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Negligé para la fiesta {Alfred}
2 participantes
Brigantia86 :: Mundo Muggle :: Gran Bretaña :: Londres
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Re: Negligé para la fiesta {Alfred}
No era momento para racionalizar nada, no escuchó su "no", y si lo escuchó no atendió a ello más que como otro gemido monosílabo propio del sexo y el placer. Y el luchar por la posición lo mismo, aferrarse a sus brazos, para luego soltarlo, para luego... Así en esos momentos donde nadie sabe ya que más hacer porque lo único que pretende es hundirse hasta el fondo para que la electricidad ponga los pelos de punta y se te acabe el mundo a los pies. - si - respiró como burla pero en realidad no sabía de qué estaba hablando.
No fue hasta que la tomó por los brazos para acostarla a su lado y abrió los ojos que notó cierta cara de espanto que nada tendría que tener que ver con la situación... Preguntó sin hacerlo con los ojos un segundo, frunciendo la mirada hacia los de Zelda, pero se dio algo la vuelta para descansar un momento, pegar la espalda contra el colchón y ubicarse en situación. Que no fuera arrepentirse Zelda de todo eso, porque no! Él le había dado la oportunidad en el living, ahora no quería escuchar chillidos. Ya había sido benevolente con Ellie una vez y por más que fueran sus amigas había limites. Volvió a girarse para verla y tanteando la tomó de una muñeca con fuerza - que?... no me vas a decir que no lo disfrutaste.... - Claro, eh! que bien había estado la pelirroja dichosa en la situación, Alf la había visto y sentido en primera fila.
Se encimó más a ella y le mordió el hombro con suavidad, y luego más arriba, y luego el cuello y luego en la nuca, como si estuviera buscando ocultarle el rostro bajo su cuerpo a base de chistesitos dientudos. No quería ver caras de espanto. Quería fumarse un cigarrillo y lamerle las tetas y volvérsela a follar... y capaz después la acompañaba de compras... Pero igual, era Alf una buena persona, y no podía quedarse con la duda de que era lo que mierdaputamadre pasaba por la cabeza de la pelirroja. - dime! lanza la piedra... - le susurró golpeándose el pecho con una mano y acariciándole el cuello con los labios.
Alfred Mayer- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 22/12/2014
Re: Negligé para la fiesta {Alfred}
Ya lo había visto venir en el rictus placentero que se manifestaba en la cara de Alfred. No había escapatoria, había terminado adentro justo como ella no quería. Pero es que se había dejado llevar de forma tan volátil, que se le olvidó por segundos todo lo acontecido con James, con George. Incluso se acordaba con espanto del retraso que tuvo por días cuando tuvo su encuentro extraño con Abner en el bosque. Claro, una vez que le vino el periodo casi lloró de felicidad, pero ahora estaba en las mismas. El tiempo pasó lento y de repente sintió la explosión tibia. Entró en pánico. No otra vez, no otra vez, repetía mentalmente mientras se separaban. Estaba tan absorta en el momento que no supo en qué instante Alfred la acostó a su lado. Como autómata, agarró las cobijas y se metió en ellas tratando de pensar. No pasaría nada, era uno más de la lista, tampoco era que fuese a embarazarse así nada más, podían pasar horas y quizá no pegaba porque no era su momento. Tenía que calmarse. Él ya la había notado algo nerviosa y lo que menos querían, después de semejante follón, era una escena de lágrimas. Alfred la tomó de la muñeca y Zelda no pudo evitar fulminarlo con la mirada para luego zafarse del agarre.
— Cómo eres idiota — masculló entre dientes para luego gruñir y taparse la cara con las manos; estaba frustrada porque, no conforme con que no lo habían hecho con protección… ¡se había acostado con el hijo de su doctor! Si sucedía otra vez lo que hace dos años, con qué cara iría a ver al Dr. Mayer para decirle “si, mire… si esta vez aborto por su culpa, sepa que era su nieto”. No, tenía que buscar la manera de no quedar en esas de nuevo. No de Alfred, por el amor de todo lo que es bueno.
Recibió las caricias con frialdad aunque por dentro se moría por devolvérselas a él. Estaba demasiado concentrada en sus pensamientos y enojada porque no le había hecho caso, como para ahora olvidarlo todo y besarlo hasta perder la noción del tiempo. No se quitó las manos de la cara, simplemente abrió el espacio entre los dedos y lo observó. En serio a veces podía ser un completo estúpido.
— Yá… déjalo, no importa, ya lo hiciste y no es como si pudiera… sacarme todo como si se tratara de agua. ¡Ay por todos los santos, Alfred! — gritó frustrada — Todo iba bien… ahora voy a tener que tomarme no sé qué menjurjes para evitar acabar como Frances, con mocosos llorando y… pataleando… y… ¡Arg! Eres realmente un estúpido — se sentó sobre la cama, quitándoselo de encima; tenía el cabello hecho un desastre — ya me quedé sin James y sin George, y ahora voy a pasar por el mismo jodido infierno gracias a ti… idiota — dijo para inmediatamente incorporarse y salir de la habitación en busca de los cigarros, necesitaba calmarse porque no pensaba soplarle todo el dramerío con aquellos dos para que comprendiera la gravedad del asunto.
