azuladas, Darren buscó en el interior de la chaqueta un pequeño paquete.
La tentó colocando el regalo encima de sus manos pero cuando fue a cerrar los dedos, retiró el paquete - Ojos cerrados, no seas fullera - pero esta vez si dejó el paquete en sus manos - Ya, puedes abrirlos y te cedo el turno para que me grites a gusto. Ah, feliz navidad - y volvió a entremezclar el tabaco. Dentro del paquete había una funda para la varita rosa de Jackson porque Darren sabía cuanto odiaba que la gente viera el color del palo encantado. Era de color azul como los ojos de la chica y llevaba un tipo de material antideslizante para que fuera perfecto para los duelos.
Quitó el cigarrillo que llevaba en la oreja y retiró con la otra mano el chocolate hacia atrás para abrir el cigarrillo, empezando a desmenuzarlo para extraer la mezcla y el filtro. Era una de las maneras que tenía Darren de abstraerse cuando las cosas se ponían muy serias porque aunque había sacado el tema él mismo, inquiriendo por necesidad de conocer la verdad, temía no resultar agradado con la respuesta. “Claro que no”. Una ceja de Darren se levantó como reacción a su contestación mientas la mirada miel continuaba puesta en el cigarrillo aunque miró por encima de la línea natural de visión a la ojiclara para hacerle ver con una mera mueca que podía engañar a media universidad menos a él. No, Darren sabía cuando mentía igual que ella sabía cuando él lo hacía y después de la pregunta aún estaba más convencido que Jackson había terminado enredando su mente con el pasado a consecuencia del baile.
“Bueno… Tal vez sí. No lo sé”. Ahí estaba la verdadera respuesta que sacó una sonrisa ladeada (porque sabía que estaba mintiendo desde un buen inicio) en lo que Darren organizaba la mezcla de tabaco sobre la mesa, usando una pequeña carta que habían apoyadas en los servilleteros para mover las hierbas de un lado a otro. Detuvo un instante su tarea para buscar con los dedos la taza de chocolate, alzarla y pegarle un buen sorbo antes de regresar la porcelana a la mesa a la par que su lengua eliminaba los rastros de bebida pegados a sus labios. Esta vez sí, pegó los codos a la mesa y míró a su interlocutora para escuchar con seriedad cuanto debía decir. No, no hubo ni una sonrisa ni un comentario para interrumpir su parlamento porque una parte de Darren opinaba lo mismo que ella, estaban pisando terreno peligroso y era consciente de ello. ¿Pero como volver hacía atrás cuando ya habías puesto en marcha un mecanismo? No era como presionar un botón y esfumar todo cuanto había pasado, estaba ahí y continuaba en marcha.
- ¿Recuerdas que te dije que me lesioné en un entrenamiento? - no estaba seguro si había soñado o en verdad, la había detenido de camino a clase pero de todos modos, serviría para cambiar de tema y “olvidarlo” tal como deseaba que ocurriera. Si esa era la mejor forma para continuar siendo amigos, Darren iba a colaborar para ello - No sé como, terminé entrando en el despacho del doctor y ojeé un par de expedientes - rascó con su dedo índice la sien y es que con aquella naturalidad, Darren supo darle la vuelta a un momento incomodo para ambos - entre ellos el mío. ¿Quieres gritarme? Ahí va tu excusa perfecta, parece ser que el alcohol me esta jodiendo un poco el hígado pero.. - levantó un dedo para pedirle un minuto de silencio porque aún tenía más que agregar respecto al tema antes que ella empezara a exagerar la noticia- … si el alcohol etílico de los medí magos cura las heridas, ¿no sería lógico y evidente que en cambio de perjudicar mi hígado estuviera inmunizado de cualquier infección de por vida? Piénsalo Amy, el alcohol no mata solo es una leyenda de los médicos para que caigamos en la trampa - y bebió un poco más de chocolate sin bajar el dedo aún pidiendo su turno de palabra - Cierra los ojos y extiende las manos - animó a la muchacha a que lo hiciera con las cejas y en cuanto sus parpados cubrieron las orbes azuladas, Darren buscó en el interior de la chaqueta un pequeño paquete.
La tentó colocando el regalo encima de sus manos pero cuando fue a cerrar los dedos, retiró el paquete - Ojos cerrados, no seas fullera - pero esta vez si dejó el paquete en sus manos - Ya, puedes abrirlos y te cedo el turno para que me grites a gusto. Ah, feliz navidad - y volvió a entremezclar el tabaco. Dentro del paquete había una funda para la varita rosa de Jackson porque Darren sabía cuanto odiaba que la gente viera el color del palo encantado. Era de color azul como los ojos de la chica y llevaba un tipo de material antideslizante para que fuera perfecto para los duelos.
Darren Brackminster- Mensajes : 78
Fecha de inscripción : 29/11/2014
Re: Comprando el perdón
El cambio de tema fue tan brusco que a pesar de haber sido la que había pedido que olvidaran todo relacionado con el baile, al principio tuvo que parpadear desconcertada, porque no sabía a qué venía todo aquello. Pero poco a poco la verdad de lo que decía hizo que definitivamente se olvidara de cualquier otra cosa que no fuera exactamente lo que le estaba contando.
- ¿¡Qué!? Espera, espera… ¿Me estás diciendo que a estas alturas de la vida ya tienes problemas hepáticos por culpa de todo lo que bebes? ¿¡Y YO TE ACABO DE REGALAR UNA BOTELLA DE RON!? – no daba crédito a lo que acababa de contarle, menos cuando intentaba hacerle creer que lo de que el alcohol era malo para la salud era sólo una invención de la medicina – No digas estupideces. – dijo firmemente mientras alargaba la mano para estirarle la taza de chocolate a la que antes le había echado el ron. Quizás ya no pudiera recuperar la botella, por lo que los regalos no se devolvían, pero se aseguraría que al menos el chocolate fuera sólo eso: chocolate. Le hizo una señal a una camarera que pasaba cerca de ellos – ¿Nos puedes traer otra? Soy torpe y se me ha caído sal dentro.
En cuanto la camarera se alejó, llevándose la taza adulterada con alcohol, Amy borró la sonrisa encantadora que había usado para dirigirse a ella para mirar a Darren con mala cara. ¿Qué se suponía que debía decirle? Él debía ser lo suficientemente mayor como para saber que no podía seguir de ese modo, pero si que era cierto que últimamente había estado un poco distraída y se había relajado en lo que respectaba a vigilarlo. Sabía que era un desastre, y por eso siempre le prestaba más atención que al resto, como si se tratara de un adolescente que hiciera una tontería detrás de la otra. Además que debajo de todo su enfado por tener que vigilarle detrás como a un niño de cinco años, también había preocupación. Debía conseguir que disminuyera su consumo de alcohol o quien sabía que iba a pasar. Notó que se le hacía un nudo en el estómago.
- Piénsalo tu, Darren. Tienes 21. ¿Qué crees que pasará cuando tengas 40 si no empiezas a cuidarte? ¡Tienes que tomártelo en serio, porque luego tendré que darte un puñetero trozo de mi hígado para que no te mueras y te odiaré para siempre si me haces llegar a estos extremos! ¡VAS A SER JUGADOR DE QUIDDITCH POR LOS DIOSES! ¡TIENES QUE CUIDAR TU SALUD! – sonaba peor que una madre y estaba siendo extremista, era plenamente consciente de ello. Además le había importado menos que nada que él tuviera el dedo levantado para indicar que era su turno para hablar. Si creía que iba a quedarse callada mientras lo oía decir idioteces la llevaba clara.
Siempre se iba a lo peor cuando se asustaba por algo, y aquello era justamente lo que sucedía en esos instantes. En su mente ya era un problema terminal, porque Darren nunca iba a ser capaz de controlarse e iría en espiral hacía una situación en la que un trasplante sería la única solución, cuando ya ni las pociones podrían ayudarlo.
La llegada de la camarera con una nueva taza de chocolate hizo que se detuviera, tanto en su discurso como en su afán por imaginarse las cosas terribles que podían suceder. Le dio las gracias pagando esa vez ella el chocolate y volvió la vista al frente justo cuando él le pedía que cerrara los ojos. Lo miró con suspicacia porque lo primero que se le pasó por la cabeza fue que o iba a volver a echar alcohol en el chocolate o que aprovecharía que no estaba viendo para hacer alguna barbaridad, como lamerle la mejilla tal como hacía siempre con Barunka o cualquier otra tontería.
- Como hagas algo indebido… – fue su última advertencia antes de cerrar los ojos. Ya que no le había respetado el turno de palabra al menos iba a concederle eso. Notó que le colocaba algo encima de la mano e intentó cerrar los dedos en torno a lo que fuera eso, para notar como al instante se retiraba. Frunció el ceño dispuesta a decir algo cuando notó que de nuevo estaba sobre la palma de su mano, ahora si, quedándose.
Abrió los ojos para ver que Darren había dejado ahí un paquetito que no tardó en abrir, encontrándose con una funda preciosa para la varita, para que no se viera el ridículo trozo rosa que siempre terminaba avergonzándola. Y olvidándose por un momento que estaba enfadadísima por su inconsciencia sonrió. Sin querer esperar más rato sacó su varita del bolso, porque siempre la llevaba con ella y porque aunque estuvieran rodeados de muggles, si alguien prestaba atención en ellos pensaría que aquello era algún tipo de excentricidad y nunca lo relacionaría con algo mágico. Quedaba perfecta.