Conjuntito
Habitación
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
Re: Negligé para la fiesta {Alfred}
Ni hablar de que era el hijo del Dr. porque eso ya era tema de otra telenovela, y Alfred aun no terminaba de entender de qué se trataba esta escena, como para siquiera empezar a reprocharse las consecuencias de haberse acostado con una paciente de su padre... hdsbfhsadfhasñ. NADA. Porqué diablos se enojaba en vez de explicarse y ya! Si él le estaba dando el pie de buen modo, si la estaba acariciando y creando el momento. Pero no, la sangre de veela que tanto le gustaba también tenía esos condimentos explosivos y picantes. - ey, ey! - Ahora sí ya había entendido con lo del agua se le acomodó una ficha, con la mención de la slythering terminó de creer entender el drama.
Se pasó una mano por la cara riéndose. Si Zelda se hubiera dado vuelta en ese instante seguro que lo mataba de pura furia, ella hecha un lío y el riéndose como patán. Se acercó hasta ella para abrazarla por atrás pero Zelda lo rechazaba y se ponía hablar de James y de Jorge. Bufó de mal modo y se dejó caer en la cama, golpeándose la frente con dos dedos y chasqueando con la lengua porque no sabía ni por dónde empezar a ordenar sus pensamientos. No le hacía ninguna gracia enterarse de contra quien estaba compitiendo en esa cama, por más que pareciera que solo estaba ella y él allí, pero por el otro lado tenía que hacerse cargo de que se lo había buscado porque sabía las historias locas de Zelda, de ser su amigo, de haber trapazados el límite de la cordura acostándose con ella.
- puedes volver mujer?! - Le gritó y buscó la botella que él sabía había dejado por ahí antes de todo el desfogue. - TE DIGO QUE VUELVAS!!! - volvió a gritar y acotó riendo, quería bajar su mal humor antes de mandar todo a la mierda, agarrar sus pantalones y marcharse - y tráeme cigarrillos... por favor, mi vida, mi cielo mi diosa ninfa de los lagos... - abrió el licor y le dio un buen trago y luego otro, y un tercero... - Zelda... me estás escuchando al menos?... - que diera una señal auditiva por lo menos, si ella no iba a volver él tampoco iba a ir a buscarla. Se dirían todo a los gritos, pero no pensaba bajarse de la cama por un capricho de veela.
Alfred Mayer- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 22/12/2014
Re: Negligé para la fiesta {Alfred}
Se sentía sucia, pero más que eso, preocupada. Ya después se daría un baño, era lo de menos. Cuando salió y miró la sala de nuevo, la angustia le recorrió toda la carne. Estaba desnuda de la cintura para abajo con solo el liguero y las medias. No importaba el pudor. Observó la estancia como si toda la tragedia hubiera sido ayer. A James consolándola en el sillón y luego gritándole las cosas más hirientes antes de desaparecer por donde estaba el mueble de las llaves y el perchero. Todo por algo que volvía a repetirse como un círculo vicioso, sólo que en esa ocasión era Alfred el involucrado. Podía lidiar con no hablarle al jugador de Quidditch en su vida, también a George, después de todo les había provocado demasiado daño. Pero con el muchacho que estaba en la habitación gritando para que volviera, era otra historia. Por ahí, en el suelo, encontró los pantalones masculinos que inmediatamente agarró y se colocó encima. Le quedaban enormes. Caminó hacia la mesa de centro de la sala y tomó la cajetilla de cigarros. Valiéndole pepino la voz de Alfred, tomó un pitillo y lo encendió con tranqulidad. La primera calada le tranquilizó el cuerpo. Entonces volvió a la habitación.
Alfred estaba tan campante que le dio coraje. Incluso podía notar que se sentaba ahí burlón. Le aventó la cajetilla en la cara y se fue a quedar frente a una pared. No quería sentir a Alfred cerca o acabaría golpeándolo. O besándolo. O matándolo. O follándoselo de nuevo. Estaba muy confundida. Respiró varias veces mientras el cigarro se le consumía en los dedos. Apoyó la frente en la pared. Meditó las posibilidades. No podía ser tan grave. O sí. Dejó que se le cayeran los pantalones, lo cual resultó cómico desde una perspectiva que no era la suya. Volvió a darle una calada al cigarro y exhaló el humo contra la sólida pared.
— Sí te estoy escuchando, ya te traje tus jodidos cigarros ¿Qué más quieres? — ya estaba más tranquila, lo que no quitaba su angustia. Alfred no tenía ni idea de sus antecedentes y que una chica de su edad hiciera tamaño rabieta por que se había venido dentro, era casi estúpido y muy risible. Pero para ella, que era altamente fértil por lo que sabía, no era una broma, era una realidad que le temía más ahora que nunca. Separó la frente de la pared, sin decir una palabra, se fue a sentar al filo de la cama y siguió fumando. Quizá Alfred comprendiera todo si le decía. Tomó aire y se apretó el corazón. Él podía ser un imbécil, pero no un insensible. — Ya estuve embarazada una vez. No necesitas que te explique con peras y manzanas qué es lo que sucedió como para que ahora no… simplemente… — se llevó una mano a la cara, la que no sostenía el cigarro — Olvídalo, no puede pasar nada. — suspiró y se dejó caer de espaldas en la cama. Se tendría que repetir esa oración una y otra... y otra vez hasta que se autoconvenciera.
Conjuntito
Habitación
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
Re: Negligé para la fiesta {Alfred}
Estaba feliz de que Zelda volviese, y por ese sonreía atajando con el rostro de lleno la cajetilla de cigarrillos y revolcándose por la cama para encontrar su varita en el suelo, encender un cigarrillo para él, e invocar un hechizo que se aspirara el humo y las cenizas sin necesidad de arruinar el ambiente y provocar incendios. Una nube violacea espumosa que ahora perseguía su mano a veinte centímetros de distancia. Era un gran hechizo, uno de los mejores que conocía para las cosas cotidianas. Lástima que por estarse con todo eso se había perdido el espectáculo completo del culo de Zelda al aire y sus pantalones por las rodillas.
Reptando entre el mar de sábanas maltrechas fue hasta ella, a empujarla por la espalda, fregarle el rostro contra las costillas, buscar lugar en su falda como un perro abandonado que quiere caricias si o si de cualquier ambulante. Respiró profundo, pero no dijo nada y eso era respetuoso, aunque tuviera la mejilla pegada a su ombligo, y girara el rostro para besarle entre las piernas que aunque juntas seguían siendo sugerentes. - no lo sabía... lo siento - Susurró haciendo trompita con los labios. No se hubiera reído del escándalo si lo hubiera sabido... o quisá si... bueno. Ya estaba igual, ahora ya lo sabía.
- No va a pasar nada, porque yo no soy un crío de 15 años Zelda... -Ese era el punto por el cual a Alfred todo eso le causaba gracia y no espanto. La edad no hacía referencia a la edad de los amantes antes mencionados sino a una cuestión de que ya estaban adultos como para caer en esas equivocaciones. Que él tampoco quería tener un niño o mil, dados sus antecedentes, dando vueltas por ahí. Era un bobo, pero no un idiota, se tomaba las cosas a gracias pero no era irresponsable con las cosas que en verdad cambiaban la vida de la gente, sobre todo la suya!!. Que tal amanecer un día y cruzarse con una fulana que le plantaba un bebé en los brazos? Alf iba y se mataba directo. O sea, NO. Y sus padres eran medimagios. O sea, no. no iba sucederle - Yo me cuido, no voy dejando niños por ahí... poción de bayas de sauco.... -
Se impulsó con las piernas y se levanto del regazo de Zelda, de la cama, para ir a dar una vuelta por la habitación, fumar un poco y... - quizá deberías recomendárselo a los otros... y si no... está eso... como le llaman los muggles?... los globitos... - Alfred ni idea del mundo muggle, pero algo entendía, porque había cosas que sí le importaban, como poder follar a gusto. No fue a buscar los pantalones porque estaban en los tobillos de Zelda y tampoco le importaba estarse desnudo. Pero se rescaba la nuca como si no supiera bien que hacer... Terminó dando la vuelta a la cama para recuperar la botella y darle otro buen trago. Ella le había contado algo importante, algo serio y... simplemente Alf no sabía como seguir la conversación después de eso. Porque tampoco sabía en que papel tenía que pararse, el amigo de siempre? el hijo del médico? el enemigo de James?... el amante?... djsgkasdghkjsdhg
Alfred Mayer- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 22/12/2014
Re: Negligé para la fiesta {Alfred}
Era irreal. De un momento de mera comunión corporal, ahora pasaban a un momento incómodo en el que, mientras ella se sinceraba de la forma más abierta y delicada, él se lo tomaba como broma, paseándose por la habitación, haciendo caras como si fuera un niño chiquito al que le acaban de contar que a su amiga se le rompió una paleta y que ahora no se la puede comer. Zelda sólo lo miraba desde su lugar, acostada ahí en la cama que aún olía a ellos. Trató de encontrarle coherencia a la actitud de Alfred, pero simplemente no podía. Haber creído que tenía un mínimo de respeto era un enorme error. Era imposible, simplemente imposible. Sólo buscaba olisquearla, restregarle el cuerpo, pedirle atención. Era como una mascota, su amigo era una mascota.