- Que esto me guste muchísimo no quiere decir que esté menos enfadada contigo por tonto inconsciente. – dijo nada más por dejar las cosas claras, aunque seguía sonriendo mientras miraba lo bonita que quedaba su varita en azul en vez de rosa.
- ¿¡Qué!? Espera, espera… ¿Me estás diciendo que a estas alturas de la vida ya tienes problemas hepáticos por culpa de todo lo que bebes? ¿¡Y YO TE ACABO DE REGALAR UNA BOTELLA DE RON!? – no daba crédito a lo que acababa de contarle, menos cuando intentaba hacerle creer que lo de que el alcohol era malo para la salud era sólo una invención de la medicina – No digas estupideces. – dijo firmemente mientras alargaba la mano para estirarle la taza de chocolate a la que antes le había echado el ron. Quizás ya no pudiera recuperar la botella, por lo que los regalos no se devolvían, pero se aseguraría que al menos el chocolate fuera sólo eso: chocolate. Le hizo una señal a una camarera que pasaba cerca de ellos – ¿Nos puedes traer otra? Soy torpe y se me ha caído sal dentro.
En cuanto la camarera se alejó, llevándose la taza adulterada con alcohol, Amy borró la sonrisa encantadora que había usado para dirigirse a ella para mirar a Darren con mala cara. ¿Qué se suponía que debía decirle? Él debía ser lo suficientemente mayor como para saber que no podía seguir de ese modo, pero si que era cierto que últimamente había estado un poco distraída y se había relajado en lo que respectaba a vigilarlo. Sabía que era un desastre, y por eso siempre le prestaba más atención que al resto, como si se tratara de un adolescente que hiciera una tontería detrás de la otra. Además que debajo de todo su enfado por tener que vigilarle detrás como a un niño de cinco años, también había preocupación. Debía conseguir que disminuyera su consumo de alcohol o quien sabía que iba a pasar. Notó que se le hacía un nudo en el estómago.
- Piénsalo tu, Darren. Tienes 21. ¿Qué crees que pasará cuando tengas 40 si no empiezas a cuidarte? ¡Tienes que tomártelo en serio, porque luego tendré que darte un puñetero trozo de mi hígado para que no te mueras y te odiaré para siempre si me haces llegar a estos extremos! ¡VAS A SER JUGADOR DE QUIDDITCH POR LOS DIOSES! ¡TIENES QUE CUIDAR TU SALUD! – sonaba peor que una madre y estaba siendo extremista, era plenamente consciente de ello. Además le había importado menos que nada que él tuviera el dedo levantado para indicar que era su turno para hablar. Si creía que iba a quedarse callada mientras lo oía decir idioteces la llevaba clara.
Siempre se iba a lo peor cuando se asustaba por algo, y aquello era justamente lo que sucedía en esos instantes. En su mente ya era un problema terminal, porque Darren nunca iba a ser capaz de controlarse e iría en espiral hacía una situación en la que un trasplante sería la única solución, cuando ya ni las pociones podrían ayudarlo.
La llegada de la camarera con una nueva taza de chocolate hizo que se detuviera, tanto en su discurso como en su afán por imaginarse las cosas terribles que podían suceder. Le dio las gracias pagando esa vez ella el chocolate y volvió la vista al frente justo cuando él le pedía que cerrara los ojos. Lo miró con suspicacia porque lo primero que se le pasó por la cabeza fue que o iba a volver a echar alcohol en el chocolate o que aprovecharía que no estaba viendo para hacer alguna barbaridad, como lamerle la mejilla tal como hacía siempre con Barunka o cualquier otra tontería.
- Como hagas algo indebido… – fue su última advertencia antes de cerrar los ojos. Ya que no le había respetado el turno de palabra al menos iba a concederle eso. Notó que le colocaba algo encima de la mano e intentó cerrar los dedos en torno a lo que fuera eso, para notar como al instante se retiraba. Frunció el ceño dispuesta a decir algo cuando notó que de nuevo estaba sobre la palma de su mano, ahora si, quedándose.
Abrió los ojos para ver que Darren había dejado ahí un paquetito que no tardó en abrir, encontrándose con una funda preciosa para la varita, para que no se viera el ridículo trozo rosa que siempre terminaba avergonzándola. Y olvidándose por un momento que estaba enfadadísima por su inconsciencia sonrió. Sin querer esperar más rato sacó su varita del bolso, porque siempre la llevaba con ella y porque aunque estuvieran rodeados de muggles, si alguien prestaba atención en ellos pensaría que aquello era algún tipo de excentricidad y nunca lo relacionaría con algo mágico. Quedaba perfecta.
- Que esto me guste muchísimo no quiere decir que esté menos enfadada contigo por tonto inconsciente. – dijo nada más por dejar las cosas claras, aunque seguía sonriendo mientras miraba lo bonita que quedaba su varita en azul en vez de rosa.
Amy Jackson- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 19/11/2014
Re: Comprando el perdón
La camarera regresó con una nueva taza de chocolate con avellanas sin adulterar. Darren en otro momento hubiera empezado a filtrear con la mujer porque no debía llegar a los veinticinco y era pelirroja con exagerado busto pero en aquella ocasión cuando traía aquella insípida bebida tras hacer desaparecer su magnífico chocolate adulterado con ron de alta gama, no. Pese a su pésimo humor y como gratitud por su atención, dibujó una sonrisa ladeada hacia la joven mientras alargaba la mano en demanda del chocolate para acariciar con la yema de los dedos las manos de la mujer que respondió a la atención del smertios devolviéndole la mueca con los labios. Tras la marcha de la mujer (que por cierto tenía un puto culo de infarto) los orbes miel buscaron de nuevo los claros de su amiga y con fuerza, dejó la taza encima de la mesa provocando que por poco se saliera el chocolate.
¿Por qué debía ser tan exagerada? Jackson no entendía de matices, no sabía que entre el blanco y el negro había un gran y amplio abanico de grises. Igual la bebida si resentía su hígado pero de ahí a afirmar que ya tenía cirrosis era como decir que un grano de arena en dos segundos se convertiría en montaña. Faltaban aún muchos años para que tuviera que pedir un pedazo de su hígado y aunque ahora era reversible su condición, podía fácilmente curarse de sus excesos, Darren no estaba convencido de querer colaborar para su recuperación. Había pasado una guerra, vivía independizado de unos padres puristas que contradecían por completo sus ideales y querían hacer desaparecer la mancha de su familia. ¿Por qué no aliviar los síntomas derivados de aquellos tiempos con algo que en parte lo hacía feliz? Luego estaba Erik, adoraba a su hermano pequeño, durante sus primeros años fue quien se encargó de él casi como un padre y ahora no podía verlo, tenía prohibido poner un pie en casa de los Brackminster. Julia lo había dejado sin explicación y su relación con Six, su concuñada, nunca fue próspera a pesar que desde pequeño había existido entre ellos algo más que cariño fraterno. Sin contar que años atrás casi había perdido a Amy por ser un gilipollas. Se sentía solo. Se sentía frustrado. Y por eso bebía porque cuando probaba el ron o cualquier otra bebida, disfrutaba y se olvidaba del puto mundo.
Amy seguía empeñada en desenvolver un rol materno en su vida. Lejos de sus obligaciones como amiga no debía preocuparse tanto por él. No hasta los extremos de sufrir una úlcera por los excesos de Darren que eran puro vicio. No sabía si agradecerle su consideración o decirle con palabras poco agradables, “es mi vida, no te metas”. Pero cuando la miró tan feliz con la funda de su varita nueva y con aquel aire enfurruñado pero tierno, soltó el aire y miró por la ventana. No podía prometerle nada porque no iba a cumplirlo, era consciente que tenía un problema pero no quería arreglarlo. Prefería morir de un fallo hepático a un avadazo y aunque la guerra hubiera pasado, la mentalidad de Brackminster continuaba en la misma línea que años atrás.
Decidió no hacer ni un comentario al respecto. Quien calla otorga o en su situación, quien calla daba la razón a Jackson pero sin obedecer ni una de sus palabras. Debería obligarlo con actos mayores que no una mera amenaza verbal así que abruptamente, volvió a cambiar de tema mientras cogía el azucarero y vertía el equivalente a cuatro sobres - Hablando de que soy jugador profesional. He recibido un par de propuestas de dos equipos ingleses… - levantó la vista y puso los dos brazos encima de la mesa - no se lo he dicho a nadie, solo a ti pero es que ninguno me convence. Claro que tengo por lo alto a los Tornados y quiero formar parte de su plantilla pero tal vez no les convenza como bateador - lamió las avellanas de la cuchara y luego sus propios labios - ¿Qué opinas? ¿Debería ir a ver que me ofrecen?
¿Por qué debía ser tan exagerada? Jackson no entendía de matices, no sabía que entre el blanco y el negro había un gran y amplio abanico de grises. Igual la bebida si resentía su hígado pero de ahí a afirmar que ya tenía cirrosis era como decir que un grano de arena en dos segundos se convertiría en montaña. Faltaban aún muchos años para que tuviera que pedir un pedazo de su hígado y aunque ahora era reversible su condición, podía fácilmente curarse de sus excesos, Darren no estaba convencido de querer colaborar para su recuperación. Había pasado una guerra, vivía independizado de unos padres puristas que contradecían por completo sus ideales y querían hacer desaparecer la mancha de su familia. ¿Por qué no aliviar los síntomas derivados de aquellos tiempos con algo que en parte lo hacía feliz? Luego estaba Erik, adoraba a su hermano pequeño, durante sus primeros años fue quien se encargó de él casi como un padre y ahora no podía verlo, tenía prohibido poner un pie en casa de los Brackminster. Julia lo había dejado sin explicación y su relación con Six, su concuñada, nunca fue próspera a pesar que desde pequeño había existido entre ellos algo más que cariño fraterno. Sin contar que años atrás casi había perdido a Amy por ser un gilipollas. Se sentía solo. Se sentía frustrado. Y por eso bebía porque cuando probaba el ron o cualquier otra bebida, disfrutaba y se olvidaba del puto mundo.