La semi-veela se acomodó el negligé para cubrirse un pecho que asomaba ligeramente el marrón de la aureola de su pezón. Se subió los tirantes y los soltó sin importarle que le fuera a doler. Luego se paró de la cama sin decirle una palabra y buscó las bragas que estaba tiradas en la alfombra. Se las puso y se acabó lo poco que le quedaba de cigarro para luego ponerlo en el cenicero del buró. Levantó la ropa de Alfred que recogió como polluelo que come alpiste y se la aventó. No podía esperar comprensión de un muchacho que tenía actitudes infantiles, solamente acostones legendarios y no más. Zelda se fu a parar donde estaba el espejo, se acomodó el cabello sacudiéndolo entre sus dedos. Su reflejo era el de una muchacha incrédula, aliviada porque ahora sabía que Alfred podía venirse adentro de veinte mujeres y ninguna tendría un hijo suyo a menos que él lo quisiera –cosa que jamás iba a suceder-. Del mueble tomó un frasquito con perfume, del que se puso un poco en el cuello. Estaba perdiendo tiempo, distrayéndose.
A zancadas y con el negligé completo de nuevo, se fue a parar frente a Alfred. Ya sin tacones no se veía tan alta a comparación y tuvo que alzar la cabeza un poquito. Se le quedó mirando unos segundos y luego le dio una bofetada cargada de la pura y sola intención de lastimarlo.
— Condones, preservativos, así se llaman Alfred. ¿Para ti todo en esta vida es un chiste no? — respiró un par de veces — Te encanta reírte de la desgracia de los demás aunque sea una situación delicada. Tómate las cosas un poco más en serio o vas a acabar solo. Ponte la ropa y vete, ya me quiero dormir y no quiero hablar más contigo. — escupió para irse a sentar al sillón. Esperaba que se pusiera la ropa y se fuera de ahí. A fin de cuentas ya no tenía por qué preocuparse y Alfred había logrado el cometido de volvérsela a follar sin la necesidad de una apuesta.
Conjuntito
Habitación
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
Re: Negligé para la fiesta {Alfred}
Y ahora? que había hecho? si solo estaba caminando como un idiota de un lado a otro, siquiera la miraba y no... agggggrrrr No entendía una mierda. Mejor dicho no quería entender, porque si hubiera querido lo hubiera entendido, pero estaba enfocado en sus propios pensamientos de hombre como para trasladar su mirada a los problemas de Zelda. No sabía que postura tomar, no le daba igual que hacer y eso estaba mal. Y seguía cabreado de que ella hubiera mencionado a los otros. Al idiota de James que no valía nada y al estúpido de Jorge que menos aun pesaba. Era una idiotez grande como Brigantia todo eso, si Alf ya sabía que se la estaba follando porque ella quería, porque ella seguro estaba desquitándose de algo.
Dejó de fumar justo para recibir la cachetada limpia. Su cigarro se esfumó como la nube violeta evanescente al tiempo que volvía el rostro a su sitio para verla irse al sillón. Era de película la escena: pasillo de por medio al menos 5 metros, ella en el sillón blanco con el negligé negro, él parado al otro lado desnudo. Ella diciendo idioteces, él mirándola con odio. Patió las ropas como si en una cachita de futbol tuviera que devolverle el balón al equipo contrario que acababa de meterle un gol y volvió a repasarse el rostro a dos manos, a bufar y a avanzar hacia Zelda.
No le iba a decir que estaba loca, porque eso solo lo hacía cuando eran bromitas y buen humor, en medio de una pelea era herir de más sobretodo si ella se lo tomaba como de quien venía, alguien que sabía bien de sus cosas médicas de San Mungo. Pero igual quería gritarle a la cara barbaridades. - tu, tu , tu - Se agachó hasta posar una mano en el sofá y con la otra le señalaba con un dedo que insistente como sus palabras mancillaba el lugar del corazón. - No tengo idea de que mierda has hecho para haber buscado esto... pero Tu me follaste, tu me invitaste a tu casa, tu hiciste lo que querías hacer, así que no te pongas en digna como si yo estuviera abusándome de la situación. - Aclarando, primero. Él había dormido mil veces ahí, observadola pasearse en sus falditas coquetas y nunca se habían acostado. Si sucedía ahora era porque ella había querido. - no me vas a echar como un perro a la calle porque así eres tu la que se quedará sola. - Y eso tenía muchas implicancias, no solo la literal de esa noche, Zelda venía a hablarle de soledades cuando ella se había acostado con el padre del hijo de su prima? O SEA! que estaba buscando? que todo dios la odiase? Pero también había otra cosa implícita que era que Alfred no se quería ir, no se pensaba ir y no iba a dejarla sola... casi que no iba a dejarla ni esa noche ni otra. Que por lo menos era su amiga de siempre. Y siempre la pasaban bien y... la quería carajo! como la quería Ellie como quería a todos sus amigos.