Amy seguía empeñada en desenvolver un rol materno en su vida. Lejos de sus obligaciones como amiga no debía preocuparse tanto por él. No hasta los extremos de sufrir una úlcera por los excesos de Darren que eran puro vicio. No sabía si agradecerle su consideración o decirle con palabras poco agradables, “es mi vida, no te metas”. Pero cuando la miró tan feliz con la funda de su varita nueva y con aquel aire enfurruñado pero tierno, soltó el aire y miró por la ventana. No podía prometerle nada porque no iba a cumplirlo, era consciente que tenía un problema pero no quería arreglarlo. Prefería morir de un fallo hepático a un avadazo y aunque la guerra hubiera pasado, la mentalidad de Brackminster continuaba en la misma línea que años atrás.
Decidió no hacer ni un comentario al respecto. Quien calla otorga o en su situación, quien calla daba la razón a Jackson pero sin obedecer ni una de sus palabras. Debería obligarlo con actos mayores que no una mera amenaza verbal así que abruptamente, volvió a cambiar de tema mientras cogía el azucarero y vertía el equivalente a cuatro sobres - Hablando de que soy jugador profesional. He recibido un par de propuestas de dos equipos ingleses… - levantó la vista y puso los dos brazos encima de la mesa - no se lo he dicho a nadie, solo a ti pero es que ninguno me convence. Claro que tengo por lo alto a los Tornados y quiero formar parte de su plantilla pero tal vez no les convenza como bateador - lamió las avellanas de la cuchara y luego sus propios labios - ¿Qué opinas? ¿Debería ir a ver que me ofrecen?
Darren Brackminster- Mensajes : 78
Fecha de inscripción : 29/11/2014
Re: Comprando el perdón
No sabía si estaba sorprendida, agradecida o decepcionada por la falta de reacción a sus histerias. No podía dejar de pensar que tal vez era porque se lo tomaba tan poco en serio que no le valía ni la pena prestar atención a lo que ella le decía (como siempre acababa haciendo con todo en su vida). Por eso debía haberlo mencionado así de pasada, como quién no quería la cosa, del mismo modo que ahora mencionaba lo del interés de algunos equipos por él.
Y debería haber aprendido. A no preocuparse tanto por cosas que ciertamente a él parecían darle igual, pero no podía evitarlo. Ni siquiera las quejas de que era peor que una madre la hacían retroceder, a pesar de que no quería ser una madre y mucho menos para Darren, con el que la relación ya era suficientemente complicada (y en los últimos días un poco más). Pero sabía que le gritaría por la bebida siempre que lo viera con alcohol de por medio, hasta que él asentara la cabeza o hasta que se cabreara y la echara definitivamente de su vida. No quería dejar de verlo, pero si a cambio él dejaba de beber no habría sido tan inútil. Porque era consciente de que siempre llevaba su paciencia al límite, y que probablemente de ser otra persona ya la habría enviado al infierno, pero muy en el fondo esperaba que si no lo había hecho fuera porque era una parte demasiado importante de su vida, tal y como le sucedía a ella, y cosas como que le confesara sus preocupaciones de futuro, dejando claro que era la única persona con la que había hablado de ello parecían darle la razón.
- No puedes empezar la casa por el tejado. No esperes de buenas a primeras que los Tornados se interesen por ti, si apenas eres un estudiante. Deberías ir a hablar con estos equipos, ver cual de los dos te hace la mejor oferta y dejarte el culo para ser el mejor bateador de su historia. No habrá modo que los Tornados no se fijen en ti, pero tienes que entrar en la liga profesional de alguna forma. – y no hubo forma de que pudiera ocultar su sonrisita orgullosa por ser la primera persona que le daba ese consejo. En sus fantasías más disparatadas le veía en una entrevista siendo la estrella del mejor equipo de quidditch diciendo que todo se lo debía a ella, porque si, aquella era la fe que tenía en él a pesar de que le gritaba constantemente que era un inconsciente y un vago y que nunca podría hacer nada decente con su vida. Claro que luego, en esas fantasías, llegaban las fans locas que le tiraban ropa interior y ya no le gustaba tanto, pero siempre acababa apartando aquello en un rincón de su mente para no volverse loca – ¿Qué equipos son?
No es que fuera una experta en quidditch. Más bien todo lo contrario, ni le gustaban las escobas y las alturas, ni encontraba los partidos especialmente estimulante. Pero iba a verlos porque por alguna burla del destino tenía montones de buenos amigos a los que les encantaba ese deporte, así que casi por fuerza había terminado por aprenderse algunos equipos, sus jugadores más importantes y ese tipo de cosas, nada más por poder seguir las conversaciones. Y en ocasiones como aquella le venía bien.
Y debería haber aprendido. A no preocuparse tanto por cosas que ciertamente a él parecían darle igual, pero no podía evitarlo. Ni siquiera las quejas de que era peor que una madre la hacían retroceder, a pesar de que no quería ser una madre y mucho menos para Darren, con el que la relación ya era suficientemente complicada (y en los últimos días un poco más). Pero sabía que le gritaría por la bebida siempre que lo viera con alcohol de por medio, hasta que él asentara la cabeza o hasta que se cabreara y la echara definitivamente de su vida. No quería dejar de verlo, pero si a cambio él dejaba de beber no habría sido tan inútil. Porque era consciente de que siempre llevaba su paciencia al límite, y que probablemente de ser otra persona ya la habría enviado al infierno, pero muy en el fondo esperaba que si no lo había hecho fuera porque era una parte demasiado importante de su vida, tal y como le sucedía a ella, y cosas como que le confesara sus preocupaciones de futuro, dejando claro que era la única persona con la que había hablado de ello parecían darle la razón.
- No puedes empezar la casa por el tejado. No esperes de buenas a primeras que los Tornados se interesen por ti, si apenas eres un estudiante. Deberías ir a hablar con estos equipos, ver cual de los dos te hace la mejor oferta y dejarte el culo para ser el mejor bateador de su historia. No habrá modo que los Tornados no se fijen en ti, pero tienes que entrar en la liga profesional de alguna forma. – y no hubo forma de que pudiera ocultar su sonrisita orgullosa por ser la primera persona que le daba ese consejo. En sus fantasías más disparatadas le veía en una entrevista siendo la estrella del mejor equipo de quidditch diciendo que todo se lo debía a ella, porque si, aquella era la fe que tenía en él a pesar de que le gritaba constantemente que era un inconsciente y un vago y que nunca podría hacer nada decente con su vida. Claro que luego, en esas fantasías, llegaban las fans locas que le tiraban ropa interior y ya no le gustaba tanto, pero siempre acababa apartando aquello en un rincón de su mente para no volverse loca – ¿Qué equipos son?
No es que fuera una experta en quidditch. Más bien todo lo contrario, ni le gustaban las escobas y las alturas, ni encontraba los partidos especialmente estimulante. Pero iba a verlos porque por alguna burla del destino tenía montones de buenos amigos a los que les encantaba ese deporte, así que casi por fuerza había terminado por aprenderse algunos equipos, sus jugadores más importantes y ese tipo de cosas, nada más por poder seguir las conversaciones. Y en ocasiones como aquella le venía bien.
Amy Jackson- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 19/11/2014
Re: Comprando el perdón
Tras discutirse, pelearse, sermonearse e incluso besarse llegaban momentos como aquel, pacíficos e íntimos. La relación con Jackson siempre era una montaña rusa emocional pero agradecía los impasses porque podía hablar sin medias tintas con ella. Darren proyectaba la apariencia de un tipo extrovertido que no ocultaba nada al mundo pero la verdad era completamente distinta, siempre escondía sus verdaderos sentimientos o nunca exponía los problemas que se interponían en su camino a meno que fueran superfluos. Por ejemplo, el tema de la carrera era delicado para él porque quería triunfar y labrarse un nombre como golpeador para tener un lugar en la historia del santo deporte pero no tenía paciencia para aguantar convivir con una plantilla mediocre con un equipo de mierda. Todo eso, solía rondar la cabeza del smertios pero no tenía con quien compartir sus preocupaciones porque en verdad, era un tipo optimista que pese a las vicisitudes nunca se dejaba hundir. ¿Para qué preocupar a otros pudiendo solucionar el mismo? Era independiente hasta para resolver sus conflictos pero era algo que había tenido que aprender desde bien pequeño cuando ni sus padres eran capaces de consolar a su hijo por tener ideales que no encajaban con los suyos.
Por eso era agradable tener a alguien con quien sí, podía hablar. Nunca iba a bailarle la perdiz y siempre diría la verdad, justo como él. Darren expuso el caso y automáticamente, Amy sacó su lado más analítico para darle su punto de vista. Un punto de vista que Brack aceptó y comprendió porque la chica tenía más razón que un santo. Era un apoyo, un pilar fundamental en su vida y siempre estaba ahí, animándolo a que continuara y perseverara en su carrera - No desinfles mi orgullo de estrella - susurró con una sonrisa de medio lado porque sí, tenía infibulas de grandeza pero solo porque desde que era joven había escuchado halagos hacia su manera de batear. Tenía malos días como todo el mundo pero cuando Darren se subía en una escoba, perdía el mundo de vista y se concentraba totalmente en su papel, además, era muy agradable derribar a los miembros del equipo contrario y escuchar como un hueso crujía de vez en cuando.