No sabía que hacer, ni donde poner las manos así que volvió a incorporarse y a refregarse la cara. No le gustaba habalr serio, le gusta hacer bromas, toquetear a la gente, ser feliz fumarse un porro, dejarse mariconear con esmaltes de colores y desfilando zapatos de tacón. Sacarle sonrisas a la gente, no dar lecciones de vida. Pero Zelda quería que la maltrataran, eso era... Y ahí se volvió a buscarla. .- Ya! Ya lo se!.... ya ya ya entendí, lento pero seguro.... Ya se lo que buscas ahora... el revolcón no fue suficiente...Claro! no era como esperabas!... Tu quieres que yo te maltrate como esos idiotas te tienen acostumbrada... Pero no Zelda, yo no soy así, no voy a actuar así contigo ni con nadie y lamento mucho si eso era lo que esperabas sacar de mi de todo esto. Si quieres follar para que te dejen luego tirada por ahí con la panza llena de huesos y sentirte una mierda porque eso te queda cómodo, pues... NAH! -
Y se fue al dormitorio de nuevo a buscar los cigarrillos. - Volvamos a lo de ir de comprar y maquillarnos la cara y listo - Y listo, punto, completó de espaldas sin gritar así que su voz apenas si debía oírse....ahí nada había pasado y ya.
Alfred Mayer- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 22/12/2014
Re: Negligé para la fiesta {Alfred}
Si alguien los hubiera visto, pensarían que son un matrimonio apenas comenzado por la forma en la que se peleaban. Zelda era extremadamente orgullosa y Alfred tenía un temperamento de perros, era difícil que llegaran a un acuerdo cuando estaban enojados –y esa era la primera vez que se enfadaban con el otro después de que la pelirroja supiera lo de la apuesta entre él y Ellie-. Para ella era necesario que un amigo la comprendiera, que la abrazara, que le dijera que todo iba a estar bien, carajo, que a pesar de sus estupideces, le alentara a hacer cualquier otra cosa. Ahí todo había sido al revés, primero se cogieron hasta que se les relajaron las raíces de las muelas y luego hablaron. Aquí, a diferencia de las matemáticas, el orden de los factores sí afectaba el resultado. Zelda estaba encabritada y no se sentía con la necesidad de hablar, sino de dormirse o beber y fumar hasta que le dieran las seis de la mañana y se encontrase sola con un nuevo día para actuar sin planes, como el viento la condujera. Pero no podía hacer nada de eso porque Alfred seguía de necio estorbando su espacio personal. Era tan terco como ella.
Fumó sin hacerle caso, mirando hacia la ventana larga y grande que conformaba toda la pared principal que daba hacia la ciudad. Estaba todo oscuro afuera y se podían apenas ver unas luces entre la penumbra. Vio de reojo cómo volaba la ropa de Alfred hasta estrellarse contra la mesa. Ella ni se inmutó. Fue hasta que la señaló y lo tuvo muy cerca que volteó para mirarlo. Ante su enojo lo único que hizo fue sonreír con sorna. En efecto, ella lo había invitado, ella se lo había follado y era su decisión que los dos estuvieran ahí en esa situación. Pero era su casa, SU CASA y ella decidía quién se quedaba y quién se iba. Estuvo a nada de responderle cuando escuchó la parte final, que le dolió profundo. Asintió con la cabeza y apagó el cigarro en la superficie vidriosa de la mesa, sin molestarse en atinarle al cenicero. Sin quitarle la vista de encima, se paró del sillón furiosa, rodeó los muebles, con toda la intención de darle de puñetazos hasta que se cansara. Se paró en seco. Ya iba a empezar con sus jodidos discursos burlones, lo que la encabronaría más. Más lo que soltó a continuación si le dolió, le dolió tanto que ya no tuvo el valor ni el coraje de apretar los puños y alzarlos contra él. Y le dolió porque tenía razón. Hasta ahora, se había demostrado fanática del dolor y no sólo el físico, sino el emocional. No podía vivir con la gente en paz, sino que tenía que hacerles la guerra para sentirse satisfecha. Lo había hecho con Ellie, aunque ella no supiera, al tirarse a su ex pareja; lo había hecho con James al intentar enjaretarle un hijo que no era suyo; lo había hecho con George al ocultarle lo del aborto y todo el asunto; lo había hecho con su madre al no dirigirle la palabra en tanto tiempo. ¿A cuántos les había declarado ya la guerra?
Ahí, parada en medio de la sala, patética como siempre, se quedó mirando a Alfred deshacerse en palabras muy hirientes. Le lagrimearon los ojos pero antes de que una sola gota cayera, se frotó la cara y se despabiló. Estaba siendo un completo hijo de puta y lo peor es que no se daba cuenta de cuánto la lastimaba. Lo siguió al cuarto y lo pasó de largo, tomó la varita de su buró y comenzó a cambiarse ahí, frente a él. Ya el pudor a ninguno de los dos les interesaba. Se puso los primeros pantalones que encontró, la primera blusa que se le cruzó y unas botas sencillas. No iba a salir, pero ya no quería que la viera en esos retazos provocativos. Se dio media vuelta y se le puso enfrente.