- Montrose Magulles y Caerphilly Catapults - mencionó mientras se deshacía del gorro de la cabeza, el de lana y pasaba una mano, despeinándose los cortos mechones castaños - El emblema de la hurraca no me convence y el otro viene de Gales, Gales nunca me gustó.
No obstante eran buenas ofertas. Podía empezar desde cero como decía Jackson e ir escalando con su talento. ¿Quién no juraba que alguna vez pudiera formar parte del equipo de sus sueños e ir con gafas de sol como James solo por poder habitar sin ser reconocido? Claro que solo tenía que tener paciencia algo de lo que escaseaba cuando tenía muchas ansias. Estaba ya pensando en hacer un plano mental de cómo entrar a sorprender a los equipos mediocres cuando se le antojó alargar la mano por encima de la mesa entre las tazas de chocolate y coger la mano de Amy, entrelazando sus dedos con los de ellas mucho más finos y sin tantos callos por andar bateando bludgers como él, claro.
- Cuando sea rico y este rodeado de fans histéricas que me quieran por mi cuerpo - acarició con el pulgar el reverso de la mano de Amy - ¿Vas a querer continuar con esta tradición, no? - estiró la mano de la chica y besó sus nudillos. ¿Le había prohibido los besos en la boca, no? - Prométeme que siempre vamos a estar juntos, pase lo que pase.
Por eso era agradable tener a alguien con quien sí, podía hablar. Nunca iba a bailarle la perdiz y siempre diría la verdad, justo como él. Darren expuso el caso y automáticamente, Amy sacó su lado más analítico para darle su punto de vista. Un punto de vista que Brack aceptó y comprendió porque la chica tenía más razón que un santo. Era un apoyo, un pilar fundamental en su vida y siempre estaba ahí, animándolo a que continuara y perseverara en su carrera - No desinfles mi orgullo de estrella - susurró con una sonrisa de medio lado porque sí, tenía infibulas de grandeza pero solo porque desde que era joven había escuchado halagos hacia su manera de batear. Tenía malos días como todo el mundo pero cuando Darren se subía en una escoba, perdía el mundo de vista y se concentraba totalmente en su papel, además, era muy agradable derribar a los miembros del equipo contrario y escuchar como un hueso crujía de vez en cuando.
- Montrose Magulles y Caerphilly Catapults - mencionó mientras se deshacía del gorro de la cabeza, el de lana y pasaba una mano, despeinándose los cortos mechones castaños - El emblema de la hurraca no me convence y el otro viene de Gales, Gales nunca me gustó.
No obstante eran buenas ofertas. Podía empezar desde cero como decía Jackson e ir escalando con su talento. ¿Quién no juraba que alguna vez pudiera formar parte del equipo de sus sueños e ir con gafas de sol como James solo por poder habitar sin ser reconocido? Claro que solo tenía que tener paciencia algo de lo que escaseaba cuando tenía muchas ansias. Estaba ya pensando en hacer un plano mental de cómo entrar a sorprender a los equipos mediocres cuando se le antojó alargar la mano por encima de la mesa entre las tazas de chocolate y coger la mano de Amy, entrelazando sus dedos con los de ellas mucho más finos y sin tantos callos por andar bateando bludgers como él, claro.
- Cuando sea rico y este rodeado de fans histéricas que me quieran por mi cuerpo - acarició con el pulgar el reverso de la mano de Amy - ¿Vas a querer continuar con esta tradición, no? - estiró la mano de la chica y besó sus nudillos. ¿Le había prohibido los besos en la boca, no? - Prométeme que siempre vamos a estar juntos, pase lo que pase.
Darren Brackminster- Mensajes : 78
Fecha de inscripción : 29/11/2014
Re: Comprando el perdón
- ¿La hurraca no te convence y Gales no te gusta? ¿Esos son tus argumentos para no estar convencido? – puso los ojos en blanco pero no pudo más que sonreír, porque a pesar de todo, seguramente él era la única persona del mundo que usaría aquellas excusas para pensarse el fichar por los primeros equipos profesionales que se interesaban por alguien que todavía estaba en la universidad. – Ve a hablar con ellos. Valora lo que te pagan, las facilidades que te dan para terminar la carrera y las expectativas de futuro. Eso es lo importante.