— Tu maquíllate, payaso. Píntate las uñas y sigue actuando como un niño, que a fin de cuentas te queda el papel. Si tanto me quieres probar que me voy a quedar sola y tus teorías con respecto a mí y mis relaciones, felicidades, ya lo lograste. Ni contigo puedo contar. Haz lo que quieras, quédate, duérmete, vete a comprar ropa, me da igual. — se le entristeció el rostro — Soy una pésima persona según tú, no sé qué sigues esperando aquí. Ya lograste lo que siempre querías ¿no? Corre, ve y cuéntale a Ellie que lo lograste dos veces, no una, DOS. Te follaste como dios olímpico a la estúpida Zelda Fay y, aparte, la hiciste sentir mal. Te sacaste el premio mayor. — y en efecto, le daba igual lo que fuera a hacer a partir de entonces, ella se encaminó hacia el mini bar, agarró la botella de cristal que tenía el bourbón un vaso y se volvió a sentar en el sillón, a beber porque no tenía nada mejor qué hacer.
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
Re: Negligé para la fiesta {Alfred}
Si quería un amigo esa noche, tendría que haberle hablado primero, quedarse vestida, o rechazarlo y a lo sumo follado después, pero ahora ya estaba hecho y no modo había de ponerse a racionalizar todo eso, medios desnudos, algo vestidos, a los gritos, los cigarros, las amenazas, el alcohol. No había querido hacerle daño, claro que no, pero sucedía porque no tenía ni puta idea de todo lo que se estaba cociendo dentro de Zelda en esos días, en esas horas, en esos instantes que se la veía, fúrica, pero triste y pensante. Como si la mente de la pelirroja fuera una máquina de la que en cualquier momento se iba a salir un tornillo y toda la Zelda que conocía iba a despedazarse en partes ahí mismo, ante sus ojos, a los pies de su cuerpo desnudo.
Se prendía el cigarrillo y la miraba de reojo vestirse. Fumaba intenso sin que ni la nicotina le sirviera de una mierda para aclararle la mente, o darle ideas o... si, mejor se largaba y ya. Estaba en ello pero ella se le puso en frente, tergiversó todas sus palabras, todas y cada una. Porque él no había dicho ninguna de esas mierdas que ahora salían de su puta boca carnosa. Suspiró hacia abajo y la dejó terminar de hablar, que seguro le hacía falta tener un espacio donde como una pared alguien se quedase a recibir los golpes. Que si, que dijera lo que quisiera, que él aguantaba, aguantaba porque ... por costumbre, o algo.
Tomó la botella de la mesa de noche, esa que estaba por la mitad, tomó su varita, tomó una almohada, fue hasta el living y agarró sus ropas, así todo un bollo entre sus manos. Ni la miró, ni resopló, ni dijo ni MU. Simplemente hizo un bollo con todo y zapatos, y así! a culo desnudo abrió la puerta del departamento y al pasillo no más! A cagarse de frío en el puto pasillo del edificio! Eso si, la puerta la cerró con fuerza, con ganas, con todo el ímpetu que tenía. Se puso los pantalones, no era cuestión de infartar a los vecinos, dejó caer la almohada y se recostó sobre la puerta a dormir. NO, a tomarse lo que le quedaba de la botella de licor y dormirse con una peda aburrida hasta la mañana siguiente. El pasillo no era SU casa, así que que no viniera a joderlo! Puta madre!! tendría que haberse robado una manta también.
Alfred Mayer- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 22/12/2014
Re: Negligé para la fiesta {Alfred}
Eran niños, los dos. Cierto, el enojo de Zelda era justificado por muchas razones, pero también la conducta de Alfred. Nadie podía decir que estaba obligado a entenderla, mucho menos tomando en cuenta que era su amiga mujer. El género femenino siempre podía ser un dolor de cabeza, sobre todo porque sus mentes no maquinaban de la forma tan práctica de un hombre, no, ellas le buscaban veinte puertas a un cuarto con seis ventanas, así de complejas eran todas. Por eso era natural ver que el pobre ex Gryffindor terminara haciendo bola sus cosas –una perfecta metáfora del estado real de su cabeza- para salir al pasillo y quedarse ahí, como un perro que hace guardia. Claro, la pelirroja estaba tan ensimismada en su enojo que no volteó más que cuando escuchó la puerta cerrarse. Entonces aventó el vaso al otro lado del sillón, donde rodó y terminó cayendo sobre la alfombra. Estaba haciendo un genuino berrinche que siguió con su mano empinándose el bourbón como si se tratara de refresco. Frunció la boca mirando hacia el frente. Necesitaba meditar, pensar un poquito en lo que estaba pasando. Miró hacia su derecha, donde estaba un mueble con un florero y, justo al lado, el tocadiscos viejo de su abuela paterna. En ese tocadiscos sólo había un vinilo de una banda viejísima como el tiempo mismo llamada The Ink Spots, igual, regalo de la abuela Fitzgerald. Con un movimiento de varita hizo que la máquina comenzara a tocar sola. La primera canción se llamaba I Don’t Want To Set The World on Fire, un título muy largo pero adecuado para el momento.
¿Qué estaba haciendo? Comenzaba a alejar a todas las personas que quería y con qué razón. Se quedó mirando una de las formas de la alfombra mientras escuchaba la canción. I don’t want to set the world on fire, I just want to start a flame in your heart, In my heart I have the one desire, and the one is you, no other will do. Zelda empinó otro trago del líquido ambarino. No estaba enojada con Alfred, estaba encabronada consigo misma, porque parecía que tomaba las peores decisiones del mundo. No, no parecía, tomaba las peores decisiones del mundo. Actuaba como si el libre albedrío fuera también libre de remordimientos y moralidad. I've lost all ambition for worldly acclaim, I just want to be the one you love, and with your admission that you feel the same, I’ll have reached the goal I’m dreaming of. Meditó en el discurso de Alfred. No tenía nada de malo, de hecho, era lo que necesitaba oír y eso le había enojado tanto, que había requerido que alguien más le dijera lo que estaba haciendo mal. Y una vez más ¿qué estaba haciendo? Le quedaban tres verdaderos amigos, Marie, Ellie y Alfred. A Marie jamás le haría daño, primero se clavaba un dardo de heroína directo en el cerebro antes de jugarle una mala pasada. A Ellie, a pesar de que a veces no le cayera tan bien, la quería genuinamente y en serio pensaba en ella constantemente, el meterse con Abner era un error y pensaba compensárselo. Y ahora a Alfred lo corría de su casa por cuidarla, en primera, y por decirle sus verdades.
— ¿Qué carajo estoy haciendo? — preguntó para sí misma en voz alta. Nunca, jamás hacía esas mariconadas de vivir las fantasías de película y ahora estaba decidida a hacer una.
Dejó la botella de bourbón sobre la mesa de la sala, tomó su bolsa, se colocó los botines, la chamarra del perchero y, como muggle acostumbrada a las cosas complicadas, las llaves del departamento. No detuvo el tocadiscos, dejó que la aguja siguiera tocando. Abrió la puerta y no pudo creer lo que encontraría a sus pies. Con el jalón de la puerta, el cuerpo de Alfred cayó hacia atrás, justo encima de los botines de Zelda. Pensaba en ir a corretearlo por todo Londres de ser necesario, pero no, estaba ahí, afuera del departamento en el frío pasillo del edificio. Zelda se quedó sorprendida. Los dos estaban igual de locos e igual de cuerdos. No lo pudo evitar y se soltó a reír, a carcajada sonora que hizo eco por el pasillo. Cuando le empezó a doler el estómago de la risa, tuvo que sentarse en el suelo, justo en el umbral de la puerta de entrada al loft. De vez en cuando las risotadas le provocaron un curioso sonido como el que emiten los puercos. Cuando se calmó un poco y pudo tomar aire, notó que lloraba. Pero de risa.
— Ay… ay de mi estómago — se quejó antes de aventar la bolsa al interior del departamento — Lo siento, Alfred. En serio, soy una tonta. Una tonta muy grande. — finalizó con toda la sinceridad que le podía caber en el pecho.
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
Re: Negligé para la fiesta {Alfred}
La música que evidentemente Zelda puso a sonar y el alcohol de Zelda que se estaba tomando a tragos largos y la almohada de Zelda que tenía su encantador olor particular, eran el acunamiento perfecto que estaba llevando a Alfred, sin pausa y sin prisa, al sueño profundo. No quería pensar, así que dormirse rápido le venía al pelo. Se enfrascó en tararear la música de la canción, en llevar la botella a sus labios una y otra vez, a cerrar los ojos y acurrucarse del frío que ya ni sentía como un perro fuera de la cucha. La botella se le deslizó de los dedos sin que pudiera percatarse y para cuando Zelda abrió la puerta su cuerpo como bolsa de patatas, cayó a sus pies roncando literal.