Y los dioses sabían que en aquellos instantes sentía que todo volvía a estar bien entre ellos. Era terreno conocido y amigable, y sin duda lo que había pasado habría sido causado por sus tonterías en el baile. Suerte que habían podido detenerlo a tiempo porqué si no…
Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando él alargó la mano para rodear la suya. Notaba sus dedos ásperos entre los suyos, pero no era algo desagradable, sino algo casi familiar. No había guantes de lana de por medio, como había sucedido antes cuando habían salido de la pista de hielo, y a pesar de ser un gesto tan simple notó que algo revoloteaba en su interior, más cuando oyó lo que decía, porque de hecho parecía que le había leído sus pensamientos de hacía tan sólo unos instantes.
- Claro que sí. – dijo con la voz medio ahogada por la magnitud de aquello que estaba asegurando. Porque prometerle que seguirían con aquella tradición a pesar de lo mucho que podrían cambiar sus vidas era sencillo. El hielo y el chocolate caliente eran inocentes y era algo fácil de cumplir. La promesa de que siempre iban a estar juntos, pasara lo que pasara…. Bueno, aquel era un asunto un poquito más delicado.
Aquel ‘pase lo que pase’ era complicado de interpretar. Porque si ambos seguían con sus vidas, tarde o temprano tendrían parejas estables, y su amistad era inofensiva ahora, pero cuando tuvieran algo serio con alguien, probablemente no lo entendería. Luego vendrían hijos y… Bueno, seguramente sería algo que realmente no podrían cumplir, a no ser que la pareja estable y los hijos fueran entre ellos y no con terceras personas. Y ella sabía bien que con Darren aquella posibilidad no podía existir, así que su ‘siempre juntos pase lo que pase’ era prácticamente imposible. Y aun así no había pensado mucho antes de responder afirmativamente a todo lo que había dicho, y eso precisamente era lo que le daba miedo. El miedo suficiente para saber que lo mejor era huír, antes de que dijeran algo más que pudiera complicarles la vida.
- Tengo que irme. Mi madre cree que tengo diez años y todavía se histeriza si se hace de noche y no estoy en casa. – y cuando separó su mano de la de él pareció que le faltaba algo. ¿¡Porque no dejaba de pensar estupideces!? – Nos vemos otro día antes de volver a Brigantia. Dale recuerdos a August. – se levantó de su silla, le dio un beso rapidísimo en la mejilla y agarrando el abrigo sin ponérselo salió en dirección a la calle, sin mirar atrás. Sin intentar entender todo el lío de sentimientos que pasaba por su cabeza.
Y los dioses sabían que en aquellos instantes sentía que todo volvía a estar bien entre ellos. Era terreno conocido y amigable, y sin duda lo que había pasado habría sido causado por sus tonterías en el baile. Suerte que habían podido detenerlo a tiempo porqué si no…
Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando él alargó la mano para rodear la suya. Notaba sus dedos ásperos entre los suyos, pero no era algo desagradable, sino algo casi familiar. No había guantes de lana de por medio, como había sucedido antes cuando habían salido de la pista de hielo, y a pesar de ser un gesto tan simple notó que algo revoloteaba en su interior, más cuando oyó lo que decía, porque de hecho parecía que le había leído sus pensamientos de hacía tan sólo unos instantes.
- Claro que sí. – dijo con la voz medio ahogada por la magnitud de aquello que estaba asegurando. Porque prometerle que seguirían con aquella tradición a pesar de lo mucho que podrían cambiar sus vidas era sencillo. El hielo y el chocolate caliente eran inocentes y era algo fácil de cumplir. La promesa de que siempre iban a estar juntos, pasara lo que pasara…. Bueno, aquel era un asunto un poquito más delicado.
Aquel ‘pase lo que pase’ era complicado de interpretar. Porque si ambos seguían con sus vidas, tarde o temprano tendrían parejas estables, y su amistad era inofensiva ahora, pero cuando tuvieran algo serio con alguien, probablemente no lo entendería. Luego vendrían hijos y… Bueno, seguramente sería algo que realmente no podrían cumplir, a no ser que la pareja estable y los hijos fueran entre ellos y no con terceras personas. Y ella sabía bien que con Darren aquella posibilidad no podía existir, así que su ‘siempre juntos pase lo que pase’ era prácticamente imposible. Y aun así no había pensado mucho antes de responder afirmativamente a todo lo que había dicho, y eso precisamente era lo que le daba miedo. El miedo suficiente para saber que lo mejor era huír, antes de que dijeran algo más que pudiera complicarles la vida.
- Tengo que irme. Mi madre cree que tengo diez años y todavía se histeriza si se hace de noche y no estoy en casa. – y cuando separó su mano de la de él pareció que le faltaba algo. ¿¡Porque no dejaba de pensar estupideces!? – Nos vemos otro día antes de volver a Brigantia. Dale recuerdos a August. – se levantó de su silla, le dio un beso rapidísimo en la mejilla y agarrando el abrigo sin ponérselo salió en dirección a la calle, sin mirar atrás. Sin intentar entender todo el lío de sentimientos que pasaba por su cabeza.
Amy Jackson- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 19/11/2014
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