Sin abrir los ojos se llevó una mano al rostro y trató de volver a dormir, como quien a sido interrumpido por un mosquito, pero igual no despierta aun. La risa de Zelda se mezcló con sus sueños y se sonrió, una vez, dos veces, hasta que buscando abrazar la almohada tocó sus piernas frías y algo no tenía sentido ya. Con pesadez abrió uno y luego otro ojo, a través de sus dedos la vio y la escuchó reír a carcajadas, y ahora si a conciencia le devolvió la sonrisa. Se tomó su tiempo para sacudirse la modorra, para acomodarse en su regazo sin terminar de querer despertar, haciendo un esfuerzo sobre humano la abrazó por la cintura con una mano y le dio un beso en ese estómago que le dolía de la risa. La miró a los ojos y le dio otro beso, la volvió a mirar con una ceja levantada (ya estaba más despierto) y le dio otro beso más arriba, apoyó un poco las rodillas en el suelo y le dio un beso en una teta y otro más y otro y terminó encima de ella, haciéndole cosquillitas a sus costillas, perdiendo su nariz en su cuello, besándole la oreja, revolcándose con ella entre la entrada del departamento y el pasillo común.
- te dije que no me iba a ir.... - Estaba feliz, se alimentaba de la risa de Zelda como una abeja del néctar de las flores. Había persistido sin siquiera pensarlo y recibía su recompensa de cajita feliz. - me dejas dormir en tu cama? por favor.. di que si... hace mucho frío aquí fuera... quiero que me abraces como a osito de felpa... que me des calor del bueno! - Quería eso realmente y decía eso especialmente, porque era como empezar la noche de cero, como haberse salteado con un giratiempos imaginario las dos horas anteriores, aunque eso incluyera el sexo exquisito que habían tenido, no le importaba. No lo valía sino servía para hacerla reír. - Se incorporó un poco y se frotó un brazo con el otro para dar más dramatismo, y terminó extendiéndole una mano para jalarla, y al siguiente movimiento cargarla como una bolsa de papas al hombro y cerrar la puerta de una patada!
Alfred Mayer- Mensajes : 108
Fecha de inscripción : 22/12/2014
Re: Negligé para la fiesta {Alfred}
Nadie, ninguno de sus amigos se quedaba como vagabundo en la puerta de su casa –o de cualquier otra- sin estar borracho, no en sus cinco sentidos. Era cómico ver a Alfred ahí porque parecía una escena sacada de un cuento, algo completamente inverosímil. Y qué bueno que lo encontraba antes de que el portero lo hiciera, pues lo sacaría a escobazos o cubetadas de agua, el anciano tendía a ser muy territorial y no dejaba que nadie, absolutamente nadie, profanara su área de trabajo. Zelda recibió los cariños de su amigo con harto gusto, era una especie de reconciliación bastante bizarra, porque prácticamente los dos habían tenido un día de péndulo, primero estaban bien, luego no y así hasta que al final hacían las paces y comenzaban como si nada. Le tenía cariño, demasiado cariño, así que no lo iba a dejar ir jamás, no por una discusión tan estúpida como esa. Además, le debía una gran explicación pero esas ya no eran horas de hablar. Eran casi las cuatro de la mañana y lo que ambos necesitaban era que Morfeo los acobijara y entregarse al mundo onírico de cada quién.
Zelda estaba cansada debido al desgaste emocional y el cuarto de botella de bourbón no había ayudado a mantenerla despierta, más bien, ahora estaba mareada. Miró a Alfred mimarla, hacerle cosquillas y besarla, con el gusto de quien acaba de recibir a un familiar lejano después de años de no verlo. Cuando por fin él terminó de pasarle los dedos por las costillas como si fueran teclas de un piano, la pelirroja se incorporó con su ayuda. Con la puerta cerrada, una nueva actitud y toda la intención de no volver a enojarse con él, dejó que la cargara cual costal de papas. Desde su incómoda pero divertida posición, sacó la varita y comenzó a apagar todas las luces, tanto las de la sala como las del comedor y las pequeñas del minibar. Bloqueó la puerta con un encantamiento y finalmente se bajó del agarre. Ya en la oscuridad y de pie, se dio el lujo de jalar a Alfred, ponerse de puntas y tomarlo de la nuca para darle un tierno beso, gesto de agradecimiento por no haberla dejado sola.
— Shhh… deja de quejarte — lo tomó de la mano, entrelazó los dedos, y lo condujo al interior de la habitación donde la cama aún seguía tendida pero con arrugas de que alguien había estado encima haciendo cosas indecentes. No era necesario ponerse pijama, bastó con quedarse en ropa interior (porque el neglgé ya estaba guardado casi bajo llave) y meterse bajo las cobijas. Supuso que Alfred no necesitaría más que quedarse en bóxers, así que no le preguntó si quería un cambio de ropa. Ya adentro, Zelda se acurrucó cerca del cálido cuerpo de Alfred y cerró los ojos —Sé que te debo una explicación y que tengo que contarte muchas cosas… pero será mañana. Ahora duérmete por favor y ni se te ocurra toquetearme, que mi ropa interior tiene candado... como los calzones de castidad. — musitó antes de entregarse al sueño.
Zelda Fay- Mensajes : 203
Fecha de inscripción : 01/12/2014
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